Por culpa de la oveja negra (18)

La desgracia se cebó en la familia y repercutió a todos, mi amistad con Lidia se consolidó y doña María me demostró su humanidad, los secretos se fueron desvelando poco a poco aunque quedé desolado.

Todos aplaudimos cuando vimos llegar a Federico antes de abrir las puertas del supermercado, venía radiante, como si no le hubiera pasado nada, el aplauso fue unánime, incluso yo aplaudí aunque en mi cabeza bullían las imágenes de la noche anterior.

Al mismo tiempo que estaba follando con Regina en mi cama seguimos comentando lo que habíamos visto, de vez en cuando se le escapaba un gemido o a mí un gruñido al estrangular mi polla con su coño, ninguno de los dos nos imaginábamos algo así, siempre lo consideramos un follador nato, Regina me confesó que hubo un tiempo en que también pensó insinuarse a él para probar su prodigiosa polla pero nos quedaba la duda si sería bisexual y lo de Julio sólo sería un mero pasatiempo.

En el silencio de la noche pudimos oírlos cómo se jaleaba los dos para correrse juntos, el que tuviera la polla dentro del culo del otro no nos importaba pero era curioso saber que uno u otro le daba “por adonde amargan los pepinos”. Esto nos daba morbo y nos incitaba a follar más y mejor.  Regina se deshacía con el orgasmo que la sacudía cuando yo me corría en sus tetas, después le pedí que lamiera la leche que las cubría proponiéndole chupar sus jugos mientras tanto.

El ambiente en la tienda era totalmente jovial, por todo nos reíamos y Federico se desvivía con nosotros, para cada uno había una frase amable y una sonrisa, las chicas se derretían ante una mirada suya y si encima le hacía una caricia, casi se desmayaban.

Desde el despacho de Elsa vi que me hacía señas para que me acercara, nada más entrar me puso pegado a la puerta, era el único punto ciego a la vista pues los ventanales daban al pasillo del almacén.

  • ¡Abel, no puedo más, necesito esto que tienes aquí!
  • Por favor Elsa, nos van a ver y seguro que Justino está al acecho.
  • Me importa un rábano, el inútil no sirve ni para eso, no lo hemos hecho desde meses y la última vez ni se corrió ya ves, en cambio tú… ¡que verga Dios!
  • Elsa, te lo ruego, me estás poniendo como un burro y no me conoces todavía.
  • Eso es lo que yo quiero, conocerte y de cerca, mira cómo me tienes, con los pezones doloridos de duros, todos los días cambio de modelo de sujetador con la esperanza de enseñártelo y que me chupes uno.
  • Yo por uno no me pongo, jajaja, el día que te los chupe vas a tener que ponerte esparadrapos para qué no te roce nada, jajaja.
  • Uf, otra vez se atranca ésta puerta, tendré que darle una solución definitiva ¡hola Abel, no te había visto!, ¿ya terminaste de reponer los detergentes?
  • Sí, acabé hace un momento, precisamente…
  • ¡Pero no te vayas todavía!, te llamé para pagarte, hoy fin de mes…
  • ¡Si todavía no hace un mes que vine!
  • Es igual pero te pagaré la parte proporcional y además… ¡hasta luego Justino, hoy te tengo una buena comida, nos vemos…! … ¡Que lata de hombre!  ¿Decía?…
  • Que me ibas a pagar.
  • Sí, eso, además del sueldo tengo una gratificación para ti.
  • No, eso no, no quiero que me ofrezcas dinero por… eso jamás.
  • ¿Qué dices loco?  Es una gratificación especial que ha ordenado Federico, hoy está contento, aunque yo la he aumentado un poquito, no te voy a mentir.
  • De verdad Elsa, no quiero que me nombres él dinero.
  • Nooo de eso nada, nunca se me ocurriría, no pero mira esto, bragas transparentes…

Elsa estaba desatada, levantó la falda plisada y me enseñó las bragas de encaje negro, los labios dejaban asomar al clítoris brillante pero no pude ver más porque las bajó inmediatamente, Justino pasó por el pasillo y miró hacia el interior.

Tuve que esperar un momento a que se alejara su marido para salir sin el bulto en el pantalón, Elsa se volvió a sentar frente a su ordenador y cubriéndose con la pantalla juntó las tetas con las manos hasta que se soltaron volviendo a su sitio.

Al salir del despacho conté el dinero, quedé sorprendido y sobre todo cuando Federico me pasó la mano por el hombro.

  • ¿Qué te ha parecido? Estoy muy contento, sobre todo contigo, sé que te interesas mucho por mí.
  • ¿Yo… ejem?

Creí que nos había visto espiarle y me acojoné, no sabía que decir, rápidamente pensé que podía ser también el gallo, se follaba a Julio y a todas las que quería del súper y quién sabe a cuantos o cuantas más, él tenía dinero y poder.

  • Sí, mi madre me dijo que querías pasar a verme, menos mal que no lo hiciste, no estaba muy… presentable, jajaja, pero te lo agradezco, estoy muy contento que no me pasara nada y te voy a decir un secreto, no lo digas a nadie, me he comprado un coche nuevo, un deportivo, te gustará, es precioso, dos plazas… ¿para qué quiero más?, jajaja hasta luego.
  • Hasta luego Federico…

Me dio un poco de envida, Federico lo tenía todo, era guapo, buen gusto, dinero y éxito con las mujeres y con… los hombres, no miraba pelo, jajaja sino, que se lo preguntaran a Irene, su hermana, pero me di cuenta de que en eso yo no podía criticarlo, mmm.

Cuando salía me alcanzó Lidia, se notaba alegre, quizá por contagio de todos y me dijo…

  • ¡Hola Abel!, al fin todos contentos y alegres, que feliz parecía Federico y más de una se alegraba con motivo, jajaja.
  • ¿Por qué lo dices?
  • Venga, no te hagas el despistado, ya te habrás dado cuenta de que alguna “bebe los vientos” por él.
  • ¿Quieres decir que con alguna…?
  • Alguna no, varias jajaja.
  • ¡Qué tío,  lo envidio!
  • Precisamente tú, si te dijera lo que piensan de ti…
  • No será para tanto, ¿adónde vas?
  • A casa, si quieres puedes venir, mi padre está con su hermana en el hospital
  • ¿Todavía?
  • Y lo que le queda, está mal.

