Poniendo las cosas en orden - 7.

Los humanos nunca han sabido apreciar la magia, menos ocuparla, sus mentes limitrofres y sencillas no ven mas alla de la codicia mundana... el verdadero poder, radica en el control y el orden, pero no es bueno que ellos lo sepan, es mejor controlarlo...

PONIENDO LAS COSAS EN ORDEN - 7.

En una noche acabaría con todo para comenzar un nuevo orden y era paradójico, porque de "nuevo orden" no tendría absolutamente nada, el tráfico continuaría pero poco a poco las reglas del juego se cambiarían y se escalaría en el Poder de estas bandas hasta controlar a quienes suministraban las drogas y se reorientaría todo el dinero hacia otras causas que harían crecer a la comunidad, a su vez irían en desmedro del consumo de drogas, el plan era a décadas de plazo, así era como se debía trabajar cuando los objetivos eran los que tenía, no puedes trabajar a corto plazo, no puedes tapar el sol con un dedo.

Las drogas de placebo, fueron creadas y distribuidas para mantener a los pueblos a raya, para dar problemas a la ciudadanía y dejar que los políticos gobernaran en paz, porque seamos claros, con todos los recursos que tienen ya en 1995, satélites, Internet entrando por todos lados y el alto entrenamiento de distintas fuerzas armadas a nivel global, sólo basta una acción conjunta para en unos pocos días dar caza a todos los capos de la droga pero, ¿lo hacen?, ¡no!, ¿por qué?...

Porque necesitan que miren a otro lado mientras hacen negocio con el futuro del planeta y mantienen un estatus de realeza en base a las millonarias fortunas que manejan el mundo... y en esas fortunas, para vuestra información, se encuentran varios de los míos pero corruptos por la sed de Poder mal entendida y la ambición desmedida, todo con un sólo fin, hundir a la humanidad y, en el camino, destruir el planeta.

En fin... como decía, me dediqué a caminar, entre medio de ese gueto con nombre de villa, era ignorado por todos, toqué a muchos para saber quiénes eran y que hacían, ahí me di cuenta que muchos de ellos no eran más que material para mi pulsera de perlas pero, ¿de dónde saqué esta pulsera y de dónde adquirí mucho de este Poder o habilidades?, pues eso primeramente, me lleva a los campos de algodón en la mas asquerosa Norteamérica que ha existido, la de la esclavitud, allá por los 1800, donde atrás de todos los grandes mercaderes de esclavos y supremacistas había un elfo, un elfo que por Poder mató a muchos de los suyos, orillándolos a la extinción y condenándolos a esconderse de ellos mismos.

Claro está que se ocultaron de todos con hechizos de aspecto, donde cambiaban sus características físicas al mundo y así es como nos mantuvimos, yo mismo soy más druida que otra cosa pero mi apariencia es más cercana a la humana y quizás hasta la he olvidado con todos los cambios a los que me he sometido en lo extenso de mi caminar sobre el planeta, porque para realizar estos cambios en mí, no necesito de hechizos, yo puedo cambiar a voluntad pero volviendo al punto, disculpen si me salgo de carril, creo necesario explicarles quien soy y de donde vengo, aunque sea sólo un ápice de mi historia.

Fueron en esos años cuando por diferencias con el elfo Ghun'dxial, que vivía bajo la fachada y nombre de Lord Remingtong, por mi cercanía con Gaia, siempre he tenido su favor, siempre me he podido mover en silencio durante la noche, sin la alerta de

ningún ser vivo, si así lo quiero, sin emitir aroma alguno y gracias a runas orientales, puedo ocultar mi presencia mágica.

Fue una clara noche, cuando tras dejar dormido a todos los guardias con mi toque, entré a su habitación, lo encontré desnudo mirando el cielo por el ventanal de su balcón, era simplemente majestuoso, los elfos emanan una esencia única, indescriptible, embriagadora, su piel es seda, su aliento es refrescante como el roció de la mañana y su toque es cálido como el sol de medio día y normalmente su mirada es como mirar una laguna donde las estrellas se reflejan pero esta mirada no, era negra, turbia, corrupta y eso mismo fue lo que sentí en ese momento en mi alma, sentía culpa por lo que haría, sentía una pesadez, me comenzaba a costar respirar.

