Podría volverme adicta a esto.

Alicia tiene una entrevista de trabajo para una asesoría, está tan desesperada por conseguir el trabajo que termina rogándole a su futuro jefe. Lo que no se esperaba era la reacción de éste.

Antes de dejarles con el relato: soy una novatilla escribiendo escenas así, y estoy practicando para una novela que estoy escribiendo, y me encanta leer los relatos de esta página así que me dije ¿por qué no? Espero que les guste y no duden en dejarme su sincera opinión. Y si hay alguien que se preste a darme inspiración pues también lo agradecería en el alma.

Un besito.

Mia

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Me dirigía a una entrevista para trabajar en una Asesoría. Había intentado arreglarme lo más que pude para dar una buena impresión. Me puse un pantalón pitillo negro, junto con una camisa palabra de honor blanca, con un bonito escote y una americana negra.

Me habían llamado hacia dos días para hacerme una entrevista, tras haber entregado el currículum y haber perdido la esperanza de que ni siquiera me llamaran. Estaba desesperada por encontrar un trabajo así que estaba de los nervios.

  • Hola, buenos días. – dije a la chica que estaba sentada en la recepción. – Vengo por una entrevista.

  • Hola, sí. ¿Alicia verdad?

  • Si.

  • Entra por esa puerta y toma asiento. El señor Fernández te atenderá enseguida.

Entré a lo que se veía que era un despacho, decorado de forma muy sofisticada. Tomé asiento frente al gran escritorio, poniendo mi bolso sobre mis piernas, que no dejaba de mover en señal de nerviosismo.

  • Buenos días. – dijo una voz grave detrás de mí, provocando que me levantara de la silla como un resorte – ¿Alicia López?

  • Sí, buenos días – ante mí se encontraba un hombre alto, de pelo castaño oscuro con bastantes canas y unos ojos verdes impresionantes. Debía tener mas de cuarenta años, pero se conservaba divinamente. Su traje de negocios dejaba adivinar un buen cuerpo.

  • Soy Marcos Fernández. Siéntese por favor. – dijo señalando la silla dónde ya me había sentado

  • Sí, gracias. – me volví a sentar, mientras el rodeaba su escritorio y tomaba asiento también.

  • He leído su currículum. No tiene mucha experiencia en el trabajo.

  • No señor. Después de las prácticas de empresa, no he tenido mucha suerte encontrando trabajo de esto.

  • Bueno, la hemos llamado por que creemos que tiene potencial. No nos importa que no tenga la suficiente experiencia, en caso de contratarla, nos haríamos cargo de formarla adecuadamente. Bien ¿tiene disponibilidad para trabajar a cualquier horario? Hay horarios también de noche

  • Si, señor. No tengo problemas con eso.

  • Es un punto a favor. No todo el mundo está dispuesto a trabajar en horario de noche. Y menos una chica tan joven como usted.

  • Eh… si bueno. – dije incómoda ante esa suposición. La entrevista prosiguió hablamos de las condiciones del trabajo, y siguió preguntando cosas personales. Cómo si tenia pareja, si salía mucho, y mientras me preguntaba podía sentir como su mirada se paseaba por mi escote.

  • ¿No tiene calor señorita? Puede quitarse la chaqueta.

  • Yo… estoy bien.

  • Bueno – dijo con un tono de resignación – la llamaremos.

Concluyó con la típica frase con la que siempre acaban las entrevistas y que muy pocas veces se cumple. Desesperada porque pensaba en que quizás había perdido una gran oportunidad intenté rogar un poco.

  • Señor, verá necesito el trabajo. La cosa está muy complicada en este sector, y no es fácil encontrar un buen trabajo sin una experiencia previa. Por favor, deme una oportunidad. – le rogué con los ojos empañados.

  • Así que… necesita el trabajo. – dijo él levantándose de su silla y acercándose a mi lentamente. Se apoyó en su mesa de escritorio, justo frente a mí, lo que hizo que tuviera que levantar la cabeza para poder verle bien la cara. – Bueno, demuéstreme entonces, lo aplicada que puede ser.

