Por culpa de la oveja negra (13)

Abandoné mi casa con mucho pesar pero en mi nueva vida encontré esperanzas y horizontes nuevos, conocí a personas muy interesantes y me prometí adaptarme pronto.

Al levantarme por la mañana fui a ducharme, me crucé con mi hermana que salía en ese momento del baño, iba maquillada para salir pero liada con la toalla, me lanzó un beso al aire y se abrió un poco para enseñarme su teta, se tapó enseguida y echó a correr a su cuarto.  Encontré el baño empañado por la ducha de mi hermana y me puse debajo del agua, luego ya vestido salí de mi habitación y coincidí otra vez con Feli que ya estaba preparada para irse, cuando llegamos a la cocina para desayunar nos miramos sorprendidos.

Nada parecía igual, la cocina arreglada, sin nada por el medio y el desayuno preparado en la mesa como si fuera un restaurante de mucha categoría pero lo más sorprendente fue que mi madre estaba peinada y vestida con una bata que hasta ahora no habíamos visto.  Nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja y nos invitó a sentar.

  • Ya tenéis listos los desayunos, Feli a ti te he puesto esos bollos que tanto te gustan y a ti Abel te puse croissant y café con leche, espero que esté de vuestro agrado.
  • Gracias mamá pero no hacía falta…
  • De ninguna manera, hoy empezamos una nueva vida, veréis como es vuestra madre, se acabaron las zapatillas y las discusiones, vamos a ser una familia modelo.
  • Gracias mamá, no esperaba menos de ti pero…  desayuna también con nosotros.
  • No, luego lo haré.

Mi hermana desayunó rápido, ya iba con retraso y yo me quedé terminando, al marcharse mi hermana el semblante de mi madre cambió, de repente se mostró triste y callada, fui a levantarme para ayudarla como todos los días y me apartó.

  • Déja, déja, lo hago yo, esto es parte de mis obligaciones, ya sé el lugar que ocupo en esta casa.
  • Pero bueno Hortensia, ¿por qué te pones así?  Sabes bien mis intenciones, quiero llevar la casa a mi manera y para eso necesito vuestra ayuda, la tuya especialmente, te necesito a ti y hoy me has dado una alegría al ver el cambio que hiciste.
  • Si y yo también, cómo anoche, que no me hiciste caso…
  • ¡Ah, vamos, ya salió el enfado!
  • No es enfado, es decepción.

Mi madre se puso a recoger los cubiertos del desayuno, se alargó apoyándose en la mesa para llegar a los más distantes y la cogí por detrás, la rodeé por la cintura, me incliné sobre su espalda y le dije al oído.

  • Vaya, mi Hortensia está mimosa… ya sé lo que te gustaría, que te dé los buenos días, ¿no?

No se movió, plantó las manos sobre la mesa y quedó esperando, mis manos pasaron por debajo de sus brazos y, cogiendo las dos tetas a la vez, la atraje hacia mí, se incorporó y ladeó la cabeza, la besé en el cuello y le susurré al oído.

  • Hortensia, acércame la mantequilla que sobró.

Maquinalmente recogió los restos de la mantequita y me los pasó, levanté la bata y pasé la mano por la espalda hasta la nuca, la sentí estremecerse y cuando se apoyó nuevamente sobre la mesa le bajé las bragas que cayeron al suelo inertes, con un pié las saqué de entre sus piernas, luego le rocé un pie con el mío y lo separó del otro, la bata la enganché en su cinturón y con la mantequilla embadurné la raja entre sus nalgas, también reservé un pegote para ponérmelo en el capullo y cuando lo tuve repartido le devolví el platillo.

Me había bajado el pantalón hasta las rodillas y me acerqué más a ella, noté cómo le temblaban las caderas al notar el frescor de mi mantequilla y aspiró aire.  Pude notar que me deseaba porque apenas tuve resistencia, la mantequilla obró el milagro y pronto estuve adentro, cuando soltó el aire con un largo suspiro acabé de entrar hasta el fondo.

Hortensia se aferró a la mesa y apoyó el pecho sobre el tablero, levantó el culo y separó todavía más las piernas, cogido a sus caderas me moví lentamente, sus gemidos fueron aumentando hasta que me gritó.

  • ¡Abel, te lo ruego, fóllame fuerte, no puedo aguantar éste tormento, rómpeme el culo!

Salí y entré de golpe cómo me pedía, las botellas y los vasos bailaron sobre la mesa, ella se aprestó a sujetarlos y no dejé de hundirle la polla hasta los huevos.  Se corrió con un vaso en cada mano y yo seguí por un momento más aunque la emoción de ver la respuesta de mi madre me pudo y noté que me iba a correr.

