Playa, sol, arena, amor y mucho sexo

Tercera y ultima parte de mi experiencia con Rosita, solo que esta vez ocurrio algo inimaginable.

PLAYA, SOL, ARENA, AMOR Y MUCHO SEXO

Hola amigos. ¿Cómo están? Imagino que están bien, sin importar la hora y ni en qué parte del mundo me estén leyendo en este instante. ¿Se imaginan ustedes qué no daría yo en este momento por estar asoleándome? ¿Refrescándome? Playa, sol, arena, mujeres (hombres si se trata de mujeres) y sexo, son las características generales que definen a una playa cuando una persona la visita; en esta historia, el amor y el sexo ya estaba de mi lado aunque fuera de manera oculta, y se trataba de la mujer que cambió mi vida y le dio un giro radical en el plano sexual, una mujer que nunca olvidaré mientras viva: Rosita.

En esta tercera y última entrega de mis experiencias con Rosita, la historia comienza dos meses atrás luego de las experiencias vividas en la gira familiar, gira a la que fui invitado por su marido, se planificó y se coordinó todo lo necesario para asistir a una playa que ellos elegirían, y la playa elegida fue Camurí Chico. Camurí Chico es una playa ubicada en el litoral venezolano, en las costas del Estado Vargas, playa que se caracteriza por atraer personas de distintas latitudes, y no sólo de Caracas, sino de distintas ciudades de Venezuela, incrementándole al estado una de sus principales fuentes de ingreso como lo es el turismo.

Me emocionaba la idea de ir a la playa pues nunca había ido, yo solo la veía en fotos que tomaban o por televisión.

Clara me llamó desde la sucursal de la tienda de video donde trabajábamos en ese momento y me recordó lo del viaje a la playa.

  • Mira, yo te llamo solamente para recordarte lo de la playa. Mi papá quiere que asistas. No le vayas a quedar mal porque este es un regalo de cumpleaños que se le está haciendo a mi mamá.

  • No lo he olvidado.

  • Otra cosa: mi papá quiere también que vayas esta noche a la casa. No sé qué quiere hablar contigo.

  • Ok. Dile que iré.

Fui esa noche a la casa de Clara y José el viejo me explicó:

  • Ya son dos meses que dije que íbamos a ir a Camurí Chico. Yo le prometí una playa buena y allí la vamos a llevar. Si te pregunta no le digas a donde vamos. ¿Te puedo confiar ese favor?

  • Ok jefe.

  • Bueno pasa a la cocina que Clara y Rosita quieren hablar contigo algo.

  • Ok voy para allá.

No duró mucho la conversacion porque sólo iba a buscar unas películas que debía reparar, porque también arreglaba películas de VHS. Voy a la cocina y resulta que Clara ya me tenía lista la cena porque su madre le dijo que me diera comida. Me detuve un momento porque lo que vi en esa cocina me llamó poderosamente la atención. Era la primera vez que le veía las piernas a Clara, y debo reconocer que las tenía bastante bellas a pesar de que no usa vestido ni falda, porque no le gusta, mientras que Rosita me recibió en la cocina con una bata de casera tan transparente que se le veía todo: las tetas y sus picos que ya estaban parados de tan solo verme; y su corazón carnoso y jugoso pidiendo pelea; había aprendido la lección que se vería mucho más deliciosa sin ropa interior haciendo esto que mi verga se parara de un solo golpe. Seguro que si hubiésemos estado solos los dos la casa se hubiera quemado de la pasión incontenible que ella tenia guardada dentro de sí. Me sirven un plato de comida y casi enseguida Rosita se sienta a mi lado, mientras que Clara se fue al cuarto a buscarme unas películas que debía reparar.

Aprovechando que estábamos solos en la cocina me clava un beso profundo y procedió a saludarme como quien quita la cosa para no dejar malos pensamientos en el ambiente.

  • Buen provecho mi amor.

  • Igualmente Rosita. ¿Cómo te va?

  • Vamos a decir que bien, por no entrar en detalles.

  • ¿Y eso?

  • Ah, tú sabes, mucho trabajo.

  • ¿Vas a venir con nosotros a la playa?

  • Claro. Además es mi primera vez.

