Polarium IX
Cristina Jasper.
Cuando Sam se enteró de la situación, pidió acompañar a Paula.
– No Sam, es muy peligroso – Decía Paula mientras caminaba a una de las habitaciones.
– No vas a ir sola – Se quejaba Sam.
– Esa cosa no me ataca a mí, a ti si podría hacerlo – Le explicó colocándose frente a ella con mirada triste – No sé qué haría si te pasara algo.
– ¿Y qué haría yo si te pasara algo a ti? – Preguntó de la misma forma – Déjame acompañarte – Suplicó.
Paula negó con la cabeza – Todo saldrá bien.
Sam resopló bajando la mirada – Nos iremos a vivir juntas luego de esto – Dijo.
– Te lo prometo – Le dijo sonriente.
Paula abrió la puerta a sus espaldas y tomó la mano de Sam, atrayéndola hacia ella y haciéndola entrar a la habitación, mientras se mordía los labios tentadoramente.
– Lo mismo hizo con la teniente Kim – Explicaba el coronel a sus superiores. Dos hombres mayores, gemelos, canosos y de mirada fría.
– Es una de nuestras mejores tenientes, no puede deshabilitarla – Decía uno de los hombres.
– Pero está completamente loca, estamos perdiendo soldados por su culpa – Decía el coronel alterado – Ha abandonado a Jasper y a su grupo en Asia.
Los dos hombres abrieron los ojos y se miraron al mismo tiempo.
– ¿Sabe lo que hay en Asia? – Preguntaba el coronel – La competencia – Se respondió.
– No hay competencia en esto, Miles. Ellos hacen lo mismo que nosotros, pero mejor – Se lamentó uno de los hombres.
– ¡Paula! ¡Paula! – Gritaba Atz por los pasillos de Libertatia. Entró de manera brusca a la habitación e inmediatamente cerró al ver a ambas chicas con el torso desnudo.
Con las mejillas del mismo color de su cabello, no pudo evitar tener que comentarle lo que había descubierto.
– Oye, en verdad perdón por interrumpir, pero necesitas ver lo que encontré – Decía impaciente.
– No es un buen momento – Dijo Sam del otro lado, seguido de un “Auch”.
– Ya salgo, espera – Dijo Paula.
Se escuchó balbucear algunas palabras por parte de Sam, pero eran poco entendibles. Se quejaba, eso era seguro.
– ¿Qué pasa? – Preguntó Paula agitada, cerrando la puerta tras de sí.
Atz le acomodo el cabello, mientras la otra chica se avergonzaba de lo sucedido.
– He encontrado algunas cosas que prueban que lo que decías era cierto – Le respondió a la vez que se daba la vuelta y empezaba a caminar.
Paula la siguió.
– Está prohibido entrar aquí, pero era necesario – Dijo Atz al cruzar una pequeña puerta que ponía un letrero de “No entrar” y daba lugar a una enorme oficina con murales referentes a la naturaleza – Es la oficina de Jack Jasper.
Paula abrió los ojos sorprendida.
– No fue fácil conseguir la llave – Advirtió – Ven aquí – Le dijo a Paula que se encontraba viendo todas las cosas que habían allí.
Atz sacó varios papeles del escritorio y los colocó de forma que Paula los observara.
– Son permisos – Dijo – Permisos para excavar en América y están firmados, pero no es la firma de Jack Jasper – Agregó confundida.
– Pero ahí dice Jasper – Dijo Paula tomando uno de los papeles – ¿Cristina Jasper? –Entornando los ojos en la firma - ¡Dios mío! – Exclamó.
Atz le arrebató los papeles, miró, su semblante cambió completamente y estrujó los papeles. Se acercó a un pequeño cofre de metal que estaba detrás del escritorio y lo dejó caer pesadamente al frente de Paula. Lo abrió.
– ¿Es esta chica? – Preguntó mostrándole una vieja foto que recién sacaba del cofre.
En la foto estaban cuatro personas. Dos hombres idénticos, seguido de su padre, quien pasaba su brazo por el hombro de una niña que debía tener alrededor de 15 años. La reconoció, era Cristina.
