Poker de tríos (3)

De como dos hermanas me demuestran su cariño a través de una pequeña trampa.

Un nuevo relato real de mis experiencias de sexo en grupo, esta vez además de los nombres he modificado los lugares donde tuvo lugar esta historia. El resto de hechos son tal y como sucedieron.

Una de las cosas que no soporta mi pareja es que le hable de mis antiguos escarceos amorosos, aquellas historias y desventuras (que ahora os relato) que sucedieron antes de conocerla a ella. Pero realmente lo que más odia es que alguna de aquellas personas, que compartieron lecho conmigo, continúe teniendo una relación de amistad (aunque no viva en la misma ciudad y no nos veamos desde hace años) y hablemos por teléfono de vez en cuando. Esta historia es la que más la saca de quicio.

Mónica y Sandra son dos hermanas que conozco desde que era pequeño. Mónica es de mi misma edad, una rubia exuberante con grandes pechos y amplias caderas, todo heredado de su madre. Como persona se podría decir que es algo tímida con los desconocidos, seria y con tendencia a la melancolía. Con ella he tenido grandes charlas sobre como arreglar el mundo. En la cama es cariñosa, melosa y sobre todo muy dulce, se deja llevar y no es excesivamente proclive a "cosas raras" en cuanto al sexo se refiere. Sandra es todo lo contrario. Con un par de años menos que yo es castaña, más delgada y más alta que Mónica, y casi sin culo y pecho. Es una chica abierta, risueña, alocada, que no para ni un momento. Una gran bebedora con la que me he corrido una de las mayores juergas de mi vida. Si tuviera que definirla sexualmente diría que es proactiva, da tanto como recibe, no se corta por nada y le encanta experimentar.

Cuando teníamos once años mi hermana mayor nos presentó ya que solía salir con la hermana mayor de ellas. Enseguida congeniamos los tres y empezamos a salir. Desde un primer momento no supe cual de las dos me gustaba más ya que al ser tan diferentes entre sí, lo que no tenía una lo poseía la otra. En cambio ellas lo tuvieron más claro: les gustaba a ambas y no cejarían en su empeño hasta conseguirme.

Durante toda nuestra adolescencia solíamos salir juntos, ir al cine, a tomar algo, etc. Y durante todo ese tiempo se fue fraguando una profunda y duradera amistad. Recuerdo bien la primera vez que besé a Sandra, fue en la oscuridad de un cine, en las filas de atrás mientras Mónica hacía lo propio con otro amigo mío que yo había invitado para que ella no se quedara "sujetando las velas". ¿Por qué me decidí por Sandra? Pues la verdad es que fue Mónica la que tuvo la culpa. Con insistencia me comentaba lo mucho que le gustaba a su hermana y las ganas que tenía ésta de estar a solas conmigo. Eso, unido a que era más abierta en el tema sexual, hizo que me inclinara decididamente por ella. Aunque por supuesto antes le comenté a Mónica que ello no quitaba el que ella me siguiera gustando locamente y que también albergaba la esperanza de besarla algún día, cosa que ocurrió un mes después en su casa. Yo la había acompañado a la puerta de su casa cuando volvíamos de una fiesta y acabamos enrollados a labio partido.

Desde un primer momento ambas se pusieron de acuerdo, y se prometieron no pelearse por mí para no destruir nuestra amistad. Quizás os extrañe esta relación, pero ellas lo tuvieron claro desde el principio. Nos gustábamos los tres, estaba claro. Así unas veces estaba liado con Mónica, otras con Sandra y a veces cada uno de los tres estaba con alguna otra persona distinta. Esto tampoco era un impedimento para que siguiéramos besándonos allí donde nos encontrábamos. A lo largo de nuestras vidas hemos yacido juntos muchas veces, incluso cuando ambas tenían novio con años de relación. Nos gustábamos, nos queríamos, una gran amistad nos unía ¿por qué no podíamos disfrutar de ello?

