Por amor... amor de madre (4: el trio)

Lo que debìa llegar llegó...¡Y como llegó!

Por amor…Amor de madre 4 – El trío

Llevaba tres meses, más o menos, disfrutando de mi culo… Y teniendo unos orgasmos colosales, por mi ano y por mi coño.

Mis niños se estaban portando bien, muy bien. Y yo estaba realmente satisfecha con la situación, todo lo hacíamos de forma discreta de puertas para fuera. Pero cuando cerrábamos la puerta de la casa empezaba a recibir pollas por todos los agujeros de mi cuerpo.

Algunas veces era Juan y otras su amigo, nuestro amigo, Manolo. Siempre había uno de los dos buscándome para vaciar sus testículos dentro de mí.

Reconozco que, con tanto follar, yo no siempre me corría pero me gustaba dejar sus huevos secos. Me daba morbo.

Me acuerdo de cómo se me acercaba Manolo, que es realmente tímido. Venía al cuarto donde yo estaba, casi siempre el mío, saludaba con un simple "hola" y se quedaba clavado en la puerta. Mirándome con su cara enrojecida. Como esperando que pasara algo. Esto me hacía gracia.

Entonces yo me acercaba a él y le decía:

  • Manolito, ¿qué te pasa? Mi niño.

Mientras le hablaba, susurrando, acariciaba su nuca.

  • ¿Tienes ganitas de hembra? ¿Quieres darme tu lechita?

Y empezaba a acariciarle su pene y a besarlo. Era muy feo como ya dije anteriormente pero me encantaba chupársela y ponérsela bien dura para que me follase el orificio que quisiera follarme.

El tímido en cuanto entrábamos en situación se volvía un caballo salvaje.

Me sobaba las tetas a placer, me metía los dedos en el chochete, en mi culito y me encendía totalmente. Más de una vez me corrí con sus manos en alguna de aquellas sobadas.

Después de tenerme "a punto de caramelo" con sus certeros toqueteos colocaba su polla en el boquete que le apetecía y me daba unas buenas folladas. Me hacia venirme casi siempre.

Muchas de las veces veía como mi hijo nos observaba en plena faena y se la meneaba a nuestra costa. Lo que me ponía a cien.

Un día mi Juan y yo estábamos liados, un calentón que le dio a mi niño, mientras su amigo estaba escuchando música en el otro cuarto.

Mi nene, en un momento dado, me puso a cuatro patas, le encanta darme por el culo. Y veo, delante de mí, a Manolo, con un bulto en su pantalón que amenazaba con reventar. Aquello me puso cachondísima y comencé a gemir, a gritar de gusto.

Se sacó el cipote y empezó a hacerse una paja.

Yo estaba en la gloria. Juanito me follaba, por detrás, el coño. A la vez estrujaba mis senos, cosa que me vuelve loca. Y la visión de nuestro amigo masturbándose, ahí delante de mi cara, me tenía salida como una perra. Gemía como una guarra.

  • Me voy a correr, mamá

  • Yo también, cielo. Dale caña a mamaíta, no te pares…mmm. Que bien.

La cara de Manolo indicaba que estaba a punto de correrse, subiendo y bajando su mano alrededor de ese nabo que me tiene loca.

Cuando me vino el orgasmo agarré el pollón del pajillero y me lo tragué. Me lo introduje hasta la garganta, deseando su esperma en mi boca.

Una corriente de placer invadía mi cuerpo, yo era una zorra en celo, y sentí los chorros de semen, semen a borbotones en mi paladar. Lo bebía golosa, con ganas, mientras me estaba corriendo.

Al momento noté como se vaciaba mi hijo en mi conejo, llenándolo con su leche.

No paraba de correrme, era un orgasmo interminable. Hasta que, después del climax, quedé tranquilita. Satisfecha.

Los tres habíamos disfrutado de lo lindo. Estábamos encima de la cama tumbados, relajados.

Me levanté y me dirigí a la ducha como si nada hubiese pasado.

Pasaron un par de días sin nada de sexo, cosa que me extrañó. Al día siguiente preparé café y lo tomamos en el salón. Charlábamos sobre lo bien que nos lo estábamos montando y lo que disfrutábamos los tres con todo lo que estaba pasando.

Yo me insinuaba, sutilmente. Deseaba algo más, me calentaba.

Me di cuenta que la conversación, tan subidita de tono, además de humedecer mi entrepierna se las había puesto dura mis niños.

Sus pantalones marcaban paquete, unos paquetes que presionaban la tela y formaban unas maravillosas tiendas de campaña que hicieron que mis bragas se empaparan con mis flujos.

Mi hijo me miró, muy serio, y me dijo:

  • Mamá, queremos hacer un trío. Queremos follarte los dos a la vez.