  • ¿Qué puedo hacer para demostrárselo? – pregunté con dificultad. “¿Hasta dónde va a llegar esto?”

  • Levántate, y quítate esa chaqueta. – ordenó esta vez tuteándome. Obedecí nerviosa. Me levanté lentamente y me quité la chaqueta. El se movió hacia la puerta, la cerró con seguro, corrió las persianas, y volvió hacia dónde estaba yo. - ¿Por qué te empeñabas en esconder esas bonitas curvas?

  • Señor, creo que …

  • Cállate. – dijo mientras agarraba el borde superior de mi camisa y movía un dedo suavemente tocándome ligeramente los pechos. – Si quieres que te contrate haz lo que te digo. Date la vuelta.

Hice lo que me pidió, y tan rápido como lo hice, sentí una fuerte nalgada.

  • Menudo culo que tienes. – dijo manoseándolo con una mano. - ¿Levas tanga o bragitas?

  • Lle-llevo un culote.

  • mmm. – gimió en mi oído mientras seguía manoseándome. – vuélvete, y quítate la camisa.

  • Se-señor.

  • Obedece. – sentenció.

Me quité la camisa con las manos temblando. Mi sujetador sin tiras y soso de talla 110, quedó a la vista, pero parece que a el no le desagradó lo que veía.

  • Quítate esto también – dijo tirando de mi sujetador. Cuando lo hice sus manos fueron directas a mis pechos – y ya que estamos, el pantalón también.

La situación se me estaba yendo de las manos. Esta no era la idea que tenía sobre la entrevista de hoy, y mucho menos me esperaba que un hombre de tal calibre me estuviera chantajeando de esa manera. No quería admitirlo, pero, aunque aquello me incomodaba, también me excitaba. “Me estoy empezando a mojar”

  • Te estas poniendo cachonda, traviesilla. – susurró tocando con un dedo mis braguitas. – ya estás mojada. ¿Entonces en tus ratos libres vas rogando a jefes para que te follen?

  • Yo, yo no…

  • Arrodíllate. – dijo empujándome a ello. – veamos lo bien que se te da rogar. – se quitó la chaqueta, se aflojó la corbata y se bajó su pantalón y calzoncillo. Dejando ver una buena polla que aún no estaba completamente dura. Se la tocó un poco frente a mi cara y luego la apuntó hacia mi boca – Chúpala.

Me quedé muda y muy quieta. “esto es una locura” pensé mirando su polla. Al ver que no hacía nada, me la restregó por la boca.

  • Que la chupes puta. – me obligó a abrir la boca y la introdujo - y ni se te ocurra morder.

Comencé a chupársela despacio, primero sin muchas ganas, pero luego empecé a desinhibirme, y aunque seguía haciéndolo despacio, la empecé a chupar con más ganas.

  • Así. Muy bien. – dijo gimiendo – pero ¿qué tal si aceleramos un poco? Abre la boca, putita – me sujetó la cara con las dos manos y empezó a follarme la boca sin piedad. – eso es abre bien. - Siguió follándome sin piedad, varias veces lograba que me provocase hasta el punto de casi vomitar. – Cómo vomite verás lo que es bueno - me amenazó dando estocadas aun mas fuertes. – prepárate, me voy a correr en tu garganta, guarra. – Y así con unas cuantas estocadas más y un fuerte gruñido, me llenó la boca de semen. – trágatelo.

Aquello era humillante, nunca me habían tratado así, y mucho menos nunca se habían corrido en mi boca, obligándome a tragarme ese líquido amargoso.

  • Abre la boca, quiero ver si te lo has tragado de verdad. – abrí la boca como me ordenó. – muy bien, si sigues así de aplicada cuando acabemos la reunión, puede que te lleves una buena sorpresa. – dijo volviendo a pasarme su polla, ahora no tan dura por los labios – límpiala y vuelve a ponérmela dura.

Con la boca adolorida, y mi cara llena de lágrimas, volví a chupársela, esta vez me esmeré bastante, intentando que todo pasara más rápido.