  • ¿Nunca habías ido a la playa?

  • No, nunca.

  • No te lo puedo creer. ¿Nunca has ido de verdad?

  • No mi amor yo nunca he ido.

  • Pues ya lo verás. Es bellísimo. Me imagino que te dijeron que ese es el regalo de cumpleaños que me van a dar.

  • Sí, ya me lo dijeron. Espero darte tu regalo ese día.

Las ultimas palabras que le solté la hicieron sentir algo en el cuerpo que, aprovechando que estábamos solos en la cocina, se sonrió de una manera picara y sin tapujos, me agarró y apretó mi verga que ya tenía rato levantada mientras comía y me dijo susurrante al oído:

  • Me basta con que seas tú mi regalo, además, conociéndote como te conozco, sé que me espera algo rico por allá. Sólo si tú vas yo te daré a cambio algo bien rico.

  • Claro que iré.

  • Eso espero, contestó.

Y terminando de comer me clavó otro beso mientras me mantenía agarrada la verga con sus manos a través del pantalón. Pero el momento fue interrumpido porque Clara me llamaba porque tenía dudas acerca de una película. Se acercó a la cocina.

  • Mira no entiendo cuáles son las películas que debes reparar

Yo le dije:

  • Las de acción.

  • Ya te las voy a buscar, porque te traje las equivocadas.

  • Ok.

Se fue nuevamente al cuarto, de manera que Rosita y yo no quedamos nuevamente solos, y fue tanto que había tiempo suficiente para devorarnos aunque fueran dos minutos. Pero yo no. A mí me encanta el peligro, de hecho yo amo el peligro, lo reconozco y sin embargo, los amantes del peligro también saben cuando pueden afrontarlo y cuando no. Y para mí ese no era el momento.

Como sabía que no podía volver a la cocina, me despedí de Rosita con un profundo beso y me fui a la sala donde estaba el marido; Clara me lleva las películas a la sala y me despido cuando José el marido me dice:

  • Trata de cuadrar el sábado para que no te lo descuenten.

  • Ok jefe. Ya encontraré la manera, le respondí.

Me fui a mi casa pensando en cómo cuadrar mi sábado. Hasta que se me ocurrió la forma ideal de cuadrarlo. La única manera era trabajar las horas libres suficientes para así pagar las horas del sábado, y así se hizo.

Le expliqué a mi jefe que era un viaje de trabajo y lo aceptó. Se cuadró todo lo necesario y trabajé hasta el viernes de esa semana. Cobré mi quincena y le entregué las llaves del video a mi jefe, quien iba a tomar las riendas ese sábado que no iba a estar yo.

Llegado el día viernes, concluyendo mi jornada laboral Clara me llamó y me preguntó:

  • ¿Por fin vas a ir a la playa con nosotros?

Yo le dije.

  • Claro que sí.

Clara me remató:

  • Ok. Recuerda que mi papá ya te compró tu botella favorita...

Ya el hombre sabía cuál es mi punto débil para aceptar una invitación. A Clara la respondí:

  • Muy bien, dile a tu papá que me dé por lo menos una hora para ir a mi casa y bañarme y buscar mi bolso. Ya lo tengo todo preparado.

  • Ok, me contestó.

Cerré la tienda de video, pues era el encargado en ese entonces, agarré un taxi y me fui a mi casa, tomé la ropa, un bolso donde iba a meter mi ropa y me fui a la casa de Rosita.

Cuando llegué a la casa de Rosita, ya su esposo me estaba esperando con una botella de White Label lista para que yo se la estrenara, sólo que esta vez se pasó: no compró unas botellas como las de la gira, sino que compró una caja entera como para dos días. Los dos días que íbamos a estar en la playa.

Ya estaban listos para salir y sólo esperaban por mí. Junto con ellos estaba Carlos el mismo que tiene la camioneta de pasajeros y era además quien nos iba a llevar. Ya la familia entera estaba lista para salir; la caja de whisky estaba enfriándose en la cava, y todo estaba en su punto y como decimos los profesionales de la seguridad, todo sin novedad, sólo que esta vez, algo sorpresivamente inesperado y adicional ocurriría en ese fin de semana que me dejaría una marca en mi vida sexual.

