Podría haber sido peor

- podría ser peor –me encogí de hombros- podríamos llevar las bragas iguales –agrandé los ojos medio riendo. -¿Qué? -Rió - espero que no… de que color… -titubeó- las llevas

Ambas  nos mirábamos  la una a la otra desafiantes y lascivas,  era la primera vez que  nos veíamos en persona pero nadie lo diría, casi no hacían falta las palabras.  Puede que, en realidad, sólo reveláramos a través de nuestra  lujuria aquello que nos convenía. Seguro que era así.  Pero  eran una corriente tan evidente que hablaba por sí sola.

Ella  vestía una  blusa  blanca y una falda roja  a juego con el color de sus zapatos de aguja. También rojos.  Casualmente,  calzábamos   las dos de forma muy parecida,  zapatos  rojos de  aguja.  Sonreí ante la casualidad ¿Cuántas mujeres  van hoy en día con rojos  de aguja?

Muy pocas…

Y dos nos sentábamos en aquella mesa  cuadrada una frente a la otra  al fondo del comedorcito.  Yo  llevaba  un vestido   de colores con un  liguero, medias claras y unos zapatos rojos.

Y de eso  estábamos hablando  cuando   todo comenzó…

-  Son casi iguales,   y pensar que nunca llevo  zapatos  de  aguja –sonrió ella.

  • Yo reconozco que sí, -sonreí-,  solo vamos igual en los zapatos.  -Mire  su blusa y  me miré a mí.- es poca  cosa.

-  Pero muy vistosa –se miro los zapatos y después los míos, ascendiendo la mirada por mis piernas.

-  podría ser  peor –me encogí de hombros- podríamos  llevar las bragas  iguales –agrandé los ojos  medio  riendo.

-¿Qué? -Rió  -  espero que no… de que color… -titubeó- las llevas…

  • No son  bragas, es un tanguita, ¿quieres verlo?  -me lamí los labios.

-Claro pero no aquí, pueden vernos… después.

-  Mira la sala, apenas hay gente, y a ese  camarero  juraría que  no le iba a importar lo más mínimo el espectáculo…en caso de que se diera cuenta. Cosa que no pasará.  Está  conversando con el de la cocina.

-  De acuerdo –respiró hondo-  quiero vértelo.

-  Te diré lo que haremos, me iré  bajando el tanga  muy despacio. Yo  iré  bajándomelo y tú me seguirás…  paso a paso. Te daré   mi tanga justo antes de que me des  tu  braga….

-  NO, no puedo hacer eso…

  • Claro que puedes, si puedo yo que estoy en la parte de fuera tu, que te tapa media columna más aún… anímate.  Será  excitante.  No nos van a pillar…

Me miró y de nuevo  echó un vistazo al comedor. Respiró hondo.

-          Debo estar volviéndome loca para acepta tal cosa. De acuerdo.

Palpé suavemente  el hilo de  mi tanga

Lo  delineé  con la yema de mis  dedos  a fin de que ella pudiera  hacerse una ligera idea de su  forma, y de por donde  se apoyaba el  hilo  del tanga, apenas un pequeño triangulo de tela malva.  Mi  amiga permanecía  quieta, mirándome  fijamente, sin perder  detalle.

Cuando mis dedos  marcaron el  triángulo   alcé  un poquito  la tela de la falda, a la altura de mi cadera y  comencé a enrollar  el hilo  hacia abajo a medida que recolocaba el vestido. De nuevo  volví  a tocármelo  y pude  ver que  ella era consciente de que  en verdad mi  tanga  comenzaba a bajarse.

Sonreí  maquiavélica y divertida al ver su cara  tensa  y su lengua humedeciendo sus labios. Me miró sin tocarse, sin hacer nada, sólo  esperando algo ¿qué? No le dí  importancia y  seguí   deslizando  mi  hilo  por las caderas en un suave movimiento de ambas telas.  Con cuidado.  Sin prisas ni movimientos bruscos.

-  Ya está – dije susurrante-  en el próximo movimiento lo  sacaré  de debajo de mi culo y quedará sujeto  bajo mi falda  y entre mis muslos.

-¿cómo?   -Me miró.

