Por culpa de la oveja negra (10).

Me propuse averiguar si mi padre tenía motivos para marcharse así, descubrí que mi madre no era lo que parecía y cuando encontré a papá descubrí a una persona diferente.

Mi madre tuvo unos días tranquilos después de la noche en que aclaramos muchas cosas, en realidad algunas, otras no las entendí, me quedó un regusto raro y no acababa de saber porqué.  Ella me aseguró que yo era su primera persona en preferencia pero también dejó claro que no sería el único en entrar en su coño y eso no terminaba de entrar en mis pensamientos como factible.

Paz no ayudaba para nada pues estaba empeñada en encontrar a algún hombre,  preferentemente joven, para que la follara sin parar y me molestaba que la pudiera “arrastrar” a mi madre en esos empeños.  Mi problema más acuciante era Marta, se había convertido en un reto personal, cada vez que intenté hacerla mujer fue un drama, por eso me propuse que consiguiera su legítimo deseo o le diría que ya no jodiera porque tenía claro que no me quitaba el sueño.

Salvo eso todo parecía en orden o por lo menos eso creía yo, esperaba  que Doña Encarnita moviera ficha y por lo que me prometió no era mala idea, le guardaba una sorpresa a la profesora de música, le iba a hacer una demostración de mi instrumento, de Silvia también gozaba de sus “vistas”, del resto no me preocupaba  excepto de Felisa, mi hermana seguía con su novio, de él sabía poco, lo único que sabía era que no sabía follar mucho, por lo que me contaba mi hermana.

Normalmente, mi vida estaba organizada bastante bien (hasta ahora) , no coincidían unas con otras y pensaba de que todas eran ajenas a mis aventuras sexuales, aunque, si bien es cierto que tenía inexperiencias para regalar, a las mujeres las sentía como “mías” y no quería que me tomaran en cuenta sólo por mi atributo.

Por eso casi me asusté cuando noté que alguien se metía en mi cama, esa noche estábamos los tres en casa y hasta ahora nunca había pasado, mi madre y mi hermana habían conseguido no coincidir y eso me confió.

  • Mmm, ¿quién es?
  • Shhht, soy Feli, no hagas ruido porque la mamá tiene el oído fino.
  • Pero mujer, imagina que se asoma o que crea que estoy enfermo y se interese por mí, menudo lío.
  • No seas dramático, lo mío sí que es un drama.
  • ¿Qué te pasa?, antes te noté triste pero no quise decir nada delante de mamá.
  • Triste precisamente no, estoy enfadada, harta, quemada y sobre todo jodida.
  • Bueno, que estés jodida no es tan malo.
  • No seas memo, no es estar jodida como tú piensas, he roto con mi novio.
  • ¿Qué has cortado con tu príncipe azul?, jajaja, no me lo creo.
  • Si, ya estaba harta de él y encima ha intentado pasarse de la raya.
  • Pues sí que es osado, esto porque siempre me has dicho que no era muy diestro en…
  • No es eso, bueno en parte si, sin decirle de ti, estuve tratando de enseñarle lo que tú me hacías y el insensato me propuso hacer un trío con Marta, se me escapó decirle que era virgen y el ignorante creyó que podría conseguir hacer que dejara de serlo, hasta se lo dijo a ella y Marta creyó que la idea era mía.
  • ¡No te habrás enfadado también con Marta!
  • Nooo pero sólo porque me creyó a mí y sabe que hice lo máximo para ayudarte.
  • Menos mal, de todas formas ahora te puedo decir que tu chico no me caía muy bien.
  • Ya lo sé, estaba ciega con él, es muy guapo pero como persona…
  • Me alegra saberlo, no te merece, ahora vuelve a tu cuarto no sea que mamá nos oiga cuchichear.
  • Abel… ¿te puedo pedir algo?
  • Claro, lo que sea.
  • Me gustaría… es que no me voy a poder dormir.
  • ¿Qué quieres de mí?
  • Un polvo rápido, sólo eso.
  • ¿Un polvo rápido?  Ese no es mi estilo, además yo no soy un “pedazo de carne”, bastante con que no te juzgué cuando te conseguiste novio después de haberte dado lo que buscabas.
  • Ya lo sé, sé que estuve mal pero no creas que te uso, me di cuenta que te quiero como a nadie y si ahora te pido que me folles como sólo tú sabes es porque lo necesito, me conformo con un orgasmo sólo, me hace falta sentirme deseada y no tratada de segundas.
  • Tú sabes que yo también te quiero y no hace falta demostrártelo metiéndote la polla.
  • Todo eso lo sé pero tienes la virtud de darme lo que necesito en cada momento con mimos, caricias y atenciones de verdadero hombre y estoy dispuesta a que pongas tus condiciones y aceptarlas.

