Por culpa de la oveja negra (14)

Mis comienzos en el trabajo fueron duros además se rieron de mí, no obstante encajé con paciencia las burlas y fui haciendo amigos, en la Academia conocí a Irene y Regina me demostró un aprecio especial.

Después de pasear por el pueblo estuve fijándome en los alumnos que iban y venían de la Academia, los habían de todas edades y todos ellos, parecían contentos y armaban gran alboroto al salir, ya de camino a casa pasé por el bar de Rita, me dijo que no solía hacer cenas pues la clientela era mayormente de trabajadores y ya no volvían por la tarde.

Ella aprovechaba para limpiar y preparar el establecimiento para el día siguiente, al verme descolocado se animó y según su costumbre me sacó un bocadillo de lo que pensó que me gustaría, lo cierto es que acertó y mientras lo devoraba estuvo contando cosas del Doña María y su negocio.

Parecía que en el pueblo era bastante apreciada y más cuanto daba trabajo a bastante gente que de otra manera habría tenido que salir a buscarse la vida, también me confirmó que su hijo Federico era un Don Juan, se le había visto con todas las chicas casaderas y no casaderas de los alrededores y se rumoreaba que con alguna ya casada también había estado “danzando”, no era de extrañar, pues tenía muy buena presencia y con dinero en el bolsillo se conseguían muchas cosas.

Ya en casa le conté a Doña María lo que había hecho y me animó ilusionada a que tuviera interés en el trabajo para labrarme un futuro, cuando me retiré a mi cuarto Regina vino y me trajo un vaso de leche y un despertador, le habían contado que tenía que madrugar al día siguiente.

Cuando me acosté lo dejé todo preparado para no perder tiempo y me propuse dormir mucho pero no fue así, posiblemente por extrañar la cama o por los nervios que tenía no pude conciliar el sueño, estuve dando vueltas y nada.  Me entretuve repasando mi vida desde poco tiempo atrás, me admiré de los cambios que había tenido, no hacía mucho mi única preocupación era atinar con una piedra a “mi enemigo” en las guerras a pedradas con mis amigos, luego por la “Negra” de Fidel, tuve mi despertar al sexo, sobre todo cuando su madre me hizo abrir los ojos bien abiertos y luego todo lo demás.

Cuando mi memoria me trajo a mi madre, su zapatilla y después el cambio que dio, las noches en su cama y las cosas que hacíamos, la polla hizo acto de presencia, se puso dura y para mayor comodidad la saqué del pijama, los recuerdos e imágenes de mi hermana, de su amiga Marta y de las profesoras y la directora hicieron que la mano se agarrara al tronco caliente y empezara a moverse.

Sin darme cuenta la mano fue tomando velocidad hasta que pensando en la noche que pasé con mi madre y mi hermana noté que me iba a correr, instintivamente solté la polla y busqué en la mesita algo para recoger le leche que amenazaba en salir, por suerte encontré unos pañuelos de papel y extendí uno sobre mi vientre, seguí meneando la polla hasta que los goterones calientes cayeron sobre el pañuelo y alguno también sobre el estómago.

Con cuidado recogí todo el semen esparcido con el pañuelo y lo arrugué tirándolo al suelo, miré el reloj y me di cuenta de que ya eran las tres de la madrugada, relajado por la paja que me hice me dormí al momento.

Me desperté al notar algo en la cara, abrí los ojos sin saber adónde estaba ni que hacía allí, hasta que vi a Regina que me pasaba la mano suavemente por la mejilla, su sonrisa me tranquilizó pero no me acabó de despejar.

  • ¡Buenos días dormilón!, ¿tú no eras el que tenía que madrugar?
  • ¡Oh sí claro!  ¿Qué hora es?  ¿Ya tocó el despertador?
  • Claro que sí, hace rato y como no te oía he venido a despertarte, supuse que te habrías dormido.
  • ¡Madre mía!  Si llego tarde el primer día…
  • Sí, eso sí que debes de cuidarlo, llega siempre puntual, a los jefes le gusta que no se duerma nadie y sobre todo el primer día debes llegar antes, así podrás presentarte a los compañeros, luego se irán cada uno a su sección y será más difícil.
  • ¡Uf!, gracias Regina, no volverá a pasar, es que casi no dormí, estuve dando vueltas y…
  • ¿Qué es esto, estás constipado?

