Por culpa de Carmen (2)

Desenlace de la historia de Carmen, Rosa y su padre

Sentada en la cama, Rosa esperó. Atenta al menor ruido para esconderse rápidamente en el armario.

En la calle, Carmen esperaba en frente del portal a que el padre de Rosa, llegara.

Cinco minutos antes de la hora convenida, lo vio llegar. Enrique también la vio a ella, y le hizo un disimulado gesto. Él entró en el portal y ella segundos después. Simulando no conocerse, pues el portero revoloteaba por allí, se acercaron al ascensor y esperaron a que llegara. Los ojos de Carmen fueron de los números que se encendían y apagaban marcando los pisos, a los ojos de Enrique, al evidente bulto que formaba su dura polla en el pantalón y de nuevo a sus ojos. Le sonrió.

Cuando el ascensor llegó, él le abrió amablemente la puerta y entraron. En cuando las puertas se cerraron y el ascensor empezó a subir, Carmen se abalanzó sobre Enrique. Lo besó con pasión y llevó una de sus manos a la polla.

-Ummm, que dura la tienes ya. ¿Es por mí?

-Claro que es por ti, Carmen.

-Pues si vieras como tengo yo el coño.

El ascensor paró y los dos salieron, tranquilamente. No había vecinos por allí en aquel momento, así que Enrique se dirigió a la puerta de su casa y abrió la puerta. Carmen, rápidamente, entró y él cerró tras ella.

Al fondo, Rosa se metía en el armario sin hacer ruido.

Carmen y Enrique volvieron a abrazar. La mano de Carmen volvió a la dura polla.

-Ummm, papá... ¡Qué dura tienes la polla! ¿Me quieres follar? ¿Quieres follarte a tu nenita?

-Claro que quiero follarte, Carmen. Te deseo como un loco. ¿No lo notas?

Carmen le miró a los ojos y le apretó la polla.

-Llámame Rosa.

-¿Qué?

-Que me llames Rosa. Imagínate que soy ella. ¿Me follarás, papá? ¿Me follarás en mi camita?

Enrique la miró. Era muy distinta a su hija, pero la idea de pensar en Rosa mientras se follaba a  Carmen lo excitó sobremanera. La agarró con las manos por las mejillas y la besó, metiendo su lengua todo lo que pudo en la boca de la chica.

-Claro que te voy a follar en tu cama, Rosa. No sabes las veces que he deseado hacerlo. Las veces que me he imaginado que te abrazaba, que te besaba.

-Y que me follabas

-Ummm sí, que te follaba

-Que le clavabas la polla a tu hija.

-Sí.

-Mirándome a los ojos.

-Aggg, Rosa, sí, sí

-Vamos, papi. Vamos a mi camita.

Le cogió de la mano y lo llevó hasta el cuarto de Rosa. Ella iba delante. Cuando entró, miró hacia el ropero y guiñó un ojo. Sabía que Rosa estaría mirando. Aún cogiendo a Enrique de la mano, lo llevó justo delante del ropero.

-¿Sabes una cosa, papi?

-Dime Rosa.

En la semioscuridad de su escondite, los ojos de Rosa se abrieron como platos. Su padre llamaba Rosa a su amiga, y ella le decía papá. Era como si se la fuese a follar a ella. El corazón le palpitaba. El coño le palpitaba. Se llevó una mano y empezó a acariciarse. No sabía si podría disimular sus gemidos.

-No he podido olvidarme de tu polla. Como la sentía ayer en mi boca. ¿Quieres que tu hijita te chupe la polla?

-Rosa, es lo que más deseo. Que mi preciosa hija me chupe la polla.

Por las rendijas, Rosa vio como Carmen se arrodillaba delante de su padre. Le empezó a pasar la mano sobre la polla. Podía distinguir fácilmente el bulto que formaba. Observó como Carmen, mirando a su padre a los ojos, le bajó lentamente la bragueta, como metió la mano y como le sacó la polla. Sus ojos se quedaron clavados en la polla de su padre. Le pareció una polla hermosa, y desde su oculta atalaya le parecía dura. Se movía con los latidos de su corazón.

-Ummmm, papi, que polla más bonita tienes. ¿Quieres que te la chupe?

-Sí, chúpamela.

-Ya sabes como tienes que pedirlo.

-Chúpame la polla Rosa. Chúpale la polla a papá.

Rosa asistió a una lenta y sensual mamada por parte de su amiga a su padre. Chupaba la polla despacito, lamiéndola de arriba a abajo. Con la lengua acariciaba la gorda cabezota. Se ayudaba a veces de la mano, masturbando el tronco mientras mamaba. Y su padre gemía de placer. Y hablaba, decía cosas, cosas que tenía a Rosa al borde del orgasmo.

-Así, Rosa... que bien le chupas la polla a papá. Siempre he deseado tenerte así, arrodillada delante de mí con mi polla en tu preciosa boca.

-Ummmm y yo siempre he querido que lo hicieras.

-Agggg que bien chupa mi niña. ¿Sabes? A veces voy a tu cuarto por las noches y te veo dormir

Rosa se estremeció al oír aquello. Su padre en la puerta de su cuarto, mirándola, y, quizás, tocándose.

-¿Sí, papi? ¿Haces eso?

-Sí Rosa, eso hago.

-Ummm, que malo eres. Espiando a tu hijita. Seguro que te tocas la polla mientras me miras.

-Rosa....sí... me toco

-Te imaginas que me despierto y te veo.

-Sí

-Que miro tu polla - dijo Carmen dándole un besito en la punta.

-Ummm sí.

-Que te pide que dejes de mirarme y que me folles.

-Agggg Rosa...sí. Todo eso imagino mientras te miro.

Rosa, es su escondite, tuvo su primer orgasmo. Intenso, arrollador. Apretó con fuerza los dientes para no gritar. Aguantó como pudo la respiración para no jadear, y cuando las intensas olas de placer cesaron, respiró a bocanadas lentas. No apartó la vista ni un segundo de como la polla de su padre entraba y salía de la boca de Carmen.

