Por culpa de la oveja negra (17)

Por fin Rita me demostró que conmigo era diferente a los demás, me gustó y me sentí orgulloso, ella también quedó contenta. Para el cumpleaños de doña María pensé regalarle un detalle, se lo compré a Sabina, la hermana de Regina, que me atendió muy bien, luego descubrí algo que me hizo sospechar

Estaba acostumbrado a que al llegar al trabajo me recibieran casi con salvas pero cuando llegué y nadie se volvió me sentí decepcionado, mis compañeras estaban reunidas en grupos y sólo comentaban un mismo tema, tuve que mezclarme con ellas para averiguar algo pero ninguna quiso comentarme a que se debía ese secretismo.  En un rincón como siempre encontré a Lidia, la chica estaba en segunda fila en un pequeño grupo en el que se distinguía a Magda y la gordita de pescadería.

Al verme vino hacia mí y me contó que se había corrido la voz que unos ladrones habían atracado a Federico, los maleantes casi lo matan queriendo robarle todo lo que llevaba, por suerte parece ser que lo reconocieron y sabiendo que era una persona importante lo dejaron con un gran susto en el cuerpo y que lo habían encontrado en una calle de la ciudad medio desnudo y lo había traído a su casa una ambulancia.

Me preocupé bastante pues, pese a todo lo que sospechaba que me hizo no le guardaba ningún rencor, ésta vez entramos al trabajo en silencio.  Al pasar por el despacho de Elsa apenas me miró, estaba hablando con un policía que le informaba de lo que había pasado.

Quien sí estaba verdaderamente preocupado era Justino, esperaba en la puerta del despacho de su mujer para que le diera las últimas noticias del ataque a Federico, se le veía muy nervioso restregándose las manos, lo justifiqué porque era de los más veteranos en la empresa y el que más conocía al jefe además de su mujer.

La mañana transcurrió en silencio, todo el mundo estaba en su sitio y no hablaba con nadie, como guardando “luto” , esperando ver pronto a su admirado Federico.  Cuando Justino salió del despacho de Elsa con las últimas noticias todos nos apelotonamos alrededor de él.

Visiblemente angustiado nos contó que un par de desalmados lo habían atacado en un descampado solitario, parece ser que iba acompañado con otra persona, no pudieron concretar con quién porque pudo huir pero se cebaron con él hasta que por algún motivo lo abandonaron a su suerte.

Todos nos disgregamos y volvimos a nuestros trabajos, como estaba concentrado, nadie me distrajo y la mañana me pasó en un santiamén, al salir fui directamente al bar de Rita a comer, ella misma me preguntó por el revuelo que hubo en la calle al llegar la ambulancia, no pudo ver a quién traía pero sospechaba que era Federico.

  • No pude verle la cara pero me cae bien, es un señor muy agradable, tenía muchas visitas de amigos, venía al bar muchas veces acompañado de un señor mayor, siempre tomaban lo mismo, él un café sólo y el otro señor un café con una copa de coñac.
  • ¿Y dices que recibía muchas visitas de amigos?
  • Sí, sobre todo de uno, a veces me iba a casa ya tarde y lo veía salir, deben ser muy buenos amigos.

Cada vez estaba más confundido por lo que me contaban de Federico y como siempre me senté al lado de Manolo que parecía querer contarme algo.

  • ¿Qué tal Abel?, ¿el trabajo bien?
  • Sí, ¿por qué lo dices?
  • No, por nada, es que escuché algún rumor…
  • ¿Rumor de qué?
  • Vamos Abel, que el pueblo es pequeño, he oído algo sobre tu jefe.
  • No sé cómo te has enterado, ni nosotros sabemos nada…
  • En cambio puede que yo sepa algo, jajaja.
  • ¿Tú, como puedes saber?...  ¡Manolo!  ¿No habrás sido capaz de…?
  • Shhht, habla bajo, si prometes no decir nada, te lo cuento.
  • Joder Manolo, no quiero pensar que tienes algo que ver.
  • No, hombre no, bueno… un poco sí.
  • No lo puedo creer, ¡te dije que no hicieras nada!
  • No te enfades, lo hice por ti pero no ha pasado nada.
  • ¿Nada, casi lo matan?
  • Shhht, habla bajo, no ha sido para tanto, un susto nada más.
  • ¿Nada más?, si lo han traído en ambulancia.
  • ¡Tonterías!  Fueron dos pero a mi amigo el “Cachas” que se le fue un poco de las manos.
  • ¿El Cachas?  Vaya nombre para un amigo.
  • Es buen chico pero un poco bruto, le llaman “Cachas” porque siempre lleva una navaja con las cachas de nácar.
  • ¿Sacaron navajas?
  • Nada, sólo para asustarlo, lo siguieron a un bar… un poco raro, la verdad, sólo habían hombres y cuando salió iba con un jovencito, se acercaron a él y “despidieron” al chiquillo, luego quisieron darle un escarmiento, el “Cachas” sacó la navaja y le bajaron los pantalones, ¡ya sabes, para asustarlo! pero cuando le bajaron los calzoncillos vieron que eran rosa con lunares blancos.
  • ¡No me digas!
  • Sí y ya no le hicieron nada, se fueron riendo y lo dejaron con los calzoncillos por los tobillos, jajaja, ¿no es gracioso?
  • No, no es nada gracioso y me alegro que no pasara nada más, ¿seguro que fue así?
  • Seguro, lo que te cuenten en solamente fantasear.
  • Si tú me lo dices… ¡dame tu palabra!
  • Te lo juro, no te preocupes hombre, no pasó nada más.
  • Por una parte me alegro, se merecía un susto pero por otro… no imagino, si es… así ¿por qué me amenazaría?
  • ¿Estás seguro que fue él?  No parece lógico.
  • Por eso, ahora estoy más preocupado, ya no lo tengo localizado.
  • No te preocupes, sería algún loco.
  • No sé, fue en mi cuarto…
  • Tranquilo, olvídalo pero ten cuidado.

