Pony de goma

Así es la vida de una ponygirl

Poni de goma


Título original: Rubber pony

Autora: LisaStar (lisastar@geocities.com)

Traducida por GGG, noviembre de 2005

Aquella mañana fui despertada temprano por un sonriente operario del establo del que solo sabía que se llamaba Pete. Parecía alegre, pero no había necesidad de mucha empatía para saber que no se sentía así. Sonreí y sentí calor, ¡iba a perderme!

"¡Arriba, arriba, pequeña!" vertió el grano en mi pesebre, todavía con la sonrisa puesta. Relinché y empecé a desayunar alegremente, estaba hambrienta. Empezó a peinarme la crin y la cola con manos suaves.

"De modo...", y la voz le traicionaba, "... que este es el día. Para esta noche tendrás un nombre, y estarás en camino a tu nuevo hogar."

Mastiqué ruidosamente, pero dediqué un segundo a acariciarle el brazo con el hocico.

Había estado durante más de dos meses en el establo de adiestramiento, una estancia que recordaría para el resto de mi vida. Había estado llena de alegría, excitación y lágrimas. Muchas noches, casi todas en la primera semana, había golpeado con los cascos las puertas de mi cuadra, y suplicado que me dejaran salir, que era un error, antes de quedarme dormida llorando.

Y no era como si me hubieran forzado a esto, nada de eso. Pasé más de seis meses pensando si hacerlo de verdad o no...

El sueño de ser "ponygirl" o simplemente poni, había estado conmigo durante bastante tiempo. Se inició con un cierto interés por el "bondage" y la disciplina, que contenían esa clásica fantasía de la "ponygirl", una esclava tirando de un pequeño carro en el que va su Amo. Era divertido, pero pronto caí en la cuenta de que lo que yo quería era algo... más profundo. Quería llevar la vida de un poni, no jugar a ello.

Al principio me sentía muy sola, hasta que supe que EXISTÍA una pequeña comunidad con los mismos intereses que yo, y con los mismos sueños y fantasías. Apenas puedo explicar lo que sentí esa primera vez, cuando pude pasar un fin de semana en la casa de un amigo. Me trató todo el tiempo como a un poni, nada más y nada menos. Fue una revelación, y me encantó hasta el último minuto.

Poco a poco empecé a pensar más y más en ello, hasta que mi amigo un día me hizo afrontarlo cara a cara. Me hundí, lloré, él me sostuvo. Su voz era suave y cálida, y sí, sé que se preocupaba de mí. Esa noche hicimos el amor, yo le necesitaba, y el disfrutaba con mi compañía. Habíamos sido amigos íntimos durante un tiempo, pero esa noche llegamos a ser... íntimos.

A la mañana siguiente, cuando bajé a desayunar, me abrazó y me puso en el suelo un cuenco con cereales. Relinché en su honor, y me los comí a cuatro patas. Durante el desayuno me contó a que se dedicaba... llevaba con un amigo un establo de adiestramiento para ponis... para "ponygirls".

Me cayó como un bombazo, y me arrastré hasta él, suplicándole que me dejara estar allí un tiempo. Me acarició el pelo y sonrió. Y me dijo por qué no podría ocurrir tal cosa.

"Mi querida amiga... no puedes estar allí un tiempo. Nuestro establo es de un tipo bastante diferente." Me abrazó, sabiendo que yo ya había estado en un 'establo de adiestramiento', y me sentí miserable.

"Como sabes existe una pequeña comunidad," y realmente lo sabía, "que se toma la fantasía de la "ponygirl" tan seriamente como nosotros lo hacemos. Esta comunidad es pequeña, unas escasas 200 personas por lo que yo sé. Antes de permitirse la entrada a la pequeña asociación que también existe, se les revisa cuidadosamente."

Ahora yo era todo oídos.

Me miró, como si estuviera evaluando si estaba preparada.

"Bien, lo que hacemos, y somos el único lugar en el que se hace, es adiestrar ponis para esta comunidad." De repente me sujetó firmemente la cabeza. "Admitimos a las chicas que realmente, de verdad, lo desean. Las adiestramos. Luego las vendemos a las partes interesadas. Se las llevan y pasan... un tiempo, como ponis."

Se me cortó la respiración, sintiendo que aquel calor bien conocido crecía en mi interior. Ser vendida... ser vendida como una bestia... era casi más de lo que podía soportar. Deseaba de tan mala manera que me lo ofreciera que temblaba.

