Poder - Introducción
Relato de control mental, pudiendo ordenar a la gente qué hacer. Es mi primer relato, espero que os guste. Si no queréis saber nada de la historia, id a la frase en negrita y subrayada. ¡Gracias por leer!
Un grito, sudor, temblor en las manos… Un despertar habitual para mí. Durante los últimos meses, no dejaba de tener variaciones del mismo sueño. O más bien, diferentes sueños con un aspecto en común: era un anciano. En los sueños realizaba actividades cotidianas como jugar con mis amigos al fútbol, tomar algo en un pub, jugar a videojuegos, etc. Pero en todas las situaciones yo era un anciano. Me costaba respirar en los partidos, me temblaban las manos al coger las cervezas y el mando, en resumen, estaba mayor. Al principio no le di mayor importancia, no era supersticioso. Pero tras tantos sueños iguales, empezaba a inquietarme.
Mi último sueño, sin embargo, fue diferente. Y una vez desperté, no pude volver a dormir en toda la noche. En esta ocasión era mi yo actual, con mis 25 años, y me encontraba frente a frente con mi versión anciana, que me miraba fijamente a los ojos.
- Así que ya has despertado, ¿eh? - susurró el Ángel anciano. Su temblorosa voz me asustaba enormemente. ¿De verdad iba a acabar convertido en alguien tan débil?
No respondí a su pregunta. - Tranquilo, sé que ahora mismo estás asustado, hablaré yo, tú solo escucha atentamente . - continuó el viejo – Enhorabuena por despertar tus poderes, ahora comenzará una parte muy divertida de tu vida. Pero debo advertirte, no dejes que el poder se apodere de ti. Mantén siempre la cabeza fría y se responsable, otros antes que tú perdieron la cordura y acabaron... - cada vez me costaba más oír al viejo - Será difícil, pero… Por favor, no cometas mis errores. - Eso fue lo último que escuché. El viejo seguía moviendo la boca. ¿Continuaba hablando o era algún gesto típico de los ancianos? De todas formas, sabría que ya no podría averiguarlo, me estaba despertando.
Esta vez el despertar fue más tranquilo. Estaba inquieto y sudoroso, pero no tan asustado como en otras ocasiones. Al fin y al cabo, en el sueño yo seguía siendo yo. ¿Por qué me había dado la enhorabuena mi yo del futuro? ¿Sería el sueño consecuencia de las felicitaciones que había recibido últimamente en el trabajo? Cuando me incorporé, probé a lanzar una onda vital, como Goku, o a levitar. Evidentemente, no ocurrió nada. Sabía que ese sería el resultado, pero molaría mucho tener poderes de verdad, pensé mientras me reía.
No obstante, ese día ocurrió algo extraño.
Estaba trabajando en mi oficina como cualquier otro día, cuando de repente llegaron a mi oficina unos amigos míos.
- Hey Ángel, ¿qué tal tío? – El que hablaba era Carlos, uno de mis viejos amigos. Venían él, su novia Cristina y David, otro amigo del grupo.
Empezamos a hablar sobre chorradas como siempre. Centrado en la conversación, no me di cuenta del tiempo que había pasado cuando mi jefa se asomó por la puerta. – Ángel, lleváis hablando aquí más de quince minutos, ¿no crees que es suficiente? -. Un escalofrío me recorrió la espalda. Mi jefa era bastante cabrona, y le había dado un motivo para tomarla conmigo.
- Claro Ana, tienes toda la razón. Disculpa de verdad, se nos ha ido el santo al cielo. - respondí colorado. – Mis amigos ya se van —continué mientras empezaba a empujar a Carlos y al resto hacia la puerta.
- ¡Vale, vale, qué prisas joder! - Carlos se irritaba fácilmente cuando le daban algún tipo de orden. Lo peor que me podía ocurrir ahora es que le soltara algún comentario borde a mi jefa. Agobiado por la situación, me acerqué a mis amigos y les solté al oído: – fuera de aquí ¡Ya! – La reacción fue muy positiva, mis tres amigos se pusieron rectos y desfilaron hacia fuera. Esto podría haber sido normal, quizá mi tono transmitía el nerviosismo que sentía. Pero no existía justificación alguna para que, junto con mis amigos, mi jefa se dirigiera, recta y seria, hacia la salida.