Rita nos interrumpió trayendo los platos, llevaba una camiseta de licra y una falda ancha que volaba al darse la vuelta, sonreía a todos cuando le decían algo y Manolo me dio un golpe en la rodilla.

  • ¡Vamos Abel, dile algo también a Rita, lo estás deseando, se te nota!
  • No me atrevo, me da mucha vergüenza, sobre todo después de lo que me dijiste.
  • Eso no tiene nada que ver, dile algo, venga, a ella le encanta.

Me levanté y todos se callaron esperando mi piropo pero no me salió nada más que…

  • ¡Rita! ¿me puedes traer el salero?

Todos estallaron en una carcajada y Manolo se cogió la cabeza con las manos.

  • Pero… ¿qué has hecho?  Te has rajado, jajaja.  En fin, debí imaginarlo… todavía estás muy verde.
  • Lo siento, me da vergüenza delante de todos.

Comí y procuré salir junto a los demás, Rita me miraba sonriendo moviendo la cabeza, había adivinado lo que pasó pero no quiso demostrarlo y ya en la calle los otros hombres siguieron burlándose  de mí.

En la Academia Julio me atendió como si estuviera ausente, me dejó los ejercicios en la mesa y estuvo todo el rato hablando por teléfono, no pude oír lo que hablaba pero estaba seguro que era sobre el caso de Federico, por momentos parecía que hablaba con su mujer por la familiaridad que tenía pero al rato vino Irene y él colgó.

  • ¡Ah, ya estás aquí!, me voy, tengo una reunión con el Alcalde, todavía faltan unos flecos para el acuerdo, Abel ya está acabando, llegaré tarde.
  • No te preocupes Julio, ya me ocupo yo de él.

Procuré terminar enseguida y recogí los papeles, se los dejé sobre la mesa y cuando fui a salir, Irene me frenó.

  • Mmm, llevas mucha prisa Abel, me alegro, yo también tengo prisa, quiero ir a ver a mi madre, estará preocupada por mi hermano, si no te importa lo dejamos para otro día.
  • Me parece muy bien, yo también pensé en doña María, si termino pronto intentaré saludarla y darle ánimo.

Al salir me acerqué al bar de Rita, aunque estuve tentado de no hacerlo, imaginaba que se iba a reír de mí o peor, me iba a castigar “a pan y agua” como dijo Manolo pero no, cuando llegué la persiana metálica de entrada estaba a media altura, me agaché y me asomé, desde adentro me llamó…

  • Pasa Abel, te reconocí por los zapatos tan limpios, perdona si no puedo atenderte ahora mismo, estoy aquí arriba limpiando las botellas de la barra.

Al entrar distinguí la escalera al lado del mostrador y sobre él vi las piernas de Rita que limpiaba las botellas de las bebidas alcohólicas que tenía en una estantería a mano, sobre la barra también había varias esparcidas por todos lados.

  • ¿Me quieres ayudar un momento?  Acércame las botellas para que las coloque aquí arriba, de paso las iré ordenando.

Fui dándole las botellas hasta que terminó el tramo, entonces bajó y al apoyar los pies en el escalón de la escalera pude verle las piernas sin querer, incluso sus bragas negras, por supuesto no dije nada pero comprobé que tenía muy buenas piernas.

Fue al almacén, cuando volvió cambió la escalera de sitio y volvió a subir al mostrador, fue bajando más botellas y de paso que las limpiaba se agachaba delante de mí, el escote ya sin delantal me mostraba mucho más de lo que sospeché y me gustó, sobre todo me sorprendió cuando volví a devolverle las botellas que me iba pidiendo que su falda se movía bastante y me enseñaba los muslos hasta que en uno de sus movimientos al ponerse de puntillas sobre el mostrador vi que entre ellos no se veía la oscuridad de las bragas.

No quise creerlo y me fijé bien hasta asegurarme que realmente ya no llevaba ésta prenda.

La conversación varió hacia la anécdota del salero, se rió de los demás pero no de mí, aunque dijo que se quedó esperando mi piropo, yo me puse rojo al haberme pillado y ella me mandó al almacén a por unas botellas de vino de Rioja, al entrar pude ver muchas cajas de bebidas apiladas y sobre todo un cuartito pequeño en el que se veía una cama y al lado un cuartito de baño, al volver con la caja de vino me sonrió esperando un comentario.  Estaba sentada en el borde de la barra con las piernas colgando y la falda por encima de las rodillas.