Felisa no habló más, se dio la vuelta, se puso boca abajo y esperó, con las manos sobre la cabeza y la cara ladeada aguardó por mi respuesta, me conocía bien y sabía que no iba a negarle lo que necesitaba, no quiso causarme molestias y lo de aceptar “mis condiciones” decididamente me venía bien.  Según cómo estaba separó las piernas y con el camisón corto que llevaba quedó de cintura hacia abajo preparada para recibirme.

El olor que despedía su piel caliente me envolvía y el verle la cara velada por su melena con los ojos entornados confiando en mi me puso “burro” , rodé sobre ella, me tumbé a lo largo de su espalda y pasé las manos por debajo del camisón hasta llegar a sus tetas, ella levantó el pecho lo suficiente para que metiera las manos por debajo y se volvió a relajar.

Al mismo tiempo levantó el culo y con las piernas separadas me dio a elegir.  El culo lo tenía justo frente a la polla pero creí que necesitaba un contacto más íntimo, bajé el punto de mira y me deslicé entre sus nalgas hasta sentir la humedad de su coño.

Me sentía orgulloso de mi “obra”, la había desvirgado no hacía mucho tiempo y tenía una vagina sumamente estrecha, aún así no hizo falta lubricarla pues estaba lo suficientemente mojada para que mi capullo se deslizara entre sus labios hacia su interior.  Fue Feli la que movió las caderas para ir orientando mi verga recta en su camino y cuando llegó al final cerró las piernas atrapándome entre sus nalgas.

  • No te muevas si no quieres Abel, sólo necesito sentirte dentro de mí, si quieres pellízcame las tetas y me harás feliz.

Además de hacer lo que me pedía me fijé que el pelo estaba vuelto sobre su cabeza y tenía la nuca despejada, le dediqué una serie de besos suaves y según fui notando cómo giraba la cabeza para que llegara a sus orejas y su cuello intensifiqué las caricias, mis manos notaron cómo se endurecían los pezones y la polla era masajeada por los músculos vaginales.

Feli me demostró una habilidad desconocida y una sensibilidad poco habitual, con la piel de todo el cuerpo erizada se estremeció en un orgasmo que me sorprendió por lo rápido e intenso, no quise abandonarla en su momento álgido y me corrí en ella, sabía que ya tomaba píldoras y me aproveché de ello.

Todavía estuve sobre ella un momento, no me había movido nada, ella se encargó de todo, yo sólo puse la polla, dos dedos en los pezones y la boca en su cuello, el resto… ella.  Al darme la vuelta quedó libre y se levantó, me dio un pico en los labios y se fue a su habitación, de camino a la puerta la vi cómo cruzó el camisón entre las piernas para retener mi leche que iba saliendo de su coño.

Paz, venía cada vez con más frecuencia a mi casa, la excusa inicial de la labor con las toallas se olvidó y entraba directamente para hablar con mi madre, yo las miraba y no me gustaba cómo se comportaban, parecían dos adolescentes con su primera cita, cuchicheaban y se metían en la habitación para probarse ropa que compraban cada vez más provocativa.

Mi hermana parecía no darse cuenta o por lo menos no decía nada, no quise involucrarla en esto, no me apetecía que se enterara de que follaba con mi madre y también con Paz, quería mantener una separación de relaciones.

La tarde que las mamás salieron juntas fue para no olvidar, salieron a media tarde y avisaron que “posiblemente” tardarían en volver, antes ya había oído conversaciones un poco picantes con alguien, por supuesto masculino y la indumentaria que llevaban no dejaba dudas.

Yo me había propuesto esperar en casa, no niego que nervioso, en realidad, más que nervioso, furioso, pues había dicho que no podía exigirle nada pero me quemaba y me revelaba ante lo que pudiera hacer y más acompañada de Paz.  Mi hermana se quedó en su cuarto, estaba bastante pacífica últimamente, posiblemente en un proceso de asimilación desde que dejó a su “adorado” novio o quizás, según yo creía, decidiendo otras intimidades para conmigo.