"Peero... dices que pueden pasar..." y volví a tragar saliva, a punto de contarle una fantasía incluso aunque no supiera de ella, "pasar... ¿tal vez tanto tiempo como un año como ponis?"

Bajó la vista hacia mí, y sonrió, con suavidad.

"No, no...", se me cayó el alma a los pies. "Mira... en el momento en que una chica cruza esas puertas, se convierte en un poni. ¿Has visto alguna vez que un poni abandone a su propietario? ¿Hace algo más que ser poni?"

Casi dejé de respirar.

"No, no... cuando cruzas esas puertas, nos perteneces. No dejaremos que te vuelvas a ir, sin que importe lo mucho que supliques, chilles, llores o maldigas. Una vez dentro nunca se sale. Nunca." Y volvió a acariciarme el cabello.

Recuerdo tan bien como me vine abajo, y lloré.

Seis meses más tarde estaba de nuevo a sus pies. Durante medio año ni él ni yo habíamos representado aquella fantasía, ni siquiera hablado de ella. Pero aquí estaba yo, suplicando esta vez, ser... ser un poni. Sonrió, y asintió, como esperándolo.

Me llevó algún tiempo poner mis cosas en orden. Todas mis pertenencias fueron a parar a un almacén, y preparé las cosas de manera que pudiera permanecer en contacto con mi familia. Me llevó un mes, antes de echar a andar por una carretera polvorienta, observando como aquella puerta se hacía cada vez más grande ante mí. Fui recibida por una encantadora mujer que se ocupó de mis ropas y me bañó. Era... extraño.

A partir de allí todo cambió. Me sequé tras el baño, y me dijo que me arrodillara, en el suelo, dentro de una pequeña habitación. Había una puerta que daba al rancho propiamente dicho, y por ella entró un hombre, mi adiestrador. Nunca iba a saber su nombre...

Me deslizó una brida por encima de la cabeza, y me metió un bocado en de la boca. Una vez hecho tiró de las riendas enganchadas a él, y me fustigó minuciosamente con un látigo para caballos mientras intentaba levantarme. Me arrastré, llorando, detrás de él.

Fui preparada en un pequeño taller, con mi cola y mis cascos. Los cascos eran como botas de tacón alto, con aspecto exterior de auténticos cascos de caballo. El interior me mantenía los pies y las manos en la posición adecuada. La cola... la cola me la plantaron en la espalda, al final de la columna. Mis llantos y protestas fueron ignorados, pero ahora incluso su recuerdo me hace sentir bien. ¿Acaso no tengo la cola más bonita y más larga? Me encanta, ¡y por nada del mundo me libraría de ella!

El adiestramiento duró dos meses, y fue duro. En ningún momento fui tratada como un ser humano, nunca. Lo que llevó más tiempo pudo haber sido el desadiestramiento doméstico, un caballo no usa los servicios de los humanos...

La primera semana lloré, a menudo de dolor, pateando con los cascos, no podía ni siquiera tener la esperanza de quitármelos yo misma, los odiaba. Los odiaba... ¿odiaba mis cascos? No...

Empezó a cuajar en mí que esto era, en verdad, una calle de una sola dirección. Me sentía mejor, el grano sabía bien, el agua mejor, la preparación matinal tan deliciosa. Después de la segunda semana no habría cambiado mi confortable cama de heno por ninguna de seda que hubiera en el mundo. Después de la tercera empecé a sentir menos la necesidad de hablar siquiera...

Y ahora, al notar a Pete arreglándome la cola, me siento feliz, contenta. Han sido meses duros, pero la recompensa valía la pena. Había soñado con esto tanto tiempo, y ahora... Ya nunca más fingiría ser un poni, era un poni. ¡Lo era realmente, yo!

Con una mirada, sacándome de mis recuerdos, Pete terminó su trabajo. Me puso una brida, y me miró directamente a los ojos.

"Gracias por dos meses maravillosos, muchacha, eres el poni más bonito, el más ENCANTADOR que he cuidado jamás...", y sonrió.

Con una mirada al reloj pareció estar calculando algo, y cuando de repente ató mis riendas en una barra baja, obligándome a ponerme a cuatro patas, comprendí, y sonreí. Se bajó rápidamente los pantalones y empezó a acariciarme. Relinché feliz, pero mantuve la cabeza baja.

Cuando me restregó la polla contra la cola vino a mí otro recuerdo. Después de la primera semana, cuando finalmente había conseguido acostumbrarme a caminar con los cascos, me colocaron otra cosa. Primero me quitaron los cascos, haciéndome relinchar tanto de dolor como de añoranza de que me los volvieran a poner. Sacaron un pequeño traje, muy pequeño, de un baño caliente. Era un traje completo, pies, guantes, capucha, todo en una pieza, de un material desconocido para mí. Era de un color marrón castaña. Era extraño, un traje completo, con guantes, patas y capucha, todo en uno.