Hortensia también lo notó en su interior y un instante antes de que lo hiciera se movió y se puso de rodillas delante de mí, sin pensarlo metió la polla en la boca y empezó a chuparla con glotonería.

  • Hortensia me voy a correr, me encanta lo que has hecho pero ¡acabo de sacártela del culo y te la llevas a la boca!, ¿ya fuiste al servicio?

Con la cabeza me dijo que sí, quedé impresionado al ver la dedicación que le ponía a todo y la pasión con que me chupaba la polla, ya no podía retener más y me puse rígido para llenarla de leche pero ella alargó la mano y cogió uno de los vasos, sacó la polla de la boca y puso el vaso delante del capullo, todavía le dio dos meneos y un chorro de leche entró en el vaso.

No dejó que cayera nada al suelo, las ráfagas lácteas se escurrían por las paredes del vaso hasta cubrir totalmente el fondo, cuando ya no me salía nada rozó con el vaso mi capullo y recogió hasta la última gota, luego miró dentro del vaso y se lo bebió de un trago.

  • ¡Aaaah, delicioso!, esto sí es un buen desayuno, gracias Abel.
  • De nada, ha sido un premio muy merecido, has hecho un buen trabajo.
  • ¿Te refieres a la mamada?
  • No Hortensia, también me refiero al cuidado de todo.
  • Así será de ahora en adelante.
  • Me alegro, ahora te dejo porque tengo que ir a ver a la dueña del Súper Mercado, me dio esperanzas de trabajo, incluso en los estudios y no quiero defraudarla.
  • Está bien hijo, aprovecha las oportunidades que te da la vida.

Me fijé en la hora, llegué justo cuando las tres personas que subían al autobús desaparecían en el interior, en dos zancadas subí y el conductor me dijo…

  • Por un pelo chaval, no has llegado tarde por un pelo.
  • No lo crea, no tenía ni uno.

El conductor no me entendió pero me sonrió, no le quise aclarar que el culo que acababa de llenar no tenía ni un pelo, además no me habría creído.

El pueblo estaba relativamente cerca, era adónde íbamos a comprar lo que no encontrábamos en el mío, había tiendas variadas, zapaterías, confección y sobre todo el Súper Mercado que estaba en la plaza Mayor, entré y me dirigí a la primera cajera que vi.

  • Perdone señorita, vengo buscando a doña María.
  • ¿Doña María… la dueña?
  • Sí, claro, ¿adónde puedo encontrarla?
  • Voy a ver si ya ha llegado…

La chica, muy amable, llamó por teléfono y me dijo que todavía no estaba en la tienda  pero cómo le insistí llamó al encargado, cuando lo vi llegar me pareció un actor de cine de moda, iba repeinado con gomina y pulcramente vestido, al explicarle a lo que iba sonrió y me dijo.

  • ¡Ah sí, ya me habló mi madre de ti! pero no vino esta mañana y no creo que venga ya, si quieres acércate a casa y hablas con ella, se alegrará de verte, ¡ah soy Federico!, su hijo y gerente del negocio.
  • Encantado, yo soy Abel, mucho gusto.

Con la dirección que me dio fui y me encontré con una casona antigua pero recién rehabilitada, con puertas y ventanas de madera vieja que daba a dos calles, llamé en una puerta lateral y no me abrieron, esperé un rato y la señora del bar de enfrente me gritó…

  • Si buscas a doña María ve por la puerta principal, al volver la esquina.
  • Gracias señora.

En el portalón de la casa la aldaba sonó como una campana mayor, al momento se oyeron pasos y una señora vestida sobriamente me abrió, me recibió con una sonrisa, ya sabía que llegaba por Federico y me pidió que la siguiera, pude observar que aunque parecía mayor se movía con agilidad, al llegar a un pasillo con mucha luz que daba a un jardincillo la vi de cerca y me pareció que tendría sobre los cuarenta años.

  • Pasa, doña María te espera.
  • Gracias.

La señora tuvo la intención de levantarse pero corrí a su lado y le di la mano, ella amagó a besarme en la mejilla y me sentí torpe, la sonrisa que me regaló me dio confianza y le conté mis planes, ya había hecho indagaciones y había hablado con Federico, éste le dijo que, de momento, no tenía previsto coger gente pero ante la insistencia de la madre le aseguró que me buscaría un hueco en algún sitio.

Me prometió que estaría pendiente de mí, que iría ascendiendo cuando hubiera una plaza mejor y que, si tenía aptitudes alcanzaría un buen puesto pero, por el momento estaría en el almacén.

Sobre los estudios cambió de cara, me cogió la mano y me dijo ilusionada, como en secreto, que había hablado con su hija y ella con su marido y aunque el curso estaba empezando me reservaría una plaza y lo mejor, que se adaptarían a mi horario.

