Por automedicarme, la gorda me cogió

Lo que encuentra uno por accidente cuando quiere ahorrarse unos pesos de consulta médica...

Habíamos terminado un partido de futbol que para el resto del equipo había sido como cualquier otro que ganábamos, sin embargo para mí significaba mucho derrotar una vez más al imbécil de García.

Celebramos con botellas y más botellas de cerveza, luego de que cada quién se refrescara un poco en las regaderas del club. Antes del juego había sentido nuevamente la molesta alergia que siempre me mataba en esas épocas del año, por lo que decidí tomar la tableta del medicamento que estaba tomando para eso.

Estaba muy a gusto porque desde que había visto esas pastillas en televisión y las compré, ya no se me irritaban los ojos ni la nariz, tampoco el pasto de las canchas me molestaba. Por eso jugué tranquilo y al cien por ciento.

Nos terminamos los cartones de cerveza que había y nos fuimos del club. El entrenador, que era el viejo Pancho, me dio raid y con nosotros se fue también su compadre Daniel. Ya íbamos medio entrados y yo tenía ganas de seguirla, por lo que les dije que me dejaran en una avenida muy transitada ya haciendo mi plan a solas.

¿Vas a una quinceañera? –Me dijo el viejo Daniel al ver que cerca estaba un salón de fiestas.

Sí, los veo la semana que entra –Le contesté ante la absurda idea de meterme a una fiesta con la ropa que llevaba y les encargué la mochila con mis tachones y mis cosas del fut.

Caminé hasta un table dance que quedaba a unas cuadras de ahí y entré. El lugar era barato y el ambiente estaba muerto, aunque aposté a que yo podría encontrar un poco de diversión si me lo proponía.

Sólo había gente en dos mesas. Las bailarinas estaban reunidas en una mesa a la entrada que quedaba en una base en alto, sus ropas diminutas resaltaban las que tenían colores blancos por el tipo de luz que se colaba entre la penumbra.

Desde que llegué una puta me echó el ojo y fue a mi mesa. Se me sentó en las piernas mientras yo ordenaba mi tina de cerveza. Tenía tremendo culo la golfa y lo arremolinaba en mi verga para calentarme.

Al ver que era de lo menos peor que había en el congal ese, le invité una copa y por regla comenzó a ser más complaciente conmigo. Se sentó de frente mío pasando sus piernas por mis costados y por la cara me pasó sus tetas atrapadas por el bikini verde limón. Por momentos le sobaba la panocha por encima de la tanga y sentía cómo arqueaba su espalda mientras me retiraba la mano de ahí.

Era una mujer morena alta, con unas piernotas y unas nalgas proporcionales a la voluptuosidad de su rostro de puta con labios rojos carnosos y cabellera negra abundante. Sus senos no eran tan espectaculares, pero sí disfrutables. No se necesitaba ser un experto para saber que ella era de lo mejor que tenía ese club deprimente.

La pista tenía tres tubos y la música que se escuchaba mientras las golfas bailaban, eran casi puras canciones en inglés. Me dio risa al ver el contraste entre la música y las bailarinas. Por algo estaba solo el lugar. En fin ya estaba yo ahí.

Comenzamos a charlar de todas las mentiras que uno charla con ese personaje que es la teibolera y uno que es el cliente, mientras ella seguía haciendo movimientos giratorios que me hacían sentir ese culo monumental que yo acariciaba con una mano mientras con la otra agarraba ese seno de buen tamaño donde se hundían las yemas de mis dedos.

Discretamente ella me apretaba la verga y me hacía movimientos de arriba hacia abajo que me gustaban. Le mamaba los pezones y ella soltaba risitas mientra se volvía a acomodar el sostén y me decía que eso no se valía, que necesitaba pagarle más para irnos allá atrás a los privados.

Me estaba acabando la tina de cervezas y empecé a sentirme un poco mareado, en eso hice derroche de que era día de paga y me la llevé a un privado. Allá la cosa se puso más fuerte, la posición que teníamos en la mesa fue la misma, pero a mí me hizo estirar las piernas para descansar los pies en una silla que quedaba detrás suyo.

Se comenzó a mover con fuerza y yo también, ahí sí le saqué las tetas y se las mamé libremente, comiéndomelas hasta donde me dejaba su tamaño. Me abrió la cremallera y me jaló la verga mientras yo le metía los dedos en la panocha mojada, todo en medio de unos besos intensos que rayaban en lo salvaje.

Todo iba muy bien hasta que le hicieron la señal de que el tiempo había terminado y ahí me quedé ya bien caliente y enojado, sabiendo que si seguía ahí todo sería igual y regresaría a casa tras gastar un dineral y con un tremendo dolor de huevos.

Mientras terminaba mis últimas chelas, la puta con la que había pasado el rato estaba subiendo a bailar. Ella se contoneaba al ritmo de unas rolas de metal noventero, no lo hacía tan mal. Cuando se quitó el sostén, me lo aventó a mi mesa como signo de tregua. Pero ya lo había decidido, nomás esa última cerveza y me iría.

Cuando un tipo del table llegó a recoger la tanga de la putita, yo pagué la cuenta y me dirigí a la salida. De lejos la que se hacía llamar "Roxana", me guiñaba el ojo.

Tomé un taxi a un bar del Centro y para entonces ya me sentía muy borracho. Tenía conciencia de que eso era muy extraño para mi aguante, no había tomado tanto como para andar tan pedo. Pero la idea era echar un palito pa celebrar el triunfo de mi equipo de futbol y no me iba a ir en blanco esa noche.

