Polución nocturna gracias a varios pies
Los pies de cinco compañeras de tienda me dieron un orgasmo singular.
Polución nocturna gracias a varios pies
Alguna vez, cuando tenía unos 18 0 19 años, salí en autostop a recorrer algunos lugares que no conocía de mi país. Una de esas veces lo hice con dos compañeras de la academia de francés en la que estudiaba, Nora y Leticia. Eran unas chicas fenomenales, muy buenas amigas y compañeras. En la academia los tres éramos inseparables, y íbamos a bailar o a tomar tragos siempre juntos. Lo más lindo eran los buenos pies que las dos tenían, Nora calzaba un 37, con pies muy bien formados, de arco pronunciado, con dedos medianos pero muy bien proporcionados, tobillos finos y talones redondeados y muy suaves, en verano le gustaba mucho usar flip-flops. Leti era más menuda, delgada y con pies algo más pequeños, pero a mi gusto, dedos largos y delgados, uñas redondeadas y muy cortitas y cuidadas. Andaba casi siempre con sandalias de dedo y ninguna e las dos se barnizaba las uñas.
Volviendo al relato, después de viajar un día entero llegamos al paraje turístico que queríamos conocer. Nos instalamos en nuestra tienda de campaña cerca de un pintoresco arroyuelo, donde había un lugar ya destinado para acampar. La tienda tenía capacidad para seis personas, cinco lado a lado y la transversal en un extremo.
Apenas llegados conocimos el lugar y nos fuimos a dar un chapuzón en el arroyuelo. Les dí un breve masaje de pies a cada una, dentro del agua, ellas no sabían nada de mi loca afición pos los pies femeninos, pero como teníamos tanta confianza lo tomaban con naturalidad. Era su hermano mayor que las atendía. Por supuesto que, después de varios días de no tocar un solo pie de mujer, estaba bastante cachondo, pero me las aguanté. Ya encontraría algo para descargar mis tensiones.
Al otro día llegaron al lugar tres chicas más, de unos 20 a 25 años y armaron su tienda al lado de la nuestra. Inediatamente nos acercamos para conocerlas y compartir algo entre tantas familias con chicos chillones y viejas gritonas.
De inmediato hicimos amistad y hablamos de compartir gastos. Yo no esperaba más que un solo momento, la hora de ir al agua para verles los pies. Por fin llegó el momento y allá fuimos. Cuano se acercaron al borde del agua no perdí tiempo y me interpuse entre ellas y la orilla, para tener un buen panorama. No me acuerdo bien sus nombres, pero la más bajita y regordeta tenía unos pies pequeños que sin ser la locura eran agradables y bien formados. Las otras dos, más delgadas y altas con pies casi casi a mi gusto, lindos deditos, pedicura y barniz de uñas rosa y rojo en cada caso.
Abreviando, pasamos dos días a pleno sol y agua y por fin pude, al terminar el segundo día dar un masaje de pies a todas, por lo que vieron que hacía con Nora y Leticia. Fue muy agradable y a la vez frustrante tocar esos pies y esos deditos sin poder llevármelos a la boca y tener que dormir más caliente cada día. Con la excusa del calor me acostaba cerca de la boca de ambas tiendas que habíamos enfrentado para tener un espacio más íntimo y desde allí soñaba y fantaseaba con esos pies al aire de las chicas dormidas. Varias veces me arrastré hasta casi tocarlos con mi lengua, pero tenía temor de que se despertaran.