Durante el verano siempre que podía subía a la sierra a su chalet para bañarme en su piscina. Jugábamos al pilla-pilla en el agua y entre tanta ahogadilla, roces, cuerpos frotándose y chapuzones yo siempre acababa más caliente que el palo de un churrero. Ellas solían reírse de mi tremenda erección y yo solo podía decir que la culpa era suya por estar tan buenas y ponerme de esa manera. Cuando salíamos de la piscina solíamos jugar al escondite. El que pillaba a alguno de los otros podía pedirle que hiciera lo que él quisiera. Al principio estas "pruebas" consistían en besos, luego fueron subiendo de tono y pasaron a ser el visionado de los órganos sexuales de la otra persona o los primeros tocamientos de nuestros sexos. Cuando finalizó ese verano sus padres se separaron y ellas tuvieron que irse a vivir a otra ciudad a dos horas de carretera.

Durante toda la pubertad mantuvimos el contacto por medio de cartas postales. Solíamos escribirnos una y hasta dos cartas a la semana. Nos lo contábamos todo, desde como nos iba en el colegio a cual había sido nuestra última conquista. También fue por carta como nos describimos nuestra primera experiencia sexual. Muchas de estas misivas eran pequeños relatos rosas de fantasías que nos gustaría hacernos mutuamente, las cuales soñábamos pode realizar algún día. Ellas siempre que podían me escribían por separado yo solía enviar una sola carta con hojas separadas para cada una de ellas, aunque sabía que luego se intercambiaban las cartas entre si.

Cuando su madre creía conveniente volvía a la ciudad para poder visitar a sus tíos y a su abuela, entonces ellas volvían a mi vida. Estas visitas solían coincidir con las vacaciones de verano, las navidades y los puentes de más de 2 días festivos. Algunas veces venían ambas, otras solo una de ellas. No importaba, viniera quien viniera siempre acabábamos liados, unas veces con Mónica, otras con Sandra, pero nunca con las dos a la vez o en la misma visita, aunque ellas ya sabían que era una de mis mayores fantasías. Igualmente, siempre que podía, era yo el que las visitaba.

Lógicamente con el paso de los años habíamos cambiado los besos y tocamientos por magreos y masturbaciones mutuas, y finalmente por practicar el sexo abiertamente y sin tapujos.

Mónica y Sandra vinieron de viaje a mi ciudad en verano para pasar un par de semanas en el chalet de su tío en la sierra. Vinieron acompañadas de su madre y sus hermanas pequeñas, por lo que algunos días debían de hacer de canguros y no podían salir las dos al mismo tiempo. Esa temporada, como cualquier otra, no sabía con quién acabaría enrollado de las dos, pero fuera la que fuera me proporcionaría un par de semanas de diversión y puro placer.

El viernes del primer fin de semana que estarían en la ciudad fue Mónica la que tuvo la noche libre mientras Sandra se quedaba en casa. Estuvimos tomando algunas copas y al final de la noche como yo llevaba moto me pidió ir a una zona elevada desde donde se podía ver toda la ciudad, zona que además era de todos conocidos que iban las parejas a tener relaciones íntimas. Cuando llegamos Mónica estaba tiritando de frío y yo la abracé por detrás para tratar de calentarla. Ella guardaba silencio, que fue roto para indicaciones de lo bien que se lo tenían que estar pasando las parejas que había en los coches dispersos por la zona. Mi contestación – "eso también lo podemos hacer nosotros"- fue el banderazo de salida para que diéramos rienda suelta a nuestras pasiones. Cuando todo terminó la acompañé a casa cuando ya amanecía y yo volví a la mía para un merecido descanso.

Al día siguiente fue Sandra la que podía salir y Mónica la que guardara cuidado de sus hermanas. Por aquel entonces yo tenía 19 años y hacía poco que tenía mi propio coche, por lo que prometí que iría a recogerla en él y así poder salir más cómodos. Un cine, algo de cena rápida, una copa en un bar de tranquis y directos para casa. Cuando llegamos Sandra avisó por el telefonillo que ya estaba allí, por lo que Mónica salió a saludarme y echarse un pitillo con nosotros, luego volvió a entrar en el chalet. Cuando avisé de que me iba a ir Mónica me acompañó al coche y por sorpresa me asaltó contra la puerta y me soltó un apasionado beso que yo lógicamente respondí, aunque un tanto sorprendido eso sí. Al final nos calentamos y terminamos haciendo el amor dentro del coche a la luz de las farolas.