En casa de Lidia me sentía como en mi casa, al no tener a su padre cerca ella también se movía relajada y me invitó a un Martini, cuando estábamos repitiendo el tercero se desperezó y dijo…

  • Da gusto tener un amigo, tenías razón, da igual que sea chico o chica, si hay amistad…
  • Eso seguro, estando contigo me siento tan cómplice como si fuera Fidel, mi amigo.
  • A mí me pasa igual, no sabes qué es eso de estar todo el día pendiente de si te miran o te rozan o todas esas cosas, contigo no tengo ningún recelo me da lo mismo si me tocas y me ves de cualquier manera.
  • Por supuesto, eso no tiene importancia entre nosotros, cada vez que me acuerdo cuando miré para arriba y te vi las bragas, vaya tontería, jajaja y todos creían que te miraba por algo, jajaja.
  • Ya ves ¿qué podías ver, tela y piel?, jajaja,
  • Hay gente que le da mucha importancia a eso, yo tengo una hermana y la he visto muchas veces en ropa interior.
  • ¿Y no le daba vergüenza?
  • Que va, al contrario, entraba en mi cuarto cuando le parecía y yo en el de ella.
  • Eso es peligroso, porque a veces…
  • Nada, sin pegas, una vez la vi completamente desnuda, salía de la cama sin darse cuenta de que no llevaba nada y se vistió delante de mí.
  • Uf, no me lo imagino, ya me da calor con sólo pensarlo.
  • Es mentalizarse, a mí también me vio alguna vez la polla.
  • Pero no la tendrías…
  • Sí, una vez si, entró de momento, yo estaba… ya sabes… y me quitó la manta y alá, la torre de Pisa en primer plano, jajaja.
  • ¿Y no dijo nada?  Si me pasa a mi me muero.
  • No…  ¿Qué va a decir?, no era la primera vez que le ha visto con la mano entre las piernas…  ¿Tú no lo haces?
  • … Bueno sí, a veces…
  • Eso me pasa a mí, cuando estoy a gusto me animo, mira ahora cómo se me pone.
  • Jo, pues si que… ¿Y dices que tu hermana no dijo nada?
  • Nada, al fin y al cabo es piel y carne.
  • Ya, eso pienso yo y entre personas de confianza…
  • Eslo que siempre digo, imagina en las playas nudistas… pues igual.
  • Visto así… a mi me gustaría ir alguna vez a una playa así, debe ser un placer bañarse desnuda… mmm.
  • Yo también, imagínate que estamos en una, ¿qué prefieres Hawaii o Waikiki?  Jajaja.
  • Sería un sueño.
  • Te propongo una cosa… vamos a imaginarnos que estamos en una de esas playas, ¿te atreves?
  • No sé, sola no pero contigo si podría.
  • Y yo, con la confianza que tenemos ya…

Lidia fue la primera que se animó y se quitó la camiseta por la cabeza, me sorprendí de las tetas que tenía pues no aparentaba casi nada y yo la imité con mi camisa, cuando se quitó la falda no creí que pasara de ahí y me quité los pantalones, los calzoncillos estaban tirantes por la presión que llevaban por adentro pero no me di por aludido y ella tampoco aunque miraba de reojo.

Esperé su próximo movimiento y al pasar los brazos a la espalda para desabrochar el sujetador se me paró el corazón, por un momento no respiré esperando ver sus maravillas gemelas pero volvió con las manos vacías.

  • No me atrevo, me da vergüenza, no lo he hecho nunca delante de nadie.
  • ¿Ni delante de tu novio?
  • Desnuda del todo no, me escondía lo que podía, él quería verme completamente pero me daba reparo, no tenía confianza en él.
  • Bueno pero ahora no es el caso, estamos en una playa nudista…
  • Eso sí, es diferente y tú no me miras como él.

No me dio tiempo a mirar, ella soltó los tirantes y las copas dándole la vuelta soltó el cierre sobre el estómago, las tetas quedaron sueltas y libres y ya no tuve excusa, ella quedó mirando y esperando mi turno y sin ningún pudor bajé los calzoncillos aun a sabiendas de que la polla quedaría a 45º.

Lidia ya no tuvo excusa y acabó de quitarse las bragas, llevaba “una carrera de hormigas” en el pubis, no estaba depilada del todo pero una línea estrecha le marcaba el comienzo de los labios y la hacía más excitante pero no lo di a entender.

  • ¿Tienes una toalla de playa?
  • No pero es igual, nos tumbamos en el sofá, tampoco tengo crema solar pero si quieres tengo crema hidratante.
  • Me da igual, más que nada es por dar ambiente de playa.

No sentamos frente a frente sobre el asiento del sofá, ella puso las piernas por mi lado y yo por el suyo y nos recostamos en los reposabrazos, me dio la crema y le fui pasando por los pies, dedo tras dedo y luego por los talones.

  • Jajaja, me haces cosquillas, ¿tú no tienes?
  • También pero me las aguanto.
  • A ver…

Lidia fue jugando con mis dedos y yo la evitaba pues me hacía unas cosquillas tremendas, movía las piernas para esquivarla pero ella subía por las piernas y bajaba a las plantas de los pies, mi polla oscilaba tiesa como una vela de un lado a otro y ella se reía de los progresos que hacía.

No me dejé ganar e hice caso omiso, ella también separaba las piernas dejando ver el coño, éste se abría enseñando los labios menores que sobresalían un poco.  El juego iba subiendo de temperatura y las cosquillas ya fueron por debajo de las rodillas y entre los muslos, yo me acerqué a ella y la cogí por debajo de los brazos, Lidia se revolvía para evitarme pero mis manos no la dejaban, notaba el nacimiento de las tetas y más allá.

Sus manos tampoco estaban quietas y entre mis muslos rozaban la polla que balanceaba como una palmera al viento.

