Pleasure & barber

Este es el cartel que colgaba de una barbería en Sevilla y que me quedé mirando sin saber si entrar o no.

Esa mañana muy temprano había llevado unos familiares a la estación de Santa Justa para que cogiesen el AVE hasta Madrid. Desayuné con ellos y luego nos despedimos antes de que accedieran al andén. Podía volverme inmediatamente, pero una vez que estaba en Sevilla quise aprovechar la mañana y decidí pasear por el centro.

Casi perdido por esas calles estrechas me fijé en un cartel que ponía: Pleasure & Barber , era una de esas nuevas barberías con estética anglosajona en lo que antes llamábamos peluquería, me fijé en su interior a través de un cristal serigrafiado con dibujos de objetos de peluquería y observé que los asientos y la decoración eran vintage (que dicen ahora) y era como si volviera a entrar en la barbería de mi pueblo cuando era un crio y que, precisamente, no guardaba muy buen recuerdo de cuando mi padre me llevaba a cortar el pelo y él aprovechaba para que lo afeitaran.

Me pareció que no había nadie y que, ya que no tenía otros planes mejor, podía entrar a cortarme el cabello, lo tengo rizado y ya me iba haciendo falta.

Al entrar, en una especie de barra, había un joven que me dio los buenos días y que me preguntó qué tipo de servicio quería. El joven parecía un poco amanerado, lo cual no me importa en absoluto, pero igual es que exageraba ese deje que tienen en su forma de hablar muchos sevillanos, con lo que seguramente estaba yo equivocado. En cualquier caso se veía atento. Cuando le comenté que quería pelarme me dijo que tendría que esperar como media hora, al hacerle observar que no había nadie, me dijo que el barbero estaba en la otra habitación con un cliente y que tardaría una media hora. Pensé en irme y dejar lo del corte de pelo para cuando esté en mi pueblo, pero el joven me preguntó mi nombre para apuntarlo en una especie de agenda y me dijo:

-¿Solo cortar el cabello verdad?

-Sí, y lavarlo.

-Si, eso está incluido en el corte, lo digo por el precio. Le anoto, serán 15 euros. Martín (supongo que el peluquero) le atenderá después que yo le lave la cabeza ¿Quiere usted esperar aquí o vuelve en media hora?

Me pareció que ya debía aceptar así que le dije que en media hora estaría de vuelta y me fui a tomar el segundo café de la mañana. Volví antes de tiempo y mientras esperaba me fijé en una pizarra donde ofertaban servicios extras con sus precios. Además de varios tipos de recorte de barba, había múltiples opciones de depilación, recuerdo que la depilación de genitales costaba 50 € y algo que me llamó la atención por 100 € que se llamaba Corte Naturista.

Pregunté al joven en qué consistía ese servicio y me contestó:

- Pues lo que dice ahí, corte …de cabello, claro; y naturista … de desnudo. Es que hay clientes que no soportan luego que algún pelo de los que cortan les quede entre la ropa y otros pues… porque…. vamos por el morbo, quiero decir.

Pues yo era del grupo del morbo. Me interesé si yo podía hacerme un corte naturista y mirándome a mí y a la agenda, donde tras de mí no había nadie mas apuntado en el día de hoy… me dijo:

-Pues supongo que sí. Para eso le tengo que consultar a Martin, no es por el precio, es por el tiempo. A ver si él tiene disponibilidad.

Al rato un señor como de 50 años vestido con una especie de pijama granate oscuro salió despidiendo a un señor trajeado. El cliente se acercó al mostrador y pagó y luego el joven habló con Martin y entonces éste me miró. Yo lo miré y tengo que decir que, a primera vista, me agradó su presencia. Vino y me saludó. Se presentó como Martin, el peluquero y me dijo que en un instante pasaríamos a la habitación interior para el servicio, cuando Silvio (supongo que el joven que me atendió) termine de limpiarlo. Después de preguntarme mi nombre, si era la primera vez y qué tipo de corte quería, me explicó que en vez de lavado de cabeza este servicio llevaba ducha antes y después del corte y que tardaríamos poco mas de una hora. Yo a todo afirmaba con mi cabeza. Así que para no parecer tonto y simple le alabé el gusto por la decoración del local y me atreví a hacer algunas preguntas ya de por sí obvias, pero por mantener una conversación mientras Silvio acababa.

- ¿Y le va bien el negocio?

- Vamos tirando, hay mucha competencia y hoy los jóvenes se pelan solos con las máquinas de cortar el pelo que venden. Pero con los otros extras llego a fin de mes.

