Por amor... amor de madre (2: El amigo)

Continuación de la primera parte de esta historia. La cosa se complica.

POR AMOR…AMOR DE MADRE II

EL AMIGO

Mi hijo y yo llevábamos follando alrededor de un mes. Casi todos lo días.

No me sentía mal, para nada, pero mi disfrute solo se centraba en aliviar sus deseos y, por supuesto, en no dejarlo caer en un error. El error de liarse con otro hombre, sin ser ninguno de los dos homosexuales, para sentir lo que debería sentir con una mujer, para descargar sus cojones de leche. Hablando en plata. Porque está claro que no me refiero al amor.

Lo cierto es que yo no había tenido ningún orgasmo. Sí, me gustaba. Pero follaba como madre no como mujer. Una madre complaciente, y complacida en cuanto que mi hijo estaba a gusto, y valla si lo estaba, pero yo nada de nada.

Esto no me preocupaba en absoluto. En compensación la confianza entre nosotros llegó a ser total. Hablábamos de cualquier cosa y nos lo contábamos todo. Como nunca antes había sido.

Y, claro, como era de esperar, surgió el tema del chico con el que se desahogaba sexualmente antes de que yo decidiese intervenir.

Le pregunté por lo que hacían, como lo hacían y, lo que más curiosidad, o morbo quizás, me daba era como fue la primera vez. Me lo contó todo.

La primera vez ocurrió en un cine. Los dos se fueron a ver una película porno que, lógicamente, los puso muy cachondos. Empezaron a pajearse, cada uno con la suya, y el amigo cambió de tercio y se la cogió a mi hijo haciéndole una buena faena. Tras correrse él, en agradecimiento, tomó la polla de Manolo, que así se llama, y se la meneó hasta sacarle la leche que tenía acumulada en sus güevos. Así empezó todo.

A partir de ahí hicieron de todo menos, según me dijo, correrse en la boca del otro o follar por el culo.

También me dijo que Manolo sufría un problema de fimosis y le dolía el pene si no era especialmente delicado cuando le hacia "cositas". Otro virgen, pensé yo.

Aparte de esto habló muy bien del chico, de 19 años, que era su mejor amigo y que siempre había estado a su lado, al margen del sexo. Ahora se sentía algo culpable por él.

Manolo no quería venir a casa desde que los pillé en plena felacion por vergüenza. Se sentía muy mal por ello.

De una manera u otra Juan, mi hijo, consiguió crearme un sentimiento de lástima y hasta de culpabilidad hacia su amigo. Al final derribó mis defensas y le dije que trajese al chico, que hablaríamos los tres y que zanjaríamos el problema de una vez por todas volviendo así a la normalidad. Pero eso sí, sin sexo entre ellos.

Para cambiar de tema y relajar los ánimos le pregunté:

  • Entonces, ¿nunca te has corrido en una boca?

Yo hasta ese día no lo había dejado derramarse en mi boca ya que siempre me ha dado asco. Pero al saber que con Manolo no lo había hecho pensé en apuntarme otro tanto y hacerle ver que con una mujer podía sentir más placer.

  • No, mamá. Nunca.

Sus ojitos brillaban de deseo imaginando lo que iba a pasar en unos segundos. Me puse de rodillas, le bajé el pantalón y comencé a acariciar su pollita, aún flácida, y a darle besitos hasta que se empalmó, convirtiéndose en un gran pollón.

Me lo metí en la boca, poquito a poco, ensalivándolo bien y pasándole mi lengua de abajo arriba, haciéndole circulitos en la punta. Él suspiraba y gemía con los ojos cerrados. Con mi mano le acariciaba los güevos, suavemente casi sin tocarlos y de pronto se los apretaba mientras chupaba ese nabo que casi no cabía entre mis labios.

  • ¿Te gusta lo que te hace mamá cielo?

Le dije. Y, al momento, me tragué su cipote abrazándolo con mi boca y moviendo mi cabeza rápidamente. Escuché su grito de siempre y supe que ya venia mi trofeo. Súbitamente noté sus chorros de esperma inundándome la garganta. Tragué lo que pude, con una extraña mezcla de asco y morbo pero tragué, y el resto se salió cayendo en el suelo. No me la saqué hasta que se le quedó completamente floja.

Miré hacia arriba, con su leche saliendo de mí y resbalándose por mi cuello hasta mis tetas. Él me miraba con una carita serena, relajada

  • Vaya pedazo de corrida. Nene, hoy has echado más semen que nunca. ¿Te ha gustado la mamada de mami?

  • Genial. Ha sido genial. Mamá te quiero.

Pasados unos días Juan me dijo que esa tarde vendría su amigo. Que, por favor, fuese delicada y con tacto en la conversación ya que el chico en cuestión era muy tímido. Lo tranquilicé y le dí mi palabra que todo saldría bien.

Preparé café y unas pastas. A la hora convenida, con puntualidad exacta, aparecieron los dos. Los pasé al salón y, poco a poco, conseguí relajar el ambiente. La charla fue un éxito total, dije lo que tenía que decir, todos de acuerdo y aquí no ha pasado nada.

Todo volvió a ser lo que era. Manolo venía a casa, aunque menos que antes, pero esta vez yo hablaba más con él y me, digamos, "integraba" con ellos, escuchando música o lo surgiera. Controlando el cortijo, vamos.