  • Me abriré  de  piernas para ti y  el hilo  se tensará  sin llegar a caerse.

-Pero  yo no  llevo tanga…

-Schtttttt…  relájate, tranquila, verás como si  sabrás.

Dejé  caer mi servilleta, y  al agacharme  para  recogerla y asegurarme de que no miraban, tiré  de entre mis  piernas a la vez  que alzaba el culito y el  hilo resbaló por mis nalgas   quedando bajo la  silla  y entre  mis muslos.

Ambas seguíamos  con nuestras tazas de café.  Dí un sorbo  y de nuevo -torpe de mí-  dejé  caer  la servilleta  entre mis   piernas, se deslizó  y fue a quedar  sobre mi  zapato.

-          Seguro que deseas  recogerla –la miré  con los ojos brillantes  y  oscuros  por el deseo y el morbo que me  envolvían.

-          Ni lo dudes –sonrió –me  gustó esa chispa  de interés.

Aquel lento proceso  me  estaba  humedeciendo la entrepierna, más  aún, me  había mojado ya.  Miré  mi servilleta  mientras  abría aún más mis  piernas y echaba el culo un pelín adelante.  Agradecí  haberme puesto  un vestido amplio.  Metí la mano  bajo mi falda y me toqué…  deseo líquido en mi dedo.

Ella  se inclinó y con naturalidad  recogió la servilleta  bajando la cabeza.  En esa postura  miró  adelante y vio, lo sé, el hilo del tanga  tenso  y  mi coño abierto y depilado brillando  para ella. Se levantó  y su cara  había cambiado por completo.

-          Gracias  por  recoger mi servilleta, -miré  mi dedo aún brillante-  pruébalo.

Acercó sus labios y los  rocé, asomó la punta de la lengua, y en un gesto, se  le di a probar  como quien le ofrece  cualquier  manjar  de los que había en la mesa…  simple   como eso.

Ella  me miró  y se arregló la cintura de la falda…  bueno…  se  estaba bajando la  tela de la braga  pero  nadie podía imaginarlo.  ¿Nadie?  El camarero y el cocinero que estaba dentro en sus labores, no  eran un gran público.

Se giró  para, figuradamente, coger el bolso del respaldo de su silla. En ese gesto una nalga  se alza, evidente, y  su mano  tiró  con poco disimulo.  Hasta ahí  fue  muy bien  en ese momento  se rozó la tela y me miró.

El camarero estaba en una discusión apasionada sobre ese deporte rey, fútbol, con el cocinero de modo que   no me lo pensé.  Le dije:

-  Mira   bajo la mesa.

Así lo hizo y   las dejé  caer de golpe, mi mano las recogió  sin inmutarme y confiando en que nadie se diera la vuelta, como si  cogiera un pañuelo  o  el bolso  o  un pedazo de  comida.  Sentía  mis  piernas mojadas  de excitación y  de incertidumbre…   de esa pincelada  de  peligro que aún flotaba.  Al  meter  ese pedacito de tela en mi  mano izquierda   la  apoyé  boca abajo  en la servilleta  y  me rocé  los pezones con el  reverso de las manos…  jodidamente duros   como dos  diamantes.

Durante unos segundos  ninguna dijo nada. Largos y  morbosos  segundos.

Hasta que el camarero  salió a la calle a fumar y  en un visto y no visto tiró de las bragas  y casi  se las podía ver…  el canto  de encaje.  Se lo dije.

-          Encaje negro, que rico  manjar.  Tira  la servilleta.

-          Pervertida –sonrió.

-          Zorra, seguro que estás mojada. Tírala.

Tiró   la servilleta  y  me agaché  a recogerla… vi su coño   coronado por una  ligero  vello  oscuro. Suspiré  de deseo e  impaciencia mientras  tomaba el  pedazo de tela y   me puse de pie.   Fui  hacia ella.  Ahora   si que no  la podían ver.

-          Dame tus bragas –puse mi mano  a su  disposición.

-          Joder, joder….  –se tensó y  tiró de ellas  mientras  las sacaba por sus  tobillos y  las  metía  como podía en su  mano.

-          Tranquila.  No  pueden verte.

-          Ahora  cambiamos las bragas ¿no?

