Por atrás
Después de tanta previa al fin consigo que me de su leche en la cola
Sin vino ni helado. Excitados. Sobre la alfombra. Acercamos nuestras bocas. El beso queda interrumpido por música. ¿De dónde viene? Del celular de Pablo que interrumpe los jadeos de la exaltación.
“No respondas”. “Puede ser importante. Es mi mujer”. Me baja la moral y el entusiasmo. A él seguramente se le baja también.
Necesito ir al baño. Necesito un baño. Dejo a Pablo para que hable tranquilo y abro la ducha. Me quito mi conjunto de encaje verde oscuro, el portaligas, los tacones y las medias. Me meto debajo del agua caliente. Me enjabono desde la cabeza a los pies para quitar los restos de helado. Bajo la temperatura del agua hasta que esté casi helada y me enjuago toda, quitando la espuma, refrescando mi cuerpo con la ducha de mano. Me demoro más de la cuenta en mi vulva. Dejo que el chorro de agua fría golpee mi clítoris. Apoyo el brazo libre en la pared para sostenerme cuando siento llegar el orgasmo.
Alivio. No de la manera que tenía pensado, pero lo necesitaba urgentemente.
Salgo de la ducha y, sin secarme, me coloco la salida de baño del hotel. Es blanca, suave, gruesa. De buena calidad.
Cuando llego a la habitación escucho que Pablo tira dos besos (chuick-chuick) y corta la llamada.
“Me hubieses esperado y nos bañábamos juntos”. “Te dejé agua y jabón”. Para que no se le ocurra acercarse a mí sudado y con restos de helado en su piel.
Mientras él se ducha, tomo una botella de agua del frigobar y bebo. Me quito la bata. Ordeno las almohadas de la cama en la mitad del colchón y me recuesto boca abajo. Me acomodo de manera que las almohadas quedan debajo de mis caderas. Mi cola queda levantada. Mis piernas sutilmente abiertas. Estiro los brazos y cierro los ojos.
Despierto del sueño liviano cuando siento las manos de Pablo acariciando mi espalda, desde la nuca hasta los glúteos. De los glúteos hasta la nuca. Varias veces. Una mano abandona ese recorrido para pasearse suavemente por mis piernas, desde los tobillos hasta los glúteos. Desde los glúteos hasta los tobillos. Varias veces.
Al sentir esas caricias, todas las terminales nerviosas de mi cuerpo están alertas y la sangre fluye hacia la piel, calentándola.
Las caricias se detienen y siento besos. Secos. Con sus labios recorre mi espalda hasta los glúteos. Se detiene. Con sus manos los abre y siento su lengua húmeda recorriendo la hendidura, pasando por mi ano, hasta la entrada a mi vagina. Sube y baja por ese sendero lentamente, varias veces. Frena en el orificio anal e ingresa. Y sale. Y vuelve a ingresar. Primero lentamente. Después acelera el ritmo. Abandona mi ano y arremete de la misma manera en el orificio vaginal.
No me muevo. Estoy excitada, pero también súper relajada.
Siento que se incorpora y acerca su pene caliente, duro, hinchado a mi vagina. Y lo introduce en ella. “Estás muy mojada”. Lo saca y lo vuelve a meter. A un compás suave. Cuando quiero moverme para acelerar la penetración me lo impide. “Aguantá”. Retira su pene de mi vagina y lo siento totalmente lubricado recorriendo la hendidura de mis glúteos hasta mi ano. “Te voy a culiar, preparate”. Avisa mientras lo hace. Lo siento dentro. Percibo un poco de dolor. Pero me calienta tanto que no me importa. Con sus manos abre mis glúteos para hundirse más profundamente. “Me estás rompiendo el culo” “Sí, y te encanta”. Es verdad. Me vuelvo loca de placer. Siento mi clítoris palpitar hinchado. Una de sus manos se mete debajo de mi cuerpo, lo encuentra y comienza a acariciarlo al tiempo que sigue moviendo su pene dentro de mi ano. Acelera el ritmo. “Más” le suplico. Me da más. Y acabamos. Juntos. Él, en mi culo. Yo, en su mano.
Deja que su pene expulse hasta la última gota de semen dentro de mí y se retira.
“Guau” le digo. “Re guau” me responde.
Recuerdo que traje el disfraz sado con esposas. Cuando recupere las fuerzas, me lo voy a poner.
(Continuará…)