- ¿Ana? – mi jefa me miró fijamente, quedándose quieta, casi como esperando órdenes. A los pocos segundos, parpadeó varias veces y miró a su alrededor sorprendida. – Esto… qué ha pasado… Uy, qué despiste. Ángel, veo que tus amigos ya se han ido, que no vuelvan a pasar por aquí o tendremos problemas. Estamos aquí para trabajar. – Tras decir eso, fue hacia su despacho y cerró la puerta.
Fui rápidamente al aseo de la oficina y me encerré en un cubículo. Tenía el pulso muy acelerado y sudaba. “No, es imposible, venga no seas tonto Ángel.” No dejaba de repetirme que lo que había ocurrido no sería más que una confusión, pero… ¿Eso había sido todo? – De acuerdo – me dije en voz alta a mí mismo – Para estar seguro, voy a hacerlo una vez más con alguna orden sencilla. Eso será suficiente para eliminar las dudas .
Esperé en el baño unos minutos hasta que entró un hombre. No lo conocía. “Mejor” pensé. “Así no me importará tanto si la cago”. Me acerqué al hombre y le dije: - Hola, ¿podrías por favor irte de aquí? - El hombre me miro como sin comprender. – ¿Perdona? – Respondió. “Quizá solo funciona con un tono autoritario? Pero si, como sospecho, no tengo poderes, voy a quedar muy mal”. Mientras pensaba esto, el hombre se giró y se dirigió a un cubículo. – Fuera de aquí . – le solté con el tono más autoritario que podía producir. Tras dar un respingo, el hombre, serio, se dirigió hacia la puerta sin mediar palabra.
Estaba temblando. “Oh Dios mío, ¿tengo poderes? Sería una putada morir ahora de un ataque al corazón. Tranquilízate Ángel”. Comencé a respirar profundamente y a intervalos regulares. Al poco tiempo conseguí tranquilizarme. Justo en ese momento entró por la puerta el hombre de antes. - ¿Qué haces aquí? – Le pregunté asustado. El hombre me miró extrañado y respondió: - ¿Tú qué crees? Voy a mear . – Y se dirigió al mismo cubículo al que anteriormente se había dirigido, pero yo había interrumpido. Salí corriendo del servicio y me dirigí a mi mesa. Pasé el resto de mañana como pude y fui hacia mi casa sin hablar con nadie.
Parecía evidente lo absurdo: tenía algún tipo de poder para controlar a la gente. Me daban temblores de emoción solo de pensarlo. Pensé que era un poco pervertido, pero lo primero que se me ocurrió fue usarlo con alguna chica para… “Dios, solo con imaginarlo ya tengo una erección enorme. Definitivamente soy un pervertido”.
Decidí hacer mi siguiente experimente con un repartidor de comida a domicilio. Primero pensé en algún conocido, pero, ¿y si salía mal? Quedaría como un tonto en el mejor de los casos. Por eso decidí probar con alguien desconocido. Llamé a una pizzería que me gustaba y ordené algo. Mientras esperaba a que llegara no hacía más que dar vueltas por el pasillo, imaginando las posibilidades. “Debo tranquilizarme, no puedo abrir al repartidor con la polla dura”.
Conseguí relajarme y finalmente llamaron al portero. – Pizzería Tasmania . – Abrí de manera automática sin pensarlo mucho, porque mi mente se había quedado helada. Era una mujer. Que yo supiera, esa pizzería solo tenía a un repartidor, y era un hombre. ¿Le habrían despedido? Mi idea era probar más mi poder con hombres. No sé por qué, pero todavía no quería probarlo en una mujer. Bueno, sí que sabía por qué. En primer lugar, estaba temeroso de que, por algún motivo mágico (quién sabe, tengo poderes, ya no podía estar seguro de nada) el poder no sirviera con las mujeres. Sin duda el poder aún sería muy útil, pero me producía una angustia a la que todavía no estaba preparado para enfrentarme. En segundo lugar, temía que, si usaba el poder con una mujer, iba a cometer alguna ilegalidad. Quería prepárame bien para ese momento.
Mientras pensaba todo esto, oí que el ascensor llegaba. “De acuerdo Ángel, tranquilo. Dale alguna orden tonta para comprobar que tienes poderes y que funciona con mujeres, y hasta luego. No hagas nada más. Tu puedes”. Tranquilo y seguro de mí mismo, abrí la puerta sonriendo. “Joooooder” pensé, entre excitado y triste, sabiendo que no iba a cumplir mi resolución de hacía 10 segundos.
