Polarium XI
En el corazón del enemigo II. Final.
– H-hola – Dijo Paula con los nervios al límite.
– Felicidades – Soltó Sam.
Paula, que tenía la mirada fija en el suelo, la levantó, obviamente confundida.
– Escuchaste bien – Dijo intentando ocultar una media sonrisa – Felicidades – Repitió, lanzándose en un tierno abrazo que tranquilizó a Paula.
– ¿No estás enojada? – Preguntó aun sin creerlo.
– ¡Claro que lo estoy! – Dijo un poco alterada – Pero estás viva – Agregó cambiando su tono de voz radicalmente – Si hubieses muerto allá abajo, juro que te mataba.
Paula carcajeó ante tal analogía. Sam la imitó.
– Uno menos – Dijo Paula al oído de su compañera.
– Iré con ustedes a América, quieras o no – Le respondió Sam de la misma manera.
Paula sonrió.
– Creí que tendría alguna oportunidad con la pelirroja – Escucharon decir a Abel decepcionado.
Sam y Paula giraron a ver la razón y allí estaba Kim, con sus brazos alrededor de la cintura de Atz, mientras la besaba ferozmente entre aplausos y silbidos.
Las chicas rieron mientras le daban palmadas de consuelo a Abel. Y cuando se disponían a entrar a Libertatia, el sonido escandaloso de varios helicópteros llenó la estancia.
– Polarium – Los identificó Paula.
Todos se alejaron, dejando espacio para que aterrizaran. Del primer helicóptero bajaron tres personas que Paula reconoció al instante. Dos chicos que habían salvado su vida y el coronel Miles.
El coronel llegó hasta donde estaban los chicos – Paula Jasper, Sam Gianetti y Abel Lewis – Dijo mirándolos – Felicidades.
– Solo Paula ha ido señor – Dijo Sam, suponiendo que ya estaba enterado – Junto a los soldados de Libertatia.
– Muy bien, me gustaría hablar con el líder del lugar – Dijo mirando hacia la multitud.
Paula no tenía idea de quién era el líder, desde que había llegado, solo había hablado con Kim y Atz.
– Nuestro líder es Jack Jasper – Se escuchó decir al fondo.
De entre la multitud se reconoció el intenso cabello rojo de Atz.
– Señorita Anabelle – Dijo el coronel – Usted dirigió la misión, se podría considerar eso como un acto de liderazgo – Agregó – Pero antes de que piensen que venimos con intenciones equivocadas, quiero aclarar que estamos aquí para unirnos a la lucha.
– Creí que la unión siempre había estado – Comentó Atz, levantando una ceja.
– Sí, por supuesto – Dijo con una risa nerviosa – Nos habían dado órdenes de mantener el margen con ustedes, creímos que eran parte del enemigo – Contradiciendo el “Sí, por supuesto”.
– Ya ve que no es así, señor – Dijo tajante Atz.
– Bueno – Dijo carraspeando – Hemos traído mapas subterráneos del continente Americano, quisiera analizarlos con su equipo y acabar con esta situación cuánto antes, tenemos una teniente peligrosa que escapó – Dijo esto último bajando la voz.
Para ese momento, la mayoría de los soldados se habían dispersado. Entraron en silencio a Libertatia, mientras el coronel miraba impresionado la edificación.
– Cristina se ha escapado – Dijo en un susurro Sam, apretando la mano de Paula.
Llegaron a una enorme oficina circular que los chicos no habían visto antes. En el centro había una mesa de madera oscura, barnizada, tal vez.
Sam, Paula y Abel se quedaron de pie cerca de la puerta, mientras el coronel y Atz se dirigían a la mesa y el primero disponía una cantidad de papeles sobre ella.
– Éste debe tener unos 50 metros – Dijo sorprendida Atz mirando los planos.
– Aun no sabemos quién pudo ser capaz de autorizar algo así – Dejándose caer en una de las sillas. El coronel Miles parecía cansado.
– Su teniente estrella, coronel – Le respondió la pelirroja – Encontramos los permisos, aunque la firma es de Cristina Jasper. Sabemos que es la misma persona.