  • Perdona el desorden del almacén, todos los días me propongo arreglarlo pero acabo tan cansada que me tengo que echar en la cama un rato, ya sabes una siestecita.
  • Sí, ya vi la cama, es una buena idea, debe acabar muy agotada.
  • Más que agotada acabo nerviosa, a veces no me puedo dormir y pienso en las cosas que me pasan, en las cosas que me decís, bueno tú todavía no, jajaja, aunque hoy casi te arrancas, jajaja, ¿por qué no lo hiciste?  Los chicos se quedaron esperando y yo… también.
  • Me dio mucha vergüenza, no se me ocurrió nada.
  • Eso me lo creo, seguro que no te gusta nada de mí y no pudiste alegrarme los oídos.
  • No, si me hubiera atrevido le habría dicho muchas cosas, cuando me embalo no paro.
  • Jajaja, no seas mentiroso, que se nota que no te gusto.
  • Sí, me encanta, es muy simpática y está muy…
  • ¿Muy qué Abel?, ahora no hay nadie que pueda burlarse, me lo puedes decir a mí sola, ¿qué me habrías dicho?
  • Mmm, pues… que está muy buena, que tiene una cara muy bonita, que tiene un cuerpo adorable y que “debe” tener unas tetas muy sabrosas y su culo…
  • ¡Para, Abel para… parece que me estás haciendo una radiografía!  Te lanzas al vacío enseguida, jajaja, a ver, especifica por partes…
  • Puedo opinar de lo que veo, me gustan sus ojos, su nariz, su boca, hasta sus orejas, me gustaría besarlas…
  • Mmm, has adivinado el sitio más sensible que tengo, las orejas, me encanta que me las besen pero hace ya tanto tiempo…
  • Es una pena, a mi me gusta besarlas y morder el lóbulo hasta casi hacer un poco de daño.
  • Mmm, eso debe ser pecado, ya casi ni me acuerdo y… ¿qué más te gusta de mí?
  • Ya no puedo decir más, sus tetas “deben ser” preciosas, porque con sólo ver cómo se mueven las imagino duras y suaves.
  • Vaya, me estás resultando un adivino, es verdad, las tengo muuuy duras y muuuy suaves.
  • Y los pezones, sospecho que los tendrá oscuros, como es morena de pelo…
  • Buena deducción, es verdad, los tengo morenos, con una gran areola rodeándolos.
  • Joder, es mi sueño, nunca vi ningunos así-mentí- bueno una vez vi a una mamá darle teta a su bebé pero se cubrió enseguida.**
  • Jajaja, apuesto de que te habrías amorrado a mamar de ellos.
  • Lo ha adivinado también, usted también tiene algo de bruja.
  • Jajaja, no es difícil, con ver el bulto de tu pantalón… pero sigue ¿qué opinas de mi culo?
  • También me lo imagino redondo, duro y con la raja oscura con algo de vello.
  • ¡Ahí te has equivocado!, de vello nada, no me gusta, nunca me gustó y desde muy joven me depilo toda, pero sigue, me gusta por dónde vas.
  • Ya del resto no me lo imagino, si va depilada debe ser un sueño, como un pastel de trufa.  Debe ser una delicia pasar la lengua de abajo arriba para que no se caiga la crema.
  • Huy, Abel, no sé qué pensar o eres muy inocente o muy experto, de todas formas me estás poniendo… cachonda, creí que te iba a excitar yo a ti y es al revés, mira cómo me tienes…

Rita acabó de subir la falda lentamente y cuando llegó a casi la cintura fue separando las piernas, la escena que vi era hermosa, los muslos encerraban unos labios carnosos entre los cuales aparecía la protuberancia de un clítoris muy desarrollado, por los bordes de los labios se apreciaba la humedad que bañaba el interior.

  • Mmm, me gusta lo que veo, yo también tengo que confesar que se me puso la polla un poco alterada.
  • ¡A ver!, ¿me la enseñas?

Me solté el pantalón y dejé caer los calzoncillos a las rodillas, la polla saltó a 45º señalándola a ella que abrió los ojos sorprendida.

  • Otra vez me he equivocado contigo, tienes una polla que ya quisieran tener muchos hombres, me gusta mucho y debe estar dura y suave como mis tetas…
  • No lo sé pero puede averiguarlo.
  • Te propongo un intercambio, tú me tocas las tetas y yo tu polla, ¿vale?

Me subí a la caja de Rioja para estar a su altura y la polla llegó frente a sus muslos, ella agarró la verga con las dos manos y se acercó para que alcanzara sus tetas, me acerqué apuntando a su coño y ella vio que no era buena postura.

  • He pensado una cosa Abel, es mejor que vayamos a la cama, estaremos más cómodos, si quieres acaba de bajar la persiana, mientras cambiaré la sábana de la cama.
  • Como quiera Rita.
  • Por favor Abel, no me llames de usted, puedes tutearme… y lo que quieras.

Cuando cerré la puerta fui al almacén, en una pila de cajas de cola me quité los pantalones y los calzoncillo y entré en la pequeña habitación sólo con la camisa verde del supermercado, ella me esperaba completamente desnuda en el medio de la cama con las piernas abiertas, verdaderamente tenía un coño completamente depilado y las tetas no se le caían a los lados, se mantenían duras y con la punta hacia arriba, era una maravilla impropia de su edad y me lancé sobre ella.

Rita me quitó la camisa a estirones a la vez que abría las piernas para que me colocara sobre ella a lo misionero y me ofreció las tetas para que las besara a la vez que me cogía de las nalgas para guiarme a su coño y tirar de mí.

Las sorpresas se sucedían, tenía una vagina muy estrecha, me acordé de Manolo, imaginaba lo que diría al verme follar a Rita, igual que a todos los del comedor, babeaban con la fantasía de follarse a ésta mujer y yo lo estaba haciendo o mejor dicho ella me estaba follando a mí, me llevaba por donde más gusto le daba hasta que se corrió gritando en el eco del almacén.

  • ¡Joder Abel, qué corrida, cuánto tiempo esperando una polla así!
  • Porqué has querido, ya que todos los del comedor te la habrían metido igual o mejor.
  • Que va, a mí no me follan esos palurdos, yo tengo mejor gusto, en cuanto viniste me propuse llegar a esto y cuando vi la verga que tienes no pude dejarlo para más tarde, no me arrepiento de tenerte adentro de mí.
  • Me siento halagado pero ahora creo que es mi hora, este coño va a ser mío de ahora en adelante.
  • El coño sólo no, toda yo, hazme lo que quieras.
  • Levanta las piernas hasta la cabeza.
  • ¿Así?
  • Sí, mantenlas cogidas por las rodillas y verás.
  • ¿Las separo?
  • Claro, todo lo que puedas.

