Playas en serie

Estaba en la playa tomando el sol, y un grupo muy numeroso de adolescentes se interesó por mi mas de la cuenta.

Mi deporte es el ciclismo, cada día recorro grandes distancias, hago paradas para comer o merendar y sigo mi ruta, incluso a veces viajo sin rumbo hasta donde me lleven mis esfuerzos. En verano, suelo frecuentar una zona de la costa que es mi preferida, constituida por una serie de calas muy pequeñas en serie de las que casi nadie sabe su existencia y ubicación. El acceso a estas pequeñas calas está muy dificultado, no hay caminos ni señalización y además, el terreno que hay desde la carretera hasta las calas son propiedades privadas. Aquellas personas que han llegado hasta ahí lo han hecho por medio de embarcaciones, y los que lo hacen por tierra corren el riesgo de toparse con guardias civiles, toros o cabras de una ganadería cercana o con los mismísimos dueños de estas tierras. Lo curioso es que, a pesar de todas estas adversidades, visito a diario estas calas porque son paisajes preciosos, la arena es blanca y suave y las aguas cristalinas, y lo mejor, no hay nadie en absoluto que me moleste, tan solo se oye el mar y el ruido de las olas que llegan a la orilla, alguna vez hay una pareja de extranjeros viejos tumbados en sus toallas o alguna pareja de novios, pero yo como si no existieran, me estiro sobre mi toalla con los cascos puestos y a vivir. Nunca desnuda, lo máximo es el topless. A partir de cierto día mi paz y tranquilidad desaparecieron. Estaba sobre mi toalla boca abajo, leyendo un libro cuando alzo la vista y veo a tres hombres dirigiéndose hacia a mi gritando fuertemente, cuando los tuve cerca...: - ¿Qué haces aquí?, ¿eh? - me preguntó uno de ellos con mala leche. Cerrando mi libro y metiéndolo en mi mochila le dije - oye, si te molesta que esté aquí me largo, no hay problema. - ¡Claro que hay problema! - me gritó - Nadie puede venir aquí, ¡nadie!, ¡estoy harto de la gente se nos cuele...! (etc, etc) Mientras continuaba sermoneándome yo recogía mis trastos para "darme a la fuga", me dijo que si me volvían a ver me harían daño. Miedo no me dieron, asco si, por sus malas pintas, no quería estropear mi día de playa pedaleando 50 km. de vuelta a casa, así que me fui a la siguiente cala, que era más accesible que de la que me habían echado, pero la anterior poseía un paisaje más beneficioso para la vista. Me instalé y proseguí mi lectura, en el traslado de un sitio a otro perdí media hora buena. Una hora después aparecieron los mismos tipos pero acompañados, ahora eran más, cuando me vieron aligeraron el paso con aire de decididos y con cara de pocos amigos, esta vez "papá no iba a darme sermones, iba a darme un cachete en el culo". Cogí mis cosas a toda prisa y me puse a andar rápido mientras hacía señas con la mano para indicarles que ya me iba, pero ellos no detuvieron su marcha, más rápida que la mía, me puse a correr hasta llegar a la pared de rocas que me vi obligada a escalar, el acceso a la cala estaba en el otro lado pero tenía a aquellos detrás mío. Conseguí escapar, pero no me fui a casa, soy cabezota, me fui a la siguiente cala, no ocurrió nada a continuación, pero estaba nerviosa y en guardia, a la espera. Al mediodía me fui al pueblo más cercano, donde vive una amiga mía, a comer y dormir. Las dos somos bisexuales, esa noche hubo sexo, no voy a dar detalles porque es otra historia, otro relato, centrémonos en el de ahora. Al día siguiente bien temprano puse de nuevo los pies en la arena de la misma cala que la del día anterior, había el habitual matrimonio de guiris viejos con su perrito, y además había un grupo de adolescentes en el agua, los conté, eran siete chicos y una chica, a la cual estaban molestando, por lo que vi, le habían quitado la parte superior del bikini y se lo pasaban de uno a otro y ella trataba de recuperarlo, le daban palmadas en el culo y de vez en cuando le ponían la mano en un pecho. Agobiada, se quitaba manos de su cuerpo mientras intentaba coger la prenda que le habían cogido. De cada vez se atrevían más y más, eran muy gamberros, hasta que la chica recuperó su prenda y se fue corriendo y la perdí de vista en el pinar que había más arriba. Los chicos siguieron en el agua, jugando a la pelota, no me importó en absoluto y me expuse en topless boca arriba con los brazos y piernas extendidos al sol al que tanto quiero. Al cabo de un rato me eché al agua, luego me senté sobre mi toalla con las piernas dobladas apoyando los brazos sobre mis rodillas y centré la vista en el horizonte, en eso que se acercó a mi uno de los chavales del grupo antes mencionado. - Perdona, ¿tienes fuego? - me preguntó. Yo, sonriéndole, le dije que no, moviendo la cabeza. El chico volvió a preguntar. - ¿Está muy lejos el pueblo más cercano? - Pues más o menos que a ocho o nueve km., no estoy segura. - Joder... - exclamó en voz baja y mirando a otra parte - ¿Sabes de alguna parada de bus cerca de aquí? - Pues hay una a cuatro km., pegada a un hotel, yendo hacia el otro lado, ¿ pensabais haceros diez km. a pie? - le dije sonriendo. - Oye, pues íbamos a hacerlo, y menos mal que me has dicho lo de la parada, muchas gracias.- me agradeció. - De nada.