-Ummm papi. ¿Y por qué no te acercas a mí? ¿Por qué no me acaricias la carita con tu polla mientras duermo? Si me despertase en ese momento, haría lo que estoy haciendo ahora, chuparte esta preciosa polla.

-Rosa...lo he pensado...tantas veces...Pero no puedo, no puedo.

-Ahora sí puedes, papá.

Enrique le levantó la cara, se cogió la polla y se la pasó por la linda carita. Era Carmen, la guapa y sexy Carmen, pero él se imaginaba que era su preciosa hija, con sus profundos ojos azules. Cuantas veces se había imaginado, en esas noches que la espiaba desde la puerta de su habitación, que se acercaba y se masturbaba a su lado. Y que se corría sobre su linda cara, dormida. Que la dejaba así y se iba a dormir. Pero sólo era una fantasía. Algo que nunca ocurriría.

La fabulosa mamada que Carmen le estaba haciendo lo estaba llevando inexorablemente hacia el orgasmo. Bañar aquel bello rostro con su semen sería algo excitante y morboso, pero ahora quería otra cosa. La hizo detener.

-Para, Rosa. O papi se correrá en tu boca.

-Ummmm, me encanta tu leche papi. ¿No me la vas a dar?

La levantó y la besó.

-Hoy papi te va a dar su leche en otro sitio.

-¿En dónde, papi?

-En tu coñito.

-Ummmmmmmmm papi, sí, sí, sí

Mientras Carmen le acariciaba la polla, Enrique la fue desnudando. Cuando le quitó toda la ropa y la miró, se quedó maravillado del hermoso cuerpo de la joven. La acercó hacia sí y la acarició. Atrapó sus tetas entre sus manos y lamió sus duros pezones. Ahora, Carmen lo fue desnudando a él. Al poco tiempo, los dos estaban completamente desnudos.

Rosa se estremeció a ver como su padre acariciaba a su amiga. Se empezó a preguntar cómo se sentiría si fuese a ella a la que estuviera besando, a ella a la que le estuviera lamiendo y chupando los pezones como hacía con Carmen. Si fuese ella la que tuviese la polla de su padre bien agarrada en su mano. Frotaba su mojado coñito mirando, deseando.

Enrique tumbó a Carmen sobre la cama de Rosa. Él se acostó a su lado y la contempló. Su bello rostro, su largo y fino cuello. Sus preciosas tetas. Su vientre plano. Su claro pubis. Sabía que no era Rosa. Que el de Rosa sería oscuro. Pero siguió con el juego que tanto lo excitaba.

-Eres preciosa, Rosa.

-¿Te gusta mi cuerpo, papi?

-Llevo soñando con él mucho tiempo.

-Pues es todo tuyo. Cómete a tu niñita.

Se agachó y la besó, metiendo su lengua en la cálida boca. Sus manos acariciaban las tetas, notando los duros pezones. Lentamente, fue bajando una de sus manos. Acarició el vientre, el pubis. Carmen gimió cuando los dedos de Enrique se abrieron paso entre sus piernas.

-Agggg, papi.... Qué mojadita estoy. Es por ti.

Enrique pasó un dedo a lo largo de aquella encharcada raja. Frotó el clítoris y Carmen se estremeció sobre la cama.

Rosa vio como su padre le decía algo al oído a Carmen que no pudo escuchar. Supo lo que fue cuando Carmen contestó.

-Aggg, si papi. Cómeme el coño. Cómele el coño a tu hija.

Rosa se quedó mirando como su padre empezaba a bajar lentamente por el cuerpo de Carmen. Vio como besaba su cuello, como lamía sus tetas. Carmen gemía de placer y miraba hacia donde estaba Rosa. Se mordía un dedo y se contorsionaba sobre la cama. Sentía la boca de Enrique cada vez más cerca de su coño.

-Papá... cómemelo. Cómeme el coñito ya...

Enrique metió la cara entre las piernas de la chica. Lo primero que hizo fue inspirar. Llenarse los pulmones de aquel exquisito olor. El olor de un coño excitado, mojado, anhelante.

Sólo había una cosa que le gustase más que ese olor. El sabor. Abrió la boca, sacó la lengua y la pasó a lo largo de la sabrosa raja.

-Ummmmm cómo me gusta el coñito de mi niña.

-¿Te gusta, papi? ¿Te gusta mi coño?

-Me encanta

Rosa no pudo más. Se volvió a correr. El estrecho habitáculo se estaba llenando del aroma de su sexo. De calor. Sudaba, pero no dejó de mirar. Veía la cabeza de su padre entre las piernas de Carmen. La movía hacia los lados, en círculos. Miraba hacia Carmen, que no dejaba de gemir. Ésta llevó sus manos a la cabeza del padre de Rosa y lo apretó contra su coño. Su espalda se separó de la cama.

-Aggggggggggg papiiiiiiiiii me...corrooooooo

Hacía tiempo que Carmen no se corría tan intensamente como lo hizo contra la boca de Enrique. Aquel hombre sin duda sabía comerse un coño como era debido. Le recordaba tanto a su amado tío.

Durante los largos segundos que duró el orgasmo de Carmen, Enrique no apartó su boca. Con placer recibió en la cara  y en la boca los abundantes jugos del intenso orgasmo de la chica. Y siguió lamiendo y chupando cuando ella quedó relajada, sin fuerzas, ahora más despacito.

-Ummm papi...que rico me comiste.

-Me pasaría el  día haciéndolo, Rosa.

-Papi... fóllame...fóllame ya

-Sí, Rosa, mi amor. Papi te va a follar.

El corazón de la verdadera Rosa latía con fuerza mirando como su padre subía lentamente, se ponía entre las abiertas piernas de Carmen y la penetraba. Casi sintió que era a ella a la que le estaba metiendo su linda polla. Y lo deseó. Deseó que fuese a ella, que su padre la follase como se estaba empezando a follar a Carmen, besándola, acariciándola, entrando y saliendo de ella lentamente, sin prisas. Miró con envidia como su amiga gozaba ante sus ojos.

Pero no se atrevió a salir. Ese hombre era su padre. Ella era su hija. Eso no podía ser.

-Agggg Papi...que bien me follas.... más... más...fóllame más, papá.

