Poniendo las cosas en orden - 8.

Los humanos nunca han sabido apreciar la magia, menos ocuparla, sus mentes limitrofres y sencillas no ven mas alla de la codicia mundana... el verdadero poder, radica en el control y el orden, pero no es bueno que ellos lo sepan, es mejor controlarlo...

PONIENDO LAS COSAS EN ORDEN - 8.

Elizabeth se sentía liberada, protegida y más hembra de lo que jamás se pudo sentir, es que cuando has pasado siglos estudiando libros realmente antiguos, en idiomas que ocasiona los mismos impases de intentar pronunciar mi nombre, es fácil descifrar el funcionamiento del pensamiento humano, es como el más simple de los motores y a eso sumándole las técnicas y modo de vida de los druidas, que somos capaces de tener contacto y entendimiento sin mayor problema con mamíferos primeramente, la cosa se me pone aún más fácil, aunque claro, como les dije, son siglos de estudio, fácil pero estudio.

Al fin y al cabo, muchos de los “míos” dejaron el estudio de lado por obtener control, subestimando el sentimiento más oscuro de todos y que hace raíz muy fácilmente en el ser humano, la codicia, la cual va de la mano con la envidia y otros a modo de decoración para provocar asesinatos, masacres, persecuciones raciales etc. etc.

Como les decía, Elizabeth se sentía como nunca antes y era maravilloso, sentía que por fin era libre y que la opinión de su marido le valía un pepino, sabía bien que no le pasaría nada nunca más, que no estaría expuesta a él nunca más y que desde ese día en adelante era ella la que llevaría las riendas, se había acabado el soportar días negros y temer el momento en que el marido llegase a casa con complejo de macho alfa de manada de leones haciendo sentir su poder a los golpes.

A mitad de la escalera, en un descanso, Elizabeth me abrazó y besó con ternura, ternura que poco a poco fue subiendo escalones en la pasión y fogosidad, su lengua se hacía más presente, con sus manos ella estrujaba mi espalda, luego buscaba mis manos llevándolas a su culo y a su nuca, se quería saber mía, me quería hacer saber que no me fallaría y que sería una buena amante, una buena compañera pero sobre todo, quería dejarme claro que quería quedar embarazada y que ese hijo no podría tener una mejor madre que ella.

No había palabras, sólo gemidos ahogados por besos y la mirada de Elizabeth que producía lujuria y una sensación de “querer protegerla” y también de “hacerla mía”, aunque os suene a tratarla como un objeto, pues entiendan que para mí los humanos no son muy… como decirles… dignos de su libre albedrío, o dignos de pensar que la tierra es un objeto y no su madre suprema, sobre todo por cómo tenían a la pobre a estas alturas del partido.

El cuento aquí es que tras pasar más de un siglo estudiando para ejecutar mi plan, mis “hermanos” (por decirlo de una forma) tomaron ventaja, creando una cofradía bastante cerrada, donde sólo entran unos pocos y esos pocos, son de los “míos” y durante todo mi tiempo de “ausencia” se dedicaron a administrar empresas, guerras, crisis globales, golpes de estado, suprimir políticas beneficiosas y generar dinero a partir de todo aunque con un beneficio unilateral hacia ellos…

Pero vamos, el tema en ese descanso de escalera, era que Elizabeth tenía algo de musa en sí, ya lo he explicado y eso, el poder tener nuevamente una musa a mi

disposición, es algo que poco y nada podrás comprender, pues los umbrales de placer que son capaces de otorgar y cómo son capaces de liberar las capacidades imaginativas de “nosotros” con su sola presencia, he de ahí el origen de su nombre o apodo.

Ya empezaba a perder mi compostura con esta mujer en aquel descanso de la escala, hasta que sentí que asomaba la presencia de Fabián, quien entre el casi, casi, coma etílico en el que estaba entrando gracias a que hice que su organismo chupara hasta el último miligramo de alcohol para enviarlo directamente a su sangre, a rastras venía acercándose.