Aunque siempre había estado liado con una o con otra, nunca lo había hecho a la vez, es decir, en el mismo período. No sé si ellas lo habían hablado alguna vez, pero no sabía la reacción de Mónica si se enteraba. Medio sorprendido, medio alucinado, no dejaba de pensar en las posibilidades que se me abrían con esta nueva situación.

Al día siguiente, domingo, me invitaron a comer en su casa. Durante la mañana estuvimos bañándonos en la piscina y luego tuvimos una opípara comida en el porche. En la hora de la siesta, su madre decidió bajar con sus hermanas a la ciudad para comprarles algo de ropa, por lo que nos dejaron solos toda la tarde.

Como hacía calor nos dirigimos al cuarto que ambas compartían y comenzamos a charlar. Mónica se quejaba, como casi siempre, de que no estaba a gusto con su cuerpo, cosa que yo rebatía alabando sus tetas perfectas y grandioso culo. Ella se ponía colorada y alegaba que Sandra por el contrario encontraba que una de sus mamas era mayor que la otra; cosa que era cierta pero que yo alegué que no se notaba cuando las tenías entre las manos. Risas y más risas forzadas. No sé cómo, pero al final la discusión acabó discurriendo hacia la homosexualidad y el porqué a los hombres nos daba tanta vergüenza el cogernos de la mano cuando estábamos en público, y más si de un beso se trataba. Ellas defendían que no pasaba nada malo si dos mujeres se daban un pico para saludarse y para demostrármelo así lo hicieron.

Ves, como no pasa nada.- defendía Mónica.

Hombre, eso no vale. Vosotras sois hermanas. – le respondí.

¿Qué pasa? ¿Creía que esto te gustaba? – contestó Mónica con una mirada lasciva.

Mejor que os estéis quietecitas, porque me estáis poniendo enfermo y no respondo. – les dije mitad en broma mitad en serio.

Ya lo veo. – me replicó y con una mirada me señaló el bulto que mi pene estaba formando en la entrepierna de mi bañador mojado.

Ambas continuaron comiéndose la una a la otra como si yo no existiera, mientras mi temperatura crecía más y más por momentos. Cuando pararon un momento y ambas me miraron fijamente, solo pude llegar a decir:

¿Y ahora qué?

Tú mismo. – contestó Mónica.

Esto lo teníais preparado, ¿verdad? – inquirí – Ya me extrañaba a mí lo del otro día y lo de anoche.

Ellas solo sonrieron y se quedaron mirándome a la espera de mi reacción. Lentamente me levanté del sillón donde me encontraba y me dirigí a la cama donde ambas se habían acomodado. Al igual que ellas me coloqué de rodillas sobre la cama y cogí a ambas por la cintura besándolas en los labios indistintamente.

No sabéis lo que os quiero.- fue lo único que me atreví a decir.

Continuamos besándonos un rato más entre los tres mientras intercambiamos miradas nerviosas y sonrisas cómplices. Sandra fue la primera que se despojo de la parte superior de su bikini y yo dirigí mi boca hacía sus dulces pechos. Mi lengua jugueteó con sus pezones haciendo que se endurecieran lentamente, saboreando los restos del cloro del agua de la piscina. Mi manos mientras tanto habían abandonado sus cinturas y se habían refugiado en sus posaderas, jugueteando con los mofletes de los traseros de ambas. Mónica no dejaba de recorrer mi espalda con su mano mientras seguía besando apasionadamente a su hermana, fui yo el que liberé sus tetas de su bikini con mis dientes para poder chupetear esas magníficas mamas que Dios le había dado. Os prometo que tenía la verga dolorida de la tremenda erección que tenía en ese momento, comiendo a besos los duros pezones de ambas preciosidades.

Espera, pongamos cómodos. – nos detuvo Sandra.

En un momento juntamos las camas donde ambas dormían y nos desprendimos del resto de bikinis y bañadores que estorbaban para la labor que íbamos a acometer. Ver a ambas hermanas desnudas postradas de espaldas sobre la cama ofreciéndoseme es algo que no olvidaré en esta vida por nunca jamás.