Yo estaba encantado, casi más que ella pues no terminó ahí sino que me ofreció una de las habitaciones que tenía desocupada para que pudiera vivir allí.  La casa era inmensa y le sobraba espacio, también me ofreció comer allí pero no quise abusar y me abracé a ella en agradecimiento, cuando nos separamos vi que había llorado, entre hipos me dijo que siempre quiso tener un nieto pero que Federico era soltero todavía e Irene no podía tener hijos, me emocioné al verla y casi lloro con ella.

Estuve todo el día por el pueblo, comí un bocadillo y quise acercarme a la Academia, la vi por fuera y me gustó, estaba en un piso y había bullicio, un letrero luminoso la anunciaba, ofrecía clases de todos los niveles y los horarios eran completos, hasta nocturnos.

Tomé el autobús de la tarde y coincidí con el mismo conductor, éste me reconoció y nada más verme se echó a reír, me confesó que estuvo todo el día intentando comprender lo que le dije, que sólo en el viaje anterior lo entendió y se rió a carcajadas asombrando a los pocos viajeros que llevaba.

Al llegar a casa me deslumbré, mi madre había preparado la mesa del comedor como en Navidad, había comprado de todo y cocinado una cena especial, mi hermana también había colaborado y estaba todo perfecto.

  • ¡Vaya!, ¿qué se celebra en ésta casa?
  • Vamos a celebrar la nueva etapa, el comienzo de una nueva vida, los tres juntos, todos a una.
  • ¿Cómo los Mosqueteros?, jajaja.
  • Eso, como los Mosqueteros, jajaja, siéntate y verás.

Las dos empezaron a sacar comida delante de mí y al final mi madre se fue con sigilo y regresó con una botella de vino espumoso.

  • Lo escondí, ya sabéis porqué pero hoy es un día especial y hay que celebrarlo cómo se debe.
  • Pues todavía no sabéis todo… he encontrado trabajo y además una academia para estudiar y lo mejor, que me ha ofrecido una habitación en su casa para quedarme durante la semana.  ¿Qué os parece?
  • Wow, estupendo, eres genial hermano pero… eso de quedarte toda la semana… estaremos solas… no me gusta nada.
  • Tranquila Feli, vendré los días festivos, no te preocupes.
  • Sí, eso lo dices ahora pero pronto te olvidarás de tu madre y de tu hermana, ¿verdad Feli?
  • No digas eso mamá...
  • Venga no digáis tonterías, vamos a cenar y celebrarlo, estamos felices y contentos y vamos a disfrutar.

La cena fue fantástica, nunca vi tanta comida en mi casa como ese día y la botella desapareció en un momento, mi madre y Feli fueron las que más bebieron y cuando quise darme cuenta, estaba vacía, se mostraban eufóricas y reían por nada, las dos me adulaban y estaban contentas con mis noticias.

Luego de cenar nos sentamos a tomar un café en el sofá, mi madre sacó las tazas de cuando se casó y brindamos por el futuro.  Me sentía un rey rodeado por las dos y puse un brazo sobre cada una de ellas.

  • ¡Ah!, ¿sabéis una cosa?  Me siento feliz de teneros conmigo, después de un tiempo muy triste la familia se vuelve a unir, ahora ya todo es diferente, tenemos a un hombre…
  • Venga mamá no exageres.
  • Sí, mamá, tienes razón, ya tenemos a un hombre nuevo en casa, ¡mira, si ya le ha salido bigote!, jajaja.
  • No te rías Feli, mi bigote parece sólo una carrera de hormigas.
  • Nooo, eso quisieras, ya estás hecho un hombretón, mira mamá si hasta tiene pelillos en el pecho jajaja.
  • ¿Sí?, jajaja pues es verdad, vaya pelambrera, parece un oso.
  • Haced el favor, no os burléis de mí.
  • Sí, un oso pero con tetillas, mira cómo se le ponen.

Mi hermana abrió la camisa y descubrió cuatro pelillos que tenía en el pecho y rodeó con el dedo la tetilla que tenía a su lado, enseguida el pezoncillo se me marcó, entre risas siguió  tirando de él a la vez que mi madre me pasaba el dedo por el pecho hasta el estómago.

  • Jajaja, mira que pechote tiene mi hombre, jajaja.
  • Estaros quietas, dejad las cosas como están.
  • Parece que fue ayer cuando le limpiaba el culo ¿te acuerdas Feli?
  • Claro y cuando lo hacías muchas veces se meaba, parecía una fuente, sí.
  • Ah y la pollita se le ponía dura, jajaja, tiraba un chorro hacia arriba, más de una vez me mojó.
  • Me acuerdo cuando le limpiaste la pielecita, vaya cómo se le puso, jajaja.  No podías bajarla.
  • ¿Te acuerdas Abel, no dices nada?
  • Dejad el tema, de eso ya hace mucho.

