Por culpa de la oveja negra (19)

Las desgracias se terminaron después de una última aunque no fue nada sentida pero una nueva oportunidad se presentó ante mis ojos, doña María me dio la solución y me propuse aprovechar la ocasión.

Parecía que todo se hubiera confabulado, después de las desgracias el ambiente en el trabajo era deprimente, todo eran caras serias, imagino que el accidente de Federico, muy apreciado por todos, afectó al personal y de momento nadie echó en falta a Justino.  Aquella mañana no fue a trabajar, algunos pensaron que habría ido a hacer alguna gestión, lo raro era que su furgoneta Mercedes seguía aparcada en la calle.

En realidad nadie sospechaba nada, sólo Elsa y yo sabíamos lo que ocurrió, por eso cuando pasé por delante de su despacho no me extrañó verla llorar.  Me llamó al verme y me senté frente a ella.

  • ¿Qué te ocurre Elsa?, comprendo tu disgusto, yo también tengo el mío.
  • De eso se trata, estoy muy apenada pero por ti, me siento culpable de haberte metido en éste lío.
  • Tú no me metiste en nada, me metió tu marido, lo he pasado muy mal, todavía estoy pensando en denunciarlo a la policía, si no lo hice fue por pensar en ti.
  • No me refiero a eso, se merece todo lo que quieras hacerle, me siento avergonzada por la escena que te hice pasar, te juro que mi intención siempre fue ofrecerte una comida deliciosa y luego… ya sabes, sé que no debería decírtelo pero me tienes loca, deseaba que me follaras desesperadamente, en cambio…
  • Ya entiendo, no resultó como lo habías previsto, no te iba a reprochar nada pero pasé muy mal rato.
  • Y no creas que no lo lamento pero estaba rabiosa desde hace mucho, mi marido ni siquiera me miraba y yo me siento viva, muy viva, ya lo sabes y cuando me enteré de sus correrías quise darle un escarmiento poniéndole los cuernos delante de sus narices, estaba tan furiosa que no pensé el daño que podría hacerte eligiéndote a ti para hacerlo, tú no te mereces esto.
  • No te preocupes, ya está olvidado pero no vuelvas a hacerlo, aunque la segunda vez ya fue mejor, ¿no?
  • Y que lo digas, ya me había despachado bien y volví a correrme como una loca contigo, fue delicioso, una venganza dulce, muy dulce.

Las disculpas de Elsa se interrumpieron por el sonido del teléfono.

  • ¡Dígame!  Sí, soy yo, ¿quién es? … ¡ah señor Comisario!… sí, ya… ¿quién… está seguro?  Dios mío, no puede ser… ¿y adónde… en un árbol? ¡qué desgracia! ¿con qué coche?... ¿ah, no?... ¡nooo!  De una rama… con una cuerda… ¡qué horror!, gracias señor Comisario, espero su llamada.
  • ¿Qué ha pasado Elsa?  Estoy muy preocupado.
  • Justino, mi marido, en un árbol… se ha colgado.
  • ¡Qué espanto!  Se merecía todo pero esto… no sé cómo pudo hacerlo.
  • Sí, estaba deprimido, yo no sabía por qué hasta ayer, le han encontrado una carta de despedida, sólo ruega que lo perdonemos por lo que hizo.
  • ¿No dice por qué?
  • No, parece ser que no quería involucrar a las chicas, ya sabes…
  • Ya entiendo, cada una se reservará sus problemas.
  • Mañana me llamará para que vaya al depósito, le harán la autopsia.
  • Sí que lo siento, sobre todo por ti, si puedo hacer algo…
  • Me gustaría que no me dejaras sola, acompáñame a casa un rato, comeremos juntos… si no te molesta, claro.
  • No, de ninguna manera.
  • Luego tengo una reunión en casa de la señora, no te lo dije aún pero tú también debes venir.
  • ¿Me van a echar?
  • ¿A despedir, por qué?
  • El otro día te vi salir de la casa con un señor, temí que fueras para contarle lo de la chica preñada y yo.
  • Jajaja, nooo, nada de eso, eso al fin y al cabo es problema tuyo y de ella.
  • No, ahora de ella sola, yo no tuve nada que ver.
  • ¿Seguro?
  • Por lo menos lo del embarazo.
  • Te creo, ahora sí, luego vienes a casa, te espero.
  • Como quieras.

Durante toda la mañana estuve tentado en buscar a Magda y a la gordita y decirles del “mal que tenían que morir” pero me contuve pues nadie sabía nada y habían más complicadas que no tenían culpa de nada.