Con cuidado de que no separaran las camas me coloqué entre ambas de rodillas. Comencé acariciando el rostro angelical de las dos bellas mujeres y luego pasé a juguetear con sus pechos. Masajeándolos, pellizcándolos, besándolos y mordiéndolos sin remisión. En resumidas cuentas, disfrutando como un niño con juguetes nuevos. Poco a poco aje mis manos hasta sus entrepiernas y delicadamente toqueteé sus sexos comprobando su grado de humedad y lo caliente que estaban. Sandra tenía su conejo lindamente arreglado, afeitado como si de una modelo de revista fuera, mientras que Mónica era un poco menos detallosa en ese aspecto. El grado de excitación había hecho que ellas mismas comenzaran a tocarse sus tetas, duras como rocas, mientras intercambiaban fugazmente algún que otro beso. Yo mientras tanto continuaba jugueteando con sus clítoris y cuando vi que su vagina se encontraba lo suficientemente lubricada introduje despacio uno de mis dedos para comenzar a moverlo lentamente en círculos en su interior. Gemidos de placer fue la única respuesta que obtuve por mis tejemanejes, gemidos que poco a poco se fueron convirtiendo en jadeos cuando el ritmo de mis exploraciones fue cobrando más y más rapidez. Las convulsiones de Mónica me indicaron que estaba a punto de correrse mientras que Sandra continuaba gozando y aguantando para alargar el placer todo lo indecible. Al final tuvo un magnífico orgasmo, incluso más sonoro que el de su hermana momentos antes. La sonrisa en sus rostros demostraba el grado de satisfacción de ambas.

Como si de un resorte se tratara Sandra se incorporó y sin dejarme soltar palabra me tumbó sobre la cama para pasar a continuación a juguetear con su lengua con mis testículos mientras agarraba firmemente mi polla. Yo aproveché la posición en la que me encontraba para extender mi cuerpo y agarrando a Mónica fuertemente por las caderas comencé a absorber todos los jugos con los que su corrida había mojada su rajita. Yo ya sabía que a Mónica no le gustaban las felaciones, por eso dejaba que Sandra se dedicara a tal menester que tanto gusto me estaba proporcionando. Todo hay que decirlo, la muchacha era una consabida experta en lo que a mamadas se refiere, y a día de hoy no he conocido ninguna otra que la supere en esta tarea. En fin, allí estaba yo tumbado comiendo y siendo comido, disfrutando y haciendo disfrutar. Fue Sandra la que me preguntó donde tenía los condones para rápidamente ponerme uno y colocarse a horcajadas sobre mí y empezar a botar como una loca. Mónica miraba lascivamente a su hermana disfrutando al tratar de incrustarse mi polla en lo más profundo de su ser mientras yo terminaba de recoger con mi lengua todos los fluidos que su coñito me podía ofrecer. Así estuvimos un buen rato hasta que Mónica tuvo que morderse los labios al sentir como un nuevo orgasmo recorría su espalda y la llevaba a la cota más alta del placer. Sandra continuó un rato más cabalgando sobre mi y frotándose arriba y abajo hasta que ella también se corrió como una loca.

Mónica fue la que esta vez me pidió más guerra colocándose a cuatro patas y esperando que la penetrara por detrás, cosa que hice al instante. Sandra nos observaba desde la otra esquina de la cama mientras se tocaba su dolorido y excitado sexo cuidadosamente. Me encanta esta postura, sobre todo si la chica se vuelve para mirarte mientras la estas penetrando duramente, y eso era lo que hacía mi deliciosa rubia. Llegó un momento en el que sus brazos flaquearon y terminó apoyada sobre su rostro en la cama mientras que yo continuaba empujando mi verga dentro de su vagina una y otra vez, siempre bajo la atenta supervisión de Sandra que había comenzado a introducirse los dedos en su caliente coño. Los jadeos entrecortados de Mónica se confundían con algunos grititos de placer que poco a poco se fueron alargando hasta que ambos llegamos conjuntamente a un tremendo orgasmo que nos dejó extenuados. Sandra terminó unos instantes después cuando éramos nosotros los que la observábamos masturbarse a ella.

Reunidos nuevamente los tres sobre la cama nos volvimos a besar mutuamente, esta vez con dulzura y cariño, como reconociendo lo que habíamos compartido unos instantes antes. Luego nos tumbamos a descansar y continuamos charlando.