– Pues, ya sabemos quién está detrás de todo este desastre – Anunció Paula con un poco de ira disimulada.
– Si Jack Jasper nunca quiso que se llevaran a cabo las excavaciones ¿Por qué ella firmaría esos permisos? – Se preguntaba Atz impaciente – Además que probablemente era menor de edad.
– Fácil, porque está loca – Respondió Paula cruzándose de brazos y sentándose sobre uno de los viejos y polvorientos asientos.
– Que chistosa – Dijo Atz esbozando una sonrisa sarcástica – Debió haber tenido una razón lógica.
– ¿Crees que sea una Jasper? – Preguntó Paula.
– No lo sé, es probable – Dijo mirando la foto – Tal vez sea su hija. Tu hermana.
– Eso no sería nada bueno – Mientras movía impacientemente su pierna – Cristina me besó.
– Qué asco Paula – Dijo Atz riéndose – Besaste a tu hermana.
– Aun no sabemos si lo es o no – Dijo levantándose – Deberíamos ir a América, cerca de Florida – Agregó cambiando el tema – Por ahí debe estar nuestro árbol rojo.
Salieron rápido de la oficina antes de que alguien las viera.
– Oye Atz – Dijo Paula mientras caminaban por los pasillos – Necesito que me ayudes en algo.
– ¿Qué pasa? – Preguntó mirándola con curiosidad.
– Sam insiste en ir conmigo a destruir el árbol – Dijo con la mirada seria, fija al frente – No quiero que vaya, es muy peligroso – Su rostro se notaba preocupado.
– Lo intentaré – Dijo – Podríamos cambiar la fecha.
– ¿De qué hablas? – Preguntó confundida.
– Verás, el ácido estará listo en un par de horas, tenía planeado que fueras dentro de dos días. Sam lo sabe – Explicó.
– ¿y por qué yo no lo sabía? – Preguntó irritada.
– Pues, ya lo sabes – Respondió excusándose – El punto es que podrías ir mañana mismo, sin que ella lo sepa. Se enojará y mucho, pero estará a salvo.
– Me parece bien – Dijo suspirando - ¿Algo más que deba saber? – Preguntó.
– Vamos al laboratorio un momento.
Caminaron apresuradas hacia el laboratorio de Azt.
– Muy bien – Dijo la pelirroja – Usarás un traje cómodo que te permitirá correr y desplazarte con facilidad, además es fresco – Dijo mientras sacaba de un cajón, un traje negro con franjas verdes distribuidas en los hombros y piernas – Mientras más profundo estés, más calor habrá y para evitar que te calcines del calor, el traje te mantendrá a una temperatura cómoda para ti – Dijo esbozando una sonrisa – También deberás peinarte.
– ¿Tengo que estar presentable? – Preguntó sarcástica.
– Tienes el cabello un poco largo, deberás recogértelo – Dijo seria.
– Esta bien – Aceptó fastidiada, mientras intentaba aplastarse el cabello rebelde que tenía.
– ¿Primero América o Asia? – Preguntó.
– Asia, es el que mejor conocemos – Respondió.
– ¿Qué pasará con Polarium?
– No sabemos qué intenciones tienen, si te mintieron a ti, no podemos esperar un dialogo ¿O sí? – Paula negó – Lo mejor que podemos hacer es ignorarlos y con respecto a Cristina, mientras más lejos, mejor. No nos interesa saber que hizo, o si fue su culpa que tengamos otro desastre en América, no hay tiempo para discusiones, debemos actuar rápido.
– Engañamos a Sam con este, pero ¿Cuándo vayamos a América? No va a creerse otra mentira – Dijo Paula preocupada.
– Buscaré una manera de arreglarlo, no te preocupes – Le dijo regalándole una sonrisa que le transmitió tranquilidad.
– Gracias – Dijo sincera.
– Ve a descansar un rato, te llamaré cuando estemos listos para ir a Florida.
Paula asintió con gesto cansado y salió.
Mientras tanto, en Polarium.
– Será mejor que la encuentren – Dijo agitado el coronel mientras se dejaba caer pesadamente sobre su asiento.
Un grupo de 10 soldados y tenientes salían apresurados buscando a la misma persona. Cristina Ranieri.
