Polarium IV

Tornado en el mar caribe.

Había pasado un mes desde el incidente del primer entrenamiento y de la extraña declaración de su teniente. Sam le había comentado que ella solía hacerlo, porque algunos compañeros que tenían más tiempo allí, ya la habían visto intentando conquistar a los sobrevivientes, pero la razón se desconocía. Sin embargo, Paula creía saber el por qué.

Luego de un mes de entrenamiento y tomando una semana para un desastre, donde la primera fue el sismo aterrador, la segunda semana fueron tsunamis de miles de metros de alto, la tercera semana escaparon de volcanes en erupción y la última semana había sido un huracán.

Estaban tan agotados que les costaba caminar por los pasillos. Comer se había vuelto un pasatiempo. Comían a toda hora, siempre estaban hambrientos.

Durante el primer fin de semana libre, creyeron sentirse relajados.

Abel, el chico rubio que fue rescatado con Sam y Paula, se había vuelto un amigo inseparable para las chicas.

  • Creo que podría dormir durante un año entero – Dijo acostándose en el pasto del patio – Aun tengo quemaduras del volcán – Reclamó quejándose – Es increíble que usen lava real para entrenar.

En ese momento, Cristina la teniente, pasaba por los pasillos donde estaban los sobrevivientes, regalándole una sonrisa indiscreta a Paula. Sam y Abel lo notaron de inmediato y en cuanto la teniente se perdió de vista, se giraron a mirar a Paula.

Para sorpresa de ellos, Paula también sonreía.

  • ¡No me digas que ya caíste en las redes de la teniente! – Exclamó Abel.

  • No he caído en ninguna red – dijo Paula – Es agradable, es todo.

  • No seas tonta Paula, todos saben que es lo que ella suele hacer – Le dijo Sam, intentando hacer que entendiera.

  • No soy tonta, solo digo que ella es agradable, no estoy insinuando nada – Paula estaba empezando a alterarse.

  • Así empiezan, ella solo quiere llevarte a la cama, no le sigas el juego – Volvió a decirle a Sam.

Paula no dijo nada más, se levantó con enojo y se fue a su habitación. Tenía la sospecha de que la teniente estaba detrás de ella solo para sacarle información con respecto a su padre. Una semana antes la detuvo por los pasillos de entrenamiento para “conversar casualmente” y terminaron hablando de la familia de Paula, acto que le incomodó mucho, despidiéndose de ella inmediatamente. Sin embargo, no podía dejar de responderle a los coqueteos, le parecía divertido. Nunca lo había hecho y a pesar de que era una mujer no le importaba en lo absoluto, no le hacía daño a ella, más no estaba consciente de que si le hacía daño a alguien más.

  • ¿Por qué le reclamas tanto? – Preguntó Abel.

  • No le reclamo nada, solo intento cuidarla – le respondió Sam con la mirada en Paula quien ya cruzaba la puerta.

Abel la miró extrañada como pensando algo sumamente interesante.

¡Alerta de tornado!

Los chicos se sobresaltaron cuando la alarma comenzó a sonar estruendosamente, repitiendo lo mismo.

¡Alerta de tornado!

Todos los tenientes empezaron a correr hacia la salida, donde ya los aviones militares estaban preparados salir. El ruido se escuchaba.

  • ¡Necesitamos más ayuda! – Gritó uno de los tenientes.

De inmediato, los sobrevivientes fueron llamados.

A Paula la sacaron bruscamente de su habitación por los brazos, llevándola a la salida.

  • ¡Tú los vas a dirigir! – Le gritaron a Paula.

La chica estaba aterrada, detrás de ella, estaban Sam y Abel, con la misma cara de espanto.

  • ¡A los aviones ya! – Les gritaron, arrojándoles sogas con picos.

Esta era su primera prueba real y ¡con un tornado! Ese entrenamiento no lo habían tenido.

Polarium se encontraba en el medio del mar, entre Venezuela y Puerto Rico. El tornado había empezado cerca de Honduras y amenazaba con continuar bordeando las costas y llegar a Cuba.

Los tenientes se encontraban en Honduras, desalojando a los pocos habitantes. Pues, y esto no lo sabían los recién llegados a Polarium. Casi toda América estaba destruida.

Al grupo de Paula los dejaron en Cuba. El viento azotaba fuerte y el agua salada salpicaba en los ojos.

El lugar estaba en ruinas. Los chicos comenzaron a sacar a las pocas personas que se encontraban, alejándolos lo más posible del agua.

Sin percatarse, un nuevo tornado sobre el mar se originaba cerca de la costa. Corrieron intentando sostenerse de cualquier cosa, para que el aire no se los llevara.

  • ¡El niño! – Gritaba Abel con todas sus fuerzas.

Un pequeño había empezado a ser arrastrado. Sam lo tomó de la camiseta y lo hizo aferrarse a su cuerpo.

Paula era la que se encontraba más cerca del tornado. Sam le miraba desesperada, queriendo ir por ella, pero con los pocos movimientos que podía hacer, Paula le indicó que siguiera.

Abel se encontraba más cerca de Paula y le tendía la mano para que la sujetara.

La tierra comenzaba a quebrarse y los árboles eran arrancados y llevados hacia el remolino.