Estuve estudiando, leyendo comics, viendo porno en internet, pero nada me distraía, pensaba en lo que estaría haciendo mi madre, imaginaba lo peor y no me hacía ninguna gracia.  Bastante me había mangoneado y castigado antes y no pensaba ahora ser un juguete sexual usado cuando ella quería y dejándola que se dejara follar por cualquiera para volver a mí cuando tenía ganas, por el lado de Paz no me importaba pero sí la influencia que ésta ejercía sobre ella.

De pronto Felisa entró en mi habitación un tanto alterada, estaba acostado sobre la sábana, no hacía nada en particular, casi durmiéndome de aburrimiento y me hizo sobresaltar.

  • ¡Abel, vístete y vámonos, rápido!
  • ¿Qué pasa, es mamá, dímelo?
  • No, es Marta, ¿qué esperas?  Nos necesita.

No pude rechistar, ya había desaparecido, a ella la noticia le llegó también acostada o por lo menos con el camisón corto del otro día.  Al salir le distinguí la transparencia que dejaba ver las tetas y las caderas.

Me reuní con ella, se había puesto un vestido corto, la lencería más simple que encontró y salimos a la calle, por el camino con la respiración agitada me adelantó lo que sabía, que no era mucho.

  • Está en el hospital, me llamó llorando, está aterrada, los médicos le han recomendado que llamara a alguien de su entorno para hablar con ellos y no ubican a la madre.
  • ¿Y no te ha dicho que pasó?
  • No, no paraba de llorar, sólo que fuera con ella.

Llegamos volando a Urgencias, ya nos esperaba una enfermera, en una habitación cercana al quirófano estaba Marta con el médico que le sujetaba la mano, tenía un ataque de ansiedad y no dejaba de llorar.  Ella no nos decía nada y fue el cirujano el que con mucho aplomo nos contó el caso.

  • ¿Son ustedes familiares?
  • No, somos amigos, parece que su madre está ilocalizable.
  • ¿Usted es el novio?
  • Noooo, como le digo somos amigos, muy buenos amigos.
  • Vale, el caso es que la señorita vino a Urgencias con un problema digamos… delicado…
  • ¿Delicado, qué pasó?
  • Que se los explique ella.

Marta no dejaba de llorar y al ver que no podía hablar siguió el médico.

  • Según nos contó y pudimos constatar quiso  perder la virginidad, pues un amigo lo intentó por medios “naturales” y no lo logró, dijo que estaba harta y se metió en la vagina un frasco de gel para el cabello pero con la mala fortuna que el himen quedó bloqueado entre la rosca y el tapón y no pudo ni sacarlo ni meterlo y en cambio el himen siguió intacto, vino a Urgencias con el frasco entre las piernas.
  • ¡Pero Marta!, ¿estás loca?
  • Lo siento Feli, ha sido un mal pensamiento, como Abel no pudo haciendo todo lo posible…
  • Bien, eso ya lo comentarán luego, les cuento… le hemos tenido que intervenir el himen, en principio era fácil, no es muy corriente que tengamos que usar el bisturí para estos menesteres pero en este caso excepcional fue preciso, nunca vi nada igual, era un himen sumamente duro, en otros casos son elásticos y permiten el coito sin romperse, hasta da la impresión de que siempre fue virgen.
  • Yo creí que eran mitos, -dijo Feli-.
  • No son mitos, es un problema físico raro pero a veces alguna mujer viene para que le cortemos la membrana, sin contar que, también vienen para que lo reconstruyamos, jajaja.
  • Entonces ¿en qué situación está ahora?
  • Ella está perfectamente, bueno sin el bote de gel, jajaja, perdón se lo devolveremos luego, lo único que le ruego es que no tengan relaciones en algún tiempo, -lo dijo mirándome-.
  • No soy su novio, sólo amigos.
  • Ya entiendo, de todas formas que no haya penetración.
  • ¿Entonces?, -insistió Felisa-.
  • Mire, yo no soy sexólogo pero, si quiere que le dé un consejo, que se abstenga y si no puede hacerlo que intente otras “cositas”, si no se le ocurre nada, ya es su problema.

Salí sólo del hospital, los tres éramos menores y no le darían el alta sin que un mayor se hiciera responsable.  A Marta el médico le aseguró que en cuando se le pasara la anestesia no tendría molestias, mi hermana intentaba darle tranquilidad y, por supuesto, se quedó con ella para hacerle compañía, no sabía la historia que le contarían a Paz o si lo harían, eso ya no me importaba, a Fidel por supuesto no le dirían nada, él no tenía problemas de esa índole con “la negra” .