Rita demostró mucha agilidad y separó las piernas completamente, ante mí el coño abierto y debajo de él el culo depilado, salí al almacén y traje una botella de champán, la descorché frente a ella que miraba curiosa y rocié el coño y las tetas con el líquido espumoso, las burbujas se rompían poniendo más duros a sus pezones y me lancé con la boca abierta sobre ellos, los chupé y mordí hasta ponerlos rojo y bajé lamiendo por todo su cuerpo.

Al llegar al coño volví a echar la espuma entre sus labios y con la lengua recogí lo que se escapaba, metí el cuello de la botella, le llené la vagina de champán y puse la boca absorbiendo, no hizo falta aspirar, se corrió en ese momento otra vez y una fuente de champán me llenó la boca y la cara.

No esperé más y con los estertores todavía sacudiendo su cuerpo le metí la polla en el culo abierto y rodeado de espuma.  Rita no soltó las piernas ante la sorpresa sino que tiró más de ellas hasta ponerlas sobre su cabeza, elevó el culo y me arrodillé entre sus nalgas enterrando la polla hasta los huevos.

Con las tetas en mis manos bombeé con velocidad ascendente hasta que Rita soltó las piernas que cayeron a mi lado, la puse de lado y seguí metiéndole la polla entre las piernas entrelazadas, en posición fetal se corrió por tercera vez abrazada a sus rodillas, con el culo a mi disposición estuve moviéndome sin parar y cuando se calmó le di la vuelta cara a mi dejándole la polla delante de su boca.

Rita no la despreció y la tragó, me cogió del culo y tiró de mi hundiendo la verga hasta la garganta, cogido a sus tetas me vacié en ella que tragó hasta la última gota.  Ninguno de los dos dimos por terminada la sesión, me dio la vuelta y me tumbó en la cama subiéndose sobre mí, me vino muy bien porque estaba cansado y sudado.

El espectáculo fue fantástico, las tetas volaban sobre mí sin ningún orden chocando entre ellas o separándose a los lados, el clítoris abrazó mi polla que desapareció entre los labios y me cabalgó subiendo el ritmo a la vez que con la mano hacia atrás me acariciaba los huevos.

Esta vez fui yo el que se corrió primero pero ella no paró hasta hacerlo después, resistió lo que pudo, lo hizo cuando se dio la vuelta dándome la espalda, veía su culo elevarse cogida a mis talones, en una de esas le apunté el cuello de la botella entre las nalgas y ella al notarla se incorporó y se lo metió en el culo, estaba llena por los dos agujeros a la vez y me mojó completamente y a la cama hasta el colchón.

Cuando salimos a la calle ya era tarde, habíamos estado un rato descansado sobre la sábana húmeda, luego nos duchamos en el estrecho cubículo, no llegamos a follar otra vez pero nos besamos y acariciamos, sobre el mostrador quedaron unas cuantas botellas sin limpiar pero Rita y yo estábamos muy relajados.

Al entrar en casa noté que había un revuelo anormal, fui a ver a doña María, quería interesarme por ella, imaginaba que estaría muy preocupada por su hijo pero ya no vi a Irene porque se había ido al poco rato.

  • Sabía que esto iba a pasar algún día, tanto va el cántaro a la fuente que algún día se rompe, mi hijo es un irresponsable, no sabe lo que es la discreción.
  • No sea dura con él, eso le puede pasar a cualquiera.
  • No te engañes Abel, tú no sabes de la Misa la mitad, debió ser un ajuste de cuentas, es raro que no le quitaran nada, lleva un reloj que ya sólo vale una fortuna pero no, no le quitaron nada, debió ser una advertencia de alguna persona despechada.
  • Es verdad lo que dice, es raro que si querían atracarle no se llevaran el reloj y la cartera y luego se fueran sin más.
  • Claro, en cambio lo humillaron, le bajaron los pantalones amenazándole cortarle sus partes… que horror.
  • Ya lo creo, no me lo imagino ¿y no lo defendió la otra persona?
  • Que va, el otro se esfumó al ver el cariz que tomaba el atraco.
  • ¿Y no puede ser que estuviera conchabado con los delincuentes?
  • No sé, no lo había pensado, mi hijo frecuenta a gente un poco rara, todo podría ser.
  • En fin, tendremos que dar gracias que no fue a mayores, porque no creo que tenga enemigos.
  • ¿Quién mi hijo? Ni pensarlo, todo el mundo lo quiere, ¿no te fijaste en el supermercado?
  • Es cierto, nunca vi a tantas admiradoras juntas.
  • Es que mi hijo es muy guapo.
  • ¿Cree que podría pasar a su casa para interesarme por él?
  • Creo que ahora es mal momento, Irene me dijo que estaría cansado, mañana quizá.

Al salir de la salita adonde estaba doña María me encontré a Regina, le traía un té y la esperé en el pasillo hasta que volvió.

