Plug, etc.

Mi mujer atiende todas mis necesidades y caprichos y mi hija me trata con cariño. Formamos una familia muy bien avenida, con la ventaja de que ambas son muy obedientes.

La vida te lleva a situaciones que no has previsto. Hace poco tuve la dicha de casarme con Dada, una preciosa jovencita a la que triplico la edad, de carácter dulce y tipazo de infarto, dotada de unas increíbles tetas, enormes y jugosas.

Dada y yo enseguida pensamos en adoptar, para que mi esposa no tuviera que pasar por un parto y su cuerpo se mantuviera perfecto durante mucho tiempo. Pero en la empresa de adopción sólo tenían disponible una niña muy mayor, Lali, que parecía más una hermana de Dada que su hija.

De hecho, en cuanto pasaron unos meses, empezaron a intercambiar la ropa: Lali se había desarrollado tremendamente y su cuerpo de modelo sostenía unas tetas tan grandes como las de su madre.

Las dos han resultado ser unas perfectas compañeras de vida. Mi mujer atiende todas mis necesidades y caprichos y mi hija me trata con cariño. Formamos una familia muy bien avenida, con la ventaja de que ambas son muy obedientes. Tanto, que en realidad disfrutan cumpliendo mis órdenes.

Yo estoy encantado con esta familia que sólo me da satisfacciones. Mi posición económica me permite vivir sin un trabajo remunerado, y paso el tiempo entre cachivaches que me dedico a crear con mis conocimientos de ingeniería.

Por otro lado, el carácter sumiso de mis dos tetudas me proporciona momentos de placer continuos a lo largo del día. En pocas palabras, uso el cuerpo y la mente de Dada como se me antoja, de lo que ella se siente orgullosa, y disfruto los cuidados que me regalan ella y Lali. La niña va muy bien en el colegio, y añade la belleza de su cuerpo prematuramente desarrollado a la de su madre.

Lali es aún muy pequeña de edad para utilizar los sujetadores de Dada, aunque su talla de pecho es, como decía, la misma. Así que se pasea por la casa haciendo rebotar sus tetazas bajo sus atuendos infantiles, provocándome continuas erecciones que aplaco con su madre en cuanto la niña nos deja a solas.

Hoy estoy en mi pequeño taller doméstico perfeccionando unos dispositivos. Dada pide permiso para entrar y me sirve un café, vestida con uno de sus modelitos de escote generoso, minifalda y taconazos. Le gusta exhibirse para mí y tenerme lo más contento posible. Mientras sorbo mi café, le acaricio su culazo.

-¿En qué andas, cariño?

-Estoy probando una cosilla que se me ha ocurrido estos días, mi Dada.

-Es como un gancho doble, ¿no?

-Sí, eso es. Se pone en la nariz. Las fosas nasales ascienden un poco y te dan aspecto de cerdita. Se engancha con este cordón a la coleta del pelo.

-Qué juguetón eres. Había visto algo así en algún vídeo. Pero seguro que le has introducido alguna novedad...

-Claro, forma parte de una aplicación del móvil. Tengo más accesorios, todos perfeccionados. ¿Quieres probar?

-Esas cosas se suelen usar con las esclavas sexuales para adiestrarlas, ¿no?

-Exacto, eres lista.

-Pues yo ya estoy bastante educada, me parece. Se me ocurre que como no quieras probarlos con nuestra hijita...

-Pero Lali es muy inocente, no entiende estas cosas...

-Por eso mismo. Para ella será como un juego infantil.

-Tienes razón, mi Dada. Tráemela.

Dada va a buscar a la niña. No me canso de verlas a las dos. Qué regalazo para mis ojos y para mi polla. Mi mujer con su aspecto de puta aniñada y mi hijita con su niñez adornada de esas ubres rebosantes.

-Acércate, Lali. Quiero probar unas cosas y mamá dice que tú vas a ser la conejilla de indias.

-¡Qué bien, papi!

Dada y Lali se aproximan curiosas a mi mesa de trabajo. Estoy en mi silla y ellas permanecen de pie, una a cada lado, apoyando sus manos en el escritorio y dejando sus melones a la altura de mi cara.

-¿Esos ganchos dónde van, papi?

-Es un garfio nasal, perfeccionado. Te pone nariz de cerdita. Dada, pruébaselo.

La cara de la cría se muestra muy guarra con el gancho puesto. Instintivamente, saca la lengua. Pulso el botón correspondiente en la aplicación de mi móvil.

-¿Veis? En esta parte metálica que queda a la altura de la frente, hay una pequeña batería.

-¡Oh, papi! ¡Noto como una descarga eléctrica! ¡Qué guay! Casi no puedo hablar, necesito abrir mucho la booooca...

-Dada, prueba a meter tu mano hasta la garganta de nuestra Lali.

-¿No le dolerá?

-No, la corriente eléctrica amortigua la sensación.

Mi esposa mete sus dedos en la boca de nuestra niña virginal, que deglute la mano de su mami hasta la muñeca, soltando un río de babas que le moja la camiseta y la muestra con una fina segunda piel que le marca las tetazas.

-Estáis encantadoras así, mis niñas. Os voy a hacer un vídeo. Ya está grabando.

Dejo que pasen unos segundos en silencio para que se oigan bien las arcadas de mi hijita, una música celestial para mis oídos.

-Buff, papi, qué sensación más buena. Creo que me he tragado entera la mano de mami.