No sabía a qué se refería Regina y miré sin saber hasta que vi en su mano el pañuelo de papel, estaba empapado de leche reseca y sobre todo olía muy fuerte, no supe que decir y balbuceé que sí, que me había estado limpiando la nariz, ella lo olió y no dijo nada, venía con un camisón largo y quiso guárdaselo en un bolsillo pero como no llevaba se lo metió en el escote, no le vi nada pero deduje que lo atrapó entre las tetas.  Me levanté rápido porque ya tenía el desayuno preparado en la cocina, Regina me miraba sonriente y me deseó suerte en el primer día.

En la puerta trasera del almacén esperaban todos los empleados, la mayoría eran mujeres que al verme llegar empezaron a cuchichear entre ellas, me acerqué al grupo más numeroso y me presenté.

  • Hola, me llamo Abel y hoy es mi primer día, espero hacerlo bien.
  • Hola Abel, ya nos imaginábamos que eras tú el nuevo, se corrió la voz y pensamos que serías mayor pero no te preocupes, te ayudaremos en lo que podamos, cuenta con nosotras.

Al grupo se unieron otras personas, se acercó un señor mayor, imaginé que sería algún encargado pero me dijo que era el de mantenimiento, aparte de otro chico más mayor que yo, todas eran mujeres.

Al momento se abrieron las puertas y todos lentamente hablando entre ellos se fueron cada uno hasta su lugar de trabajo, yo me quedé sólo en medio del almacén hasta que un chico mayor me llamó.

  • Hola soy Ramón, el encargado del almacén, ya me dijo Elsa que vendrías y que te diera trabajo, también me dijo que era tu primer empleo, por lo que no tenías experiencia.
  • Sí, pero aprendo rápido, me fijo mucho y no me molesta trabajar.
  • Jajaja, eso está bien Abel, ya lo veremos, jajaja.

Al momento subió la persiana del muelle y vi la trasera de un camión, al abrir sus puertas me asombré porque iba cargado hasta los topes, Ramón me miró y con la cabeza me señaló al camión, se acercaron algunas chicas y no quise ser menos, unas a otras se pasaban los paquetes pequeños y los dejaban ordenados sobre un pallet, luego vino otra con una tras-paleta y se los fue llevando.

Poco a poco las chicas se fueron metiendo en el contenedor y yo me uní a ellas sacando cajas y colocándolas en el montón, quise alardear de listo y cogí la tras-paleta para llevarla pero a la primera curva se venció la carga y volqué, todos los que habían alrededor se echaron a reír con grandes carcajadas, excepto Lidia que desde un rincón barría con una escoba.

Todas acudieron a recolocar las cajas y yo totalmente sonrojado tuve que soportar todos sus comentarios burlones.  Durante el resto de la mañana no salí del camión hasta no terminarlo entero, me dediqué a coger las cajas y pasarlas todo lo más rápidamente que podía para demostrar que podía trabajar mucho y bien y ellas dándose cuenta se pusieron en cadena obligándome a mover mucho más deprisa.

Acabé agotado, ellas me hicieron un pasillo aplaudiendo cuando salí del caluroso túnel, se rieron al verme empapado de sudor con el pelo en la cara y con las manos y la ropa sucias de polvo.  Lidia me acercó un vaso de agua fresca de la máquina y me sonrió, las demás hicieron a coro.

  • ¡Uuuuuuh, aquí hay tema!, jajaja.
  • Eso parece, Abel el primer día y ya ha hecho “amistades”, jajaja.

Entre las chicas había de todo, de todas la edades y con diferentes uniformes según la sección, me llamó la atención una belleza que iba muy arreglada, pintada y con un pelo negro rizado debajo de la cofia, me pude enterar de que sección era cuando pasó por mi lado y me saludó con una sonrisa, olía mucho a pescado pese al perfume que llevaba.

Casi al acabar el turno un señor mayor me llamó, se llamaba Justino y debía estar a punto de jubilarse.

  • Abel ven, tienes que llevar esto a la pescadería, me han llamado porque lo necesitan urgente, es la “máquina de pelar pescado” y no pueden hacer nada sin ella.
  • ¡Uf, cómo pesa!, voy a buscar una carretilla.
  • ¡Nooo, todas están ocupadas o averiadas!, ve enseguida, no pierdas tiempo porque si se enteran…

La caja era de madera y apenas podía moverla, nunca había oído hablar de una máquina que sirviera para pelar pescado pero no lo pensé, la abracé y salí del almacén dando tumbos entre las estanterías de la tienda, llegué a duras penas a Pescadería y allí ya me esperaban las chicas sonriendo pero la encargada, la guapa de antes me miró enfadada.