Fui lavada de nuevo, y secada muy minuciosamente, antes de que me pusieran el traje. Era una sensación extraña, me cubría toda MUY ajustadamente, salvo algunas importantes aberturas. La cola pasaba por una, la crin por otra. Había aberturas para la nariz, los ojos, y la boca, pero no para las orejas. Tan pronto me lo pusieron todos los sonidos se hicieron más suaves, más bajos.

Las aberturas de la nariz se expandían un poco dentro de ella, y la pieza de la boca me rodeaba los labios, cubriéndolos. Parecía ser goma, pero se sentía de forma diferente desde dentro. Se parecía mucho a la goma.

El trasero estaba al descubierto, así como la abertura urinaria. En cuanto al resto... la pieza pectoral era sólida, asegurando que mis pechos fueran claramente visibles, su silueta destacaba de forma muy bonita. ¡Pero no podía sentir los pezones! Uno de los asistentes me pegó una palmada, precisamente en ambos pezones, ¡y los sentí! Por segunda vez desde que estaba allí empecé a chillar, pero me amordazaron rápidamente.

Continuaron, deslizando un tubo grueso de goma o látex dentro de mi vagina, llenándola hasta el borde. Gemí, y pude sentir el calor obviamente cuando lo cortaron, y lo soldaron al traje. Cubriéndome el clítoris colocaron una pieza pequeña y dura.

Comprendí, ¡e intenté chillar de nuevo! A mi alrededor no había más que sonrisas cuando me volvieron a colocar los cascos, y me llevaron de vuelta...

Este recuerdo me cruzó la cabeza mientras Pete gemía, y se apretaba dentro de mí. Podía sentirlo, pero a duras penas. Pete está muy bien dotado, bien dotado de verdad, pero ni siquiera su polla me estimulaba lo suficiente para hacer que me calentara. La gruesa goma es muy efectiva...

"Uh... sí... sabes...", podía sentirle, mientras me follaba cada vez con más fuerza, pero sabía que no me excitaría, "yo... um... ¡ADORO ese tubo... mmm! Es... calor de tu cuerpo, y mancha como la goma... ¡me encantan las yeeeeeeeeguas de caucho!", gritó mientras se corría, empujando dentro de mí con todas sus fuerzas, empujándome hacia delante, pero sin hacerme sentir...

Seguí tranquila, como cualquier yegua si un humano intenta follársela... ningún humano podía hacer que me sintiera excitada, ni por asomo.

Respiró hondo, y me acarició la grupa, susurrándome cositas, con suavidad. Relinché para él, y sonreí.

"Eres una buena chica..." me abrazó, "¡y envidio al semental que te consiga como hembra!", y ahora se rió, haciendo que me estremeciera. Sí, había oído que algunas "ponygirls" se convertían en las hembras de sementales auténticos, además de algunas a las que les habían quitado los tubos y se habían convertido en juguetes para follar para amos humanos... pero no me atrevía ni a pensar en esas opciones.

Con los pantalones ya subidos me retiró algo de semen del trasero, me limpió la cola, y me llevó fuera.

Era obvio que la subasta se iba a realizar en el viejo granero, un poco alejado de los establos. Varios coches, con sus remolques para caballos, estaban aparcados junto a él. Sonreí, y caminé orgullosamente hacia allí.

Nunca antes había estado dentro... y esta única vez no me llevaron por la puerta principal. Me metieron por una entrada lateral, directamente a un escenario cubierto de luz. Era imposible para mí ver a nadie de la audiencia, ni siquiera a día de hoy sé cuántos había. Se escucharon aclamaciones, y alguien aplaudió.

Cuando se hizo de nuevo el silencio una voz me presentó, "Potra castaña, lote número...", y ahora, al fin, me hice cargo de la situación. ¡Estaba ocurriendo! ¡¡¡Aquel hombre estaba a punto de VENDERME!!! Durante un segundo me entró pánico, luego sobrevino el calor de la humillación, me inundó, lentamente, y relinché. Alguien ser rió, y decidí hacerlo lo mejor que pudiera, ser el mejor poni que pudiera, y conseguir un buen precio para los establos.

La puja empezó después de que el presentador hubiera dado mis medidas, y les hubiera mostrado mis dientes. Ahora me estremecía, y pasé un mal rato siguiendo las ofertas.