-Estás hecha toda una campeona. Pero vamos a probar las otras cosas que tengo preparadas. Mirad.

Les enseño un collar de cuero. Lali lo coge y se lo pone en el cuello, divertida.

-Esto sí sé lo que es. Es un collar de perrita, ¿a que sí?

-Eso es, pequeña. Pero tienes que apretarlo más. Dada, ayúdale.

Mi esposa ajusta el collar a la niña, que respira con dificultad.

-Hay que acostumbrarse. Si no se lleva bien ajustado, no funciona.

-Ya respiro mejor, papi.

Deslizo un cursor de mi aplicación, que afloja y aprieta el collar.

-¡Oh!, noto cómo me ahoga un poco y luego me suelta...

-Querido, vas a hacer daño a la niña...

-No, mami, es genial, me gusta mucho... Además, soy la campeona de papi y aguanto la respiración lo que haga falta.

Tengo una hijita muy valiente y juguetona. Me decido a mostrar la joya de la corona. Se trata de un plug anal metálico al que he incorporado GPS.

-Eso es como un tapón, ¿no, querido?

-Sí, pero la novedad es el navegador. Quien lo lleve estará localizable en todo momento. Iba a probarlo en tu culo, pero...

-¡Yo quiero, papi! Es una pasada...

Lali sigue preciosa, con su cuello atenazado y la nariz de cerdita. Su actitud infantil contrasta ostensiblemente con esas tetorras que luce bajo la camisetita empapada.

-Pero hija, estas cosas que inventa papá son para mayores. Imagínate, mostrar tus partes íntimas a tu propio padre. Eso no está bien.

-Pero mami, si papi me ponía los supositorios hasta hace poco...

-Eso es otra cosa.

-Tu madre tiene razón, mi Lali. No estaría bien que yo me pusiera ahora a hurgar en tu culito.

-Sois unos bobos. Ya soy casi mayor, y acabo de ducharme. No veo el problema. ¿Y si me lo pone mami?

Acabo accediendo y ordeno a Dada que se lo ponga. El plug se aloja con facilidad en el agujerito de la niña, que se ha colocado apoyada en mis piernas para abrir bien su culo y respira a medio centímetro de mi boca, con la suya abierta y los ojazos clavados en los míos.

-Lo puedo llevar permanentemente, si me dejas, papi. Así podrás saber siempre dónde estoy, por si me pierdo o pasa cualquier cosa...

-Qué gran idea, hija. ¿Qué te parece, Dada?

-Tenéis razón, lo admito.

-¡Qué bien, papis! Además da gustito...

-Se me ocurre que cuando lo active, tendrás que dejar lo que estés haciendo y acudir a mi llamada.

-¿Activar? ¿Cómo lo sabré?

Utilizo la aplicación de mi móvil y pongo el plug en modo vibración.

-¡Oh! ¡Ahora hace cosquillas ricas! ¡Gracias, papi!

La niña se abalanza hacia mí entusiasmada y me abraza. Sus tetazas se aplastan contra mi pecho. Su madre se nos une y por unos momentos vivo en un paraíso de alientos compartidos y melones exprimidos.

-Bueno, Lali, puedes irte. Luego lo probamos.

Me quedo con mi esposa, que en cuanto la niña se va, se arrodila, se saca las ubres y las pone alrededor de mi polla.

-Vaya, con esto de tener controlada a la niña, se te ha puesto muy dura. Me alegro, mi amor. Yo te ayudo con eso.

Tenemos una buena follada. Mientras Dada me limpia la polla con su lengua, activo el plug de la niña. En un momento acude, dándonos el tiempo justo para cubrirnos. Hace pocos minutos que nos ha dejado, pero verla de nuevo con sus adornos es un espectáculo.

-¿Llamabas, papi?

Lali es tan dulce e inocente que su actitud me la vuelve a poner dura. Sin olvidar que sus dos melonazos exhiben bajo su camiseta unos pezones endurecidos por la vibración en su culito.

-Sí, mi niña. Estaba probando el tapón.

-Pues ya ves, papi. Funciona muy bien, y me encanta llevarlo. ¿Querías algo más?

-La cámara sigue grabando, así que me apetece que juguéis un poco entre vosotras. Lali, ahora haz como si fueras un bebé y chúpale las tetas a mami.

Dada protesta con dulzura, mientras Lali le saca las tetazas por el escote.

-Cariño, la niña ya no tiene edad para hacer eso...

Activo el plug, el gancho y el collar. La pequeña ya está amamantando de Dada y al sentir las vibraciones en su culo, el ahogo en su cuello y las descargas en su nariz, aprisiona con sus labios y sus dientes los pezones de mi esposa, que olvida su queja al instante.

Pese a la inmadurez de Lali, su instinto le lleva a meter la manita bajo el vestido de Dada, que sin poder evitarlo abre las piernas para dejarle operar mejor. Los tres estamos muy cachondos, y eso nos hace olvidar que somos una familia y no un trío sexual.

Lali, enfebrecida, frota el clítoris de su mamá mientras le sigue torturando las tetazas con sus dientes. Me saco la polla sin más consideraciones, y mi esposa acude a tragársela en cuanto la ve de nuevo.

Lali es testigo de mi erección por primera vez en su vida. Sin dejar de manosear a su madre, mira cómo ésta engulle mi polla hasta hacerla desaparecer en su boca. Agarro a la niña por su collar y le meto la lengua hasta la garganta, notando un leve garrampazo de su gancho que me hace descargar de nuevo en el estómago de Dada. Mi dulce esposa se corre al sentir mi esperma fluir por su interior, y se tiende rendida en el suelo.