Enrique aumentó el ritmo de la follada. Entrelazó sus manos con las de la chica, besándola ahora con pasión, follándola con fuerza, arrancándole más y más gemidos de placer.

-Dímelo Rosa. Dime como te gusta que te folle papi.

-Me encanta, papi. Nadie me había follado así nunca, sólo mi tío.

-¿Tú tío? - preguntó sorprendido Enrique. Él no tenía hermanos y su esposa tampoco.

-No importa. No pares. Fóllame, fóllame.

Carmen se corrió. Rosa la miró en ese momento. Vio su cara crispada, su cuerpo tenso. Y a su padre taladrarla sin parar. Después del intenso orgasmo, Carmen abrió los ojos y miró al hombre que la seguía follado. Por fin había encontrado a otro hombre como su tío. Estaba claro que los hombres maduros le iban más que los jovenzuelos.

Enrique se paró. Se salió de Carmen y quedó arrodillado sobre la cama. Los ojos de Carmen y los ojos de Rosa se quedaron clavados en su polla, brillante por los abundantes jugos que el coñito de Carmen destilaba.

-¿No me follas más, papi?

-Claro que sí, Rosa. Date la vuelva.

Carmen sonrió y se dio la vuelta, pero lo hizo de tal manera que su cara quedase mirando directamente hacia el ropero. Miró fijamente a las rendijas, levantó las caderas.

-Clávame la polla, papi. Fóllame y lléname el coño de lechita.

Enrique se puso detrás. El culito de la chica era precioso. El coño aparecía mojado, abierto, rojo, invitándolo. No esperó más. Acercó su polla y se la clavó de un sólo golpe hasta el fondo del encharcado coño.

-Agggggggg papiiiiiiiiiiiiiii

Rosa se frotaba con fuerza el clítoris observando como su padre, agarrado a las caderas de su amiga, se la follaba ahora salvajemente, con profundos pollazos que hacían estremecer a las dos chicas. Su mirada iba de la cara de Carmen a la cara de su padre.

-Rosa... Rosa... papi se va a correr...

-Si si siiiiii, córrete papi....lléname de ti.

Rosa se quedó mirando fijamente la cara de su padre. Vio como cerraba los ojos, los apretaba... también los dientes. Supo el preciso instante en que su padre se empezó a correr. Supo cada espeso chorro de semen que le depositaba profundamente dentro del coño de Carmen. Y se corrió con él, mirando su rostro marcado por el placer. Apenas puso atención a los gemidos de Carmen, que se corría también intensamente al sentir su coño llenarse de semen hirviente.

Supo cuando dejó de correrse. Cuando su cara que quedó relajada. Y se quedó mirando como hizo levantar a Carmen, agarrándola por las tetas, y todavía con su polla dentro de ella, le besó el cuello, las mejillas.

-Ummmm, papi... me has llenado el coñito de leche. La siento caliente dentro de mí.

-Rosa, mi vida, lo deseaba tanto.

-Y yo.

Al poco tiempo se separaron y se besaron.

-Tengo que volver a la oficina.

-¿Tan pronto?

-Sí, lo siento

-¿Me volverás a follar, verdad?

-¿Tú qué crees? - respondió Enrique, al tiempo que la besaba y acariciaba.

-¿Te importa que me quede un ratito en la cama? Me has dejado agotada.

-Claro que no. Luego simplemente cierras al salir.

Las dos chicas contemplaron, una desde la cama y la otra desde su escondite como Enrique se vestía. Enrique miraba a su vez a la hermosa chica que estaba acostada en la cama de su hija. Chica a la que se acababa de follar. Hermosa, con el cabello rubio revuelto. La polla se le empezó a poner dura otra vez, pero no tenía tiempo. Pensó que así la próxima vez la pillaría con más ganas.

Ser acercó a la cama y le dio un último beso.

-Eres preciosa, Carmen.

-Gracias Enrique. Y tú estás muy bueno.

-Jajaja. Gracias a ti.

-La próxima vez quiero que me folles a mí, no a Rosa.

-Carmen, cualquier hombre de este mundo estaría encanado de follarte.

-Jajajaja. Venga, vete ya a la oficina, no vaya tu jefe a echarte un rapapolvo.

Enrique dejó a la chica en la habitación y se marchó. En cuanto se oyó la puerta principal cerrarse, Rosa salió del armario. Las dos jóvenes se miraron.

-Ummm Rosa, vaya polvazo que me ha echado tu padre.

-Uf, lo he visto.

-¿Cuántas veces te has corrido mirándonos?

-No sé. Varias. Ha sido muy caliente.

-¿Deseabas que fuera a ti a la que se follaba, verdad?

-Joder, Carmen. ¿Qué me has hecho?

-¿Yo? Jejeje, nada. Venga, confiésalo.

-Sí, coño. Lo deseaba.

-¿Y por qué no saliste del armario? Seguro que tu padre, después de recuperarse del susto, se hubiese tirado sobre ti y te hubiese follado bien follada.

Rosa se sentó en la cama, rozando una de las piernas de su desnuda amiga.

-Lo pensé. Lo deseé. Pero no me atreví. Una cosa es desearlo y otra hacerlo.

-Tontita. Pero si él se muere por follarte. Y tú porque te folle.

En ese momento, Carmen abrió lentamente las piernas, mostrando su recién follado coño. Rosa no pudo evitar mirarlo. Sus labios estaban abiertos, rojos, mojados. A Carmen le gustó que Rosa la mirase así.

-Rosa, tu padre me ha dejado el coño llenito de leche. Uf, vaya corrida que me echó.

Carmen llevó una mano hacia su coño y metió un dedo dentro. Lo sacó mojado, con rastros evidentes de semen.

-Mira. Leche de tu padre. ¿Quieres probarla?

-No.

No le hizo caso y le acercó el dedo a la boca.

-Huele.

Rosa lo hizo. Olía a coño, a semen. Carmen se lo pasó por los labios. Rosa se estremeció al darse cuenta que sus labios estaban mojados con semen de su padre. Sacó la lengua y se la pasó por los labios. Cuando su boca se llenó de aquella mezcla se sabores, todo su cuerpo se estremeció. Abrió la boca y se metió el dedo de Carmen en la boca. Lo chupó con ganas.

