Poderes mágicos I: La bruja (Sexo con maduras)
Nunca creí en la magia hasta que una bruja apareció en mi vida y me enseño que con magia podía satisfacer muchas de mis fantasías.
Desde siempre me ha gustado el mundo de lo oculto y el misterio. Mi madre tenía una tienda de esoterismo debajo de casa donde vendía remedios naturales, libros de mitología, amuletos y esas cosas. Su oficio era su hobby y se tomaba en serio su papel en la tienda, por supuesto nada era real, tan sólo un comercio más para gente interesada en estos temas, no engañábamos a nadie diciendo que hacíamos magia auténtica o que los talismanes de verdad protegían de enfermedades a quienes los compraban.
Yo me considero muy escéptico y nunca he creído en nada sobrenatural, incluso comencé a estudiar Química en la universidad. Dedicando mi interés y mi tiempo a la ciencia y a la investigación. Sin embargo todo eso cambió hace un tiempo…
Me considero un chico normal, físicamente hablando, mido 1,75, pelo castaño, ojos negros, pecas en la cara, cuerpo delgado, tirando a guapo, supongo; pero nada del otro mundo.
Hace poco cumplí 23 años, pero era una mala época para andar con celebraciones, mi novia me había dejado hace poco y se acercaban los exámenes de diciembre. De modo, que les dije a mis amigos que no lo celebraría este año (a pesar de sus quejas e intentos de organizar fiestas sorpresa) y me quedé en la tienda. Mi hermana y yo ayudábamos a mi madre a llevar la tienda desde que éramos pequeños, por lo que tenía experiencia, además, me vendría bien para estudiar y no distraerme con el ordenador o cualquier cosa.
Y allí estaba yo, el día de mi cumpleaños más solo que la una detrás del mostrador con mis apuntes plastificados y unas latas de bebida energética para acompañar. Llovía mucho, habían anunciado que en Madrid habría tormentas todo el fin de semana, lo que si sumamos el hecho de que anochecía pronto en esta época del año, me encontraba solo, y a penumbras…
No vino nadie en todo el rato que estuve, mejor para mí, pensé. Menos trabajo. Sin embargo, cerca de la hora del cierre sonaron los cascabeles de la entrada. Alcé la vista y encontré a una mujer mayor, de unos cincuenta años, empapada por la lluvia.
-Hola joven. –Dijo mientras cerraba el paraguas- Bonita tienda.
Era rubia, de ojos verde esmeralda, curvas generosas, y apenas tenía arrugas, labios carnosos y una voz grave y seductora. Me miró con una sonrisa curvada y gesto pícaro mientras se acercó al mostrador.
-Muchas gracias – Contesté con amabilidad.- Abrimos todos los días entre semana, no hacía falta que se mojara para venir.
-Oh, querido, yo ya estaba mojada –Dijo con una risilla.
Me quedé mirándola un segundo. No sabía si lo había dicho con otra intención o si insinuaba algo, pero por cortesía sonreí y no dije nada mientras mi vista volvía a mis apuntes de enlaces.
La mujer se dio una vuelta por la tienda ojeando los objetos de los estantes, no hacía falta mucho tiempo para verlo todo, no era una tienda muy grande, pero le llevó más del que pensé en un principio, cuando acabó se acercó a mí.
-Lo cierto es que no necesito nada de esto, he venido por otro asunto.
-¿Y cuál es?
-Verás, yo pertenezco a un Aquelarre de brujas.
Arqueé una ceja – ¿Se refiere a Wiccanas?
-No, en absoluto. Me refiero a brujas auténticas. No conocía esta tienda, y entré a ver si por casualidad encontraba otra bruja como yo.
La situación, lejos de extrañarme, me hizo gracia. No era la primera persona que entraba diciendo poseer poderes sobrenaturales, el don de la adivinación o que podía ver espíritus. Yo no me burlaba de sus creencias, pero como he dicho antes no creía en nada de aquello, sólo conservé la sonrisa y le seguí un poco el juego.
-Mi madre es la dueña, no sé si será una bruja, pero hace unas lentejas que saben a pócima de ogro.
