Polarium

Bienvenidos a Polarium.

Paula había terminado de cenar y luego de cepillar sus dientes se disponía a dormir.

  • Buenas noches – gritaba desde su habitación a la habitación de su madre.

La señora Alba era madre soltera, su esposo fue un militar condecorado y había muerto en batalla cuando apenas Paula tenía cinco años. Hizo un rol de madre y padre bastante bien, pues Paula era una chica que sobresalía en clases y pocas veces salía de fiesta.

A pesar de la poca vida social de Paula, admiradores no le faltaban, pues su sencillez irónicamente la hacía resaltar. Su cabello oscuro un poco rebelde, ni muy largo ni muy corto, ojos color miel que destilaban dulzura y piel blanca aunque un poco tostada por los trotes mañaneros a la orilla de la playa.

Aquella noche parecía de total tranquilidad, pero Paula se sentía inquieta bajo las sábanas, sentía un vacío en su estómago que originaba nervios descontrolados.

Un par de noches atrás mientras veía las noticias de medianoche sin prestar mucha atención, escuchó los reportes internacionales con interés.

“Un nuevo tipo de energía renovable fue hallado en el continente asiático”

Lo llamaban Piedras Rojas . Paula inmediatamente abrió el navegador en su teléfono e investigó y efectivamente, era un mineral que podía producir inmensas cantidades de energía, pero a un alto costo, los requerimientos para obtener dicho material necesitaban el uso de componentes tóxicos para el ambiente.

Es una locura – pensaba.

Y con ese pensamiento rondando por su cabeza, intentó, por quinta vez esa noche, conciliar el sueño.

Sintió que habían pasado cinco minutos cuando unos gritos desgarradores la hicieron despertar bruscamente, desorientada, intentó levantarse de la cama pero no podía. El suelo bajo sus pies vibraba escandalosamente y los estantes y escritorios en su habitación se volcaban con facilidad. A ciegas y con mucha dificultad logró llegar a la puerta, vio a su madre en la misma posición pero en su habitación.

  • ¡Mamá! – gritaba asustada.

  • ¡Es un terremoto, no te muevas! – le decía.

Las lágrimas corrían en sus ojos, aquel sismo no acababa y como si miles de truenos chocaran contra sus oídos, vio agrietarse el suelo y partirse en dos. Un abismo apareció ante sus ojos, mientras todo a su alrededor era tragado por aquel monstruoso suceso. Y la luz de sus ojos se apagó cuando se dio cuenta como su madre era arrastrada por aquello, gritó y gritó y como si de un imán se tratase, se lanzó al precipicio detrás de la mujer que le había dado la vida.

No sentía nada, no escuchaba nada, mientras la oscuridad la cubría en el aire. Con sus ojos cerrados pudo aun notar unas luces que bailaban a su alrededor y el ruido ensordecedor de un helicóptero que halaba su cintura hacia arriba y con sus manos al aire solo intentaba zafarse para ir detrás de su mamá. Unos brazos cubrían su cuerpo y luego sintió como la lanzaban y caía en un asiento.

  • N-no – intentaba decir – debo rescatarla – mientras buscaba zafarse de los  brazos que la rodeaban - ¡suéltame! – gritó desesperada, pero sus esfuerzos eran inútiles, quien sea que la estuviera sujetando lo hacía con mucha fuerza.

  • Llévenla rápido a la estación, nosotros buscaremos más sobrevivientes – decía una voz masculina.

El chico bajó por una soga y ella quedó desorientada en el helicóptero. El estruendo era agonizante y su cabeza daba vueltas.

  • ¡Detente! – Gritó uno de los chicos que seguía conmigo - ¡Desciende! –

El chico bajó rápidamente y al subir traía consigo a una chica ensangrentada.

  • ¡Nos vamos ya! – Volvió a gritar.

Paula dejó de escuchar poco a poco el ruido y cayó en un profundo sueño con su rostro lleno de lágrimas.

Despertó cuando sintió estremecerse en su asiento. El helicóptero había aterrizado.