Entre las dos, cargadas con la bebida, se burlaban de mí y me provocaban, yo intentaba mantenerme frío pero ellas me lo ponían cada vez más difícil, una a cada lado se reía frente a mi aplastando sus tetas en mis brazos, yo hacía esfuerzos sobre humanos para no pensar en nada pero lo que tenía que pasar pasó.

  • Era un caso, cuando le tenía que poner pomada en el culo hasta los huevecillos se le irritaban, estaba regordete, menos mal que cuando hizo el estirón…

Mi hermana me puso la mano en el muslo y me miró de reojo, disfrutaba de verme sufrir, el vino y las ganas le hacían hablar demasiado y lo peor es que mi madre estaba igual, en un momento que se giraron hacia la mesa cogí la polla y la puse vertical, cuando mi hermana volvió a tocar el muslo se extraño que no tuviera nada y me inspeccionó.

  • ¡Mira mamá, hablando del rey de Roma!...
  • ¡Ooooh!  ¿eso es lo que parece?
  • No sé, no estoy muy informada, jajaja.

Las dos miraban mi cintura, por debajo de la hebilla del cinturón asomaba tímidamente el capullo, ya bastante rojo y ellas juntaron sus cabezas para verlo mejor.

  • Parece que el chiquillo ha crecido mamá.
  • Lo que no sabemos es cuánto, jajaja.
  • Eso es fácil saberlo, ¿te animas?
  • Chicas, no os paséis, dejad las cosas en su sitio porque es peligroso.
  • Jajaja, encima fanfarrón, jajaja.

Las dos estaban desatadas y como en un juego intentaban pasar un rato divertido, tanto una como la otra sabía muy bien cómo era y cómo funcionaba pero se hacían ignorantes para demostrar a la otra lo que escondía.

Mi madre paseaba los dos dedos como andando por mi pecho  recorriendo las tetillas y el estómago pero cada vez iba bajando más y más hacia el ombligo, mi hermana se acercaba y me mojaba con saliva los pezones y los soplaba luego, yo estaba aplastado por las dos con los brazos entumecidos por su tetas.

  • Feli, ¿te acuerdas cuando le daba de mamar?, qué glotón, creo que todavía tengo algún morado en las tetas.
  • ¿Es posible?, jajaja sí, será capaz, jajaja.

Mi madre separó y abrió su blusa y metió la mano en el sujetador y sacó una teta, pinzó el pezón con dos dedos como cuando me daba de mamar y me lo acercó a la boca.

  • ¡Toma, chupa, chupa, como cuando eras bebé!, ¿te acuerdas Abel?
  • Si apretas tanto te va a salir leche, jajaja.
  • Qué va, eso quisiera yo, espera a ver…

Mi madre insistía apretando la teta a escasos centímetros de mi cara y mi hermana se tronchaba de risa.

  • Pues no me sale ya, aunque a veces me noto húmeda, ¿tú no?
  • Yo no pero también me apreto por si acaso, me gustaría tener leche, a ver yo…

Mi hermana se subió la camiseta y nos mostró el sujetador de encaje que acababa de comprarse.

  • Sí tienes buen gusto hija, te habrá costado un ojo de la cara.
  • No mucho pero, ¿te gusta?
  • Claro, a ver déjame verlo del todo.

Feli se quitó la camiseta por la cabeza y sus tetas aparecieron embutidas en aquella prenda preciosa.

  • Mmm muy bonito pero no debes llevarlo tan flojo, las tetas te bailarán, no sabía que te habían crecido tanto.
  • Que va, aunque un poco más que a ti, sí.
  • De eso nada, yo tengo más que tú y todavía más altas.
  • Jajaja, eso quisieras, a ver…

La competición había comenzado, yo de espectador a muy poca distancia me divertía viendo a las dos competir haciendo teatro, estaba esperando el momento propicio para atacar a las dos y poner orden y esto llegó cuando las dos se quitaron los sujetadores y mostraron sus tetas encaradas a poca distancia.

  • Bueno ya está bien, me estáis poniendo malo, presumís de tetas y sólo yo puedo opinar, dadme una cada una y os calificaré, ¿os parece bien?
  • Sí, pero sé imparcial.
  • Por supuesto pero de lo que yo opine ninguna replicará y acatará mi decisión.

No hace falta decir que estuve tocando una y otra a voluntad, les pellizqué los pezones, las besé, las lamí y las chupé a placer, las amasé comparando la dureza, la elasticidad y la firmeza, ellas cerraban los ojos gozando de mis exámenes y de vez en cuando se les escapaba algún gemido.