  • No se me va de la cabeza imaginando lo que pensaría tu hermana cuando te vio esto…
  • Si lo pensó no dijo nada, yo también le vi… lo tuyo y ni caso.
  • Es que lo mío no tiene mucho que ver pero lo tuyo… es enorme, da hasta miedo.
  • ¿Miedo por qué?  Es inofensivo.
  • Pero tan grande y tan grueso y parece tan duro.
  • No creas, parece pero no es para tanto, bueno olvidaba que la de tu novio la tendrías bien conocida.
  • No creas, me daba mucha vergüenza, él en el cine quería que se la tocara, una vez me cogió la mano debajo del abrigo, se la había sacado, me dijo que no lo había hecho pero sí, la tenía fuera y se la toqué pero no era ni la mitad, ni pensarlo.
  • La mía es cómo ves, no está mal y dura… si quieres puedes opinar.

Parecía que estaba esperando mi permiso, paseó su mano por mi muslo hasta llegar con la mano abierta cerca de mi verga, yo quería que fuera ella la que se atreviera y esperé, para no darle importancia hice lo mismo y pasé mi mano entre sus muslos, los fue abriendo y llegué hasta casi la ingle y esperé.

Lidia tenía la mejillas coloradas de rubor igual que el pecho, sobre las tetas una mancha rosada indicaba la excitación que sentía pero esperé, me miraba y miraba a la polla, yo recorría sus muslos de uno al otro cerca de sus labios abiertos sin tocarlos hasta que sentí el roce de sus dedos, apenas fue como un aleteo de mariposa pero uno tras otro los dedos fueron rodeando el tronco duro, cuando lo tuvo en su puño lo apretó calibrando el diámetro.

Mi dedo pasó suavemente por la hilera de vello de arriba abajo hasta llegar al comienzo de sus labios, sus piernas se separaron por completo y las mías hicieron lo mismo, a mi polla se unieron los huevos redondos y duros pegados a la verga, ella los tanteó hasta rodearlos sopesándolos y volvió por el tronco hasta el capullo, le quitó la piel para verlo brillar.

Su coño se abrió al pasar mis dedos separando los labios, dejé el clítoris para más tarde y rocé la ingle sin tocar los labios menores que sobresalían, ella movió su culo hacia mí para que llegara mejor y yo lo hice hacia ella hasta quedar casi horizontales.

Le veía las tetas erguidas, duras y brillantes sobre su pecho, su estómago plano y más todavía su vientre me dejaban ver perfectamente su cuerpo a lo largo, en cambio ella tenía mi polla frente a ella ocultándome casi detrás.

No vi su cara cuando la acercó a su mano, ésta fue bajando y subiendo deformando el glande con la presión y quiso verlo de cerca, apoyó la cara en mi muslo y vio el espectáculo de muy cerca, mis dedos ya iban tocando los labios menores separando uno de otro que se pegaban por la humedad que desprendían.

La piel rosada que vi entre ellos me atrajo tanto que la rocé con los dedos y ella se sobresaltó, lo noté entre otras cosas porque su cara quedó mucho más cerca de mi polla.  Su mano iba moviéndose lenta pero ininterrumpidamente, me mojé el dedo con saliva, mucha saliva, toda la saliva que pude reunir y lo dejé sobre la entrada de la vagina.

La cálida humedad que sentí en mi capullo era inconfundible pero quise asegurarme antes de dar un paso en falso y miré entre mis piernas, Lidia tenía los ojos cerrados, estaba concentrada en el sentido del tacto y del gusto, su lengua en punta rozó mi frenillo, no debió disgustarle porque repitió y al roce siguió una lamida.

Mi dedo ya presionó la entrada y con una leve rotación fue entrando, tuve que acomodarme mejor porque ella abría tanto las piernas que me echaba del sofá, me giré hacia ella y ella comprendió que era lo mejor, haciendo lo mismo, ya no fueron simples lamidas, ahora rodeaba el capullo con la lengua y mi dedo entraba hasta adónde pudo, una vez dentro se movió en todas direcciones hasta tocar algo que le arrancó un gemido y cerró la piernas de golpe.

Me atrapó la mano pero no dejó de lamerme la polla, con el dedo prisionero seguí hurgando en su interior, los pliegues de la vagina eran tiernos y sedosos, se derretían con mis caricias y le besé los muslos, enseguida noté que aflojaba las piernas y me dejaba sacar la cara.

Fue una acción conjunta y coordinada, al mismo tiempo que ella se tragaba mi polla, yo le mordía el clítoris y lo estiraba lamiéndole la punta.  Estábamos de lado enfrentados y rodeados de nuestras piernas pero nuestras cabezas no se detenían por nada.

La sorprendí, no lo esperaba nunca y quedó petrificada cuando mi dedo mojado rodeó su culo, no me detuve y después de unos rodeos presioné y la primera falange desapareció en su esfínter rebelde.  Comprendió que aquello era una exquisitez y lo agradeció, además, lo celebró con un orgasmo fulminante, yo no quise defraudarla y como amigo de toda confianza le llené la boca de leche caliente.

Lidia se estremeció con mucha violencia pero no me soltó, al contrario, me abrazó por la cintura y soportó su corrida tragando leche, mi cabeza tampoco tuvo opciones y con sus piernas cruzadas detrás de mi espalda tragué todo lo que Lidia tuvo a bien derrochar.

  • ¡Aaaah, si esto es una playa nudista me encanta!
  • Y a mí, no lo esperaba y lo mejor es que estoy con un buen amigo, con mi novio no me habría atrevido.
  • Es lo que hace la amistad, si quieres seguimos.
  • Por mi…

Al salir de casa de Lidia la calle me parecía estrecha, habíamos follado de todas las maneras que conocía yo y algunas de sus preferidas, no tenía mucha experiencia pero sabía lo que le gustaba y lo disfrutó, tuve mucho cuidado de no correrme dentro del coño y lo hice en sus tetas, el culo lo dejé para otro día de playa, estaba contento también porque por primera vez había estado con una chica de la manera más “inocente”.

  • ¡Siéntate aquí campeón, voy a tener que enseñarte desde el principio!  Rita, dale a Abel que coma lo mejor que tengas.
  • Por supuesto, Abel se merece lo mejor y se lo daré, no como vosotros, gañanes, jajaja.

