Polarium V

Un nuevo desastre natural.

Sam se encontraba fuera de la enfermería, caminando de un lado a otro, mientras Abel estaba sentado con las manos en su cabeza, ambos desesperados.

Las probabilidades de que Paula sobreviviera eran muy pocas, había estado alrededor de una hora sin poder respirar. Sam se retorcía al pensar que no debió dejarla sola, que todo era su culpa por no acompañarla.

El coronel Miles estaba más desesperado, aunque por otras razones. Paula era la única que podía salvarlos de aquel desastre y ahora se encontraba en peligro. Nunca pensó que, literalmente, Paula podría irse de Polarium.

La teniente Ranieri se encontraba en una esquina, mirando a Sam caminar de un lado a otro. Su rostro estaba neutro.

  • Sus signos vitales disminuyeron mucho, pero estará bien – Anunció el doctor de la base – No había agua en sus pulmones, así que estará bien – Agregó, repitiendo y haciendo énfasis en el “estará bien” – les aconsejo que vayan a descansar todos, aun no podrán verla.

Sam sintió un alivio inmenso, al igual que Abel, pues ambos se abrazaron con fuerza.

La teniente Ranieri le lanzó una mirada al coronel, mientras se retiraba a paso firme.

Los días siguientes fueron más agotadores que nunca. Cristina se encargaba de los entrenamientos del grupo de Sam, por lo que hacía hasta lo imposible, para que al final del día, los chicos estuvieran tan exhaustos que no pudieran ir a ver a Paula, quien aún seguía en la enfermería.

  • Hola – Dijo Cristina al llegar a donde estaba Paula.

  • Hola – Le respondió extrañada la chica.

  • Me enteré que este fin de semana te dan de alta – Le dijo dulcemente.

  • Sí, que alegría – Dijo de manera sarcástica.

  • ¿Estás lista para Asia? Falta poco.

  • Pudiera ir ahora mismo si me lo pidieran, ya quiero que esto acabe.

  • Aún no sabemos si la causa está allá.

  • Hay que mantener las esperanzas.

Hubo un pequeño silencio incómodo, en el que Paula miraba sus manos y Cristina miraba a Paula nerviosa.

  • Me preguntaba… - Empezó a decir, a la vez que Paula la miraba – Si quisieras ir conmigo a un sitio.

  • ¿A dónde? – Preguntó confundida, pues en Polarium no había muchos lugares a los que ir.

  • Teniente Ranieri, tiene que irse ya, Jasper debe descansar – Dijo la enfermera antes de que Cristina pudiera decir algo.

Se despidieron y Cristina salió sin decir una palabra.

Los días siguientes, Sam y Abel no pudieron visitar a Paula. Cada noche, luego de los entrenamientos, Cristina era la única que iba a verla.

Paula llegó a pensar que le importaba más a la teniente que a sus propios amigos. Las noches eran agradables con ella, se divertían contándose historias hasta que la enfermera le pedía amablemente a Cristina que se retirara. Los planes de Cristina habían empezado a dar resultados.

La noche del viernes, Paula fue desalojada amablemente por la enfermera. Caminaba a paso lento por los pasillos oscuros de Polarium, no sentía mucho agrado por aquel sitio, pero era su único hogar y, huérfana como estaba, no podía pedir nada más.

  • Psst – Escuchó decir. Paula se giró sobre sus pasos para ver.

  • Teniente – Dijo al ver a Cristina asomada por la esquina que segundos antes ella había cruzado.

  • Ven – Le dijo en un susurro ofreciéndole su mano.

  • ¿A dónde? – Preguntó en el mismo tono de voz.

Cristina se acercó un poco más a ella tomándole la mano y haciéndola caminar rápido hacia los salones de entrenamientos.

  • Los entrenamientos pueden esperar hasta el lunes teniente – Dijo confusa de que Cristina la pusiera entrenar justo a esa hora.

Entraron a uno de los salones de suelo y paredes grises.

  • Espera aquí – Le dijo Cristina mientras se alejaba.

Paula quedó de pie justo en el centro del salón, confundida. Segundos después el sol empezó a asomarse por una de las paredes y el salón se iluminaba con la tenue luz. Un riachuelo empezaba a correr por sus pies y enormes montañas crecían a su alrededor.