A Lidia no quise ni acercarme, ella de otra forma diferente también me había engañado y mucho, me hizo sentir ridículo, yo creyéndola muy inocente estuve montando una “novela” para que no se sintiera acosada y en realidad su casa resultó el centro de “actividades” de Justino y sus “tropelías” además no tenía ni padre, ni novio, ni inocencia, ni nada de nada.  La mañana fue lenta hasta que se hizo la hora, Elsa se marchó un rato antes y cuando me vi libre fui directamente a su casa.

  • Pasa Abel, enseguida está la comida
  • No te preocupes no tengo hambre.
  • Ni yo, sólo tengo ganas de llorar.
  • Debes sobreponerte, en muy poco tiempo han habido muchas desgracias pero ahora parece que todo debe ir a mejor.
  • Eso espero pero me siento tan desgraciada…  no quiero pensar cuando se corra la voz.
  • No te obsesiones, tú no tienes la culpa y no creo que nadie tenga interés en que se sepa la verdad.

Elsa se colgó de mi cuello mojándome la cara con sus lágrimas, notaba en mi pecho sus hipos amortiguados por sus tetas, yo miraba sobre su hombro y recordaba a su marido humillado y sentado en la silla mirando cómo follábamos locamente, me sentí mal pero a la vez liberado por saber que él era el gallo que me amargó la vida y sinceramente, se lo había ganado, pensé que Elsa no debía pagar mi enojo, al fin y al cabo ella también era otra víctima y cuando la besé en el cuello noté que temblaba como una hoja.

  • No llores más Elsa, ya pasó todo, creo que el destino actuó mejor y más rápido que la Justicia, no me gusta decirlo pero ha sido la mejor solución.
  • Tienes razón Abel, abrázame.

Se apretó contra mí y lanzó sus últimos hipos, luego se sonó la nariz y me sonrió, acababa de dar por terminado su luto.  Busqué sus labios y los encontré viniendo hacia mi boca, le cogí la cabeza y la eché hacia atrás dejando su boca abierta y le pegué la mía, fue un beso largo hasta que nos faltó el aire.

  • Espera Abel, voy a apagar el fuego de la comida…

Es lo único que dijo mientras íbamos hacia su habitación, cuando regresó yo ya estaba sobre su cama con la polla como un pino esperando que subiera a mi lado, lo hizo sobre mí, me cubrió entero y me llenó de besos, noté cómo su pubis caía sobre el mío y mi polla pasaba entre sus piernas asomando entre sus nalgas, sus tetas caían a mis costados y cuando terminó de besarme le di la vuelta.

La cama era grande y rodamos abrazados, ahora fui yo el que la cubrió de besos y ella separó las piernas para sentirme más cerca, sus tetas descansaban sobre su pecho coronadas por las areolas hinchadas con sus pezones, los mordí y gimió, volví a besarle el cuello y cuando le mordí el hombro levantó las piernas y mi polla entró suave y lenta.

Fueron tres golpes… el capullo, el tronco y a fondo, a cada empuje ella gemía y cuando me supo hundido totalmente suspiró.

  • Así es cómo quería tenerte desde hace mucho, metido en mi, llena de ti completamente, no soñaba con otra cosa y por fin se ha realizado, lástima que la primera vez fuera…
  • Olvídalo Elsa, ésta es la que vale, te voy a follar como tú querías.
  • Ya lo estás haciendo, así es cómo me gusta sentirte, sigue un poco más, sólo un poco que ya llego…
  • Me gusta cómo lo dices, me gusta ver cómo te corres.
  • Mmm y a mí, sentirlo…  Ya Abel, ya, nunca me pasó tan pronto, eres un cielo.
  • Córrete sin miedo, que no va a ser el último.
  • ¿Y tú?
  • No te preocupes, tengo muchas cosas que hacerte antes de llenarte de leche.
  • Ya puedes empezar Abel.

Comimos tarde, la comida estaba fría pero el coño y mi polla ardían, Elsa se corrió varias veces y yo pensaba en hacerlo al final pero ella me regaló una mamada que acabó de sacarme hasta la última gota, luego de la ducha salimos hacia casa de la señora…

Llegamos un poco tarde, cuando nos abrió Regina nos dijo que el señor ya había llegado y nos pasó al salón, el caballero, perfectamente trajeado se levantó al vernos y siguió hablando con doña María, cuando terminó, el que resultó ser un Notario, preguntó por si había otra persona y llamamos a Regina, ella y Elsa fueron las testigo cuando la señora firmó los documentos, luego los leyó en voz alta.

