Por culpa de la oveja negra (11)

Tenía mucha curiosidad por Adela, la hermana de Raúl, siempre rodeada de libros, me sorprendió su inteligencia y habilidad, al final tuve la satisfacción de conocerla mejor. Tuve una conversación esclarecedora con mi padre y luego salí de fiesta con Raúl y sus amigos antes de volver a mi casa.

La chica se sentó delante de mí, repartí las tareas, a ella le encargué cortar los pepinos con un cuchillo grande, Adela miraba la hortaliza sin saber cómo cogerla, yo la miraba intrigado pues ella no levantaba la vista ni para mirarme y eso aumentaba mi curiosidad.

  • Adela, ¿has hecho esto alguna vez?
  • No.
  • ¿Ni siquiera has visto hacerlo?  ¿Nunca ayudas a tu madre?
  • No.
  • Entonces… ¿siempre estás estudiando?
  • Si.

La chica me contestaba sólo con monosílabos y me ponía nervioso a la vez que me incitaba a preguntarle cosas para saber más sobre ella, al mismo tiempo le tuve que coger el cuchillo de las manos porque veía que se iba a cortar un dedo pues no sabía ni cómo empezar.

  • Te voy a enseñar… tienes que coger el cuchillo así, ¿ves? y hacer rodajas más o menos iguales, así como lo hago yo, ¿entiendes?
  • Si.
  • Pues ahora tú y sobre todo ten mucho cuidado con los dedos.

En mi casa colaboraba en lo que podía, desde crío mi madre nos exigía ayudar y tanto mi hermana como yo podíamos hacer de todo aunque mi madre era la que se ocupaba de la casa.

Adela me dejó sorprendido, apenas había cortado yo cuatro rodajas de pepino como demostración cuando ella siguió y con toda maestría y seguridad terminó de cortar el pepino y no sólo uno sino que siguió con otro, me demostró que pese a no haberlo hecho nunca se fijó en todo y lo repitió perfectamente, tenía una inteligencia asombrosa y en muy poco tiempo comprendía y desarrollaba todo.

  • Mmm, ¡qué pronto has aprendido!…
  • Es fácil.
  • ¿De verdad no lo habías hecho nunca?
  • Sólo los necios repiten las cosas.
  • Vaya, está bien, no quiero que te enfades mujer…
  • No me enfado pero yo nunca miento.

No sabía que preguntar después de la contestación tan tajante y le entré por donde creí que le gustaría.

  • Por lo que veo te gusta el Instituto…
  • No, no me gusta.
  • ¿Cómo que no, eres una chica muy estudiosa y no te gusta?
  • Ya lo oíste, no me gusta el Instituto.
  • Jo, está bien, creí que te gustaba estudiar.
  • Sí estudiar si, ir al Instituto no.
  • Puedes llamarme tonto pero no lo entiendo.
  • Es muy fácil, me gusta estudiar pero no me gusta el Instituto.
  • Ya veo, lo que no acierto a comprender es el porqué.
  • Me tienen manía, siempre me están despreciando y burlándose de mí.
  • ¡Ah, ya entiendo!, por eso estás siempre estudiando, para poder estar a la altura de ellos.
  • No, soy la primera en la clase, saco matrícula de honor en todas las asignaturas y en las más difíciles, matrícula con nota.
  • Cada vez lo entiendo menos, ¿entonces por qué se burlan de ti?
  • Porque soy la mejor, la primera en todo, estoy en la primera fila y ellos muy atrás.
  • ¡Ah!  En la primera fila, yo también me siento en la primera fila. -no le dije el porqué- .
  • ¿También sacas matrículas de honor en todo?
  • Bueno… en algunas sí.
  • Yo en todas.
  • ¿Y por eso se burlan de ti?  No veo el motivo.
  • Se burlan, me molestan, me golpean, me humillan, muchas cosas…
  • Eso me gusta menos, eres una chica muy  linda-mentí- y no veo el porqué.**
  • Por cualquier cosa, me tiran los libros, me empujan y me hacen caer.
  • ¿Y no le has dicho nada a las profesoras?
  • No ¿para qué?  Ellas también lo hacen.
  • Eso sí que está mal, ¿y a tu madre?
  • No, tampoco, para qué.
  • Me gustaría echarme a la cara a alguna de esas compañeras…
  • Pues ya conoces a una de ellas.
  • ¿Yo?, si acabo de llegar…
  • ¿Has visto la chica que hay en una foto en el cuarto de mi hermano?
  • Bueno sólo hay chicos musculosos…
  • No, hay una chica también, es de las mayores, dos cursos adelantado pero es la que más me molesta

Recordé a una chica tan musculosa como ellos que miraba a la cámara sonriendo provocadora sacando un montón de músculos haciendo una postura forzada.  Habíamos acabado la ensalada mientras hablábamos, metí el plato en el frigo y después de limpiar todo me senté al lado de Adela en el comedor, ya no tenía mucho más que preguntar y se me ocurrió entrarle por los libros.