-          No

-          ¿NO? Me miro  extrañada..

Metí mi mano bajo su falda  y hurgué  levemente.

-          Ven, vamos  al aseo… -me relamí.

-          Tú estás loca.

-          Y tu mojada.

-          Touché –sonrió- vamos.

Bajamos unas escaleras  y cruzamos un pasillo  que nos llevó a los aseos.  Elegantes y perfumados.  Amplios.  Abrí una puerta   y  le cedí el paso  mientras la veía entras  meneando el culo…   jodida  zorra.

Eché el pestillo  y  atrapé sus  tetas bajo la blusa por detrás sin mediar palabra.  Toqué  sus pezones y  los pellizqué  con suavidad. Dije bajito en su oído:

-  Súbete la falda, dame ese placer y yo a cambio  te daré otro, súbetela para mí. Puedo  hacerlo yo pero  deseo  que tú me ofrezcas  ese coñito  empapado que guardas.

-  Quiero que me comas  desnuda y de rodillas –dijo de golpe.

-No lo dudes, te sorberé  la pepita hasta que  te dobles y me ruegues que paré, ¡ahora súbetela!

Levantó  su falda y su culo  quedó  ante mis ojos.  No le solté  un  pecho, pero  bajé la mano derecha y  la metí de canto hundiéndola en la raja, hundí  un dedo mientras le sobaba el clítoris.

-  Apoya las manos en la taza.

La ayudé  y quedó   con las piernas abiertas y el culo ante mí. Su raja  abierta y  babosa  llena de  zumo y  sus muslos brillantes. Acuclillada   lamí  su  culo  casi desde donde muere la espalda  hasta  el  agujero del chocho.  Desande,  con la lengua empapada, el camino andado  escupiendo en su  culo y   rozándolo con la yema del dedo…  sólo un roce.  Sólo… suave.

Mis  boca  jugó  con el borde del coño  mientras  la follaba con dos dedos  para subir la boca al culo  y  lengüetear punteando      y  sorbiendo ese  agujero. Un dedo en el clítoris, dos  follándola y mi boca lamiéndole  el culo, y mientras mi amiga, meneaba sus  caderas como una posesa. Cada vez  más deprisa  y más agitada… su urgencia era  evidente  y  casi  un ruego.

Yo  ni me había tocado… ya  llegaría.

Saqué  la  mano  de su  coño y  me levanté  alzándola  a ella.  La di a chupar mi mano con sus caldos… lamió  casi devorando  la mano.  Mientras  lo hacía   susurré a su oído.

-          Bájate  la falda.

-          ¿Qué? -  se  giró.

-          Vamos a subir a la habitación  te  vas a correr para mí como una zorra  viciosa. Una y otra vez…  sin parar.  Pero para subir   seria mejor que te tapases el coño ¿No querrás que todos vean lo mojada que estás?  -palpé  sus  muslos.

-           Este no es el trato… eres una…  -se contuvo.

-          Dilo...  vamos –la animé  sonriente.

-          Eres una puta.

-          Ah, si?  -La nalgueé  suave.

-          Y una calienta…

-          Una calientazorras????

-          Vamos  de una vez a esa   habitación –gruñó.

-          La falda –la di un azote suavito.

Mientras se la bajaba  lamí y mordisqueé  sus labios  para, después,  abrirle  la puerta  y    dejarla salir  primero a ella. Subir  y pagar  fue un visto y no visto…  yo  con su braga en mi bolso y ella   con mi tanga  en el suyo.

La habitación de hotel  estaba  a  poco trozo, apenas  un paseo, que se hizo eterno pero que fueron unos  pasos. Me miraba como si me fuera a  comer a dentelladas ahí mismo sobre la acera.  Sacaba fuego por sus pupilas…  tenía la cara contraída y yo… podía imaginarme   con una expresión muy parecida. Ha que negarlo.

Habíamos  pedido una habitación doble, entró  con seguridad y pidió la llave, yo ya  había  dejado mis  escasas pertenencias  hacía un buen rato.

Permaneció  callada a mi lado, sin  decir nada  ni hacer gesto alguno, yo la sabía  como un Mihura  y  esperaba impaciente  su reacción ante la cabronada que le acababa de  hacer. Sonreí y apreté  los labios.