  • Bien… el objeto de reunirles aquí hoy es dar cuenta del testamento de doña María, en él hace constar que desea hacer heredero universal a su muerte al aquí presente Abel…
  • Siga, siga sí, éste joven es Abel…
  • Pues más o menos y resumiendo… el joven a la muerte de la señora recibirá la herencia, menos la “legitima” que le pertenece a su hija Irene, que si no aparece para reclamarla también pasará a Abel, por mi parte es todo lo que tengo que decir, buenas tardes.

Nos levantamos todos respetuosamente y cuando salió nos miramos asombrados, doña María sonreía contenta de lo que había hecho y Elsa me felicitaba, ella esperaba alguna cosa pero no tanta generosidad, todos la abrazamos, sobre todo yo, mientras Regina y Elsa se miraban y abrazaban contentas por mí, cuando terminamos las felicitaciones nos sentamos frente a ella y nos dio las explicaciones.

  • Abel, creo no equivocarme haciendo esto, confío en ti y como no tengo descendientes dignos de mi herencia te la paso a ti, espero que la aproveches y la aumentes, mientras llegue mi hora puedes disponer del negocio, serás el jefe y lo gobernarás como quieras, tendrás un sueldo acorde y un porcentaje de los beneficios.
  • No se preocupe doña María, haré todo lo que esté en mi mano para no defraudarla, voy a estudiar todo lo que pueda sobre dirección de empresas, estadísticas, ventas, marketing, idiomas… la voy a hacer feliz.
  • Para, Abel, para ¡qué entusiasmo tiene éste chico!  Espero verlo, aunque estoy segura que me harás feliz como sabes y ya lo demostraste ¿verdad Regina?  Jajaja.

Le guiñó un ojo y entendí que se refería a cuando le metí la polla y se corrió después de muchos años, tenía mucha confianza con Regina y se rieron con miradas de complicidad.


  • ¡Buenas noches señor heredero! ¿Puedo pasar?
  • Por favor no te burles, anda métete en la cama que te vas a resfriar.
  • ¿Cómo sabes que voy desnuda?
  • Porque resplandeces en la oscuridad, estás preciosa.
  • Gracias, siempre tienes las palabras precisas.
  • Contigo siempre me quedo corto.
  • ¿Qué vas a hacer con la casa de Federico?
  • No lo había pensado, depende de ti.
  • ¿De mi?, tú eres el amo ahora.
  • Pero no quiero perderte, a lo mejor me traslado a ella pero dejaré la puerta secreta abierta.
  • Mmm, ¿vas a dormir muchas noches acompañado?
  • Casi todas de ti, jajaja.

Regina se pegó a mí y bajó directamente a mi polla, en la oscuridad sólo se oía el rozar de su piel contra la mía y el olor de su perfume, no llegó a cogerla sino que al bajarme el pijama la atrapó con los labios, no paró hasta llenarse la boca de leche.

  • Mmm, deliciosa, me gusta tu leche y… ¿qué piensas hacer ahora que eres el heredero universal?
  • Pues todavía no lo sé pero voy a empezar desde abajo, no seré el jefe hasta que no sepa todo lo que hay que saber, delegaré en Elsa y los encargados de sección e iré aprendiendo de ellos aunque las decisiones finales las tomaré yo, ocuparé el despacho de Federico pero sólo para cuando necesite decidir algo importante y mientras me mancharé las manos como cualquier otro, no quiero que nadie me tenga que decir lo que pasa en mi negocio, lo sabré tan bien como el mejor.
  • Eso está bien, no me gustaría que se te subiera el cargo a la cabeza, debes ser un buen jefe pero también una buena persona.
  • Por supuesto pero sólo me rodearé de gente que me sea fiel, por eso, antes de nada, tengo que hacer unos ajustes.

Por la mañana Elsa reunió a todos en el almacén antes de abrir al público, me subí a una caja de paquetes de detergente y ella a mi lado contó lo que había pasado con Justino, lo atribuyó a su depresión, todo el mundo la compadeció, ella soltó una o dos lágrimas de cocodrilo y se escucharon unos cuantos suspiros de alivio por parte de las chicas.

Cuando contó mi subida al mando casi todas me felicitaron, con la excepción que yo presentía, claro, les di una charla improvisada de lo que esperaba de ellos y mi promesa de considerarles mis compañeros a la vez que mis empleados, después de la felicitaciones Elsa me llevó al despacho de Federico, al principio quité algunas cosas que eran excesivas, premios de casas comerciales y títulos (la mayoría falsos) y cuando quedó a mi gusto le dije.

  • ¡Hazlas pasar!

No hubo que hablar más, al momento, Magda y la gordita entraron cabizbajas, las mantuve de pie y les hice unas preguntas.