La mujer se rió con una carcajada muy suave y nítida, como si tuviera la voz de cristal.
-No esperaba encontrar a alguien como tú. –Me miró de arriba abajo- Eres un chico especial, podría introducirte en mi aquelarre.
-Pensé que era necesario ser mujer.
-Para nada, sólo tener el don. Y tú lo tienes.
-¿En serio?
-Sí, ¿Me dejas demostrártelo?
Me encogí de hombros, no tenía nada que perder, y para colmo nada mejor que hacer, un poco de entretenimiento me vendría bien antes de cerrar.
-Cierra la puerta de la tienda y ven aquí otra vez.
Hice lo que me pidió, dudo que nadie más fuera a entrar. Puse el cartel de cerrado, eché el pestillo y bajé las cortinas de los escaparates. Cuando volví me entregó un colgante con una estrella de plata y me dijo que me lo pusiera.
-Ahora es tuyo, es un objeto mágico, pero está vacío. Tienes que llenarlo de poder.
-¿Cómo lo hago?
-Cierra los ojos
Hice lo que me pidió y noté como se aproximaba a mí, como sus labios rozaban mi cuello y sus brazos me rodeaban. Su lengua recorría mi oreja mientras mis manos rodearon su cintura. Acaricié su espalda de arriba abajo con las uñas, se estremecía a cada pasada que le daba por su espina dorsal.
-Ah!, eres bueno… llegarás a ser un buen brujo con mi ayuda.
Me besó en los labios mientras bajaba la cremallera de mi chaqueta, yo aproveché desabrochar su sujetador.
Su lengua se mezclaba con la mía, era un beso muy apasionado que se interrumpió cuando me quitó la camiseta y yo aproveché para hacerle lo mismo.
Sus generosas tetas se erguían ante mí, con los pezones tiesos como señalándome. Me apresuré a lamerlos y mordisquearlos. Cada pasada le provocaba nuevos gemidos. Los apreté con fuerza, eran muy suaves, casi aceitosos, y a pesar de mi primera impresión no estaban operadas.
Mientras masajeaba sus pechos ella aprovechó casi sin que me diera cuenta para bajarme los pantalones y me acarició la polla por encima de los calzoncillos. Hacía tiempo que estaba dura y deseando de salir.
-Tienes un gran poder aquí abajo- Dijo entre jadeos.
Se agachó poniéndose de rodillas y me la sacó afuera. Mide unos 18 centímetros, que no tardó en recorrer con la lengua, de forma experta. Se detuvo en la punta haciendo círculos alrededor de mi capullo e introduciendo un poco la lengua por el agujero.
Mi polla parecía que iba a reventar, deseaba meterla ya donde fuera, pero aún me hizo esperar más frotándome sólo con la lengua hasta que por fin se la metió en la boca. Exclamé un gemido mientras me la chupaba, al principio no pudo metérsela entera, pero poco a poco hizo el esfuerzo, y a partir de ese intento todas las veces llegaba hasta los huevos.
Sentía su garganta, cálida y estrecha, nunca me la habían chupado así, normalmente no llegaban a meterse tanto, ni lo hacían tan salvajemente.
Finos hilos de saliva salían de su boca, que no dejaba de chupar en ningún momento para caer sobre sus enormes pechos, que botaban una y otra vez. Me apretaba los huevos con una mano, mientras yo me sentía en la gloria.
Me corrí sin avisar, echando un gran chorro de semen dentro de su boca, los dos siguientes los eché en la lengua y el resto rebosaba por su boca saliendo fuera y deslizándose por sus tetas. Abrió la boca para enseñarme que se había tragado todo, lo cual me excitó aún más.
La mujer se levantó y me apoyó sobre el mostrador, cogió un poco de semen de sus tetas y lo puso en el colgante que me había dado.
-Ahora es el momento de enseñarte el poder que posees. – Me cerró los ojos con los dedos- Imagina a tu chica ideal, tal y como te gustaría que fuera.