En un momento llegué a tenerlas a las dos en las manos, ellas se apoyaron en mi cintura y ya no hablamos más, una se ocupó del cinturón y la otra de la cremallera, la polla salió disparada y las dos se aferraron a ella, madre e hija se la repartieron cada una de una punta y fueron alternando los movimientos, la verga les sobresalía un poco de los puños y mi madre se inclinó y lamió la gotita que aparecía.

  • ¡Por Dios, que polla tienes, cómo has desarrollado el palo!

En ese momento mi hermana era la que tenía el puño cerrado más cerca  del capullo y lo abrió cambiando el puño por la boca, mi madre no se retiró sino que se apoderó de mis huevos, lamiéndolos sin soltar su trozo de tronco.

Me eché hacia atrás en el sofá, cada una tiró de un camal y los pantalones desaparecieron junto a los calzoncillos, mis manos ya no se dedicaron en exclusiva a sus tetas, ampliaron territorio y bajaron por sus espaldas hasta llegar a sus culos, por debajo de sus faldas apartaron a un lado las bragas y dos dedos de cada mano desaparecieron en sus vaginas, las dos intensificaron las chupadas cuando sintieron que entraba despacio pero directo.

Me dedicaron una mamada a dos que apenas pude frenar hasta que, cuando ya se disputaban el capullo, solté todo lo que retenía y con presión, las caras, los ojos y el pelo se impregnaron de manchas blancas y espesas.

Fue como el pistoletazo de salida, las dos se quitaron las faldas y las bragas arremangadas y se disputaron a ver cual se sentaba sobre mi primero, esperé a estar en plenas condiciones y puse orden.

  • Ya vale, ahora me toca a mí, tú Felisa, ponte sobre mí dándome la espalda y tú Hortensia chúpame los huevos y la polla según le salga a Feli, de paso le lames el coño, ella te lo agradecerá.
  • Mmm, lo que mandes Abel.
  • ¿Quieres que cabalgue yo o me la metes tú?
  • No, salta tú y cuanto más te la metas mejor.
  • A la orden.

La agilidad de mi hermana era portentosa pero la lengua de mi madre no se quedaba atrás, al poco rato sentía menos la lengua en los huevos y en cambio me mojaba más del flujo que le salía a mi hermana del coño, mi madre le estaba dando un repaso en el clítoris que le provocaba orgasmo tras orgasmo.

Cuando le tocó subir a mi madre le hice señas a mi hermana para que trajera algo de la cocina, ella entendió mi idea y volvió con un calabacín.  Mi madre se sentó sobre mí, lo hizo metiéndose la polla en el culo y fue haciendo círculos con las caderas, le pedí que abriera bien las piernas, Feli ya venía con la hortaliza aceitada y se la puso en la entrada del coño, apenas empujó dejó de saltar, se miró entre las piernas y vio más de media barra verde entre sus labios, gritó de alegría, se había cumplido uno de sus sueños y me lo agradeció saltando a galope.

Mi hermana se acercó y le dio las tetas para que las chupara a la vez que botaba, no las despreció y los pezones de Feli se pusieron duros y rojos como fresones.  Ella sujetaba las mamas maternas para que no saltaran y las retorcía en compensación.

Mi madre mojó mis pies y los de mi hermana al correrse, no se privó y encharcó el suelo, al verlo mi hermana dio por hecho que era su turno y quitó a mi madre, se sentó y se penetró también por el culo, mi madre no quiso que no probara la experiencia y con el mismo calabacín folló a mi hermana, ésta gritó por el tamaño pero mi madre estaba decidida y no dejó de echar aceite y presionar hasta que lo vio desaparecer en su gran parte.

Feli no se contuvo y cuando mi madre empujaba arrodillada, se corrió en su cara mojándole hasta el pelo, yo no pude resistir y lo anuncié, mi hermana se levantó sin apenas desaparecer los efectos del orgasmo pues mi madre tiraba de ella y se sentó en su lugar, quería que la llenara de leche y lo hice en el coño, ella a su vez se frotaba el clítoris con furia y me alcanzó justo cuando le cogía las tetas por detrás y las exprimía al correrme.

Hortensia siguió saltando sobre mi hasta que mi polla fue decayendo y salió arrastrando tras de sí los girones de semen y flujos.  Se masturbó frente a mí y mi hermana y se corrió escandalosamente.

