Poemas

Dar vueltas...

POEMAS

Él entraba y salía de la oficina sin hacer ruido. De la misma manera, permanecía allí, sin hacer ruido, enfrascado en su trabajo. No se llevaba con nadie de su sección, y mucho menos con nadie de otras secciones, pero sólo tenía ojos para Carmen, una de las secretarias. Carmen era menuda y discreta, de rostro dulce y mirada tierna. Por las noches, él la escribía poemas de verbo florido y cartas enfebrecidas en las que disimulaba la exagerada pasión y el fulminante deseo que le consumía y avergonzaba por medio de arcaicos adjetivos y encanecidos adverbios. Al día siguiente, dejaba los poemas y las cartas sobre el escritorio de ella, pero nunca obtuvo una respuesta.

Por entonces, Carmen ya se había acostado con el contable, que la sedujo mediante el clásico método poco meritorio de emborracharla; con el licenciado que, más directamente, la acorraló en los baños, donde echaron un polvo tan corto como fenomenal; y hasta con otra de las secretarias, que había empezado a meterle mano una noche en la que se quedaron para terminar trabajo atrasado.

Él, sin saber nada de esto, seguía esforzándose en hacer cartas cada vez más enrevesadas y en escribir poemas más líricos de los que ella no entendía ni jota, aunque al pasar junto a él siempre esperaba una palmada en el culo que nunca vino.