Polvo de estrellas

Sexo sideral...

POLVO DE ESTRELLAS.

A través de la pequeña escotilla podía distinguir las dos lunas de Azara, que surcaban el firmamento moviéndose a la par, y a las que las sombras de sus cráteres daban la impresión de dos enormes pechos de mujer dibujándose en el cielo.

O eso es lo que a mí me parecía, ya que el estar durante diez meses en aquel infecto carguero estelar, provocaba que hasta las cucarachas que me acompañaban parecieran sexualmente sugerentes, con su cimbreante movimiento al arrastrarse por mi plato de comida deshidratada, encapsulada y absolutamente insípida.

Y es que navegar en uno de estos cacharros es lo más aburrido que se puede imaginar, a no ser que explote algo o se pase por los campos de radiación de algún planeta, aquí nunca pasa nada, todo es automático y lo único que tengo que hacer es vigilar que todo discurra normalmente o entablar alguna estúpida conversación con ASF-3015, el puñetero ordenador que lo controla todo.

Así que a lo mío, me enfundé el traje de conexión al centro de control, aquí no hay teclados ni pantallas, solo tenemos un mono de cuerpo entero con casco, que sirve para todo, nos permite salir al exterior, afrontar temperaturas extremas, incluso aguanta alguna dentellada de un traco, aquellos endemoniados bichos que viven en el desierto de Xor.

Completando conexión al Centro de Control... ,se iluminaba en el visor del casco.

Bien, vamos a por la rutina diaria.

En ese momento sentí un roce por detrás, me giré, y allí estaba la sobrecargo, una terráquea de armas tomar, me la habían asignado novata para esta travesía, cosa que no me hizo ninguna gracia, pero no me quedaba más remedio que aguantarme.

La verdad es que desde el primer momento que la vi, lo único que se me pasaba por la mente era tenerla entre mis brazos, imaginaba mil formas en que la poseería, fantaseaba con como sería vista al natural...Pero la realidad me devolvía a mi sitio cada vez que intentaba el más ligero acercamiento, cualquier mínima insinuación por mi parte era respondida con un gruñido que me indicaba claramente cuales eran sus intenciones.

Pero aquella vez había algo diferente, ella siempre llevaba el mono con la cremallera hasta el cuello, y aunque yo ya había adivinado como eran sus curvas por lo ceñido de traje, nunca había podido dar rienda suelta a mi imaginación como hasta ese momento.

La cremallera estaba abierta hasta la mitad de sus senos, dejando ver entre la abertura del traje aquellas dos insinuantes curvas que se juntaban en el centro su pecho, ella se dio perfecta cuenta de mi embobamiento, supongo que debía ser por que me había quedado hipnotizado con la mirada fija en sus tetas.

Ejem..., dijo ella despertándome de mi dulce sueño.

Levanté la vista y vi su cara, aquellos ojos azules que parecía que le ocupaban media cara y que iluminaban cualquier estancia en la que se encontrara, flanqueados por una espesa melena negra que le daba la apariencia de una diosa griega.

Sí, dije yo.

Mira, llevamos diez meses encerrados juntos, y aunque me hice el firme propósito de no mirarte como un hombre, hoy no se que me pasa...Me desperté con un deseo como no había tenido hasta ahora..Debí tener algún sueño erótico del que no me acuerdo, o no se que es, pero tienes que hacerme tuya...

Ni que decir tiene que me quedé de piedra, si me pincharan con una aguja no saldría sangre. Allí estaba yo, boquiabierto y con cara de tonto, mientras ella acercaba su cara a la mía y sus labios, carnosos y sugerentes, se aproximaban a los míos. Nos fundimos en un largo y apasionado beso, ¡Como besaba esta mujer!, y con el tiempo que llevaba de sequía y el empalme que me acompañaba, aquello empezaba a ser incluso doloroso.

Ella seguía besándome, despacio, mientras sus manos me acariciaban e iban bajando la cremallera de mi traje a la vez que las introducía entre la tela y mi pecho, sus dedos daban vueltas alrededor de mis pezones, mientras seguía introduciéndome la lengua dentro me mi boca, buscando la mía con una dedicación como no había visto hasta ahora.

Yo ya tenía la parte superior del mono colgándome de la cintura y me puse de pié, mientras ella comenzaba a bajarme el pantalón, con una suavidad y un mimo que provocaban que estuviera cada vez más acelerado, solo tuvo un pequeño tropezón a querer liberar mi pene de su prisión, que ejercía tal presión sobre el pantalón que no le permitía bajar, y al quedar liberado saltó como un resorte hacia el cielo dando unas sacudidas que parecía querer correrse ya.

Y para ser sinceros, yo era más bien un tipo normal, de esos que te cruzas todos los días en la calle y no le haces ni caso, y de mi colega de la entrepierna que decirte, hasta ahora no me ha fallado, y cumple su cometido de forma más que eficiente, pero en un concurso de rabos no sería precisamente el ganador.