El coronel abrió los ojos, ahora parecía más agotado.
– Esa chica – Resopló – Problemas de identidad – Dijo – La encontramos completamente sola y Jack – Mirando a Paula – La cuidó como si fuese su hija, la llevaba a todas partes.
– ¿Entonces no es una Jasper? – Preguntó Paula.
– No – Aclaró el coronel.
Paula exhaló el aire que había estado conteniendo, aliviada. Sam la miraba confundida.
– Jack Jasper dividió el proyecto Polarium en lo que ven hoy – Señalando la edificación – Habían algunas personas en Polarium que querían que se dieran las excavaciones, por supuesto, implicaba un gran avance a corto plazo. Nuestras órdenes eran claras, no acercarse a Libertatia. Ya sabemos por qué – Finalizó el coronel.
– Porque interferirían en lo que era correcto – Añadió Atz, mientras el coronel asentía.
– Hasta hace poco lo entendí.
– ¿Cuántos soldados trajo? – Preguntó Kim, quien entraba al salón con paso firme.
– Teniente – Dijo el coronel levantándose con mirada arrepentida.
– ¿Cuántos? – Repitió sin perder la firmeza.
– 20 ahora – Tartamudeó – 20 en camino.
– Suficientes – Dijo Kim – Descansaremos esta noche, Atz tiene todo listo para, a primera hora, salir a América – Añadió mirando los planos – Esto será más difícil – Dijo mirando a Paula.
– Pero no imposible – Agregó Paula.
Todos salieron, tal cual como entraron, en silencio. Atz salió directo al helicóptero en el que habían llegado. Entró en busca del frasco lleno de gelatina Jasper. Luego de un par de malas palabras, se detuvo. El frasco no estaba.
Y el problema no era que se hubiese perdido, porque en un par de minutos podía hacer más. El verdadero problema era que había una teniente, con problemas de identidad, dispuesta a hacer cualquier cosa, para un fin que aun nadie sospechaba, pero que probablemente no había de que preocuparse, a no ser que alguna de sus compañeras estuviera en peligro de muerte. Sintió que ya estaba delirando.
– Mejor descanso – Se dijo a si misma con el ceño fruncido.
Caminó mirando hacia todos lados, como si temiera que alguien saliera de repente e intentara llevársela, o incluso matarla allí mismo. Y aceleró el paso. El salón estaba casi vacío. Algunos guardias caminaban de un lado a otro, seguramente Kim les había dicho que vigilaran.
Amaba a Kim. Cuando la conoció creyó que era un ángel, porque siempre aparecía en el momento más y, a veces, menos indicado. Siempre había estado con ella. Y le pareció muy interesante el hecho de que fuese una “desterrada” como ella misma decía a veces.
Llegó a la puerta de su habitación casi en cámara lenta, el cansancio le había inundado el cuerpo entero 5 minutos antes. Se quitó los zapatos dejándolos cerca del marco. Se arrastró hasta la cama y hundió su cuerpo en el suave colchón (Que ella misma había inventado). Vislumbró una pequeña luz sobre su mesa de noche y sonrió. Kim siempre le dejaba notas con tinta fluorescente por una simple razón. Atz solía llegar muy tarde a dormir y no leía las notas que le dejaba escritas con grafito.
Pensaba esperarte en la cama, pero debes estar cansada, así que preferí dejarte (Solo por esta noche) descansar como se debe. Luego si serás mía.
A las 4:45 am sonó la alarma de la pelirroja. Sentía que apenas y se había acostado. Se levantó con los ojos entrecerrados. La nota de Kim aun brillaba en la oscura habitación, porque a pesar de tener las ventanas descubiertas, el sol aún no había salido.
Luego de 15 minutos, salió de la habitación con mejor semblante, con paso firme a su laboratorio. Saludó a algunos guardias que rondaban el salón. Probablemente los que había visto durante la noche ya habían terminado su turno.
Se colocó de rodillas debajo de un mesón, mientras intentaba sacar varias cajas de cartón.
– Podría mirarte en esa posición durante mucho tiempo – Escuchó decir a Kim.