Hasta que al fin los hados estuvieron del lado de los fetichistas. Unos chiquillos traviesos trajeron un caballo a la carrera, que pasó por entre medio de las tiendas con tan buena suerte que sus patas se enredaron en las cuerdas de la tienda de las tres chivas nuevas y allí cayó, agitándose para levantarse, y deswtrozando la tienda con sus cascos. Nostros estábamos en el agua y las chicas quedaron muy compungidas, la tienda estaba desgarrada y rota en varios puntos, y las chicas decidieron volverse asus casa. Pero el hada buena de Nora les dijo que no, de ninguna manera, nuestra tienda es grande, para seis, somos seis y dormiremos los seis. Ellas protestaron y al final cedieron. Pero la inquietud era como dormir cinco chicas en ead de merecer y un varón en edad de merecerlas como más les gustara. El hada buena de Leticia (monumento para ella) dijo que era muy fácil, ellas cinco una al lado de la otra y el muchachito sacrificado, transversal a sus pies (tuve que hacer un esfuerzo para no arrojarme a sus pies y besáselos en señak de agradecimiento) Yo era un santo, solo me faltaba la aureola, así que obedecí sin chistar la idea de Leti y les sugerí muy amablemente que me permitieran acomodar las pertenencias de todos en la tienda nuestra.
Las ideas de como disfrutar de esa noche me bullían tanto en la cabeza que tuve que tomar un analgésico. La sola idea de dormir a los pies de 5 mujeres, o sea diez pies y 50 deditos con posibilidad de tocar mi cuerpo me secó la garganta.
Bueno, por fin llegó la noche y a dormir. Me ofrecí a scar fuera el calzado de las chicas cunado se lo quitaran y así hice, en medio de las bromas cuando me pasaron las calcetas de algodón de dos de ellas y gracioso las alejé de mi como si olieran feo. Las chicas se acostaron por fin y se terminaron de acomodar. Me acuerdo de Nora y Leti en el centro y boca abajo, la más alta de las chicas de costado en el extremo donde tenía mi cabeza y las otras boca arriba apoyaron sus pies sobre mis piernas. Yo me coloqué boca abajo y dejé pasar el tiempo. Nora y Leticia apuntaban sus plantitas hacia arriba y sus deditos juntitos ofrecían las rosadas yenitas al que quisiera.
Cuando setí las respiraciones suaves y profundas fui moviendo mis caderas hasta que mi miembro quedó acomodado en la cunita de las plantitas de Leticia y los deditos de Nora los sentí en mi ombligo. Hacía mucho calor, por lo que solo me dejé puesto el bañador para dormir. Los dos pies que tenía cerca, a milímetros de mi rostro me ofrecían sus deditos desnudos e incitantes. Acerqué mis labios y los entreabrí ligeramente para recibir el dedito más pequeño de uno de los piecitos y me quedé quieto por un rato. Una de las chicas del otro extremo se volteó de costado y uno de sus pies, apoyado en mi muslo se deslizó entre medio de mis piernas. Sin llegar a tocarme el miembro, duro y tieso y acunado en los piecitos de Leticia, el contacto con la piel de sus dedos me hizo estremecer. Moví mis pies hasta tocar los piecitos de la quinta compañera de tienda. Tenía por fin, varios pies tocando mi cuerpo.
Mi espera había llegado a su fin. Sin scar el dedito suave y saladito de mi bocas ensayé un movimento muy suave y lento de mi cintura. Los deditos de Leticia y Nora reaccionaron contrayéndose y apretando la piel de mi estómago y mi miembro respectivamente. Me quedé quieto y me concentré en la punzante sensación de placer que me embargaba. Lo bueno de esto es que el orgasmo tardó tanto en llegar que tuve, yo creo, horas de placer. Cuando llegó estaba entredormido, así que fue como una polución nocturna, sorpresivo, profundo, lento y muy satisfactorio.
Me dormí casi sin darme cuenta. Cuando salió el sol, me desperté sintiendo Nora me empujaba del costado con un pie descalzo, la que estaba cerca de mi cabeza se estiró colocando los talones sobre mi cuello y luego entre todas, entre risas me empujaron afuera con los pies, haciéndome rodar. Dormimos dos noches más así y aunque cada vez algo con un par de pies hice no tuve un orgasmo como aquél. Pero disfruté horrores dando masajes de pies nocturnos al irnos a dormir.