Ya clareaba el día cuando mi madre entró dando traspiés con los muebles, venía sola o por lo menos entró sola porque al cerrar se oyó una voz de hombre que le decía - hasta prontoguapa - no le dije nada al pasar pero cuando oí las arcadas que hacía en el cuarto de baño me levanté para ver que le pasaba.

Hortensia estaba de rodillas frente al inodoro vomitando o intentando vomitar, iba vestida con el vestido que había elegido Paz para la ocasión y además de arrugado lo llevaba manchado y subido, lo peor era que se podía ver que no llevaba bragas.  Yo apreté los puños, le hubiera dado una serie de golpes con mi cinturón por ser tan puta, ella ni siquiera se preocupaba por taparse, sólo intentaba aliviarse de la borrachera que llevaba.

Con la luz potente del baño además de la del espejo puede ver que en esa postura las nalgas se le abrían y demostraba que el ano estaba sumamente dilatado, le habían dado por el culo también y las manchas  en los muslos no dejaban dudas, la habían llenado de semen por todos los agujeros, me di la vuelta asqueado y volví a mi cama.

No pude dormir en toda la noche, pensé en lo que podía haber hecho esta noche pero pensando más allá, también acudió a mi recuerdo la noche que estuvimos juntos después de mi primer enfado.  Me acordé de un detalle que en su momento me vino muy bien pero analizándolo despacio me acordé que me enseñó posturas que yo desconocía, en ese momento no di importancia pues en mi inexperiencia muchas cosas me sorprendía pero ahora lo que más me llamaba la atención era la seguridad y soltura en que me colocaba y se colocaba para follar de todas formas.

También recordé como pagó su “auto penitencia” sin haberle pedido nada, fue cosa de ella que en un momento consideré como arrepentimiento pero después de lo que me aclaró que seguiría follando con quien se le pusiera delante me alertó.

Con éste y otros pensamientos me dormí cuando ya estaba amaneciendo, no obstante al levantarme fui a su habitación, la encontré tumbada en la cama todavía vestida boca abajo, comparé a Felisa un rato antes y Hortensia, con las medias caídas, las piernas separadas enseñando el culo y el olor a alcohol me dejó muy decepcionado.

Tenía a Hortensia en un altar, en mi ignorancia la trataba como a una musa, olvidaba que era mi madre y follaba con ella dando lo mejor de mí, ahora también reconocía que tampoco era demasiado, por lo que no me extrañó, aunque de allí a permitir que follara con el que se le ponía a tiro, había un tirón largo.

Cuando le preparé un café fuerte y se lo llevé a la habitación le vi la cara, me asusté, en ella pude ver los estragos de la bebida, me recordó a mi padre y un escalofrío recorrió mi espalda, le dejé la taza en la mesita y ella alargó el brazo y sin llegar a incorporarse me miró y de un solo trago apuró el café, luego se dejó caer y siguió durmiendo.

Averigüé algunas cosas por medio de Internet y esperé a que mi madre se levantara, lo hizo a media mañana y acababa de salir de la ducha, ya parecía otra pero ante mí era la misma del vestido negro desaliñada y sin bragas.

  • Buenos días hijo.
  • Buenos días mamá.
  • ¿Cómo me ves?
  • Horrible y despreciable.
  • Ya, no debí preguntar.
  • Eso pienso yo que deberías hacer.
  • Es que tengo poca costumbre de beber.
  • ¿Y de follar, tienes costumbre?
  • Uyyyy, veo que la tormenta no la llevo yo sola.
  • Tú dirás, si hubieras visto cómo llegaste…
  • Mejor no me recuerdes lo de ayer.
  • Me temo que sí, me gustaría que me contaras muchas cosas.
  • ¿Qué cosas quieres saber?, a ver… te lo digo de carrerilla, habíamos quedado con dos hombres jóvenes, no eran los mismos del otro día, estos no los conocíamos, quedamos por teléfono y la verdad estaban muy bien.
  • Sigue, te escucho Hortensia…
  • Uyyy, si me llamas Hortensia, malo, esto va en serio, ¿qué quieres saber?
  • Todo, de pe a pa y ya puedes empezar, después me tocará hablar a mí…

Hortensia se sentó frente a mí y puso las manos entre las rodillas con la cabeza baja, se dio cuenta que la cosa no sería tan sencilla, respiró hondo y fue contando lo que había sido la noche.