Ghun'dxial estaba ocupando magia sobre mí pero si algo aprendí en Transilvania, si algo aprendí en Medio Oriente y en el Tíbet, fue a tener mil planes bajo la manga, "por si algo pasaba" y tan pronto como él se acercó a mí, varios cuervos imbuidos por mi sangre lo atacaron por la espalda, sus picos estaban envenenados con una mezcla de savias y venenos de serpiente que dejarían más de un hueco para realizar mi ataque pero sabía bien que los cuervos no serían suficiente, Ghun'dxial abrió sus brazos y golpeó a varios haciéndolos desaparecer, así como hizo desaparecer todo el resplandor de su presencia y ahora una sombra se apoderaba de la habitación.

Cuando Ghun'dxial se alzó levitando y comenzó a articular las primeras palabras del hechizo que acabaría conmigo, por mi espalda saltó un huargo, un lobo espiritual, la representación en carne de un linaje de protectores de la manada y este huargo saltó sobre la garganta de Ghun'dxial, arrancó su tráquea e impidió que cualquier sonido saliese de su boca, ya de espaldas en el suelo Ghun'dxial intentó con sus manos pero el huargo tras arrancar su garganta, fue por su mano derecha y con su inmenso tamaño y fuerza apenas pudo contener ese brazo, mientras yo me recuperaba y acudía a clavar su mano izquierda con una estaca de madera bañada en plata élfica.

Tras esto no podía usar ningún discurso, no era una obra de teatro, ni una película ni una novela, si le daba pie a reaccionar nuevamente, esto terminaría para mí y probablemente habría quedado atrapado en un limbo siendo una bacteria más o simplemente me tendría por el placer de vislumbrarme siendo torturado. Crucé mis manos en su pecho y transformándolas en garras comparables a las de un oso, abrí sus costillas cual si fuese un libro sangriento, del cual arranqué su corazón que estaba recubierto en piedra por resguardos mágicos para evitar flechas y armas.

Vi su ensangrentado rostro apagarse, sus ojos tornarse lechosos y sentí que su esencia escapaba, débil como una brisa, no podía permitirlo, sabía que él tenía algo para eso, sabía que había atrapado a muchos druidas de esa forma y que había acabado con todos sus opositores de la misma forma, fue entonces cuando el huargo me la enseñó, estaba enredada en su colmillo, en ese momento era la pulsera de perlas rojas de sangre y restos de piel, tendones y músculos del cuerpo físico de Ghun'dxial.

Tomé la pulsera y haciendo un esfuerzo vi su esencia, era como vapor, una muy débil estela de vapor, en las perlas sentí el grito de venganza hacia él, los mismos que yacen hasta el día de hoy en perpetua tortura por oponerse a las ideas supremacistas del elfo Ghun'dxial me enseñaron entre su dolor a usar la pulsera y así lo hice, el vapor se disolvió mientras podía sentir como la pulsera se calentaba en mi mano.

Al día siguiente, tomé la forma de Ghun'dxial y luché para liberar a cuantos pude de la esclavitud y dar las riendas de la libertad a los hombres pero, como siempre, su ambición de Poder los jodió, era sacarlos del sartén, para que solos se lanzaran de cabeza a las brasas, por eso es que ya no les dejaré hacer lo que quieran, aunque lo creerán, les daré una falsa libertad para que puedan vivir en un mundo que se recuperará y no agonizar mientras continúan asesinando a Gaia.

Ese tiempo en la hacienda fue también para acaparar en mi todo el conocimiento de los cientos de libros que Ghun'dxial atesoraba tras las cavas subterráneas, devoré cada uno de ellos, aprendiendo y aprendiendo, el conocimiento era parte de mí, sin ningún problema todos y cada uno, desde los manuscritos élficos escritos en hojas de plata, hasta los daemonitas, escritos en piel y tras terminar el último, los quemé o fundí, dependiendo el material, con la plata élfica forjé lingotes para luego usarlos en distintos utensilios ceremoniales y de joyería (mágica, no joyería decorativa).

Luego de todo esto me aboqué a liberar y dar descanso a todas las almas que yacían en las perlas... me costó casi un siglo entero y el estar al borde de la locura, dejé las perlas vacías, incluso Ghun'dxial tuvo un descanso eterno... ese malparido... no podía permitir que muchos de los cuales que consideré amigos, camaradas y amantes pasasen la eternidad en agonía, no lo merecían.