No era por su sabor. No le gustaba especialmente el sabor del semen. Alguna vez algún chico se había corrido en su boca, pero nunca llegó a tragárselo. Lo que sintió fue porque era el semen de su padre. Tenerlo en la boca era algo tan morboso, algo tan prohibido que la hizo estremecer.

-Vaya, parece que a la niña le gusta la leche de papi. Tengo el coño a rebosar. Sírvete. Cómeme el coñito y bébete la leche de papi.

Rosa se quedó parada. Bloqueada. Nunca había hecho eso ni nunca lo había deseado. Su experiencia con otra mujer se resumía en los besos y la paja que Carmen le había hecho. Y ahora su amiga le pedía que le comiese el coño. Rebosando de semen. Semen de su padre. Se quedó mirando la húmeda rajita y cuando vio como un reguerito de semen empezó a salir, se acercó lentamente, sacó la lengua y lo lamió.

-Aggggg Rosa....ummmm, sí, cómemelo.

Lamió otra vez. Recogió con su lengua la leche paterna y la saboreó en su boca. Todo su cuerpo se estremecía de placer. Se acostó boca abajo entre las piernas de Carmen y empezó a comerle el coño, pero sobre todo, a sorber y beberse toda la leche de su padre, que salía de la vagina de su amiga mezclado con los jugos de Carmen. El coño de Rosa rezumaba casi igual que el de Carmen, aun no teniendo dentro una abundante descarga de semen. La lengua iba de la abertura de la vagina, siguiendo los pliegues, hasta el clítoris, el cual lamía y chupaba. Al poco tiempo, Rosa empezó a disfrutar de lo que hacía. Ya apenas salía semen, pero siguió lamiendo, chupando, haciendo gemir a Carmen.

A Rosa le habían comido el coño algunos chicos. Le había dado placer, sí, pero eran torpes. Le comió el coño a Carmen como le hubiese gustado que se lo comisen a ella, y por como Carmen gemía y se contorsionaba sobre la cama, le estaba gustando. Había llevado sus manos a su cabello y la apretaba contra su coño.

-Ummm eso es...así....así se come un coño...Rosa...que rico....me voy a correr en tu boca...

El orgasmo llenó la cara de Rosa con abundantes jugos. Carmen se movió tanto que le restregó el coño por toda la cara. Su espalda subía y bajaba sobre la cama y sus manos la apretaban con fuerza contra ella. Hasta que la soltó y se quedó quieta.

-Uf, Rosita. Vaya corrida que me has dado.

Rosa se incorporó y miró a Carmen, que le sonreía.

-¿Lo hice bien?

-Muy bien. Está claro que en materia 'comecoñil' la mujer supera al hombre.

-Jajajajaja

-Aunque tu padre tampoco lo hace nada mal. Deberías probar.

-No sé.

-Sí sabes. Sabes que tarde o temprano tu padre te va a follar. Y creo que será más temprano que tarde. Pero tendrás que pedírselo. Él no va a hacer ningún movimiento si tú no le das pie.

-Me da cosa, Carmen.

-Jajajaja. ¿Cómo que te da cosa? Pero si te acabas de tragar su leche de mi coño.

-Lo sé.

Carmen también se incorporó. Las dos chicas se quedaron sentadas sobre la cama, la una frente a la otra. Carmen se acercó a Rosa y la besó en los labios.

-Cuando me viste chuparle la polla deseaste ser tú la que se la chupaba.

-Sí

-Cuando me comió el coño deseaste que fuera a ti a quien se lo comía.

-Sí.

-Y cuando me folló, deseaste que fuera a ti a quien le clavaba su hermosa polla.

-Sí, Carmen. Lo deseaba... Lo deseo. Eres... eres una cabrona. Has hecho que desee que mi padre me folle.

-¿Yooooo? Yo no he hecho nada.

Le dio otro beso. Esta vez abriendo la boca y metiendo la lengua, buscando la lengua de Rosa, que le devolvió, cerrando los ojos, el beso.

-¿Estás cachonda, Rosita?

-Estoy hirviendo, Carmen.

-¿Sí? ¿Por mí o por tu padre? Calla, no respondas. ¿Quieres que te coma el coñito?

-Ummm Carmen... sí. Cómemelo

La comida fue lenta, pausada, pero intensa. Rosa se corrió varias veces contra la boca de Carmen, que la sujetaba con fuerza para que no se moviera. Comparando lo que sintió Rosa con lo que había sentido cuando algún chico le había hecho lo mismo, pensó igual que lo que Carmen le había dicho antes. Que en materia 'comecoñil' la mujer supera al hombre. Pero también deseó comprobar cómo lo hacía su padre.

Desde entre sus piernas, con sus brazos alrededor de cada muslo, Carmen le dijo.

-Fóllatelo hoy. Esta noche. No esperes más.

-Carmen... yo....joder...

-Ni joder ni nada. Te lo vas a follar hoy mismo. Y ya sé exactamente cómo.

Carmen le contó a Rosa su plan y ésta se estremeció por lo morboso del mismo

-¿Qué te parece?

-Que eres una calentorra de cuidado, Carmen

-Jajaja. Lo sé. Lo malo es que no veré como te folla. La primera vez os daré intimidad. Pero mañana me los follo a los dos.

-Jajaja. Bruta.

-Joder. Sigo caliente. Ven aquí.

Las muchachas se abrazaron y se besaron con pasión. Carmen desnudó a Rosa, y cuando estuvieron las dos desnudas, se abrazaron y besaron. Cada una sintió los duros pezones de la otra clavarse en sus tetas. Las manos revolotearon por los cuerpos, especialmente recorriendo cada una la mojada raja del coño de la otra.

Carmen, más experimentada, fue bajando por el cuerpo de Rosa, besando y lamiendo cada centímetro de la blanca y suave piel. Cuando llegó al coñito de la morena, puso el suyo al alcance de la boca de Rosa. Formaron un perfecto 69 que llenó de gemidos la habitación.