  • He visto desde lejos que tienes muchos libros.
  • Sí, los uso casi a diario.
  • Uf, reconozco que yo no soy tan buen estudiante como tú.
  • No tengo otra distracción.
  • Es una pena, eres una chica muy guapa y…
  • No soy guapa, lo sé bien.
  • Pero si te pusieras otra ropa, un poco más…
  • ¿Femenina?  No sirve de nada, una vez que fui al instituto con falda, se escondieron detrás de mí agachadas y me empujaron, me caí hacia atrás.
  • ¡Qué gamberras!  ¿Y no se lo contaste a la Directora?
  • No hizo falta, ella estaba delante y se burlaba junto con otra profesora, yo me caí hacia atrás, quedé con la cabeza hacia abajo y las piernas abiertas hacia arriba, se rieron hasta que me pude levantar, todos me vieron las bragas y desde entonces no he vuelto a ponerme falda.
  • ¡Qué chicos con tan poca vergüenza!
  • No fue un chico, fue una chica, fue una amiga de mi hermano, la chica de su cuarto.
  • No me lo creo, que bruta, no comprendo cómo puede ser amigo de ella...  ¿Quieres que juguemos a algo?
  • No sé jugar a nada.
  • ¿No vas a las fiestas que hagan tus compañeros?
  • No me invitan nunca
  • ¿No te gustaría bailar?
  • No sé bailar.  ¿Tú vas a esas fiestas?

Ya no sabía que contestar pero improvisé para averiguar más.

  • Sí he ido a varias, allí se baila, se juega y se bebe, se pasa bien.
  • ¿Y a qué se juega?
  • A muchas cosas, a la botella, a las cartas… es divertido.
  • Yo no sé jugar a nada.
  • Ya pero te podría enseñar, como es pronto podríamos hacer algo, como somos sólo dos podemos jugar con una baraja, jugaremos a ver quién saca la carta más alta.
  • Eso parece fácil ¿y quién gana?
  • Bueno en el juego se hacen preguntas, se ha de ser sincero en las respuestas, sino se paga una prenda.
  • ¿Una prenda?
  • Sí cualquier cosa, lo que el otro quiera pedir…
  • Vale, voy a por una baraja.

Nos sentamos en el sofá con las piernas plegadas y empezamos a repartir las cartas.

  • Te recuerdo que tienes que ser sincera, sino…
  • Yo nunca miento.
  • Vale, ya veremos.

Empecé suave a preguntar por sus gustos, iba con cuidado para no enfadarla, aunque la curiosidad me comía.

  • ¿Qué estudias?
  • Quiero estudiar Derecho y luego quiero ser Jueza.
  • ¿Para poder vengarte?
  • No, para impartir justicia.
  • Vale, no tienes que pagar prenda. -Estuvimos haciendo preguntas sin mucha importancia pero subí el listón-.
  • ¿Te gusta algún chico?
  • No
  • Entonces, ¿te gustan las chicas?
  • Nooo.
  • ¡Ah, pensé que!...
  • Que como vestía a lo chico… pues no, no soy lesbiana.
  • Vale, perdona.
  • Ahora yo, ¿te has ido con tus amigos a… ya sabes… de chicas?
  • No.
  • ¡Mentira!, se te nota que has dudado.  - Por un momento pensé en Fidel y su “Negra” , eso me delató pero me repuse-.
  • ¿Y qué prenda puedo pedir yo?
  • Pues… lo que quieras, por ejemplo que me quite alguna prenda de ropa.
  • ¡Ah, vale, quítate la camisa!

Me quité la camisa y noté cómo sonreía, al lado de lo que estaba acostumbrada a ver en su hermano parecía un espárrago blanco.

  • ¿De qué te ríes?
  • No, de nada, es que…
  • Ah, me imagino, tu hermano, su novia.
  • No es su novia, es sólo su amiga.
  • ¿Te gustan musculosos?
  • No pero me ha hecho gracia.  Jajaja.
  • Me gusta cómo ríes, tienes los ojos muy bonitos.
  • Eso no es verdad.
  • Mientes, sabes que tus ojos son preciosos.
  • Bueno sí, es lo único que me gusta de mí.
  • Pues a pagar prenda.
  • ¿Y qué hago?
  • Te quitas la camiseta.
  • No llevo nada debajo.
  • ¡Ah, se siente!...
  • Es igual, de todas formas tengo menos pecho que tú.

Sin pensarlo se quitó la camiseta y quedamos los dos iguales, en eso no mentía, no tenía ni asomo de tetas, sólo el pezón abultado era visible pero no le demostré interés.

  • ¿No te da vergüenza que te vea?
  • No ¿por qué?, al fin y al cabo es piel y carne, además como puedes ver no tengo nada que enseñar diferente a ti.
  • Tienes razón, ahora te toca a ti.
  • Vale… ummm, ¿has visto a alguna chica desnuda?
  • Nooo.
  • Jajaja, mentira, se nota enseguida cuando mientes.
  • Bueno…en alguna revista…-mentí descaradamente pero seguí-
  • ¡Quítate los pantalones!

Lo hice con la misma tranquilidad que hizo ella y me fijé en su cara, el asombro no lo pudo disimular.

  • ¡Ooooh!
  • ¿Por qué te asombras, no has visto a tu hermano en calzoncillos?  Tiene un montón de fotos en su habitación.
  • Sí pero…
  • Son iguales, incluso los de él son de marca con el nombre impreso en la goma, de moda, en cambio los míos…
  • No, no es por eso, es por el bulto…
  • Tu hermano también tiene mucho bulto, anoche lo vi cuando se acostaba.
  • No, pero mi hermano se pone relleno para aparentar y el tuyo es de verdad.
  • ¡Ah!  ¿Te refieres a esto?