Fue entonces cuando decidí comenzar a besar el cuello de Elizabeth, cargándola cual canguro y metiendo mis manos en su ya mojada conchita, masajeando su clítoris al mismo tiempo y llevando a mi musa a un limbo de placer, tras unos minutos, de esto y dejando que Elizabeth vea a su maridito totalmente fuera de sí, gracias al alcohol, pude sentir como junto con el placer sexual que estaba otorgando, en ella nació un placer del morbo de ser vista siendo poseída por otro hombre y sintiéndose hembra por completo.

Sin problema alguno cargué a Elizabeth y la llevé a la alcoba principal, donde la dejé delicadamente en su lecho, para luego comenzar a desnudarme, ella me miraba a medio vestir, con una teta afuera, enseñando ese hermoso pezón de un generoso tamaño y con la falda a medio subir con sus bragas arrugadas hacia un lado, dejaba expuesta a la vista los gajos de su vagina brillantes de humedad.

Al terminar de sacar mi boxer ella miró directamente a mi verga mordiéndose el labio inferior, estaba hipnotizada, sabía bien que tendría una de las mejores noches de su vida y no sólo por el sexo, sino por la revancha que comenzaría a tomarse con su ahora nuevo esclavo, porque de esposo nada, Fabián ahora sería un mero juguete, eso ya lo sabía Elizabeth y bueno, el chofer igual.

Elizabeth no se molestó en acomodar su ropa o desvestirse, simplemente se puso cual gata, y se acercó al borde de la cama, haciéndome una seña con el dedo para que yo quedase a su alcance, ella sólo con su boca atrapó mi verga y comenzó una mamada, a ratos sacaba mi verga de sus fauces para lamer mis bolas, dejándolas totalmente babeadas.

Yo: Dime Elizabeth… mi musa, di quien es tu dueño…

Elizabeth: Tú Carlos, ¡nadie más que tú! soy tuya en cuerpo y alma.

Fabián llegaba apenas a la puerta de la habitación que dejé abierta, porque en su estado, créanme que no podría haber abierto la puerta.

Yo: ¿Y tu marido?

Elizabeth: -sacando mi verga de su boca y poniéndose de rodillas en la cama quedando cara a cara conmigo- él es sólo un cornudo, un juguete, nunca me ha entregado lo que tú y es que no sé cómo lo has hecho pero lo tienes todo, me haces sentir mujer y me das una seguridad que nunca antes había tenido, donde vayas yo te seguiré y obedeceré, mi dueño.

Así fue como cerramos el trato entre nosotros con un beso apasionado donde pude sentir el sabor de mi propia verga pero el beso que nos dábamos terminó por

acomodarla de espaldas sobre aquella gran cama con ropas de primer corte y abrió sus piernas para mi, dejando su conchita cual buffet para mis fauces, no demoré en comenzar a comérsela, con distintas lamidas.

Unas que empezaban en el orto y terminaban por jugar con su hermoso y erecto clítoris y otras que revoloteaban entre sus labios para hurgar en su caverna carnosa ocasionando espasmos de placer en todo su cuerpo hasta que su espalda se arqueó y su hermosa conchita soltó a presión sus fluidos en mi boca abierta, la cual los bebió como agua del manantial más sagrado.

Fabián estaba congelado, gracias a mi su cuerpo estaba a punto de un coma etílico, lo mantenía justo en esa línea pero consciente totalmente para ver cómo era desplazado, igual que como el alfa más viejo de la manada queda en el olvido pero él no tendría esa suerte de morir o quedar en el olvido, él ese día comenzaba su nueva vida, igual que mi musa.

Me acomodé entre las piernas de Elizabeth, no hubo necesidad de direccionar mi mástil de carne entre sus labios, mi glande se fue abriendo paso como una cuchara en un flan, con un mínimo de fuerza entré mientras miraba la reacción en el rostro de Elizabeth, quien de una bocarada casi deja sin oxígeno la habitación.

Elizabeth: ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaahhh!!! … como… pero … con sólo entrar en mí me has dado otro orgasmo mi amor.