  • ¿Es curiosa la vida, verdad?  Quién iba a decir que nada de esto pasaría, pensasteis que me ibais a echar el muerto encima o el vivo, tú Magda, te creías la reina, la superior de todas y no dudaste de hacer circular el bulo y tú, además, hiciste creer que era yo el padre de… lo que lleves adentro, pues no, no soy el padre de nada y tampoco vuestro juguete, sabed que yo mando en mí, en mi polla y la meto adonde quiero, a ti Magda, aunque tienes un culo digno de una buena clavada, no te lo quise hacer y contigo, reconozco que fui débil, al ser el último de la empresa me asusté al pensar que me echarían si contabas que me viste con Magda, me hiciste un burdo chantaje.
  • ¿Entonces fuiste tú la que lo obligaste, zorra?
  • Bueno Magda, yo…
  • Que mentirosa eres, yo estaba celosa de que, con tu tipo de barrilete, te prefiriera a ti y a mí con mi cuerpo me despreciara, cuando me dijiste que te había preñado me volví loca de despecho y por eso lo dije a todo el mundo, ¡perdóname Abel!, te prometo que no volverá a pasar, fóllame cuando quieras y cómo quieras, seré tu esclava.
  • Lo siento Magda, has llegado tarde…  Elsa, me acercas…
  • Toma Abel, creo que te refieres a esto.
  • ¿A ver?...  Sí, muy eficiente Elsa, aquí tengo esto para vosotras, vuestros finiquitos, desde ahora estáis despedidas, recoged vuestras cosas y… directamente a la calle… no quiero ni un comentario, ¿entendéis?
  • Sí Abel, pero…
  • No hay peros, ¡a la calle las dos!

Me quedé satisfecho aunque todavía tenía una espinita, ésta más dolorosa y le dije a Elsa,

  • Y ahora el postre.

No tuve que explicar más, al momento Lidia estaba frente a mí, a ella sí la hice sentar, el que se levantó fui yo y anduve a su alrededor.

  • ¡Qué pena Lidia!, pensé que eras una buena chica, inocente y limpia pero… has resultado peor que las otras, al fin y al cabo ellas lo hicieron por celos o rencor pero tú lo hiciste sabiendo que yo te creía sincera, me contaste e hiciste creer todas las mentiras del mundo, tu padre, el ogro, jajaja, tu novio, el abusón, que sólo quería follarte, jajaja, vaya con Lidia y resulta que eras la que follaba con Justino y no sólo eso sino que dejabas tu casa como casa de citas para que se follara a las que él extorsionaba y ya te digo que no quiero saber ni cuantas ni quienes eran, cada cual ya llevará su penitencia.
  • Lo siento Abel, lo hice porque tú eras el único que me trataba bien, lo demás era por vicio, en cambio tú, eras tan limpio, tal como yo soñaba que deberían ser los hombres…  Estaba enamorada de ti…
  • Lo siento por ti Lidia, sólo deseo que te vaya bien en la vida, si es por mí, creo que lo olvidaré pronto y me servirá de lección, eso sí te lo tengo que agradecer…  ¿Elsa?
  • ¡Ten!
  • Esto es para ti, lo que te mereces, estás despedida, procura cambiar, prefiero que te muestres como eres en realidad y no engañes a otro.  Adiós Lidia.

La chica salió llorando pero no me arrepentí, al contrario me senté en el sillón con orejas y me di la vuelta para que Elsa no me viera la cara, a mi también me había afectado pero debía ser fuerte de ahora en adelante.

Como prometí, volví al almacén, los chicos y chicas me miraban con recelo pero pronto les demostré que lo que dije era cierto, quería ser uno de ellos, trabajar duro, desde abajo, equivocarme y recibir consejos de los que sabían más y aceptar alguna reprimenda cuando me equivocaba, ellos se dieron cuenta de que era sincero y poco a poco fueron aceptándome como un compañero más.


