Polvo post-exámenes en los baños de la facultad
Estábamos de exámenes. La última tanda del primer curso de carrera. Ya casi veía mis tradicionales tres meses de vagancia en la playa... pero antes tocaba un pequeño sprint. Un par de semanas encerrado en casa, sin salir y sin tiempo ni para tocarme. Estaba más caliente de lo que recordaba nunca.
Estábamos de exámenes. La última tanda del primer curso de carrera. Un último esfuerzo antes de las vacaciones de verano. Ya casi veía mis tradicionales tres meses de vagancia en la playa... pero antes tocaba un pequeño sprint. Es decir, un par de semanas encerrado en casa, prácticamente sin salir y sin ver a nadie, visita tras visita a la biblioteca y ya en pleno verano. Es decir, con las muchachas -y yo mismo- en manga corta. No tenía tiempo ni para tocarme. Nunca antes me había sentido tan caliente. .
Allí estábamos, frente a la puerta del aula 4.3, esperando a que llegara nuestro profesor de Narrativa Hispanoamericana para afrontar el último de los exámenes del curso. Yo lo llevaba bastante bien dentro de lo posible y empezaba a disfrutar del agobio de mis compañeros. Hasta que llegó Julia.
- Joder, tío. Suspendo seguro.
En realidad no la escuché. Me había quedando mirando su camiseta, tan ligerita, y su busto generoso. Julia era una de las tías más potentes de la clase: 21 añitos, castaña, con el pelo ondulado, ojos claros y una sonrisa que quitaba el sentido; silueta delgada, piernas de vértigo, un culo de los que ves pasar y te quedas mirando... y, como ya he dicho, dos tetas que pugnaban por abrirse paso a través de una camisetita ajustada. Ay, Julia. Cuántas pajas me había hecho a su salud.
Juanma, tío.
¿Qué te pasa?
Que lo llevo fatal. Suspendo seguro y... ésta es la que me falta si quiero pasar limpia sin ir a septiembre.
¿Y qué quieres que yo le haga? - le pregunté. Porque, efectivamente, no sabía qué pretendía diciéndome aquello.
Siéntate al lado mía. El Pelainas -así llamábamos al profe, un tipo jovecinto con una gran mata de pelo en la cabeza- no se cosca. Tú deja el folio a la vista y...
Sí claro. Y si nos pillan, me dan por culo a mí.
Qué va, hombre. De verdad, éste no se cosca.
¿Qué gano yo con esto?
Ésa era la pregunta clave. Se me quedó mirando y sonrió, pero no dijo nada. Probablemente, entre el calor que hacía allí, lo apretado de su camiseta y lo buena que estaba la muchacha en general, me había empalmado. No sé si se dio cuenta.
- Tú déjate y ya verás.
Y así, tan tranquila. Justo entonces llegó el Pelainas, abrió el aula y entramos todo detrás. Julia me lanzó una última mirada de 'por favor, te lo suplico' y nos sentamos juntos. En realidad no me hacía mucha gracia, porque yo lo llevaba muy bien y me arriesgaba a que nos pillaran cuando ella era la única que lo necesitaba, pero... ¡qué diablos! Ay, Julia. Hice mi examen como si nada y le dejé copiar. La verdad es que tenía razón, el Pelainas no se enteró de nada y en un par de horitas habíamos entregado nuestros tres folios de examen.
- Joder, tía - le dije cuando salimos-. Ya te vale.
-Gracias, tío. Me has salvado la vida.
Nos llegan a pillar y...
Olvida eso. ¿Qué haces ahora? ¿Tienes prisa?
Me sorprendió la pregunta. En todo el curso, Julia apenas se había dirigido a mí para pedirme apuntes y nuestros trabajos de grupo. Éramos compañeros, sí, y habíamos terminado en los mismos grupos de trabajo, pero en todo ese tiempo... nada más. Sólo hablábamos de temas de clase, así que la pregunta me cogió por sorpresa.
Pues... no. Me iba a casa, pero...
Ven.
¿A dónde?
Tú ven.
Y la seguí, claro. Subimos la escalera hasta la quinta planta. La última de la facultad, donde estaban los despachos de los profesores. Por aquellas fechas no había nadie. Estaban todos de exámenes, en casa, y más de uno se había cogido ya las vacaciones. La quinta planta estaba desierta y Julia tenía muy claro a dónde iba: al baño. Echó una ojeada al de las tías, comprobó que había una muchacha dentro, y acto seguido se metió en el de los tíos. Me quedé en la puerta, mirándola sin creerme por dónde iba aquello -porque sí, tenía pinta de ser lo que parecía- y justo entonces se volvió hacia mí y me hizo un gesto. Así que entramos y nos metimos en una de las cabinas. Fue entrar, cerrar la puerta, echar el pestillo y empezar a comernos la boca y magrearnos.