Sólo le sonreí y comencé a deleitar mi paladar con la teta que tenía al aire mientras mis caderas comenzaron a moverse rítmicamente, sacando mi verga lentamente y haciéndola entrar como un estoque de un golpe certero, ella se dejó querer, me abrazó con sus hermosas piernas haciendo chocar sus tacones en mi culo, desvié mi vista hacia sus ojos, eran hermosos, eran dos cuentas cristalinas de deseo y su boca era un volcán donde sus gemidos eran una erupción de pasión que se encontró con mis besos.

Seguimos toda la noche follando calmadamente ante los ojos de Fabián, ya ni recuerdo cuantas veces llené el coño de Elizabeth, lo cierto es que ella estaba siendo preparada para ser madre, inundé todo su útero con mi semilla caliente y si bien no quedó embarazada esa noche, no tardaría mucho en quedar, a eso de las 5:20 de la madrugada, ella bebía leche de mi ariete, cuando tras dejarlo en pie de guerra de nuevo, cosa que no me costaba para nada por mi naturaleza, me lo pidió.

Elizabeth: Quiero que me rellenes el agujero que te falta, termina de hacerme tuya, marcame como de tú propiedad.

La tomé en mis brazos, la volteé y ambos miramos con una sonrisa por un segundo a Fabián, quien tenía su cara pálida, con los ojos rojos de rabia y humillación, el muy pendejo estaba llorando desde hace un buen rato sin quitarnos los ojos de encima y sin poder hacer nada.

Yo: ¿Alguna vez le entregaste el culito a esa mierda?

Elizabeth: Jamás mi amor… ese tenía el culo de sus putas baratas... yo sólo seré puta de un hombre, del único que me sabe complacer, de ti mi señor. -Girando la cara me

dio un tierno beso mientras yo no quitaba mis ojos sonrientes de Fabián, quien ya estaba en su infierno personal-.

Elizabeth: Mi señor… ese mal intento de hombre ya vio suficiente, no es digno de ver

cómo me vas a llenar el culito.

Dejándome en la cama, sólo vistiendo sus tacones tras nuestra maratónica noche de pasión, se dirigió hacia Fabián, puso la punta de su tacón en la cara del pobre diablo y lo pateó delicadamente fuera de la habitación, acto seguido, se sacó la argolla de matrimonio y se la arrojó en la cara, tras este gesto, cerró la puerta y volvió hacia la cama diciéndome.

Elizabeth: Ahora sí mi señor… quiero que termine de marcar lo que le pertenece.

Gateando sensualmente desde los pies de la cama llegó hasta mi boca, donde nos fundimos en un beso y durante el mismo la fui acomodando en el lecho dejando su espalda a mi disposición y por ende su hermoso y carnoso culo. No hacía falta lubricación alguna, con todos los masajes y penetraciones que hice con mis dedos, su culo estaba listo desde hacía más de una hora, quizás dos.

Respirando pesadamente, tomó mi verga y la dirigió hacía su entrada trasera, tironeó un poco de mi miembro para que la penetrara pero sabía lo que yo quería y fue ella quien hecho su culo hacia atrás para penetrarse sola con mi glande y los primeros centímetros, nuevamente un gemido de placer salió de sus labios irritados por la noche de besos.

Elizabeth: ¡¡¡Ensartame mi amor!!!

Así lo hice pero era mi musa, no quería dañarla, quizás un poco de dolor pero sólo el necesario para poder activar algunos receptores de placer, el resto corría por cuenta de la casa, comencé el bombeo mientras besaba y mordía su espalda. En ocasiones nos acomodamos y nos podíamos besar sin detener las embestidas a su culo, se podían escuchar cual aplausos en la pieza, todo adobado con un intenso aroma a hembra, sexo y los llantos apagados de Fabián al otro lado de la puerta.

Elizabeth echó sus manos hacia atrás tomándome de la nuca, quedé respirando en su orejita izquierda, la cual se llevó más de una lamida y mordida. Mientras con una de mis manos acomodaba su pierna, con la otra comencé a darle placentera tortura a su clítoris, encadenando una serie de orgasmos que se hicieron sentir en su culo con los espasmos musculares, todo este placer hizo que llenara sus entrañas en una copiosa corrida caliente que sintió hasta su ombligo.