Como íbamos a la playa, no fue necesario vestirse tanto pero me sorprendió como iba todo el mundo vestido: Carlos y los dos José andaban con camiseta y bermudas; mientras que las mujeres no se quedaban atrás. Clara con una blusa muy ajustada a su cadera que parecían querer ahogar sus teticas que aunque no eran de gran tamaño son apetitosas y un short bien corto llamando la atención como queriendo decir que también ella da la pelea; mientas que Rosita sólo cargaba encima una bata oscura pero transparente, lo que indicaba que a través de cualquier luz se podía ver toda la figura de su cuerpo, y yo vestía un pantalón y una camisa playera sin llevar ropa interior. Inmediatamente sentí que debía descubrir si ella tenía hambre o no. Ya saben de qué.

Sin perder tiempo nos subimos en la camioneta y agarramos la autopista para llegar más rápido y así encontrar un lugar vacío en la playa para poder desempacar las cosas.

Apenas pasamos el peaje el viejo José me dice:

  • Prepárate ahí los vasos porque queremos gasolina.

Tenia que trasladarme hasta el final de autobús porque allá habían dejado todo; así que me tuve que trasladar hasta el final, agarrar todos los vasos, llenarlos con suficiente hielo y destapar la primera botella de la caja entera de whisky que José habia comprado. Los puse bien llenos para evitar que pidieran a cada rato.

Como yo era el único que no tenía a la mano un vaso, me serví igual como le serví a los otros en la camioneta; cuando procedo a tomar mi primer trago, Rosita se me acerca y como quien no quiere la cosa, me dijo al oído asegurándose que no la vieran:

  • Sírveme un vaso como lo sabes servir.

  • ¿A ti no te serví?

  • Sí, era mi vaso pero me lo quitó Carlos.

  • Bueno... Dame un segundo.

Quedaba un vaso adicional y le serví un vaso bien lleno hecho con amor, pero al momento en que le sirvo, sin querer tropecé las tetas con mi codo, y se las sentí muy carnosas, enormes y apetitosas, lo que me hizo pensar que no cargaba sostén.

Sin dudar de una vez le pregunté:

  • Seguro que no llevas sostén puesto. ¿Verdad?

  • No, y abajo tampoco...

Ya con eso mataba todas mis interrogantes de un solo tiro, y de golpe se me levantó la verga, pero se me levantó con tanta violencia que se me aporreó con mi pantalón porque no cargaba interior porque me fui como dicen aquí en mi tierra rueda libre.

No pude más y se lo solté:

  • Mi amor, la próxima vez que me digas que no cargas nada, avísame con tiempo, porque hiciste que mi verga se me parara de un solo golpe y se me aporreó con mi pantalón...

Rosita soltó una risa que me dejó mudo sin saber cómo responder. Se fue hacia adelante y por un rato me dejó solo allá atrás. Solamente me dijo:

  • Ay no. Tú y tus cosas...

Me quedé allá atrás en los últimos puestos para evitar que se cayera alguna carga. Ya tenían mucho rato que no me pedían whisky, lo que me hizo suponer que ya se acababan de acomodar en la parte delantera para acostarse, menos Carlos quien era el único que lo mandaba a pedir. Yo me tomé dos vasos casi seguidos para quitarme el cansancio cuando a la media hora Rosita me pidió otro vaso. Se lo sirvo y allí me le lancé a la aventura de una vez.

  • ¿Segura que no carga nada debajo de la bata?

  • ¿Por qué? ¿Quieres comprobarlo?

  • Para serte sincero, sí.

  • Entonces compruébalo.

Se puso frente a mí, agarrada en el tubo de la camioneta y sin riesgo ninguno que me vieran; pasé mi mano debajo de la bata ¡¡Y era verdad!! No sólo estaba rueda libre, sino que tenía su cucharota bien depiladita, porque no se le sentía ningún vello.

  • ¿Ya te diste cuenta? Yo no me caigo a pasiones, me dijo.

  • ¿Ah sí? Yo tampoco, le repiqué.

  • ¿A qué te refieres?

  • Yo tampoco cargo ropa interior, de hecho, yo no uso eso, le respondí.