Nuestra pequeña sigue encendida, y le agarro los pezones con mis dedos.

-Papi, me gusta mucho que me aprietes así. Por favor, un poco más fuerte, ¿sí?

Realmente es mi heroína. Le torturo lo más salvajemente que puedo sus tetazas, hasta que acaba corriéndose mientras suelta una meada virginal sobre la boca de Dada. Mi esposa bebe, aún extasiada.

-Anda, mi niña, limpia la polla de papi, que aún tiene flujos de mami y restos de semen.

Mientras Lali se afana por dejarme limpio con su lengua, desconecto los juguetes. Todo vuelve a la calma en unos minutos. Los tres nos reacomodamos la ropa, Dada le quita el gancho y el collar a Lali y la niña se va a su habitación, con el plug en el culo.

-Querido, creo que acaba de pasar algo que no hemos sabido controlar.

-Es verdad, mi Dada. Pero la niña está bien. ¿Has visto cómo me pedía que le apretara más los pezones?

-Desde luego, quién nos lo iba a decir. Es un encanto. Aunque no sé si está muy bien eso de que se meta tu polla en la boca...

-Era sólo para limpiarla. ¿Y qué me dices de haberte bebido su meada?

-Pues lo cierto es que me ha gustado mucho. Para qué vamos a mentir. Pero creo que debemos ser un poco más cuidadosos con las cosas que le hacemos ver a la niña, por su bien.

-Tienes razón, mi amor. Anda, sirve la comida, que ya es la hora.

Nos sentamos los tres a comer, como todos los días. La novedad es que Lali lleva puesto su plug.

-Papi, me ha gustado mucho verte jugar con mami a meterle tu pene en la boca. No sabía que se podían hacer esas cosas.

-Bueno, Lali. Los mayores tenemos costumbres que no conoces aún. Ha sido un pequeño descuido que nos vieras haciendo eso.

-Pero luego te la he limpiado y estaba muy rica.

-Lali, haz caso a papá. Simplemente nos hemos dejado llevar un poco por la situación. Como eres una niña tan guapa...

-Lo sé, mami. Os habéis excitado los dos conmigo. Ya no soy tan pequeña y todas esas cosas me causan curiosidad. Y lo que más me ha gustado ha sido la sensación en mis pezones cuando papi apretaba fuerte...

La niña señala sus tetazas con el tenedor en la mano. Su madre y yo la miramos extasiados. Nos sonríe y acerca los pinchos a uno de sus pezones, jugando con él sobre la ropa. Luego pasa al otro. Dada me mira con cara de no saber qué hacer con una hija tan puta. Yo estoy de nuevo empalmado. Agarro a Lali del cuello y pone cara de satisfacción mientras se clava el tenedor más fuerte.

-Así, papi, pégame, por favor.

Sin soltar el cuello de la niña, le arreo un bofetón. No tiene remedio. Se relame y coge de la mano a Dada.

-Mami, no te preocupes. Me gusta mucho llevar el tapón en el culo, y que papi me trate así. Además, quiero llevar siempre también el collar, será genial...

-Anda, Dada, tráeselo.

Cuando mi mujer vuelve, encuentra a la niña arrodillada entre mis piernas bajo la mesa, con mi polla clavada en su garganta.

-No se os puede dejar solos. Esto es lo que yo quería evitar.

-Anda, cállate y ponle el collar a nuestra hija.

El efecto del cuero apretado en el cuello de la niña le anima a objetualizarse aún más. Se afana con todas sus fuerzas en exprimirme la polla con su tráquea.

-Dada, agarra bien la cabeza de nuestra Lali, que aguante un buen rato.

Mi esposa se sienta a horcajadas sobre la espalda de la dulce niña y aprieta su cabeza contra mi barriga. Mientras Lali aguanta las arcadas y hace un charco de saliva en el suelo, descargo unos manotazos en las mejillas y las tetazas de Dada.

Saco estirándole del pelo la cabeza de nuestra hijita, que me mira con cara de ahogo y satisfacción.

-¿Lo hago bien, papi? Me gusta mucho mucho mucho...

-Sí, preciosa. Ahora poneos las dos juntas.

Dada levanta la camiseta de la niña, dejándole los melonazos fuera. Las dos están arrodilladas a mis pies. Sus tetorras chocan entre sí mientras se besan entre babas y se reparten mi polla. Tras correrme en sus caritas y su pelo, se dedican a limpiarse con la lengua mutuamente. Ahora el que tiene ganas de mear soy yo. Y las que tragan felices son las dos jovencitas de mi vida.

-Qué rico todo, papi. ¿Puedo dejar mis tetas fuera?

-Sí, pequeña. Me encanta verlas. Cuando jugamos, se te ponen los pezones preciosos.

-Sí, es verdad. Siento como si necesitara tenerlos más aprisionados...

-Dada, trae dos pinzas metálicas, de esas para papeles.

Pongo las pinzas en los pezones de la niña, que los recibe encantada.

-Buff, papi, así sí...

Ordeno a mi esposa que le ponga también el gancho de nariz e improviso unos cables entre éste y las pinzas. Le dejo a Dada mi móvil.

-Toma, mi amor, juega un poco.