– O podrías ayudarme – Dijo Atz sonriendo.
– ¿Qué tal has dormido? – Le preguntó mientras se acercaba a ella y halaba con fuerza la caja que la pelirroja no podía sacar.
– He caído como piedra, me ha costado un poco levantarme – Dijo entre jadeos.
– Pues estás mejorando ¿No? – Dijo sonriendo – Normalmente te cuesta mucho y no solo un poco levantarte.
– Siempre me levanto antes que su majestad, bella durmiente – Añadió Atz en su defensa mientras le daba un beso corto a Kim.
Kim sacó las cajas con facilidad, luego de que convenciera a Atz de que le pagara con besos la ayuda.
– Armas de paintball – Resopló Atz – Las encontré en un campo abandonado y están todas en buen estado – Dijo alegre – Ayúdame a cargarlas.
– ¿Y los trajes? – Preguntó Kim al ver guindados en ganchos los trajes verdes que habían usado el día anterior.
– Los he duplicado – Respondió tranquila – Hay suficientes para todos.
– ¿Y la gelatina?
Atz, sin dejar lo que estaba haciendo, señaló con su cabeza hacia un enorme cilindro de cristal en donde se movía una espesa nube blanca.
– Increíble – Alcanzó a decir Kim.
Paula se desperezaba con dificultad, luego de haber tenido una “pequeña y tonta discusión” la noche anterior, porque Sam no iba a dormir con ella. Y no porque no lo quisiera, sino porque minutos antes se había encontrado con Kim saliendo de la habitación de Atz.
“Debes descansar” repetía Paula en su mente, las palabras textuales de Sam.
Y había descansado, probablemente si Sam se hubiese quedado, habrían hecho de todo menos descansar. Hormonas de fiesta, decía.
Paula decidió levantarse de una vez e ir a buscar a Atz. Estaba tan cerca de que acabara todo, que más que nerviosa, se encontraba inmensamente feliz. Con una enorme sonrisa y ropa suave y cómoda salió directo al laboratorio.
– Hey – Llamó Sam a paula, quien caminaba deprisa – Te he traído algo de comer – Dijo mostrándole tres tostadas con mermelada y un vaso de jugo.
– Gracias – Respondió alegre con brillo en los ojos.
– Me imaginé que ni recordarías comer – Y era cierto.
Ambas siguieron el camino que Paula seguía, mientras ésta comía animada, como si no lo hubiese hecho en años.
Al otro lado del salón, justo en la entrada, se encontraba un grupo numeroso de jóvenes vestidos igual. Pantalones militares y una camisa de color verde, con sus respectivas botas negras. Delante del grupo estaba Tom y el coronel Miles.
– La ex teniente Cristina Ranieri es una fugitiva y muy peligrosa… – Logró escuchar Paula antes de cruzar la puerta del laboratorio.
– No piensan tener compasión con ella – Decía Atz.
– Ha ocasionado bastantes problemas para que el coronel Miles tenga que tomar esas medidas – Decía Kim.
– Buen día – Anunciaron las chicas al llegar.
Kim y Atz les devolvieron el saludo.
– ¿Cuál es el plan? – Preguntó Sam.
– Pues no será el del reloj – Anunció Kim.
– Éste tiene al menos unas 30 entradas visibles – Dijo Atz mirando un pedazo de papel amarillento.
– Podremos cubrirlas con 4 o 5 personas cada una, es suficiente.
– ¿Dónde está Abel? – Preguntó Paula.
– Decepcionado – Respondió Sam soltando una risa.
– Les agradecería que cerraran sus bocas – Dijo Abel cruzando la puerta. Ocasionando más carcajadas en Paula y Sam. Las otras dos chicas no entendían.
– Ustedes vengan aquí – Dijo Atz, señalando a Sam y Abel – Quítense sus camisas un momento.
Ambos se miraron desconcertados, pero Paula le dio un leve empujón a Sam para que caminara.
– Paula, creo que sería más conveniente que tú le aplicaras la gelatina a Sam – Le dijo guiñándole el ojo.
– Aun no entiendo cómo no atacan a Paula – Dijo Abel mientras Kim le aplicaba la gelatina desde el cuello hasta los hombros.
