Polvo en el velatorio

Mi vecina y yo coincidimos en un velatorio y nos pone cachondos

Silvia – En el velatorio

Algo me sucede cuando voy a los velatorios que me tiene turbado. Me suele pasar que después de vivir la emociones que supone ver a los familiares despedirse de forma desgarradora de un ser querido, me reconforta ver que la vida sigue y que no podemos desperdiciar nuestro tiempo en tonterías.

Así que mi reacción suele ser que me entran unas ganas de hacer el amor tremendas y hoy no iba a ser distinto. Además, hoy he tenido un estímulo extra pues a pesar del luto riguroso de todas las mujeres, he podido comprobar que incluso en estas circunstancias la elegancia y la clase se pueden poner de manifiesto de forma notable elevando al máximo la erótica imagen de mujeres hermosas todas vestidas de negro.

La reunión de despedida se celebra en un amplio patio del ayuntamiento adecuado para recepciones, celebraciones y demás, con diversos rincones pero que permite que un gran número de personas puedan estar juntas

La mujer del alcalde es la más elegante con un vestido tipo tubo, ajustado y al cuerpo con un corte a la altura de la cintura que resalta mucho la delgada figura con lo que resulta mucho más voluptuosa.

Otra lleva un pantalón ajustado en la zona del culo y amplio en las piernas con una blusa de corte camisero luciendo un generoso escote y así todas y cada una de las presentes.

Mi vecina Silvia lleva un vestido con corte evasé acampanado que le favorece mucho pues logra marcar la cintura sin marcar las caderas, le alarga las piernas y deja la falda con mucho vuelo lo que incita darle un manotazo para levantarla y así poder disfrutar de la vista de sus nalgas.

Predominan los corrillos de mujeres o de hombres, y parece más una recepción que un velatorio. Es verdad que el finado era un viejo prohombre de la comunidad y todos le deben parte de su estatus actual a la relación que mantuvieron con él, pero ahora todos están charlando distendidamente y haciendo negocios siguiendo el ejemplo del finado.

Como no tengo negocios a convenir, ni terrenos que vender, ni establecimientos que alquilar, ni tampoco tengo cuchicheos que compartir voy saltando de un corrillo a otro, siempre observando como las mujeres más influyentes del pueblo lucen sus cuidados cuerpos tratando de atraer las miradas de los distraídos maridos en otros temas.

A pesar del luctuoso motivo para la reunión, el erotismo de algunas posturas no me pasa desapercibido pues hace mucho tiempo que me dedico a estudiarlas y fantasear con otras “posibles continuaciones” que mi mente es capaz de construir.

Silvia, está en una zona algo alejada y discreta, mientras su marido que es contratista de obras, hace relaciones públicas con todo el que se acerca tratando de aumentar sus influencias.

Después de revolotear por los distintos grupos, por fin me acerco hasta donde ella está. La saludo, también a su marido y las otras personas que allí están. En cuanto tengo ocasión le doy un apretón en el cachete que la pone en un aprieto debido a la sorpresa.

Después nos sonreímos compartiendo la complicidad de nuestro gesto. Discretamente se aleja de mí un tanto asustada tratando de evitar que mi osadía vaya a más. A distancia la sigo buscando un nuevo contacto pues sé que este juego bordeando el peligro le pone mucho.

En una esquina algo separada nos encontramos de nuevo, es una situación mucho más reservada, alejada de las miradas indiscretas, además los allí presentes todos están muy centrados en sus respectivas conversaciones.

Es el sitio adecuado para que alargue la mano colando los dedos por debajo de la falda para rozarle la parte inferior de sus cachetes desnudos. Silvia da un respingo con el trasero pero lejos de evitarme se coloca de manera que me resulta fácil recorrer con la yema de mis dedos sus curvas.

Lleva una braguita tanga que me permite acariciar todo su culo y esto unido a la situación de riesgo a ser pillados genera un alto voltaje que a ambos nos estimula.