Entré y fui directo a mear. Luego ocupé la mesa que me quedó al alcance y pedí más cerveza. El bar estaba casi lleno y había un grupo norteño que hacía bailar a muchas parejas en la pista.

En eso una muchacha gorda de pelo teñido de rubio me preguntó que si traía cigarros. Le abrí la cajetilla y enseguida le di lumbre, le dio el toque y se sentó a sacarme plática. Seguí sintiéndome mareado, más todavía.

De ahí en adelante todo lo que me viene a la mente de esa vez, lo recuerdo con la textura de un sueño. Y no es que esté siendo cursi ni nada por el estilo, sino que se me subió tanto la peda, que recuerdo sólo fragmentos de lo ocurrido.

Mis recuerdos me mandan del momento del cigarro que me pidió, directamente a la habitación de un motel con la misma gorda. Usualmente no es el tipo de mujer que me acompaña en esas noches, pero recuerdo que tuve una sorpresa.

La muchacha tenía unos 25 años, de piel muy suave y blanca, tetas enormes pero nada de culo, pero sobre todo era muy audaz. Me desvistió poco a poco con ternura y me despertó el miembro con unas buenas mamadas que hacían aparentar que ella tenía en la boca un dulce que estaba saboreando como una chiquilla.

Realmente estaba muy sorprendido, chupaba como una experta. Me la besaba y luego se comía el glande haciendo sonar las chupadas de una manera excitante. Su cara de niña inocente hacía más perversa la escena, al tiempo que se tragaba todo el falo y luego se lo sacaba para pasarle la lengua por un lado y volverlo a tragar.

Para ser sincero yo era como su esclavo sexual porque de tan pedo que andaba sólo atinaba a seguir lo que ella marcaba como iniciativa.

Acto seguido se colocó en posición del 69 encima de mí y siguió mamando, mientras yo le subía la falda y le pasaba la lengua por la raja al hacerle a un lado sus pantys. Me gustó lengüetear esa panocha sin pelos, estaba exquisita.

Me hizo estremecer cuando me chupó los huevos, cuando me pasó esa lengüita caliente por las bolas que estaban a punto de explotar de placer.

Se incorporó y comenzó a desvestirse. Luego yo acostado, la recibí encima y le acomodé el palo en la raja que se sintió muy mojada. Se deslizó en mi verga lentamente hasta llegar a todo lo que daba, para luego, apoyando sus manos en mi pecho, comenzar a darse de sentones.

Sus pechos enormes bailaban en mi cara y yo eventualmente los chupaba con voracidad, ebrio de placer por esos movimientos tan precisos que hacía ella comiéndose toda mi verga entre sus piernas y por escuchar esos gemiditos que ella soltaba cuando se ensartaba completita en mí.

Por tal excitación que provocaba aquella cogida monumental, los líquidos corporales comenzaron a mojar aquella noche calurosa en el motel.

Le agarré las nalgas y tras apoyar bien mis pies en el colchón, comencé a darle fuerte y más fuerte, mientras ahora ella se estremecía y decía que así siguiera. Sus movimientos descontrolados indicaban cuando se estaba viniendo y me gustaba sentir todo eso. Pero yo quería darle por atrás y al ratito la empiné y con saña le pasé la verga por la panocha lentamente, sin metérsela, hasta que casi me suplicó que le siguiera.

Comencé a bombearle por atrás y agarré buen ritmo, esta muchacha tenía una panocha bien rica y no podía dejar de disfrutarla. Me dejó que le diera por un buen rato hasta que me pidió que me detuviera para que ella moviera el trasero.

Se movía tan rico y con una precisión que hacía que mi verga completamente parada e inmóvil, fuera absorbida una y otra vez por la hermosa concha de la gorda que cogía como una verdadera puta.

La puse bocarriba con sus nalgas al filo de la cama y le alcé las piernas para colocármelas en los hombros. Ahí aproveché para clavársela a todo lo que daba y se notaba que le dolía, pero le gustaba porque se lamía los labios y decía un montón de cosas sucias entre gemidos.

El vaivén de sus enormes tetas me hipnotizó y de pronto comencé a dar señas de que me quería venir. Me dijo que si quería me viniera adentro o que si quería que me la mamara para tragarse mi leche. No podía creer que esa werita fuera tan guarra, pero antes de que cambiara de opinión, me salí de ella y le puse la verga en la boca para que me la chupara.

Me dio unas lamidas primero y luego la sostuvo para lamérmela y pasar sus labios por un lado, después mamaba la cabeza y así le dio hasta que todo aquello explotó en su boca y tragó el semen que cayó dentro. Yo tuve una venida muy intensa y me había gustado que fuera de esa forma porque con las mujeres que había cogido antes, ninguna hallaba placentero el hecho de tragarse la leche.

Y así caí ya bien borracho. Pero ella no me soltó en esa noche y así le seguimos.

Por la mañana desperté con tremendo dolor de cabeza y me llevó a mi casa. Luego de intercambiar números de celular, nos despedimos con un besote bien cachondo, pero como es usual en este tipo de encuentros, ya no nos volvimos a ver.

Finalmente y con la cruda matándome, leí las contraindicaciones del medicamento que estaba tomando y decía que no ingiriera alcohol durante el tratamiento. Yo me la pasé pisteando esa vez y casi casi me tomo la tableta con cheve, de modo que la explicación de todo era que me había cruzado con la cerveza y los químicos de la pastilla. Por eso andaba todo perdido.

Aunque debo admitir que de no ser por eso, nunca hubiera ido a coger tan rico con una gordita como la de esa vez, ya que por prejuicioso siempre les sacaba la vuelta.