  • No te creo. ¿Verdad?

  • Entonces compruébalo y convéncete por ti misma, - devolviéndole la respuesta que me dijo ahora.

Para comprobarlo, se sentó a mi lado izquierdo, donde no se podía ver absolutamente nada y una vez más la oscuridad de la camioneta nos ayudaba bastante. Con las dos manos, me desbrochó el pantalón, liberó mi verga que estaba lastimada de tanto estar parada y enjaulada, y palpó a los lados. Comprobó que yo tampoco cargaba ropa interior y se engolosinó. Me preguntó susurrándome al oído y apretándome la verga con fuerza:

  • ¿Y cómo vas a hacer en la playa?

  • Sencillo. Me pongo una bermuda.

  • No tonto. Me refiero a como me vas a devorar.

  • Ya lo verás.

Por el trayecto suave pero seguro de la camioneta y por las luces que logré identificar a lo lejos, pude deducir que estábamos pasando por Paracotos, lo que indicaba que aún faltaban una hora más para llegar a La Guaira. A estas alturas ya todo el mundo estaba suficientemente tomado y durmiendo menos Carlos quien era el que manejaba, y cuando nosotros estuvimos sentados, y estando seguros que nadie se iba a despertar, tanto la boca de Rosita como la mía se volvieron a juntar y nuestras lenguas y labios a apretarse, a la vez que nos comenzamos mutuamente haciendo un pajazo inolvidable. La entrega ya era total. Ya estábamos al punto de comenzar una noche loca de lujuria, deseo, pasión y desenfreno total. Sin dejar de cruzar nuestras lenguas y con los labios pegados, y sin dejar de pajearnos mutuamente, con una mano metía dos y hasta tres dedos en su ardiente cucharota a la vez que con uno de ellos rozaba mucho su clítoris, mientras que con la otra mano le apretaba sus tetas. Se las sentí tan grandes que mis manos no las podían abarcar y me encantaba que fuese así. Al cabo de unos minutos, luego de que mis dedos entraban y salían de la caliente caverna, sentí que le estaba llegando un enorme orgasmo porque en fracción de segundos, tenía la mano completamente llena de su jugo vaginal y porque me pajeaba con mucha fuerza; parecía querer romperme sin piedad alguna la raja de mi verga de la excitación que ya la tenía dominada.

Como recompensa por tan gigantesco orgasmo, tomé con mis manos todo el jugo vaginal posible que salía de ella y me lo llevé a la boca saboreándolo y chupándolo todo, y ella al verlo perdió la noción de sí, estaba poseída por la lujuria y el deseo que era ya incontenible.

Se colocó encima de mí besándome con frenesí y salvajismo. Comenzamos a comernos literalmente y en menos de un minuto fue tanta la lujuria que sentía a Rosita caliente y ya estaba lista para recibir mi mandarria.

Mis manos acariciaban y apretaban sus nalgas, a la vez que ella terminaba de aflojar y bajar mi pantalón sin quitármelo, y colocándose encima de mí me agarró fuertemente mi verga para llevársela a la entrada de su cucharota. La lujuria la había vuelto toda una experta y una vez que mi cabeza tocaba la entrada de su caverna, se dejó caer sobre mí y se la clavó de un solo golpe ella solita. A los dos se nos salió un gemido que por fortuna fue ahogado por la música del reproductor que tenia a un volumen considerable. Aunque ya todo el mundo estaba durmiendo y la música fue el impedimento para ahogar nuestros gemidos, ya nada podía impedir que Rosita y yo liberáramos nuestra verdadera identidad sexual.

Apenas me daba cuenta de lo que pasaba. No lo podíamos creer. Rosita y yo estábamos desenfrenados haciendo el amor en pleno trayecto de la Autopista Regional del Centro, por segunda vez en la camioneta de Carlos y todavía no habíamos siquiera llegado a Caracas.