Pero a ella no parecía importarle que yo no fuera un espécimen de zoológico, al contrario, acerco su boca a la punta de mi glande y comenzó a darle unas ligeras lambetadas que provocaban en mí unos escalofríos que me recorrían todo el cuerpo, poco a poco aquellas lamidas eran cada vez más profundas y mi querido amigo desaparecía completamente dentro su boca, a la vez que hacía unas ligeras aspiraciones y jadeos que me daban la impresión de me la iba a desenroscar y que me quedaría sin ella para siempre. Pero no fue así, muy al contrario, aquello me estaba poniendo a mil, media succión más y toda la carga que llevaba dentro se la iba a disparar en su boca.

Pero quedaría ligeramente mal, yo tampoco soy de esos que echan cinco sin sacarla, necesito un prolongado tiempo de recuperación y no creo que ella estuviera por la labor de esperar, así que me la saqué de su boca y comencé a tomar la iniciativa, y de paso dejar a mi colega de la entrepierna quedase lo más alejado posible de ella y así darle un pequeño respiro.

Ella aún estaba vestida, por lo que lo primero que hice fue acabar de bajarle la cremallera, para darme cuenta que no llevaba sujetador, y sacar a la luz en todo su esplendor aquellos dos pechos firmes y redondos, con los pezones apuntando directamente a la luna, que estaban diciendo ¡Cómeme¡, y yo, que soy muy bien mandado, obedecí al instante, besaba ahora uno, ahora el otro, los relamía y rechupeteaba sin descanso, apretándolos, separándolos y volviendo a juntarlos, disfrutaba como un niño con un caramelo, sentía que podría quedarme allí el resto de mi vida, mientras ella comenzaba a jadear tímidamente, con un prolongado suspiro apenas perceptible.

La senté en el sillón del puesto de control que ocupaba yo anteriormente y acabé de quitarle el mono, el cual dejó a la vista un tanga marfil semitransparente que dejaba adivinar unos labios sonrosados coronados por una pequeña mata de pelo negro y rizado, delicadamente comencé a sacarle el tanga, primero salió a la luz la preciosa mata de pelo, un poco después sobresalía el clítoris, redondeado y abultado, a modo de un pequeño pene con una atracción sexual tal que atraía mi lengua como un imán al hierro. Seguí descubriendo aquel tesoro despacio, muy despacio, sintiendo que cuando todo estuviera ya descubierto perdería la magia. Y allí aparecieron, dos labios, grandes, sobresalientes, que se hacían más pequeños conforme llegaba a la puerta entreabierta que formaban sus dos bien formadas piernas, le acabé de sacar el tanga y ya no pude más, mi lengua se acercó al bulto que formaba su clítoris y comenzó un juego similar al que ya había practicado con sus pechos, notaba que aquel bultito cada vez se enervaba más y más, aquella puerta entreabierta ya lo estaba de par en par, el brillo que iba adquiriendo a causa de sus cada vez más caudalosos fluidos y su respiración entrecortada me indicaban que estaba preparada para el asalto final.

Me incorporé y acerque a mi socio hasta la entrada de la cueva, frotando la punta contra sus labios, buscando que se impregnara completamente de sus fluidos, arriba y abajo, masajeando el clítoris, hasta que entró casi con voluntad propia y comenzó a moverse frenéticamente, dentro y fuera. Ella no jadeaba, lo que salía por su boca eran auténticos aullidos de placer, y yo, cada vez aplicaba más intensidad al movimiento de mis caderas. Tanto que notaba un verdadero río de líquido que bajaba por mis piernas, ya no podía más, me iba a correr y no podía hacer nada por evitarlo.

Me voy, me voy, decía yo, mi cuerpo me daba la sensación que se desintegraba, y ¡MIERDA¡ ¡JODER, JODER y JODER¡ De repente lo vi todo azul, y unas letras en blanco ERROR DEL SISTEMA.

¡Me cago en la tecnología¡, dije gritando.

Atención comandante, la voz de ASF se oía en toda la nave, lo siento pero un error en el proceso de modelización femenina ha causado un error de protección general.

¡Me cago en la realidad virtual¡.

Pero la verdad no era la primera vez que pasaba, prácticamente siempre que cogía el equipo de descongestión ocurría igual, empezaba a pensar que ASF tenía celos o se aburría y no encontraba otra manera de pasarlo bien.

Y aquí estaba otra vez mirando las lunas de Azara por la escotilla, pensando en que mi viaje estaba a punto de finalizar, que en un par de días dejaría la carga y me podría dar una satisfacción en el club de Gedar, que tenía criaturas de todas las especies estelares para dar placer a raudales, pero esto será otra historia...