Dada acciona los mandos de la aplicación, consiguiendo que la niña se retuerza entre orgasmos.

-Querido, creo que todos estos cachivaches le encantan a nuestra Lali. Casi me da envidia...

Dicho y hecho. Soy un hombre de recursos y en poco tiempo tengo listo otro juego de artilugios para Dada. He añadido unas pinzas de clítoris para las dos. En unas horas he pasado de darle un húmedo e improvisado beso incestuoso a mi propia hija, a tener un par de esclavas con mando a distancia. Pero la vida sigue.

Lunes. Lali, como todos los días entre semana, se va al cole. Pero esta vez lleva un kit de control a distancia, exceptuando el gancho de nariz, que muy a su pesar deja en casa.

-Papi, no sé por qué no me dejas llevar el gancho, si es genial.

-Ya te lo he dicho, caprichosa. Si te ven con eso puesto en el colegio, no les va a gustar. Las cositas bajo la ropa no se notan, y ya es bastante con que te deje puesto el collar...

-Ay, querido. La tienes muy consentida. No sé que dirán en un centro infantil al verla con él en el cuello.

-No os preocupéis. A las niñas nos gusta llevar cosas raras de éstas.

Activo la aplicación y madre e hija se despiden ofreciéndome su mejor espectáculo lésbico. Despido a la niña azotándole el culito y comprobando la humedad de su coño. Se aleja dando saltos de alegría, que hacen rebotar sus tetorras pinzadas.

Me quedo a solas con Dada.

-Querido, vaya fin de semana hemos tenido. Te agradezco mucho que me hayas preparado a mí también todo esto que llevo puesto. Es muy excitante. Y nuestra Lali se está empezando a hacer mayor. El uniforme del colegio le queda muy pequeño, ¿te has fijado?

-Claro que lo he visto, mi amor. Tenéis el cuerpo ya prácticamente igual las dos. Por eso te he hecho vestir con su ropita escolar de recambio. Es como si ella se hubiera quedado en casa.

-Jajaja, qué juguetón eres, "papi"...

La idea de mi esposa haciéndose pasar por nuestra pequeña me complace mucho. Le sigo la corriente.

-¿Qué quieres aprender esta mañana, hijita?

-Oh, soy tan inocente... Cualquier cosa será nueva para mí, "papi"...

Vuelvo a activar los gadgets. Por un momento, no distingo si tengo ante mí a mi mujer o a mi hija. Dada se estremece con las descargas. Me encanta verla con su cara deformada de cerda, igualita a la de la niña. Le engancho una correa al collar y la llevo a cuatro patas al salón. Allí pongo la grabación de las primeras pruebas. La vemos juntos, con orgullo de padres.

-Mira, cerdita.

Lali traga en la pantalla la mano de su madre, se pone su tapón por primera vez, masturba por instinto a Dada, me lame la polla...

-Qué buenos recuerdos, "papi". Mami aún creía que todo eso era malo para "mí".

Meto mi polla en el coño de mi esposa, pero los dos sentimos que estoy desvirgando a nuestra hija.

-¡Así, "papi"! ¡Más fuerte, soy toda tuya!

Decido que ya es hora de comprobar el GPS de la niña, de mi hija real. Pongo su tapón a vibrar. A los pocos minutos, aparece Lali, con la sorpresa de que viene acompañada de una rubia joven ciertamente bella, con un buen par de tetazas. A mi esposa le da tiempo de esfumarse para reaparecer sin el gancho nasal.

-¡Hola, papi! En cuanto me has llamado, he venido a casa. Esta es Dora, mi profe de mates. Acababa de terminar su clase y me ha visto salir del cole. Es muy amable y me ha acompañado.

-Buenos días, señor. No es nada, sólo que como Lali es muy pequeña, he creído que lo mejor era venir con ella.

Mi niña se mete en casa de la mano de su madre, e invito a pasar también a Dora.

-Oh, no se preocupe. Me vuelvo al colegio ya. Aunque tengo una curiosidad, si no le importa que se la pregunte.

Agarro a la profesora de la cadera y le obligo a entrar, con amabilidad. Ella no se resiste lo más mínimo. En un momento está sentada junto a mí en el sofá, tomando un refresco servido por mi esposa.

-Anda, dinos, ¿qué quieres saber?

-Me da un poco de vergüenza, señor. El caso es que Lali me ha dicho que lleva algo puesto con lo que usted le llama.

-Jajaja, pues sí. Se trata de un invento mío.

-Oh, ¿es usted inventor?

-Sólo en mis ratos libres, preciosa.

La joven baja la vista ante mi piropo y mira de reojo a Dada, que le sonríe. Agarro el muslo de Dora. Dada se sienta con nosotros y echa su brazo en el hombro de la joven. Dora se mantiene quieta, sin saber cómo reaccionar a nuestras muestras de confianza.

-Y... ¿y cómo funciona?

Entre mi esposa y yo, tenemos atrapada a la joven en el sofá.

-Bueno, es algo más o menos privado. La información no tiene que salir de aquí, porque hay personas que no aprobarían el procedimiento. Digamos que en esta casa somos algo liberales.

-Vaya, ya veo... No se preocupen, no me escandalizo fácilmente. Y si es un secreto, lo guardaré.

Dada acaricia el escote de Dora y yo le masajeo el muslo.

-Bien, si es así puedo contárlelo, ricura. ¿Sabes lo que es un plug?

