Polvazo con el viejo invitado
El sigilo y el silencio fueron los cómplices de aquel maravilloso polvo
No paraba de dar vueltas en la cama al no poder conciliar el sueño ya que aún sentía molestias de la fuerte dilatación que había tenido horas antes en mis dos agujeritos del placer, y aún más desesperada de oír los ronquidos de mi esposo que dormía plácidamente después de sus dos descargas, por lo que decidí levantarme y dirigirme a la cocina a tomar algo caliente para poder aliviar esa intranquila.
Al pasar por el sofá donde dormía aquel nuestro invitado y gratamente experto amante, lo mire, observando que estaba despierto igualmente y mirándome con una sonrisa picarona, por lo que le dije si él tampoco podía dormir.
El con tono bajo para no despertar a mi esposo dijo; “este lujo para mi después de unos meses en la calle es algo que cuesta acostumbrarse y más si es acompañado de una ración de sexo tan placentero con una mujer tan exquisita y sexy como tú”.
Yo acepte el alago esbozando una pequeña sonrisa y le dije voy a tomar algo caliente si quieres te preparo algo también.
El levantando y abriendo la sabana por un lado me invito a tumbarme junto a su lado, diciéndome.. “ven aquí que te alivie un poco esas molestias que tienes”.
Yo me quede un poco dudando, pero al final solté los tirantes de mi camisón de dormir sobre mis hombros y este cayó al suelo dejándome totalmente desnuda, pasando seguidamente a su lado donde sus brazos huesudos, fuertes y largos esperaban para abrazarme.
Me abrazo tomándome hacia él y entrecruzando sus piernas con las mías, a la vez que me besaba cariñosamente con esa experta y musculosa lengua que manejaba con una soltura increíble, pues en segundos era la dueña de mi boca jugando con la mía como si pareja de enamorados fuesen.
No tarde en sentir pronto aquel dormido pero musculo misil que caía reposando su enorme cabeza sobre uno de mis muslos, deslizándose con suavidad en su crecimiento ante las caricias que estábamos dándonos mutuamente.
Se giró poniéndose boca arriba a la vez que me tomaba y me posicionaba sobre el sin dejar de besarme mientras sus manos acariciaban sabiamente mis muslos, glúteos y espalda.
Yo frotaba mi mojado sexo ya sobre aquel mástil que andaba ya cerca de su grandeza mientras gemía de placer, a lo que el respondía con un… ssssss …silencio no despertemos a Paco que el pobre esta rendido , sellando seguidamente mi boca con la suya.
Me gustaba sentir su cuerpo con el mío en aquella postura y el roce de su poblado pectoral sobre mis pechos y pezones, mientras sus manos jugaban con mis glúteos y parte de algún agujero que ya había olvidado las molestias anteriores, deseando pronto otra visita de aquel cabezón que andaba por las inmediaciones.
Estuvimos así unos largos y placenteros minutos y cuando el considero que era el momento, tomándome por mis caderas me guio a su falo duro como una roca que estaba a la espera de comenzar otra perforación en mi hidratada cavidad delantera.
Y con un cuidado exquisito fue introduciendo la inmensidad de aquel mástil que era guiado por su enorme cabezón hasta el fondo de mi conejito, lo hizo con una maestría que solo con la primera introducción ya me tenía paralizada y a punto de explotar.
El notando mi debilidad, puso su mano en mi boca para que no gritara de placer, volviendo a susurrarme que no gritara y que si lo hacia fuese en silencio, yo le tome con mi boca parte de sus dedos y comencé a chuparlos como deseando fuese otra cosa, a lo que el agradeció con un poco más de bombeo con sus caderas.
Comencé a cabalgar como una experta amazonas sobre aquel caballo que “menuda silla de montar tenía” , sin apenas poder contener mi primer orgasmon de ese lujurioso y secreto encuentro , pues fue de tanto placer e intensidad que al finalizar, sentí como si me desinflara, quedando mi cuerpo medio inerte a merced de los movimientos de este semental que sabía moverse con maestría.
Tuve la sensación de ser una muñeca hinchable que va perdiendo aire poco a poco, a lo que el sabiamente comenzó a bombear con más intensidad con su manguera, volviéndome rápidamente a reanimar como si por ella entraran las vitaminas que mi cuerpo necesitaba.
Viendo que mi cuerpo respondía con lentitud, me giro clavada como me tenía, poniéndome ahora a mí debajo de aquel experto follador que me estaba dando una clase magistral de cómo hacer bien el amor.
Ya en esta postura y con mi boca silenciada por su lengua, me llego mi segundo orgasmo de una duración algo más corta que el anterior pero con la misma intensidad y explosividad.
Ya llevaba así varios minutos y el no cejaba con su sesión de metes y sacas que me estaba dejando sin sentido, intente decirle retirando mi boca que me inundara ya,que lo deseaba, lo que el respondió con un “””ssssssss.. calla, que ya voy mi amor a regalarte mi crema”.
Y como experto dominador de los sentidos comenzó a soltar su leche con una intensidad asombrosa dentro de mi mojado conejito, que agradecía ese riego y lubrificación tan placenteramente.
Su cuerpo se había curvado con los espasmos durante la suelta de ese preciado líquido pero sin perder la compostura en la monta, dominando la situación con tanta clase que yo prácticamente no tenía que hacer nada.
Cuando soltó sus últimas gotas, ceso en las placenteras embestidas, aflojando también la dureza de ese péndulo que tenía entre las piernas, que bien podía ocupar el badajo de la mayor campana que existiese en un campanario, pues aun en estado morcillón, asustaba por su peso y dimensiones.
Nos quedamos así varios minutos retomando el aliento y las fuerzas, sin el dejar de besarme ahora con tono más cariñoso y consolador, como agradeciendo o disculpándose de aquel polvazo que acabábamos de tener.
Me quede dormida junto a él y cuando me desperté fue al sentirme trasladada por su brazos a mi cama, dejando con sumo cuidado al lado de Paco, que continuaba roncando como un oso, dándome un beso cariñoso a la vez que se salía de la habitación dirigiéndose a su sofá para descansar las pocas horas que quedaban a la noche.
Se giró en la puerta para volver a mirarme cariñosamente, y la estampa que yo vi en la penumbra era de lo más sexi que había visto últimamente, pues con el trasluz del salón, se reflejaba su alta y delgada figura con aquel badajo inmenso colgando junto a esas dos enormes bolas peludas, recreando un silueta de un semental desnudo digna del deseo del mejor fotógrafo profesional que hubiese.
Yo cerré los ojos para dormir pero no pude reprimir una instintiva contracción de mi sexo ante aquella vista, guardándola en la retina para soñar con él, el resto de la noche.