En un principio me vino a la mente mi ex novia, bajita, con enormes tetas y el ceño fruncido, pero despejé esa imagen de mi cabeza, por primera vez iba a imaginar una chica que no fuera real, una totalmente inventada. Y eso hice, al hacerlo, sentí como un soplo de aire cálido sobre mi piel desnuda que me hizo estremecerme.
-Ya puedes abrir los ojos.
Cuando los abrí vi que junto a la mujer había una joven, era tal y como la había imaginado, pelo negro y largo, muy atractiva, exactamente como me gustaba. Era preciosa y estaba completamente desnuda. La miré incrédulo durante un rato, hasta que me di cuenta de que lo que veía era un espejo.
Entonces miré hacia abajo, allí estaban esas tetas, saliendo de mi pecho, firmes y esponjosas, me las agarré con curiosidad, el tacto era perfecto, me encantaba.
-¿Te gusta mi regalo?- Me dijo la mujer.- Por eso te dije que no era necesario que fueras una mujer. Ahora lo podrás ser siempre que quieras.
-¿En serio?- Mi voz sonaba diferente, muy seductora- ¡Esto es increíble! ¿Cómo lo…?
-No pienses en eso, ahora sólo disfruta.
Me besó de nuevo, sentí el sabor mezclado de mi sexo con su dulce aliento. Me acariciaba por todo el cuerpo, sus manos me parecían más suaves que antes, o quizás mi piel ahora fuera más sensible, no me importaba, notaba que me humedecía y que unas gotas resbalaban por mis muslos, quería sentir más.
Pasó su lengua por mis pezones que se habían puesto tiesos al instante. Sentía un enorme placer, un cosquilleo que crecía y crecía mientras acariciaba mis tetas, primero con suavidad y luego con fuerza, sin hacerme daño, pero con la suficiente firmeza como para hacerme gemir.
Una de sus manos bajó por mis caderas y comenzó a tocarme abajo, lo estaba deseando, mi cuerpo entero me pedía que siguiera y siguiera. Aproveché para corresponder y acariciar su coño también, bien lubricado y suave, lo abrí y con mis dedos recorrí sus labios una y otra vez.
Las dos gemíamos cada vez más fuerte mientras frotábamos nuestros coños, era una sensación maravillosa, era parecido a cuando tenía pene, pero lo sentía por una superficie mayor, desde mis labios vaginales a todo mi interior. Y aún fue mayor cuando metió dos dedos en mi coño, mi vientre parecía un volcán a punto de explotar, exhalé un gran gemido mientras mis piernas temblaban y varios hilos de fluidos salían de mi interior.
-Uf, eso ha estado bien.- Dijo la mujer entre gemidos- Ahora mantenlo durante un tiempo.
Ahogó mi boca con la suya y me dejé hacer mientras mi mano recorría con rapidez su clítoris a la vez que ella lo hacía por el mío. No sé cuánto tiempo estuve corriéndome ni cuantos gritos fueron silenciados por nuestras lenguas. Pasado un tiempo ambas nos sentamos en el suelo cansadas y sudorosas, apoyé mi cabeza en sus pechos mientras trataba de recuperar el aliento.
-¿Te ha gustado, pequeño?
-Sí, ha sido muy extraño, pero me ha encantado.
De repente se me vino una cosa a la cabeza.
-¿Y ahora qué…?
-Tranquilo, no te quedarás así para siempre, puedes volver a tu forma habitual siempre que lo desees, sólo concéntrate mientras presionas la estrella del colgante.
Lo hice, cerré los ojos y a los pocos segundos mi cuerpo volvió a ser el que era.
-¡Guau! ¡Esto es fantástico!
La mujer se vistió mientras yo seguía flipando con todo lo que estaba pasando, mi mente era un sinfín de preguntas, pero no me salían las palabras. Me quedé allí en el suelo, cuando terminó de vestirse me miró y me dio un beso en la boca antes de irse.
-Volveré a verte otro día para enseñarte nuestro arte, mientras disfruta del regalo, seguro que le das un buen uso.
Dicho eso salió de la tienda dejándome en el suelo, desnudo, cansado y con una mente en ebullición que ya empezaba a hacer planes…