– Se llevó un helicóptero coronel.
El coronel Miles golpeó con fuerza su escritorio y tapó su rostro con las manos.
– No la quiero viva – Sentenció.
– Abel ya deja eso – Decía Sam al punto del colapso.
– ¿Dónde está la tal Atz? – Preguntaba aburrido mientras metía sus dedos en una espesa masa de color morado que había en uno de los mesones del laboratorio.
– Debería estar aquí – Dijo buscando con la mirada por el lugar, mientras golpeaba a Abel en la mano para que dejara de tocar las cosas que allí habían.
– ADN Jasper, ADN Jasper – Repetía susurrando Atz dando vueltas en la habitación sin percatarse de la presencia de los chicos.
– Hey – Dijo Sam para llamar su atención.
Atz levantó la mirada sorprendida y sus ojos se iluminaron. Fue hacia ella y la tomó de la muñeca – Has llegado en el momento justo – Dijo.
Atz la hizo pararse sobre un espacio vacío y la baño de un líquido espeso transparente, como gelatina.
– Pero ¿Qué estás haciendo? – Preguntó confundida.
Sin responderle, la volvió a tomar de la muñeca y la hizo entrar a una bóveda cristalizada y la encerró.
La mirada de Sam era de terror, mientras que Atz solo sonreía emocionada. Hizo activar un botón y varias raíces comenzaron a balancearse a su alrededor.
Abel asustado corrió hacia el panel que estaba frente a Atz y de un empujón la hizo caer al suelo, mientras intentaba parar el aparato y abrir las compuertas. Atz se levantó del piso enojada y lo empujó, haciéndolo caer esta vez - ¡Idiota! – Exclamó.
Las raíces parecían curiosas por Sam, pero no le hacían daño.
– Lo he encontrado – Dijo victoriosa, haciendo retirar las raíces y abriendo las compuertas.
– ¿Estás loca? – Preguntó agitada Sam al salir.
– Un poco – Respondió con una sonrisa de triunfo – Si no lo estuviera no habría conseguido lo que acabo de conseguir – Dijo y levanto los brazos emocionada.
– Ilústrame, por favor – Pidió Sam mientras Abel le pasaba una toalla para que se limpiara.
– He hecho una réplica de ADN Jasper, te bañé en ella y las raíces no te atacaron. Gracias – Dijo con una enorme sonrisa.
– Felicidades – Le dijo Sam con una sonrisa – Por cierto, ¿Cuándo Paula irá a destruir el árbol? – Preguntó.
– Ya hablamos de eso Sam – Le respondió lanzándole una mirada de reproche – Paula no quiere que vayas.
– Atz ayúdame por favor, convéncela – Dijo en una súplica – No puedo dejar que vaya sola, es una locura. Además, con esto que acabas de hacer, será más fácil – Mientras sonreía.
– Kim irá con ella – Le dijo mientras guardaba sus cosas.
– ¿Dejarás que vayan ellas dos? – Preguntó – Sé que tú y Kim tienen algo. No puedes dejarla sola allí.
– Tu técnica de convencimiento no funciona conmigo Sam – Dijo esbozando una sonrisa – Estará con Paula y ella es muy buena en lo que hace, igual Kim. Estarán bien – Dijo finalizando con tono tranquilizador.
Atz salió del laboratorio una vez que hubo guardado con llave todas las cosas que Sam podría quererse llevar, como el ADN artificial.
– En dos días irán a la cueva donde está el árbol – Le decía a Abel – Debemos buscar la manera de sacar un poco de esa gelatina.
Abel no decía nada.
– ¡Paula! – Llamaba otra vez a la puerta de la chica agitada.
– ¿Hora de irnos? – Preguntó luego de abrir la puerta.
– Sam estará ocupada intentando robar algo de mi laboratorio – Paula la miró confundida – Debemos irnos ya. Kim está esperando en el helicóptero.
– ¿A dónde? – Preguntó mientras agarraba en el aire el traje negro que Atz le lanzaba.
– No podemos esperar hasta mañana – Dijo caminando deprisa hacia la salida – Lo harán ahora.
Era tiempo de empezar a destruir sus pesadillas.
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@thundervzla