Ellos nunca me dijeron cuanto conseguí, pero todos parecían contentos cuando acabó. Pete volvió a sacarme fuera, y ató mis riendas a uno de los remolques. También se vendió una de las otras potras, y la ataron a otro antes de que saliera mi propietario.

Era un hombre de mi edad, y no parecía estar mal. Relinché cuidadosamente mientras me revisaba, mirándome los cascos, y los dientes. En un determinado momento empujó la mano, forzadamente, en mi interior, y gruñó algo cuando la sacó un poco manchada. Tenía pinta de que Pete iba a tener trabajo en las letrinas para una semana, aposté.

Pero pareció satisfecho, y me metió en el remolque. Me acomodé en el heno tan pronto se cerraron las puertas, admito que me sentía un poco nerviosa, al abandonar mis establos, pero se pasó. Me sentía... cálida y cómoda.

El viaje fue largo, pero dormí la mayor parte de él. No había ventanas, así que no había mucho más que hacer.

Estaba oscuro cuando llegamos, y cuando mi Amo me sacó fuera no había mucho que ver. Podría decir que estábamos en una granja, a juzgar por los olores y sonidos familiares. Me llevó a un establo, y a una cuadra pequeña, cómoda y cálida. Había heno fresco y grano, y sonreí. ¡Fue entonces cuando me habló!

"Bueno pequeña... bienvenida a tu nuevo hogar. Te dejaré aquí durante la noche, pero empezaremos mañana temprano. Humm...", y me acarició, "tengo que pensar un nombre... pero cual. Oh, bien."

Con una risa suave me hizo bajarme, y dejó que sus pantalones hicieran lo mismo. Relinché y durante un segundo, cuando se zambulló dentro de mí, casi pude sentir algo. Era fácil escuchar que estaba satisfecho...

"Um... síí... prieto, bueno...", gemía, "um... esto está bien... sí... una buena compra... mmm... Va a ser como esto... ¡SÍÍÍ!"

Pude a duras penas sentir la corrida esta vez, y saboreé su calor. Se salió, rápidamente, y se limpió la polla en mi cola.

"Ésta está realmente prieta, pero lo arreglaré. No importa mucho de momento."

Se subió los pantalones y se sentó en el heno, justo frente a mí. Sus ojos fijos en los míos, y sonreí.

"Pareces contenta... bien, alguna gente de nuestro pequeño círculo pensará que estoy loco, hablándole a un caballo, pero...", y se rió, "yo no soy tan estricto. Incluso te permitiré contestar, de vez en cuando."

Me acarició el hocico con un dedo.

"Aunque te explicaré unas cuantas cosas..." sonrió "...de modo que sepamos donde estamos. TÚ estás aquí, y yo soy tu propietario. Puesto que vienes de un sitio donde muy pocas entran, eres de un tipo especial, pero todavía, tú..." y habló lentamente, "no... te... irás. He pagado mucho dinero solo por un caballo, y voy a tener un caballo. Ahora eres una propiedad, y seguirás siéndolo. ¿Te preguntas por cuánto tiempo? Bien... siempre es mucho tiempo, pero durante los próximos 5 ó 6 años no serás tratada como un ser humano, cosa que no eres en todo caso. Tengo un semental para el que necesito una hembra, tú eres perfecta para eso. Es un poco grande, pero lo arreglaré. Tal vez, solo tal vez, sea lo suficientemente grande para que te haga sentir algo. ¿Sabes cuál es la razón del tubo grueso? Que no puedas sentir nada a menos que te monte un semental", me miró con una sonrisa y vio lo que yo intentaba ocultar.

"¡Bien! Entonces simplemente esperaré un poco más, y antes de que pase mucho tiempo estarás en celo. Me aseguraré de que veas TODOS los apareamientos que se hagan en la granja, ¡y también te provocaré un poco yo mismo!" se rió.

"Después de eso, cuando estés lo suficientemente caliente, le dejaré que te monte, y después coseré los daños." Me miró, ahora serio.

"No dejaré que te queden daños permanentes... pero quiero que sepas que lo que viven las otras yeguas, TÚ debes vivirlo. Incluso el ser follada por un semental un poco grande, más que la media... o varios. Lo bueno contigo es que ¡eres MEJOR que una yegua de plástico, y no puedes tener potros! Perfecto."

Me estremecí, y lloré. Y supe que esta era, sería, mi vida. Durante un largo tiempo por venir. No era un juego. Relinché a mi propietario, y me sonrió a cambio.