  • ¿Pero qué traes?, esa no, la nueva, quiero la nueva, ésta no va bien.
  • ¡Pues ésta es la que me dieron!
  • ¡Que pocas luces, mira que se lo expliqué bien, anda trae la otra pero…rápido!

Volví dando traspiés entre la poca gente que compraba en ese momento hasta llegar al almacén, allí me esperaba una comitiva, todas y todos me hicieron corro cuando dejé la caja en el suelo, Justino ceremoniosamente se acercó y abrió la caja, de ella sacó varios ladrillos y trozos de chatarra de hierro, todos se rieron a grandes carcajadas, hasta de la pescadería se oían las risas, me habían gastado una inocentada y me puse rojo de vergüenza por la poca picardía, todos se rieron menos Lidia que simplemente sonrió.

Cuando terminó mi turno vino Elsa, la jefa de personal, todavía vio el ambiente de risas entre las empleadas y se imaginó lo que había pasado, sin más se encaró con Justino, no le dijo nada pero lo miró muy seria, me enteré que era tan antiguo como ella en la empresa y me pareció lógico.

  • Abel, antes de marcharte pásate por mi despacho, tengo que hablar contigo.
  • Sí, señora Elsa.
  • Elsa, Abel por favor, llámame Elsa.
  • Como quiera Elsa.
  • Así está mejor.

Cuando llamé con los nudillos en la puerta de Elsa me contestó con un breve “pasa”, estaba detrás de unos papeles muy grandes, unas listas llenas de números y no me prestó atención.

  • Ahí tienes un uniforme, pasa ahí adentro en el archivo y póntelo, vamos a ver si te viene bien.

Cogí los pantalones y la camisa, en el bolsillo izquierdo llevaba bordado el logotipo del establecimiento, me senté sobre una caja de folios y me puse el pantalón o eso pretendí, pues al ponerme de pié me di cuenta de que no podía abrocharlo, me faltaban cuatro dedos, de pronto Elsa desde su mesa me urgió.

  • ¿Ya sales?, ven que te lo vea.
  • Es que…
  • No te preocupes, si te queda largo ya lo arreglaremos, ¡tú sal ya!

Sin rechistar me puse la camisa y salí, parecía Cantinflas vestido de torero con la mano sujetando el pantalón, ella al verme no pudo evitar la risa tapándose la boca con la mano, aún así se acercó a mí para comprobar la talla.

  • A ver, deja suelto el pantalón, parece que te viene pequeño.

La expresión de su cara cambió al quitar las manos del pantalón, se cubrió los ojos con la otra mano y abrió los dedos para asegurarse de lo que vio.

Pegado a mi pierna izquierda se apreciaba un bulto exagerado, me había subido el tiro del pantalón hasta la ingle derecha y todo el “paquete” se quedó en la parte izquierda presionado por la prenda, la mujer intentaba no mirar o por lo menos no hacerlo descaradamente pero después de respirar hondo me alargó otro pantalón y me dijo…

  • Está claro que no es tu talla, ponte éste otro, creo que te vendrá bien, no hace falta que vuelvas al archivo, cámbiate aquí, así veo cómo te viene de largo.

Me cambié delante de ella, cuando quedé en calzoncillos noté cómo retenía el aire y cuando subí el pantalón respiró hondo, se arrodilló frente a mí para tomar medida de los camales, al estar de pié pude ver que su blusa de seda se ahuecaba mostrándome sus tetas blancas, llevaba una lencería cara y muy bonita y el efecto no tardó en producirse, delante de sus ojos mientras me plegaba los camales para acortarlos vio como la polla crecía a pocos centímetros de sus asombradas pupilas.

La visión no podía ser más atrayente, las dos generosas tetas se amoldaban redondas perdiéndose en el sujetador blanco, éste las mantenía separadas mostrando entre ellas un hueco que permitía seguir viendo hasta el estómago gracias a la luz de los fluorescentes del techo.

La mujer estuvo remangando los camales lentamente sin quitar de la vista el bulto que iba agrandándose sin cesar, yo no perdía detalle a sus pechos que al respirar agitadamente se movían como si tuvieran vida propia.

Elsa siguió comprobando la talla de los pantalones subiendo su mano por mi pierna, cuando estaba más arriba de la rodilla noté cómo rozaba el muslo con un ligero temblor en los dedos.  De pronto la puerta se abrió y asomó Justino, el comentario que hizo me dejó perplejo.