- ¿Ves cómo valía la pena arriesgarse? -me soltó mientras se quitaba la camiseta y dejaba ver esas dos auténticas maravillas.
Tardé un segundo en metérmelas en la boca, pero en cuanto mordisqueé un poco los pezones se agachó y me bajó la bragueta. ¡Por favor! Ni en mis mejores sueños me había visto con Julia en un baño de la quinta planta de la facultad haciéndome una mamada. Julia empezó a chupar, al principio suave, recorriéndola de lado a lado con la lengua, hasta que se colocó ante la punta y... ¡aaahhhg! Se la tragó entera.
- Tenía que agradecerte lo bien que te has portado conmigo este curso - me dijo cuando se la sacó, justo antes de volver a comérmela.
Empezó el mete-saca dentro de su boca. Yo estaba en el cielo, con la tía más potente que había conocido chupándomela, demostrando que tenía bastante experiencia, y viendo mientras cómo se movían sus tetas al compás.
¿Te gusta? - me preguntó mientras la bañaba en saliva.
Mucho... tía, qué bien la chupas.
De repente, se abrió la puerta del baño. Los dos nos quedamos muy quietos. No esperábamos a nadie allí. Era raro que habiendo baños en todas las plantas alguien subiera hasta la quinta justo en verano. Julia se la sacó lentamente. Le hice un gesto de silencio. Escuché cómo quien fuera se acercaba a un urinario, meaba sin darse cuenta de nada... ¡y de repente Julia se metió mis huevos en la boca! Me cogió de imprevisto, pero logré contenerme. Sólo la miré y ella, con la boca llena, me guiñó un ojo. Justo entonces empezó a mover la mano sobre mi polla. Me pajeaba mientras movía la lengua suavemente sobre mis huevos y apretaba un poquito, lo justo, con los dientes. Sí, aquello era el cielo.
El visitante inesperado salió del baño y volvió a dejarnos solos. Julia volvió a meterse mi polla en la boca y siguió chupando a un ritmo mucho mayor, pero... yo necesitaba más.
Quiero follarte, tía - le dije mientras la subía de nuevo, la inclinaba sobre la cubierta del váter y le bajaba los pantalones cortitos que llevaba. Me puse un momento de rodillas y hundí la cara en su dulce coño. Llevaba todo el curso deseando hacer eso.
Fóllame.
No dijo nada más. Me puse en pie y se la metí. Estaba bastante caliente la tía. Empezamos a movernos, al principio suavemente, todavía con miedo a que volviera a abrirse la puerta, pero en cuestión de minutos me la estaba follando a todo tren. La situación me había puesto muy cachondo.
-¡Síiii, tío! ¡Así, asi!
¡Toma, toma, toma!
¡Fóllameeee!
¡Tomaaaa!
No podía más y se lo dije. El verano, el calor, tantas semanas aguantando, Julia caliente, su culito ante mí, sus tetas en mis manos... Estaba a punto de explotar y se lo dije. Ella me hizo parar, se la sacó, deshizo la posición y volvió a chupármela. Yo estaba apoyado contra la pared de la cabina, viendo cómo aquella preciosidad me regalaba una mamada de ensueño con sus tetones al aire. Justo entonces se la sacó de la boca, me sonrió y sacó la lengua. Adiviné lo que quería y...
- ¡Venga, tío! Seguro que te has hecho cientos de pajas pensando en esto...
No necesitaba escuchar más. Exploté sobre su lengua. A la primera sacudida se la volvió a meter, de forma que no cayó ni una gotita de mi leche al suelo. Cuando al fin paré me miró, me volvió a sonreír y salió de la cabina, al baño. ¡Medio en bolas! Se acercó al lavabo, escupió mi leche y se enjuagó la boca. Yo, con el corazón a cien, los pantalones bajados y la polla fuera, no sé qué habría hecho si alguien hubiera abierto la puerta. Me limité a mirar cómo volvía a mí y me daba un beso dulce.
- Me lo he pasado muy bien, guapo. Pasa buen verano.
Y dicho esto, se recompuso y se marchó por la puerta. Allí me quedé un rato, incapaz de creerme lo que había pasado. Definitivamente, me esperaba un gran verano.