Polarium VI

Cuestiones del amor.

Max, el chico moreno de mirada furiosa, se había unido al grupo de Paula. Desde que les salvó de ser calcinados por una lluvia de relámpagos.

Los cuatro siempre iban juntos a todos lados y la teniente durante esos días no pudo acercarse a Paula.

La chica sentía que durante los entrenamientos, la teniente buscaba la manera de acercársele y como no podía, creyó buscar la manera de hacerle daño para que volviera a la enfermería. Eso era una locura, pero al ver los cambios bruscos emocionales de la teniente, lo creyó posible.

  • Nuestra teniente está completamente loca – Decía Max cuando salía del salón – Me ha pedido que robara la llave de tu habitación – Haciendo muecas exageradas hacia Paula – Luego me ha visto conversando con ustedes y su cara fue épica, creyó que no nos conocíamos o algo así – Finalizó.

Sam miraba a Paula, pero la chica seguía con la mirada al frente.

Durante los días siguientes, las escasas ocasiones en las que la teniente hablaba con Paula, eran sumamente incómodas. La chica notaba que la teniente empezaba a vigilarla y acosarla e insistía en que le diera una oportunidad, ella amablemente le decía que no buscaba una relación amorosa.

Sin embargo, con Sam era distinto, siempre andaban juntas y sin darse cuenta, coqueteaba con ella.

  • Ustedes dos parecen novias – Le decía Abel llegando a la sombra bajo el árbol, donde estaban las chicas.

  • Yo quiero, pero ella no me acepta – Decía Sam a modo de broma.

  • No es cierto, yo estoy esperando que ella me lo pida para decirle que si – Dijo Paula, mirándola sonriente.

  • ¿Ah, sí? – Pregunto Sam acercándose y mordiendo su labio inferior. Gesto al que Paula miraba atentamente.

Por un segundo se les había olvidado que Abel estaba ahí con ellas y mientras se acercaban lentamente, una voz las detuvo.

  • El coronel Miles quiere hablar contigo – Dijo la teniente sin expresión alguna en su rostro.

  • Te acompaño – Le dijo Sam, levantándose y ayudando a Paula a hacer lo mismo.

  • Me temo que solo llamó a Jasper – Dijo la teniente mirando fríamente a Sam.

  • Solo la acompañaré – Dijo Sam en el mismo tono sin quitarle la vista – Vamos – Agregó tomando a Paula de la mano.

Aunque Paula no miró, sabía que la teniente lanzaba chispas, metafóricamente claro.

Cuando llegaron al sitio, Sam le dio un tierno beso a Paula en la mejilla.

  • Te esperaré – Le dijo regalándole una sonrisa, mirando luego a la teniente y sentándose en una de las sillas que había allí.

Cristina antes de seguir a Paula, se acercó a Sam y la miró fijamente - ¿Podemos hablar un momento? – Preguntó.

  • Justo ahora lo hacemos – Contestó sarcásticamente Sam.

  • Que simpática – Dijo Cristina mirando hacia los lados.

Justo en ese momento no había nadie. Cristina tomó a Sam del cuello de su camisa y la arrinconó en la pared.

  • Quiero que te alejes de ella – Le dijo en tono amenazante, bajo pero intenso.

  • Estás loca – Dijo Sam con esfuerzo – Suéltame.

  • Paula va a ser mía y tú no podrás hacer nada – Volvió a decir Cristina en el mismo tono – Cuídate –

Le dijo con una sonrisa sínica, soltándola y entrando a la oficina.

  • Irás a Asia con los tenientes – Le decía el coronel Miles a Paula.

  • Coronel – Cristina anunciaba su llegada – Los compañeros de Paula están lo suficientemente entrenados para la misión, ellos trabajan bien juntos.

  • No lo sé – Dijo el coronel sobándose la nuca – Bueno – agregó luego de un rato – Es solo una misión de investigación, no esperamos encontrar nada muy peligroso.

Cristina esbozaba una sonrisa que Paula notó claramente.

  • Llevarán armas – Anunció.

Cristina y Paula se sorprendieron.

  • Por precaución – Agregó el coronel con mirada preocupada.

Al salir, Sam esperaba a Paula.

  • No sé qué tramas, pero mantente alejada de mi – Le dijo Paula a la teniente, quien se sorprendió de las palabras de la chica.

