Polvos celtas (segunda parte)
Lo que es capaz de hacerle un guerrero de falo impresionante a una turista completamente cachonda y perdida...
Me quedé atónita, no sabía que hacer, tenía el cuerpo totalmente paralizado. Aquel hombre fantasmal de grandes dimensiones pasó de ser etéreo a ser de carne y hueso, totalmente palpable. Comenzó a acercarse mientras me hablaba en una lengua desconocida, supuse que sería gaélico irlandés. Su enorme pene erecto se balanceaba de lado a lado al caminar y yo no sabía que hacer si saltar sobre el y comerle todo el miembro, chuparlo, estrujarlo y saborearlo intensamente o bien salir corriendo campo a través.
Opté por salir corriendo, pero no me sirvió de nada, a penas había dado un par de zancadas y el guerrero de falo prodigioso se me vino encima haciéndome caer de bruces contra el suelo. Al caer este cayó encima mío, pude notar como se me clavaba la polla entre mis nalgas con tanta fuerza que casi me desgarra las bragas y me penetra mi segundo agujero, se me escapó un gritito medio de terror, medio de placer y acto seguido el guerrero celta me desgarró por completo la camisa y la falda, yo grité pues no me lo esperaba.
Se incorporó y me agarró como si yo fuera peso pluma, me dio la vuelta y me sentó encima de la roca tallada.
Su mirada era profunda, tenía unos maravillosos ojos verdes que te penetraban el alma, unos ojos capaces de arrancarte un gemido.
Entonces volvió a atacar, arrancando con brutalidad mi sujetador y mis bragas de un solo tirón, iba a gritar de nuevo pero el me calló antes con un beso profundo, metiéndome la lengua juguetona, enredándola con la mía y yo ya desistía de mostrar resistencia, a cada segundo me derretía con su brutalidad hasta que, de repente, dejó de besarme y se puso en pié, me miró y vi que del cinto que llevaba sujetando el tartán desenvainó una espada de larga empuñadura.
Ese hombre iba a matarme, estaba armado, el filo de la hoja brillaba como si estuviera recién afilada y antes de que pudiera huir me agarró con la otra mano de la pierna. Yo gritaba y lloraba a más no poder, entonces giró la espada, me abrió forzosamente las piernas y me metió la empuñadura hasta el fondo, yo gemí de dolor pero a los segundos, a medida que la sacaba y la metía dejé de mostrar resistencia de nuevo. Podía notar el metal abriéndose paso en mi coño y me excitaba a más no poder, se estuvo así unos minutos hasta que definitivamente la sacó y lamió la empuñadura con gran ansiedad, yo casi me corro al ver chupar lo que yo había humedecido.
-Follame, por favor, quiero que me metas esa polla que no para de balancear, quiero que me la metas, por favor- suplicaba, pero el que no me entendía y prosiguió con un nuevo juego, esta vez se hizo con mi pecho izquierdo y comenzó a succionarlo y a mover su lengua formando círculos sobre mi erecto pezón mientras con su mano bajaba a explorar lo que ya había explorado su espada y ¡dios! ¡Vaya si tenía dedos expertos! Comenzó a moverlos por todos los rincones de mi coño rozando con distintas intensidades mi clítoris, tenía una continua sensación de que me iba a correr en segundos, pero esos segundos nunca llegaban… tenía hambre de polla, quería su polla, que me la metiera por todos los rincones, en la boca, en mi coño, en mi culo…
Pasó de mi pecho izquierdo al derecho, ejecutando los mismos movimientos de lengua y dedo y con mi mano buscaba su polla, quería tocarla, cogerla y metérmela yo misma en la boca o en el coño, ya no aguantaba más, pero el me esquivaba continuamente haciendo crecer mi ansiedad por su miembro, parecía que le hacía gracia incluso, pues a cada esquive susurraba algo en gaélico y dejaba escapar una pequeña risilla.
-Por favor, ya no puedo más- volví a suplicar y para mi sorpresa paró, volvió a incorporarse ante mi y se apartó a un lado el tartán mostrándome esa enorme golosina que yo solicitaba. Era un pene descomunal, incluso me daba miedo que al penetrarme me pudiera hacer daño, pero era tanta la excitación que pensar incluso en el dolor me producía sublimes calambres vaginales y lo hice, salté sobre el como una gata, me puse de rodillas y agarré ese enorme falo.
Comencé a lamérselo como si fuera un helado derritiéndose, bajándole y subiéndole la piel en una continua paja, viendo asomar su capullo rojizo una y otra vez al que comencé a succionar y a enredarlo con mi lengua.
Su pene no me cabía entero en la boca pero notaba como le gustaba lo que le hacía, podía notar vibrar sus venas cuando me lo metía de nuevo en la boca…
Pasé unos minutos saboreando su miembro y el gruñía de placer, hasta que me detuvo, me cogió en brazos y me hizo rodearlo con mis piernas y entonces comencé a notar la puntita de su polla queriéndose abrir paso poco a poco, muy poco a poco en mi chochete que se contraía y dilataba frenéticamente queriendo succionar a ese pene invasor, pero el me torturaba, solo me permitía catar la puntita y yo intentaba bajar con todas mis fuerzas, pero el, que era mucho más fuerte me lo impedía, volvía a reírse de nuevo y yo le gritaba, pataleaba y suplicaba que me la metiera entera, contra más lo prolongaba más ganas tenía que me la metiera con brutalidad, quería que me empalara y me llenara de su leche.
Me tumbó en el suelo y me abrió de nuevo las piernas, se sujetó el falo y se acercó dispuesto a por fin metérmela enterita, yo abría al máximo las piernas, dándole una enorme bienvenida y encorvando la espalda pues las ráfagas de placer eran constantes y me obligaban a arquearme una y otra vez, pero no me la metió. Comenzó a acariciar mis labios inferiores con su glande, a meter la puntita y sacarla, a darme golpecitos en el clítoris con la polla, luego la apartaba y bajaba su cara para oler mi creciente pasión y chupar mi mojada entrada, metiéndome y sacando su esponjosa lengua… luego comenzó a subir, lamiéndome el ombligo y cuando llegó a mis pechos con su lengua me arrancó un grito de placer absoluto mientras al fin me metía su polla de golpe y sin miramientos, entraba y salía, entraba y salía, frenética, sin parar, golpeando sus huevos contra mi ano, provocándome un orgasmo detrás de otro, hasta que al fin se vació en mi. Pude notar entrar a presión una enorme cantidad de leche que me inundaba por dentro y que al sacar su polla comenzó a chorrearme las piernas y el culo. Entonces el como un perro comenzó a lamer su propio fluido que goteaba de mi coño.
A los pocos minutos de llegar al éxtasis el guerrero celta desapareció junto con su espada y apareció entonces un hombre que paseaba por allí, al verme desnuda y mis ropas rotas y desperdigadas acudió a buscar ayuda pensando lógicamente que había sido violada, volvió con una manta para taparme y me dijo que la policía estaba en camino, que me acompañaba a mi hotel. Lógicamente jamás encontraron a mi supuesto violador y aunque yo regreso a Irlanda cada año he sido incapaz de encontrar de nuevo la roca en el Phoenix parck e incapaz de encontrar como ya avisó el cuenta cuentos un amante que pueda hacerme sentir el placer que sentí al echar aquel sublime polvo celta.