  • Elsa, ¿ya has terminado?, es hora de irse a casa, ya tengo ganas de comer.
  • Ya voy Justino, espérame en la calle.

Elsa con evidente disgusto me miró y al hacerlo acabó de exponer su escote a mi mirada, notó cómo la miraba y encogiendo los hombros se incorporó con dificultad, para hacerlo se apoyó en mi pierna rozando el capullo duro y caliente, no dijo nada sobre él pero sin quitar la mano me aclaró…

  • Justino es mi marido, es muy pesado, siempre tiene ganas de comer y además es muy inoportuno.
  • No lo sabía.
  • Ya, yo también me estoy enterando de muchas cosas nuevas, ya puedes ponerte tu pantalón, ahora sé adónde te tira.

No me escondí, delante de ella bajé el pantalón, la polla apenas podía retenerse en el calzoncillo ahuecando al camal por el que asomaba un huevo macizo, Elsa no quitaba los ojos esperando que ocurriera un “milagro”, no lo fue porque lo hice yo, cuando estaba sólo con el calzoncillo metí la mano adentro y me “ arreglé” la polla dejándola de lado, ésta quedó horizontal hacia la izquierda marcando el contorno del falo como una segunda piel.

Al ponerme mis pantalones la cremallera se enganchó en el bulto y tiré de ella, que al forzar la tela todavía marcó en toda su extensión la polla dura, Elsa, tragó saliva y se apoyó en la mesa, pude ver que en esa postura mostraba su figura debajo la luz, no era tan mayor como creí en un principio y su falda estrecha calcaba los muslos redondos y el pubis abultado entre ellos, las tetas como había adivinado se mantenían separadas con los pezones muy marcados debajo de la leve tela.  Cuando pude subir totalmente la cremallera volví a recolocarme la polla demostrándole la longitud y grosor de mi verga.

Salí delante de ella después de tener un leve roce pues yo quise, por galantería, dejarla pasar y ella esperar parada para apagar la luz, pude rozarme debajo del quicio de la puerta, noté sus tetas en mi pecho y ella mi polla en su vientre.

En la puerta me esperaba disimuladamente Lidia, la chica andaba despacio para que yo la alcanzara y cuando lo hice aparenté sorpresa.

  • ¡Hola Lidia!  ¿Ya para casa?
  • Sí pero antes voy a ver el escaparate de la zapatería, han traído modelos nuevos.
  • Si quieres te acompaño, no tengo prisa.
  • Como quieras, aunque debes estar cansado, ¡vaya día para ser el primero!
  • Sí, el camión parecía que no se acababa, jajaja.  He terminado agotado.
  • Sí, ya te vi, jajaja, las chicas quisieron ponerte a prueba.
  • Y tanto que se han divertido conmigo, sobre todo con la “máquina de pelar pescado”, jajaja.
  • No me lo recuerdes, he sufrido mucho pero no podía avísate, a mí también me lo hicieron el primer día y me puse a llorar de vergüenza como una tonta.
  • No ha sido nada, al principio me enfadé un poco pero luego lo consideré como una broma de bienvenida, jajaja.
  • Me alegro que lo tomes así.

Acompañé a la chica a ver los zapatos y luego fui hasta su casa, vivía al otro lado del pueblo y al llegar a su puerta hice mención de despedirme y ella rehuyó la cara, se dio cuenta y me sonrió mirando a la ventana, comprendí que temía que la vieran y me marché.

Rita contaba conmigo y nada más sentarme al lado de Manolo me trajo mi plato, al venir me fijé que al pasar entre las mesas los comensales la jaleaban diciéndole frases picantes a la vez que alguna mano la hacía serpentear esquivándolas, ella se reía pues sabía que todo era de broma y al llegar a mi me dijo.

  • No hagas caso a esos brutos, lo hacen para hacerme rabiar pero a mí en el fondo me gusta, son muy simpáticos y yo también los provoco, jajaja.

Lo cierto es que Rita tenía una simpatía especial, además de un trato muy amable y tierno, Manolo me lo hizo ver cuando se alejaba sorteando las sillas y me dijo.

  • ¿Abel, qué te parece el culo de Rita?
  • Muy rico.
  • ¡Eh muchachos! oíd lo que dice Abel, que Rita tiene un culo muy rico.
  • Jajajajajajajaja.

Todos rieron a carcajadas y Rita se volvió y dio la vuelta apoyándose en el respaldo de una silla moviendo el culo para mí, pude ver que debajo de su delantal, las nalgas se movían libres y me dieron ganas de cogerlas y llenarlas de carne.