-Sí he visto una carta de servicios muy completa.

- Mire usted, hoy los que vienen a pelarse son los menos. Muchos vienen a depilarse y la habitación del fondo la tengo yo preparada para ese menester. Es mas íntima y resguardada.

- Sí, la verdad es que hoy en día los jóvenes, será por moda o por deporte, no quieren pelos en su cuerpo.

- Jóvenes y no tan jóvenes. ¿Qué edad tiene usted? ¿42? Los lleva usted muy bien. Yo tengo 47 y hombres de nuestra edad y mayores también vienen a depilarse.

- He visto que hay distintas tarifas según qué parte del cuerpo, ¿no?

- Claro hombre, no es lo mismo las piernas que las cejas o las axilas. Pero ¿a que no sabe usted qué es lo que más me piden que les depile?

- Pues supongo que la espalda, a la gente no le gusta tener pelos en la espalda.

- También, pero sobre todo sus partes.

- ¿Los genitales?

- Sí hombre, se lo digo yo que lo hago casi a diario. Polla y cojones es lo que más quieren depilarse.

- Bueno le advierto que no me sorprende. En los vestuarios de mi gimnasio cada vez veo mas gente con sus genitales sin un asomo de pelos. Creí que se los afeitarían ellos.

-No, muchos van a que se los depilen. Es mas higiénico y cómodo. Y más gratificante vamos a decirlo.

- ¿Y usted mismo les hace la cera?

- Claro hombre. El negocio no da para otro empleado. Silvio sí porque alguien se tiene que quedar en esta parte cuando yo estoy dentro y, cuando salgo, él entra a limpiarlo todo, además de la limpieza se encarga de lavar las cabezas y llevar las reservas. Yo con todo no podría. Pero tengo que decirle que yo no depilo con ceras, ni con láser que es mas moderno, lo hago con máquina y cuchillas desechables. Eso se los aviso a los clientes.

- ¿Y así no duele?

- No hombre. Además, que después de depilarles los huevos y la polla les doy una crema hidratante para calmar la piel. Ninguno se ha quejado. Salen como si fueran bebés de aquí.

-Tendrá usted mil anécdotas de cosas que le hayan pasado.

-Si yo le contara… Ayer mismo uno se corrió mientras le daba la crema.

-Vaya… ¿Y qué hizo usted Martin?

- Pues qué iba a hacer. Esperar a que dejara de soltar leche y limpiarlo. Ni siquiera se disculpó o se avergonzó. Pero ya nada me asombra, cuando crees que ya no te sorprenderá nada viene otro cliente a pedirte cosas mas atrevidas, En fin, yo trato de complacer a todos. Al fin y al cabo al cliente hay que mimarlo y tratarlo con cariño para que vuelva.

En esto que Silvio nos avisa que ya está todo preparado, ahora que yo me estaba animando con los detalles que contaba Martín. El peluquero abre la puerta que lleva a la habitación interna y me deja pasar primero. Al pasar la puerta de cristal esmerilado me encontré con una habitación más amplia de lo esperado. En un lateral una camilla de masaje junto a un mueble con toallas y ungüentos, semitapada por un biombo con motivos orientales. Enfrente un taburete bajo y circular, en lugar del sillón barbero, frente a un gran espejo y un mueble y un carrito a juego, con todo lo necesario para cortar el pelo. Había varios focos de luz que incidían sobre él. Otros muebles y sillas se repartían por la habitación junto a dos percheros clásicos de pie; y a la derecha se veía un amplio plato de ducha rodeado de una mampara con una puerta de cristal que permitía en todo momento ver quien estaba en la ducha. Dentro tenía dos soportes con botes de gel o champú. Algunas lámparas de cuarzo daban luz tenue a la habitación.

-Yo suelo empezar el Corte Naturista dándole al cliente una ducha y así aseamos todo el cuerpo y lo preparamos. –me dijo Martin mientras me señalaba un perchero para colocar mi ropa. Ahora no era cuestión de sentir pudor, así que me empecé a desnudar mientras miraba una lámpara de cuarzo rosa cerca de mí.

Martín mientras había abierto el grifo de la ducha y colocado una silla en el plato, una vez que me vio desnudo me indicó que entrara y me sentara. Así lo hice mientras él procedía a desnudarse. Yo estaba de espalda y no pude verlo bien, pero enseguida puso sus manos sobre mis hombros y me pidió que ahora me relajara y lo dejara todo en sus manos.

