Polvazo en el parque

Hace unos meses y como es costumbre llegué la parque donde suelo ir a correr por las mañanas, dado que entro muy temprano por la mañana al trabajo. Suelo ir a eso de las seis a correr, ya hacía algún tiempo me había percatado que empezaba a ir a la misma hora que yo...

Hace

unos meses y como es costumbre llegué la parque donde suelo ir a correr por las mañanas, dado que entro muy temprano por la mañana al trabajo. Suelo ir a eso de las seis a correr, ya hacía algún tiempo me había percatado que empezaba a ir a la misma hora que yo, un chico al que llamaremos Daniel, un chico moreno claro, como de 1.75, guapote y con un paquete que se le marcaba bastante bien con la ropa deportiva.

Me di cuenta que pesar de llegar él antes que yo, solía iniciar su rutina al mismo tiempo que yo y siempre, siempre solía correr detrás de mi, pero no sabía el motivo hasta hace poco. A pesar de correr prácticamente juntos no nos dirigíamos la palabra más que para un “hola” o un “adiós”, al llegar y al irse.

Pero hace como dos semanas fue diferente, porque en esa ocasión se sentó en el banco donde suelo llegar siempre para realizar mis estiramientos y calentamiento físico. Me miró y me dijo: “Oye, que te parece si calentamos juntos”, y le dije: “Claro, si quieres podemos hacer la rutina juntos”, a lo que él me responde: “No, no quiero hacer calentamiento, quiero que me calientes”.

Me quedé blanco, diría que incluso temblé un poco. ¡No me lo esperaba para nada! Ante mi cara estupefacta me dijo: “Mira, seré sincero contigo: el motivo por el cual suelo venir a correr a la misma hora que tú y la razón por la cual siempre suelo correr detrás de ti es porque me encanta ver como se te marca ese culito que tienes”.

A mi poco a poco se me estaba quitando la vergüenza. Por su aspecto y actitud jamás me habría imaginado que fantaseaba conmigo… y me dijo: “Por la forma en como caminas y corres, sé perfectamente que ese culo es firme y debes de tenerlo bien prieto”. Ahí ya no sabía si sentirme ofendido o alagado….

Yo no reaccionaba mucho así que él continuó: "Quiero follarte, me vuelves loco desde hace bastante tiempo y ya no aguanto las ganas de tenerte bien enculado!!!", se me acercó y yo aún sin reaccionar solo di un paso atrás, una media cobra. Pero él me tomó de la cintura, me abrazó y después metió sus manos por debajo de mis shorts y comenzó a masajearme las nalgas. Yo cerré los ojos y en mi mente sólo había esa voz que me decía que no lo hiciera, pero no pude resistirme más tiempo dado que comenzó a besarme en el cuello y esa siempre ha sido mi perdición!!! Qué cabrón parece que supiera los trucos para que no me pudiera resistir. Sólo unos pocos saben que mi mayor debilidad es el cuello, y él sin saberlo, tuvo el atino de atacar dónde más éxito encontraría.

Llegados ya a ese punto no pude más que dejarme llevar. Me dio la vuelta sin dejarme de abrazar, acercó su pecho a mi espalda y me dijo: “Venga, camina, vamos a otro lugar donde quiero hacerte mío”. Eso bastó para que comenzáramos a caminar, así abrazados, mientras yo sentía su verga ya erecta pegada a mi trasero mientras caminaba….

Nos apartamos hasta donde hay árboles y bastantes arbustos que servían de barrera para no ser descubiertos. Como aún no amanecía, las lámparas eran la única luz que nos ayudaba para ver bien. Una vez seguros de haber encontrado el lugar perfecto me dio la vuelta de nuevo y comenzamos el mejor polvo que he tenido jamás!!

Estuvimos así como unos 15 minutos besándonos mientras yo le metía mano para sobar esa rica polla mientras él me estrujaba las nalgas, como queriendo arrancarlas, y de pronto me dijo: “Ya no aguanto más, quiero que te comas mi polla” .

Esas palabras sonaron en mi cabeza como órdenes que debía cumplir inmediatamente, así que me encogí, le bajé sus shorts de un tirón, de inmediato salió ese rabo babeante y fuerte de unos 17 cm, grueso y moreno, palpitante y deseoso de ser devorado por mí. Sin pensarlo dos veces, tomé con mi mano ese tronco y dirigí su cabeza a mi boca, primero le di una pequeña caricia con mi lengua, desde el frenillo hasta la punta para saborear esas gotas preseminales que brotaban y deseaba saborear.