Fue una lucha de igual a igual, para ver cual de las dos conseguía darle más placer a la otra. Cuando una arranca un orgasmo a la otra, ésta no le iba a la zaga y a los pocos segundos se lo devolvía.

El último, el definitivo, el que dejó a las dos chicas agotadas fue simultáneo. Ambas se corrieron intensamente en la boca de la otra. El coño de cada una apagó los gritos de placer de las chicas.

Ambas quedaron cansadas. Se acurrucaron las dos juntas, como dos amantes. Rosa se sorprendió a si misma cuando se dio cuenta de que estaba acariciando tiernamente el bonito cabello de Carmen.

¿Qué clase de brujería practicaba aquella mujer? En dos días había vuelto su tranquilo mundo del revés.

-Coño, cualquiera vuelve ahora a clase, Rosa.

-Yo no tengo ganas, la verdad. Creo que nos las saltamos, ¿No?

-Apoyo la moción.

Se quedaron en la cama, en silencio. La cabeza de Rosa bullía con ideas. Esa noche, si todo salía como Carmen había planeado, su padre se la follaría. Lo que hasta ahora no eran más que deseos, fantasías, se haría realidad. Rompería el tabú, lo machacaría. Eso la asustaba mucho. La aterrorizaba. Pero su coño palpitaba otra vez, de deseo. De deseo hacia su padre.

Y todo, por culpa de Carmen.

++++++

Ese medio día, cuando su padre llegó a casa y le dio a Rosa, como siempre, un casto beso en la mejilla, Rosa tembló y entrecerró los ojos. Sintió los pezones duros, el coño, mojarse. Mientras comían en la cocina, miraba a su padre, tratando de disimular su deseo. No se podía quitar de la cabeza la imagen de él follándose a su amiga como si se la follase a ella.

-¿Qué tal el día, papi?

-Ah, muy bien. Normalito. ¿Y tú qué tal? ¿Cómo van las clases?

-Muy bien

Rosa cerró las piernas y sintió placer. Notó sus bragas mojadas. ¿Y si se levantaba, se acercaba a su padre, se arrodillaba entre sus piernas, le sacaba la polla y le hacía una buena manada? ¿Y si se quitaba las bragas, se abría de piernas y le pedía que se la follara? Todas clase de fantasías cruzaban sus pensamientos mientras comían, pero la presión del tabú, del incesto, la retenía. El corazón le latía con fuerza, pero no se levantaba. No sabía si esa noche podría hacerlo. No sabía si podría llevar a cabo el plan de Carmen. Deseo y miedo, juntos. Una mezcla difícil de combatir. Necesitaba algo que inclinase la balanza hacia un lado. Quizás ese algo fuera la loca de Carmen.

Después de comer fueron al salón al ver la tele un rato, como siempre, hasta que fuera la hora de que su padre volviese a la oficina. Enrique en su sillón favorito y Rosa en el grande. Y como siempre, a los pocos minutos Enrique se durmió. Esas pequeñas cabezaditas que siempre se echaba después de comer le sentaban de maravilla.

En cuanto su padre se durmió, Rosa dejó de mirar la tele, y se puso a mirarle a él. Le miró como a un hombre, no como a su padre. Le pareció atractivo. Sus sienes empezaban a blanquearse ligeramente, lo que le daba un aire especial. Se mantenía en forma. Rosa miró hacia su entrepierna, ahora en reposo. Se la había visto en plena forma, dura, hermosa, entrando y saliendo de la boca de Carmen.

Entornó los ojos. Sin hacer ruido, se bajó al suelo y a gatas se acercó hacia su padre. Se acomodó al lado de sus piernas. La mano le tembló cuando la acercó hacia el muslo de su padre. Lo acarició, mirándole a los cerrados ojos. Él no los abrió. Seguía dormido. Con cuidado, empezó a subirla, hasta llegar a la bragueta.

Empezó a acariciar, apretando ligeramente. Miraba a los ojos de él, esperando que los abriera. Su corazón se aceleró aún más cuando notó que la polla se empezaba a endurecer. La recorrió con los dedos. Su mano libre se metió entre sus propios muslos y se acarició el coñito metiendo la mano por debajo de las bragas.

Con el pulgar y el índice agarró la cremallera y la bajó, despacito. Los ojos seguían cerrados. Abrió el pantalón. Vio el calzoncillo, abultado por la dura polla. Metió la mano y la acarició. Sus dedos se metieron profundamente en su coño. Apartó el calzoncillo, agarró la polla y la sacó. Quedó tiesa, delante de su cara. Dura, palpitante, hermosa. La recorrió con la mano, iniciando una suave paja. Sus ojos fueron de la polla a los ojos de su padre. Deseaba que los abriese. Que la viese con su polla en la mano. La apretó.

Su padre, lentamente, abrió los ojos. Y vio a su querida hija, a su deseada Rosa, arrodillada a sus pies agarrando su polla.

-Rosa...pero...

-Papi... sé que me deseas. Y yo... te deseo a ti. Pídemelo y te chuparé la polla.

Los dos se miraban a los ojos. Los dos corazones latiendo a mil por hora. La mano de Rosa subiendo y bajando a lo largo de la dura barra.

-Oh, Rosa...yo....

-Pídemelo papi. Como hiciste con Carmen. Pide que tu niñita te chupe la polla.

Rose se acercó y se empezó a pasar la polla de su padre por la cara. Enrique no pudo resistirse a aquellos bellos ojos azules que lo miraban con deseo.

-Rosa, mi vida... chúpame la polla. Chúpale la polla a papi.

Rosa, obediente, abrió la boca, sacó la lengua y la pasó alrededor de la cabeza de la polla. La agarró por la base con las dos manos y empezó a metérsela en la boca.

Semi acostada en el sofá, mirando hacia su dormido padre, Rosa se corrió. Trató de no gemir, de no moverse, pero la intensidad del orgasmo imaginando como le chupaba la polla a su padre hizo que de su garganta saliese un incontrolado gemido. En ese momento, su padre entreabrió los ojos y ella, rápidamente, desvió la mirada. Se estaba corriendo y él la estaba mirando.