Todos se rieron ante el diálogo con doble intención de Manolo y Rita, yo estaba abochornado o por lo menos lo parecía, habría subido a una mesa y contado a voz en grito la follada que tuvimos en el almacén pero me contuve por respeto a Rita y tuve que aguantar durante toda la comida las bromas y chanzas de los amigotes de Manolo.

  • Venga chavalín, a ver si hoy te animas, dile algo a Rita, pero algo fuerte.

Cuando Rita se acercó Manolo me pateó el pié y me levanté, le susurré para que todos me oyeran.

  • Rita tienes un culo para reventártelo con mi polla en cuatro trozos.
  • ¡Oooooh, que bruto!, Abel te has pasado.

Todos se echaron las manos a la cabeza menos Rita que se rió y se dio la vuelta levantando la falda y enseñando las bragas mínimas que llevaba.  La ovación llenó el bar, todos comentaban al vecino sobre la burrada que le había soltado a Rita pero me felicitaban por el atrevimiento y por la respuesta de la dueña.

En la academia Julio estaba como siempre, amable y servicial, me preparó los ejercicios y se sentó para llamar a “alguien” , se reía y cuchicheaba como un adolescente enamorado, cuando vino Irene se levantó y le dijo a su mujer.

  • Irene, te dejo con Abel, va muy bien, aprovecha mucho el tiempo, yo me voy un rato a ver a tu hermano, me ha llamado, tiene algo importante que contarme.
  • Me imagino lo “importante” que será, ¿vendrás tarde, supongo?
  • Casi seguro, ya sabes, cuando tu hermano se pone…

Vi que Irene se sentaba con cuidado, se puso un almohadón en el culo y se dejó caer con cuidado.

  • ¿Sabes una cosa Irene?  Hoy Federico vino muy contento, me felicitó como a los demás, estaba pletórico, como si le hubiera tocado la lotería.
  • Sí, la lotería… a quien le tocó la lotería fue a mí.
  • No te entiendo Irene.
  • No te preocupes cielo, es que estoy un poco incómoda del…
  • Ya vi cómo te sentabas y es una pena, precisamente hoy quería ofreceré esto.

Me cogí el paquete con las dos manos, la polla no estaba en su máximo nivel pero se notaba crecida, Irene por un momento me miró ilusionada pero recordó que tenía “los bajos” muy perjudicados de la reunión familiar del día anterior y desistió.

  • Hoy tengo un mal día Abel y cree que lo siento, eres muy tentador.
  • ¿Ni con esta?

Le enseñaba la regla y ella sonrió, acabé de sacar la polla frente a ella y volvió la cara como no queriendo mirar para no caer en la tentación pero yo tenía ganas de “castigarla”

  • Vamos Irene, ya sabes unas paletadas en el culo y ésta polla será tuya.
  • Por favor, no insistas es demasiado para mi, tengo el culo partido en cuatro.
  • Mmm, que suerte tienen algunos, Julio te habrá metido hasta los huevos.
  • Eso quisiera yo pero no me tires de la lengua, anda guarda eso que tengo todos los agujeros maltrechos.
  • No creo, te falta uno.
  • ¿Cuál?

Me senté en su mesa, sin pantalones ni calzoncillos, con las piernas a su alrededor poniendo los pies en los reposabrazos del sillón y la atraje hacia mí, la polla directa a su boca y la regla en la mano.

  • Ahora no te podrás negar, chúpame la polla.
  • Por favor Abel, no…

Resignada Irene se inclinó hacia mí con la boca abierta y al momento ya no se veía polla, se la tragó de primeras sin arcadas, yo le veía la espalda huesuda y tiré del vestido hacia arriba, ella levantó un poco el culo y acabé de subir la prenda hasta el cuello.

Por descontado que no llevaba sujetador porque no lo necesitaba y sólo se le notaban las costillas y el “rosario” de vertebras, con la regla le fui dando golpes a un lado y al otro, en los costados era adonde más le dolía y por supuesto le gustaba, de vez en cuando alargaba la regla y le daba en las delgadas nalgas.

Se abrazó a mi culo y no dejó de chupar hasta que le anuncié que me iba a correr, ella hizo los oídos sordos y siguió, yo aparté lo que había sobre la mesa y me tumbé de espaldas, con la polla vertical, Irene se levantó del sillón y siguió chupando hasta que una columna de leche saltó al cielo, ella acercó la boca y fue recogiendo todo lo que salía como una fuente de chocolate caliente.

  • Buena chica, sí señor, das unas mamadas de campeonato, espero que la próxima vez tengas el culo sano, te voy a reventar.
  • Nooo por favor, ya tuve suficiente ayer.
  • ¿Qué pasó ayer?, ¿lo puedo saber?
  • No, mejor que no, son pecadillos míos.

Cuando entré en casa vi la cara de Regina, estaba preocupada y me lo contagió.

  • ¿Qué pasa Regina, haces mala cara?
  • Sí, una desgracia Abel, doña María se ha caído y se ha roto la cadera o mejor se ha roto la cadera y se ha caído luego.
  • Es lo mismo, ¿no?
  • Más o menos pero ya no la pueden operar, tiene que guardar reposo hasta que se cure pero a su edad…
  • Qué pena, ¿la puedo ver?
  • Claro, ha preguntado por ti.

Me asomé a la habitación de doña María, estaba llena de santos y estampas religiosas, en la penumbra pude ver que estaba lívida y me acerqué.

  • ¿Cómo se encuentra doña María?
  • Regular, me rompí la cadera y debo estar un mes postrada.
  • No se preocupe, yo le ayudaré en lo que pueda.
  • Ya lo sé, en ti puedo confiar, ni mi hijo ni Irene han venido a verme.
  • ¿Ya lo sabían?
  • Sí, desde ésta mañana, deben estar ocupados.
  • Puede ser.
  • ¿Los has visto?
  • … Sí, su hijo vino esta mañana al trabajo y su hija me dio un repaso en la academia.
  • Claro… muy ocupados… como siempre.