  • Conocimos a dos hombres más jóvenes que nosotras, realmente fue Paz quien contactó con ellos, al principio me mantuve distante pero el ambiente, la insistencia y viendo cómo Paz reía y dejaba que su chico la adulara fui bajando la resistencia y al final caí en la tentación…
  • Ya, o sea que de todo aquello que me prometiste nada de nada, además de haberme tratado mal casi toda mi vida, de follarme poniéndole los cuernos a mi padre y de demostrarte muy puta, eres mentirosa.  No digas que caíste en la tentación, di que estabas deseando oír a estos hombres decirte al oído cosas que te daban la excusa para dejar que avanzaran y claro, como “la pobre” Hortensia como tiene la idea de que la carne es débil, cayó en brazos masculinos extraños como una inocente, vamos Hortensia, soy joven, soy un crío, algo gilipollas, lo reconozco pero tonto del todo no.
  • Abel, ¿qué quieres decir?, ¿qué estás insinuando?
  • Que estabas deseando que te metieran mano, querías follar a toda costa y tú misma te convenciste para hacerlo con todas esas excusas, te lo voy a decir con todas las palabras, me parece que moralmente eres una puta en todo el sentido del término, sólo te falta cobrar porque creo que eso es lo que hacen, yo pensaba que estabas sola, abandonada por mi padre, maltratada psicológicamente pero ya dudo que fuera así, eres muy mala persona.
  • Por favor Abel no seas tan duro conmigo, es cierto que estaba deseando que un hombre me valorara pero…
  • Aunque si de paso te follaba sería ideal ¿no?, me decías que si llegaba el momento te plantearías el follar con alguien y que de todas formas yo sería tu hombre, no sé como lo consentí, me das asco, hasta estoy convencido que fuiste tú la que provocaste a los “señores” para que no se echaran atrás, si te he dicho en plural porque estoy seguro que no te conformarías con uno sólo, ¿o no?
  • Bueno, es que… en esos momentos una no sabe bien quien es quien y…  Me duele mucho lo que me dices…
  • Vaya desfachatez eres una “mierda” hasta de madre y amante.  Sé que Paz es una calientabraguetas, presume de estar salida, de desear que la follen uno o más y no me extraña nada pero tú Hortensia… me has decepcionado, más bajo no podrías haber caído.
  • No sé qué decir, era todo tan difícil de parar, me dejé llevar, perdón, por favor, perdóname Abel, -las lágrimas le caían por las mejillas y no me afectó-
  • Ni hablar de perdón, menos cuando el coño y el culo te pedían polla y le diste el gusto sin que nadie te importara y no lo niegues porque anoche te vi el agujero del culo todavía abierto y el coño manando semen.
  • Por favor hijo, cuando quise darme cuenta tenía a los dos adentro a la vez, no me dejaban ni respirar.
  • ¿Y el putón de Paz que hacía?
  • Lo que podía, a uno le lamía el culo y después al otro le hizo una paja con las tetas.
  • Vaya par de “señoras respetables”, sois unas putas con todas las letras, esperaba que encontraras a alguien que te mereciera, comprendería que a pesar de todo tienes derecho a vivir tu vida pero a la primera te montas una orgía que gozaste como lo que eres, joder Hortensia, que vergüenza siento de ti.
  • No seas tan duro conmigo Abel, me estás lastimando, sólo quería…
  • Todavía no empecé a lastimarte y no me lo digas porque sé que querías follar a lo loco, sin freno y desfogarte como a ti te gusta, no te lo iba a decir pero cuando me enseñaste cosas nuevas, posturas y caricias que nunca se me ocurrirían a mí, me sentí bien por inexperiencia pero eso es de nivel de profesional, es decir, de puta con conocimientos y no quiero saber adónde lo aprendiste porque de mi padre seguro que no.
  • Bueno antes de conocer a tu padre…  Más vale que no lo sepas, no estoy orgullosa de ello.
  • Lo siento Hortensia, no te creo nada, ya eres mayor, creía que podrías hacer lo necesario para estar y vivir mejor pero no creo que te quieras mirar al espejo y ver en lo que te has convertido.
  • Abel perdóname (lo decía llorisqueando) , es cierto lo que dices pero no lo puedo evitar, cuando follaba contigo me sentía liberada y tranquila pero me he soltado y no comprendo cómo puedo parar esto.
  • No me vengas con historias raras, en esta casa, varias cosas van a tener que cambiar, chico como soy, las riendas las voy a tomar yo, se te terminaron “los” hombres, él único seré yo y cuando yo quiera, lo vas a tener que entender por las buenas, por las malas, a partir de ahora yo seré el que lleve la casa, trabajaré y haré lo que debió hacer el papá en su momento en vez de huir, aunque tenga que obligarte a cumplir mis normas como sea, vas a ser la madre que debes ser, trabajando como yo para aportar el sustento y entre todos saldremos adelante.
  • Pero…  ¿qué me estás diciendo mocoso?...
  • Lo que escuchaste y te juro que no dudaré, has apostado alto y has perdido, conmigo no se juega.
  • Esto no te lo voy a permitir…
  • Piensa bien lo que vas a hacer desde ahora en adelante porque no voy a ser el chiquillo “manejable” que conocías, -mi mirada era de hielo y ella me notó dispuesto a todo-.
  • Por favor Abel, no me castigues, te pido perdón de rodillas y te prometo que te voy a respetar en todo y que serás el único hombre, lo voy a demostrar día a día pero no me castigues.