  • ¿Qué opinas Regina, has oído algo?
  • Más o menos lo que tú, hace un momento vino su hija, las oí discutir, parece que Irene acusa a Federico de ir con personas de mala reputación, me parece que la madre vive en una nube, no quiere reconocer que lo que pasó hace tiempo con ella fue por su culpa.
  • No conozco mucho a Irene pero es posible que ella sea un poquito rarita también.
  • Lo importante es que su madre no sufra, aparte de todo Federico es su hijo.  ¡Ah! no me acordaba, ¿sabes que pasado mañana es el cumpleaños de doña María?
  • ¡No lo sabía!  Me gustaría tener un detalle con ella pero no tengo dinero y estará acostumbrada a regalos de calidad.
  • No creas, a las mujeres nos gustan los detalles no por su valor sino por su intención, por ejemplo… algo que ella pueda llevar que le recuerdes, no sé, podría ser…
  • Pero todo eso vale mucho dinero, tendré que comprarle una rosa o algo así.
  • No, espera, no creo habértelo dicho, tengo una hermana que trabaja en una joyería, a lo mejor te puede orientar sobre algún regalo.
  • Uf, una joyería, eso sí será caro.
  • No creas, tiene muchos detalles bonitos y si son de plata no serán muy caros y no padezcas, si te falta dinero te lo dejaré yo, díselo.
  • Gracias por todo Regina, te debo un favor…
  • Mmm, ya sabes cómo pagármelo, jajaja.
  • No seas mala, ya te lo pagaré todo junto, espero que no te quejes entonces.
  • No creo, jajaja.

Esa noche dormí sólo, ya muy tarde oí ruidos en el pasillo y me levanté descalzo, en el pasillo no vi a nadie pero detrás de la librería habían dos personas discutiendo, eran dos hombres y pese a hablar despacio pude oírles decir…

  • ¡Haz el favor, déjalo ya, no compliques más las cosas!
  • Ya estoy harto, quiero que lo entienda de una vez, me está comiendo el terreno.
  • No, creo que te equivocas, todo deben ser figuraciones tuyas.
  • Ya verás cómo no y entonces…

Se oyó cerrar la puerta de un portazo y las voces se alejaron en el interior, estuve tentado en contárselo a Regina pero sabía que después tendría que “pagar” mis deudas con ella y me fui dormir.

En el trabajo no se hablaba de otra cosa, las fábulas llegaban al infinito aunque cada vez se alejaban más de la realidad, no quise sacarles del error porque ni yo lo sabía cierto y al pasar frente el despacho de Elsa me llamó con la mano.

  • Hola Abel, me tienes abandonada, con todo éste lío no he podido hablar contigo.
  • Lo siento, lo cierto es que no puedo despistarme ni un momento y además parece que Justino me tiene manía, tiene la virtud del oportunismo.
  • Jajaja, no lo creas, a mi marido lo tengo contento con darle la comida a su hora y que no le falte tabaco, es su única afición.
  • Me parece que no es tan inocente como crees.
  • Pero dejemos de hablar de mi marido, te sigo debiendo una comida en casa, estoy impaciente por ofrecerte un buen “menú”, estoy segura de que quedarás saciado.
  • No lo dudo y también estoy seguro de que sabré corresponder con el postre.
  • Mmm, cómo sabes decir lo que quiero oír, estoy impaciente por comer…
  • ¡Y yo también, así que recoge y vámonos a casa y tú Abel!, ¿no tienes nada que hacer?
  • ¡Enseguida mi amor, hasta mañana Abel!

La mirada que me dedicó Elsa fue muy expresiva, la interrupción de Justino en su despacho no fue oportuna ni elegante y menos con la indirecta que me hizo delante de su mujer, el efecto no fue el que él imaginó, a Elsa fue un detalle más para despreciarlo y a mi otro motivo para temerle.

Fui directamente a la joyería adonde trabajaba Sabina, la hermana de Regina, era una tienda muy pequeña, con un pequeño mostrador y un minúsculo escaparate, para los habitantes que tenía el pueblo todavía demasiado surtida, esto se debía a la habilidad de Sabina para ofrecer lo que les gustaba a los parroquianos.

El negocio era del joyero del pueblo de toda la vida, un hombre muy mayor que después de ofrecer durante toda su vida artículos de oro a las mujeres a plazos amasó una pequeña fortuna que le permitía vivir holgadamente y mantener la tienda abierta solamente por afición.

Cuando encontró a Sabina supo que podía confiar en ella y se sorprendió que tan pronto lo relevara en el negocio, todo esto me lo contó Regina como presentación de su hermana.  Ella le previno sobre lo que yo buscaba y cuando llegué ya tenía una serie de ideas respecto a lo que podía interesarme.

  • Hola, Sabina, soy…
  • Abel, debes ser Abel, mi hermana te ha descrito perfectamente, me contó que buscabas algo para regalar, lo que no sé es qué idea tienes, como ves tengo cosas bonitas que puede que te gusten.
  • Sí en el escaparate vi el gusto que tienes, lo único que me frena es que tengo muy poco dinero.
  • Eso no es demasiado problema, tengo detalles para todos los bolsillos pero vamos a situarnos, el regalo según parece es para una señora mayor.
  • Sí, concretamente para doña María, posiblemente la conocerás.
  • Por supuesto, es mi mejor clienta.
  • Peor me lo pones porque tendrá de todo y de mucha calidad.
  • No te voy a engañar, cuando la veo entrar me alegro muchísimo, jajaja, espera, voy a sacar algunas cositas…

Sabina entró en la trastienda, descorriendo una cortina, en el interior pude ver la caja fuerte, era un modelo muy antiguo y después de un ruido de varios cerrojos se abrió pesadamente, Sabina se agachó para sacar una manta de joyero, en ella debía guardar todas las cosas que podían interesarme.

Al agacharse pude ver que la cinturilla de la falda se bajaba por la espalda dejando ver el hilo del tanga granate que llevaba, al mirar por el cristal antes de entrar a la tienda ya me fijé en ella, la blusa de licra que llevaba con escote redondo pese a ser generoso no dejaba ver ningún canalillo, me llamó la atención y al estar frente a ella me pude dar cuenta de que la abundancia de tetas que tenía rebosaba el escote y prácticamente era una masa apenas marcada por una fina línea en el centro.