La proposición no me pilló de improviso, ya la veía venir...Y la estaba deseando.

  • ¿Queréis metérsela a mamá por delante y por detrás?

Mientras les hablaba acariciaba sus penes, durísimos por cierto, por encima de los vaqueros. Ellos magreaban mis tetas y metían sus manos bajo la falda, jugando con mi chochete.

Mis piernas abiertas, sus manos dentro de mis bragas, en mis senos. Sus dedos en mi coño y mi culo. Dándome gusto. Y yo con esas dos pollas en mis manos, que ya estaban fuera, meneándoselas a la vez. Siempre con el coñito bien abierto, de par en par, para recibir sus caricias.

Fuimos a mi cama y allí, nos quedamos todos en pelota picada, me tumbaron. Mi hijo se dedicó a comerme la raja, ya había aprendido y no le daba asco, y su amigo me puso el nabo en la boca. No lo pensé dos veces y comencé a mamárselo.

Excitadísima me vine en la boca de mi niño mientras le comía el pedazo de carne a Manolo, ese pedazo de cipote que tiene entre las piernas.

Me dieron la vuelta poniéndome a cuatro patas. Mi Juan daba lengüetazos en mi ano, me entraba la lengua bien dentro, dándome muchísimo placer. Y el otro se las apañó para colocarse debajo mía y follarme en esa postura.

Mi hijo seguía lamiendo mi agujero negro y el amigo zumbándome como loco. Me corrí de nuevo, gritando como la puta que era. La puta de esos dos niñatos.

Cuando casi llegaba a otro orgasmo noté el pene de mi nene intentándose meter por mi ojete. Levanté las caderas para facilitarle la labor y comenzó a entrar dentro de mí.

Uno por el coño y el otro enculándome a su gusto. Me sentía en la gloria. Las dos pollas taladraban sin compasión mis orificios dándome un placer indescriptible.

Formábamos un "sándwich" sexual en el que yo era la mortadela o quizás sería más apropiado decir el mejillón, y ellos los panes que me cubrían por arriba y por abajo. Clavándome sus estacas mientras yo, bien abierta de piernas, me corría una y otra vez.

Unas veces gritaba como una posesa, otras susurraba o gemía, o resoplaba. Me daban muchísimo gustito en mi almeja y mi culito.

  • Mis niños… Que bien me lo estáis haciendo…Mmmm…Follaros a vuestra puta… Soy vuestro putón… Ahhh… Os quiero dejar vacíos.

Cuatro manos sobando mi cuerpo, tocándomelo todo, estimulando mis instintos, llegando a zonas erógenas de mí que yo no sabía que existían. Y dos rabos perforándome.

Fue una gran experiencia la de mi primer trío. Inolvidable.

Mi hijo me apretó los senos y aceleró su mete-saca. Eso me avisó de que se iba a derramar en mi ano rápidamente. Y su amigo emitía esos grititos que siempre hacía justo antes de soltar la leche que contenían sus testículos.

Llegamos los tres casi a la vez. Con mis manos separándome los cachetes todo lo que podía, en mi culo noté el chorro de semen calentito de mi niño.

Todavía palpitaba su verga dentro de mí cuando me vino otro orgasmo, maravilloso. Aún corriéndome Manolo inundó mi coño, con su manguera, regándome el útero de esperma. Esto hizo que el placer que sentía fuese más intenso.

La leche se salía de mis agujeros. Allí con sus pollas, flácidas, todavía en mi interior. Todos abrazados, cansados, satisfechos.

Con la entrepierna embarrizada de mis jugos y, sobretodo, por sus sendas corridas me encontraba en el cielo.

Nos quedamos dormidos.

Desde de ese día el trío tomó protagonismo en nuestros polvos. Algunas veces me cogían de uno en uno pero en la mayoría de las ocasiones terminábamos, todos, follando juntos. Era lo que más nos gustaba, sobretodo a mí.

Con el tiempo Manolo encontró un trabajo en otra ciudad y tuvo que irse. Aunque de vez en cuando nos hace una visita, que yo siempre aprovecho bien.

Actualmente mi hijo y yo mantenemos una relación madre-hijo totalmente normal de cara a la galería. Pero en casa somos una auténtica pareja.

Yo soy su puta, la que le vacía los cojones de leche y él es mi cabrón, el que me mete la caña que necesito dándome mucho gusto en el coño y en el culo, haciéndome tan feliz.

Y aquí doy por finalizada la "miniserie" de esos relatos que di en llamar Amor de Madre, que cuentan mis comienzos en el incesto y el principio de esa nueva forma de vida con mis dos sementales cabalgándome cada dos por tres.

Esos relatos son un pedacito de mi historia, de mi vida. Gracias por leerlos.