El gemido de placer de ese último orgasmo marcó el final de la faena, yo besé a mi mujer quien temblaba a ratos en la cama por tanto placer recibido y me fui hacia la ducha cuando ya eran pasada las 6 de la mañana, al salir del baño, ya seco y ponerme a recoger mis ropas para vestirme, vi a Elizabeth abriendo las cortinas de esos ventanales, ella estaba desnuda, mi semen aún corría por sus piernas pese a que se había puesto bragas para retenerla, ella era una mujer nueva, si bien le costaba algo caminar, estaba fresca como una lechuga, ventajas que dan mis atributos de amante, me dio un tierno beso en la boca sin pegarse, trató de no ponerse melosa y dijo:

Elizabeth: De donde sacaste tanto para darme… cada corrida que me diste, las que me tragué, las que me llenaste en mi entrepierna y con la que inundaste mi culo fueron monstruosas…

Yo: Digamos que no soy un hombre normal…

Elizabeth: Ni que lo digas mi señor -de aquí en adelante esta forma de dirigirse a mí sería algo normal en privado- me lo has dejado más que claro, vamos que te prepararé un café mientras el chofer tiene preparado el auto para llevarte de regreso al hotel.

Salimos de la habitación y Fabián estaba hecho un desastre, entre su llanto y el vómito que corría por su ropa, estaba totalmente irreconocible.

Yo: Una vez me retire, llama a una ambulancia, que este imbécil a las 10 de la mañana entrará en coma etílico si no le lavan el estómago… así es, le van a ultrajar su culito de macho alfa, jajajajajajaja.

Elizabeth: Lástima que tenga que ir al hotel a trabajar, que si no lo grabo para mostrarlo en alguna reunión social.

Lo dejamos tirado afuera de la habitación, bajé saludando al personal de la casa, en cada saludo una mirada extraña, mirada que pronto eliminé, ahora para los integrantes de ese hogar, yo sería el señor de la casa y Fabián el señor cornudo, esto como les cuento, entre “nosotros” para afuera de la casa o con extraños, el estatus quo se mantendría tal cual.

Tras tomar un tazón de café contemplando a mi musa y ella contemplándose en el paisaje de los ventanales de la cocina con la luz de la mañana, sintiéndose nueva, renacida y protegida al fin, me despedí y subí al vehículo, aún podía sentir el aroma de Elizabeth, se sentía sin problema y era mejor que el aroma de la tierra mojada por el rocío, era aroma a vida.

De pronto en una esquina y a unas cuadras del Hotel, un niño de no más de 15 años corrió delante del auto y casi fue arrollado, yo salí de mi burbuja creada por los aromas y vi directo a los ojos del muchacho, tenía una chispa de vida especial pero esa chispa estaba siendo carcomida por algo, entonces fue cuando siete sujetos de mal vivir lo tomaron y se lo llevaron, el muchacho gritó pero uno de los sujetos le dio tremendo golpe con el mango de una pistola de grueso calibre con la cual nos apuntó y dijo:

Maleante: Bonito auto chiquitos (pijos) ahora sigan su camino, o lo lleno de hoyos.

El chofer estaba que se cagaba de miedo, yo… yo tenía a ese muchacho aún en la retina, el no era uno más, su chispa, esa oscuridad que comía su luz en la mirada… los matones se retiraron y yo iba a partir tras ellos cuando el chofer hecho seguro a todas las puertas, de poco sirvió, pues yo saqué la puerta, no sin antes eliminar cualquier posibilidad de ruido y hacer que el chofer esperase ahí.