  • ¡Hola a todos!, hoy tengo algo que celebrar, Rita sírveles a todos lo que pidan, ¡están convidados!
  • ¿Te has vuelto loco Abel?, anda siéntate con Manolo, te voy a tomar la temperatura.
  • No hace falta, contigo siempre tengo fiebre, jajaja.
  • ¿Habéis oído al chico? ¡Se ha lanzado por fin!  Jajaja.
  • Jajaja.   Jajaja.  Jajaja.
  • Me gusta tu piropo pero ya me dirás que te ha pasado.
  • Ya te lo diré despacio, de momento ponme de comer.
  • ¿Qué prefieres?
  • Como siempre, lo que tú me ofrezcas.
  • Si de mí dependiera…  Jajaja.
  • Jajaja.   Jajaja.   Jajaja.
  • Anda Manolo, ya puedes cerrar la boca, te has quedado pasmado.
  • No, es que no te reconozco, has cambiado totalmente, parece que te ha tocado la varita de un mago.
  • Casi… pero no, aunque la verdad es que me han pasado cosas buenas y malas a la vez pero ya te contaré.
  • Qué suertes tienes, a mi no me pasa nunca nada.
  • ¿Cómo que no?  Tú tienes familia, una mujer que te espera y calienta la cama, ¿qué más quieres?
  • Eso mismo, una familia, una mujer, alguien que me espere y con quien hablar de algo cuando llegue a casa.
  • ¿Cómo es eso, siempre creí que tenías familia?
  • Nada de eso, vivo solo con un compañero extranjero, que apenas habla mi idioma y que solamente vive para trabajar y mandar dinero a casa.
  • Joder, Manolo, tan feliz que pareces…
  • Claro, cuando estoy aquí con todos vosotros pero cuando toca la hora de ir a casa, se me cae el mundo a los pies.
  • Sí que lo siento, si pudiera hacer algo por ti…
  • No hay nada que puedas hacer, es mi destino.
  • No desesperes, el destino es caprichoso.

Me fui a casa triste, nunca imagine que Manolo fuera tan desgraciado pero, aun sintiéndolo no podía hacer mucho por él.

  • Abel, han llamado preguntando por ti, creo que era tu madre.
  • ¡Diooos, que desastre!  Me había olvidado de todo, mi madre, mi hermana, mi familia, prometí llamarles, ir los fines de semana y ni me acordé de ellas, este fin de semana iré a verlas.

Lo recordé a última hora pero lo hice, le iba a pedir dinero prestado a Regina y doña María se anticipó.

  • Toma Abel, si eres el jefe debes llevar dinero encima, te puedes ver en algún compromiso y nadie debe pensar que tienes problemas de dinero.
  • No por favor doña María, tengo algo ahorrado.
  • Venga Abel, que no nací ayer, cógelo, considéralo a cuenta, jajaja.

  • Hola Sabina, como ves he vuelto, me tienes como cliente otra vez.
  • Hola Abel, me alegro de verte, ¿en qué puedo servirte?
  • Servirme de mucho pero… quisiera hacer unos regalos, ya sabes, a la familia.
  • Mmm, no me engañes, seguro que tienes alguna admiradora suspirando por ti, jajaja.
  • No de verdad, son para mi madre y mi hermana.
  • ¿Y qué habías pensado?
  • Mmm, para mi madre me gustaba aquel collar de perlas, ¿te acuerdas?
  • Mmm, el de las perlas traviesas, ¡sííí, todavía se me ponen duros cuando me miro al espejo!
  • ¿Y no lo rompes?
  • Casi, porque me salen duros como piedras.
  • No se me olvidan, todavía los siento en los dedos.
  • Y yo también me acuerdo mucho, ahora te lo saco.

Sabina pasó a la trastienda y abrió la caja, el suéter que llevaba le venía corto y al agacharse se le subió por la espalda hasta enseñar el sujetador, pasé por detrás del mostrador recordando las palabras de Regina y corrí la cortina detrás de mí.

  • Tienes una espalda excitante, tanto por detrás como excitante eres por delante.
  • ¿Seguro?  No creo…

Sabina sin levantarse apoyó los brazos sobre la puerta de la caja como si la fuera a cachear y lo hice, le pasé las manos por los costados, hasta llegar al sujetador que estaba tenso para aguantar aquellas tetas inmensas, mis dos pulgares pasaron por debajo de la prenda y ahuecaron lo suficiente para que aquellas masas suaves y blandas cayeran a mis manos, las atrapé y atraje a Sabina contra mí, le subí el suéter por delante, más arriba de sus tetas y le besé el cuello, ella pasó las manos atrás y me cogió la polla que presionaba su culo.

  • No está mal tu rabo, razón tenía mi hermana.
  • Sí, creo que no tiene queja de él.
  • Me gustaría probarlo.
  • Pues mejor ocasión que ahora…
  • Espera que cierre la puerta y corra las cortinillas del escaparate.

Cuando volvió todavía llevaba las tetas por debajo del sujetador arrugado, le brillaban con la presión y los pezones se marcaban como botones de abrigo.

  • Siento no poder ofrecerte un sitio adecuado y cómodo.
  • No importa, si tienes una silla me basta.
  • ¿Una silla? preferiría una cama.
  • Cuando no hay pan, buenas son las tortas, siéntate sobre mí.