Cuando volvió hacia mí se estiró la falda estrecha para que bajara pues le quedó enganchada a las caderas, la mujer tenía un perfil muy curvilíneo que remarcaba con un cinturón negro muy ancho.

  • Mira, te voy enseñando y ya me dices que te llama la atención.
  • Eso es fácil, si tengo que decir lo que me llama la atención…
  • Mmm, ya veo por adónde vas…
  • Nooo, lo siento no lo decía por… ti, jajaja, me refería por lo que traes.
  • Mmm, no sé, creo que Regina tiene mucha suerte…
  • ¿Por qué lo dices?
  • Por nada, no olvides que somos hermanas y nos conocemos las tres.
  • ¿Las tres?  No sabía que Regina tenía una sino dos hermanas pero no os parecéis mucho.
  • Jajaja, es cierto, no nos parecemos nada, a Regina ya la conoces, yo ya me ves, alta grande con un cuerpo…
  • Precioso, ya lo digo yo.
  • Noooo me refería a que soy corpulenta, en cambio Rosana es completamente aparte, es delicada, mística, tímida y con un tipo muy estilizado.
  • ¿Qué no sois de los mismos padres?
  • Sí pero Regina se parece a mi madre, yo a mi padre y Rosana… no lo sé, jajaja.  Bueno, me alegro que te guste lo que ves.
  • Me encanta, jajaja.  Vamos a ver…

La chica desplegó la tela de terciopelo sobre el mostrador y sacó varias joyas de oro, había pendientes, pulseras, collares, broches y anillos además de otras maravillas, todas brillaban debajo de los focos pero a mí me parecieron inalcanzables, a todas ellas negaba con la cabeza sabiendo que mi dinero no me alcanzaba ni en sueños.

  • Espera, se me ocurrió algo que puede encajar a tu presupuesto, mira éste collar de perlas…
  • Es precioso pero valdrá un dineral, nada menos que perlas naturales.
  • Bueno, lo cierto que no son naturales, son cultivadas, que es parecido pero mucho más baratas, déjame que te enseñe el efecto.

Sabina rodeó su cuello con el collar pero no pudo enganchar el cierre, lo intentó varias veces y no lo conseguía, me ofrecí a ayudarle y se dio la vuelta para que cerrara el engarce, estaba difícil y presioné varias veces, era la primera vez que hacía algo así y no conocía el sistema, el resultado fue que se rompió el hilo que pasaba todas las perlas y éstas salieron despedidas sobre el pecho de Sabina.

  • ¡Oh!, ¿Qué has hecho?
  • No sé, estaba presionado y saltó.
  • No te quedes así, ayúdame a recogerlas.

Al darse la vuelta a mí, vi que tenía cogidas las dos tetas haciendo bolsa para recoger las perlas que cayeron, las demás se repartían por el mostrador y el suelo.

  • ¡Recoge las perlas, si se caen se perderán o se romperán, no dejes que caigan!

Me puse a recoger las perlas que descansaban sobre las tetas pegadas, habían quedado enganchadas sobre el escote, fui con cuidado para no tocarle la piel, la mujer era preciosa y me apetecía muchísimo pero no sabía cómo reaccionaría y más al ser hermana de Regina.

  • No seas tímido Abel, no creo que sean las primeras tetas que tocas, coge las perlas antes que se cuelen hacia adentro de la blusa.
  • Es que…
  • Deja, ya lo hago yo, sujeta como lo hago yo, porque se van a perder.

Puse las manos debajo de aquellas moles mamarias, pesaban y quemaban en mis manos, las mantuve altas para que ella fuera recogiendo las bolitas de nácar.

Sabina fue recogiendo las perlas una a una, yo procuraba que no se colaran debajo de la ropa pero era inevitable que alguna se escondiera por el canalillo apretado, ella metió dos dedos y fue buscando, yo le guiaba por donde se notaban los bultos hasta que vi que aparecían dos bultos nuevos, uno en cada teta.

  • Uf, deben haberse metido por todos sitios, dime si ves alguna.
  • Sí, veo alguna escondida.
  • Si puedes, cógelas para que no se resbalen.

Con dos dedos de cada mano apreté los dos bultitos que aparecían, los sujeté fuerte para que no se movieran, no se pudieron mover pero crecieron entre mis dedos, la cara que hizo Sabina fue de sorpresa pero no pudo decir nada porque le había cogido los dos pezones a la vez y los mantenía apretados, los tenía pequeños comparados con Regina, en proporción al volumen de la teta eran minúsculos pero los sujetaba bien y no se podían escapar.

  • Abel, me parece que esas perlas no son del collar…
  • Mmm, lo siento y es una pena, me gustaron nada más verlas, imagina al cogerlas…
  • Yo lo he notado, ellas han crecido y tú… también.

Me miré el pantalón y el bulto era exagerado, solté los pezones y las tetas cayeron a su altura natural, Sabina cerró los ojos al sentirlos libres pero quedaron marcando dos protuberancias en las gemelas.

Nos quedamos mirándonos, estaba convencido que si seguía pegado a ella la iba a abrazar y la empotraría contra la caja fuerte pero me contuve, los labios de Sabina eran demasiado tentadores y la cintura tan estrecha que sería una delicia abrazarla y besarla hasta desfallecer.

  • Ejem, ¿no tienes nada más que enseñarme?
  • Sí, claro, espera que busque algo más.
  • Yo recogeré las perlas que faltan del suelo.

La chica esta vez buscó en la caja fuerte pero sin agacharse, se inclinó y me dejó ver la imagen del culo queriendo explotar en la falda estrecha, la polla estaba tan dura que dolía pero seguí buscando perlas hasta reunir a todas.