Metí la mano en el calzoncillo y sin sacarla la cambié de posición dejándola a lo largo para que apreciara la polla aún estando dormida, se podían notar los dos huevos pegados a ella y que no quitaba la vista de ellos.  Tiré a matar…

  • A ver…, otra pregunta…  ¿Has visto alguna vez alguna polla?
  • Nooo.
  • ¡Mentiraaaa, se te ha notado un montón!
  • Bueno, hace mucho se la vi a mi hermano, por eso me he sorprendido al ver la tuya.
  • Todavía no la has visto, ¿te gustaría?
  • No.
  • Ummm, doble prenda, has mentido dos veces.
  • ¿Qué hago?
  • Te quitas los pantalones y las bragas… si llevas.
  • Claro que llevo, ahora verás.

Adela se quitó los pantalones de un tirón y las bragas como si fueran los calcetines, pude ver su pubis con muy poco pelo y rubio, lo tenía liso como su melena y trasparentaba la línea de sus labios.

  • ¿Por qué has mentido?  Si te gusta verla lo dices, según tú, eres muy sincera.
  • Está bien, me gustaría verla.

La chica no quitaba los ojos de mi calzoncillo, al verla desnuda la polla se puso dura, abultaba el doble que antes y crecía hacia un lado.

  • Sólo con una condición… que la saques tú.
  • ¿Yo, ni hablar?  Yo no toco eso.
  • No hace falta que la toques, me bajas los calzoncillos hasta que salga.
  • Eso está mejor.

Adela se acercó a mí y fue tirando de los calzoncillos hacia abajo, al principio fue fácil pero cuando se enganchó en la verga no pasaba de ahí, ella me miró pidiendo ayuda y yo levanté los hombros, resignada siguió estirando hacia abajo, la polla no cedía y los calzoncillos tampoco, cuando dio el último tirón se acercó a mí y la polla saltó dándole en la cara.

  • ¡Ay, que susto!
  • ¿Te ha hecho daño?
  • No, daño no pero no esperaba que fuera tan…
  • ¿Tan qué?
  • Tan grande, tan gruesa, tan larga… puedo…
  • ¿Qué puedes?
  • ¿Tocarla, puedo tocarla?
  • Claro, como si fuera tuya, jajaja.

La chica tímidamente acercó la mano, yo la tensé y la polla saltó, se asustó quitando rápidamente la mano, nos miramos y nos reímos, luego lo volvió a intentar y la cogió por el tronco.

  • ¡Uy, qué raro es!
  • ¿Raro, qué es raro?
  • El tacto, no la esperaba así, me sorprendió verla tan grande y tan gorda pero… tan caliente y tan dura no la imaginaba.
  • Pues todavía puede ser más.
  • ¿Sí?, no puede ser…
  • Sí, si la acaricias desde la punta verás.

Adela lo probó enseguida y al tirar hacia abajo la descapulló descubriendo el glande rojo, se quedó hipnotizada y su otra mano se aferró también, la polla en sus manos siguió creciendo hasta separarle los dedos.

  • ¡Oh, nunca pensé que fuera así, la de mi hermano es como un dedo solamente!
  • Bueno eso no tiene importancia, a ti tampoco te han crecido las tetas todavía pero son preciosas.
  • No te burles de mí, si no tengo nada… aún tengo menos que tú.
  • Jajaja, ¿y esto que son? estos pezones son una delicia, apetece besarlos.
  • Que va, yo no tendré nunca tetas y los pezones apenas se notan.
  • Eso no lo digas, te puede pasar como con mi polla, mira como está ahora.
  • Eso no tiene comparación, aún dormida ya se notaba el tamaño aunque luego…
  • Pues igual pasa con tus pezones, me comprometo a demostrártelo.

Adela incrédula se echó hacia atrás dejándome el pecho a mi alcance, cuando me acerqué a ella no soltó la polla ni por un instante y cuando rodeé un pezón con los labios noté cómo apretaba el capullo con la mano.

Se puso de forma que yo podía alcanzar los dos a mi gusto y eso hice, pasé de uno al otro dejándolos salidos como dátiles, parecía imposible que tuviera unos pezones tan desarrollados para tan pocas tetas, ella misma cuando podía abrir los ojos los miraba y me sonreía.

Las piernas de Adela se iban abriendo sin darse cuenta y al poco estaban tan separadas que podía meterme entre ellas pero no quise, la chiquilla era demasiado joven para follarla y sabía que si me metía entre sus piernas, ni ella ni yo podríamos detenernos.

Pensé que una alternativa mejor era provocarle un orgasmo, por una parte se lo merecía por el abuso escolar a que era sometida y por otra para subirle su ego pero no quería parecer uno de tantos abusones y quise que fuera ella la que me lo pidiera.

  • A mí me encantan tus pezones, están riquísimos, ¿te han gustado mis besos?
  • Sí mucho, no sabía que se me ponían tan duros.
  • ¿Qué no te masturbas?

Adela se puso roja, sin querer se puso la mano en el coño  protegiéndolo pero sin darse cuenta separó los labios metiendo un dedo.

  • A eso me refería y veo que sabes de lo que hablo, no mientas… recuerda.
  • Vale, si, me toco aunque casi nunca acabo, me paso un rato a gusto y cuando me canso lo dejo.
  • Es una pena, si te corrieras de verdad te reirías de todos los que te machacan en clase.
  • Ya me gustaría pero, no sé.
  • Podemos hacer una cosa, nos ponemos de lado y tú me acaricias a mí y yo a ti con lo inteligente que eres enseguida aprenderás.