– Me temo que porque está en la composición del árbol – Dijo Atz – El árbol lo ve o lo siente, no lo sé, como a su igual.
– ¿Eso qué significa? – Preguntó Paula, mientras notaba como a Sam se le ponía la piel de gallina con cada roce que la chica le hacía al aplicarle la gelatina.
– Pudo haber intervenido en la composición durante las excavaciones – A la vez que guardaba varios instrumentos en la mochila – O, pudieron haberlo hecho sin su consentimiento, que es lo más probable – Aclaró – Considerando que él no estaba de acuerdo.
Una vez que terminaron, Paula amablemente le volvió a colocar la camisa a Sam.
– Vamos – Dijo en un susurro a Sam. Ella asintió y la tomó de la mano.
– Llevaré los uniformes, tienen cinco minutos para que se cambien – Les dijo Atz saliendo apresurada.
– ¿Para qué los trajes? – Preguntó Sam mientras se deslizaba en él.
– Son térmicos y muy útiles – Le respondió Paula – Vamos ya.
Kim, Abel, Sam y Paula salieron en fila del laboratorio. Afuera se escuchaba un barullo incesante. Atz se encontraba frente a la multitud intentando explicarles el funcionamiento de los trajes, las armas y la gelatina. Se notaba cansada y enojada al mismo tiempo.
– ¡El traje emite un sonido cada cinco metros porque es lo que destruye el ácido! – Decía exasperada - ¡Úntense la gelatina si no quieren morir picados en pedazos! – Agregó con furia.
La multitud calló y empezaron a pasarse los frascos y a untarse la gelatina en el cuerpo.
– Son como niños de 5 años – Susurró Atz a sus compañeros cuando se dio vuelta.
– Nuestro helicóptero está alla – Dijo Abel.
Los chicos caminaron por el camino que Abel había indicado. Paula miraba sobre su hombro a Libertatia. Un año antes no se habría imaginado que estaría en una situación así. Entonces sus nervios aparecieron.
¿Y si no volvía? Miraba a Sam de reojo. La chica iba caminando a su lado con la mirada en el suelo. Tal vez, pensando lo mismo. Pero a diferencia de Paula, Sam levantó la mirada y le sonrió. Entonces, entendió que era lo único que le quedaba.
Durante el vuelo, Atz durmió plácidamente.
– La obligaré a dormir una semana cuando regresemos – Dijo Kim acariciándola en sus piernas.
Abel miraba a través de la ventana, preocupado.
– Regresaremos ¿Cierto? – Le susurró Sam a Paula.
– Por supuesto – Le respondió con una sonrisa.
A pesar de mostrar tranquilidad, estaba aterrada ¿Y quién no lo estaría?
Aterrizaron bruscamente, seguido de un “lo siento” del piloto. Las miradas de terror, las pieles pálidas y el sol intenso no eran una buena combinación, a pesar de transmitir una cantidad exagerada de adrenalina. Ya estaban en Florida.
– Creo que estamos un poco lejos – Dijo Paula con una mano sobre sus ojos para poder mirar bien sin que el sol le afectara mucho.
– Tienes razón – Dijo Atz poniéndose al frente – Las raíces son pequeñas, debemos caminar – Mientras miraba el viejo y arrugado papel.
Pero no estuvieron mucho tiempo a pie, las raíces parecían danzar y a medida que se iban acercando, se iban encontrando con ejemplares mucho más grandes y terroríficos.
Atz colocó el papel sobre una enorme roca que sobresalía y empezó a dar órdenes. Los ubicó por grupos sobre las entradas y les repitió las indicaciones.
– ¡Rociar al llegar al final y correr hacia la salida! – Gritaba a la multitud – ¡Cada cinco metros el traje les emitirá un sonido para que vuelvan a rociar!
Algunas entradas eran más largas que otras y eso Paula lo notó, al igual que notó que las más difíciles las había dejado para los más experimentados. Los tenientes de Polarium y ellos.