-Creo que se trata de algún juguete sexual, como un pequeño consolador, pero anal... Por cierto, esto que me están haciendo, las caricias... Supongo que es lo normal entre ustedes...

-Sí, cariño, eres preciosa y mi marido y yo sabemos reconocer a la gente como nosotros...

-Relájate, Dora. Como te decía, he inventado un plug con GPS y se lo hemos puesto a la niña...

Acerco mi mano a la braguita de la profesora y aprieto un dedo en el agujero de su culito, indicando el lugar donde Lali lleva el localizador. Dora se deja meter mano, todavía algo tímida. Dada le agarra una tetaza bajo su ropa.

-Pero... ¿No es muy pequeña su hijita para jugar con esas cosas? Buff, me están ustedes poniendo un poco malita...

Mi niña aparece en la escena, tan pizpireta como siempre, con sus inmensas tetas rebotando bajo la camiseta.

-Vaya, papis, os dejo un momento con la profe y os ponéis los tres a jugar sin mí... Ya me he imaginado que estabais haciendo vuestras cositas cuando he visto que mamá llevaba su collar y mi uniforme de recambio... ¿Puedo?

Lali se acerca al grupo y se sienta en mi regazo. Acerca la cara de su madre, agarrándole del collar, y le besa, babeando por su barbilla. Dora las mira extasiada, mientras mi mano ya está masturbándola y le meto la lengua hasta la garganta.

-Vamos a celebrar que hemos conocido a tu profesora de matemáticas y es una tetuda de primera categoría. Besémonos los cuatro.

La profe se presta a la escena, cachonda perdida y sin detenerse a reflexionar en lo atípico del momento. Nos besamos todos a la vez mientras siento que una mano agarra mi polla, sin poder distinguir si es de mi esposa, de mi niña o de nuestra invitada, a la que tengo ya metido mi puño en sus entrañas. Me incorporo un poco y compruebo que es Dora la que sacude mi polla. Saco mi mano de su coño y le arreo una hostia en la cara.

-Dada, Lali, mirad. Esta chica me tiene agarrada la polla. ¿Qué os parece?

-Papi, no te enfades. La seño es muy buena y seguro que lo ha hecho sin querer...

-Es verdad, querido. ¿No te gusta que te masturbe esta jovencita tan atractiva?

-Lo siento si le he molestado, señor. Creía que le agradaría...

Dora me dice esas palabras con sinceridad y entrega, poniendo la otra mejilla. No puedo evitar darle un nuevo bofetón.

-Si quieres acceder a mi polla, tienes que pedirme permiso. ¿Entendido?

-Sí, señor. No volverá a ocurrir. Entiendo que en esta casa es usted el que decide, lo siento. En realidad, no sé por qué, me ha gustado que me golpease así. Es una situación rara, como si aquí el mundo estuviese al revés.

-Está bien, Dora, no te preocupes. Creo que mereces una explicación. Dada, Lali, desnudaos y poneos los ganchos también.

Mi esposa y mi hija muestran sus cuerpos adornados con los juguetes, juntas y de pie ante la profe y yo, que seguimos sentados en el sofá. Muestro la aplicación a Dora.

-¿Ves? con esto controlo los movimientos de mi hija y de mi mujer. Aquí activo el gancho y las tres pinzas de cada una, aquí modifico la presión del collar, y este es el botón de llamada de los plugs.

-No había visto nada igual en mi vida, señor. Agradezco su confianza. Pero creo que su hija es aún muy pequeña para experimentar todo esto, pese a que tiene el pecho tan desarrollado como su madre y yo...

-Seño, no soy tan pequeña. Papi, demuéstraselo.

-Que lo vea ella misma. Toma.

Entrego mi móvil a la profesora, que entra en el perfil de Lali y activa el plug. Mi niña se le acerca y empieza a comerle el coño. Dora se retuerce de gusto, y lanza una descarga al gancho de la niña, que le llega a la profe a través de su vagina. Mi esposa mira complacida la escena.

-¿Ves, Dora? Mi invento funciona a la perfección y Lali responde como una campeona. Actívale el collar también.

Lali siente el ahogo, que se suma a su poca capacidad de respirar entre las piernas de su profe y aumenta el ritmo de sus lamidos y mordiscos en su coño.

-Podéis correros las dos. Ven, Dada, quítate el tapón.

La joven y la niña se retuercen entre orgasmos compartidos. Mi esposa se sienta en mi polla, metiéndola en su culo, y las abraza a las dos. Dora y Lali se reponen y ayudan a que yo descargue en el intestino de mi Dada, acariciándome con sus tetorras y dejándose escupir y abofetear. Todo vuelve a la calma. Las tres tetudas descansan tendidas juntas en el suelo.

Dora se viste y se despide.

-Ha sido una experiencia muy interesante, señor. Ahora vuelvo a mi vida normal. Le agradezco que me haya dado su confianza. Lo que he vivido aquí excede las normas sociales, pero al fin y al cabo no he visto que usted violase a su hija, ni yo he sido penetrada.

-¿Te gustaría?

-¿Cuál de las dos cosas?

-Dilo tú...

-Una cosa es el deseo y otra la realidad, señor. No puedo negar que me encantaría ver cómo su padre desvirga a mi dulce alumna...

-¿Y ser penetrada por mí?

-Eso es imposible, por desgracia, señor.

-¿Por qué?

-Soy una mujer felizmente casada y fiel a mi esposa.

-¿Esposa? ¿Eres lesbiana?