Por la tarde fui a la Academia, cuando subía me crucé con varios estudiantes de diferentes edades, comprendí que como era la única Academia del pueblo aglutinaba varios cursos.

A la primera persona que vi al entrar fue a una chica, la verdad me causó una sensación rara, era desgarbada, con poco pelo y liso como clavos, la boca desmesuradamente grande y las piernas muy delgadas, además era muy alta y lisa, sobre todo lisa, era igual por delante que por detrás, aunque para hacer justicia tenía unos ojos grises muy bonitos y vestía muy elegante para lo habitual.  Al verme con cara de despistado me preguntó…

  • ¡Hola! ¿querías algo muchacho?
  • Sí, estoy buscando a don Julio, vengo de parte de doña María.
  • ¡Ah!  Entonces serás Abel, yo soy Irene, la hija de doña María.
  • Encantado, pensé que era una alumna, parece tan joven…
  • Jajaja, gracias, me has alegrado el día, ya tengo mis añitos, no creas pero sí, no aparento mis años.
  • Tan elegante y guapa -mentí- me pareció una modelo.
  • Jajaja, que adulador, pero me gustas, mi marido sabía que vendrías pero no cuando, apenas termine la clase hablará contigo, mientras, si te parece, ven al despacho y lo esperamos.

El despacho era minúsculo apenas cabían dos sillas y una mesa, el armarito con material escolar estaba colgado de la pared y ella se sentó en el sillón detrás de la mesa, se recostó hacia detrás y me miró sonriente.

  • Y dime, ¿qué te trae por el pueblo…?
  • La necesidad de trabajar, porque tengo a mi madre y mi hermana y además no quiero dejar los estudios.
  • Claro, eso está muy bien, creo que has hecho lo correcto, cuando me lo dijo mi madre y cómo me lo dijo sabía que eras un chico especial, veo que tiene buen ojo, ¡ah! y me dijo que te quedabas a dormir en su casa, sospecho que tiene “abuelitis”, jajaja.
  • Sí, me lo dijo, ansía tener un nieto o nieta.
  • Ya pero… lo veo difícil y no es por la edad, aunque ya tengo 35 años pero lo seguimos intentando…
  • ¿35 años?, no puede ser, creí que era veinteañera todavía -volví a mentir-
  • Uy, me parece que tienes muy mal ojo o… que a tu edad ya eres un seductor empedernido, jajaja.
  • De verdad, parece mucho más joven, aunque 35 años es la mejor edad para…
  • Ya, para tener hijos pero como te digo algo falla, no sé el qué, por mí no queda, lo intento con frecuencia…
  • Sí, es una lástima, a mi me gustan los niños.
  • ¿Y las niñas no?
  • Mmm sí, sobre todo las mayores que yo, jajaja.
  • Ay malandrín, eres muy pillo, seguro que ya tendrás a alguna chiquilla en el bote.
  • Noooo, qué más quisiera, a mí sólo me quieren las mayores.
  • Por algo será, a ver si dentro de este muchachito tenemos un hombretón, jajaja.
  • ¡Hola, a ver quien tenemos aquí!  Ah tú debes ser Abel, mi suegra, perdón, mi mamá política me lo anunció, espero que te gustemos, me dijo que eres muy despierto.
  • Sí, despierto sí que es, jajaja.
  • Me alegro de conocerle don Julio, sí, doña María se ha portado muy bien conmigo.
  • Espero que no la defraudes, es una buena mujer… pero ven, te enseñaré las clases y mañana ya veremos, te haré un examen y te pondré con los de tu nivel.

Me despedí de los dos, les di la mano pero Irene me besó en las mejillas, olía muy bien a colonia cara y noté sus labios presionar mi cara.

Al llegar a casa fui a buscar a doña María, la encontré en la salita revisando las cuentas que le llevó su hijo, se alegró mucho cuando le conté todo pero su pregunta me sorprendió.

  • ¿Te han mandado con la máquina de pelar…?
  • ¿Pescado?, sí por supuesto, se rieron todos de mí, me puse rojo de vergüenza.
  • Jajaja, me habría gustado verlo pero no te preocupes es una broma pesada, sobre todo pesada jajaja pero sin mala intención, la hacemos a todos los novatos.
  • Eso me tranquiliza, creí que era por mí.
  • Noooo, de eso nada, ni lo pienses, es una costumbre un poco fuerte pero si, la gente espera a que llegue uno nuevo y se la hace, ya verás cuando la hagas tú.
  • No sé, lo dudo.