La teniente quedó inmóvil, mientras Sam volvía a tomar de la mano a Paula y se alejaban del sitio.

Aquellos gestos que a Paula le encantaban, la hacían sentir más confusa que nunca. A veces, Sam parecía querer decirle algo muy importante, pero no lo hacía, sin embargo al frustrarse tanto, se alejaba de Paula durante períodos de tiempo que a la chica le parecían interminables.

  • Hola Sam – Saludaba una chica un poco más pequeña que ella y de cabello corto – Los nuevos tenientes daremos una conferencia sobre nuevos desastres naturales – decía muy alegre – Tú y tu novia – Mirando a Paula – Están invitadas – Y se alejó con la misma sonrisa.

  • Gracias y ella – Dijo pero notó que la chica ya se había ido – No es mi novia – finalizó en voz baja, mirando a Paula.

Paula cambió su rostro cuando dijo que ella no era su novia, la verdad no lo era, pero tenía la pequeña esperanza de que eso cambiara. Mientras, Sam pensaba que su actitud había cambiado porque pensaron que eran novias.

Las dos chicas estaban hechas un lío.

  • Me iré a mi habitación – Dijo Sam.

Aquello le dolió más a Paula, pues todas las tardes, luego del entrenamiento matutino ambas se iban juntas.

Paula no le dijo nada y se dio vuelta, rumbo a su habitación. Un par de lágrimas traviesas se escapaban. Caminó lo más rápido que pudo, tropezándose con Abel, quien le preguntó preocupado qué le pasaba y dónde estaba Sam. Pero Paula solo aceleró el paso y se perdió de vista.

Durmió el resto de la tarde. Aquellas cuestiones del amor que Paula no conocía hasta ahora, dolían.

Del otro lado de la puerta, al otro extremo de la plaza circular, encerrada en su habitación estaba Sam junto a Abel.

  • Deja de estar suponiendo cosas que no sabes si son ciertas o no – le reclamaba Abel a Sam. La chica estaba acostada boca arriba en su cama, con una almohada sobre su cara para que Abel no la viera llorar.

  • Le molestó que la chica la llamara “mi novia” – Dijo bajo la almohada.

  • Eso sería ilógico, si le ha gustado cuando lo dije yo – explicó Abel.

  • Debió creer que era en juego y por eso lo tomó con calma.

  • Si eres testaruda, ve a hablar con ella – Decía halándola del brazo – Aunque – Se detuvo – Será mejor que esperes hasta la noche, cuando la vi, lloraba y ni siquiera se detuvo cuando tropezó conmigo.

  • ¿Lloraba? – Preguntó Sam, levantándose de golpe y dejando a la vista sus ojos rojos.

  • Sí y tú – Dijo señalándola – Duerme, estoy seguro que ella hace lo mismo justo ahora – Dijo, esta vez haciendo que Sam se volviera a acostar en la cama – Yo estaré vigilando que nadie la moleste – Agregó haciendo notar que el “nadie la moleste” se refería exclusiva y únicamente a la teniente loca.

  • Gracias – Alcanzó a decir antes de que Abel se fuera.

El amor suele ser tan complicado, que a veces lo complicamos más de la cuenta y entonces nos hacemos una idea errada de lo que verdaderamente importa. Y en medio del caos que se puede vivir ¿Qué podría realmente importar?

Abel notaba como la teniente Ranieri deambulaba por la plaza y miraba los pasillos de las habitaciones, por lo menos, la demente Cristina tenía sentido del disimulo.

Afortunadamente aquel día fue totalmente tranquilo, la noche llegó y la plaza comenzó a vaciarse. Todos agotados por sus entrenamientos, se dirigían cada uno a sus habitaciones exhaustos y a paso lento y agotador.

Sam salía de su habitación un poco más esperanzada, llevaba su cabello recogido y el frío de la noche le daba a sus mejillas un tono rojizo cautivador.

Cruzó la plaza un poco nerviosa, probablemente aquel momento cambiaría el resto de su vida. ¡Qué exagerada! Pensaba.

Se posó delante de la puerta y tocó tres veces. Respiraba un poco rápido.

  • Estoy cansada, no quiero hablar con nadie – Se escuchó decir al otro lado de la puerta.

Sam resopló y cerró sus ojos, como tomando valentía del frío a su alrededor.

  • Soy yo – Dijo con un poco de tranquilidad fingida.

