Poema N°3: Si quieres
Reemplazar noche a noche a quien es irremplazable, ponerle rostros, pieles, corazones ajenos y contruírla solo para descubrir que grande es su ausencia.
Si quieres, sígueme.
Acércate, no temas. Aún no muerdo. Al menos por ahora.
Mi cama de fauces abiertas y humedades vanas, preparada para ser escenario de encarnizadas batallas, mis ganas enteras. El sueño no viene, me han dicho que optó por irse a otra parte muy lejos de mí. Los ojos se encienden y la luna recién se cuelga en éste, mi cielo.
Si quieres puedes besarme.
Mis labios necesitan imperiosamente de otros labios para apagar tanta sed, tanto deseo en vano, tanta furia alojada bajo la cintura de los demonios que bailan alrededor de las llamas del placer. Pero confieso antes del infierno, lo firmo en donde sea... ni tu beso más caliente lo podrá lograr.
Si quieres puedes quitarte la ropa.
La blusa por sobre tu cabeza, manos en la espalda, corpiño volando hacia la foto del Che Guevara en Bolivia o de lleno sobre la billetera. Uno, dos, tres botones blancos y chatos, la falda en caída libre por tus caderas, rodillas, tobillos rumbo al piso. Y la braguita blanca con encajes de humedad oceánica, de calor intenso y cosquilleos, copiando su destino, su delicioso destino.
Si quieres recuéstate aquí y ábrete a mí.
Piernas en V, venenosos labios en los que hundiré la daga que mi pasión empuña, deliciosos pliegues rosados de candentes movimientos. Acople con sonido a mojado, ombligo contra ombligo, duros pezones a punto de estallar sobre mis pectorales, jadeos sobre el cuello, lenguas encendidas, espasmos, temblores, acabar y acabar.
Si quieres puedes irte pero no puedes quedarte.
De pronto su sonrisa blanca y acogedora se desvanece, se va el amor, se va el impulso... no queda nada. Y caigo como todos los caídos, triste y vacío, con el corazón en llanta, de cara a esta oscura ausencia que su partida me ha propinado sin más compasión que un frío beso en la frente y una palmada en el hombro. Y escucho el susurro de su recuerdo. Vive tu vida y adiós. Bienvenida pequeña muerte, muerte de mierda. De repente tu cara vuelve a ser tu cara y ella, como hace mucho tiempo, ya no está. No existe. No es.
Quizá mañana vuelva a buscarla en donde sé... nunca estará. Pero hoy vete, el cansancio trajo al sueño y el deseo profundo de abandonarme a la nada. Solo quiero dormir y soñar… y soñarla.