Me fui indignado, la empujé, ni la miré a la cara pues me era desagradable y me dirigí a mi cuarto, no deseaba verla ni seguir hablando con ella.  Tampoco quise contarle a mi hermana lo que le había dicho, fueron palabras y modos muy fuertes pero estaba convencido de que era y sería así desde ahora en adelante, de Paz ni hablar ni pensar en ella pues era la mayor instigadora.

Por la tarde salí de casa sin haber comido todavía, tenía una idea que me carcomía la cabeza y mis pies me llevaron al bar que frecuentaba mi padre, en la barra estaban los parroquianos de siempre y al verme callaron como si hubieran visto un fantasma, reconocí a los que llevaron a mi padre a casa, se volvieron de espalda como si no me hubieran visto y me dirigí a ellos con decisión.

  • Buenas tardes, soy Abel, el hijo de Paco, ¿se acuerdan de él?
  • Si claro, muy buen hombre tu padre…
  • Ya, parece que son los mejores amigos del mundo pero no vengo a colorearles la cara, mi interés es saber adónde ha podido ir mi padre, se fue de mi casa precipitadamente, sin darnos explicaciones y no sé nada de él.
  • ¿Entonces no se fue a Alemania?
  • No y usted lo sabe bien ¿o no?
  • Algo he oído pero si se fue voluntariamente… no debo contar nada.
  • Mire, soy un chiquillo a su lado y no quiero problemas pero es un favor muy personal y creo que me lo debe, en casa lo echamos de menos, le prometo que nunca sabrá que usted me contó.

Después de decir esto me temblaban las piernas, se lo dije en voz alta para que lo oyeran todos, el animal que tenía delante medía medio metro más que yo y tenía unas manos como guantes de baseball , me di cuenta de que si se molestaba y me daba con una sólo me dejaría pegado en la pared como un poster pero tuve que reprimir mi coraje, de haber sido grande habría obligado a aquel orangután a pagar sus abusos.

El hombretón se puso rojo, me miró de un modo que no pude discernir y luego miró a sus compañeros, yo estaba seguro que les estaba justificando el tortazo o el “soplo” que me iba a dar pero los demás no movieron ni un músculo, entonces resopló apretando los puños y en voz cavernosa me dijo…

  • Tu padre se fue a la capital, está trabajando en una fábrica de coches y creo que está rehaciendo su vida.
  • Gracias, se lo agradezco de corazón.

Cuando llegué a casa ya estaban preparando la mesa para cenar, mi hermana miraba a mi madre y me miraba a mí, notaba que el ambiente estaba cargado aunque no sabía cuánto y cuando anuncié mi decisión me miraron como si estuviera loco.

  • Me he decidido, voy a ir a buscar a mi padre, quiero oír su versión de algunas cosas, esta familia se desintegra a pasos agigantados y no me apetece nada ver cómo cada uno tira para el lado que más le conviene, espero que me apoyéis, si me ponéis “peros” me escaparé y mamá sabe que no hablo por hablar.
  • Haz lo que creas mejor, hijo, -lo dijo sollozando y bajando la mirada-.
  • ¿Qué ha pasado Abel, que le pasa a mamá?
  • Es mejor que por ahora no lo sepas, ya te contaré.

Por la mañana mi madre me había preparado una bolsa con algo de ropa y dinero, tenía el desayuno en la mesa de la cocina, ella estaba sentada delante de mí con los ojos empapados de lágrimas sin decir ni una palabra, cuando me despedí de las dos mi hermana me miraba sin comprender y mi madre me besó en la mejilla, tuvo la intención de besarme cerca de los labios pero retiré la cara, luego me fui.