Seguí a los maleantes a un callejón donde entraron en un almacén. Había varias habitaciones, todas con candado, entre ellos hablaban de que la noche fue provechosa, que habían hecho una cantidad de dinero importante, sobre todo con la venida de políticos y autoridades eclesiásticas, ellos pagaban muy bien el usar a los niños, esos imbéciles eran una red de pedofilia…

Pongamos algo en claro, yo he practicado casi todos los tipos de filias a lo largo de mi existencia, menos la zoo, aunque disfruté viéndola cuando pusimos ese caballo cerca de Hitler antes de que se suicidara pero el ultrajar la inocencia de un infante y cagarse en la única etapa de la vida del ser humano donde se es feliz a pleno, eso es de alguien que tiene un alma “enmierdada” hasta decir basta y que no pasarían de los próximos 15 minutos.

Por ello, nuevamente silencié todo, los fui desollando vivos uno a uno, arranqué su piel, los dejé parapléjicos y activé sus sensores de dolor, haciéndoles sentir cada uno de sus “pecados” en carne propia por el resto de la eternidad luego de absorberlos y dejarlos como cuero seco y polvo al introducirlos en las perlas negras. Me regocijé en sus silenciosos gritos agónicos antes de la muerte pero no me conformaba con eso, sabía quiénes estaban tras de esto… todos formaban parte de mi plan… y creo que tendría que hacer algunos cambios para poder quedarme tranquilo y darles el castigo que se merecían.

Calmé con un suspiro todo el ambiente, todos los niños estaban tranquilos, calmos, uno a uno curé sus heridas, ahí había más de veinte, muchos con enfermedades, saqué todo rastro de drogas de su cuerpo, les di un motivo para vivir y para que eso no se repitiese, ellos serían sanadores, con mi toque lo consiguieron. Es que las almas puras tras ser torturadas pueden emerger aún más luminosas, este proceso, para un ser humano, es casi imposible de lograr pero con una ayudita por aquí y por allí, podíamos potenciar a estos inocentes para entrar a una senda nueva.

Entonces fue cuando volví al niño que estaba molido, múltiples fracturas, un pulmón perforado, desnutrido, era un desastre y como si eso fuese poco, tenía una enfermedad terminal… pero aún así el cabrón tenía una luz inusual en los humanos, una luz que vi en pocos, Alejandro Magno la tenía… antes de enloquecer, Tesla, Confucio, el Dalai Lama… pero éste no llegaría ni a la esquina si no hacía algo drástico.

Luego de hacer que todos los niños durmieran, para evitarles un shock al ver lo que ocurriría ahí, abrí un portal pequeño, metí mi mano con mis uñas metamorfoseadas en pequeñas versiones de las uñas de un dragón de tierra y a través del portal arranqué un trozo de mi propio ser, de mi luz, de mi magia y la deposité directo en el alma del muchacho, quien se levantó violentamente tras recibirlo y brilló como una ampolleta antes de explotar.

Las runas escritas en el aire con magia se iban disipando cual copos de nieve, el muchacho no volvería en sí, estaba al borde de la muerte, tras mi ayuda, viviría sin problema y con más de una ventaja por sobre el resto, pude ver sus memorias pero eso es otro cuento, lo tomé en mis brazos y lo llevé al auto a un par de cuadras de ahí, contacté a Susan en vía directa, indicando que llevase todo lo necesario para alimentar a todos esos muchachos, que yo volvería más tarde.

No pude sanar del todo a aquel muchacho porque su luz era la de un guerrero, alguien que se niega a recibir un regalo, yo lo obligué a recibirlo y su alma estaba asimilando muy a regañadientes mi obsequio, así que mientras su alma agachaba el moño y recibía mi oferta de vida, yo debía dejarlo en una clínica o hospital donde le dieran un tratamiento para que su cuerpo se recuperara “de forma normal”.

El chofer sin preguntar nada, y con una puerta menos, me llevó a la clínica más prestigiosa de Trinidad, entré y tras soltar un fajo de billetes y doblegar a un par de

voluntades haciendo parte de mi equipo al personal médico, el muchacho comenzó a recibir la mejor atención que la dominación mental podía otorgar.

Continuara...

Quiero agradecer a Guilleos, y pedir disculpas, pues no incospore el agradecimiento en el relato anterior, sin su gran, gran ayuda, este relato no seria posible.