Esta vez nada se escuchó del otro lado. Sam soltó un suspiro y antes de pensar en darse por vencida, se sentó al lado de la puerta, pegada a esta.

  • ¿Puedo contarte algo? – Preguntó. Una vez más, nada se escuchó – Hace unos años –empezó a decir al no escuchar una respuesta – Cuando estaba en primaria, era una chica muy mala y egoísta. Los chicos de mi escuela hacían lo que yo les pedía porque me tenían miedo. Bueno –Dijo haciendo una pausa –Eso exactamente no lo entendí en aquel entonces, pensé que eran mis amigos, pero para la clase de persona que yo era, me di cuenta que no. En fin – resopló – Un día, llegó una nueva alumna. Todos comentaban que era muy bonita, todos hablaban de ella. Cuando la vi, pude verificar que eso era cierto y entonces me sentí confundida, porque nunca había pensado que alguna niña me podía parecer bonita, a todas las veía de igual manera, incluso a los niños. Esa niña cambió tantas cosas en mí, que me molestaba, yo no era así. No quería molestar a los demás niños como antes, me preocupaba por verme bien para ella, para que me notara. Recuerdo un día en que le pedí a mi mamá que me comprara un perfume – Dijo riendo – Me había enamorado por primera vez – Suspiró – Pero la chica no me notaba. Me evitaba y eso me dolía, entonces, tuve la genial idea de molestarla. Cada vez que la veía, le halaba el cabello, la hacía tropezar, le lanzaba papeles y eso no mejoró la situación – Dijo aclarando –Luego de eso, la niña me notaba, sí, pero solo me miraba con desprecio, con rabia. Luego de ese año no supe más de ella hasta un día en que hubo un gran terremoto y me rescataron, al igual que ella y nos llevaron a un sitio para entrenarnos y salvar a la humanidad – Dijo finalizando.

Sam recostó su cabeza de la puerta, había estado enamorada de Paula desde mucho antes, aunque su método inicial de conquista no era la adecuada, se notaba dispuesta a hacerlo como se debía hacer esta vez.

La puerta se entreabrió lentamente, dándole a Sam tiempo para levantarse. Paula se asomó por el reducido espacio y la miró.

  • Eres una tonta – Le dijo con un enfado que se transformó en sonrisa – No es manera de llamar la atención de una chica que te gusta – Le dijo, esta vez abriendo la puerta, invitando a Sam a pasar.

  • Era una niña tonta, lo sé – Le dijo Sam dándole un abrazo – Me gustabas mucho – Confesó colocando su mentón sobre el hombro de Paula, sin soltar el abrazo.

  • ¿Te gustaba? – Preguntó Paula, queriendo saber si aquel sentimiento se había quedado en tiempo pasado.

Pero Sam no le respondió, se despegó de su hombro y pegó sus labios a los de Paula, sorprendiendo a la chica.

Al principio, Paula no respondió al beso, por la sorpresa. Pero al notar que Sam se despegaba de ella, creyendo que no quería besarla, la tomó por uno de los lados de su cara y la acercó una vez más, para besarla como debía hacerlo. O, como quería hacerlo.

Y cuando sintió la lengua de Sam invadir un espacio que nadie había invadido antes, sintió ver estrellas y sin querer llegar a algo más, su cuerpo se dejó caer en la cama, seguida de Sam. Pero no porque estuviese desesperada por estar en un momento mucho más íntimo, si no que Paula, en su estrellado momento, haló a Sam hacia ella.

Ambas se reían nerviosamente, pero ninguna intentó nada más. Tal vez por miedo, por decencia o por querer llevar las cosas con calma y hacer lo más correcto, por ser tal vez para ellas, la chica correcta de cada una.

Estuvieron durante un buen tiempo de la noche, bajo las sábanas, besándose y mordiéndose los labios de vez en cuando. Sam besaba su frente, su nariz, sus mejillas, su boca, su mentón, hasta que Paula se hubo quedado dormida con una sonrisa en el rostro y con el cuerpo de Sam sobre ella. La miró dormir durante un rato, hasta que el sueño la venció, acomodándose a un lado para que Paula no despertara adolorida. Le dio un último beso en la mitad de sus labios y cerró sus ojos.

____________________________________________________________

@thundervzla

Gracias a HombreFX, tu usuario me recuerdo a una función matemática, tenía que decirlo. A Kiojin, Juli y Adi por leer y comentar. Abrazos.