Me había sentado con la verga al cielo y ella se sentó dándome la espalda, al quitarse la falda lo hizo junto a las bragas y dejó su culo frente a mi cara, le di un beso en la nalga derecha, la cogí de la cintura y la coloqué sobre mi polla, cogí las tetas por detrás y la senté, ya estaba mojada y le entró bastante suave aunque no esperaba que fuera de golpe y gritó.

  • Por todos los santos Abel, con eso no puedes hacerlo de un sólo envite.
  • Contigo sí, tienes un coño especial.
  • ¿Te gusta? porque no lo viste todavía.
  • Pero lo veré, luego te sentarás tú y te comeré el coño como sé hacerlo.
  • Ya lo sé bien.
  • Mmm, parece que Regina te lo cuenta todo.
  • Casi todo pero esto no puede callarlo, está entusiasmada cuando la follas.
  • Está tan buena como tú.
  • ¡Adulador!, cada una tiene su punto pero déjame que me mueva, por favor.
  • Muévete pero despacio y no te equivoques porque tengo el vicio de meterla en los culos, seguro que también te lo habrá contado tu hermana.
  • Sííí, pero no me lo creí.
  • Eso tiene remedio, espera.
  • Nooo, ¿qué haces? ahora no, no estoy mentalizada.
  • Tampoco hace falta que hagas meditación trascendental.
  • ¡Agggg, que gorda la tienes animal, pareces un burrooooo!
  • Es que tu culo me pone burro, jajaja, ¿la saco?
  • Nooo, ni se te ocurra, espera a que me acostumbre a ella...
  • Lo que quieras, con tus tetas ya tengo asidero.
  • ¡Te gustan! ¿eh?
  • Me encantan, salta si quieres.

Sabina saltó lo que quiso, aprendió a salir de su culo y meterla en el coño sin apenas gritar, se corrió varias veces mojándome las piernas, cuando quise correrme la senté y de frente la apoyé entre sus tetas, me rodeó con ellas, las sacudió hasta llenarlas como una fuente y repartió encima la leche caliente, todavía me lamió la verga hasta limpiarla y luego salimos a la tienda.

  • ¿De qué hablábamos?
  • No sé, del collar creo.
  • Ah, sí, míralo, arreglado y perfecto.
  • Está bien, me lo quedo, además también quiero algo para mi hermana.
  • Mira esta pulsera de coral, es muy juvenil.
  • Me la llevo también.
  • ¿Me la vas a pagar?
  • Por supuesto y si quieres te doy propina.
  • Me encantaría, ¿te parece bien en el mostrador?

Puso las manos sobre el cristal y le separé las piernas, con las tetas colgando y el culo sacado le volví a llenar el coño y cuando se quiso correr le di la vuelta, le levanté una pierna con el brazo y se sostuvo con la otra, entré de pie y le amasé las tetas a la vez que la cosía.

  • ¿Me puedo correr adentro?
  • Claro, no te perdonaría si no lo hicieras.

Ya no paré y cuando me vino seguí llenándola de semen que se salía junto a sus jugos, piernas abajo.

  • Ha sido un placer visitarte.
  • Ha sido mutuo, créeme.
  • Hasta la vista.
  • No tardes por favor, te estaré esperando
  • Cuéntaselo a tu hermana.
  • Nada más que te vayas.

Lo prometido se cumple y el sábado aparecí por mi casa, encontré a mi madre sola, mi hermana estaba trabajando y no regresaría esa noche, me lo contó Hortensia mientras me cubría de besos, la encontré un poco más mayor de lo que la recordaba y me cosió a preguntas, le conté con detalle lo de mi trabajo pero omití los de Justino, Lidia y demás.

Le dije por encima lo del testamento, le expliqué que se había encariñado conmigo y que me iba a dar un puesto de responsabilidad y pagarme los estudios, estaba encantada con mis progresos y se desvivió en atenciones, me juró que seguía mis instrucciones y que había mantenido rigurosa abstinencia sexual.

  • Así me gusta, esta noche te pondré al día.
  • ¿Y no puedes darme un adelanto?
  • ¿Por qué no?

Nos fuimos a la cama y me obsequió con toda clase de detalles, conmigo realizó todas sus fantasías reprimidas y se corrió varias veces, algunas de ellas con escandalosos orgasmos, cuando llegó la noche estábamos agotados y quedamos tumbados.