Si bien en ese momento adquirí mucho conocimiento en artes propias de magias ajenas a mí, también perfeccioné las mías con técnicas olvidadas, como los susurros, los cuales una vez aprendidos hacían innecesaria la pronunciación del hechizo y comencé la búsqueda de más bibliotecas perdidas o libros y orbes que contenían conocimiento, son tantas las historias…

Esas perlas por ejemplo, eran la calcificación de una esquirla de mithril negro en el pulmón de un león de fu y luego de eso, cuando la perla estaba formada su color que originalmente era rojo carmesí con rayos blancos, era cambiado mediante una infinidad de rituales y implantes de vacío, los cuales tomaban décadas e incluso un siglo, para generar estas prisiones, tras todo esto, la perla quedaba relucientemente negra y siempre helada, sólo se calentaba al recibir a una alma mágica, un elfo, un gnom, un dwarfki, un atlante, un hombre huargo o un druida neft'halem como yo, pues la energía mágica del alma, de la esencia, sobrecargaba a la perla en su entrada.

Bueno, ya en 1995, la noche comenzó a caer tímidamente, cuando todos fueron tomando ubicación, en el primer gueto y justo antes que el naranja y violeta del cielo se tornara azul oscuro, las balas, cuchillos y punzadas fueron un corto coro que dejó a unos pocos en pie, mientras todos los que cayeron quedaron vivos pero no por mucho, en silencio y dentro de un camión de repartos, se apilaban para ir al segundo gueto, donde la melodía se repitió y a la 01. 00 am, todo estaba bajo el control de mis emisarias.

La policía no tenía idea, menos el alcalde, los primeros en enterarse serían los surtidores, los proveedores de droga, quienes ya estaban teniendo problemas con la caída de aquella familia centro americana, por ende no pondrían mucho ojo sobre Trinidad ni en las provincias colindantes, las cuales en menos de tres días estarían dándonos el amén, ya antes de retirarme al hotel, abrí las puertas del camión.

Muchos me podían ver, otros estaban boca abajo o debajo de muchos cuerpos pero ciertamente todos sentían miedo, desconcierto y el resto de sus días sentirían desolación y dolor, pues con un susurro cada una de las almas de esos pobres diablos que arruinaron tantas vidas, tantos futuros, estaba haciendo su camino hacia el abismo de las perlas, a la par de cada alma que iba a parar a la perla, yo absorbía toda la vida del cuerpo y no me refiero a vida en un sentido de muerte o dejar de respirar, no, me refiero a toda vida, esos cuerpos quedaban sin nada que ofrecer a la tierra, vamos, que ni de abono servirían.

El camión sería quemado por completo y los cuerpos, pues irían a una planta química donde serían disueltos y desaparecidos, todos quienes los conociesen dirían que dejaron Trinidad, que no los vieron, que no saben qué pasó, que simplemente se fueron, eso si es que alguien llegase a preguntar por ellos, cosa que no ocurriría, ni los hijos de aquellas mujeres que desaparecieron preguntarían por sus madres, se enfocarían en un futuro y en ser mejor de lo que ellos nunca fueron.

Mis emisarias estaban al tanto y sabían (gracias a mí) muy bien qué hacer, insisto, como ya pudieron apreciar, siempre se ha de tener un segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto y anda que has de tener todos los planes de contingencia que se te ocurran, no has de ir un paso adelante de tu enemigo, tienes que estar esperándolo en la meta con te y galletas que tú mismo cocinaste mientras él corría a toda velocidad para llegar a la meta.

Trinidad sería, en fachada, gobernada por hombres pero atrás estarían mujeres, féminas que serían bien tratadas y recompensadas por mí, controladas en su totalidad, ahora me faltaba terminar de llegar a ellas y esta noche, empezaría por Elizabeth, quien tenía a Fabian como una lapa aún en el hotel pues sospechaba que su esposa le podía llegar a ser infiel, claro, como que los más de cinco abortos que le pagó a su secretaria y todos los otros que pagó por fuera no contaran como infidelidad, juras fidelidad ante Dios pero saliendo de la iglesia ya estás buscando como poner cuernos y cuando te los ponen de vuelta, todo tu mundo se desmorona, pobre alma caída en desgracia, imbecilidad y cinismo en estado puro y duro.

Al llegar al hotel me topé con Roxana en recepción, siempre cortés, correcta y amable, mañana sería la encargada del área y luego estaría en mi cama, más por diversión que por otra cosa. Mientras hablaba con Roxana de lo humano y mundano, aparece Elizabeth con una cara de hostigamiento que claramente se originaba en quien la seguía, su marido, quien venía con un cabestrillo y con una cara de muerto viviente que no necesitaría maquillaje alguno para una película de Gerome Romero pero coló con mi presencia, la cara de Elizabeth cambió y apresuró el paso para saludarme afectuosamente.

