Polvo accidentado
Mírada intensa, polvo salvaje
Llegamos tarde al examen de pastelería, el tráfico, la lluvia, provocan en nosotros un estado de ansiedad, de impaciencia. Debemos cambiarnos en los vestuarios, todo está desierto, nuestros compañeros ya han subido al obrador y están preparados para comenzar con la faena.
Me cambio antes que tú y me apresuro a abrir la puerta de tu vestuario para apurarte, inconscientemente te transmito mi estado de desesperación por tu lentitud.
Mis palabras no consiguen en ti mi propósito de que te des prisa y caminas hacia mi. No te percatas que no llevas blusa y tu sujetador negro no oculta la silueta de tus bien estructurados senos. Recriminas mi actitud, adviertes que observo con sigilo tus pechos y tus manos elevan mi barbilla hacia tu seño fruncido por el enfado.
Tu estado lejos de enfadarme me causa morbo, y me incitan a que te lance un ataque. Instintivamente te ofrezco mis labios que no son rechazados, todo ocurre muy rápido, te empujo hacia adentro logrando cerrar la puerta de un portazo, la cerradura impedirá que seamos descubiertos.
Mis brazos puestos en tus nalgas te empujan hacia mí y mis labios absorben con fuerza los tuyos y se apresuran a recorrer tu cuello.
Estoy hecho un manojo de nervios. Incapaz de controlar mis actos, abandono tus nalgas para desabrochar tu pantalón negro a cuadros que tan mal te sientan y de paso te despojo de tu tanga rosa que esconde una piel tersa y suave. Te miro a los ojos y veo que comienzas a dejarte llevar, todo sucede a la velocidad de la luz, sin quererlo hemos desatado nuestros instintos animales que anidaban en nuestro interior.
Acaricio tu concha humedecida (de manera sorpresiva) mientras bajas mis pantalones con violencia. Agarras mi pene y divisas que no te va a costar demasiado elevarlo a su máxima potencia. Mi pene palpitante alcanza entre tus manos el resultado deseado y ya se encuentra con las máximas garantías para darte lo que realmente quieres, la miras con desconsuelo. Se que la quieres toda para ti pero lamentablemente no hay tiempo para muchos preámbulos, el tiempo es oro como decía Constantino Romero, de pie te apoyo contra la pared mientras te ofrezco mi miembro para que me ayudes a introducirla en tu depilado coño y hacerte partícipe. Te agarras en mi cuello y tus piernas aprietan mi trasero hacia ti mientras envisto con fuerza y aumentando poco a poco la velocidad, tú no eres una mera espectadora y con tus movimientos pélvicos acompañas la jugada.
Nuestros jadeos son constantes, hemos olvidado el lugar en donde nos encontramos, en realidad es imposible guardar silencio, lo que si está claro es que nada impedirá que acabemos lo que empezamos.
Mis piernas comienzan a cansarse al soportar tu peso que aunque de constitución delgada requiere ser un atleta para aguantar mucho tiempo, de repente, me muerdo la lengua para no lanzar un grito ya que tus garras se incrustan en mi espalda, eso me ha llegado, te estás corriendo, Dios que bestia eres, tus uñas solo consiguen que te apriete con mayor fuerza y rabia. Te aparto de mi y cambio la postura, de espaldas a mi te agachas como si a la piara fuésemos a jugar, llevas un dragón tatuado en la zona de las lumbales, tus nalgas prietas se preparan para recibirme, para recibir el golpeo continuo de mis testículos, me ayudo de tus caderas para penetrarte a mayor velocidad, parecemos perritos en celo, ya no puedo más, mi orgasmo es inminente y no llevo condón. Solo atino a sacar mi pene de tu vagina sin darme tiempo a cambiar la dirección, mi esperma a borbotones encharca el dragón que llevas tatuado, instintivamente al recibir mi esperma en la espalda das un giro de 180º y me arreas un bofetón de la hostia. Primero tus uñas surcaron mi espalda y ahora esto, (este ha sido un polvo un poquito accidentado). Te miro fijamente, sabes que no me ha gustado tus actos y nuestras miradas desafiantes terminan más que en besos, en mordiscos, a un paso de hacernos daño.
Estamos encharcados en sudor, mis piernas tiemblan del esfuerzo y de los nervios por el examen, te abrazo con ansia, con pasión, nuestras lenguas se entrecruzan. Te separo, no hay tiempo para más dilaciones, aunque solo tengamos ganas de sentarnos y abrazados saborear esos cinco minutos eléctricos cargados de tensión, el examen (que ha pasado a un segundo plano) nos espera. Te ayudo a limpiar el dragón aunque ya me están entrando ganas de volverlo a manchar, esto será en otro momento, de eso estoy convencido. Será con más tiempo y esta vez si voy a tener un trato especial contigo.
Me ayudas a salir del vestuario sin ser descubierto y consigo ver en el espejo que parezco haber salido de la guerra, con un aspecto enrojecido y con tus ñames marcados en la cara. La espalda que me quema muchísimo, me has hecho sentir como un toro banderillado antes de la corrida.