Los últimos espasmos la sacudieron. Para disimular, tosió, pero apenas tenía aire en los pulmones.

-Bueno, ya va siendo hora de que vuelva a la oficina - dijo Enrique, aún somnoliento.

Se levantó y miró a su hija.

-¿Estás bien?

-Sí, papi.

-Estás roja. ¿No tendrás fiebre?

-No, no. Es que me entró un poco de tos. Carraspera. No es nada.

-Ah, vale.

Enrique se fue al baño a asearse un poco y dejó a su hija acostada en el sofá. Rosa, con el coño aún palpitando, lo vio alejarse. Casi la pilla masturbándose a su lado. Sonrió.

Al poco, su padre se despidió de ella desde la puerta del salón.

-Bueno, tesoro. Vuelvo al trabajo. Hasta luego.

-Hasta luego, papi. Te quiero mucho-

-Y yo a ti, mi vida.

Se miraron a los ojos unos instantes. Por la cabeza de ambos pasó la misma imagen. Los dos, abrazados, besándose. Ninguno hizo nada.

+++++

La cena fue una repetición de lo que pasó durante la comida, pero más intenso. Se acercaba la hora fijada para llevar a cabo el plan de Carmen. Rosa estaba nerviosa. Sus dedos temblaban ligeramente.

¿Se atrevería? Lo deseaba con locura. Su encharcado coño se lo pedía, sus pezones duros como piedras se lo pedían, pero ahí, en el fondo, seguía ese bloqueo mental que la retenía.

Padre e hija fueron al salón. Buscaron una cadena en donde echaran alguna película que les gustase a los dos y se pusieron a verla. Rosa apenas puso atención a la televisión. Sus ojos iban y venía hacia el reloj de pared.

Las 9. Las 9:30. Se acercaba la hora. Dieron las 10. Había quedado con Carmen que todo empezaría a las 10 y cuarto.

-Bueno, papi. Me voy ya a la camita.

-Pero si aún no ha terminado la película.

-Ya, pero es que tengo sueñito. Además, ya la había visto.

Enrique recordó que esa tarde Rosa estaba colorada.

-¿Seguro que no estarás mala?

-No, de verdad que no. Es solo sueño. Hasta mañana, papá.

Se acercó a su padre y le dio un beso en la mejilla. A punto estuvo de besarle en la boca, pero el bloqueo actuó.

-Hasta mañana, mi vida.

Enrique la vio alejarse. Se maravilló de lo hermosa que era. Miró su cuerpo alejarse. Su precioso culito contonearse. La polla se le empezó a poner dura. Luchó por pensar en otra cosa, por seguir viendo la tele.

Rosa entró en su habitación y se puso su pijama. El que había quedado con Carmen en ponerse. Uno corto, ajustado. Sin sujetador. Sin bragas. Se miró en el espejo. Estaba preciosa. Sus tetas se marcaban contra la fina tela. Sus pezones claramente visibles. Se acostó en su cama, cogió el móvil y llamó a Carmen.

-Hola Rosita. ¿Qué tal?

-Uf Carmen. Estoy hecha un flan. No sé si quiero seguir adelante.

-Quieres seguir adelante, Rosa. No sea tonta. Seguro que tienes el coño licuándose ahora mismito.

-Es un lago.

-! Pues entonces ¡

-Pero... tengo miedo.

-Ni miedo ni gaitas. Te lo vas a follar. Tu padre te va a follar dentro de un ratito. Lo deseas, Rosa. Lo deseas. Coño, y yo lo deseo. Venga. Dilo. Di que sí.

Rosa lucho unos segundos, que a Carmen le parecieron eternos.

-Sí, lo deseo. Deseo que me folle. ¿Pero y si no él no quiere? ¿Y si piensa mal de mí? Que soy una zorra.

-¿Pero no lo has oído? ¿No viste como me folló? Pensaba que era a ti a quien se follaba.

-Pero no era a mí, era a ti. Era una simulación. ¿Y si no se atreve conmigo? ¿Y si me rechaza? Me moriría.

-Rosita... Rosita. Ya te dije que aparte de tu padre, Enrique en hombre. No va a rechazar a una linda mujer como tú, te lo aseguro.

-¿Tú crees?

-Claro. ¿Acaso no lo sé todo?

-Sí.

-Pues venga. Sigamos con el plan. A partir de ahora, silencio.

-Vale.

Rosa escuchó con atención los sonidos que salían por el auricular de su móvil. Como Carmen marcaba un número de teléfono con el fijo. Como sonaba una llamada y a los pocos segundos como sonaba el teléfono de su casa.

Oyó la voz de su padre contestar.

-¿Sí? Dígame.

-Hola Enrique.

-Carmen. Hola preciosa. - contestó, hablando bajito.

-¿Está Rosa ahí?

-No. Se fue a dormir ya.

-Ummm me encantó como me follaste, Enrique.

-Uf, Carmen y a mí. Eres una chica preciosa.

-Enrique....

-Dime.

-Estoy cachonda. Si vieses como tengo el coñito.

-¿Cómo lo tienes?

-Ummm, mojadito, jugosito. Me estoy pasando los dedos por la rajita.

-Carmen, que caliente eres.

-¿No te gusta que sea así?

-Me encanta que seas así.

-¿Le tienes dura?

-Sí, le tengo dura.

-Sácatela

Las dos chicas trataron de escuchar el sonido de la bragueta al bajarse.

-Ummm Carmen., Ya. Ya me he sacado la polla.

-Esa linda polla tuya. ¿Sabes lo que me gustaría?

-Dime el qué.

-Ver como te la follas.

-¿A quién?

-A la vecina del quinto. ¿A quién va a ser? A Rosa.

-Uf, cuando se fue hoy a la cama, no pude evitar mirarla. Es tan hermosa.

-¿Se te puso dura al mirarla?

-Sí, un poco.

-Estará ahora acostada en su camita.

-Sí.

-¿Por qué no vas a su cuarto?

-No no...¿Estás loca?

-Sí, vete a su cuarto. Siéntate en su cama. Acaríciala. Dile que la deseas. Dile que tienes la polla dura por ella. Ummmmm.... Enrique, que cachonda estoy.