Nos acercábamos al Hoyo de la Puerta, el peaje principal de la autopista que conduce a la capital, donde seguía el desenfreno y la pasión, ardíamos de placer; pero nos dimos cuenta que la camioneta había llegado al peaje porque Carlos le había bajado el volumen a la música y se dispuso a pagar el peaje, mientras que en el fondo de la camioneta Rosita seguía tragándose mi verga con su cucharota, pero no me di cuenta que de tanta pasión se nos olvidó cerrar la ventana, por lo que la muchacha que atendía en el peaje pudo visualizar nuestras siluetas en movimientos apasionados, mas no nos importó que nos vieran haciendo el amor como nunca lo habíamos hecho y lo seguimos haciendo hasta que volvió a lanzar otra montaña de orgasmos que bañaron por completo mi mandarria.

Recibida la nueva ola de orgasmos le dije:

  • Vas a sentir algo frío pero sé que te gustará.

  • ¿Y que vas a hacer?

  • Ya lo verás.

Aun estando clavada por mi mandarria, agarré un pedazo de hielo no muy grande y se lo pasé por los labios mientras que ella se movía frenéticamente; se lo pasé por las tetas y se alborotó mucho; y bastó para que se lo pasara por su clítoris y su cucharota estando todavía clavada frente a mí. Lo que me soltaba era algo indescriptible: fue tanto lo que acabó esta mujer, que creí por un momento que el Río Orinoco se quedaba loco de la inundación de orgasmos que recibía yo de esta mujer. Cuando no pudo seguir moviéndose por el cansancio, se pegó a mi cuerpo y me abrazó hasta apechugarme tanto que terminé bañado por el sudor de una mujer que sexualmente parecía desahuciada y abandonada.

Me asomé por la ventana porque vi muchas luces y me di cuenta que estábamos ya en Caracas porque pasábamos por Fuerte Tiuna. A la altura de Fuerte Tiuna yo aun tenía mucha resistencia e hice que se sentara encima de mí, pero ahora ella me daba la espalda y solo hizo falta que mi cabeza buscara la entrada de la caverna; lo demás entraría solo, y más cuando estaba totalmente mojado de los jugos que soltó Rosita.

Ella comenzó a temblar como exorcizada. En segundos consiguió llegar de nuevo. Era algo normal, estando tan caliente. Por el contrario, yo tenía aún resistencia, por lo que aproveché a penetrarla con fuerza. A los pocos segundos, comenzó a gritar de placer cosa que me asustó porque podía despertar a los demás pero me ayudaba la música que estaba a alto volumen, y seguí penetrándola con fuerza, hasta que mi verga ya no podía más. Le dije:

  • Mami ya voy a llegar.

  • Vente que te estoy esperando -, me contestó.

Rosita me brincaba con mucha fuerza hasta hacerme llegar y pude alojar en el fondo de ella unos cuantos misiles que inundaron por completo su caverna haciendo que se recostara totalmente hacia mí. Una vez recostada, seguía recibiendo mi espeso cargamento.

Con su voz entrecortada me preguntó:

  • ¿Desde hace cuanto tiempo no haces el amor?

Le fui muy sincero al confesarle:

  • No lo hacia desde la gira familiar. Yo estaba con mis pelotas a reventar, y además la última mujer con quien he hecho el amor eres tú. ¿Por qué?

  • Por nada papito.

Me abrazó con fuerza y me besó con mucha pasión.

Estuvimos allí abrazados un largo rato, sentada encima de mí con mi mandarria todavía dentro de ella, sintiendo mutuamente nuestros corazones acelerados latir al compás de ese elixir de pasión que acababa de suceder prácticamente al lado de su familia que estaban profundamente dormidos.

Pasamos los dos túneles Boquerones para llegar a La Guaira, preparé dos vasos de whisky y estuvimos hablando de muchas cosas distintas al amor, a la entrega total y al sexo.

Sin embargo, fue entonces cuando por primera vez Rosita se abrió completamente ante mí, internamente hablando y me confesó:

  • Necesito confesarte algo pero esto que no salga de ninguno de los dos

  • Dime lo que quieras mamita rica, de todos modos todo lo que me confieses yo te doy mi juramento que me lo llevaré a la tumba..

  • Tu me verás aparentemente contenta en este viaje pero me siento muy abandonada.

  • ¿Abandonada? No entiendo.

  • Mi matrimonio está pasando por problemas fuertes y crisis emocionales. Cómo te explico... Ya mi marido no me atiende como antes. Con decirte que la ultima vez que salimos estaba tan tomado que ni siquiera me tocó para por lo menos meterme mano.

