Polvos de hada
Hadas, duendes, sábanas, piratas, recuerdos y hasta el mismo Diablo involucrado. ¿No será demasiada fantasía para un texto tan corto? Menos lobos, caperucita, que sólo es un relato inventado... Eso sí, marca mi número, es el 666
Me gusta recordar tu cuerpo de hada desnuda... No es la primera vez que lo hago y es que me encanta cuando lo vuelvo a recorrer y acariciar mentalmente con los dedos. Se mantiene suave y sedoso, inspirador de relatos e imaginaciones recurrentes. Como no puedo acariciarlo en la realidad, me lo imagino, me lo invento, mando a mis duendes a que te visiten a escondidas mientras te duchas o te vistes, y luego ellos me cuentan las novedades de tu cuerpo. Me dicen si estás rubia, morena o pelirroja, de qué modo te has depilado, si has modificado el contorno para pasar la mano suave un grado más o menos hacia delante para llegar a recorrer la curva de tus pechos, cubrir el tamaño de tus pezones, la tersura de la piel. Me hablan de la amplitud de tu sonrisa vertical y horizontal, si has jugado con los dedos o han jugado otros, el grado de ternura o decisión que deben llevar mis imaginarias caricias, o si has aprendido nuevos trucos a la hora de jugar a amar y desear.
Ahora los duendes me cuentan que estás desnuda bajo las sábanas, sonriendo satisfecha pero con una ligera mueca de deseo y recuerdo mientras te escribo. Lo sé porque sé que te muerdes sin querer el labio inferior y con una mano acaricias de manera imperceptible para otros el pecho derecho. Vas depilada, pero esto no lo ven sino que lo han deducido por la situación, que ayer sonó tu teléfono con una proposición de aquel nuevo amante cualquiera. Te imagino morena, más delgada pero con las curvas marca de la casa que tanto le gusta recordar a los duendes y a su maestro en su sitio. Los pezones relajados aunque aún tintineantes por la situación, frescor a recién amada y con la piel con esa tersura suave propia de los post-orgasmos de la noche o mañana anterior, lo que sea, que no me parece relevante. Se imaginan las formas insinuantes bajo las sábanas pero no pueden verlo, tendrían que acercarse más y mirar bajo la tela de lino, meterse dentro y buscar la información del cuerpo de la protagonista y acariciarlo a la vez, todo ello orquestado y ordenado por mí, por supuesto. De hecho, se pueden acercar y despertar a la protagonista de su ensoñación, con besos furtivos y quitar la sábana que tapa la desnudez para descubrir nuevos secretos e informaciones que se puedan esconder en el cuerpo del hada. Algún nuevo tatuaje, un cambio de figura, de largo de pelo, de tipo de maquillaje o arreglo púbico... todo vale para seguir completando la ficha y apuntalando los datos en mi imaginación para cuando recuerde como eras este año en el futuro. Les ordeno arrancarte nuevas confesiones en forma de gemido suave, regalarte recuerdos nuevos para cualquier otra mañana de domingo que te despiertes desnuda y con olor a deseo en la habitación.
De todas formas, sabes que sólo con pedirlo puedes convertir el relato e imaginación en hechos y nuevos recuerdos para el futuro, que sólo tienes que decir las palabras mágicas y desearlo. Sin miedo al pasado ni a romper la magia, y quiero descubrir por mí mismo en que han fallado y acertado los duendes en su reciente informe sobre lo que han encontrado y provocado en tu cama. A ver, no lo pienses mucho y deséalo, porque a mí me gusta la idea de llegar y buscar el hada desnuda empequeñecida bajo las sabanas, descubrir con los dedos y la lengua si vas depilada, notar el contorno de tus pechos bajo el mío y escuchar gemidos en el sutil idioma de las hadas sin tanta distancia de por medio. Sólo tienes que desearlo y pedirlo, como en la princesa prometida... "como desees". Así que deséalo sin miedo, cierra los ojos, imagínalo y, si te gusta lo que ves, tan sólo tienes que pedirlo, tan sólo tienes que marcar el número que recuerdas tan bien, ya sabes, es el 666. Además, si sigo siendo bueno escribiendo y arrancándote sonrisas y despertando tu curiosidad, ¿por qué iba a fallar la magia y el encanto a menos distancia? Y no tiene porqué saberlo nadie, que sea nuestro secreto y el de mis duendes que nos miren y aprendan para próximos abordajes en la oscuridad y en la distancia.
Ahora ya estás dudando, mordiéndote el labio imperceptiblemente y acariciando el contorno del pecho derecho, estoy seguro y me gusta. Quiero recordar y volver a acariciar tu cuerpo con varias partes del mío y abordar el tuyo con sutileza pero con decisión, y sé que en breve lo voy a poder hacer porque los duendes me dicen que justo en este momento ya estás tecleando tu nueva dirección y enviando el mensaje a mi número.