Apenas  habíamos cruzado el umbral de la puerta, ella  empujó con el pie   hasta  que se cerró de un sonoro golpe, me apoyó con mi espalda en la puerta y  metió mis manos bajo el vestido  agarrándome ambas tetas, casi amasándolas, me  mordió  los labios  y  dijo contra estos:

-          Baja esas  tetazas  y  cómeme el  coño  de una puta  vez. –me empujó con suavidad.

Me agaché  hasta  quedar  arrodillada  entre  sus muslos y apoyada  contra la pared. Le subí la falda  y  rocé sus  labios, empapados,  con el  dedo…  alcé la vista  y aquella  visión me hizo latir  la  pepita. Creo que se  me hinchó sólo con verla.

Apoyaba sus manos  en la puerta, una a cada lado de su cabeza, y su frente también.  Abrió  las piernas con esa farda enrollada  y su  coño  mojado  casi en mis labios…  cuando nuestras miradas se cruzaron ella  me acercó su pubis  y  comenzó a frotarme el vello  por la cara de arriba abajo…  subiendo y bajando.

Saqué  la punta de mi lengua  y  la colé en  su rajita  mientras  ella   me  pasaba  sus caldos  por  mi  boca en aquel baile de caderas que me estaba  regalando. Un par de lengüetazos  y  gimió  sonoramente.

Yo amasaba sus  nalgas mientras ella   se me frotaba. Las  apretaba  con más fuerza  cuanto más  se  me apretaba y más  gemía, dejé  uno de sus glúteos  para  separar sus labios y sorber su  botón. Una fuerte  chupada   en la que lo  rocé  con los dientes  y, tras  absorberlo, lo solté    para deslizarme  por  aquel  manjar  almibarado mientras  le   introducía dos dedos…  los saqué  y sin pensarlo le  clavé  tres  en una estocada  mientras   repasaba cada pliegue  y  succionaba ese  lindo  botón.

Su  cuerpo se  estremeció por completo al sentirse follada y chupada a  la vez  y  me apretó  la cabeza con sus manos meneándose  sin cesar. A un paso del cielo. Abrí  su coño  con  la mano que había estado en su nalga y rozando su esfínter anal y  comencé  un lengüeteo  y una  follada  absolutamente  combinada.

-          Sigue, así, fuerte, deprisa, más,  más…  me corro!

Su cuerpo se tensó y licuó  entre mis labios, sus muslos  me  apresaron la  cabeza  y   me  golpeó  contra  aquella puerta  sin ser ni consciente.  Sus jadeos  y gruñidos  se debieron escuchar  en medio hotel… pero… ¿a quién le importaba?

Mientras se relajaba saqué  mis dedos  y seguí lamiéndoselo  lentamente, recogiendo el  almíbar y  acariciando su agujero y sus labios  con la legua  mientras  la  invitaba a sentarse  en el suelo. Pero tiró  de mi vestido y  me  levanté  con la  cara  mojada   y los ojos  mas oscuros y viciosos que  haya tenido jamás…  estoy segura.

La  comí  la boca a mordiscos, su apéndice  salió  y me  recogió  el caldo  sin desperdiciar ni una gota mientras mis manos  rozaban y  jugaban con sus pezones.

Sin dejar de besarme  tiró  de mi vestido  hacia arriba y   me  desabrochó  el sujetador   de encaje malva.  Miró  mis  pezones gordos  y duros  apretándomelos con ambas manos a la par que  acercó su boca y  jugó a lamer y morder  con mimo… con tiempo. Metió  una mano entre mis piernas  y  ahí estaba, como esperándola, mi  botón hinchado asomando entre esos   labios  rojos  y  brillantes.

Desabroché  su  falda y  la bajé  por sus tobillos  mientras le decía al oído:

-          ¿Así que te gusta jugar a sacar la ropa?  Juguemos. –sonreí con la cara contraída  entre  jadeos.

-          Que…

-          Alza las manos –dije mientras sacaba su camisa sin desabrochar y la  pasaba por su espalda… sus muñecas  quedaron apresadas por  los puños y    sobre su espalda.