  • Se me ha ocurrido una cosa, como sé que doña María es muy piadosa, tengo aquí este anillo, es de plata de ley.
  • ¿Y esas muescas para qué son?
  • Este anillo en realidad es un rosario, cada muesca es una oración, seguro que le gusta, los recibí hace poco y no he vendido todavía ninguno o sea que es una novedad y…
  • ¿Eso es muy caro?
  • No lo creas, es muy barato y además te haré un descuento… por ayudarme con las perlas y porque has encontrado más de las que cayeron, jajaja.
  • Gracias, no ha sido merito mío sólo, han salido a buscarme, jajaja.

Sabina guardó el anillo en un estuche precioso y le pagué, salí muy satisfecho por la compra pero sobre todo por el beso que me dio en la boca la hermana de Regina, sus labios eran muy diferentes pero no menos sabrosos.

Cuando llegué a casa, Regina me preguntó qué me había parecido su hermana y si me había atendido bien, por toda contestación me mordí el labio y ella sonrió maliciosa, decididamente se conocían muy bien.

Doña María no estaba sola en la salita, a su alrededor estaban tres señoras de edad parecida, todas muy bien vestidas y enjoyadas, estaba tomando el té que acababa de servirles Regina y cuando me di cuenta me retiré pero la señora me llamó…

  • No te vayas Abel, son amigas mías, pasa para que te presente…
  • Gracias pero no quisiera molestar.
  • Tú no molestas nunca, ¿querías algo?
  • No, sólo quería felicitarle, le compré un detalle, es una tontería pero como sabe no puedo hacer grandes dispendios.
  • No debiste hacerlo, para mí la intención es lo que vale ¿verdad, chicas?

Las tres aplaudieron a la vez cuando doña María me dio dos besos en las mejillas, me las presentó una a una, eran la clase “chic” del pueblo, la mujer del Alcalde, la del Médico y la del Notario, todas se deshicieron en halagos y tuve que tomar el té también con ellas, era la primera vez que lo probaba y no me gustó pero disimulé.

  • ¿Y tu marido, cómo está el Alcalde?
  • Uf, mi marido… el pobre apenas puede andar, sólo va al Ayuntamiento un rato por las mañanas, firma lo que le presentan y vuelve enseguida.
  • Pobre hombre, con la ilusión que tenía de ser Alcalde…
  • Ya ves…

Aquella información me llamó poderosamente la intención, recordé las veces que Julio, el profesor, decía que iba a reunirse con el Alcalde hasta altas horas de la noche y ahora resulta que el pobre hombre estaba enfermo y apenas podía salir de casa.

Ahora ya no sabía que pensar, parecía que Julio, tenía una segunda vida, además que Irene no parecía contenta con su relación, estaba claro que era una familia muy peculiar.

Me acosté pronto, cuando le deseé buenas noches a Regina lo dije en serio, no pensaba tener ninguna “actividad” , estaba cansado y necesitaba dormir pero quizá fuera ese el motivo para que me despertara al poco rato, no sé si por algún sueño pero recordaba los ecos de la discusión que oí en la puerta secreta.

Me di cuenta de que no era un sueño cuando volví a oír un rumor que venía de la casa de al lado, ya no pude dormir, me desvelé y tuve que levantarme, la curiosidad pudo más y salí descalzo al pasillo, solamente pensaba curiosear para intentar descifrar alguna conversación o alguna voz conocida, me intrigaba saber que chica se acostaba con Federico y si era del supermercado o de afuera.

En el pasillo reinaba la oscuridad más absoluta, tenía la ventaja de que no había muebles ni más puertas que la mía y la de Regina que estaría durmiendo a estas horas, iba tanteando la pared para no desorientarme cuando una mano se posó en mi hombro por detrás.  Creí desmayarme del susto, me temblaban las piernas al verme descubierto pero instintivamente lancé el brazo para liberarme de la mano.

  • ¿Qué haces, no ves que soy yo?
  • ¡Regina!, ¿qué haces aquí, si no se ve una mierda cómo voy a saber quién es?
  • ¿Y quién esperabas que fuera?
  • No lo sé, oí más voces ahí al lado, voy a investigar, tú vete a dormir.
  • ¡Ni lo sueñes, yo también quiero saber quién hay ahí!

Regina pasó delante de mí decidida a abrir la marcha pero la aparté, no quería que fuera ella la primera o que tuviera alguna sorpresa desagradable, cuando la toqué, me sorprendió.

  • ¡Regina, vas desnuda!
  • ¿Cómo quieres que vaya, de etiqueta?  Me levanté para ir a tu cama, ¿de qué me sirve la ropa?
  • Ya te dije que quería dormir.
  • Y yo pero después…
  • Anda ponte detrás de mí y no hagas ruido.

Cogí el libro de Sade, la puerta crujió al abrirse y notamos el olor a tabaco que se colaba por debajo de la segunda puerta, puse la oreja en la puerta pero Regina se apoyó con el hombro y la puerta se abrió, posiblemente mal cerrada el día la discusión de los dos hombres.

Al abrirse un poco más, la voz varonil se pudo oír más fuerte y Regina no dudó en pasar más adentro, se conocía la casa de antes de dividirla y sabía por dónde pisaba, de todas formas no era difícil deducir por la luz que salía de una habitación.

El hombre que hablaba no se oía claro por lo que la voz no era reconocible pero podíamos comprender lo que decía, Regina más curiosa si cabe se puso delante de mí inclinada por la rendija de la puerta apenas cerrada.

  • Mmm, así, así me gusta cómo la chupas, lo haces divinamente, me vuelves loco, sigue así, más adentro, chupa más, no pares.