Observó por la ventanilla y solo había agua.

  • Vamos afuera – Indicó uno de los chicos, que por su uniforme Paula intuyó que era un militar.

Al salir observó una enorme columna que se alzaba hasta el cielo, con una edificación gigantesca sobre ella.

  • Bienvenidos a Polarium – Anunció otro de los chicos.

Eran dos chicas y un chico los que habían sido rescatados y caminaron en fila hacia la columna. Una de ellas parecía conocer a Paula, pero esta no le prestó atención. Entraron a un ascensor y subieron. El cambio brusco en su cuerpo le hizo sentir nauseas, pero intentó no pensar en ello.

Al llegar a la base, Paula se dio cuenta que aquel lugar era mucho más enorme de lo que se veía. Los guiaron a través de varios pasillos hasta que los hicieron entrar en un salón mediano con algunas sillas desordenadas. Los tres chicos se sentaron y esperaron.

Paula sintió la mirada de la chica otra vez en ella. Cabello castaño y ojos claros, se le hacía muy familiar pero justo en ese momento no recordaba de dónde. El otro chico, rubio y piel tostada miraba a todos lados asustado.

  • Hola – Saludó la chica a Paula.

Paula la miró y le devolvió el saludo con una sonrisa forzada.

  • ¿Eres Paula, no? – Preguntó curiosa.

  • Sí – Respondiendo asintiendo, confundida.

  • ¿No me recuerdas? – Le volvió a preguntar.

Paula negó con la cabeza, no tenía ganas de hablar.

  • Soy Sam, de la escuela – Dijo.

  • ¿La chica que siempre me molestaba? – Preguntó Paula recordando.

Sam asintió con vergüenza, pero Paula volvió a ofrecerle una sonrisa forzada y fijó su mirada en la blanca pared que tenía al frente.

  • Debemos procurar que cuando ocurra otro desastre sobrevivan más – Se escuchó decir afuera del salón donde los chicos se encontraban.

Por la puerta cruzó una joven de algunos 25 años, de cabello castaño claro, casi rubio y ojos color café. Vestía el mismo uniforme que los chicos que los rescataron y que venían detrás de ella. Un pantalón holgado con el estampado militar y una camisa verde oscuro.

La joven inmediatamente posó su mirada en Paula, quien miraba cansada a su alrededor.

  • Mi nombre es Cristina Ranieri – Dijo mirando fijamente a Paula.

  • ¿Qué es lo que está pasando? – Preguntó el chico rubio que hasta ahora nadie había notado.

  • El planeta nos está devolviendo el daño que le hemos hecho – Respondió fríamente Cristina al verse interrumpida – Ustedes, los sobrevivientes serán entrenados aquí, para luchar allá afuera.

  • ¿Contra quién luchamos? – Preguntó Sam asustada.

  • No es quién – Respondió Cristina mirándola - ¿Cuál es tu nombre? – Preguntó mirando a Paula quien aún miraba a la nada.

Levantó la mirada pesadamente – Paula – Respondió.

  • ¿Eres Paula Jasper? – Preguntó sorprendida. Paula asintió confundida.

Cristina hizo una seña a uno de los chicos y éste tomó a Paula del brazo y la sacó del salón.

  • ¿Qué haces? – Preguntó asustada intentando zafarse.

El chico no le dijo nada, la llevó a la fuerza a una habitación y le dijo – Descansa, vendremos a buscarte luego, tu eres nuestra esperanza – Y se fue.

Paula confundida se sentó en la cama que había allí. Era una cama para una persona, pegada a una de las paredes. Del otro lado estaba un pequeño escritorio con dos sillas y en otra esquina un sillón que daba al frente un televisor. Se veía cómodo pero no era tan cómoda como su habitación. Recordó a su madre cayendo al abismo y a esos idiotas que la salvaron solo a ella. Empezó a llorar maldiciendo su suerte, no quería vivir así, estaba destrozada.

Se arrojó a la cama sin parar de llorar hasta que se quedó dormida.

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@thundervzla