Regina me contó que no debía moverse de la postura y que la cadera debía soldar por su natural y que tardaría más por eso, prometí que le ayudaría en todo y me advirtió que no sería agradable, yo insistí y le dije que en los momentos malos era cuando se debía demostrar el afecto, ella sonrió y aceptó.

Estuve unos días que apenas salía del trabajo iba a casa, comía con ella y le hacía compañía, le leía de los libros de Historia Sagrada y me ocupaba de atenderla en todo, Regina se admiraba de mi dedicación y me ofrecía lo mejor.

La única visita de Federico fue para enseñarle a su madre el coche que se había comprado, la pobre mujer sonrió sin ganas, lo felicitó y le recomendó que tuviera cuidado, no pudo ver el vehículo pero se hubiera preocupado más si lo hubiera hecho, era un deportivo último modelo muy potente, luego haciendo sonar el llavero del coche se fue silbando.

Esa tarde Regina me dijo que debíamos asear a la señora, ella sola no podía en aquella cama tan ancha y baja, la señora me lo agradeció antes de empezar.

  • Abel, si no quieres no lo hagas, lo comprendo, no es nada agradable, ver a una mujer vieja, desvalida y torpe no es nada agradable para nadie, ¿verdad Regina?
  • No exagera doña María que usted está muy bien para su edad.
  • Calla, mujer, ya quisiera estar como de joven, entonces sí que era una belleza pero ahora…

Regina preparó lo necesario, esperaba que me limitara a darle el jabón o la esponja pero cuando me vio de rodillas sobre la cama dispuesto a lo que fuera se alegró, hizo lo mismo y nos dedicamos los dos a la tarea.

Doña María al principio no quería mirar, imaginaba la vergüenza y el sacrificio nuestro pero cuando vio la desenvoltura que demostrábamos se animó a hacer bromas.

  • No os asustéis si veis algo feo, ya no me queda nada de lo que tuve, tenía un pecho que era la admiración de los caballeros de entonces.
  • No diga eso doña María, sabe que adónde hubo, retuvo, jajaja.

Regina me miró y fue destapando el camisón de la mujer, la piel blanquísima me gustó y más cuando vimos que no era tan mal como lo pintaba, las tetas las tenía flácidas pero con unos hermosos pezones, Regina le pasó la esponja por ellos que salieron al momento, la mujer se estremeció poniendo la mano y yo le quité importancia.

  • No se preocupe, tiene un tipo admirable todavía, casi como las que tendrá Regina.
  • Jajaja, no me hagas reír Abel, ¡qué ocurrencia, ella sí que tendrá unas buenas tetas!, ¿a que sí Regina?
  • Pues sí señora, todavía las tengo duras y con buenos pezones pero usted no los tiene nada mal, ¿verdad Abel?
  • Para nada, están para comérselos, ¡uy perdón!
  • Jajaja, vaya con Abel, ahora resulta que le gustan los pezones de vieja, eres muy divertido.
  • Me gustan todos, es lo que más me gusta de las mujeres.
  • Mmm, Regina ahí tienes un reto, yo de ti no lo dejaba escapar, jajaja.
  • Ya quisiera yo.
  • Pues por mí… son mi debilidad.
  • Lo estoy pasando de maravilla, jajaja, hacía tiempo que no me reía tanto, siempre con el misal en la mano, me siento rejuvenecer, jajaja.
  • Se le nota doña María, los pezones se le pusieron duros, jajaja.
  • ¡Oooh sí, los siento, los siento!… ya quisiera yo volver a sentir… aquellas sensaciones…
  • No se preocupes, eso no cuesta dinero.

Me incliné sobre ella y puse la boca en uno de los pezones arrugados, al momento fueron agrandándose y en mi boca fueron creciendo poniéndose las areolas ásperas e hinchadas.

  • Mmm Abel, está mal que yo lo diga pero me gusta lo que me haces, sigue por favor, sigue un poco más.

Me tumbé sobre el pecho de doña María y le chupé las tetas, ella respiraba y suspiraba a la vez que Regina seguía aseándola, ésta me mostró que había descubierto la sábana y mostraba el cuerpo desnudo de la señora, el vientre arrugado pero el coño casi pelado aunque blanco y con los labios gruesos y tersos.  Regina le pasó la esponja entre ellos y la mujer separó la pierna sana, Regina me cogió la mano y la llevó al coño de la enferma, estaba caliente como la que más, olía bien y le pasé la mano entera, ella me cogió la cabeza y la acercó a la entrepierna.

Regina miraba a la vez que su mano se perdía debajo de su falda, se pasó a mi lado y buscó en mi bragueta, la polla estaba poniéndose dura y al sacarla terminó de endurecerla, al momento noté la boca de Regina se había apoderado de ella y se la llené de carne, estuvo chupando fuerte y yo me dediqué al coño de doña María.

  • ¡Abel, Abel, me gusta lo que haces, me gusta mucho!

Regina le cogió la mano y la llevó a mi polla, se la dejó y al momento vi con que energía la meneaba, Regina volvió a mi lado, le separó las piernas y con la mirada me señaló el coño mojado con mi saliva.

Comprendí que la mujer se merecía un regalo de mi parte mejor que el anillo “rosario” , me coloqué con cuidado entre sus piernas y empujé, doña María abrió los ojos con sorpresa, nunca se esperaba follar a su edad y lo estaba haciendo con una polla digna de una reina.

  • ¡Abel, eres un cielo, me acabas de hacer la mujer más feliz de la tierra, ya me puedo morir en paz!
  • No lo haga, antes córrase como nunca lo hizo.
  • ¡Sí Abel, sí lo haré, sí, sí lo hago, me corro Abel, Diooooos, me corro!

Sin apenas poder moverse tuvo un orgasmo memorable, yo me corrí sin miedo a embarazarla por supuesto, la llené de leche mientras Regina me acariciaba los huevos y me metía un dedo en el culo, no saqué la polla hasta que se ablandó.  Doña María me esperó gimiendo, se había corrido como una perra y me había meado todo, Regina sonrió al verme mojado y me lavó la polla y los huevos con una toalla.  Regina se volvió para seguir limpiándola pero doña María se había dormido con una sonrisa beatifica.

