Polarium III

De vuelta al abismo.

Paula entró a la habitación desolada, completamente blanca. Allí había dos chicos más, el rubio tostado que rescataron el mismo día que a ella y otro chico moreno de mirada intensa que parecía querer destruir todo.

  • Empezaran con algunos calentamientos – Anunció la teniente – entrenarán con el uniforme, sea cómodo o no, no me interesa, así saldrán a salvar vidas y así deben entrenar.

Corrieron por lo que ahora parecía una calle desierta. Con un sol extenuante artificial que habían comenzado a salir.

Los cuatro chicos sudaban exageradamente mientras corrían. Se detuvieron durante cinco minutos, mientras el sol se ocultaba y ahora salían inmensas nubes negras.

Del asfalto empezaron a salir obstáculos, como piedras enormes y autos chocados.

  • ¡Corran! – Gritó la teniente.

La lluvia los golpeaba fuertemente y casi no se podía ver nada. A medida que iban corriendo, los obstáculos aparecían de repente, haciendo que los chicos improvisaran maniobras para esquivarlos. Paula sentía correr por inercia, cuando unos brazos la tomaron de la cintura, haciéndola caer hacia atrás.

  • ¡Espera! – Gritó Sam desde atrás - ¡El suelo se está abriendo! – Dijo fuertemente ya que los relámpagos eran escandalosos.

Y tal como lo dijo, el asfalto empezó a agrietarse y a tragarse lo que había allí. Sam no la había soltado del agarre y notó que estaba sobre ella. Un cosquilleo la hizo levantarse bruscamente, tomándola del brazo y corriendo tratando de rodear la grieta antes de que se esparciera más y poder cruzar hacia el otro lado.

Sin embargo, cerca de cinco personas empezaron a gritar desde las casas. Paula sintió marearse y recordó a su madre. Los gritos de su madre. Su madre cayendo al abismo.

Sam intentaba mantenerla de pie, pero el suelo se movía tanto que era casi imposible.

  • ¡Paula! – Gritaba Sam - ¡Hay que salvarlos!

Paula poco a poco fue escuchando la voz de Sam y volvió a la realidad. Aquella prueba era demasiado difícil, sentía morir cada vez que un relámpago cruzaba el cielo, cada vez que el suelo crujía y cada vez que recordaba a su madre.

Su cuerpo temblaba del miedo y del frío. El moreno sacó a dos personas, que parecían maniquíes y el otro rubio traía consigo uno de los maniquíes roto por la mitad. Faltaban dos y medio.

Siguieron los gritos y entraron a una casa, cuya mitad estaba casi en el abismo. Cruzaron la sala del lugar y vieron a uno. Sam lo tomó - ¡Rayos! ¡Pesa como si fuese real! – Con la fuerza que se imaginó que tenía oculta lo tomó y lo sacó.

  • ¡Sigue adelante! – Le gritó Paula mientras entraba a la casa de al lado.

El maniquí que gritaba escandalosamente estaba en el segundo piso de la casa. Paula subió mientras el suelo era tragado por el abismo. Tomó el maniquí por la cintura y cuando intentó bajar solo se veía una profundidad oscura. Se aterró. Siguió subiendo y notó una ventana pequeña. La golpeó con fuerza y rompió el vidrio. Tal vez era la adrenalina que corría por su cuerpo, porque eso jamás lo hubiese podido hacer en otra situación.

Salió por la ventana, halando el maniquí consigo. Estaba de pie y el suelo lo veía subir, la casa se deslizaba cada vez más hacía abajo. Lanzó el maniquí al borde y cayó en el asfalto. Con las pocas fuerzas que le quedaban dio un brinco y se sostuvo del borde con sus brazos. Otros brazos la tomaron del torso, haciéndola subir, era Sam.

Se aferró a ella y la abrazó. Tiradas en la calle, mientras la lluvia disminuía y todo volvía a la normalidad.

La teniente llegó hasta donde estaba ella y de un brusco movimiento la hizo despegarse de Sam.