Rosa escuchaba, también muy excitada.

-No puedo hacer eso.

-Pero si te mueres de deseo por ella.

-Pero es mi hija. No puedo tocarla. No soportaría su mirada de horror si intento algo. No podría volver a mirarla a la cara.

Ese era el momento que tanto Carmen como Rosa estaban esperando.

-¿Y si ella te lo pide?

-¿Qué?

-¿Y si tu linda niña te pide que te la folles? Si te dice que ella también te desea. Que desea que le claves tu polla en su coño, y que no pares de follarla hasta llenárselo de leche. ¿Lo harías? ¿Entonces te la follarías?

La mano de Enrique subía ya bajaba a lo largo de su polla. Cerró los ojos.

-Sí. Si ella me lo pidiese lo haría sin dudarlo.

El corazón de Rosa latía con fuerza en su pecho.

-Bien, Rosa. Pídeselo - dijo Carmen - acercando el móvil al micrófono del manos libres del teléfono. - Pídele a tu padre que vaya a tu cuarto, que lo esperas para que te clave su polla.

Enrique abrió los ojos. Rosa, temblando, intentó hablar. No le salían las palabras.

-Venga, Rosita. Pídeselo ya. Lo deseas con toda tu alma.

Rosa cerró los ojos. Cogió aire.

-Papi...

Enrique dio un respingo al oír la voz de su hija. ¿Cómo podía ser? Si estaba en su cama.

-¿Rosa?

-Sí soy yo... Papi... ¿Me quieres....follar?

-Oh, dios mío...Rosa...Rosa... yo...

-Dímelo papi. ¿Me deseas?

Ahora fue Enrique el que cogió aire.

-Sí, Rosa, te deseo. Con todo mi ser.

-Ummmm, papi, y yo a ti. Te deseo. Ven.... ven a mi camita. Ven y.... fóllame. Fóllame, por favor. No puedo más... Hazme tuya, papi.

Enrique se levantó. La cabeza le daba vueltas. Su niña, su adorada y deseada niña, le estaba pidiendo que la hiciera suya. Que fuese a su cuarto y se la follase en su cama. Como un autómata, colgó el teléfono y se dirigió hacia el dormitorio de Rosa.

-Colgó, Rosa - dijo Carmen - Tu padre va para allá. Tu padre te va a follar.

-Carmen, nunca había estado tan excitada.

-Ni se te ocurra colgar. Deja el móvil encendido sobre la mesilla de noche. Quiero oírlo todo.

Por el pasillo, Enrique se guardó la polla dentro de la bragueta. No le pareció oportuno presentarse ante Rosa con su asta apuntándola.

La puerta estaba cerrada, Se quedó parado, delante. ¿Y si todo había sido una broma de Carmen? No. No podía ser. Era la voz de Rosa. De eso estaba seguro.

Tocó a la puerta. El corazón de Rosa dio un vuelco.

-Pasa papi.

Enrique abrió lentamente la puerta. Y lo que se encontró fue a su hija, acostada en la cama, más hermosa que nunca. Con un precioso y corto pijama, ajustado a su cuerpo. Sus hermosas tetas parecían casi desnudas, y sus pezones se marcaban

Se miraron unos segundos. Ninguno se atrevía a decir nada. Ella lo miraba con sus penetrantes ojos azules. Fueron esos ojos los que le hicieron entrar y acercarse a la cama. Se sentó  a su lado.

-Eres tan hermosa, Rosa.

-¿Me deseas, papi?

-Desde hace tanto tiempo, mi vida.

-¿Te recuerdo a mamá?

-Te pareces mucho a ella, sí, A veces es como si la viese a ella, pero - alargó una mano y la puso sobre uno de los muslo de su hija - ella ya no está. Es a ti a quien deseo. A ti, Rosa, mi hija.

-Ummm, papi...sigue.

La mano subió lentamente, acariciando la suave piel. Llegó al pantaloncito del pijama, y siguió subiendo.

-Si supieras las veces que he soñado con esto, con estar sentado en tu cama y acariciarte así.

-Ummmm

La mano, despacito, se dirigió hacia el pubis. Lo acarició, esperando una señal por parte de ella. La señal llegó. Rosa abrió ligeramente las piernas, invitando a que la caricia se hiciera aún más íntima.

Enrique aceptó la invitación. Sus dedos bajaron, acariciando la zona. Le estaba acariciando el coño a su hija por encima de la tela del pijama.

-Dios mío, Rosa... estás...empapada.

-Estoy muy caliente, papi. Por ti. Y veo que tú también estas...caliente.

Enrique se miró el evidente bulto que su dura polla formaba en el pantalón.

-Sí, mi vida. Por ti.

-Papi... Bésame

Sin quitar la mano de donde estaba, Enrique se echó sobre Rosa, le miró unos instantes sus ojazos azules, y la besó. Rosa lo abrazó con fuerza y el beso se tornó apasionado, con las lenguas buscándose. Lo atrajo con fuerza hacia ella, aplastando sus tetas contra el pecho de su padre.

-Papi, papi... fóllame ya... fóllame ya. Lo necesito. Necesito sentirte dentro de mí.

Enrique también lo deseaba. Le bajó el pantalón de pijama. Ella lo ayudó y lo tiró al suelo. Mientras él se quitaba la camisa y los pantalones, Rosa se quitó la parte de arriba del pijama. Nunca olvidaría como su padre la miró en ese momento. Deseo, admiración, alegría. Todo mezclado.

-Rosa, eres tan linda.

-Fóllame papi - dijo, abriendo las piernas.

Enrique se quitó la última prenda que le quedaba, los calzoncillos. Se puso entre las piernas de su hija, se acostó sobre ella y le metió la polla de un sólo golpe hasta el fondo del coño.

Fueron dos orgasmos casi simultáneos. El de Rosa al sentirse por fin penetrada por su deseado padre y, al otro lado de la línea, el de Carmen, que no se perdía detalle de lo que pasaba entre su amiga y su padre. Enrique se quedó quieto, mirando como su amada hija se corría bajo él. Sentía como las paredes de su estrecho coño se convulsionaban alrededor de su polla.