Quedamos extenuados revueltos sobre el sofá, mi madre estaba mojada desde las tetas hacia abajo y se extendió sobre el asiento para refrescarse, mi hermana se recostó sobre mi apoyando la cabeza entre mis piernas y la polla caída, yo quedé sentado con los brazos abiertos sobre el respaldo, estaba satisfecho, acababa de conseguir varias cosas, además de haber disfrutado sexualmente con dos mujeres de bandera, me complacía comprobar que las dos acataban mi cargo de cabeza de familia y se plegaban a mis mandamientos y otra cosa que me regocijaba era que se había resuelto un problema que me angustiaba y que las dos resolvieron de un plumazo o mejor aún, con un “juego inocente”.

Consideraba que fue producto de un momento en que el vino y la carga sexual de todos, aderezado por los recuerdos  y el ambiente cómplice de la familia dio como resultado que los tres ofreciéramos lo mejor de nosotros mismos sin ninguna recriminación por nada.  No sabía en el futuro cómo se iba a gestionar la velada especial pero el hielo estaba roto y las dos estaban de acuerdo, ahora éramos tres personas unidas por dos vínculos y eso nos unía todavía más.

Cuando se nos pasó el acaloro nos levantamos, cada uno recogió su ropa y nos dirigimos a nuestras habitaciones, ya estábamos entrando en ellas cuando Hortensia se asomó y me dijo…

  • Abel, dúchate y ven a mi cama me gustaría que me hicieras compañía.
  • ¡Ah, gracias!
  • ¿Qué lo dudabas? ¡y por supuesto tú también Feli!
  • Mmm, encantada.

No tardamos mucho, nos duchamos juntos mi hermana y yo sin comentamos nada de lo que pasó, uno al otro nos enjabonamos y enjuagamos, salvo algunos toqueteos casi inocentes no pasamos de ahí y volvimos a la habitación de mi madre, Hortensia ya estaba lista, se había duchado en su baño y después de abrir la cama nos esperaba sobre ella desnuda.

Fue una noche completa, mi madre disfrutó como nunca igual que nosotros y cuando nos dormimos ya clareaba el día.  Al despertarme comprendí que lo ocurrido no era fruto de un calentón fortuito y me alegré.

El lunes me levanté pronto, como ya era costumbre el desayuno ya estaba en la mesa, desayuné con mi hermana que me dijo…

  • Te deseo mucha suerte hermano pero ten cuidado, si puedes llámame por teléfono y me cuentas cómo te van las cosas.
  • No te preocupes, creo que son buenas personas.  ¡… y tú también, cuídate y hazme caso sobre lo que te dije!
  • Descuida, no tendrás queja y procura venir lo antes posible, sabes que te esperaré en mi cuarto.

Mi madre había salido al banco para darme dinero para mi manutención y cuando volvió muy contenta me enseñó el extracto de la cuenta.

  • ¡Mira Abel, nos han hecho una transferencia, es una buena cantidad, adivina quien lo hizo!
  • ¡Bravo por mi padre!  Es un hombre de palabra, espero que tú también lo seas y hagas lo que te dije.
  • No te preocupes, Abel, soy muy obediente cuando me lo manda mi hombre y tú lo eres, contaré los días que faltan para que vuelvas, sabes que tienes un sitio en mi cama.
  • No tardaré, os quiero a las dos.
  • Te acompaño al autobús y te ayudo con la maleta.
  • Y yo también, Abel déjame a mí la bolsa de los libros.

Me acompañaron las dos, yo iba escoltado por las dos mujeres y cuando subí al vehículo el conductor que había visto cómo me despedía de ellas entre abrazos y besos me dijo sonriendo…

  • ¡Otra vez tú, el de “por un pelo”!, jajaja.
  • No, ésta vez fue por dos pelos.

Al hombre se le apagó la sonrisa y quedó pensativo, yo me alegré que tuviera otra incógnita para pensar.

El trayecto era corto y cuando llegué vi que una chica con el uniforme del establecimiento me esperaba, era una chica un poco mayor que yo y se ofreció a ayudarme con el equipaje.

  • ¡Hola, soy Lidia!, me mandaron para que te ayude con tus cosas y que te acompañe a casa de Doña María, encantada de conocerte.
  • Hola me llamo Abel, voy a trabajar en el Súper como tú, espero que seamos amigos.
  • Claro, yo soy la última que entró hace tres meses y la verdad voy bastante perdida, reconozco que soy un poco torpe y me pasa de todo, ya verás, todos se ríen de mí.
  • No te preocupes, ahora se reirán de mí, es la primera vez que trabajo.
  • Jajaja, pues lo tenemos claro, la mayoría de los compañeros ya son veteranos y se divierten con los novatos.
  • Espero que no sean demasiado “malos” conmigo.
  • No te preocupes, no me separaré de ti.
  • Eso espero, jajaja.
  • ¿Por qué lo dices?
  • Por nada, pensaba en voz alta.