La repartidora era nada más y nada menos que la camarera de un pub cercano. Bajita, con una melena corta, negra y lisa, una cara de revista (y un poco de guarra, no puedo negarlo) adornada con un septum y un cuerpazo alucinante. Solía frecuentar ese pub. La chica invitaba a sus amigos cuando era su turno, por lo que a veces oía sus conversaciones. Sabía que trabajaba de lo que podía para mantenerse, pero su sueño era ser modelo fitness. Pensaba que era una broma del destino. ¿De entre todas las personas del mundo que podían haber contratado, tenía que ser alguien que me ponía desde hacía años?
- Buenas . – Dijo la chica. Yo me quedé en silencio. – Aquí tienes, una pizza barbacoa . – “¿Pizza barbacoa? ¿Qué cojones? Desde luego no estaba pensando cuando ordené” La chica me alargó la pizza y por fin reaccioné.
- GRACias . – Indiqué con un tremendo gallo que me avergonzó e hizo que enrojeciera y comenzara a sudar. – Aquí tienes el dinero . - La chica cogió el dinero tranquilamente y se dispuso a marcharse, ignorando mi vergüenza.
- ¿Perdona, tú no trabajas en el Pub Selva? – Le pregunté antes de que se fuera.
- Sí, pero me ha salido este otro trabajo al medio día y no me vienen mal más ingresos. – Respondió la chica mientras se iba.
- ¡Espera! – Grité. La chica se paró en el acto y me miro en silencio. Había llegado el momento de la verdad. – Pasa adentro.
Me pareció que pasaron horas desde que le dije eso hasta que reaccionó. “¿se va a reír? ¿Va a pegarme una torta? ¿Va a llamar a alguien al grito de violador?”. La camarera/repartidora/modelo fitness, tras unos segundos de pausa, se dirigió sin decir nada hacia mi recibidor. Casi me desmayo de la alegría. Cerré la puerta tras ella. “Vamos a ver Ángel, esto pinta muy bien, pero aún no es una prueba determinante. Tengo que pedirle algo más”. La chica se quedó en mi recibidor mirándome con una expresión indiferente
- Dime tu nombre – Oí a mi cerebro ovacionándome: “braaaaavo”, cual cerebro de Homer Simpson. “De acuerdo, ahora le pediré algo más raro” le respondí, molesto, a mi cerebro.
- Me llamo Eva – “Obviamente, Eva es un nombre de tía buena, no falla.” Pensé.
- Eva, suelta la mochila y date la vuelta – Obediente, Eva soltó la enorme mochila para pizzas junto a la puerta y se dio media vuelta, dándome la espalda. “Jodeeeeer, joder, joder, joder.” Ya no había error. Tenía el poder de controlar a la gente. Pero para asegurarme, quería seguir ordenándole cosas.
- Eva, inclínate hasta tocar el suelo con las manos – Dicho y hecho. Eva se inclinó hacia delante y, con una flexibilidad que yo ya suponía, toco con ambas manos el suelo, dejando su increíble culo delante de mí. Eva llevaba unas mallas negras y un top corto, a la altura del ombligo. Así que, cuando se inclinó, no solo pude ver trasparentadas las bragas que llevaba, si no que el top se escurrió hacia abajo mostrándome el cuerpo y el sujetador.
- Sigue en esa postura, Eva – le ordené mientras me agachaba. Acerqué la cara a su culo y presioné mi cara entre sus nalgas. Inspiré fuerte y comencé a apretarle el culo con fuerza con ambas manos, lo azoté y lo mordí. Estaba en el paraíso. La tía que había visto cientos de veces en el pub con ropa provocativa (siempre se les exige esto a las camareras) estaba inmóvil con el culo en pompa mientras disfrutaba de él. Le bajé las mallas y, de un tirón hacia arriba, convertí las bragas en un tanga.
Continué azotando su culo, duro como una piedra, mientras lo mordía y lamía. Durante todo el tiempo, no dejaba de repetirle a Eva que se estuviera quiera en esa postura. El hombre del baño había tardado unos minutos en volver a entrar después de que le ordenara que se fuera, pero no sabía el tiempo exacto y no pensaba arriesgarme. Tras unos minutos, Eva tenía el culo bastante rojo, por lo que decidí cambiar de objetivo.