No hizo falta explicárselo dos veces, nos pusimos cruzados, mi cabeza a sus pies y al revés, yo podía alcanzar sus pezones y su coño y ella la polla con las dos manos, al principio la chica demostró que no seguía un protocolo lógico y meneaba la polla de aquí para allá pero cuando le cogí las muñecas y le enseñé siguió un ritmo cada vez mejor.

Por mi parte comencé volviéndole a dejar los pezones tan salidos como meñiques y luego bajé al coño que me esperaba abierto.  No quise atacar el clítoris al principio y me centré por los aledaños de los labios, perineo e ingle, ella movía las caderas acercándose para que llegara mejor.

Le demostré que no sólo bastaba con meterse un dedo o dos y mis caricias le afectaban tanto que cerraba los ojos suspirando sin dejar de menear la polla.  Cuando por fin separé los labios tiernos que cubrían la vagina la chica gimió, parecían de mantequilla que se derretían con sólo tocarlos, se empaparon de jugos y no me costó nada meter un dedo hasta la mitad, noté que no era virgen y me alegré, Adela no se conformaba con meter un dedo y hundí el mío hasta adentro.

Apretó la polla y rodeó mi frenillo haciendo que el capullo se pusiera morado, de pronto se inclinó y dio un beso tierno en la gota que apareció.  Le correspondí dándole otro en el clítoris sin sacar el dedo del coño, sus piernas se acabaron de abrir colgando un pie en el respaldo del sofá, fui rodando sobre ella y abarqué con la boca todo el coño y lamí desde los pelillos rubios hasta el agujero rosado de su culo, no me dio tiempo a más, se corrió en mi boca, tragué sus flujos y seguí.

Ella estaba empeñada en sacarme más gotas pre seminales, cada vez que salía alguna la recibía con la lengua hasta que se cansó de esperar y abrió la boca lo que pudo y se metió el capullo, esto me animó a rodar sobre ella y chuparle ya sin restricciones el coño, la lengua recorría por todo, incluso se internaba en su vagina, ella gemía con la boca cerrada y con su lengua me frotaba el frenillo.

Cuando levantó el culo del asiento sabía lo que iba a pasar, me cogió una pierna y la pasó al lado contrario de su cabeza dejando la polla vertical a su boca, aspiró y se tragó más de la mitad,  Sin bajar el culo al asiento se corrió por segunda vez, esta no se reprimió y sin saberlo tuvo un orgasmo brutal, me mojó la cara a ráfagas que apenas pude esquivar.

Yo no pude evitar la excitación que me provocó y me corrí en su boca, al principio con la sorpresa sacó la polla de su boca pero al ver manar leche en abundancia volvió a tragarla, me abrazó el culo y se la tragó casi entera, no dejó de beber hasta que no me quedó ni gota en los huevos.

  • Espera ahora quiero hacerlo yo.
  • ¿Te gustó la corrida?
  • Las corridas dirás, he tenido dos enormes pero varias pequeñas, ha sido un orgasmo tremendo, ahora quiero ponerme yo encima, quiero ver cómo te corres tu.
  • ¡Si me corrí hasta quedar seco!
  • Sí pero me lo tragué y no lo vi y quiero ver cómo te sale le leche.

No dijo más y cuando me di la vuelta se subió y se sentó sobre mi polla medio dormida, movió el coño sobre ella haciéndola despertar con su clítoris, enseguida estuvo como ella quería, yo temía que en un arrebato se levantara y se metiera la polla en el coño, entonces ya no respondería de mí y follaríamos totalmente y hasta el final, la chica demostró ser muy ardiente y tenía ideas.

No paró de frotarse sobre mi polla, me cogió las manos y las llevó a su pezones, no tardaron en salir porque estaban muy sensibles, cuando se corrió por enésima vez se tumbó sobre mí y me besó, fue un beso tierno pero muy ardiente, sus labios eran tan suaves que apenas se notaban pero su lengua me llegó a la campanilla.

Al siguiente orgasmo repitió el beso y tumbada sobre mi polla recibió mi leche en su pubis, al notarla ella se deslizó sobre mi vientre y me acercó los pezones a mi boca a la vez que metía la mano entre los dos y la sacaba mojada de semen, que llevó a sus labios.

  • Gracias Abel, me has hecho muy feliz, no sé si alegrarme porque eres casi mi hermano, aunque, si lo fueras, seguiríamos repitiendo lo que hemos hecho.
  • Pero tú tienes a tu hermano que está muy bien formado.
  • Es sólo fachada, yo creo no está muy interesado con las chicas, nunca lo vi con ninguna y su amiga tampoco parece muy femenina.
  • ¿Por qué lo dices?
  • No sé, siempre haciendo posturitas… y ella creo que debe tener polla en vez de coño, me cae mal.
  • No seas mal pensada, seguro que follan los dos.
  • Lo dudo mucho.

Adela se levantó y se fue a la ducha, abrió el grifo y se metió, en un momento abrió la puerta y me llamó.

  • Abel, no sé cuando volveremos a vernos pero me apetece que te duches conmigo.
  • Voy contigo enseguida.

Todavía tenía el vientre empapado de leche cuando entré en la ducha, Adela se arrodilló frente a mí y me lamió del ombligo hasta la polla, me miraba con ojos ardientes y fue subiendo hasta que se colgó de mi cuello y me susurró al oído.

  • Me gustaría que me follaras.
  • Y a mí pero no debemos, eres muy joven aún, no te preocupes, lo haremos en su día, te lo prometo.