Elizabeth: ¡Carlos! tu mujer te ha de estar esperando, ¿no crees que es un tanto tarde?

-me decía en un tono cómplice y risueño-

Fabian: ¿Ya saltamos de Don a simplemente Carlos?

Elizabeth: Haré como que no escuché eso... Cuéntame Carlos, ¿qué tal tu día?,

¿dónde anduviste?

Fabián previo a mi aparición, habría sacado a la rastra de las mechas (cabellera) a Elizabeth, y luego le habría dado una paliza por siquiera pensar en hablarle así pero ahora no, ese Fabián había quedado enterrado y muerto, ahora conocerían a un nuevo Fabián...

Yo: Pues caminé por distintos lados, los miradores en torno al río, aquel parque central, comí algo en un boliche y ahora me disponía a tomar una copa en tu compañía pero veo que ya te retiras... en fin, será para la otra.

Elizabeth: Pues ven a nuestra casa, nos tomamos la copa ahí, si gustas trae a Susan, estaremos encantados de tomar una copa y luego tu chofer te trae de regreso, vamos que vivimos a menos de cinco minutos.

Fabián se mordía la lengua, quería hablar, gritar reaccionar pero no podía, simplemente no podía y eso lo ofuscaba aún más consigo mismo.

Yo: Dejemos que mi mujercita descanse, vamos que la noche apremia y quiero ese trago pero vamos en tu auto, que yo luego regreso caminando sin ningún problema.

Elizabeth claramente no se opondría a mis palabras y Fabián se revolcaba internamente en sus celos, se notaba en sus ojos, estaban a punto de explotar pero de esto Elizabeth ni se percataría, sin perder tiempo me acerqué al lujoso auto de Fabián y antes que el chofer abriese la puerta encaleté a Fabián en el asiento de adelante.

Yo: Ahí irás cómodo con tu brazo -el no tuvo ni derecho a réplica, simplemente lo subí al asiento delantero, le puse el cinturón y lo dejé quietito- mientras que usted mi bella gerente, por favor, tenga la amabilidad…

Abriendo yo la puerta, ayudé a que subiera al vehículo con una buena sobada de culo, lo que comenzó a provocar calores en ella por el atrevimiento de ser tocada delante de su esposo, yo tras esto fui por la otra puerta y me subí mientras el chofer miraba atónito como su orgulloso y pedante patrón era dejado en silencio por un completo desconocido que sin ningún tapujo manoseaba el culo de su mujer.

Yo: Vamos campeón, que quiero un trago junto a esta bella dama, la noche es joven, -dije guiñándole un ojo al chofer.

Nada más al subir al auto puse mi mano por la espalda de Elizabeth bajándola hacia su culo, el cual, antes de partir, fue manoseado sin problemas, ella me facilitó el trabajo mientras hablábamos de cosas sin importancias y Fabián intentaba mirar que hacíamos pero, para ese entonces, el dolor que tenía en el cuello se lo impedía, pobre imbécil, esa noche comenzaría a pagarlas todas para con "su" esposa, en más de una ocasión comí la boca de Elizabeth a la vista clara del chofer quien abría los ojos como huevos fritos.

Poco a poco, mi mano en el culo de Elizabeth comenzó a meterse bajo la falda a mover su calzoncito y empezó a hurgar en su coño que para ese momento ya estaba empapado, ella se excitaba más y más por la situación y con una de sus manos sobó mi verga por sobre el pantalón, el chofer casi queda sin aire de la impresión al ver esto por el retrovisor, mientras Fabián miraba hacia la calle ardiendo de celos al escuchar a su mujer tan feliz junto a otro hombre.

Elizabeth, con mis dedos en su conchita comenzó a mover sus caderas mientras sus risas se apagaban contra mi pecho y su mano apretaba mi verga, cuando nos detuvimos en la pomposa entrada de la casa de Fabián, casa que heredó de su padre junto

con el pequeño imperio en ascenso que él lideraba, Elizabeth volvió a la realidad al verse en la entrada de su casa.

Yo: ¡Eh, campeón!, ayuda a tu jefe a bajar y a llevarlo adentro, que viene mas cagado que palo de gallinero, Fabián, que ya no estás en edad de intentar conquistas, menos con mi mujer, que no le rendirías ni para acompañarle a las compras con lo débil que lo te veo. Fabián sonrió cínicamente y lleno de rabia salió del auto con la ayuda del chofer.

Fabián: ¿bueno y ustedes?

Yo: KCF.