Mi hijo y yo continuábamos follando como locos y cada vez que me enteraba que iba a venir el chico procuraba darle a mi Juan un mamazo de polla espectacular, con tragada de esperma incluida. Para dejarlo lo más satisfecho posible.

Pero, porque siempre aparece un pero, una noche, en mi cama, Juan me confesó que le había hecho una paja a su amigo. Eso me fastidió muchísimo.

  • Vamos a ver… ¿Tu eres maricón?, ¿bisexual? O que coño eres. ¿No ves que esto no es normal?

  • Mamá. Te aseguro que no es nada de eso. Soy totalmente hetero. Manolo es mi amigo y si no le ayudo yo no tendrá sexo. Nunca.

Se lió una buena. Discutimos y se produjo nuestra primera "pelea de amantes" seria. Estuvimos varios días sin cruzar palabra y eso me dolía a morir.

Otra vez a darle vueltas a la cabeza. Por un lado existía una confianza tal con mi hijo que me había contado el hecho (se lo podía haber callado) y por otro necesitaba una solución definitiva para ese tema.

Me dirigí a su cuarto, abrí la puerta de sopetón y le dije que deseaba hablar con él en ese mismo momento. Me lo llevé de la mano al salón y lo senté a mi lado.

  • Esa relación que mantenéis no es sana ni para tu amigo ni para ti. Solo se puede entender si sois gays. ¿Lo sois o no lo sois?

  • Ya te he dicho que no, mamá.

  • Pues bien, te creo. Si él necesita sexo se lo voy a dar yo.¿Qué te parece?

No sabía como iba a reaccionar. Al final la sorprendida fui yo. Se puso muy contento y me llenó de besos. Esa noche, mi niño, me folló como ningún día lo había hecho. Casi me corro. De hecho yo misma acabe masturbándome en el cuarto de baño tras el polvo. Era la primera vez que realmente me excitaba como mujer desde que me metí en este laberinto.

Solo puse dos condiciones: El fin de esa extraña relación y el secreto absoluto.

Si no se cumplían esas premisas se les acabaría el chollo y me importaría una mierda si se pajeaban, se la chupaban o si se daban por el culo.

Juan habló con el chico y, como era de esperar, acepto el trato.

Lo planeamos para la tarde siguiente. Mi hijo quedaría con él a determinada hora y antes de que llegase Manolo se iría y estaría fuera hasta la noche. El resto era cosa mía que, por cierto estaba muy nerviosa. En menudo lío me había metido. Pero estaba decidida a acabar con aquello.

Cuando llegó, yo lo esperaba con una camiseta holgada y una falda corta, sin sujetador por supuesto. Mi única ropa interior era un tanga muy sexy. Él estaba muy pero que muy nervioso por lo que decidí no ir al grano directamente.

Nos sentamos en el salón y rompimos el hielo hablando, mejor dicho hablaba yo. Me costaba sacarle las palabras. Por cierto era feo con ganas.

Saqué el tema de su fimosis y le comenté, como de pasada, que si quería podía vérsela a ver como de grave era el caso.

Me lo llevé, de la mano, al cuarto de baño y le quité los pantalones descubriendo unos calzoncillos blancos que podían ser de mi abuelo. Pero eso sí estaba totalmente empalmado.

Saque su polla y, en efecto, tenia fimosis pero no era para tanto. Le asomaba casi todo el glande. Se la cogí, con mucha delicadeza, y empecé a meneársela. Eyaculó a los pocos minutos soltando un lechazo que me llegó a la camiseta. Sonreí y me la quité dejándole ver mis pechos.

Con la misma camiseta le limpié el nabo y los restos que cayeron por el suelo. El pene se le volvió a poner a tono.

  • ¿Nunca has estado con una mujer?- Dije, rozándole el cipote con mis tetas.

  • No…Nunca- Titubeó

Envolví ese pollón con mis grandes senos y me lo metí en la boca. Empapando con saliva su glande para que se lubricara bien el pellejo que lo presionaba. Estaba como loco, disfrutando de la madre de su mejor amigo. Y, sin avisar, me soltó un lechazo en mi boca que me hizo toser. Me dio asco pero le acabé el trabajo bien acabado, hasta que se le quedó flácida.

En un rato se había corrido dos veces. En verdad ese chico tenía los cojones cargados. Y yo me había propuesto dejarlo seco.

Me lo llevé a la cama y, ya desnuda, me preguntaba si podría follarme o no. La respuesta no se hizo esperar. En cuanto me vio el coño ya la tenía dura otra vez.

Se la chupé un poquito y me abrí de piernas mientras Manolo se subía encima de mí. Tomé su pene y lo guié hasta mi almeja metiéndolo muy despacito, para no hacerle daño por su fimosis, que una ya tiene una edad y está experimentada.

Me cabalgó al galope, me comía las tetas, metía los dedos en mi culo. Era un pulpo. Me estaba calentando…y se corrió. Los chorros de semen que escupía su polla me golpearon el útero. Y ya sí que no pudo más.

Cuando llego mi hijo le conté todo, con pelos y señales, y me folló. Al nene le ponía cachondo que a su madre se la metiera su amigo. Y yo sin un puñetero orgasmo a estas alturas. Eso ya me estaba afectando. Y lo iba a arreglar, ya lo creo que lo iba arreglar.

Pero eso lo contaré en otra ocasión si se sigue terciando.