Juan se acerca al corrillo y se une a las conversaciones dispersas que hay. Lejos de espantarme lo que hace es subir la intensidad de la emoción y sigo con el juego extremando las precauciones. Unos minutos más tarde…

-       “voy a salir a fumar, ¿Quién me acompaña?, dice Juan en voz baja y con el tono del que va a cometer un delito. Los demás le ríen la gracia y varios le acompañan hasta el jardín del edificio.

Es nuestra oportunidad. Tenemos quince minutos para dar rienda suelta a la pasión que nos une. Aprovechando que el corrillo se deshace y cada cual busca nuevos interlocutores hago señas a Silvia para que tome la escalera que hay a nuestra espalda que conduce a otras instancias administrativas del edificio que hoy no están abiertas al público.

Nos lanzamos escaleras arriba con rapidez y sigilo, buscando en el primer piso un sitio donde dar rienda suelta a nuestra pasión. Desde abajo llega el bullicio de decenas de conversaciones mezcladas, pero aquí todo permanece solitario y silencioso. Tras probar con varias puertas cerradas con llave conseguimos abrir la que corresponde a una especie de archivo.

La habitación es pequeña pero será suficiente para poder cumplir nuestro propósito. Tras cerrar la puerta nos fundimos en un apasionado beso. Nuestras manos se lanzan a una frenética búsqueda del cuerpo del otro como si no hubiera un mañana.

Consciente de que tenemos muy poco tiempo me lanzo directamente al grano. Volteo a Silvia para que me dé su espalda, con la mano sobre su hombro la obligo a inclinarse hacia delante con lo que su culo queda en pompa delante de mí.

Rápidamente me bajo el pantalón y el bóxer con lo que mi polla, ya erecta, queda entre sus muslos. Le levanto la falda hasta por encima de las caderas, dejando su culo presto a recibirme. Le doy un empujón fuerte para que ella sienta lo dura que la tengo.

Me mojo el capullo con la saliva que me había escupido sobre la mano, y la dirijo hacia su rajita que ha quedado expuesta tras retirar a un lado el tanga con la otra mano. Tras frotar unas cuantas veces con la punta sobre sus labios vaginales noto como ya se ha humedecido.

Es la señal para metérsela con dos enérgicas embestidas. Silvia gime descompuesta al sentir que este pedazo de carne dura y caliente la está perforando sin contemplaciones. Lejos de retirarse, lo que hace es culear hacia atrás acompasándose con mis embestidas para que la penetración sea lo más intensa y profunda.

Es momento de darle fuerte y con energía. La tomo con ambas manos por las caderas para acompasar el movimiento y que este sea intenso. Ella se tiene que agarrar con fuerza a una estantería para poder mantener el equilibrio ante tales empujones.

Silvia lleva unos zapatos negros de tacón alto de aguja que hacen que sus nalgas queden levantadas en posición ideal para esta postura, pero que no le dan estabilidad suficiente por lo que empieza a temblar de forma incontrolada. La sujeto con determinación y fuerza y sigo bombeando fuerte.

A cada embestida me contesta con un gemido o suspiro que me llega hasta lo más profundo del cerebro. Levanta un poco la cabeza para inspirar más aire y arquea la espalda. Me separo lo suficiente para darle una sonora palmada en la nalga y luego la vuelvo a penetrar profundamente.

Con este apresurado mete y saca pasamos unos deliciosos minutos, que llegan a su fin cuando unas sacudidas incontroladas la sacuden desde la cabeza hasta la punta de los dedos del pie. La abrazo por la cintura manteniendo mi polla dentro de su vagina mientras duren sus contracciones.

Como tenemos muy poco tiempo, Silvia se pone en cuclillas y me da una linda chupada, que continua con un rápido meneo con la mano hasta que provoca mi corrida. Con cuidado de que ninguna gota se escape y manche su vestido, recoge mi leche en su boca para a continuación tragarla con sumo placer.

Los dos bien satisfechos recomponemos nuestra vestimenta y nos disponemos a salir de nuestro escondite. Oímos claramente un rápido taconeo que se aleja escaleras abajo. Parece que no hemos estado tan solos como creíamos.

Deverano.