  • Mmm. Bien, levántate y túmbate en la mesa.

  • ¿Eh? – balbuceé confundida.

  • Que te levantes. – me dijo sujetándome del brazo y llevándome a la mesa – túmbate ahí, y abre bien las piernas.

  • Por favor… No …

  • No digas que no. Mira como estás de mojada. Eres una cerdita. En realidad, estás disfrutando con esto ¿verdad? – dijo quitándome las braguitas y tocándome directamente. Me metió lentamente un dedo – desde que te vi en mi despacho, solo pensaba en tenerte así. Abierta de piernas y bien mojadita. – metió otro dedo, y comenzó a masturbarme con fuerza. Me llevé las manos a la boca para evitar gemir y gritar de placer. “joder, me voy a correr” – no te tapes la boca – paró de masturbarme, frustrándome por no poder culminar mi orgasmo – Aun no te vas a correr.

  • Por favor. – le rogué.

  • Por favor ¿qué? – volvió otra vez a masturbarme, y cuando estaba a punto, paró.

  • Deje que me corra.

  • ¿Quieres correrte?

  • S-si.

  • ¿Con mis dedos? ¿o con esto? – dijo rozando la entrada de mi coño empapado con su polla.

  • Con… con su…con su polla – susurré tapándome la cara de la vergüenza. Y sin esperarlo, me metió su polla de un empujón. Provocando que se me escapara un grito. Me corrí solo con que me la metiera.

  • ¿Esto querías? Que puta eres, te has corrido solo con metértela. Solo buscabas polla – dijo mientras me follaba sin piedad. – Joder menudo coño que tienes. Date la vuelta. -  me puso boca abajo, con mi torso desnudo apoyado en su mesa y el culo en pompa. – aprieta los dientes. Te voy a follar hasta dejarte sin sentido.

Entre empujón y empujón, me mordía el cuello y me apretaba las tetas con fuerza. Empezó a acelerar más y más.

  • Me voy a correr dentro, guarrita. – dijo con dificultad mientras seguía a lo suyo. Cada vez más fuerte.

  • No… dentro…. No… - conseguí decir a duras penas.

  • Oh si… Dentro sí. Te voy a llenar entera de leche. – aceleró más – me corro. Me corro joder.

Sentí como se corría dentro de mi coño. Poco a poco fue frenando y recostándose sobre mi espalda. Tras unos minutos así, se levantó, y me levantó con él. Me dio la vuelta, y con un gesto suave limpió las lágrimas que resbalaban por mi cara. Después de aquel polvo digno de una película porno, me sentía de lo más sucia.

  • No llores. – dijo el agachando su cara y poniéndola a mi altura. Acercó su boca a la mía y me dio un beso de película.

Cuando se separó, dejándome confundida se acercó a un cajón y sacó unas toallitas húmedas y limpiando mi intimidad dijo:

  • Te iba a contratar. Aunque no te hubiera follado. – dijo con una cara seria. – nada más verte me encantaste y cuando me dijiste eso, pues me descontrolé. No es excusa, lo sé. Pero, si lo sigues queriendo, el puesto es tuyo. – dejó de limpiarme, y me miró. – También, si quieres, esto, no tiene porqué ser una historia de un polvo con tu jefe y ya está.

Le observé atónita. Me estaba contratando, y también diciéndome que aquel polvo se volvería a repetir. Antes de ni siquiera pensar con claridad mi boca habló por sí sola.

  • ¿me volverás a follar, aunque seas mi jefe?

  • Si es lo que tú quieres. – dijo vistiéndose. – yo no sé tú. Pero yo me muero por hacerte mía otra vez.

Un silencio se instaló de nuevo en el despacho. Me vestí y el sacó unos papeles de uno de los cajones.

  • ¿Qué me dices? – le miré. “debo tener el síndrome de Estocolmo” pensé. “Es realmente guapo” “Definitivamente podría volverme adicta a esto”

  • ¿Dónde tengo que firmar?