Doña María me recibió en persona, detrás de ella en segundo plano estaba la señora de compañía que recogió mi equipaje y me acompañó al salón.

  • Me alegro de tenerte en casa, espero que te encuentres como en la tuya, ahora Regina te acompañará a tu habitación.  La elegí yo misma, es soleada y sobre todo silenciosa, no te molestará nadie, excepto los pájaros del jardín, jajaja.
  • Muchas gracias, es muy amable, no merezco tanto.
  • Eso no lo digas, recuerda, te considero como si fueras mi nieto, puedes hacer lo que quieras, si te apetece comer aquí lo haces, le dices a Regina lo que te apetece y te lo hará, si quieres comer conmigo me lo dices con antelación porque la mayoría de las veces no estoy en casa y si quieres tener más libertad puedes ir al bar de enfrente, conozco a la dueña que guisa muy bien y es muy limpia y económica, te recomiendo que te digas que vas de mi parte y te hará un precio especial.
  • No sabe cuánto se lo agradezco.
  • No te preocupes, pero no te canso, ve con Regina y ya me dirás si te gusta.

La señora esperaba paciente a que saliera de la salita adonde doña María repasaba los informes de la tienda, la seguí y después de pasar por un pasillo interminable abrió una puerta y pasó abriendo un balcón que daba a pié llano a un jardín muy bien cuidado, me miró esperando mi opinión y cuando pude hablar le dijo…

  • ¡Qué maravilla!, ni en sueños podía esperar una habitación así, creía que la de mi casa era ideal pero esta es un palacio, ¿puedo traer más cosas?
  • Lo que quieras Abel, eres el dueño de tu habitación.
  • Por cierto doña Regina, ¿cómo quiere que la llame?
  • Jajaja, desde luego doña no y señora, mmm… mejor llámame Regina a secas.
  • Mejor, porque lo de señora no le cae bien, es muy joven para eso.
  • Vaya, me parece que tenemos un conquistador en casa, un poco atrevido pero sí, yo diría más, un seductor en ciernes.
  • Nooo por favor, no me malinterprete, sólo soy sincero, es usted muy guapa y… muy simpática.
  • Jajaja, lo que dije, me parece que nos vamos a llevar bien.

Regina desapareció regalándome una sonrisa y me asomé al jardín, había varios árboles, naranjos y limoneros más algún rosal, luego abrí los armarios y empecé a sacar mis cosas.  Más tarde no quise molestar a nadie, Regina me había dejado un juego de llaves y me explicó de donde eran, también me comentó lo del bar de enfrente y a la hora de comer salí a conocer el barrio.

A esa hora las calles estaban muy concurridas, era un barrio popular y en el bar se reunían los trabajadores del campo y los albañiles de las obras cercanas, el bullicio era notorio y miré a mi alrededor, no había ni una mesa por lo que decidí marcharme pero cuando ya estaba en la puerta oí que la señora de la barra me llamó.

  • Muchacho, ¿querías algo?
  • Bueno sí, pretendía comer pero veo que está todo ocupado.
  • Sí, a estas horas… pero espera…  ¡Manolo, déjale un sitio a éste chico, quiere comer!
  • ¡Oh gracias, no quería molestar a nadie!
  • No es molestia, aquí todos son gente sencilla, ya verás como pronto haces amigos, siéntate ya.
  • Gracias… ¡hola señor Manuel!
  • ¿Manuel?, jajaja, no me llaman así desde que me casé, llámame Manolo como todo el mundo, ¿eres nuevo?
  • Sí, acabo de llegar voy a trabajar en el Súper.
  • Ah, eso está bien pero a tu edad deberías estar en el colegio.
  • Ya pero debo sacar mi casa adelante, vivo en el otro pueblo y no hay adonde hacerlo.
  • Vaya, lo siento pero no te preocupes, se te ve despierto y pronto te harás a ésta vida pero… no dejes los estudios, te lo dice un ignorante que lo hizo y ya ves, poniendo ladrillos todo el día, jajaja.
  • Gracias lo tendré en cuenta.
  • Bien, a ver…  ¡Rita, éste chico tiene hambre, a ver que le pones para el primer día!
  • Ya voy pesado, ya lo estoy preparando.
  • Aquí no elegimos la comida, ella se encarga de guisar, sabe lo que nos gusta y nos sorprende cada día, es una mujer muy buena, aunque tiene un  genio… bueno y un  buen culo también, jajaja.

Rita se movía con agilidad entre las mesas sorteando las sillas mal colocadas moviendo las caderas con gracia, me pareció que era parte del menú pues todos le decían alguna cosa sobre ellas.  Cuando llegó a mi traía un plato de sopa casera, cubiertos y un vaso.