-Agggggg pa..pá... me...corro....dios..mío... me... corro.

-Córrete mi vida. Córrete con la polla de papi dentro de ti.

Después de largos segundos de intenso placer, Rosa quedó quieta, con los ojos cerrados. Una ligera sonrisa en los labios. Su padre la miraba, con adoración.

Los bellos ojos azules se abrieron lentamente.

-Ahora... fóllame de verdad.

Lo atrajo con las manos y se besaron. Enrique empezó a moverse, lentamente, entrando y saliendo del cálido coño de Rosa. Se la metía hasta el fondo, y se movía en círculos. Luego se la sacaba y le daba varios golpes seguidos, para luego repetirlo todo

-Ummm si si...cómo siento tu polla dentro de mí. No pares papi...sigue follándome así.

-Mi niña, mi amor... Al fin..al fin eres mía.

-Tuya para siempre.

Le empezó a follar con más ganas, más rápido. Sus manos fueron hacia sus hermosas tetas. Las acarició, las sobó. Llevó su boca hasta ellas y las lamió. Chupó sus duros pezones, incluso los mordió, arrancando gemidos de placer a su hija.  Gemidos que se transformaron en quejidos cuando un nuevo orgasmo atravesó el cuerpo de la joven.

-Aggggggggg papiiiiiiiiiiiiiiiiiii

La besó. Ella continuó gimiendo en su boca, con el cuerpo recorrido por espasmos. La polla no dejó un segundo de martillear su coño. Entrelazaron sus manos. La boca de Enrique iba de la boca de Rosa a su cuello, a su orejita, y de vuelta a su boca.

Rosa lo abrazó con las piernas, empujándolo más dentro de ella. Hasta que Enrique notó que su orgasmo se acercaba irremediablemente.

-Rosa...papi... se va a correr..ummm

La miró. Ella lo miró. Sus ojos. No pudo apartar la mirada de los azules luceros, que brillaban.

-Córrete dentro de mí, papi. Lléname de tu leche. Lléname el coño de tu leche caliente.

Hasta la última fibra de su cuerpo se tensó. El placer si hizo tan intenso que casi perdió el mundo de vista. Sólo estaba él, el placer que sentía y aquellos dos ojos azules.

El primer y potente chorro golpeó el fondo de la vagina de Rosa. El segundo la hizo correr, acompañando a su padre con un igualmente intenso orgasmo. Fueron seis o siete disparos que Rosa sintió llenarla. Con el último, los dos cerraron los ojos. Los dos, al mismo tiempo, sintieron sus cuerpos quedarse sin fuerzas. Enrique cayó y se quedó al lado de su hija.

Se quedaron abrazados. Se acariciaban tiernamente. Enrique le besó en la frente. Rosa levantó la cara y lo besó en la boca.

-Te quiero, papá.

-Te quiero, mi vida.

Durante varios minutos se quedaron así, mirándose y acariciándose. Un silbido los sacó de su estado. Rosa alargó la mano y cogió el móvil.

-¿Sigues ahí?

-Joder, claro que sigo aquí. Que envidia me das. Tu padre te acaba de hacer el amor.

-Ummmm sí. Ha sido lo más maravilloso que me ha pasado nunca.

Enrique se extrañó.

-¿Con quién hablas?

-Con Carmen. Lo ha estado escuchando todo.

-¿Todo?

-Sí, todo. Fue ella la que urdió todo el plan. Fue ella la que me dijo que me deseabas. Todo esto...todo, ha sido por culpa de Carmen,

Oyeron como Carmen decía algo. Rosa puso el manos libres del móvil.

-Mira, Rosita, yo sólo les di un empujoncito. Y no me digas ahora que no te ha gustado como tu padre te ha follado.

Mirando a los ojos de su padre, Rosa dijo.

-Me ha encantado como me ha follado mi padre. Ummmm, Carmen, tengo el coño rebosando de su leche.

-Joder, Rosa. Estoy por salir corriendo a tu casa a comértelo.

-Jajajaja. No, no vengas, creo que mi papi lo hará ¿Verdad, papi?

-Será un placer.

Rosa le fue contando a Carmen lo que su padre le estaba haciendo.

-Ummm me está besando cada poro de mi piel. Agggg y ahora...me lame las tetas.

-Rosa, que rico. Me voy a hacer otra paja escuchándote.

-Sí, hazlo...aggggg Me...muerde...los pezones... Papi...más...más fuerte.

Carmen se frotó el coño con fuerza. Oía a su amiga gemir.

-Me está besando la barriguita. Ummmm que cosquillitas, Carmen. Que rico...

Enrique besó las ingles de su hija. La sintió estremecer, y temblar cuando le pasó la lengua a lo largo de su mojada raja.

-Aggggggggg Carmen.... me lo está comiendo. Mi padre me está comiendo el coño.

-Umm, Rosa... rebosando leche. Seguro que está rico. Mañana mismo lo quiero. Quiere estar presente cuando te folle, y luego beberme toda su leche de tu coño.

-Papi... papi....¿Te gusta mi coñito?

-Umm, Rosa, es lo más rico que me probado en la vida.

-Sigue comiéndome...no pares...

Enrique no paró. Siguió lamiendo, besando, sorbiendo el jugoso como de su hija hasta hacerla estallar de placer contra su boca.  Rosa, tras el intenso orgasmo, se quedó acurrucada en su cama. Enrique se acostó a su lado, a su espalda, y la abrazó.

Rosa apenas tenía fuerza para hablar. Había sido un día intenso, lleno de placer. Cogió el móvil.

-Hasta mañana, Carmen. Estoy muertita. Me voy a dormir...¿ Dormirás conmigo, papá?

-Ahora y siempre, mi vida.

-Hasta mañana, pareja - dijo Carmen.

Rosa colgó.

Estuvieron varios minutos sin hablar. Enrique apagó la luz. En la oscuridad, acarició el suave cabello de su hija.

-Papá, tenía mucho miedo de dar el paso. Pero ha sido maravilloso. No me arrepiento.

-Ni yo, Rosa.

-Y todo, por culpa de Carmen.

-Bendita Carmen.

FIN