Polvos celtas (Primera parte)
Dublin ciudad de fantasticas leyendas, una roca gravada, un coño sediento y un extraño irlandés de pene descomunal...
Esta historia comenzó un diecisiete de marzo bajo el ambiente festivo en las calles de Dublín (Irlanda), celebrando las fiestas del día de san patricio. Siempre me había gustado Irlanda y todo lo relacionado con este maravilloso lugar: sus gentes, costumbres, gastronomía, folclore, música, arte y en especial sus leyendas… lo que yo entonces desconocía era que durante aquel viaje loco que decidí hacer sola sería protagonista y testigo de una de las más tórridas leyendas de aquel lugar.
Después de ver el desfile de la parade que había sido de lo más divertido y espectacular me dirigí a la zona del temple bar , el barrio de Dublín donde hay más ambiente festivo por la multitud de bares que hay.
Paseando por las empedradas calles y esquivando músicos, borrachos y algún que otro gaitero me encontré con un extraño personaje disfrazado de duende que relataba leyendas celtas de carácter un tanto pornográfico y que mantenía embelesada a una multitud de gente que babeaba en cada descripción y aplaudía eufórica cada vez que terminaba de relatar una historia. De modo que me pare unos minutos a escuchar el siguiente relato.
La historia narraba que en un remoto lugar del Phoenix parck (el enorme parque urbano de Dublín) existía un megalito gravado con extraños símbolos circulares que hacía miles de años atrás los había gravado un guerrero de una de las tribus celtas del lugar.
Nadie conocía el nombre de aquel guerrero, pero cuenta la leyenda que fue un hombre de grandes victorias tanto en el campo de batalla como en la cama. Se dice que este irlandés poseía el miembro más grande de toda la tribu y que sus dedos virtuosos conocían a la perfección como tocar el coño de una mujer y hacerla gritar de placer en unos pocos segundos, o bien, tenerla a su merced durante horas prolongando su placer a cada segundo pero sin llegar a correrse hasta que el quisiera…
A medida que aquel extraño cuenta cuentos relataba la leyenda notaba como un hormigueo comenzaba a torturarme en la entrepierna y comenzaba a arder en deseos de follarme al primer hombre que estuviera dispuesto, pero debía mantener la compostura.
El cuenta cuentos siguió relatando que aquel hombre de miembro de vértigo tenía una meta y era follarse al máximo de mujeres posibles durante toda la eternidad de modo que pidió consejo al viejo druida de la tribu para hacer un ritual que retuviera su alma en el mundo de los vivos una vez muerto y que le permitiera regresar del más allá cada vez que una dama se lo suplicara y así lo hizo, siguiendo los consejos del sabio gravó en una de las piedras sagradas su juramento, tallando los símbolos sagrados y impregnando esa roca con su alma caliente.
Dicen que han sido muchas las que se han encontrado con dicha roca y que han inundado el Phoenix parck con sublimes aullidos de placer, no obstante cabe avisar que es tan grande el placer que puedes llegar a sentir que este mismo te condena a posiblemente no volver a sentir placer en ninguna otra experiencia que no sea con el celta de la piedra.
Terminado su caliente relato me metí de lo más mojada en uno de los bares cercanos para pedirme una espumosa cerveza negra y escuchar un poco de música folck que tocaban en directo y ¿Por qué no? Igual caía algún guapo irlandés que me liberara la excitación que llevaba encima.
Busqué con la mirada alguna presa para follarme aquella noche, pero no había suerte, al contrario. Extrañamente el bar estaba plagado de parejas que o una de dos o había una calentura general en el ambiente o yo ya deliraba a causa de lo cachonda que estaba, ya que la gente se estaba liando de una forma de lo más descarada.
Por ejemplo, la pareja que estaba sentada en el taburete de mi derecha en la barra, la chica se refregaba sentada encima del miembro totalmente empalmado de su chico mientras el le lamía el escote, por un momento pensé que la iba a tumbar sobre la barra, se iba a bajar los pantalones y la iba a penetrar allí mismo…
Por un instante, disimuladamente introduje mi mano por el interior de mi minifalda, aparté mis braguitas e introduje un par de dedos en mi cueva ansiosa que se encontraba totalmente húmeda y caliente y se aferraba a mis deditos como si se los quisiera comer… ya no aguantaba más aquella tortura y me daba miedo, y excitación a su vez, a que alguien me descubriera tocándome. De modo que me terminé de un trago lo que me quedaba de cerveza y salí a toda prisa del bar, en dirección a mi hotel donde me esperaba mi amado vibrador al cual le iba a dar caña esa noche hasta agotar las pilas.
Antes de entrar en el hotel me fumé un cigarrillo en la puerta ya que en su interior no se podía fumar y entonces fue cuando una idea, de lo más absurda pasó por mi cabeza. Ante mi se encontraba el anteriormente nombrado Phoenix parck tal vez paseando encontraría la famosa roca gravada y si no pues al menos me daba un paseo mientras terminaba el cigarrillo, era estúpido, no era más que una leyenda pero así crecía mi excitación.
Pasado un buen rato caminando descubrí que estaba completamente desorientada y me entró un poco de miedo, podía aparecer cualquier loco que quisiera abusar de mi… que aunque me excitaba un poco la idea también me daba miedo así que me olvidé de la roca y comencé a vagar buscando el camino de vuelta al hotel.
Definitivamente estaba perdida, cansada y aterrada, me había metido en las profundidades del parque y ahora no sabía hacia donde se encontraba la civilización de modo que me senté en una roca a meditar que podía hacer… pasados unos minutos y sin ninguna maldita idea de por donde regresar o que hacer comencé a sentir calor en mi culito, como si la roca se calentara y ese ardor comenzó a acariciar mi vagina produciéndome un delicioso escalofrío.
Me levanté sorprendida, mire la roca y descubrí que a parte de haberla mojado esta estaba gravada con extraños círculos… no era posible ¿era la roca de la leyenda?
Me hizo gracia que estando perdida pudiera pensar en fantasiosas leyendas…
-A ver inmortal hombre de pene descomunal, ¿por donde narices puedo volver a mi hotel?, venga va que por esa información me dejaba follar encantada- le dije a la roca ya riéndome de mi situación y volviéndome a sentar en ella.
Por supuesto no hubo respuesta alguna no obstante la roca continuó calentándose y de golpe sentí como algo comenzaba a hacerse paso en mis braguitas para penetrarme, me asusté y me levante enseguida metiendo mi mano en mis húmedas bragas pensando que se había metido un insecto o algo, pero entonces lo vi… de la roca comenzaba a surgir una fantasmagórica mano y al poco un brazo hasta que, antes de que pudiera gritar o correr la figura de un fornido y alto hombre de cabellos rojizos y largos se alzaba ante mi con un tartán a cuadros alzado por un miembro totalmente empalmado de dimensiones descomunales.