  • Ufff, ya es muy tarde, ¿No tienes hambre Abel?
  • Sí, de ti.
  • Mmm, no me digas eso que volvemos a empezar…
  • Vamos a hablar…  ¿Cómo estás… de verdad?
  • Bien, bueno, ya me conoces, te prometí ser como tú querías pero mi coño pide polla, imagina, me hago unas pajas tremendas, ya no sé que meterme y siempre cuando me corro pienso en ti.
  • ¿No te gustaría tener un hombre a tu lado?
  • Claro pero un buen hombre, con ganas de tenerme a su lado, con ganas de hablar, de reír, trabajador, duro y… que folle bien, en fin un mirlo blanco pero con la experiencia que tuve…
  • Jajaja, mmm, se me ocurre una cosa.
  • ¿El qué?
  • Nada, creo que conozco a alguien que es perfecto.

Apenas comimos un bocado volvimos a la cama, fue una noche completa, recordé las noches en que había disfrutado con ella y con mi hermana pero tenía que volver a mi vida y lo hice, mi madre antes de irme me dio dinero.

  • No Hortensia, ahora gano suficiente dinero para mantenerme, guarda el dinero de papá y adminístralo bien, dile a mi hermana que me acuerdo mucho de ella y dale la pulsera, espero que le guste, me la recomendó mucho una buena amiga.
  • Mmm, a saber cuántas buenas amigas tendrás, me voy a poner celosa.
  • No, Hortensia, ya me conoces.
  • Por eso Abel, por eso.

Cuando volví al trabajo las cosas habían cambiado bastante, algunos se preguntaban el motivo de la desaparición de Justino y los más por la despedida fulminante de Magda y Lidia, a la gordita la justificaron porque el embarazo le estaba resultando pesado pero pronto los rumores cesaron porque les hice un detalle que revolucionó las ventas y sobre todo el ambiente.

  • Elsa, ¿qué opinas si les damos una gratificación a todos?, creo que les quitaría el mal sabor de éstos días, sería una prueba de buena voluntad para empezar una nueva etapa.
  • Me has adivinado el pensamiento, las chicas necesitan olvidar al gallo, ya no tienen que pagar su “tributo”, la pena por Federico sólo es cuestión de tiempo, el mismo que necesitarán para demostrarte el mismo afecto que a él y más si les “alegras” con un incentivo, ya sabes que a un empleado contento le puedes sacar más rendimiento y sobre todo con buen ánimo.
  • Creo que hacemos un buen equipo.
  • Sobre todo en la cama, jajaja.
  • Eso no es nada difícil, eres muy eficiente en todo, lástima que estabas infravalorada.
  • Eso olvídalo Abel, ya pasó ahora ya “casi” estoy al día, gracias a ti.

Cuando quise a ver a Manolo estaba impaciente, tenía algo muy importante que decirle, mi visita a mi casa me dio una idea que creí que resultaría, a mi madre le hacía falta un macho que le follara sin límite y Manolo seguro que estaría más que dispuesto, además mi madre aparte de su antiguo “defectillo” era una buena mujer, siempre que no cogiera la zapatilla, claro.

A él también le vendría bien, estaría con una persona cariñosa, buena ama de casa y estupenda administradora, mi hermana no tardaría en volar de casa, posiblemente con algún novio o al encontrar trabajo en la ciudad, yo procuraría no alejarme mucho de ella, no desestimaba visitarla y recordar días o noches felices.

  • ¡Hola Rita!, ¿has visto a Manolo?
  • No, hace dos días que no viene y es raro en él.
  • ¿Sabes adonde vive?, me preocupa, es un buen hombre que me cuidó cuando necesitaba ayuda.
  • Creo que aquellos de la mesa del fondo saben algo.

Los albañiles de la mesa me orientaron a la casa de Manolo y me dirigí a ella, cuando llamé a su puerta tardó en abrir y apareció liado en una toalla y con los ojos irritados, tenía mal aspecto, sin afeitar, con el pelo alborotado y en pijama, deduje que estaba acostado.