  • No lo creo. ¿Tanto tiempo te tiene abandonada?

  • Pues sí. Pero ya no importa porque estás tú.

Por lo que estuvo explicando, pude deducir que las atenciones que estaba dejando de recibir de su marido, sin darme cuenta estaban siendo reemplazadas por mi afecto y mi cariño. ¡¡Con razón esta mujer estaba hecha un volcán!! No hacía el amor desde la gira familiar. Eso explicaba el abrazo que me dio minutos atrás. Confesado esto, se despidió con un largo beso y se fue a dormir.

Llegamos a Camurí Chico a eso de las tres de la madrugada y entre Carlos y yo decidimos bajar todas las cosas para no despertar a ninguno, de tal manera que cuando todo el mundo se despertara ya todo estuviese listo y preparado. Cuando Carlos y yo terminamos de bajar las cosas de la camioneta eran casi las cinco de la mañana. Ya era hora de dormir un rato para reponer fuerzas. No faltaba casi nada para terminar la primera botella de whisky y entre Carlos y yo decidimos terminarla con dos sendos vasotes para irnos a dormir porque estábamos ya bastante cansados (Carlos por el viaje y yo por haber hecho el amor)

Llegó el amanecer sin contratiempos y me desperté a eso del mediodía porque oigo el alboroto de playa, y si le sumamos la música a todo volumen, son factores que hacen que uno pierda el sueño para no recuperarlo.

Después de lavarme y todo lo demás, miro bien a mi alrededor. Nunca había visto tantos culos juntos en un solo lugar, mucho menos con tangas, hilos, y trajes de baño desde recatados hasta los más provocativos; en una palabra, era un inolvidable festín de nalgas que desfilaban por mis ojos que no daban crédito a lo que estaba viendo. Mi vista fue interrumpida por Clara quien me llevaba una sopa especial para levantar el ánimo.

  • Ay pero si ya te despertaste. Toma te lo mandó mi mamá.

Yo somnoliento todavía le pregunte:

  • ¿Que es eso?

  • Es una sopa levanta muertos, pa que se te pase la pea de ayer.

Se la recibí y contesté:

  • Ok gracias.

Y me la tomé.

Tomándome la sopa me di cuenta del enorme y bien cuidado cuerpo de Clara, que siempre esconde detrás de unos pantalones y unas blusas, pues su sola caricia causaba que se erizara y se le ponían los pelos de punta. Apenas vi a Rosita no se quedaba atrás: una blusa playera sin sostén ni brassiere, y unos shores bien cortos de moda en ese tiempo hacían que se viera divinamente provocativa. En este punto me di cuenta de un dato muy interesante: tanto la madre como la hija tenían bien depilada y afeitadita sus respectivas partes íntimas, si saben a lo que me refiero.

Como a la media hora, ya me sentía bastante bien así que decidí abandonar al grupo un rato y recorrer por primera vez la playa, la recorrí solo, la quise recorrer de punta a punta, desde las rocas que separan cada playa, hasta los medanales y me quedé bien chiquito cuando vi por vez primera el Mar Caribe. Ese mar que tanto habia visto y estudiado en libros, ahora lo tenía frente a mí. Me impresionó las enormes costas que abarca este mar. Seguí recorriendo y al final encontré a un señor mayor que estaba haciendo un pequeño pozo y me le quedé observando para lograr ver si entendía lo que estaba haciendo.

No aguanté más la curiosidad, me acerqué y le pregunté:

  • Oiga señor. Disculpe, pero me gustaría saber qué está haciendo.

El caballero me mira de arriba abajo y me preguntó:

  • ¿Es tu primera vez en una playa muchacho?

  • Sí, le respondí.

Luego de un silencio me responde:

  • Muy bien te lo voy a explicar. Yo nunca estuve de acuerdo con las cremas para el sol porque muchas veces tiene químicos que te hacen irrita la piel y no te protegen de los rayos del sol. Así que hago un pozo y cada vez que me meta en el agua de mar, armo un pozo le meto bastante agua y lo vuelvo un barro espeso, y después de volverlo un barro espeso me baño por completo de ese barro porque eso ayuda a contrarrestar las posibles irritaciones y quemaduras que puedas pasar.