Todos los días acompañaba a la señora que ahora me contaba intimidades de su juventud, me enteré que su familia era muy puritana pero que ella tuvo un desliz, una aventura que tuvo consecuencias inesperada, no me aclaró cuales ni yo quise inmiscuirme, me gustaba verla tan feliz y desinhibida, me contó anécdotas del pueblo, nos reímos los dos como chiquillos y la mujer fue feliz con mi compañía.

Me confesó que se le hacía corto el día esperando que llegara yo, sus hijos apenas se asomaban por su casa y ella los dejó por imposible pero algo pasó que conmocionó todo, se corrió el rumor en el súper que había pasado algo grave, las noticias fueron difusas pero poco a poco se fueron conociendo los detalles, parecía que fue un accidente, algo raro pero sí, se confirmó, el coche deportivo era demasiado potente, corría demasiado y Federico como mejor corría era en la cama, el resultado fue… una desgracia pero…

Las desgracias nunca vienen solas o eso es lo que se dice, con él viajaba alguien, alguien que conocía mucho y yo también y doña María y Irene, era Julio, el marido y también el amante de Federico, se habían matado los dos en una curva, un árbol que estaba allí antes que el coche lo frenó de golpe y ellos se aplastaron con él.

A partir de ese día nada fue igual, doña María se sumió en una tristeza imposible de superar, en el trabajo pasó casi lo mismo, las chicas enmudecieron, pensé que a muchas les impactó casi tanto como a su familia, sobre todo a Justino, parecía que era el más afectado, lo conocía desde mucho tiempo y eso lo afectó mucho.

Yo no sabía qué hacer con doña María, mis horas muertas tratando de arrancarle una palabra o una sonrisa eran inútiles, Regina también procuraba que no le faltara nada de lo que más le gustaba, ni comidas, ni médicos, ni su confesor que tenía medio abandonado desde que yo le metí la polla, nada le hacía reaccionar.

En los momentos más duros otra desgracia cayó sobre la familia, Irene vino un día a ver a su madre, ésta pensó que por fin iba a recuperar a su hija pero cuando la vio perdió toda esperanza, venía vestida con una túnica, parecía una monja de no haber sido de color chillón y lo peor fue que anunció que se iba a la India con un gurú que conoció, no nos lo creímos, nadie lo hizo, pensamos que se había trastornado de dolor al perder al hermano y al marido pero ella estaba contenta, reía por nada y se sentía liberada.

Nos enseñó una fotografía del gurú y nos terminó de hundir, era la viva estampa de Rasputín y en la mano mostraba un látigo de cuero, desde ese momento yo personalmente la di por perdida, había encontrado la horma de su zapato pero era su vida y esa fue la última vez que la vimos, cuando quise acercarme a ella para intentar convencerla con mis reflexiones me dijo.

  • No te preocupes Abel, nadie tiene la culpa de nada, al revés, tú me abriste los ojos, ahora además del dolor me gusta el sexo, con Yashib lo tengo todo, no es por nada pero ya ves, es un maestro del látigo y de polla incluso te supera, gracias por todo, no te olvidaré.

Irene me besó abrazándome y pegándose a mí, le noté los huesos de las caderas en mi cuerpo y el pubis en mi polla pero no podía hacer nada por ella.

Se fue sin despedirse y la Academia se cerró, estuve perdido, como si no tuviera futuro, volví a mi rutina al no poder hacer nada por doña María, en el súper trabajaba por rutina, comía en el bar de Rita pero no me divertía como antes, Manolo estaba pendiente de mi, al principio se había alegrado de verme pero se preocupó por mí al saber los sucesos ocurridos.

Elsa dejó de provocarme, en parte me decepcionó, me halagaba el interés en querer probar mi polla, era una mujer con una gran cultura y una sensualidad a flor de piel, en cambio su marido cayó en una depresión muy fuerte, esto fue después de unos días de tristeza profunda.

Yo seguía recibiendo las visitas de Regina pero ya no era como antes, follábamos por inercia, por no sentirnos solos, Rita también lo notó y aunque intentó llevarme al almacén no pudimos coincidir y yo no quise forzarla tampoco.

Pero no habían acabado las malas noticias, cuando me llamó Elsa a su despacho estaba muy seria, yo intenté hacerle bromas, incluso me acerqué a ella con la excusa de oler su perfume y con doble intención le dije que olía hembra caliente pero apenas pude esquivar su mano que venía directamente a mi cara.

Me senté frente a ella sin saber de qué iba la cosa, hasta que disparó…

  • ¡Ya lo conseguiste, estarás contento! ¿no?
  • Perdona Elsa, no sé a qué te refieres.
  • Claro, ahora el nene no sabe qué pasa cuando se mete la polla donde no se debe.
  • Sigo sin entender, Elsa.
  • No me llames Elsa, ya no somos amigos, te he demostrado mi amistad, mi cariño, incluso te he ofrecido me coño pero no, tú no quieres el coño de una vieja, tu prefieres el coño tierno de una jovencita, te creí más inteligente, pues ahora apechuga con las consecuencias, si por mi fuera te despedía inmediatamente, ya puedes irte.

Cuando salí del despacho la cara me ardía, estaba indignado con todo y con todos, me parecía que el mundo estaba contra mí y cuando fue la hora salí el primero, a los pocos metros me llamó Lidia, a regañadientes la esperé y ella me miró con los ojos llorosos, creí que había oído la bronca de Elsa, se puso a mi lado y sin mirarme me dijo.

  • Abel, me gustaría que vinieras a mi casa.
  • Lo siento Lidia, hoy no sería buena compañía.
  • No lo digo por eso, tengo algo muy importante que decirte.

Andamos sin hablar hasta que nos sentamos en el sofá adonde habíamos “tomado el sol en la playa” pero nada era igual, ella estaba triste pero yo indignado y preocupado porque no sabía a qué se debía el cambio de Elsa.