Atz volvió a acercarse a sus compañeros – Es hora – Les dijo. Todos asintieron y empezaron a caminar e introducirse en un enorme agujero que tenían unos metros al frente.
– Luz – Dijo Paula caminando al frente. La cueva se iluminó al instante. Cubierta de raíces delgadas y otras más gruesas que se intercalaban.
– Apesta – Dijo Sam. Atz bufó.
– Tendremos una piscina – Dijo Paula de repente. Los demás la miraron confundida – Cuando acabemos, Sam y yo tendremos una piscina en la casa donde viviremos – Aclaró, haciendo sonrojar a Sam, sin darse cuenta.
– Podríamos tener un parque, con columpios y toboganes – Dijo Sam.
– Claro – Asintió Paula sonriendo – Será divertido.
Siguieron caminando por el inmenso túnel, hasta que se vieron en un gran problema.
– Atz – Dijo Paula volteando a mirarla.
Atz se puso al frente y observó. Había 5 túneles más pequeños que se desplegaban al frente y a los lados.
– Eso no estaba en el mapa – Dijo.
– No nos vamos a separar – Dijo Sam enojada.
– No hay nada de qué preocuparse – Le dijo Paula tranquilizándola – Solo hay que llegar al final y volver.
– Es lo más conveniente – Afirmó Atz – Vamos.
Kim, Abel y Atz ya se habían puesto en marcha en los túneles.
– Todo estará bien – Le susurró Paula – Ve, nos veremos al salir – Agregó dándole un beso y empujándola levemente para que caminara.
Paula se adentró en el túnel, éste era un poco más pequeño, por lo que no tenía tanta movilidad como antes. En su mente se repetía una y otra vez que todo saldría bien y que sus amigos estarían bien.
Luego de un rato caminando, metida en sus pensamientos, logró vislumbrar una luz verdosa. Caminó un poco más rápido y allí estaba El inicio. A ambos lados estaban otros túneles, alguien más debería llegar en algún momento. Rodeó la inmensa masa espesa buscando a alguien más, pero nadie se asomaba. Se sentó sobre el húmedo suelo y esperó.
Sus ojos empezaban a pesarle cuando escuchó una voz que decía su nombre, esa voz que pensó que nunca escucharía otra vez.
– Paula Jasper – Dijo en una risa – Que alegría verte.
Paula se puso de pie en un salto, apuntando a la sombra que tenía al frente. Sabía que con el ácido no podía causarle ninguna herida, pero la sombra no lo sabía. Ella no lo sabía. Justo al lado de la chica había un frasco de gelatina Jasper.
– Cristina – Dijo en un susurro asustadizo.
– Hola – La saludó con gesto siniestro.
– ¿Qué haces aquí? – Preguntó sin dejar de apuntarla.
– Vine a impedir que destruyas lo que en tanto tiempo he logrado – Le respondió tranquilamente – Deberías avergonzarte, tu padre luchó por esto y tu vienes a destruirlo.
– Mi padre nunca autorizó tal cosa, tú lo hiciste – Dijo furiosa – Te creías una Jasper.
– ¡Soy una Jasper! – Gritó.
– ¡No lo eres! – Le respondió de la misma manera – Te encontraron cuando eras pequeña y mi padre te protegió – Paula estaba fuera de sí – Debería darte vergüenza a ti, continuar lo que él impedía.
Cristina tensó su rostro, confundida.
– No es cierto.
– Tú aprobaste todas las excavaciones, mientras él fundaba un sitio que estuviera en contra y que arreglara el desastre que Polarium había causado. Estás loca.
Cristina se fue encima de Paula, furiosa. La hizo caer al suelo mientras apretaba su cuello con fuerza. Paula desde el suelo le lanzó un golpe directo a su nariz, haciendo que Cristina cayera de espaldas a su lado gimiendo de dolor.
– ¡Paula! – Gritó Kim desde el otro extremo.
– Es Cristina, debemos irnos ya – Dijo Paula jadeando y tomando a Cristina.
– ¿Qué estás haciendo? – Preguntó Kim mientras apuntaba la espesa masa.
– No podemos dejarla aquí – Le dijo.