-En realidad soy bisexual, señor. Y estoy enamorada de Puri, mi mujer. Ella me espera ahora para comer juntas.

-Pero te he metido el puño en el coño y te ha gustado.

-Por supuesto, señor. Ha sido fantástico. Y las hostias también.

-Bueno, quedas invitada a cenar hoy, y nos presentas a Puri.

-Se lo agradezco mucho, señor. Pero ella no es como yo. Le escandalizaría lo que pasa en esta casa.

-¿Pero le gustan las pollas?

-Le encantan, pero somos fieles y sólo follamos entre nosotras.

-Bueno, eso lo veremos. Esta noche a las nueve. Es una orden.

Mi hija se acerca a nuestro lado.

-¡Papi, papi! Yo conozco a Puri. Es muy cariñosa. A veces viene a buscar a la profe y me regala golosinas. Dice que soy la alumna del cole que más le gusta. Siempre me está dando achuchones y besos...

-Vaya, ¿has oído eso, Dada? Nuestra hijita se lleva muy bien con Puri.

-Sí, cariño, me parece que te ha tocado la lotería...

-Señor, me rindo. Esta noche estaremos aquí las dos.

-Así me gusta. Y no quiero remilgos. Espero que os vistáis como merece la ocasión. Tengo ganas de mear. Arrodíllate.

La joven se marcha con una mancha de humedad en el escote y la cara roja. No ha sido capaz de beberse todo y ha recibido nuevas bofetadas por mi parte.

-Adiós, querida familia. Señor, intentaré beberme todo la próxima vez. Gracias.

La puerta se cierra y mi hijita se muestra alborozada.

-Papi, la profe quiere que me desvirgues. Lo he oído.

-Pero hija, eres aún una niña.

-Haz caso a tu papá, Lali. Una cosa es que juegues con nosotros y con Dora, pero otra que tu propio padre te desvirgue. Conténtate con lo que tienes. Ya sé que te gusta mucho llevar puestas las cositas que inventa papá, y a mí también. Te ha dejado que se la chupes, que te corras, has disfrutado de sus bofetones, has bebido su pis...

-Es verdad, mami. Y también me gusta mucho que tú, con el permiso de papi, disfrutes de mis manoseos y mis mordiscos. Y lo de tragarme tu mano fue una pasada. Pero no renuncio a mi capricho. Me encantará que papi me meta la polla en mis otros agujeritos...

Mi dulce hija dice esto sosteniéndomela con su manita. Es un encanto. La tarde pasa plácida, conmigo reposando y jugando con la aplicación del móvil, que mantiene a mis dos bellezas muy activas, mientras preparan la cena para Dora y Puri. Cuando se acerca la hora, las llamo activando sus plugs.

-¿Llamabas, querido?

-Aquí nos tienes, papi, al momento...

La poca ropa que llevan es completamente indecente. Les digo que se quiten sus accesorios, excepto el tapón de la niña, y se vistan más recatadas para recibir a nuestras visitas. Una misión infructuosa: por mucho que se adecentan, su ropa no puede ocultar su aura de muñecas sexuales, y mucho menos sus melonazos. Yo también me visto más formal, y acudo a abrir la puerta.

Dora ha sido muy obediente, y se presenta enfundada en un minivestido blanco que le sienta de maravilla, realzando sus tetazas de profesora viciosa. Junto a ella, su esposa Puri, una joven morena de extraordinaria belleza que transmite serenidad, vestida con un traje chaqueta con minifalda y la blusa mostrando el canalillo de dos nuevas tetas increíbles, que añado con la vista a mi colección.

-Hola, señor. Soy Puri. Mi chica me ha hablado muy bien de usted y de su esposa. A su hijita Lali ya la conozco, es un encanto...

-Pero pasad, preciosas.

Cierro la puerta y las dos esperan de la mano a que les indique el camino al salón. Me las quedo mirando y me sonríen. Dora toma la palabra.

-Perdón, señor, pero no le he presentado formalmente a mi esposa... Como ya le ha dicho ella, se llama Puri. Es doctora en psicología y nos queremos mucho.

-Encantado, Puri. Un par de besos.

Beso a la doctora tetuda, apoyando mi pecho en sus melones. Luego también beso a Dora en los carrillos, como si no hubiese tenido su lengua en mi boca hace sólo unas horas. Separo sus manos con las mías y las llevo agarradas de la muñeca, una a cada lado, hasta el salón.

-Sentaos aquí. Pronto estará la cena. Os habéis puesto muy guapas, me gusta eso.

-Gracias, señor. Ya le he dicho a Puri que en esta casa se aprecia la belleza y no hay problema con mostrarla, ¿verdad, querida?

-Sí, cielo. Yo no me ponía este conjunto desde que tuve que hacer entrevistas de trabajo. Los empleadores me miraban embobados, como el señor ahora. Y tú no llevabas este vestido blanco desde que estuvimos en la playa. Me alegro de que aquí no haya problemas con algo tan superficial.

Puri es una mezcla de seriedad y sensualidad. Se nota que, por un lado, está reprimida, y por otro, se esfuerza en mostrarse liberal. Aparece mi hijita.

-¡Lali! ¡Qué guapa eres, mi niña! ¡Ven a abrazar a tu doctora favorita!

Viendo cómo se dan arrumacos Puri y Lali, comprendo las palabras de mi hijita. Está claro que la doctora se muere por los huesos de la niña. Dora y yo nos miramos cómplices.