  • Siento lo que te pasa, ya me enteré.
  • ¿Sí, pues ya sabes más que yo?
  • Corre un rumor que te perjudica mucho.
  • ¿Un rumor… de mí?
  • Sí, se ha sabido de Emi está embarazada.
  • ¿Emi, quién es Emi?
  • ¿No lo sabes?, es la chica gordita de pescadería.
  • ¿Ah, se llama Emi?  Pues yo no sé nada de eso.
  • Me parece que algo sabrás, Magda ha contado que os vio cuando salíais de la cámara y Emi le contó que habíais… ya sabes.
  • Pero… es imposible, yo… no puede ser.
  • Pues parece que sí, Magda la apoya.
  • Pero si de eso hace unos días sólo, es imposible, de todas formas no me corrí adentro.
  • Yo te creo pero te lo quieren achacar a ti.
  • No puede ser que esto me pase a mí, ¿y tú cómo es que me crees?, está bien que seamos amigos pero las pruebas son aplastantes.
  • No lo creas, yo estoy segura.
  • ¿Por qué, acaso sabes algo?
  • Bueno sí, sé quien fue.
  • Pues dímelo, y ¿por qué lo sabes?
  • No puedo decirlo, juré que no lo diría a nadie y lo sé porque también estuvo conmigo.
  • ¡Dioooos!, me matas, ahora me cuentas de que a ti también te… follaba.
  • Sí y a otras muchas.

Me sentí hundido, sospechaba de Federico, ahora ya estaba seguro pero no estaba para reconocer el crío de Emi y había follado con un montón pero ninguna diría nada.

  • ¿Y… cómo puede ser?  Adonde lo hacíais porque en su casa no creo y aquí en la tuya menos, porque tu padre…
  • Eso es otra cosa, yo no tengo padre, murió hace años.
  • ¿No?  Ahora resultará que tampoco tenías novio.
  • Tampoco, nos veíamos aquí y cuando venía con otra me iba yo a pasear.
  • Joder, que barbaridad, estoy acabado, sin trabajo porque… ¡sabrás que me han amenazado con echarme!
  • Sí claro, Elsa lo prometió cuando se enteró.
  • ¡Ah, por eso la bronca!  Madre mía, sin trabajo, sin academia y doña María hundida, cuando se entere me echará también.
  • Puedes venir a mi casa.
  • Sí, a sujetar la vela mientras te follan.
  • No seas cruel Abel.
  • Ya me dirás, me has mentido, tu padre tu novio, tu timidez, ¡qué ridículo me siento recordando la tarde de la playa!
  • Eso fue real, no te mentí, es la única vez que fui yo de verdad.
  • Perdona pero me voy, tengo un gran lío en la cabeza y no puedo pensar.
  • Perdóname Abel, no quise hacerte daño.
  • Pues lo has conseguido, ya no creo en nadie.
  • No seas así, ya te lo explicaré todo cuando pase esto.
  • No sé si para mi pasará algún día, adiós Lidia.

No fui a comer con Rita, fui directamente a casa y al volver la esquina vi salir a Elsa y a un señor bien vestido, me temí lo peor, estaba seguro que Elsa fue para decirle que debía despedirme, que había follado con media empresa y preñado a una… que se supiera, también podía ser que el señor fuera un médico, ¡oh madre mía!  ¿Le habría pasado algo a doña María?

Entré rápido y me encontré a Regina, le pregunté por Elsa y la salud de la señora y me dijo que estaba bien y que no sabía quién era aquel señor, por una parte me tranquilicé pero seguía temiendo por mi futuro.

Cuando vi a Elsa en su despacho me armé de valor y llamé a su puerta, me miró seria y creí leer en su cara mis sospechas, ella estaba seria y sólo me dijo.

  • A medio día te espero en mi casa para comer, ¡sin excusas Abel! y ahora ve al trabajo.

No pude replicar, fue tajante y si me hubiera dicho que me tirara por la ventana lo habría hecho.  Cuando llegué a su casa seguía tan seria como antes, de la idea que tenía yo de ir a su casa a la que resultaba era completamente diferente, la mesa ya la tenía puesta, Justino, su marido estaba sentado ya a la mesa con la servilleta en el cuello esperando que llegara yo, también estaba serio o más que serio avergonzado, no me miraba y no despegaba los labios.

  • Siéntate Abel, por favor.
  • Gracias Elsa, pero…
  • No te preocupes y come, espero que te guste la comida.

Comimos espléndidamente, descubrí que Elsa era buena cocinera, (razón tenía Justino con la comida) , luego de comer sirvió el café, Justino seguía callado, había comido con avaricia pero sin decir nada, luego nos sentamos en la salita en un sillón y a Justino lo sentó en una silla ante nosotros.

Elsa sin decir nada se levantó y entre los dos se fue quitando la ropa, yo alucinaba cuando se quedó sólo en lencería, una lencería preciosa que realzaba el cuerpo divinamente conservado y cuidado, cuando se sentó sobre mis piernas me rodeó con sus brazos y buscó mi boca, me besó metiendo la lengua hasta la campanilla.

Yo estaba asustado, desorientado, perdido y acojonado pero mi polla no, ella no entendía de sutilezas y al momento dio señales de vida tocándole el culo a Elsa que al notarla se arrodilló frente a mí y me soltó el pantalón, tiró de él y los calzoncillos, la polla saltó como un resorte mientras miraba a Justino que clavaba las uñas en la silla.

Elsa no se inmutó, de espaldas a su marido se volvió a sentar sobre mis rodillas y después de quitarse la bragas, me rodeó con los brazos y me dijo.

  • Suéltame el sujetador, lo compré para esta ocasión.

Se abrochaba por delante y cuando lo solté sus tetas saltaron a mis manos, no las solté y miré por encima del hombro de Elsa, Justino estaba rojo de rabia pero ésta no se inmutaba, se sentó en mis rodilla y fue deslizándose por mis muslos hasta clavarse la polla en el coño, suspiró fuerte para que la oyera Justino y cuando la tuvo totalmente clavada gimió como una gacela herida, me besó en la boca a la vez que movía las caderas lentamente, sacando la polla para que su marido no se perdiera nada.

Con mucha puntería se dejó caer y la volvió a meter en el coño, de vez en cuando se ponía de pie y dejaba los pezones a mi altura para que los chupara, lo hice con gusto, casi me olvido del marido y le dije:

  • Estás muy buena Elsa, mucho más de lo que creí, creo que te mereces lo mejor y te lo voy a dar.
  • Eso me gusta, hazme lo que quieras, a mi marido le gustará, ¿verdad Justino?
  • Grrrrr.