Era un señor de muy poco hablar, canoso, le calcularía sus cincuenta años, pero muy cortés y educado en sus respuestas.

  • Entonces usted no cree en las lociones.

  • No, me contestó. – Otra cosa. Los sábados utilizo yo este pozo, y los domingos el primero que se meta allí. Aquí se respeta quien usa este pozo, y si lo estás usando nadie te usurpará tu lugar mientras lo uses.

A pesar que no creía mucho en ello además de ser algo muy extraño, aquello me dio una idea espectacular.

Me regresé a mi lugar con el grupo y ya el viejo me esperaba con un vaso rebosante de whisky y listos para rumbear. La tarde de ese sábado transcurrió sin novedad.

La novedad ocurrió a partir de la noche. La familia entera y yo decidimos ir donde un grupo de personas que se encontraban bailando calypso y cuando llegamos el baile estaba en un paso que consiste en pasar bailando por debajo de un palo, donde la única luz era una fogata encendida que hacía juego con todo. Había un grupo de personas adelante, nosotros estábamos justo detrás, José con su inconfundible vaso de whisky y Rosita estaban delante de mí, Clara y yo estábamos detrás de ellos, y Carlos se fue a otro lugar del grupo.

Yo por discreción me arriesgué al agarrar a Rosita por los hombros y hacerla bailar al ritmo de la música; acto seguido tomé a Clara por la cintura y hago lo mismo, pero hubo un movimiento que me paralizó por completo. De repente se sintió una brisa fría y Clara me agarra el brazo, esto a mi izquierda, a la vez que Rosita me agarraba la mano y me la llevaba a sus nalgas. ¡¡Y con el marido al lado!! Se me levantó el espíritu y yo no hallaba a qué lado irme, y como siempre, cuando hay un tumulto de gente muy agrupada hay mucha oscuridad y poca libertad de movimiento, aproveché la oportunidad que me brindaba la oscuridad y me guié hacia lo oscuro, y simulando seguir el ritmo de baile, me saque la verga y se la coloqué en las nalgas de Rosita que correspondió estrujándose contra mí. Yo no hallaba que hacer con Clara agarrándome del brazo y de la mano, y con Rosita restregándose contra mí, hasta que el milagro llegó cuando un negro local invitó a Clara a pasar por debajo del palo (no recuerdo cómo se llama ese paso), y ella se fue con el negro a pasar juntos por debajo de él. Pero me quedaba Rosita porque ese no era el momento, pero se dio cuenta que aquel negro había invitado a bailar a Clara.

Enseguida me preguntó:

  • ¿Ya el negro se llevó a Clara a bailar?

  • Sí, ya se la llevó, le respondí.

Con discreción y atrevimiento a la vez, me agarró la verga que ya estaba tan dura como el hierro, se abrió las nalgas y se la colocó entre ellas. Esta mujer está loca, pensé, porque en esa posición es imposible hacérselo y metérselo a una mujer a menos que uno tenga una macana de burro. Yo no quería metérselo, solo quería sentirlo, así que le terminé de abrir las nalgas como pude y se lo pude poner lo más cercano a la puerta de su cucharota.

Tenía un conjunto oscuro de playa (esos que se utilizan de noche) pero cuando sentí que por debajo no tenía hilo, ¡¡Me quedé loco!! Así que esto me hizo endurecer más mi verga que estaba por reventar de tanta dureza. Cuando se lo pude colocar me apretó y con el ritmo de baile hizo como si estuviese bailando, pero en realidad me estaba haciendo la paja con las nalgas. Pude sentirle su culo y su cucharota hervir, así que esto me dio un indicio que ya su primer orgasmo se acercaba. En cuestión de segundos sentí cómo de su caverna salían enormes chorros de jugo vaginal que lubricaban por completo mi palo. Me agarraba y me apretaba con fuerza mi verga con sus manos sin que su marido se diera cuenta, pues él estaba mareado y muy concentrado con su vaso. Con sus manos terminándome de mojar la macana y mi verga fuertemente agarrada y apretada en sus nalgas, me lo recostaba mucho hacia su caverna. ¡¡Quería metérselo!!