Apoyó la mitad de su cuerpo sobre la mitad del cuerpo de ella y empezó a caminar hacia la salida.
– Los demás ya vienen – Le dijo Kim.
– Diles que se devuelvan, lanza el ácido ya y corre.
Cristina ya se había recuperado un poco y podía mantenerse de pie, con la mirada confundida miraba a Paula. Pero Paula no le decía nada. La tomó del brazo con fuerza y empezó a correr, mientras Kim rociaba el ácido y salía como rayo por el túnel contiguo a donde Paula había salido.
El traje de Paula se iluminó y una voz robotizada anunció “Irse de vuelta”. Kim ya había avisado a los demás que salieran. Minutos después el traje volvió a iluminarse, pero esta vez anunciaba que ya era hora de rociar y así lo hizo. Las raíces empezaron a desintegrarse y la visión de Paula empezó a oscurecerse. Cristina la había empujado con fuerza sobre la pared del túnel y la golpeaba.
Como pudo y con la fuerzas que no tenía, levantó el arma y golpeó a la teniente. Ésta calló hacia atrás bruscamente y de la misma manera se levantó y volvió a irse contra Paula.
El túnel empezaba a caer y a moverse de un lado a otro. Lanzó otro golpe hacia la teniente y corrió lo más rápido que pudo. Sentía los pasos detrás de ella. El traje volvió a iluminarse y roció en línea recta mientras corría. Sintió otro golpe en su espalda y volvió a caer.
– Vamos a morir juntas Jasper – Le susurró al oído mientras la arrastraba de vuelta y el túnel se caía a pedazos.
– Tú morirás Cristina – Dijo en voz baja.
Se deshizo del agarre dando vueltas sobre sí, lanzó un último golpe hacia el estómago de su contrincante. Cristina calló de rodillas intentando recobrar el aire y Paula salió disparada una vez más.
Sentía desfallecer, sentía su rostro incómodo. La sangre seca en su cara, el calor del túnel y su traje no parecía apaciguar aquello. Su visión era más oscura, sentía caer. Su traje se iluminó una vez más, roció y se desmayó en medio del túnel inmenso donde había estado primero.
Luego sintió que volaba, su cuerpo no pesaba. Abrió un poco los ojos y vio que alguien la llevaba cargada. Era Abel, ayudado por Kim.
– No debimos separarnos – Escuchó decir a Sam y sonrió, porque lo habían logrado.
La luz del sol, aunque tenue, en sus ojos la hizo despertar más rápido. La bajaron y la acostaron en la tierra, con un poco de ayuda logró sentarse y enfocar bien el entorno.
Unos brazos rodearon su cuerpo, levantó la mirada y vio a Sam.
– Lo logramos – Le susurró señalándole el enorme hoyo destruido.
Paula sonreía con dificultad.
– ¿Y Cristina? – Preguntó Kim sentándose al frente de ella.
– Murió – Respondió secamente.
– Te golpeó fuerte – Dijo sonriendo.
– Ni que lo digas – Dijo tocándose los sitios donde la había golpeado.
– Vamos a la enfermería – Dijo Atz.
Todos se subieron al helicóptero, al igual que los demás soldados. Sentada otra vez, con la mirada perdida en la ventanilla y su mano entrelazada con la de Sam se dio cuenta de que ya no tendría que pelear con criaturas espantosas ni sobrevivir a desastres naturales (No causados por el árbol rojo) ahora simplemente, estaba tranquila, sentía paz. Y cuando Sam recostó su cabeza sobre el hombro de Paula, recordó algo.
– Oye Sam – Dijo en voz baja - ¿Quieres ser mi novia?
La sintió sonreír.
– Me encantaría.
Y con la fuerza con que apretó Sam su mano, se sintió en el paraíso a pesar de los golpes que tenía. Mientras el sol despertaba en América y la vida empezaba para ellas.
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@thundervzla
Había jurado que ya había publicado este capítulo. La madre de la distracción y yo.
Bueno ya se acabó, espero haya sido de total agrado y todo eso xD
Hasta la próxima :D
Gracias por leer, comentar y valorar, son unos bellos todos.
Besos y abrazos.