Paula se sostenía de una tubería que sobresalía del suelo. Sus brazos entumecidos no podrían soportar mucho más y menos cuando Abel salió volando topándose con el cuerpo de Paula. Esta tuvo que sostenerlo por el brazo, mientras sus gritos eran callados por el viento. Sentía quebrarse en dos. Apretaba sus ojos con fuerza para no verse morir.

Sintió una soga enrollarse en su cuerpo, apretándolo hacia Abel y unos brazos rodearla pesadamente.

Sam se encontraba con ellos ¿Quién diría que tendría tanta fuerza? Los ató a la tubería, junto a ella y el niño. Solo deseaban ahora que ningún objeto las golpeara y que aquello terminara lo más rápido posible.

El tornado fue perdiendo intensidad y antes de llegar a la tierra se desvaneció hacia el cielo, dejando un remolino frenético en el mar.

Los chicos abrieron los ojos lentamente, el mar aún seguía en movimiento. Sam los desató de inmediato y Paula corrió lejos del agua.

Los demás pensaban que aún estaba asustada, pero Paula buscaba una mejor visión de lo que se veía al norte. Una neblina oscura, parecida al humo negro, se vislumbraba a lo lejos.

No le dio mucha importancia, si era otro desastre ya les hubiesen avisado, se devolvió sobre sus pasos mientras escuchaba los aviones acercarse.

  • ¿Nos llevaremos al niño? – Preguntó Abel mirando al pequeño aferrado aún a la cintura de Sam.

  • ¿Dónde están tus padres? – Le preguntó Sam acariciándole el cabello.

El niño no respondió, solo se aferró más al cuerpo de su protectora.

  • ¿Cómo te llamas? – Preguntó Paula acercándose a él y colocándose a su altura.

Pero no hubo tiempo de responder, un helicóptero aterrizaba. Los aviones habían regresado a Polarium.

Mientras los cuatro caminaban hacia el sitio, bajó uno de los tenientes que siempre acompañaba a Cristina.

  • Niños no – Les dijo impidiéndoles el paso.

  • No podemos dejarlo, está solo – Explicó Paula.

  • No podemos llevar niños a la base – Volvió a decir el muchacho.

  • ¡No lo podemos dejar aquí! – Le gritó.

El chico no los dejaba pasar y Paula estaba tan estresada con todo que lo tomó suavemente del cuello de la camisa y le sonrió forzadamente, seguido de un golpe en la quijada.

  • Idiota – Susurró, haciendo pasar al niño con Sam.

El teniente estaba perplejo, con su mano en la quijada mientras miraba a Paula desconcertada.

  • Sube si no quieres que te dejen aquí – Le dijo enojada.

Abel y Sam la miraban sorprendidos conteniendo la risa.

Al llegar a la base, empezaron los problemas.

  • Desobedecer a un superior y además, golpearlo – Decía el coronel Miles.

  • Sus tenientes son imbéciles – Atacó Paula sin temor – Ninguno halló sobrevivientes o es que acaso ¿Ya no los necesitan? – Dijo mirando al coronel – Hay personas muriendo allá afuera.

  • Hacemos mucho intentando salvarlos de los desastres señorita Jasper – Dijo el coronel con severidad – No “mantenerlos a salvo” – Concluyó.

  • Es una tontería, este lugar es inmenso, podríamos tenerlos aquí.

  • Polarium no es un refugio de damnificados señorita Jasper – Volvió a decir el coronel – Es una base de entrenamientos.

  • Pues que entrenen, todos pueden hacerlo.

El coronel resopló agotado.

  • Si no le parecen nuestras reglas, puede retirarse – Dijo retándola.

Paula se levantó del asiento y salió de la oficina. Caminó y caminó hasta la salida de la base.

  • ¿A dónde vas? – Escuchó decir a Cristina.

Pero Paula no le prestó atención, usó el elevador y bajó por la inmensa columna. No contaba con que el mar había subido el nivel. El elevador se atascó y empezó a entrar el agua.

Eso no se lo esperaba.

Paula no gritó, no se agitó, solo se recostó de la pared y suspiró. Eso le pasaba por testaruda y por ir contra las reglas.

  • ¿Dónde está Paula? – Preguntaba Sam a los tenientes.

  • Jasper salió hace una hora de la base, dijo que se marchaba.

Sam y Abel corrieron afuera, llamaron el elevador pero éste no subía.

  • No puede haberse ido volando, habríamos escuchado, además ella no sabe volar – Dijo Abel.

  • Debe estar abajo pero ¿Por qué esto no sube? – Preguntó Sam apretando con más fuerza el botón - ¿Sabes volar esta cosa? – Volvió a preguntar apuntando al helicóptero en el que horas antes habían llegado.

Abel sonrió y ambos corrieron al helicóptero.

  • Apúrate – Le dijo Sam.

Se elevaron, provocando la salida de varios tenientes que les ordenaban regresar, pero haciendo caso omiso bajaron.

Mientras se acercaban, Sam notó que donde se supone debía estar el sitio para aterrizar solo había agua.

  • El nivel del mar ha subido, Paula debe estar encerrada en el elevador, mantente al margen, bajaré – Le explicó.

Arrojó la escalera y bajó con cuidado, mientras el agua se movía peligrosamente.

El elevador estaba completamente cubierto de agua, Sam se aferró a las compuertas y haciendo uso de sus brazos y piernas, tiró fuerte para poder abrirlas.

Allí estaba Paula inconsciente. Una hora sin poder respirar.

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@thundervzla