Al llegar a la ciudad sufrí una gran decepción, la gente andaba deprisa sin fijarse en nadie más, yo era un ser insignificante y cuando encontré a un guardia urbano le pregunté por la fábrica de mi padre, cuando llegué a la puerta la sirena sonaba terminando el turno, me quedé allí esperando y apenas pude aguantar el río de personas que vomitaban las puertas, salían a cientos y comprendí que no lograría encontrar a mi padre, no sabía ni su horario ni si saldría por aquella puerta pero de pronto oí, ¡Abel!

Me volví como un rayo, entre las cabezas que se movían en la misma dirección vi la de mi padre, estaba desconocido, más grueso, más moreno y bastante bien vestido, por lo menos planchado y limpio, nada parecido a cómo se veía cuando volvía a casa.

Nos abrazamos como nunca lo hicimos, estaba convencido que mi padre nos ignoraba desde siempre pero me demostró que no era así, pasó el brazo por mi hombro y fue apartando a todos los que se interponían a nuestro paso, cuando salimos de ese mar de gente fuimos a un jardín cercano y me preguntó por mi madre y mi hermana, a mí ya me veía contento, me llevó a su casa y antes de entrar me puso las manos en los hombros diciendo.

  • Mira hijo, eres muy pequeño para comprender ciertas cosas pero los mayores tenemos ciertas necesidades, especialmente los hombres.
  • Ya lo sé papá, no soy tan pequeño.
  • Jajaja, no me has comprendido, aunque eso también es importante, me refería a la compañía, la soledad es muy mala y si al volver a casa te la encuentras vacía…
  • ¿Quieres decir que te has buscado compañía?
  • Vaya, creo que eres más mayor de lo que yo creía pero no es sólo eso también hay…
  • ¿Tienes hijos ya?, que rápido.
  • Jajaja, no hombre no, no ha habido tiempo pero no lo descarto.
  • Ya me parecía a mí, entonces…
  • Julia, mi… compañera tiene dos hijos, una chica y un chico.
  • ¡Ah, me alegro! pero espero que no nos olvides a nosotros.
  • No, eso nunca, antes de dormirme me acuerdo de ti y de tu hermana.
  • ¿Y de mamá?
  • ¿De mamá?, también aunque no tanto, lo reconozco…
  • Lo entiendo papá.
  • ¿Subimos?
  • Vamos.

El recibimiento fue muy emotivo, Julia parecía que me conocía de toda la vida y me abrazó de una forma muy cálida, me dio la impresión de que mi padre le habló mucho de nosotros, la nueva mujer de mi padre me gustó mucho y cuando volvieron sus hijos me encantó que ellos también se alegraran de conocerme, Raúl era de mi edad y la chica dos años menos.

El chico era muy simpático, era muy abierto y le gustaba mucho el cuidado de sus músculos, estaba seguro de que las chicas lo adorarían y pensé que acercándome a él tendría nuevas amigas, en cambio la chica…  Adela era muy tímida y apenas me miraba, físicamente era lo contrario a todas, a Marta, a Feli y hasta a Silvia, ni que decir tiene a Encarnita o a las demás, incluyendo a las mamás.

Mi intención era hablar con mi padre y preguntar el motivo por su huida pero cuando me di cuenta Julia ya había preparado una cama en la habitación de Raúl con la intención de que me quedara unos días por lo menos.

Mi padre me miraba orgulloso de su nueva mujer y asentía a todo lo que ella decía, se lo notaba feliz y lo pude comprobar cuando después de cenar y una breve sobremesa me mandó a dormir, me acompañó y me abrió la cama, cosa que mi madre no había hecho nunca.

Al poco rato entró Raúl y pude ver cuando desnudaba su cuerpo cultivado, con unos hombros anchísimos y musculosos y una cintura muy estrecha le conferían un porte majestuoso, yo a su lado parecía un alfeñique y cuando lo vi hacer flexiones antes de acostarse comprendí el porqué lucía tantos músculos, llevaba el pelo recortado casi a rape y cuando sonreía demostraba gran seguridad en sí mismo intimidando con su arrogancia.

La casa de mi padre era mucho más pequeña que la nuestra, apenas disponía de un pequeño comedor con la cocina incluida y tres habitaciones, no había un pasillo entre ellas y las puertas estaban prácticamente encaradas.

Oí los pasos suaves de Adela, la menuda hija de Julia parecía invisible, apenas hablaba y casi siempre iba con la cabeza agachada, miraba de reojo y me daba la impresión de que era sumamente apocada, al contrario que su hermano.

Tardé mucho en conciliar el sueño, había pasado un día lleno de grandes emociones y no podía dormir, estuve pensando en mi casa, en mi madre, en Felisa y no estaba seguro si había hecho bien en ir en busca de mi padre ahora que había rehecho su vida.