Ya no hablamos más, se tragó la polla otra vez y sólo la sacó para apuntarla a sus pezones cuando me palpitaba en su boca, dirigió los chorros de leche a sus tetas y las roció por completo.

  • ¡Aaah, me gusta ver salir esos chorros de leche, no imaginaba lo sabrosa que sabe!

Luego me enjabonó y me enjuagó a la vez que yo manoseaba sus pezones otra vez, cuando salimos nos fuimos cada uno a nuestra habitación para vestirnos, al salir ella llevaba puesta una falda, al momento oímos una llave en la cerradura y su madre apareció sorprendiéndose al verla vestida de mujer.

Me miró a mí y me agradeció con la mirada, Adela le dio un beso de bienvenida y la llevó a la cocina para enseñarle la ensalada que habíamos hecho, el resto se lo guardó para ella.  Al llegar su hermano intentó burlarse de ella por la falda y las piernas delgadas, cuando la miré la contuve pues le iba a echar en cara la polla enana que tenía.

Cuando vino mi padre me pareció más joven, estaba contento y después de comer me invitó a salir a pasear, quería hablar conmigo y yo con él.  Empezó a hablarme del trabajo y de cómo había encontrado el empleo y demás hasta que le pregunté a bocajarro.

  • Papá, ¿por qué te fuiste de casa y nos abandonaste?
  • Mmm, hijo, hay cosas que no comprenderías, aún eres muy joven y…
  • Papá creo que ya no soy tan joven, me sorprende que hayas encontrado a otra mujer tan pronto, que me encanta igual que sus hijos pero estamos nosotros, tus propios hijos y nos dejaste en la estacada, mi madre, tu mujer, tu hija, yo…
  • Eso es, mi mujer, hay cosas que no sabes de tu madre y la verdad no las debes saber, las personas no somos siempre lo que parecemos y tu madre no es la excepción.
  • Pero mamá siempre te ha tratado bien.
  • Abel hijo, algún día te contaré la historia de tu madre…
  • Papá creo que es hora que sepa cosas de mi madre, de ti y de todos, me tengo que encargar a la vuelta de todo mientras tú vives de maravilla con tu otra familia, mi madre no sé lo que será pero tú…
  • Hijo he vivido amargado toda la vida, al principio cuando conocí a tu madre fui muy feliz aunque la saqué de un ambiente deplorable, me sentía importante por haber hecho una buena obra, había tocado fondo y parece que cambió, os tuvimos a vosotros y luego poco a poco volvió a caer en costumbres que parecían olvidadas, pedía cosas que yo creí que eran del pasado.
  • ¿Hablas de sexo?
  • Sobre todo sí, de sexo, ya no se conformaba con follar, quería más y más, hasta me pidió traer a otros hombres, me negué y me amenazó con buscárselo ella, me di a la bebida, no quería estar en casa porque la imaginaba follando con otro o conmigo y otro más, así pasé mucho tiempo, demasiado hasta que…
  • ¿Qué pasó papá?
  • Hasta que… me da vergüenza recordarlo… hasta que me emborraché tanto que perdí el conocimiento.
  • Ya lo recuerdo, fue fatal, no sé cómo pudiste hacer esto.
  • Ni yo pero lo peor no fue eso, lo peor fue lo de después.
  • ¿Qué pasó después?
  • Mira hijo… no quiero culparte a ti, en parte te comprendo, eres un adolescente y a tu edad yo era igual que tú pero tu madre…
  • No te entiendo.
  • Sólo te diré que fingía estar sin sentido, cuando me bañasteis entre los dos, me lavasteis todo, tú no te atreviste con la polla pero para otras cosas sí, os vi follar como dos amantes experimentados, vi a tu madre gozar, correrse contigo, hasta se corrió sobre mí, sí, se meó sobre mi cara al correrse.
  • Dios… ¿de verdad lo viste?
  • Sí hijo, todo y ya te digo que no te culpo, yo habría hecho igual, la habría follado lo mismo aunque fuera mi madre, en ese momento no era tu madre, era una puta en celo.
  • ¡Papá…!
  • Tranquilo, por eso tuve que irme, sé que no hice bien, que fue muy precipitado, que os dejé abandonados a vuestra suerte pero, ¿qué podía hacer?, ya no podía mirarla más a la cara.
  • Lo siento papá, no me lo perdonaré nunca pero no te preocupes, ya he puesto orden en casa, sin saber la verdad he descubierto muchas cosas y desde ahora todo cambiará, soy el nuevo hombre de la casa, no me atrevo a pedirte nada, esta familia se merece un hombre como tú pero no te olvides de nosotros, seguimos queriéndote y mamá seguro que a su manera también.
  • Está bien Abel, me demuestras que eres ya un hombre hecho y derecho, te prometo que os mandaré dinero, no os faltará nada pero que vuelva con tu madre…
  • Gracias papá, saldremos adelante.
  • Sabía que me comprenderías hijo.

En medio de la calle nos abrazamos, la gente nos miraba, unos con recelo y otros con simpatía, luego fuimos a una heladería y nos tomamos el helado más grande que tenían, ya era de noche cuando volvimos a casa.

  • Familia, he pensado que ya debo irme a mi casa, mi padre y yo hemos aclarado muchas cosas y en el pueblo hago falta.
  • No puedes irte ya, he hablado con mis amigos y hemos quedado para ir de juerga mañana.
  • De verdad Raúl, debo irme compréndelo.
  • No me hagas esto, espera al lunes, mañana ya es sábado.
  • Bueno lo haré por ti y tus amigos.