  • ¿Qué quieres para beber?  Aquí todos beben lo mismo, vino tinto pero tú…
  • Agua, lo que sea, me gusta todo.
  • Está bien pero no te dejes convencer, esta gente bebe como cosacos pero es natural, todo el día al sol sobre el andamio…

Después de la sopa me trajo un filete, las mesas se iban vaciando y al rato me quedé sólo, Rita se sentó frente a mí con el delantal remangado y me preguntó…

  • ¿De verdad buscabas a doña María?
  • Sí, voy a trabajar en el Súper.
  • Eso está bien, es una buena empresa y la dueña es una buena mujer.
  • ¿Puedo venir a comer todos los días?
  • ¿Qué si puedes?, claro, cuando vengas adonde veas un sitio te sientas, todos son como de la familia pero mira, creo que vienen a buscarte, es Federico el hijo de doña María.

En efecto Federico miraba al interior buscándome y cuando levanté el brazo entró.

  • ¡Hola Rita!, veo que ya conoces al muchacho, ¿ya terminaste? pues vamos y te presento a la gente.
  • Sí, estaba haciendo tiempo.
  • Adiós Rita y… trátemelo bien, jajaja.
  • Descuida Federico, ya me conoces.

Fuimos andando, no estaba lejos y a esas horas no había casi gente comprando, cruzamos la tienda y entramos por una puerta abatible, era el almacén, una nave grandísima llena de género en el que algunas chicas se movían preparando los artículos para reponer las estanterías, por una puerta disimulada pasamos a un pasillo y de allí a un despacho del que salía luz.

  • Hola Elsa, te presento a la nueva adquisición, se llama…
  • Abel, me llamo Abel.
  • Eso, esta señora se llama Elsa, es la que manda aquí, jajaja, hasta a mí me manda, es la más veterana, muy amiga de mi madre y la que se encarga del personal, si te llevas bien con ella todo irá bien, ¿verdad Elsa?, jajaja.
  • Eres un… mejor me callo, me alegro de conocerte Abel, como ves aquí el ambiente es familiar, a Federico lo conozco desde crío pero no por eso olvido quien es, esa es la regla de la casa, respeto y trabajo, con eso tienes la partida ganada, siéntate y hablamos y tú Fede vete por ahí, seguro que tendrás trabajo, jajaja.
  • Gracias doña Elsa.
  • Por favor, sólo Elsa, vamos a ver…  ¿Qué experiencia tienes de trabajar?
  • Nada, es el primer trabajo, estaba estudiando y he tenido que dejarlo.
  • Nooo, no lo hagas, primero estudiar y luego trabajar.
  • Ya, no pienso dejarlo pero resulta que…

Le conté mi historia endulzada, nada de lo de mis padres y después de oírme atentamente se levantó y me dijo…

  • Acompáñame y te enseño todo.

Salimos al almacén era el sitio adonde encajaba mejor porque no sabía hacer nada, también me fue enseñando los distintos puestos de trabajo explicándome las funciones y de paso dejándome claro que el sueldo iría en función del cargo y del interés que pusiera, a mi me parecía un sueño y lo del almacén como si fuera una gerencia.  Cuando me despidió me crucé con Lidia la joven novata que estaba abriendo cajas de cartón, al verme con Elsa me saludó disimuladamente moviendo los dedos, le sonreí y Elsa me descubrió.

  • Mmm, veo que ya conoces a alguien, te recomiendo que no te distraigas con las chicas, son muchas, muy guapas y con ganas de juerga pero no te conviene porque el trabajo es lo primero.
  • ¿Cuándo puedo empezar?
  • Mañana mismo a las siete te quiero aquí, en el almacén se madruga, ¿te parece bien?
  • Perfecto, me gusta madrugar -mentí-

Al volver a mi habitación Regina me trajo la merienda, esperó a que la tomara pero yo le rogué que se sentara, ella miró por el pasillo y lo hizo en una silla frente a mí, le estuve preguntando cosas de la casa y me enteré que la otra puerta adonde llamé era la de casa de Federico, era soltero y vivía independiente, me insinuó que se tuvo que independizar porque traía chicas a casa y a su madre no le gustó, parecía ser un mujeriego empedernido y Regina suspiró cuando lo dijo.

Yo le conté un poco mi historia y vi que se le saltaban las lágrimas un poco, cuando se fue me dio un beso en la mejilla para animarme, falta me hacía porque al quedarme sólo se me hizo un nudo en la garganta.  Me quería hacer el duro pero en el fondo era un crío, aunque enseguida me repuse y salí a visitar la academia y enterarme de todo.

Continuará…

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Gracias.