El ruido que se oía era inequívoco, le estaban haciendo una mamada y la voz ya se podía identificar, era Federico sin duda, a las palabras añadía los gemidos y jadeos propios de quien está recibiendo una gratificante felación.

  • Mmm, sigue, no pares ahora, bébete toda mi leche, toda, así toda.

Luego el silencio, yo no quería quedarme sólo con la noticia de la mamada, sino quién estaba comiéndole la polla y me acerqué más a la puerta, Regina no se apartaba pues tenía tanto interés como yo y me pegué a ella, la puerta se fue abriendo un poco más a la presión de Regina y pudimos ver dos piernas colgando de la cama, no tenían vello por lo que deduje que sería de la otra persona pero al momento vi cómo aparecían otras dos piernas que se colocaban al lado, también estaba tumbado al lado sobre la sábana.

Regina no podía quedarse con la duda y empujó otro poco la puerta, apenas dos dedos pero lo suficiente para ver más campo, las cuatro piernas no tenía vello, esto me descolocó y empujé otro poco la puerta, con algo más de cuatro dedos ya pudimos ver un poco más arriba de las rodillas y más arriba vimos una mano que cogía la polla dura del vecino, la subía y bajaba sin prisa, procurando llegar desde el capullo hasta los huevos.

Imaginé que seguiría una paja después de la comida pero al moverme vi que la mano del que recibía la paja iba buscando entre las piernas de la otra persona pero para mi sorpresa vimos que cogía otra polla todavía más grande y más erecta.

La sorpresa fue igual para los dos, Regina se echó hacia atrás, me pegó su culo a mi polla que no tardó en reaccionar al ver la escena, las dos manos movían las pollas del compañero pero no podíamos ver quiénes eran.

  • Me encanta que sigas acariciándome la polla después de mamarla, no me gustan las paradas bruscas.
  • Es lo menos que puedo hacer después de haberme roto el culo.
  • ¿Te gustó?
  • Como siempre o mejor dicho más que nunca, hoy ha sido especial.
  • ¿Lo dices por el “suplemento”? jajaja.
  • Sí, no me imaginaba que pasaría esto, pero me gustó, tienes una hermana muy puta.
  • Jajaja, no lo sabes bien, ya hace mucho tiempo que le tenía ganas, se estaba metiendo mucho conmigo y ya sabes…
  • Sí, creo que habrá quedado escarmentada.
  • Claro y cómo gritaba, eso le gusta aunque hoy…
  • Jajaja, sí hoy tenía motivo.

Regina se movía intentando reconocer a quién hablaba con Federico y movía su culo pegado a mi polla, ésta ya había aparecido por la bragueta del pijama y rozaba las nalgas de la mujer, con los movimientos resbalaba de arriba abajo con todo el peligro de meterse en algún agujero.

  • Al principio me sabía mal, no quería entrar en su juego pero cuando empezó a insultar me cansó y decidí darle una lección.
  • ¡Y qué lección! le metiste la polla por el culo de un golpe.
  • Pues tú no te quedaste quieto, le hiciste que te comiera la polla.
  • Jajaja, ¡qué menos! pero lo mejor fue tu idea ¿cómo se te ocurrió?
  • No sé, le di unos cuantos azotes con la chancla, me gusta oír la zapatilla en el culo, me excita mucho, ¿a ti no?
  • Me encanta pero me encanta más oírla chillar y hoy lo hizo a todo pulmón.
  • Normal, si le metiste la polla en el culo junto a la mía, las dos, ¡que agujero, lo rompimos de verdad!
  • Jajaja, claro, es que tiene el culo de juguete, jajaja.
  • Ya verás qué te dice cuando llegues a casa.
  • Jajaja, me dará un sermón pero igual le doy otra ración de correa, jajaja, tienes una hermana muy sufrida, jajaja.

Los dos dimos un sobresalto pero en direcciones opuestas, Regina hacia atrás y yo hacia adelante, al oír que la otra voz era de Julio, el marido de Irene, nos quedamos espantados, la polla se metió en el coño de Regina sin rozarlo apenas y ella no hizo nada por remediarlo ni yo tampoco, me cogí a sus caderas y la cosí con la verga, me imaginaba a Irene, con su cuerpo esquelético soportando a los dos en su interior, los dos follándola sin piedad hasta meterle las dos polla en el culo.

Me acordé que me dijo que no le gustaba  y me reí al mismo tiempo que le cogía las tetas colgantes a Regina, no paramos de follar en la oscuridad cuando las piernas se movieron y unas subieron sobre las otras, Federico se subió sobre Julio y se sentó sobre su polla, ésta desapareció entera en su culo y su polla y los huevos quedaron colgando sobre su cuñado que la cogió con las dos manos.

Nos fuimos andando hacia atrás sin sacar la polla de la mujer, al pasar la puerta seguían sodomizándose y al cerrar la puerta con la novela del Marqués, Regina me preguntó.

  • ¿A tu cama o a la mía?
  • A la mía, está más cerca, ¿dime, por qué venías a mi habitación?
  • Porque hablé con mi hermana, me contó lo de las perlas, jajaja, imagino cómo le cogerías sus tetazas, jajaja, lo que no entiendo porqué no le chupaste los pezones, jajaja.
  • Porque no la conocía mucho y es tu hermana, no sabía si te sabría mal.
  • ¿Mal a mí?, ni pensarlo, por mí te la puedes follar cuando quieras y a Rosana también, todavía es más caliente que yo, jajaja.
  • ¿Entonces no hay problema?
  • ¡Qué va!  Le conté lo bien que follas y está impaciente para que se lo hagas a ella también.
  • Lo tendré en cuenta para la próxima vez.

Continuará.

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