-¡La cena está lista!

Mi esposa aparece con una bandeja y nos sentamos todos a la mesa. Mientras reparte, le presento a Puri y empezamos a cenar. Con el vino, Puri se anima a hablar, quizás más de la cuenta.

-Vaya, señor, sí que es usted afortunado. No quiero ser presuntuosa, pero nos hemos juntado cuatro bellas mujeres a cenar con usted. Y espero que le gusten los pechos grandes, porque aquí todas los tenemos... Ay, perdón, que hay una niña, es que este vino...

-No pasa nada, Puri. Ya soy mayor, y además tienes razón con lo de nuestras tetas. Es como si papi nos hubiera elegido a propósito...

Lali responde así a la doctora, mientras hace su numerito del tenedor en el pezón. Mi esposa me mira algo preocupada, pero Puri opta por el discurso médico.

-Vaya, Lali, veo que te gusta jugar a descubrir tu cuerpo. Eso que haces con el cubierto podría indicar ciertas tendencias futuras. Oh, señor, no sé si es correcto que hable en estos términos con su hija pequeña...

-Es muy madura, sigue, lo que cuentas es interesante...

-Gracias, señor. Decía que la niña quizás tenga algún impulso masoquista. Eso no es bueno ni malo, simplemente hay personas a las que les gusta sentir más intensamente. Sin ir más lejos, mi esposa Dora es de ese tipo, y disfrutamos mucho juntas explorando su tendencia.

-Mi esposa Dada también disfruta con un trato firme, es algo habitual, doctora.

Lali acerca el tenedor a Puri y le pasa los pinchos por un pezón, sobre la blusa. La psicóloga no esperaba eso y permanece quieta, simulando normalidad. Yo estoy sentado entre Dada y Dora, a las que acaricio los muslos bajo la mesa. Lali pasa al otro pezón de Puri, que se sonroja y abre su boca para respirar mejor.

-Y veo que tú también formas parte del club, aunque quizás te lo niegues a ti misma. Tus pezones no mienten: mi hijita los ha endurecido en un momento. Dime, ¿eres masoquista, igual que Lali, Dada y Dora?

-No lo sé, señor. Todo esto me está alterando mucho. Es como si necesitara sacar de dentro lo más sincero y oculto.

-Hazlo, no te reprimas más.

-El caso es que su hija, lo confieso, es un grave problema para mí. Desde que la vi por primera vez, con ese pecho tan desarrollado en una niña tan pequeña, no me la puedo quitar de la cabeza. Haría lo que fuera por ser suya. Lo sé, es absurdo, una psicóloga deseando estar al servicio de una niña. Les pido perdón a todos.

Mi hijita me sonríe y le clava a su admiradora el tenedor más fuerte.

-Bueno, puedo disculparte en nombre de tu esposa, de la mía y de mi hija, pero eso no quita que deba probar algo contigo para asegurarnos de tu condición...

-Le aseguro que no quiero nada malo para la niña, al contrario. Amo a Dora, pero soy de Lali.

-Puri, papi es quien decide. Por mí, encantada de que seas mía, pero mami y yo obedecemos a papi en todo, y así es como debe ser. Dora, Puri, ¿estáis de acuerdo?

-Buf, a mí todo esto me supera. Mi esposa Puri nunca había mostrado esa faceta, pero me gusta. Por mí, que se haga lo que quiera el señor...

-Yo haré lo que diga Lali. Ya he confesado que soy irremediablemente suya.

-Papi, ya las tienes, todas para ti. Mejor si empiezas por mi doctora, ¿no?

Mi esposa Dada está muy sorprendida de cómo avanzan las cosas. La niña se está comportando con una madurez inusitada, además de que le está masturbando celestialmente. Yo le saco las ubres a Puri y se las golpeo. Las hostias convierten a la doctora en una sumisa extraordinaria.

-Bufff, señor. Me encanta que me haga eso, ¡es increíble!

-Te correrás cuando yo te dé permiso, como el resto.

-Sí, amo.

Me pongo muy cachondo y mi hijita se percata, acercando sus piernas abiertas.

-Papi, yo también soy tu perrita, mira mi coño virgen, es para ti...

De un golpe se la clavo. El ambiente no es para menos. Las demás nos rodean a gatas. Me la follo un buen rato como un juguetito, sujetada por su madre, su profe y su esclava.

-¡Así, papi, por fin! ¡Úsame, más fuerte! ¡Soy tu funda de polla, tu vertedero de semen!

Esas palabras tan extrañas, en boca de una niña como Lali, me despiertan mi lado perverso. No sé de dónde ha podico sacar esos conceptos, pero ya lo averiguaré. Cambio mi polla de agujero y empalo la garganta de mi hija, mientras ordeno a Puri que le quite el plug y se lo ponga ella misma.

-Gracias, señor, ya me lo he insertado.

Envío a mi esposa Dada a por plugs, collares, ganchos y pinzas para todas. Se adornan y se postran ante mí encerdecidas, hasta que acabo descargando mi semilla en el coño de mi hijita.

Miro a las cuatro cerdas y me pregunto si es un sueño. Están mezcladas en un grupo pegajoso de mi semen, que sale del coño recién desvirgado de mi hijita, y se convulsionan entre orgasmos múltiples al ritmo de mi aplicación.

Todo vuelve a cierta normalidad. Nos hemos sentado a la mesa de nuevo y las cerdas ya están vestidas, aún adornadas con los juguetes. Dora toma la palabra.