-          Puta…  mira que eres  puta. Una grañidísima puta.-me espetó.

-          Ahora  eres mía, de esta  puta, de nuevo  estas en mis manos un rato, se buena y  yo lo seré  contigo. Sé  mala y   yo lo seré contigo.

-          Zorra  salida… me las pagaras.

-          Lo sé,  pero antes  te voy a secar  esta  raja que tienes entre las piernas. –le  metí  dos dedos  y los saqué.

La cogí mientras  ella se resoplaba  y la tumbé  en la cama   boca arriba con las manos   en sus  riñones (a esa altura).   Abrí sus muslos  y  la comencé  a besar el cuello, los pechos… decidí morderlos  y  succionarlos como merecían mientras  le  acariciaba lentamente  hasta  que de nuevo estuvo  mojada  para mí.

Su cuerpo  fue un festín  para mi paladar, chupé, sorbí, lamí, mordí…

Cuando la tenía  ansiosa  y  pidiéndome más, con la respiración alterada y los ojos   tan brillantes que parecían chispear, la dejé atada  por la camisa  y  fui a su bolso y al mío. Cogí  mi tanga y su braga.   Enrollé  el    tanga  y  lo metí en su coño  empujándolo   bien adentro –alguien me enseñó bien-  después le  meneé  lentamente la  raja y el  botón, ella  meneaba sus caderas gimiendo y babeando entre los muslos.  Metí  sus bragas  y se las  puse evitando que el tanga se le  saliera…  ella  miró con sorpresa mientras  buscaba mis  ojos suplicante.

-          ¿Quieres  correrte? –tocaba su botón sobre la braga.

-          Serás…

-          Puta –sonreí- lo sé. Eso no responde.

-          Sige… ni se te ocurra parar… -suspiraba y se meneaba como una golfa viciosa.

-          Sé  buena chica y gánatelo –me senté de rodillas sobre su cabeza, mirando adelante. Comencé  a darle  ligeros toques, no  golpes pero  si que cada vez mas  contundentes  sobre  el  clítoris.

Mientras su lengua  se  centraba en sacarme un orgasmo  yo la iba apretando los  pezones y estimulando, los  toques  comenzaban a ser pequeños golpeteos que ella, en su  necesidad de alcanzar el orgasmo,  disfrutaba  entre sonidos que morían en mi  coño. Succionó  con fuerza mientras su pelvis se retorcía a cada  pequeño palmeteo  de mi mano… podía  observar su cuerpo comenzando a tocar el orgasmo.  Esa visión    me aceleró,  hincándome en su boca  y dándole  azotitos  que  la llevaron a correrse  acallando  su sonidos entre mis piernas.

Cuando su orgasmo era un hecho…  le  dí con fuerza  y alcé  mis muslos  un poco   para escucharla aullar como  una perra en celo.  Me contuve hasta que su cuerpo quedó relajado.  Se movió señalándome  sus manos. Le Dolían.

-          Quítame  esto – ya no parecía mandar tanto.

-          Acaba con lo que estabas haciendo –le puse la braga bien y cerré  sus piernas, me levanté  y   me quedé en el cantó  de la cama  mientras  ella  acercaba su boca.

-          Buena chica… sorbe… -le cogí su  cabeza y comencé  a moverme contra su lengua.

Unos  movimientos, fricciones, sus  labios apresándome el botón y mi cuerpo se  comenzó a convulsionar hasta  caer  arrodillada  en el suelo  con mi cabeza entre sus tetas.

Apenas mi respiración se normalizó, con cada una de mis manos,  le desabotone cada puño  y sus muñecas  quedaron libres.  Tiró  levemente hasta  salir de su  apresamiento  y  se quedó  mirando como  me levantaba y la tapaba  con la sábana.

-          Me las vas a pagar…supongo que lo sabes.

-          No espero menos, más tarde,  ahora descansa.

-          Espera  voy a quitarme…

-          NO!  Eso será… más tarde… aún eres mía.  El tanga  se queda en tu coño.

Asintió y fue  cerrando los ojos  lentamente.  Ambas  descansamos.

Mientras yo, calladamente, me comenzaba a mojar  pensando en lo que vendría.