Estuve con ella un rato y cuando me fui me crucé con Regina, venía de mi habitación y le conté lo mismo.

  • Ya me imaginaba, lo de la novatada es verdad, se lo hacen a todos pero me alegro que lo hayas pasado bien, ya te acostumbrarás y además ya has conocido a Irene y a su marido.
  • Sí, es muy… amable.
  • Ah, creí que ibas a decir guapa.
  • No, bueno, sí, no sé pero es simpática.
  • Eso sí, la chica no es nada agraciada, se casó con Julio, él era el maestro del pueblo y cuando la conoció y sobre todo cuando supo el dinero que tenía se casó con ella sin pensarlo dos veces, enseguida montaron la academia y ahora triunfa como el director, jajaja, yo no los veo como una pareja feliz.
  • Es una lástima que no tengan hijos, a doña María…
  • Claro, está loca por tener nietos pero tampoco puede contar con su hijo que es un Casanova y va de flor en flor.
  • Nunca se tiene todo.
  • Qué me vas a contar… por cierto te he dejado en la mesita unos paquetes de pañuelos de papel por si te “constipas” de nuevo…
  • Lo siento, no pensé…
  • No te preocupes, es normal, te guardaré el secreto.

Estaba rendido y me acosté enseguida, al momento ya estaba dormido, puse el despertador cerca de mi cama para oírlo sin falta pero muy temprano, todavía clareando abrí los ojos, debió ser por el miedo a no oír el reloj que me desvelé, estuve dando vueltas y nada, hice repaso del día anterior y me acordé de la morena del pescado, de su risa descarada cuando le llevé la caja pesada, de la tímida Lidia y sobre todo de Elsa, la mujer se había quedado a punto de cogerme la polla cuando entró Justino y me privó de ver las tetas de la mujer madura.

Con estos pensamientos la polla se despertó todavía más que yo y la tuve que coger y darle unos meneos, quería estar despejado y no pensar en otra cosa que en el trabajo, había muchas chicas y todas ellas tentadoras.

Los pañuelos estaban en su sitio y desplegué uno y lo rocié de semen, lo envolví y lo eché al suelo junto a la mesita, al rato noté que la puerta se abría y Regina me susurraba.

  • Abel…  ¿Estás despierto?  Te traigo un vaso de leche calentita.
  • Pase Regina, ya me desperté con el temor al despertador.
  • Toma, aún es pronto, duérmete que yo estaré atenta pero… ya veo que te has vuelto a “constipar”, trae me lo llevaré.

Regina se guardó el pañuelo lleno de leche, lo volvió a guardar entre las tetas aunque esta vez no estaba reseco, acababa de llenarlo y se pegaba en los dedos.

  • No tiene importancia, me recuerdas a mi hijo.
  • ¡No sabía que tenía un hijo!
  • Sí, más o menos de tu edad pero está con su padre.
  • No lo sabía ¿y no prefiere estar con usted?
  • Sí, claro pero es mejor para él, es una larga y triste historia, tuve que separarme de él, sólo me queda el consuelo de que lo hice por su bien, estudia para cura.
  • Vaya, pues si que…
  • Sí, él hacía lo mismo que tu, recuerdo que también tiraba los papeles al suelo, yo los recogía y los guardaba, los tengo todos, manchados de leche reseca pero todos, es el único recuerdo que tengo de él, hasta que un día…
  • ¿Qué pasó?
  • Lo inevitable, que lo pillé infraganti, no lo hice adrede pero al verlo sobre la cama con su pollita en la mano…
  • Comprendo, debió ser violento.
  • Sobre todo decepcionante, la tenía pequeña y al verme se le bajó, se puso a llorar, no sé si de vergüenza o de rabia y ya no volví a recoger los papeles, ya no los tiró más.
  • Pobre, sería un trauma para él, yo de momento no tengo ese problema.
  • Me alegro, pero no abuses, no debe ser bueno hacerlo todos los días, también se lo aconsejé a él.
  • Ya lo intento pero muchos días tengo que relajarme más veces.
  • ¿De verdad quieres decir que acabas de… ya sabes y ya podrías volver a…? no puede ser.
  • De verdad no le engaño, ahora mismo al verla ya me siento… “inquieto”.
  • Jajaja, pero hombre, si sólo llevo un camisón de lo más casto.
  • Por eso, a mi me gusta más imaginar que ver.
  • A mí me pasa lo mismo, si te digo la verdad me has intrigado…
  • No me diga… que me guste lo que pueda tener una mujer guapa debajo del camisón es lógico pero…
  • Pues a mí me pica la curiosidad de lo que habrá debajo de la sábana de un chico joven y guapo.
  • Bah, lo normal, quizá un poco más…
  • Me gustan los “mases” ¿me dejas curiosear?
  • Como quiera, pero luego no se ría.
  • No creo… ¡ooooh! Abel, ¡Dioos, eso se avisa!