Elizabeth: Eso te pasa por no llevar las manos donde corresponde, deja que yo te ayudo Carlos...

El chofer ya no daba crédito a nada de lo que estaba ocurriendo desde hacía diez minutos y llevó a un Fabián que jamás pensó en ver hacia dentro de su casa.

Yo: Campeón, sírvele un trago a tu patrón, a ver si así afloja un poco la cara de culo que trae.

Fabián solo respondió con un "vamos" a su empleado, antes de desaparecer en la puerta, al mismo tiempo que yo sacaba mi verga del pantalón y Elizabeth miraba nerviosa pero bastante cachonda hacia la entrada de su casa.

Elizabeth: Carlos... pero, ¿tú crees que esto sea prudente?

Yo no le respondí nada, simplemente comencé a besarla mientras mi mano iba directo a su coño y comenzaba a jugar en él, masajeando entre dos dedos a su clítoris mientras que mi otra mano, si, la mano que estuvo masajeando el coño y culo de Elizabeth, penetraba a dos dedos su coño, entre besos en los que mantuvimos la mirada y un rápido masaje a esa conchita y Elizabeth llegó a un orgasmo que mojó todo su lado del asiento, aunque en ningún momento dejó de masajear mi verga que estaba dura como el acero.

Tras acabar Elizabeth, la tomé de la nuca y aprovechando su boca abierta, le inserté mi verga sin forzar demasiado la penetración en su garganta y a los pocos segundos ella comenzó a masajear mi glande con firmes besos y lamidas, se devoraba mi verga cual cono de helado, mientras con su mano me hacía una paja, a los pocos minutos empecé a mover su cabeza arriba y abajo. Elizabeth no dejaba de mamar como toda una profesional, de pronto vi a su chofer que estaba mirando con la boca abierta como su recatada patrona comía verga como puta con sobre sueldo.

Yo: ¿Dejaste al cornudo sentado como te dije?

Chofer: eeeehh... eeehh.

Elizabeth sabía bien que su chofer estaba siendo testigo de cómo me comía la verga y eso le estaba calentando todavía más y se notaba en como mamaba mi verga, con un amor y dedicación casi religioso.

Yo: ¿Qué si has dejado al cornudo como te dije?

Chofer: Sí señor... disculpe no quería interrumpir, juro que no diré nada pero no me despidan…

Yo: No te preocupes hombre, a partir de hoy Elizabeth será mi mujer y ese otro

allá adentro sólo un adorno, tal como los cuernos que le pegaré esta noche en su cama... preparate Eli que viene tu primer trago y el que más te gusta.

Le avisé a Elizabeth al mismo tiempo que comenzaba a descargar mi leche en su boca, ella tragó hasta la última gota, dejando mi verga reluciente, tras lo cual fue ella misma quien guardó mi verga en el pantalón y dio un beso al bulto por sobre la tela.

Elizabeth: Como quiero que me vuelvas a llenar la conchita de leche caliente mi hombre…

Yo: Y así será, ahora sé buena y ve a servirme algo con hielo.

Elizabeth entró feliz a la casa acomodando su falda mientras yo miré al

chofer y dije:

Yo: Vamos hombre, que, ¿nunca viste porno?, este fue en vivo y en directo, por lo demás, sabes que he hecho que tu patrona se corra y mojo el asiento trasero... no quiero que lo limpies, quiero que el auto huela a la caliente conchita de tu patrona, ¿entendido?

Chofer: per... -poniendo una mano sobre su hombro volví a preguntar-: ¿entendido?

Chofer: Sí señor, como usted ordene, el cornudo sentirá mañana el aroma de cómo usted hizo que su esposa se corriera, lástima que no pudo ver la mamada que le hizo…

Yo: No te preocupes, hoy verá como le rellenaré cada agujero en su propia cama.

Dándole la mano, me despedí del chofer y lo dejé programado para dirigirse a su jefe como "patrón-cornudo", cuando estuvieran solos pero todo lo que vio y todo lo que sabe respecto a los cuernos de su jefe, se irán con él hasta la tumba. Entré a la casa y doblé a mano derecha, encontrándome con un living inmenso, con grandes sillones de cuero, una colección modesta de arte renacentista pero no por eso menos costosa, aunque había dos réplicas entre las cinco pinturas la colección era buena

Fabián: Esas obras las heredé de mi padre, son…

Yo: Sí sé que son, aparte que tienes dos réplicas, muy bien hechas, pero réplicas al fin, ¿por qué?, porque esas dos pinturas que tienes ahí fueron quemadas junto a otras durante la segunda guerra... ¿querida? -dije a Elizabeth mientras estiraba mi mano para recibir el vaso de Bourbon con un hielo que me había preparado y el cual luego de tomar su aroma, bebí de un trago- sírvele uno a tu esposo también, de seguro ya se ha de haber terminado el suyo…

Elizabeth: Sí Carlos... -Fabián se empinó el vaso rápidamente al escuchar mis palabras-.