En el silencio de la noche oí un ruido cerca de mí, era Raúl que debajo de la sábana se estaba haciendo una paja, oía el monótono clap, clap de su mano en su polla hasta que dio dos gruñidos y se corrió.

No se veía nada excepto una tenue luz por debajo de la puerta de la habitación de Adela, la chica estaba estudiando cómo me enteré que hacía siempre, se pasaba las horas con los codos pegados a la mesa.

En la habitación de mi padre empezaron a oírse murmullos, luego risas apagadas y luego los gemidos de Julia, los gemidos fueron subiendo de intensidad hasta convertirse en jadeos, cuando elevó la voz, pidiendo más y más, la luz de Adela se apagó y cuando Julia se corrió dio un grito de victoria, luego otra vez el murmullo y el silencio.

Ya no oí nada pues me dormí hasta que de madrugada volví a oír a Julia, ronroneaba entre risas y al momento lo poco que hablaba no se le entendía, ésta vez era mi padre el que gemía y cuando empezó a gruñir, el ruido de la comida de polla que le estaba dando se aceleró hasta que mi padre suspiró profundamente y ya no dijo nada aunque el ruido de la mamada continuó un momento más.

Volví a dormirme hasta que la mano de Julia me movió el hombro, estaba vestida de calle y me dijo que se iba a trabajar, me informó que mi padre se había ido hacía mucho, tenía dos trabajos para ganar más dinero.  Raúl se marchó también al instituto y Adela se fue cargada de libros.  Me dijo que me había dejado el desayuno en la cocina y que diera un paseo si quería porque volverían todos a medio día.

Al quedarme sólo después de desayunar quise husmear por la casa, quería ver cómo eran cada uno en la intimidad, cuando entré en la habitación de mi padre me sorprendió el orden en que estaba todo colocado, Julia era muy aseada y no me di cuenta de cómo era mi madre hasta entonces, abrí el armario y vi la ropa de ella arreglada perfectamente, se notaba que no tenía ropa de mucha calidad pero la cuidaba mucho, al abrir un cajón vi perfectamente ordenados los sujetadores y la lencería, no eran modelos muy sexis como los de Paz o Silvia o menos los de Encarnita pero olían muy bien.  Cerré el cajón y no quise ver más de su intimidad.

En el espacio de mi padre vi las camisas, pantalones y ropa interior tan arreglada como la de Julia y me alegré por él, había tenido suerte encontrando aquella mujer que lo había cambiado por completo.  En ese momento me acordé y salí para buscar los licores en el comedor, abrí el mueble y sólo vi copas de coñac y una botella de vino dulce sin apenas alcohol, me alegré infinito, mi padre había cambiado hasta en eso.

En mi habitación pude fijarme en los posters de las paredes que tenía Raúl, casi cubierta de chicos musculosos, en posturas forzadas sacando músculos que ignoraba que existían, para ser justo también había una chica pero no tenía nada de femenina.

Cuando abrí la puerta de Adela sentí como si entrara en un santuario prohibido, en las paredes estanterías con libros cubrían casi todo y en el escritorio los lápices y bolígrafos estaba ordenados y con las puntas afiladas, no pude resistir y mire su armario, apenas tenía ropa de chica, sólo pantalones, camisetas y zapatos planos, la lencería era de lo más normal y apenas tenía un par de sujetadores estampados con florecitas.

En la cocina vi el mismo orden y terminé el tour mirando el paisaje por la ventana, estaba en un barrio obrero y el bullicio de la calle me invitó a bajar y dar una vuelta, me gustó que la gente era muy amable, el señor del quiosco me ofreció el periódico y el churrero me hizo probar un churro, quedé encantado porque no pensaba que habría tanta camaradería en un barrio obrero.

Di una vuelta por las calles y cuando me pareció bien subí y arreglé mi cama para que Julia no tuviera que hacerlo, luego llamé a casa, se puso mi hermana y le dije que todo iba bien y que me quedaría uno o dos días más con papá.

La primera que llegó fue Adela, al verme se puso roja y desapareció en su cuarto, no sabía que decirle y cuando llamé en su puerta le pregunté…

  • Adela ¿qué te parece si hacemos una ensalada para que tu madre no tenga tanto trabajo?

No dijo nada salió sin mirarme, en la cocina sacó lo necesario y nos pusimos a preparar la ensalada en silencio…

Continuará.

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Gracias.