Adela me miró de reojo, su hermano había quedado con sus amigos del gimnasio, todos como él y no confiaba que me divirtiera mucho con ellos.

Cuando nos cambiamos de ropa en la habitación de Raúl, pude comprobar lo que decía Adela de su hermano, no desaprovechaba ninguna postura para sacar músculo, por nada hacía flexiones y se miraba al espejo, al quedarse en calzoncillos, se arreglaba el “paquete” recolocándolo, se notaba que podía ponerlo como quisiera, la prenda era de marca y le destacaba los glúteos duros como piedra esculpida.

Cuando me volví hacia él abrió los ojos desmesuradamente, sin pretenderlo le enseñé lo que guardaba debajo del mío, mi polla en descanso era más grande que la suya en erección y no pudo por menos que decirlo  en voz baja.

  • ¡Vaya tranca que gastas Abel, quién la tuviera!
  • ¿A qué te refieres Raúl?
  • A que va a ser, a eso que escondes, me gustaría verla funcionando…
  • Jajaja, qué buen humor, aunque si me pones delante a una chica con buenas tetas y buen coño te asombrarías, la follaría y le clavaría esta polla por el culo ¿te imaginas?
  • Uf, me da frío.
  • Jejeje.

Al salir mi padre quiso darme dinero pero le enseñé lo que llevaba y no quise cogerlo.

  • Eso mándalo a casa, nos va a hacer falta, me lo prometiste.
  • No te preocupes, palabra de honor.

No podía olvidar la “fuga” de papá y aunque lo disculpaba por lo que había vivido no podía dejar de lado lo que se me venía encima igual que a mi hermana, de mi madre ya me ocuparía yo.

Raúl llamó a su amigo Fernando, ya tenía los dieciocho años y coche, no era una gran cosa pero lo bastante para poder moverse y ser envidiado por casi todos, cuando llegó lo que me sorprendió no fue que era otro obsesionado del culturismo como Raúl sino la compañía que traía.

Olga la chica de la foto, realmente era más alta de lo que imaginaba y no era fea ni mucho menos pero la manía de ir sacando músculo como ellos y mirarse en todos los espejos y cristales me puso nervioso, le hice un escáner rápido, llevaba una minifalda que apenas le cubría las nalgas y una camisa abierta hasta casi el ombligo, en vez de tetas tenía unos pectorales que movía a voluntad para demostrar el dominio en sus músculos y unas piernas torneadas y morenas que parecían de mármol.

Cuando subimos al coche me dejaron atrás con ella, los dos amigos no tenían más conversación que los progresos en los ejercicios del gimnasio, ella después de analizarme quiso demostrarme su colección de bíceps, tríceps, gemelos y demás atracciones.

Pensé que iríamos a alguna discoteca pero me llevaron a un local al lado del gimnasio, era una especie de bar adonde se servían toda clase de anabolizantes y bebidas isotónicas, no pude pedir nada de mi gusto y me trajeron un batido de algas.

Ellos siguieron hablando de lo mismo y saludando a amigos que con un gesto muscular tenían bastante, Olga intentaba convencerme de las ventajas de la vida “sana” abriéndose el escote un poco hasta que de pronto recordé…

  • Olga eres preciosa, ¿por casualidad no conocerás a Adela, la hermana de Raúl?
  • ¿Adela la empollona?, si claro, jajaja, nos reímos mucho con ella, ¿por qué lo dices?
  • No por nada, sólo era curiosidad.

Olga se inclinaba para dejar hueca la camisa y que pudiera mirar por debajo, en la oscuridad del local era muy difícil ver algo y la chica se desesperaba, pronto salió el tema de conversación imperante, todos hablaban de lo mismo.

  • ¿Viste que cuerpos lucen todos los chicos?
  • Yame fijé, parece que se machacan en el gimnasio aunque… tú no puedes quejarte…
  • Mmm… zalamero, creí que no te habías fijado, mira cómo muevo los pectorales…

Olga abrió la camisa casi por completo, con la excusa de enseñarme los pectorales me enseñó las tetas que aunque no abundantes por lo menos cabían en la alma de la mano, me demostró el dominio que tenía en sus músculos y empezó a subir y bajar las tetas con un movimiento rítmico.

  • ¿Te fijaste cómo muevo los pectorales?
  • Mmm, claro y no sólo los pectorales, jajaja.
  • ¿Y… te gusta lo que ves?
  • No son de las peores tetas que he visto.
  • ¡Qué desilusión!, creía que te encantarían pero déjame la mano y notarás los cuádriceps.

Me llevó la mano entre los muslos, la minifalda casi se le había subido a la cintura y las bragas con la luz negra del local las hacía brillar como una aparición.

  • No están mal los cuádru… ¿cómo se dice?
  • Los cuádriceps tonto, toca más arriba y verás que sensación.
  • Mmm, es verdad y se notan duros y muy calientes.
  • Sí cada vez más, ¿tú no vas al gimnasio?
  • A veces pero no me hace falta, me conformo con lo que tengo, porque yo también tengo músculos de esos ¿sabes?
  • Jajaja, ¡qué tontería, si los míos los conseguí después de muchas horas de aparatos!
  • Pues ya ves, yo sin aparatos… bueno no son cómo los tuyos pero me defiendo con ellos.
  • Perdona que me ría pero… ¿me dejas verlos?
  • Lo siento, llevo pantalones…
  • Bueno vale, pues tocarlos…
  • No sé, es que si los tocas…
  • ¿Me morderá?  Jajaja.
  • No, pero es peligroso.
  • Deja, no digas tonterías.
  • Te lo advertí.