Ya con el gruñido del marido me abracé a Elsa, le di la vuelta y la senté adonde yo estaba, con las piernas sobre ella me aseguré de que Justino tuviera la mejor vista y las separé para abrirle el coño y de un golpe le hundí la verga hasta las bolas, a mi espalda oía que Justino se removía en su silla pero no intentaba moverse, no estaba tranquilo del todo pero estaba gozando de verlo sufrir y crecerle los cuernos en directo.

Elsa estaba disfrutando con mi polla y no me olvidé de su culo, ella al notar que cambiaba de ruta me dijo…

  • Mmm, sí Abel, sí, a mi marido no le dejé pero tú eres el mejor y te mereces mi culo y lo que quieras.

Le hundí la polla moviendo mis caderas barrenando con cuidado pero sin dejar de presionar hasta que el glande desapareció, el marido bufaba a mi espalda pero aguantaba.  Elsa gemía exageradamente o eso creía yo pero cuando se corrió por primera vez lo hizo todavía más fuerte y esa vez no fue fingido, se meó tan fuerte que el chorro salió entre mis piernas llegando a mojar a su marido.  Seguí bombeando el culo de Elsa hasta que anuncie que me iba a correr.

  • En la boca Abel, en la boca, lo quiero en la lengua, quiero saborear tu leche.
  • Como quieras, Elsa.

No pensé que tendría esas intenciones pero le llené la boca de leche y ella me la enseñó pero no la tragó, yo esperaba que la soltara sobre sus tetas cuando me separó y se levantó, fue de cara a su marido y escupió la leche como un espray, lo llenó de crema caliente con mi olor, le llenó un ojo y la mejilla, el resto por el pelo y la frente.

  • Ha sido una buena follada, digna de ti, ahora te mamaré la polla para limpiártela y luego nos sentaremos porque Justino tiene algo que contar, ¿verdad marido?

Por toda respuesta asintió con la cabeza llena de semen, Elsa cumplió su palabra y me lamió cuidadosamente la polla, no dejó ningún rincón, hasta me levantó el prepucio con la punta de la lengua y limpió debajo, luego chasqueó la lengua y se relamió los labios.

  • Venga caballero, suelta lo que tienes que decir.
  • Yo…
  • Sí tú y no te dejes ningún detalle, cabrón.
  • Yo… pues… sí, lo siento, yo…
  • Venga ya, canta como los canarios, hijo de puta.
  • Sí yo he estado coaccionando a las chicas del trabajo para conseguirlas, no han sido muchas, bueno sí, bastantes, las amenazaba con conseguir que las echaran a la calle.
  • Pero cuenta lo de la pescadera.
  • Eso fue un fallo, no pude parar y me corrí adentro, no sabía que no se tomaba nada y…
  • La has preñado y encima has acusado a Abel que no sabía nada y Magda otra como tú que se ha encargado en cargarle el muerto.
  • Bueno sí, le tiene celos porque Abel había follado con Emi y a ella la dejó con las ganas.
  • Claro pero creo que tienes algo más que contar, ¿no? cuenta lo de Federico, aunque él ya no puede confirmarlo.
  • Sí, fue un acuerdo, yo sabía que era gay pero le hicimos tener fama de follador pero el gallo del gallinero era yo
  • ¡Ah canalla, fuiste tú el que me asustó en la noche! y yo culpando a Federico, si me llego a enterar te meto la polla por tu culo apestoso, aunque me la tendría que desinfectar porque estás podrido.
  • No podía hacer otra cosa, Federico era… mi hijo.
  • ¿TU HIJO? ¡Federico tu hijo! Diooos, que desastre.
  • Sí, no lo sabe nadie, una noche emborraché a María, follamos y se quedó embarazada, tuvimos que negarlo y por suerte se casó enseguida con el buenazo de su marido que reconoció al crío.
  • ¿Qué te parece mi marido?  Ha confesado porque con la medicación de la ansiedad habló entre sueños, ahora ya sé a qué atenerme, largo de mi vista, pervertido.

Justino obedeció y se fue de casa, al oír cerrar la puerta me sentí descargado y cogí de una teta a Elsa y le di la vuelta poniéndola en cuatro.

  • Gracias Elsa, me has quitado un peso muy grande de encima.
  • Te lo debía, perdona la bronca del otro día, no podía sospechar toda esta mierda.
  • Me asustaste cuando te vi salir de casa de doña María.
  • ¡ah, sobre eso te lo dirá ella, ahora fóllame!

Con toda la calma y ya sin presión follamos hasta bien avanzada la tarde, cuando volví a casa fui directamente a la habitación de doña María, Regina me siguió preocupada.

  • Doña María, quiero una respuesta y la quiero ahora, ¿Justino era el padre de Federico?
  • ¡Sí, lo era! pero eso ya no importa.
  • ¿Cómo ha podido esconderlo siempre?
  • No lo dejé decirlo, ha vivido siempre ocultándolo por imposición mía, fue una noche de sexo, desde entonces sólo busca sexo con jóvenes, cree que todavía tiene veinte años.
  • ¿Entonces, es verdad, era el gallo?, ¡él es el gallo!
  • No sé de qué me hablas.
  • Pero yo sí -era Regina desde detrás de mí-.
  • ¿Tú lo crees ahora?
  • Me parece que cuadra todo, él veía mucho a Federico.
  • Claro y tomaban café en el bar de Rita.
  • Seguro.
  • No le hacía caso a su mujer, estaba amargado y se aprovechaba de su influencia para follar con las que quería, no era nada de lo que parecía.
  • Siempre fue así, por eso no quise casarme con él, preferí ocultárselo a mi marido, le dije que no sabía de quién era y él lo aceptó como suyo.
  • Vaya hombre su marido, me habría gustado conocerlo.
  • Sí era un santo, demasiado bueno, todo lo contrario que Irene, lo mató a disgustos.
  • Lo siento, no lo sabía.
  • Ahora que lo sabéis dejadme sola.
  • Como quiera doña María.

Continuará.

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