-Señor, esta noche es muy especial para mí. He descubierto el secreto de mi querida esposa, he sido testigo de cómo su hija se prestaba voluntariamente a ser desvirgada por usted, y creo que yo ya estoy preparada para ser también ensartada por su extraordinaria polla.

-Muy bien, pequeña profe. Yo tenía mis reservas, como Dada, al respecto de iniciar a Lali en el sexo, pero vuestra presencia y las palabras de Puri me han acabado convenciendo de que es lo mejor. Pero me queda la duda de dónde ha sacado la niña todo eso tan excitante de la funda y el vertedero.

-Le confieso que he sido yo, señor. Los últimos meses, cuando Lali salía del cole y mientras esperaba a mi esposa Dora, he estado explicándole lo que les gusta a los hombres.

-Sí, papi, Puri me ha contado todo y he querido ofrecerte esas cosas por ser un padre ejemplar. Nada me gusta más que verte feliz, sabiendo que tu hija está a tu disposición para lo que quieras. Mami, espero que no te importe...

-Ay, hija. Sabes que yo también quiero siempre lo mejor para tu padre. Estas dos señoritas tan guapas nos están dando lecciones nuevas de vida con su visita, y yo no puedo más que estar agradecida. Y tú, maridito, hazle ese favor a Dora, no te hagas de rogar tanto...

Agarro a la profe por el cuello y me la follo, atendiendo a la sugerencia de Dada. Luego atornillo la garganta de Puri, con la ayuda de Lali, que se sienta a horcajadas sobre su nuca para cabalgarla. Dada y Dora se frotan los coños mutuamente, encantadas con la escena. La normalidad ha durado poco, pero vuelve, hasta cierto punto.

Me siento en el salón y las cuatro tetudas me sirven un café y me acompañan desde el suelo. Yo hago que se corran con mi móvil, a intervalos, para mantenerlas en buen uso, mientras vemos la grabación de la cena en el televisor. Llega la despedida.

-Señor, mi esposa Puri y yo le agradecemos la velada. Esperamos seguir en contacto con usted.

-Tenéis mi aprobación para eso, Dora. Y tú, Puri, ya no tienes que ocultar más tu entrega a mi hijita Lali.

-No lo haré, señor. Le serviré hasta el fin.

-Qué bien, Puri. Me encanta tener una perra, gracias papi. Pero Puri, y también Dora y mami, recordad que ahora las cuatro somos los objetos de uso de papi por fin, o sea que él es nuestro amo. ¿No quieres hacer pis, papi?

Mi hijita querida tiene razón. Antes de que las dos esposas se vayan, su garganta debe ser marcada con mi meada. Mi esposa Dada abre bien la boca de Dora, que esta vez sí traga todo lo que le toca, mientras Lali hace lo mismo con Puri, que deja escapar, como primeriza que es, algunas gotas. Su mujer Dora limpia los restos y se van, felices y adornadas con sus accesorios.

La semana comienza con una nueva normalidad. Dada ha asumido su papel secundario en la casa, y duerme en el suelo junto a la cama que comparto con mi Lali. La niña traga mis fluidos antes de vestirse con su uniforme de alumna para ir al cole. La despido con unas cuantas hostias, que me agradece, y me quedo a solas con Dada, que recibe encantada el resto de la paliza.

-Mi amo, las cosas han avanzado muchísimo en poco tiempo. Espero que todo esto le complazca tanto como a mí. No hace ni un año que adoptamos a Lali y ahora esta casa es como el paraíso. Gracias por todo.

-Te estás portando muy bien, mi cerda. Oh, mira. Nuestra hijita me envía una foto de Dora dándole clase. Fíjate, lleva el collar, qué encanto.

-Esa chiquilla se ha enamorado de usted, mi amo. No la culpo, claro. A mí me pasó lo mismo en cuanto lo vi. Y parece que nuestra hijita está en las mismas. Todo es amor alrededor de usted. Incluso la doctora Puri le adora.

-Sí, pero su favorita es Lali... ¿Crees que una niña tan pequeña e inocente sabrá llevar bien lo de tener una perra mayor que ella?

-Yo le puedo hablar por mi experiencia. Ahora estoy también a las órdenes de Lali en esta familia feliz, y todo funciona genial. La clave, creo, es que usted tiene el mando sobre las cuatro y lo ejerce con sabiduría.

Mi querida esposa Dada no se refiere sólo a mis inventos. Habla de mi efectivo poder mental sobre mis esclavas. La vida sigue y, como siempre, tiene dos partes: la privada y la pública. En mis experiencias de la primera, tres jóvenes y una niña tetudas me complacen en todo, con la agradable vivencia de que una de las chicas es mi propia esposa y la niña es mi hija. Respecto al lado social, una bella psicóloga ejerce en su despacho, una niña asiste a clase diariamente en una escuela infantil donde una dedicada profesora imparte matemáticas, y una amorosa esposa atiende a su marido en un bloque de viviendas.

Los pequeños detalles de esa cotidianeidad están ocultos o pasan desapercibidos, pero me mantienen vivo y feliz: las cuatro féminas llevan permanentemente sus collares de perra, sus pinzas y sus plugs electrónicos, y en cuanto comparecen ante mí en privado se transforman en cerdas con pinzas nasales, dispuestas a ser usadas, humilladas y degradadas por su amo.