El agua caliente cayó sobre mi cabeza. Le pedí a Martin que un poco mas fría, por favor. Él dijo que caliente abre mas los poros, que la última ducha antes de irme podría ser luego fría y me aguanté. Ahora sus manos esparcen el champú por mi cabeza y cierro los ojos para que no me entre nada. Masajea bien el cuero cabelludo con las yemas de sus dedos y luego empieza a enjabonarme el cuello y los hombros. No usa guantes ni manoplas. Directamente sus manos. Luego me hace ponerme de pie y sigue con pecho y espalda, en el giro una de mis manos se roza con su polla. Cada vez lo siento mas cerca, igual me enjabona el pecho mientras se apoya en mi espalda, que me enjabona la espalda apoyado en mi pecho. Ahora viene una sesión de enjuague y puedo abrir los ojos y mirarle a la cara.

Martín, todo mojado, se afana en ducharme detenidamente. Tiene restos de espuma por varias partes de su cuerpo, entre ellas en su vello púbico. Está circuncidado y su pene parece de buen tamaño. Tiene buen cuerpo este barbero, un poco de vello recorre sus tetillas y el vello púbico le sube hasta el ombligo. En piernas y brazos no tiene un vello exagerado. Coge mi brazo y los apoya en su vientre mientras lo recorre desde las manos hasta las axilas y lo enjabona. Lo mismo con el otro. Ahora me hace apoyar un pie en la silla y enjabona desde el pie hasta la ingle. Me roza los huevos que, a medida que aumenta mi polla, disminuyen de tamaño. Y ahora lo que no esperaba, mete la mano por la raja de mi culo y la pasa varias veces. No sé si abrirme y decirle que siga porque es muy placentero, luego me enjabona los huevos. Usa las dos manos pero está detrás de mi, con lo que se pega mucho a mi y noto la dureza de su nabo sobre mi trasero. A mi polla también le da un buen sobeo con lo que ya la tengo apuntando hacia arriba. –Es natural , me dice, -A mí no me han tocado y estoy igual . En efecto, también está empalmado. Una polla mas grande que la mia, ligeramente curvada hacia la izquierda. Creí que iba a dedicarse a refregar mas mi polla pero no, ahora me vuelve a aclarar con agua y cuando la corta sale y vuelve con una gran toalla que me echa por los hombros. Él lleva un albornoz.

Por encima de la toalla me refriega para secarme todo y utiliza otra mas pequeña para la cabeza y las piernas. No ha estado nada mal el principio. Ahora me lleva hasta el taburete, lo cubre con la toalla pequeña y me hace sentar.

- Un poco incómodo, le digo yo, no puedo apoyar la espalda.

- Es cuestión de acostumbrarse y va a ser por poco tiempo.

Y empieza a cortarme el pelo. Su nabo está mas relajado y lo tengo apoyado en mi espalda, a medida que se mueve, me va tocando con el nabo por los brazos y la espalda. Él sigue con el corte de pelo, a veces se pone delante de mi y sus testículos y polla los tengo a pocos centímetros de mi cara. Tiene los huevos colgones, uno mas alto que otro, pero perfectamente dibujados en el escroto y la polla, que ya he comentado que tiene una pequeña curvatura a la izquierda es mas gruesa que delgada, ¿15? ¿17 cm tal vez? No sé nunca acierto con las medidas de los penes. A éste se le notan poco las venas y su capullo es demasiado claro comparado con la piel de su miembro y demasiado estrecho comparado con su tronco. Desde luego, el glande no tiene forma de champiñón, sino de castaña.

Mi erección ha bajado un poco aunque tenerlo tan cerca y poder fijarme en él con tanta atención hace que se mantenga semierecta. Yo, de vez en cuando me la toco o me rasco los huevos.

Pero Martin, muy profesional, sigue a lo suyo. Ahora tras descargarme me pela con navaja de barbero como si fuera retirando capas por mi cabello, de esto me doy cuenta de tarde en tarde, porque incluso en el espejo le miro más a él que al corte que me está dando. Nuevo roce de su polla, esta vez con una de mis orejas. Me la pasa tan cerca de la cara que no sé si espera que me la meta en la boca en cualquier momento, aunque ha perdido su erección y ahora cuelga morcillona sobre sus huevos. levanto mi mano para tocarme los ojos, que tengo algún pelo entre las pestañas y le golpeo suave en los huevos. Le pido perdón . –No quieras desgraciarme –responde.

-Bueno, ¿qué le parece?