Nunca os lo habéis montado vosotras dos solas. – pregunté con picardía.

Nunca. – contestó tajantemente Mónica – Recuerda que somos hermanas.

A mi me pica la curiosidad la verdad, - esta vez era Sandra la que hablaba – lo de hacerlo con otra tía. Pero bueno siempre hay tiempo para nuevas experiencias.

Avísame para grabarlo. – le dije sonriendo.

Lo que si me gustaría probar es el sexo anal, a ver que se siente. – y me lanzó una mirada interrogatorio – Y sé que contigo no me cortaría. Que un desconocido me rompa el culo no es lo mismo...

Si quieres... - le contesté.

Espera ahora vuelvo. – me dijo antes de desaparecer por la puerta.

¿Tu sabías algo de esto? – le pregunté a Mónica.

No tenía ni idea. Estuvimos hablando de lo de esta tarde, pero esto es nuevo para mí también.

Sandra regresó al cuarto con un bote de vaselina para los labios y se tumbó sobre la cama lista para que lo que yo quisiera hacer. Mónica se retiró y me dio libertad de acción.

Hice que Sandra se incorporara para luego comenzar a derramar saliva por entre sus glúteos. Delicadamente fui esparciéndola por todo su ano y parte de sus labios vaginales, luego hundí mi rostro en su almejita y comencé a lamer y a chupar su entreabierto coñito. De vez en cuando mi lengua recorría todo su ojete para luego volver a juguetear con su clítoris una y otra vez. Cuando noté que estaba lo suficientemente excitada introduje uno de mis dedos en su lindo culito y otro en su vagina moviéndolos muy despacio hacia adentro y hacia fuera, mientras con mi otra mano trataba de conseguir que mi pene tuviera la suficiente dureza para volver a penetrarla. Al primer dedo se le unió un segundo en su ano y seguidamente empecé a untar su esfínter con la vaselina que me había proporcionado. Un nuevo condón en su sitio y un poco más de vaselina hicieron que ya estuviera preparado para pasar a la acción.

Lentamente mi prepucio se fue perdiendo en la oscuridad de su culito y aguanté un rato así hasta que se acomodara dentro y fuera ella misma la que me pidiera que continuara. Poco a poco seguí introduciendo mi pene en su interior y cuando estuvo completamente introducido esperé un rato más. Sandra no paraba de jadear sin que yo me moviera y casi a gritos me pidió que la follara. Despacio, casi sin moverme, fui sacando mi verga de su interior y volviéndola a introducir. Cuando noté que su ano estaba lo suficientemente dilatado mi mete-saca fue un poco más rápido. Sandra mientras tanto había comenzado a frotarse el clítoris con la palma de la mano y Mónica seguía observándonos con los ojos muy abiertos. No pude hacer muchos más movimientos ya que enseguida Sandra llegó al orgasmo corriéndose como una loca y haciendo que me separa de ella enseguida ya que las convulsiones y los estertores de su cuerpo no dejaban que se apaciguara. Al final una sonrisa atravesó su rostro y me dio las gracias por lo que había hecho.

Duele, pero merece la pena. – me contó – Hay que hacerlo con cuidado. Gracias de nuevo.

Aquella tarde nos la pasamos tumbados en la cama discutiendo hasta que su madre volvió a casa bien entrada la noche.

Después de aquel día mis o sus visitas continuaron, pero ya más espaciadas en el tiempo. Un par de veces más volvimos a acostarnos los tres juntos: una en un reservado de una tetería rodeados de cojines y has arriba de maría, y otra en la cama de sus padres en las fiestas de su ciudad.

A día de hoy sigo teniendo una buena amistad con ellas y hablamos asiduamente por teléfono. Hace ya años desde la última vez que una de ellas se lió conmigo, ahora los tres tenemos parea estable, pero ello no quita que recordemos a veces los buenos ratos que pasamos juntos.

Espero que os haya gustado. El próximo de mis relatos, el último de mis tríos, también con dos chicas fue un poco más especial que el resto, pero tendréis que esperar para saberlo.

Como siempre, los comentarios y las cartas serán bienvenidos.