  • ¿Qué te pasa Manolo?, me tienes preocupado.
  • Pasa Abel que tengo frío, estoy muy constipado y lo malo es que no paro de toser, debo tener algo de bronquios, me duele todo.
  • Pero ¿no te tomas nada?
  • Pche, ya ves, confío que se pase pronto, aquí sólo…
  • Manolo tenemos que hablar, debes ponerte bien, te estás hundiendo en el abandono, necesitas tener a una persona que te cuide y al revés.
  • Claro y que me toque la lotería… no te jode.
  • No, no es tan difícil, yo creo conocer a esa persona, es ideal, te lo puedo asegurar.
  • Jajaja, no me hagas reír, lo cuentas como si fuera tu madre, jajaja.
  • Pues sí Manolo, es mi madre y es una mujer perfecta para ti.
  • Joder Abel, ¿lo dices en serio, tanto me aprecias?  Eres como un hermano, si me lo dices tú, es como si me lo dijera mi ángel de la guarda, ya me muero de ganas de conocerla, pero creo que yo no seré bastante para ella, ya me ves… soy un desastre.
  • Primero tienes que cuidarte y ponerte presentable, para mi madre quiero lo mejor, no lo olvides, si me haces quedar mal te mandaré al “cachas”, jajaja.
  • Joder Abel, hablas en serio, jajaja, eso son palabras mayores.
  • Lo dicho, he apostado por ti, a ella todavía no le dije nada pero la conozco bastante bien y no creo que le disgustes.
  • No sé qué decir Abel, ¡deja que te abrace, joder! cof, cof, cof.
  • Anda cuídate esa tos primero y cuidado con tu vocabulario y… te advierto… no me dejes mal.
  • Te lo juro hermano o mejor dicho hijo, jajaja.
  • ¡Qué cabrón eres!

  • Rita, vengo de casa de Manolo, tiene un aspecto horrible, me gustaría que hasta que venga envíes a alguien con la comida a su casa, no te preocupes, yo te pagaré, ¡ah! y si puedes mándale algún medicamento para el catarro.
  • No por favor, si tú me pides eso, así será, te respeto mucho, cada día más, demuestras que eres una gran persona, me gustas y creo que haría cualquier cosa por ti.
  • ¿Tienes la cama del almacén hecha?
  • Claro, ¿por qué?
  • Pues… a deshacerla.
  • Mmm, ya me has alegrado el día, pasó demasiado tiempo desde que me hiciste feliz en ella.

Ésta vez no tenía que limpiar nada, directamente fuimos a la cama de Rita, la desnudé lentamente y ella dejó que lo hiciera mirándome con admiración y sensualidad, en cada centímetro que le descubría le estampaba un beso y para cuando le di uno en el ombligo tuvo que apoyarse en mis hombros porque se corrió.

Rita demostró que se sentía adorada porque a cada caricia gemía de placer, los orgasmos se sucedieron sorprendiéndola a ella más que a mí, al final de la tarde me pedía a gritos que me corriera en ella, no le importaba adonde pero quería imperiosamente mi leche.

Había desarrollado la habilidad de dominar mis eyaculaciones y lo disfruté con Rita, me gustaba aquella mujer, podía estar con ella toda la tarde sin cansarme y ella todavía me pedía más.

Cuando le anuncié que me iba a correr no se decidía adonde quería mi leche, no tuve más remedio que elegir yo, me puse de pié y me corrí sobre toda ella.  Rita se embadurnó de mi crema de pies a cabeza, brillaba como una gema cuando cogió sus pezones y los chupó haciendo un esfuerzo, nunca los había alcanzado y le dio una sacudida al lograrlo, de inmediato tuvo que encogerse en posición fetal hasta que el orgasmo la fuera abandonando, gocé con sólo mirarla y cuando caí a su lado le dije:

  • Rita, tengo que proponerte algo, me gusta tu carácter, tu manera de tratar al público, sabes dar a cada uno lo que necesita.
  • Y también me gusta recibir de las personas que me gustan, jajaja.
  • Jajaja, eres preciosa pero… lo digo en serio, ¿no has pensado nunca en ampliar el negocio?
  • Claro pero en primer lugar, no tengo dinero, soy aún joven pero en muchos años no podría reunir lo suficiente y por otra parte me gusta la familiaridad que tengo con los clientes, ¿qué haría yo con un restaurante de muchos tenedores?, jajaja.
  • No me lo imagino tampoco pero podrías mejorar el negocio, ahora es buena época para ganar dinero.
  • Abel, baja de la nube, no sé tú pero yo no gano más que para sobrevivir, no puedo emplear a nadie y ya ves, tengo que cerrar tarde para preparar.
  • Creo que lo principal lo tienes, ganas, tablas y simpatía, sabes guisar y disfrutas en tu negocio, lo llevas cómo quieres y eso vale mucho.
  • Abel, me sorprendes, hablas como un financiero, jajaja.
  • Te lo gradezco, es un halago pero piénsalo, lo del dinero es secundario, a lo mejor encuentras un socio.
  • Mmm, sólo me gustaría uno como tú pero eso es imposible, sobre todo que me haga subir al cielo tantas veces.
  • Eso lo podemos arreglar, abre las piernas porque te voy a comer ese coño tan gustoso.
  • Sobre todo ahora, jajaja.

Continuará.

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Gracias.