Fabián: ¿Cómo sabes lo de los cuadros? mi padre pagó una gran suma por esos

cuadros, de hecho y a modo de dato, te cuento que uno de ellos fue sacado a las malas de una galería en Italia sólo porque mi padre se enamoró de él y bueno, el viejo era un hombre de caprichos... -me decía esperando poder aminorar mi carga-.

Yo: Pues lo cagaron, lisa y llanamente le vieron la cara de imbécil, porque el artista que hizo estos dos cuadros tenía un detalle al pintar y es que nunca firmó ninguna de sus obras y éstas tienen una firma de él o una supuesta firma de él, ahora, otro dato, si te fijas en las pinceladas, son distintas en cada cuadro, siendo

cuadros hermanos, es decir, que pintó al mismo tiempo pero eso no lo sabía tu

viejo, porque él sólo compraba arte para ostentar ahora, ¡bébete ese trago de

una vez hombre!

Con las defensas por el piso, pronto el alcohol hizo presa de Fabián, ya le costaba hablar, tenia hipo ocasional y sus ojos comenzaban a cerrarse, cuando Elizabeth me trajo el último trago, yo tiré el vaso al suelo y comencé a comerle la boca a vista y paciencia de Fabián, quien contemplaba como su mujer se entregaba a mi sin importarle su presencia, poco a poco Elizabeth me desnudó y se puso de rodillas.

Elizabeth: Esta si es una verga ¿sabes querido? Carlos me ha hecho suya y lo

seguirá haciendo, de hecho le he comido la polla en el auto y me he tragado cada gota de su deliciosa leche.

Yo: Veo que es de familia, ni tú ni tu padre saben que mierda tienen en casa, nunca serías capaz de complacer a esta hembra Fabián, ¡tú naciste para cornudo! sólo necesitabas que llegara el que te pusiera unos buenos cuernos y aquí estoy, haré un trabajo impecable.

Ya desnudo, hice que Elizabeth se pusiera de pie y mirara a su marido, mientras yo sacaba sus hermosas tetas al aire y la empujaba, ella se apoyó en las rodillas de su marido y luego en los hombros, mientras yo acomodaba mi verga en su entrada y comenzaba a penetrarla lentamente.

Elizabeth: Aún no me la mete completa y ya estoy por tener un orgasmo...

Elizabeth comenzó a gemir en el oído de Fabián, mientras mis penetraciones aumentaban en velocidad y Fabián comenzaba a conocer su destino como cornudo eterno y obediente esclavo de su mujer, “como pecas, pagas”, nunca mejor dicho, pues ahora, Fabián ya no tendría mas sexo en su vida, yo le quité todo libido posible, salvo el de ver o saber que su esposa era poseída por otro hombre pero ese placer es acompañado por culpa, por dolor y por lastima propia.

Tomé a Elizabeth por sus caderas y comencé a bombear más y más fuerte, hasta que empecé a sentir como sus jugos corrían por mis piernas al mismo tiempo que su conchita comenzaba a masajear mi verga con constantes espasmos que anunciaban un gran orgasmo, el cual expresó dando un grito de realización en el oído de Fabián: tras esto Elizabeth cayó de rodillas a mis pies y se dedicó nuevamente a la mamada hasta que le llené toda la cara de leche.

Yo: ¿Pudiste alguna vez llenarle así la cara a Elizabeth cornudito?

Elizabeth: Sólo dos o tres gotas... el resto era dormir en cambio tú Carlos, me das la

leche más rica que jamás nunca una mujer pueda haber probado -y acto seguido, con sus dedos, recolectaba todo el semen en su cara para llevárselo a la boca-.

Yo: Bueno cornudo, yo me voy a la habitación de tu mujer, dejaré la puerta abierta por si quieres ver cómo le voy a partir el culito y quién sabe, quizás mañana amanece preñadita, porque planeó llenar y rellenar ese coñito. Subí las escaleras con Elizabeth, dejando momentáneamente a Fabián, mareadísimo por el poco alcohol que bebió y con unos cuernos que comenzaban a aflorar en su cabeza...