  • No solo está programado para desastres – Dijo Cristina regresando a donde estaba Paula.

  • Por Dios, es hermoso.

Los ojos de Paula brillaban con el paisaje, con una sonrisa en el rostro miraba todo con detalle. No se percató cuando Cristina se acercó a ella por su espalda y amarró sus brazos a su cintura.

Paula dio un pequeño brinco ante el contacto inesperado.

  • ¿Qué haces? – Preguntó nerviosa.

No sabía si aquello le gustaba o no, estaba confundida. Nunca había estado enamorada, nunca la habían tocado así. Su cabeza daba vueltas, se sentía mareada y las palabras de Sam advirtiéndole sobre la teniente retumbaban en ella justo hasta el momento en el que sintió unos labios cálidos sobre la piel de su cuello, seguido de una respiración entrecortada y nerviosa que chocaba contra el mismo lugar.

Paula se retorció un poco sobre sí, eso sí que era nuevo.

La teniente la hizo girar para quedar frente a frente. Paula la miraba sin moverse, observó cómo Cristina se acercaba a ella y pegaba sus labios a los suyos. Pero no podía moverse, se dejó besar, o solo rozar, pues cuando Cristina intentó continuar Paula apretó sus labios y se despegó de ella.

  • ¿Por qué haces esto? – Alcanzó a decir Paula.

  • Me gustas – confesó y notando la mirada asustada de Paula agregó – No tienes que decir algo ahora, solo pido una oportunidad.

Eso estaba bien, porque la verdad era que no tenía que rendirle cuentas a nadie, ella estaba sola allí y su corazón estaba desocupado. O eso creía.

Cuando estuvo acostada en la cama de su habitación, logró meditar unas cuantas cosas. La confesión de su teniente y el beso habían estado bien, tal vez tenía más expectativas con respecto al amor o a los besos, para ser más específica, tal vez había esperado mucho. Estuvo bien , pensaba y se repetía con cierta conformidad, tal vez así es como se sienta . Logró conciliar el sueño rápido y a pesar de lo que sucedió esa noche con Cristina, sus sueños fueron invadidos por alguien más.

Sam tocaba la puerta de la habitación de forma enérgica y constante. Mientras una Paula somnolienta se levantaba como muerto viviente y zigzagueaba hacia el sitio del tormentoso ruido.

Al abrir, además de la luz natural que le quemaba los ojos, un cuerpo se le fue encima haciéndola retroceder unos cuantos pasos.

Sam la miraba con alegría y ella con una sonrisa le respondía las preguntas que con miradas le hacía.

  • Me alegra tanto que ya estés bien, te había extrañado – Articuló Sam pegando las palabras, haciendo de la frase algo inentendible para Paula – Lamento mucho no haberte ido a ver – Se disculpó, disminuyendo la velocidad – La teniente Ranieri nos hizo entrenar como bestias, mira – Dijo mostrándole dos enormes moretones a sus costados.

  • ¿Cómo te hiciste eso? – Preguntó Paula saliendo de su ensueño.

  • Tornados – Respondió resoplando – Caí en uno y cuando se detuvo me desplomé sobre dos rocas, no dejó que fuera a la enfermería – Agregó palpándoselos – Por suerte no me rompí nada.

Paula pensó durante unos segundos, pero desechó la idea que se le había venido a la mente.

  • En serio te extrañé – Repitió Sam tomando una de sus manos y acariciándola.

Paula se sorprendió por el tacto suave de su amiga y como si hubieran nacido miles de mariposas en su estómago que le hacían cosquillas sonrió, se sintió cálida, segura y nerviosa a la vez. Miró a Sam y ésta le devolvió la mirada más dulce que en su vida vio jamás.

Su mente estaba hecha un lío. Su corazón, aunque no lo quisiera creer en ese momento, estaba completamente seguro de lo que quería.

  • ¿Estás bien? – Preguntó Sam tomándola del mentón para mirarla mejor.

  • Creo – Respondió Paula perdida en la mirada de su amiga.

Punto para Sam.

Haber estado casi al borde de la muerte le había activado muchos sentidos a Paula, que ni siquiera ella misma conocía.

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@thundervzla

Gracias a todos los que comentan, valoran y leen. Son amor.