Inmediatamente escucho sus gemidos de gozo y en seguida me meto su verga lo más que puedo a la boca, primero despacio y poco a poco comencé a incrementar la intensidad, me la tragaba lo más que podía y la sacaba totalmente, fue una felación frenética. No tardó más de 10 minutos y entre gemidos y vibraciones de su cuerpo, se corrió abundantemente dentro de mi boca, yo tragué como desesperado, y con muchas dificultades traté de no dejar escapar ni una sola gota de su leche, caliente y espesa.

Después de la gran corrida comenzó a reponerse un poco, me levantó y me besó apasionadamente, compartiendo ese sabor de semen recién ordeñado, y me dijo: “Quiero ese culito tuyo”. Yo me alegraba de saber que aún no terminaba la experiencia, y estando así de pie, me di la vuelta, me bajó el pantalón deportivo y dijo: “¡¡Esto es lo que tanto he anhelado!!”, al tiempo que me restregaba su verga, la cual comenzaba a crecer de nuevo, nunca había visto una recuperación tan milagrosa.

De repente separa mis nalgas, sabía lo que buscaba, y comenzó a besarme el culo y a meterme el dedo para acariciar mi ano. Me dio lengua como todo un experto, hizo que me inclinara un poco hacía adelante para que pudiese abrir con mayor facilidad mis nalgas y llegar a fondo con su lengua… me lubricó como un niño que saborea su helado, con tanta vehemencia y ahínco, me hizo vibrar de deseo y excitación, y yo ya no podía más, lo único que deseaba era ser poseído, ser suyo de una vez por todas, así que entre jadeos le dije: “Cógeme, hazme tuyo, quiero sentir tu verga dentro de mi culo, hazme tuyo!!”

Se detuvo y me dijo: “Lubrícala de nuevo”, me dio la vuelta y ya sabía lo que deseaba, a lo que tomo la postura de sentadilla de nuevo y me dispongo a darle la mejor mamada que haya podido dar hasta ese momento, él solo gemía y se convulsionaba del placer que sentía. Cuando ya estaba a tope me frenó y me colocó en la misma posición en la que había estado previamente, apoyado al árbol con el culo al aire lo más altivo posible para que él me penetrara sin problema alguno, me escupió el culo, escupió en su polla y comenzó a metérmela, y le dije: “Sé cuidadoso, hace tiempo que no me la han metido...”.

Y me dijo: “Entonces hace tiempo que no has disfrutado como lo vas a hacer hoy ". No le hago caso y muevo el culo deseoso de verga. Él sin decir más comenzó a metérmela poco a poco, una vez dentro empezó el vaivén lentamente, pero poco a poco empezó a hacerlo más rápido, esta vez ya sin ser tan cuidadoso. A mí me dolía, a pesar de que no era mi primera vez, pero ya hacía bastante tiempo de no haber tenido sexo, y le dije: “más despacio que me duele”. A esto él me dijo: “Este culo está hecho para satisfacer a hombres como yo, así que se la buena putita que debes ser y levanta más el culo”.

Ese comentario normalmente me habría parecido de mal gusto pero en ese momento me puso todavía mas cachondo. Cómo si supiera lo que quería realmente me la metió de un solo golpe! Uuufff yo pegué un grito de dolor, pero al mismo tiempo de placer, era un morbo el sentir que solo estaba hecho para satisfacerlo y nada más, me hacía sentir su putita con sus palabras tan lascivas que me decía.

De repente tomó mis muñecas con una sola mano y las levantó pegándolas hacia el árbol, como cuando te amarran con los brazos hacia arriba. Con la otra mano me tomó de la cintura e hizo que arqueara el cuerpo para que quedara mi culo bien paradito y dispuesto para él. Así me estuvo follando por un largo rato, y me decía cosas como: “que rico culo”, “eres mi putita”, “soy tu macho”, “cómo me gusta follarte”, “este culo es mío”, y cosas así…

Después me soltó, se hecho un poco hacía atrás e hizo que me inclinara hacía al árbol, y volvió a clavármela de golpe, me penetraba con tanta fuerza que yo debía sostenerme del árbol para poder resistir las embestidas y las nalgadas que me daba, llevábamos como 20 minutos follando, ya no tardó mucho se vació completamente dentro de mí. Se desplomó sobre mi espalda y me daba besitos, me decía: “Ya eres mío. A partir de ahora me vas a complacer las veces que yo quiera”.

Ya después me repuse y recordé que estábamos en un lugar público donde alguien nos podía ver, le dije "tenemos que vestirnos", salimos de los matorrales y me dispuse a irme a casa para ducharme e irme al trabajo. Llegando al coche intercambiamos los teléfonos y nos despedimos.

Un relato de Robert Sitges para

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