  • Te llevaré a enfermería y tu – dijo refiriéndose a Sam – te marchas a tu habitación.

  • Quiero acompañarla – espetó Sam, volviendo a acercarse a Paula.

La teniente se alejó enojada y salió del salón.

  • ¿Qué le pasa? – Preguntó Paula aun desde el suelo, con los brazos ensangrentados.

  • Vamos a la enfermería – Dijo Sam cambiando el tema.

Una vez más, tuvieron que preguntar dónde quedaba la enfermería. Al llegar, atendieron a Paula de inmediato.

  • ¿Primer entrenamiento? – Preguntó la enfermera.

Paula y Sam asintieron.

  • Es normal – Dijo – Aunque tu tuviste suerte – Agregó – Casi siempre alguien se rompe varios huesos o queda inconsciente durante semanas, esto es solo un rasguño – Finalizó regalándoles una suave sonrisa para que se tranquilizaran.

Cuando la enfermera salió, Sam se sentó al lado de la cama de Paula.

  • ¿Qué ha pasado allá? – Preguntó preocupada – Cuando el suelo comenzó a abrirse, estuviste a punto de lanzarte a él.

Paula suspiró dolorosamente.

  • ¿Recuerdas el día que nos rescataron? – Preguntó con un nudo en la garganta – Ellos me salvaron del abismo, iba tras mi madre, aunque no tenía ninguna posibilidad de salvarla, fui con ella – Las lágrimas comenzaron a salir.

Sam no dijo nada más, se acercó a ella y besó su frente. Paula sonrió ante el gesto.

No dijeron nada más durante un largo rato. Sam estaba allí con ella, solo acompañándola, consolándola en silencio.

Paula poco a poco fue quedándose dormida. No notó cuando la enfermera le pidió a Sam que se fuera.

Un día la naturaleza nos cobrará todo el daño que le hemos hecho y acabará con nosotros.

Se despertó sobresaltada, una vez más. Cristina tenía una de sus manos en la frente de Paula, quien la miró confundida y respirando agitadamente.

  • ¿Estás bien? – Preguntó preocupada.

Paula la miró completamente confundida. Llevaba toda su estadía allí tratándola mal y justo ahora se veía preocupada por ella.

  • ¿Qué haces aquí? – Preguntó notablemente incomoda por la situación.

  • Esperaba que tu novia se fuera para venir a verte – Le dijo.

Paula abrió los ojos sorprendida.

  • ¿Eh?

  • Me refiero a Sam.

  • Sam no es mi novia – Aclaró aun sorprendida ¿Acaso daba esa impresión? ¿Le gustaría ser novia de Sam? Esa pregunta estaba de más en su mente.

  • Entonces… - Empezó a decir - ¿Estás disponible? – Preguntó sonriéndole tímidamente.

De esa forma la teniente se veía mucho más atractiva. Aunque no iba a negar que enojada también se viera muy bien, sin embargo, cuando su rostro no estaba tenso, se notaba mucho más dulce.

  • ¿Estás interesada en mí? – Preguntó aun sorprendida.

  • Bueno, tal vez sí, un poco – Respondió nerviosa – Muy interesada.

Paula abrió los ojos aún más.

  • ¿Por qué me tratabas mal, entonces?

  • Tu amiga siempre anda encima de ti – Le explicó – Pensé que tenían algo.

Paula mantuvo el silencio, algo no encajaba allí. No podía creer totalmente en lo que decía la teniente ¿Por qué se interesaría en ella? Probablemente era 7 años menor. Aunque no dudaba de que pudiera atraerle a alguien, pero no confiaba completamente en sus palabras.

  • ¿Crees que es el momento oportuno para salir con alguien? – Preguntó confundida – Estamos en plena guerra con quien sabe qué.

  • Entiendo, disculpa por molestarte – La teniente se alejó y salió, caminando despacio, como si esperara que Paula se arrepintiera y le pidiera que regresara. Pero Paula no la detuvo, solo la miró salir.

Ya no esperaba el momento de salir de allí, debía hablar con Sam. Ella siempre tenía una explicación para todo.

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@thundervzla