Olga pasó la mano por mi entrepierna y buscó el “músculo” y lo encontró, al principio retiró la mano asustada pero luego volvió con suavidad pasando la mano a lo largo para calcular el tamaño.

  • ¡Vaya músculo y te lo tenías callado, eso debes compartirlo!
  • ¿Quieres que se lo enseñe a Raúl?
  • ¡No por Dios!  Ni a Raúl ni a nadie.
  • Por cierto, ¿adónde ha ido Raúl?
  • Mmm, parece que se perdió con un caballero que le invitó a algo…-dijo Fernando-.
  • No hagas caso, siempre hace lo mismo, se despista con cualquiera que le salude. Sigamos con lo nuestro, mmm déjame que te masajee esa maravilla.
  • No Olga, ya te dije que es peligroso.
  • Me arriesgaré.
  • Espera un momento, voy al servicio para colocármelo bien.
  • Jajaja, que no te vea nadie porque no sabes lo que puede pasar.

Fui a los servicios, estaba lleno de chicos que hablaban como si tuvieran secretos que contarse, yo sólo quería aliviarme la vejiga pues el batido de algas me había llenado, las puertas de los váteres estaban cerradas y ocupadas, al fin encontré una entornada y empujé, me quedé petrificado, vi a Raúl que parecía buscar algo por el suelo apoyado en la taza y al abrir la puerta del todo, también vi a un caballero maduro pegado a él por detrás, los dos llevaban los pantalones por los tobillos y se volvieron a la vez a mirarme sorprendidos.

  • ¡Oh, lo siento!, la puerta no estaba cerrada, pero…  Raúl sigue con lo que estabas haciendo.
  • Abel, espera, no es lo que parece.
  • Ya, imagino que el señor será un eunuco porque no se le ve la polla… ¿no?
  • Ufff, joder ¿porqué no cerraste la puerta gilipollas?
  • Tranquilo, olvida que os he pillado, adiós.

Me fui sin mear, echaba humo por la nariz cuando llegué a Olga, la cogí de la muñeca y le dije a Fernando…

  • Fernando, déjame las llaves de tu coche.
  • ¿Tienes la edad para conducir?  Pareces muy joven.
  • Tranquilo no lo voy a arrancar, ven Olga.

Llevé a Olga casi a rastras hasta el coche aparcado entre otros muchos, abrí la puerta y la empujé en el asiento trasero.

  • ¿Qué mosquito te ha picado?
  • A mi ninguno pero a ti te va a picar uno bien gordo, súbete la falda o bájatela, me es igual y de paso quítate esa camisa, vas a probar mi “músculo”.
  • Mmm, veo que te he convencido por fin.
  • Más o menos, después de lo que vi…

Olga conocía bien el coche de Fernando, se inclinó hacia adelante para correr los asientos delanteros y aproveché para bajarle la bragas blancas, ya no resplandecían pero no me equivoqué, en un segundo las llevaba en los tobillos, cuando se sentó lo hizo sobre mí, no sabía que la guié por las caderas y lo hizo sobre mi polla, no falló, la polla vertical ya fuera del pantalón la recibió como caída del cielo.

La chica quedó inmóvil, agarrada a los reposacabezas de delante sin respiración, la verga le entró directa sin apenas rozarle los labios, quedó empalada y cuando pudo gritó…

  • ¡Salvaje! ¿qué has hecho?  Me has clavado esa polla monstruosa de golpe.
  • Pues he notado que estabas mojada, ¿no es cierto?
  • Bueno sí, al tocarla ya me mojé pero así no se folla.
  • Tú no pero yo sí, así que muévete o te haré mover yo.

Olga empezó a levantarse y antes de poder sacarla toda se dio con la cabeza en el techo y cayó sobre mi otra vez.

  • Joder que tranca, me llega al estómago.
  • Ya te dije que no debías despertarla, ahora la vas a gozar cuándo y cómo yo te diga.
  • Pero déjame que te la chupe primero.
  • No, para eso te tengo guardado el fin de fiesta.
  • ¿Quieres que te la chupe al final?
  • Sí, más o menos, ya lo verás.

La chica se deshizo de las bragas y separó las piernas del todo sentándose sobre mis pelos, la cogí de las tetas por atrás y la apreté hacia mí para hundirla del todo y noté sus jugos mojarme los huevos.

La hice saltar pellizcándole los pezones, me acordé de Adela, le habría gustado ver a su abusona clavada a semejante estaca.  Olga pedía, rogaba y lloraba para que no la hundiera tan profunda, en la polla notaba el útero cómo se hundía y me imaginé a Raúl tragando la polla del “donante” y aún se la clavé más a gusto.

Olga ya se había habituado al tamaño y al grosor y disfrutaba de mi, le di la vuelta y se puso de rodillas rodeándome y se volvió a sentar cara a mí, le cogí una teta y el clítoris con la otra mano, la chica se corrió nada más apretarlo y tirar de él, se recostó entre los asientos de delante y saltó sonriéndome, le pude morder los pezones, habría dado algo bueno porque fuera Adela, la chiquilla se merecía una buena follada como aquella.

Veía en la penumbra del aparcadero brillar las luces, los cristales se habían empañado por dentro y le dije que se arrodillara en el suelo del coche con la cabeza en el asiento, aún con la estrechez del coche todavía pude ponerme detrás de ella, el coño le chorreaba jugo y le dije al oído.

