Policía cabreado

En plena sesión de sexo con uno de mis esclavos un policía llama a mi puerta y decide enseñarme a ser más silenciosa, una lección de sumisión que no olvidaré fácilmente... ni él...

Estaba en plena sesión de sexo con uno de mis esclavos cuando golpearon violentamente a la puerta, intenté que se dieran porvencidos pero insistían una y otra vez, así que me puse un albornoz y fui a abrir.

Era el agente de policía que me había echado la bronca alguna otra vez, era muy alto y corpulento y tenía cara de pocos amigos, sobre todo aquella noche...

Buenas noches agente, ¿ocurre algo?.

Buenas noches... señorita – dijo con tono despectivo – Sus vecinos se están quejando por el jaleo que está armando, y creo recordar que no es la primera vez...

Lo siento agente... no volverá a ocurrir, de verdad, disculpe, buenas noches – contesté mientras cerraba la puerta.

El policía dio una patada a la puerta impidiéndome cerrar y me dio un empujón para que le dejase entrar. Entró con paso decidido y cerró la puerta, entonces vió la camilla en la que tenía atado boca abajo a mi esclavo, el cual estaba con los ojos vendados y un consolador metido en el culo. El policía se acercó a él, le soltó las hebillas, le dio su ropa y le susurró al oído... "No te quites la venda de los ojos hasta que no hayas salido de aquí, yo te acompaño hasta la puerta". Le agarró del brazo y lo dejó desnudo en el rellano.

Vaya, vaya... así que te gusta dar caña eh... Disfrutas con el sexo duro, castigando y humillando a tus esclavos... Eres una puta chiflada. A ver, quítate el albornoz.

No quería enfadarle más de lo que estaba, así que desaté el nudo del albornoz y lo dejé caer el suelo, me quedé totalmente desnuda ante él. Él cogió su porra policial entre las manos y comenzó a dar vueltas a mi alrededor, mirándome con desprecio. Acarició mi cuerpo con la punta de la porra, rozó mi cara, mis brazos, mi espalda, mi vientre, mis nalgas... la detuvo en mis labios y dijo:

Chúpala zorra, más te vale que la babees bien, sino te arrepentirás.

Saqué la lengua y chupé aquel artilugio con cierto temor, pero al imaginar lo que podía llegar a hacerme con ella intenté babearla todo lo que pude. Cuando estuvo totalmente llena de saliva me ordenó que me subiese en la camilla y me pusiese a cuatro patas. Entonces, fue metiéndome la punta de la porra en el coño, cuando encontró resistencia la sacó de golpe. Hizo lo mismo una y otra vez. Cuando notó que estaba totalmente cachonda al ver que mis flujos resbalaban entre mis piernas me propinó un azote que resonó en toda la sala.

Serás guarra... tienes el coño empapado... eres una puta zorra... te vas a enterar.

Sacó la porra y comenzó a darme con ella violentamente en las nalgas, al principio me dolía pero la escena me excitaba tanto que mi coño volvía a estar brillante, pasó la porra por él hasta que quedo impregnada de flujo y la introdujo de una estocada en mi culo. Era tan larga que gran parte de la misma quedaba fuera de mi, pero allí la dejó. Se acercó a mi cara y me agarró del pelo con una mano, con la otra me daba cachetes en las mejillas.

Sujeta bien la porra en tu culo, sino te vas a enterar de lo que es un castigo de verdad.

Se desabrochó el cinturón y comenzó a meneársela en mi cara, me ordenó que mantuviese la lengua fuera de la boca como una perra sedienta y cuando a él le apetecía mojaba la punta de la polla en ella. Cuando se corrió me dejó la cara llena de su semen. Yo intenté quitarme los restos que tenía en los ojos, pero al hacerlo se me resbaló la porra del culo y cayó al suelo. Me miró con unos ojos que me aterraron. Se sacó el cinto del pantalón y me ordenó que me tumbase boca arriba con las piernas abiertas, amarró mis extremidades a la camilla y comenzó a castigarme el coño con el cinto, dejó marcas en todo mi cuerpo, vientre, pecho, piernas... cuando se aburrió de aquel tipo de castigo cogió una vela y la encendió con una cerilla. Jugó con ella por encima de mi cuerpo y al caer una gota de cera ardiendo sobre la piel de mi vientre pegué un grito.

Cállate zorra, hoy aprenderás a ser más silenciosa...

Siguió derramando gotas de cera caliente por mis pechos, mi vientre, mis piernas... Soltó las hebillas que me mantenían atada a la camilla y me puso boca abajo, con el culo en pompa.

Abre bien tu ano con las manos.

Obedecí inmediatamente sus órdenes y una vez vió mi agujero bien abierto escupió en él y metió de golpe la vela por el extremo de la llama. Enseguida se apagó pero me llevé un susto enorme. Fue metiéndola y sacándola sin parar, violentamente, empecé a excitarme de nuevo, deseaba correrme de una vez. Aquella escena también le excitaba a él, así que metió su enorme polla empalmada en mi coño, nos corrimos los dos a la vez.

Sin sacar la vela de mi culo caí desplomada en la camilla, él se vistió y se fue, no sin decir antes:

Espero que sea la última vez que tenga que venir a castigarte por ser tan escandalosa.

Cuando se fue no pensé... "Ya se cómo hacer que vuelvas, pero ese día no será como hoy... ya lo verás..."