-Muy bien, Martín. Ha sido una experiencia agradable y satisfactoria.

-No hemos acabado todavía, hombre. Ahora le hidrato un poco con crema, tiene usted las piernas muy secas.

Y me hace levantar y con un gran cepillo de plumas me lo pasa, primero por los hombros y la cabeza, luego por todo el cuerpo, recreándose cuando me lo pasa por la polla . –Abre las piernas , me dice, y repetidamente me lo pasa por los huevos, la polla y la raja del culo. Es muy agradable y placentero.

Después me hace tender bocarriba en la camilla, se unta sus manos de un aceite oloroso (eucalipto, creo, aunque no le pregunto) y con movimientos enérgicos me frota las piernas, cuando se acerca al interior de los muslos sus movimientos se ralentizan. Ahora vierte el aceite directamente sobre mis genitales y los muslos. . –Abre las piernas, hombre, y relájate, cierra los ojos y disfruta con los sentidos. Con las piernas dobladas por las rodillas, Martín recorre el interior de mis muslos y mis ingles, noto como sus  pulgares me recorren el culo y presionan mi ojete. Mas aceite, y los pulgares presionando nuevamente, con tanto aceite uno se cuela por mi ano. –No, Martín, ¡ten cuidado! Me oigo decir. Y continúa masajeando el culo y el perineo, pero sin introducirme ahora ningún dedo.

Pasa a los huevos con una mano y con la otra me agarra el tronco del nabo. Mas aceite. Movimientos circulares y masturbatorios que hacen que mi pija alcance su máxima largura y dureza. En un momento dado noto sus labios. Alzo mi cabeza y miro y Martín chupa la cabeza de mi polla mientras no deja de sobarme los huevos y el perineo. Yo empiezo a hacer movimientos pélvicos, de aquí no me voy sin dejar en la barbería 100 € y la carga de mis cojones. ¿Qué hace ahora Martín? Me pone un preservativo y se sube a la camilla. Ahora su cuerpo está encima del mio, se refriega por mi, de rodillas, estando yo debajo agarra mi polla y la dirige a su culo, busca su esfínter y empieza a sentarse en ella. Suavemente, sin ningún esfuerzo, mi polla se introduce por su culo, milagros del aceite, y entonces empieza a cabalgar en mi polla, con ritmo (este hombre está realmente en forma), yo tengo mis manos en sus muslos y muevo también mi pelvis, quiero cogerle el nabo, pero no llego, lo único que hago es susurrar –Qué bueno, Martín, qué bueno, Dios como estoy . Y Martín también susurra palabras sueltas: - Asi, fóllame, toda dentro, más, qué rico, dame polla, más, así, sí sí, sigue, sigue más, fóllame, fóllame, eso es… Tras un rato en esta postura, siento que no aguanto mas y grito –Martín ya, me vengo, me vengo... Rápidamente se desclavó de mi polla al tiempo que me quitaba el preservativo y empezó a masturbarme mas rápido. Estallé en varios trallazos de semen que repartí entre mi cuerpo, la habitación y el suyo, todavía pequeños restos de semen salían por mi uretra cuando Martín cerró sus labios sobre mi capullo. ¡Dios, no podía aguantarlo! ¡Tenía el glande extremadamente sensible!, pero él no me soltó y me quedé muerto mientras su lengua terminaba de limpiar mi polla.

Mi tensión se había venido abajo, estaba sin fuerzas, Martín me besó suavemente en los labios y me dijo –Sin prisas, tómate tu tiempo . Y me dejó y se fue a la ducha. Cuando me bajé de la camilla y me dirigí a la ducha ya Martín estaba envuelto en su albornoz. Esta vez estuve solo en la ducha, solo el frio perdido del agua, me lavé a conciencia para quitarme cualquier resto de pelos, semen y aceite. Al salir Martín me envolvió nuevamente en una gran toalla y me secaba mientras me abrazaba. Quise darle las gracias, preguntarle si esperaba que yo se la chupara, si necesitaba también descargar, qué se yo, algo. Pero él, otra vez muy profesional, habló primero:

-Ahora cuando se vista ya puede usted salir. Espero verle nuevamente por aquí. A la salida le paga a Silvio.

Y empezó a recoger las toallas y los útiles usados.

Al salir me extrañó la inmensa luz de la calle, y es que todavía era por la mañana. Solo había pasado poco mas de una hora. Me dejé llevar por el ambiente de las calles sevillanas y entré en un bar, aunque ya había gente tomando vinos y cervezas, me pedí mi tercer café de la mañana.