Puso la mano sobre el bulto que se marcaba y tiró despacio la sábana hasta descubrir la polla tumbada sobre mí.

  • ¡Madre mía!  Si no lo veo no lo creo, que poder de recuperación.
  • Ya ve, podría hacerme dos y tres pajas seguidas, no lo puedo remediar.
  • No me lo creo, además no debe ser sano, la primera no digo que no pero ya dos…
  • Ya ve, sólo viéndola a usted y…
  • Me encanta que sea por mí, es hermosa, grande, gruesa, una maravilla… me gusta…

La mujer hizo sitio para que retirara la sábana del todo y me bajé los calzoncillos, la polla saltó casi vertical y la cogí al vuelo, la empecé a mover lentamente retirando el prepucio, ella la miraba hipnotizada y seguía mi mano con la cabeza, le notaba cómo tragaba saliva y al final se decidió.

  • Me gustaría ayudarte, ¿puedo?
  • Claro cójala.
  • No, no, sólo quiero acompañarte, pondré mi mano sobre la tuya.

Regina me cogió el puño y me acompañó mientras yo me pajeaba, su mano viajaba a lo largo de mi polla desde el capullo a los huevos y vuelta, lo hacía despacio y no apartaba la vista del capullo cuando se tensaba el frenillo.

Poco a poco fui aflojando la mano y mis dedos se fueron retirando de debajo de los suyos, ésta fue relevándome y al rato era ella la que me agarraba la verga con la mano apretada, yo la acompañé un poco más cogiéndome el tronco y dejándole la punta a ella hasta que solté y fue toda suya.

Al principio lo hacía con torpeza pero cuando notó que prefería que me acariciara el capullo lo hizo rodeando el anillo del glande, se colocó de manera cómoda y siguió masturbándome tranquilamente, yo le rocé el brazo y ella lo retiró a su espalda dejándome el camino libre hacia su teta.

No tardé en rodearla, estaba dura y caliente, la apreté y sentí que se estiraba haciéndose cónica, sobre la tela del camisón era difícil avanzar y seguí sobre él,  la polla estaba cada vez más dura y amenazaba correrse, ella lo esperaba de un momento a otro pero yo al ser la segunda paja ya no tenía mucha prisa.

  • Mmm, sí que tienes aguante chico, nunca vi durar tanto.
  • Es que lo hace muy bien.
  • ¿De verdad?, si quieres que te lo haga de otra forma dilo…
  • No, siga así pero si me motivara un poco…
  • ¿Qué quieres decir?

Le apreté la teta y comprendió, se incorporó y se subió el camisón acercando el culo a mi altura, yo metí la mano por debajo de ella y alcancé las dos tetas por debajo del camisón, colgaban como campanas y al momento le cayó mi pañuelo mojado, estuve amasando las dos frutas colgantes, les hice salir a los pezones hasta ponerlos duros.

Al notar la humedad en mi capullo supe que había acercado los labios y había mojado con saliva, notó la aspereza del capullo y lo remedió de momento pero no tardó en estar seco como antes y lo solucionó de manera definitiva, abrió la boca y se metió el capullo entero, separé las piernas y su lengua bajó a lo  largo de mi polla hasta los huevos, lo hizo tantas veces que la polla amenazaba en reventar, ella frenaba y me besaba en la ingle y volvía a empezar, me estaba dando una mamada antológica.

Mi mano notó entre las tetas la humedad que dejó mi pañuelo y siguió bajando por su estómago, en él se notaban las chupadas a mi verga y un poco más abajo el ombligo se marcaba en medio de un vientre apenas prominente para luego subir otra vez hasta notar una mata de vello rizado que enredaron mis dedos.

Regina sin dejar de chupar separó las piernas un poco, los dedos siguieron apartando la goma de las bragas, me di cuenta de que el vello púbico lo llevaba recortado.

