Plenitud...

Todas las sensaciones al ser de alguien

La emoción, el cosquilleo de sentirte mujer, de buscar las prendas que te colocarás, el deseo de sentir las telas, las texturas, todo lo que te hace sentir traer ropa femenina.

Esa emoción de sentirte deseada por alguien, es hermoso.

Mamando, chupando, lengüeteando, ese pene con el que fantaseamos cada día, hasta que por fin tienes uno real enfrente, erguido, duro, caliente y escurriendo para ti.

Abrir las piernas, permitirle entrar en ti, sentir su fuerza, empujando, arremetiendo sobre ti, dejando cada fibra de poder en tu interior, tratando de entrar, de penetrar hasta lo más profundo de tus entrañas.

Ver tu pene, solo colgar, inerte casi muerto, al vaivén que impone tu hombre mientras te penetra ¡Que acto de mayor sumisión!

Sentarte en un mástil, erguido, caliente, desafiándote a cabalgarlo hasta desfallecer de placer, permitiéndote montarlo hasta llenarte de él.

Hincarte, ofrecerle tus nalgas, con la cara pegada al suelo, sumisa, obediente, entregando tu trasero al hombre que logro conquistarte, esperando su fierro dentro de ti, esperando que ese monstruo hinchado de deseo, abra tu puerta, despacio o duro, rápido o lento, no te importa, solo interesa que te haga suya, que te vuelva la mujer que siempre soñaste.

El palpitar de un ano penetrado, rojo, dilatado, aún, latiendo de pasión.

Sentir su miel brotando en tu interior, sentir explotar de pasión el pene que te ha dado felicidad, que te ha hecho mujer, que deposita su manjar, tu recompensa, por haberle dado ese placer, el escurrir de tan sabrosa miel entre las piernas, con una mescla de placer y morbo, saber que ya eres de alguien más, que le perteneces…