  • Olga, separa los glúteos porque te voy a meter la polla en el coño, no la vas a sentir.
  • Ah sí, fóllame por detrás, es cómo más me gusta pero suave por favor, así me entra  mucho más.
  • No te preocupes, sé cómo hacerlo.

Apoyé el capullo entre sus labios menores, los tenía bastante desarrollados y me abrazaban el glande como las tapas de un libro, metí media polla y noté que me hundía suavemente, estaba empapada y me acordé de Adela otra vez, el coño de la chiquilla era tan suave como el merengue y el de Olga estaba rugoso por adentro, quise sentir la suavidad de Adela, saqué la polla empapada, la subí dos centímetros y empujé.

Hasta el coche se movió con la sacudida que dio Olga hacia adelante intentando evitar que le metiera la polla en el culo pero no lo consiguió, cuando el coche volvió al sitio, ya tenía casi media adentro, en el interior de coche el grito hizo eco y retumbó como si chillaran mil gatos pero no paré, la polla entraba un poco más cada vez que salía, hasta que la cabeza de Olga se hundía en el respaldo del asiento trasero.

  • ¡Dios, que bruto y que gusto me estás dando cabrón! pero sigue, no pares que te mato.

Se corrió y mojó el asiento, no lo sentí y seguí metiendo, cuando noté que me iba a correr le dije que se tumbara en el asiento, lo hizo y me situé sobre ella poniéndole la polla en la  boca, la chica hizo un gesto de asco pero no pudo evitar que cuando iba a protestar le metiera el capullo entero en el paladar, noté que le producía arcadas no sé si por el sabor o el tamaño pero la oleada de leche compensó todo y casi se atragantó.

Le follaba la boca, le tenía cogida la melena por detrás y no podía esquivarme, hasta que las lagrimas acudieron a sus ojos asustados.

Quedé vacío pero satisfecho, ella desparramada en el asiento con una pierna en el suelo se limpiaba la leche de la mejilla y la repartía por la tetas, aún así me miró con los ojos entornados…

  • Ha sido genial, ¡qué follada Abel!, nunca la olvidaré, me gustaría repetir.
  • Pero tienes que prometerme que no molestarás más a Adela, ya sabes quién es, la hermana de Raúl.
  • ¡Te lo juro por Mafalda!
  • Me basta.

Esta vez me tumbé yo en el asiento y ella se sirvió lo que quiso de mi polla, se corrió dos veces más y yo disfruté viéndola, en la penumbra no le distinguía los músculos, ni ella se acordaba de ellos, sólo estaba pendiente del mío y lo gozaba.

Cuando le dije que me iba a correr se aprestó a abrir la boca para recibirme con las manos debajo de las tetas para recoger si se perdía algún goterón, en la boca no le cayó nada, todo lo repartí por las tetas y la cara.

Al acabar esperamos con las ventanillas bajadas a que se ventilara el coche, nos vestimos y al salir sentí que todavía estaba apurado, saqué la polla entre dos coches y cuando me iba a relajar noté la mano de Olga, quería “ayudar” y solté la polla, ella se ocupó de abanicar el chorro y sacudirla al final, yo la sujetaba de la cintura besándole el cuello.  Al regresar a la puesta del bar llegó un taxi con unos jóvenes también musculados, le di las llaves del coche a Olga y le dije…

  • Por hoy ya he visto y he hecho bastante, ve tu sola, no quiero ver ciertas caras, vuelvo a casa en éste taxi.
  • Pero… por favor, Abel, yo quería… bailar un rato contigo, abrazarte, sentirte.
  • Lo siento, no tengo más que un músculo y lo has gozado bastante, adiós.

Al llegar a casa estaba todo a oscuras, mi padre se había ido con su compañera a cenar fuera pues celebraba su cumpleaños, fui a mi cuarto y en la pared vi a Raúl mirándome, también vi a Olga y al volverme detrás de mí vi a Adela en pijama.

  • ¿Qué haces levantada?  Es tardísimo.
  • Te estaba esperando.
  • ¿Por qué?
  • ¿No te lo imaginas?
  • Por Dios Adela, no podemos, no debemos.
  • ¿Por qué no?

Me convenció y cogidos de la mano fuimos a su habitación, no llegamos a follar, me negué por una cuestión de principios pero tanto ella como yo nos corrimos varias veces, fueron unos orgasmos dulces, sin prisa y sentidos, Adela se bebió mi leche y yo sus jugos juveniles, cuando llegó mi padre y su mujer, yo acababa de salir destruido de la habitación de Adela.

Por la mañana pregunté por Raúl, Adela me dijo que todavía no había vuelto.

  • Siempre que sale de fiesta con Fernan se queda adormir en su casa.
  • ¿Y Olga, no se queda con ellos?
  • Nooo, a ella no le va ese rollo.
  • ¡Ah, hazme un favor! si Olga vuelve a molestarte, dímelo, aunque creo que no lo volverá a hacer.

Le sonreí con ironía pero ella no me entendió, preferí dejarla con la ignorancia.   Le pedí a mi padre que me acompañara a la parada del autobús para volver a mi casa y lo hizo, al abrazarnos me miró y me dijo…

  • Cuida de tu hermana, es toda una mujer y no lo digo como hermana, te lo aseguro.
  • Ya lo sé papá, no te preocupes que no le faltará de nada.
  • Chico listo, así me gusta.

Continuará.

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