- Eva levántate y quítate la camiseta y sujetador – Tal y como deseaba, Eva se incorporó y procedió a quitarse el top y el sujetador. “Joder, esta tía es un cliché andante”, pensé. Eva tenía ambos pezones perforados con unos pequeños aritos de plata. También tenía un tatuaje entre ambos pechos, una especie de serpiente o dragón, que no observé muy bien pues me lancé a devorarle las tetas. De un tamaño normal, tirando para pequeñas, pero firmes y elásticas, las tetas de Eva eran perfectas para su cuerpo. Me extrañaría si no consiguiera convertirse en una modelo fitness famosa.
Comencé a chupar los pezones mientras jugaba con los aros con mi lengua. Mientras que con la boca devoraba una teta, con una mano me dedicaba a darle pequeños tirones del piercing en la otra. Con la mano restante, acariciaba su caliente culo suavemente, algo arrepentido por todos los azotes.
Tras un rato comiéndole las tetas, tenía la polla a punto de explotar. La unión de una tía tan buena, junto con el morbo de tener control sobre ella, provocaba que estuviera ya muy cerca de la eyaculación. Aunque tenía ganas, decidí no penetrarla. Eso eran palabras mayores, y no sabía cuánto duraba este poder. El hombre de la mañana parecía no reconocerme, pero no había hecho lo mismo con él que con Eva. Por eso decidí acabar rápido y sin llegar a follármela.
- Eva, ponte de rodillas y chúpame lapolla – Eva se arrodilló al instante e introdujo mi pene en su boca. La sensación era fantástica, pero a su vez era algo fría y mecánica, como si fuera algún tipo de robot sexual. Entonces se me ocurrió algo para mejorarlo.
- Eva, chúpamela como si fuera el tío que más te pone del mundo – Instantáneamente, los ojos de Eva se abrieron mucho, para a continuación entrecerrase. Se mordió el labio inferior mientras me dirigía una mirada de absoluto deseo que nunca había recibido en mi vida. Agarro el pene con renovada energía y procedió a metérselo en la boca hasta que su nariz chocó contra mi cuerpo. Chupaba fuerte, mientras la lengua no paraba de moverse por toda mi polla. Sorprendido por la reacción, di unos pasos hacia atrás, y caí sentado en el sillón de mi salón. Eva perdió el equilibrio, pero, aunque apoyó ambas manos en el suelo, su boca nunca dejo escapar mi polla, la tenía apretada entre los labios como si fuera una bombona de oxígeno en el espacio exterior.
Una vez recuperó el equilibrio, se colocó entre mis piernas, y mientras que una mano comenzó a masajear mis huevos, la otra acompañaba los movimientos de su cabeza. Por más que se la metiera hasta que mi vello le tocaba la cara, no produjo ningún ruido de arcadas. No quería ser prejuicioso, pero tenía toda la pinta de que tenía experiencia en chupar pollas. Tras pocos minutos más, noté que estaba cerca del orgasmo.
- Eva, voy a correrme, trágatelo todo – Al poco tiempo de decirlo, no pude más, y tuve un enorme orgasmo mientras Eva no dejaba de chupar. No se le escapó ni una gota y tuve que decirle que parara, pues seguía chupando, aunque yo ya había acabado.
- Eva, quédate quieta – Le ordené mientras me recuperaba un poco. Había sido la corrida más intensa de mi vida. Este poder era una bendición de Dios.
Tras indicarle que se limpiara y vistiera, nos acercamos juntos a la puerta.
- Eva dime tu número de teléfono .
Me indicó el número y le pedí que me enviara los horarios que tenía esa semana. Estaba decidido a visitarla de nuevo y disfrutar del plato principal, no solo de los aperitivos.
- Eva, olvida todo lo que ha pasado aquí hoy. Has entregado la pizza y eso es todo .
- De acuerdo – Respondió indiferente Eva
Me preocupaba que pudiera contar algo. Según lo que había experimentado con mis poderes, no recordaría nada de todas formas, pero toda precaución era poca. Antes de marcharse, le di un último azote bien fuerte.
- Eva, date crema esta noche en el culo, pues lo tienes algo irritado. Y envíame unas fotos . – De esta forma comprobaría si el poder me permitía dar órdenes para más tarde. – Ah y olvida también este último azote . – Añadí.
Eva se fue, y yo me tumbé en el sofá mientras repasaba lo que había pasado. Me sentía el hombre más afortunado del mundo. La pizza fría esperaba junto a mí, pero había perdido el apetito. Solo deseaba experimentar más para conocer el alcance de mi poder.