La mujer de rodillas sobre mi sábana colgó sobre sus riñones el molesto camisón, pude ver las bragas negras que entorpecían mi avance, ella comprendió a que se debía mi pausa y con la mano libre tiró de ellas hasta que quedaron enganchadas entre las rodillas.

Al pasar un dedo desde su cintura hasta la entrepierna por detrás, un escalofrío erizó su piel, volví hacia atrás y fui abriendo las nalgas gemelas entreteniéndome en el culo, ella lo movió intentando zafarse de mi dedo pero rodeé varias veces el agujero antes de seguir, al llegar a la rabadilla el olor a coño húmedo me lleno la nariz y volví a bajar, ésta vez ya no se movió al notar la yema del pulgar presionar el orificio oscuro.

Quizá la defraudé cuando seguí hacia abajo pero entre los labios menores me detuve, las rodillas volvieron a tensar más las bragas ya a punto de desgarrarse pero mi dedo siguió, separé los labios y encontré el clítoris completamente duro, ya para entonces la cabeza de Regina subía y bajaba tragando polla hasta la nariz, estaba desesperada porque no me corría en ella pero yo estaba relajado y mis dedos seguían aventurándose entre los labios de su coño.

Hice una pausa para mojarme los dedos, mojé dos y uno se dirigió directamente a la vagina, el otro al mismo tiempo se alojó en el culo, por un momento dejó de chupar, esperó con la boca llena hasta que seguí moviéndome, apenas saque unos milímetros cuando volví a entrar como una exhalación.  Los dos dedos se hundieron hasta adonde pude y se movieron a la vez encontrándose en el interior  apenas separados por un pared sedosa.

Regina levantó la cabeza buscando aire y cayó sobre mí, su cara se incrustó entre mis huevos y la polla, encogió las piernas contra su pecho y dejó el culo a mi voluntad.

Los dedos se alternaban, por momentos se juntaban dos o a veces tres tanto en el culo como en el coño, los gemidos ahogados por mis huevos se oían mezclados con jadeos hasta que un temblor la sacudió de pies a cabeza, los muslos le vibraban y las nalgas palpitaban, mi mano recibió una oleada de flujo que permitió meter los cuatro dedos mientras que el pulgar pulsaba el clítoris.

  • Por favor, ten piedad, no puedo más, me va a dar algo, me corrooo, Dios mío, no puedo resistir esto, es demasiado, ¡y con un crío! pero que bien lo haces canalla, sigue cariño, sigue que me corra otra vez, ¡ya me viene, yaaa! ¡Madre mía, cuánto tiempo!
  • No te preocupes, disfruta lo que quieras porque yo no terminé  todavía.
  • ¡Por todos los santos, que aguante! pareces un semental y que polla tienes, ¡eres un potro salvajeee!

Cuando se recuperó un poco siguió chupando la polla que la esperaba pegada en su oreja, la cogió con dos manos a la vez, la tragó hasta la raíz y aspiró, la visión del culo abierto, las tetas colgando, los pezones mirando al suelo duros como piedras y mi polla desapareciendo entre sus labios me motivaron de verdad y noté que me iba a correr en su boca.

Me relajé con las piernas abiertas dejando que lamiera a capricho y cuando la leche ya venía de camino sacó la polla y me gritó…

  • ¡Abel, el papel, el pañuelo!
  • ¿Qué papel?
  • ¡Cual va ser, el de la mesita!

Alargué la mano y le di un puñado, la leche estaba a punto de asomar como un volcán pero ella volvió a meter el capullo en la boca y recibió toda la riada de semen.  Esperó hasta la última gota y con la boca llena y los mofletes hinchados la dejaron caer en el pañuelo, luego me sonrió golosa y me dijo:

  • Este pañuelo me lo guardaré para siempre junto a los otros tuyos.
  • ¡Si ya tienes los de tu hijo! ¿para qué quieres los míos?
  • Aquellos los tiraré a la basura en cuanto vuelva a mi habitación.  Has sido una bendición, me gustaría seguir…

En ese momento el despertador se encabritó tocando la alarma, Regina saltó al suelo dejando la polla todavía vertical y se estiró el camisón, ella misma se bebió la leche que trajo para mí y se volvió a colocar ahora los dos pañuelos llenos de leche fresca entre las tetas y salió deprisa sin hacer ruido, antes de cerrar me miró y me hizo un guiño.

El segundo día ya iba más preparado y con más ánimo, ignorante de mí pensaba que ya era un veterano y no era así, todavía me tenían que pasar muchas cosas para poder presumir de eso…

Continuará.

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