- le dije satisfecha, había librado a unos jovencitos de una pateada de diez km., si es que yo de vez en cuando sirvo para algo. Me fije que mi joven amigo se había arrodillado a mi lado y sus amigos estaban viniendo hacia aquí. - ¿Eres del pueblo de esta zona? - me preguntó. - No, soy de la capital. - ¿Y cómo has venido? - En bici. - le dije-. - ¡Joder en bici!- exclamó otro chaval, todos exclamaron su admiración dirigiéndose unos a otros miradas atónitas haciendo comentarios como "qué pasada" y cosas así. - ¿Tu bici es aquella de color negro que está atada a un árbol más arriba? - me preguntó el mismo chaval. - Si, ¿te gusta? - Es súper buena mi hermano tenía una igual que tal y cual bla bla bla bla bla (batallitas y batallitas, a saber qué es verdad y qué no) - Debes poner de piernas unos músculos que te cagas. - me dijo el otro. Estaban todos de rodillas a mi alrededor. - Hay que estar en forma. - dije sonriendo. - ¿A ver?- me dijo el chaval de las "batallitas". Estiré una pierna y con sus dedos apretaba fuerte, como si quisiera rompérselos. Todos quisieron probar la dureza de mis piernas, por eso estiré la otra pierna, dejando sin protección mis senos que, inmediatamente, fueron el objetivo de todas sus miradas. - No me extraña que estés tan buena, - me dijo uno de ellos - si haces tanto ejercicio. - Oh, gracias.- le dije halagada. - De abdominales debes estar como una piedra, ¿eh?, ¿me dejas verlo? - No, déjalo. - le dije sin perder la sonrisa. Todos se pusieron de lo más pesado para que les dejara comprobar mis abdominales. Fueron de lo mas persuasivos porque finalmente accedí. Me eché sobre mi toalla y todos con sus deditos hacían presión sobre mi vientre, como si yo tuviera un teclado encima. La verdad, no me molestaba que hubiera siete pares de ojos observando mi moreno cuerpo casi desnudo, era divertido ver las caras de bobos que hacían sin darse cuenta, también pude ver que se tocaban con frecuencia su entrepierna a causa, digo yo, de la erección. - ¿Has venido con alguien? - me preguntó uno de ellos. - No. - ¿Tienes novio? - Si. - ¿Y porqué no ha venido él contigo? - Porque me ha apetecido venir sola, además de que si vengo con él ha de ser con coche y prefiero venir en bici. - Si quieres puedo ser yo tu novio hoy. - me dijo alegremente. - Lo podemos ser todos. - dijo otro, seguido de alborotadas risas, incluida la mia. Uno de ellos mientras me cogió las gafas de sol y se las puso. - No se que haría con tantos novios...- dije mientras reía. - Harías el amor con nosotros. -dijo el chaval que tenía mas cerca, yo me reí de lo que dijo, pensando en lo iluso que era, los demás no rieron, se quedaron en silencio mirándome fijamente. Decidí que ya era hora de cerrar el espectáculo que les estaba dando estando tumbada y me levanté para quedarme sentada, como estaba antes de que vinieran. - Oye, ¿las tetas te las podemos probar? - me dijo. Sonriendo le dije - no, eso no, lo siento. - Venga tía no pasa nada. - me dijo, mientras llevaba su mano hacia mis pechos, yo reaccioné apartando su mano. - Yo también quiero probar. - dijo otro, viéndome obligada de nuevo a apartar su mano. Los demás se animaron y llevaban sus manos hacia mis pechos, y yo apartándome manos de un lado y otro sin parar, todos riéndonos, hubo quienes me cogían el tanga y tiraban de él para soltarlo y así, varios tirones e insistentemente no paraban en su empeño de tocarme los pechos. Al no ver satisfecha su petición, dos de ellos me sujetaron de los brazos y me tumbaron, al ver que yo me oponía se añadieron más chicos y me sujetaron uno cada brazo y en cada pierna se me sentó uno. Me inmovilizaron. Como si fueran conscientes de su tremendo poder y dominio sobre mí, se quedaron mirándome, tranquilamente, recorriendo mi cuerpo con su mirada mientras yo me esforzaba por liberarme. - Esto no tiene gracia, venga, ¿me soltáis?- yo les decía. Pero ellos como que no me escuchaban. Los dos que estaban libres de sujetarme, empezaron a toquetear mis pechos, a sus anchas, probando lo blanditos que son y pellizcándome los pezones, luego pasaron a besármelos y a dar lametazos. Me asusté de verdad y me puse a llorar, no les veía capaces de hacer algo así y les provoqué intencionadamente. Automáticamente empecé a resistirme de nuevo al notar que me metía, uno de los dos, la mano debajo del tanga, es una sensación terrible que accedan a tu sexo sin tu consentimiento. Cuando halló mi sexo empezó hábilmente a masturbarme mientras el otro seguía tocando mis pechos. He de reconocer que consiguió excitarme, pese a mi rechazo a sus toqueteos. Mi sexo se humedeció en consecuencia, y mis pezones estaban enrojecidos por los magreos del otro, quien me masturbaba ya había adivinado que estaba excitada, pero yo me mantenía preocupada y no quería dejarme llevar. De pronto se detuvieron los dos, casi al unísono, al oír al viejo extranjero que se había percatado de lo que sucedía, lanzó un grito "de guerra" que se oyó por toda la costa y, blandiendo su escopeta submarina, se dirigió corriendo hacía donde yo estaba. Los chavales salieron pitando más rápidos que un rayo, como si en lugar de un viejo les persiguieran cien. El anciano me pregunto si estaba bien y si necesitaba atención médica, le dije que no, que muchas gracias y después de apartármelo de la vista, porque una cosa es que esté preocupado y otra que esté pesado, me fui a casa de mi amiga y le conté lo sucedido. Podría haber sido mucho peor, pero todo quedó en una chiquillada, una gamberrada.

Escribidme. Un beso a todos los lectores.