Yo no hallaba cómo realizar esta titánica labor. En la infancia una persona me enseñó que quien tiene mucha fe en las cosas uno las logra sin darse cuenta. Ese dicho no aplicaba para mi caso, hasta que José le dijo a Rosita ya bastante mareado:

  • Mi amor ya regreso. Voy a orinar.

Ese fue el chance que ella necesitaba. Apenas se retiró se volteó y dijo como retándome:

  • Ya te bañé tu palo. Haz tu discreción y como hay mucha gente alrededor sólo me la vas a meter para acabar.

  • Ok. Cuando vaya a acabar te avisare para echártelo todo adentro, porque orita eso es lo único que podemos hacer.

Yo no podía creer que me hablara de esa manera. Rosita siguió haciéndome la paja con las nalgas pero era difícil porque mi palo estaba totalmente bañado y húmedo del jugo, así que lo sacaba de sus nalgas y lo metía, como si me estuviera cogiendo con sus nalgas, hasta que en un roce leve con su caverna y su caliente jugo que lo estaba soltando de nuevo le dije:

  • Mami ya estoy a punto de acabar.

  • ¿Ya lo tienes en la puerta?

  • Sí.

Dicho esto, se inclinó un poquito y la verga entró como a ella le gusta; con fuerza y sólo en esta ocasión entró con un fin específico: soltar de inmediato una enorme erupción de semen que apenas al entrar reventó en lo más profundo de su ser, llenándole las piernas e inundándole su cavernota dulce y apetitosa. Luego de un minuto acabándole adentro, con mucha rapidez saqué mi verga de la cucharota de ella y la guardé así mismo quedándome con el perfume que emanaba de su cucharota. Aun dándome la espalda, me agarró y me acarició la verga a través del bermuda como señal de agradecimiento.

A partir de este momento, ya ella no sería la misma persona recatada y callada que conocí; ya no quería otra verga que no fuera la mía y si no la tenía, no comía nada. Había despertado a una nueva experiencia sexual, habia aprendido a hacer las cosas como a mí me encanta. ¡¡Se había convertido en una mujer muy liberal¡¡ Yo nunca la obligué a nada, y tenía miedo de haberla convertido en una adicta sexual porque ahora era ella quien me sorprendía a mí. ¡¡Y bien sorprendido!!

Repentinamente apareció Clara halándome de un brazo y me invitaba a bailar pasando por debajo del palo. Para distraer cualquier atención acepté su invitación y me fui con ella, pero no me di cuenta que Rosita iba tras mío, hasta que me tocó el turno de pasar. Hice mi paso de baile, me fui inclinando y pasé el palo pero tenía la mala suerte de tener el mío todavía levantado, y Clara se dio cuenta de mi palo levantado a través del bermuda cuando me incorporaba y no dejaba de ver mi palo levantado. Y lo más evidente fue cuando Rosita salía de su turno y a través de la fogata le brillaba el jugo que aun le chorreaba por las piernas.

Aquello me asustó porque creí que Clara iba a saber la verdad y para colmo regresaba José quien también se dio cuenta de mi erección y me preguntó ya balbuceando:

  • ¿Pana tú como que te tiraste a alguien?

  • Como que me tire no, me tiré a alguien-, mentí.

  • Verga tú si eres un perro.

  • ¿Y por qué?

  • ¿Y todavía me lo preguntas?

  • Sí, le respondí.

De repente se me acerca y me pregunta en voz baja:

  • ¿Quién fue la afortunada? Preséntamela.

Aquello me dejó helado (si supiera que fue con su mujer) pero lo supe burlar.

  • Era una tremenda negra bien caliente pero ya se fue.

Ya me quitaba un gran peso de encima, pero debía estar alerta para la próxima.

Terminó la rumba de calypso y nos dirigimos a la camioneta y a las carpas que se habían preparado para dormir y gozar en grande el día que quedaba de playa. Yo tenía clavada en la mente los momentos del calypso y no los podía sacar de mi cabeza, y aun los tengo como si me acabaran de pasar. Sería más o menos la una de la madrugada cuando nos fuimos "a dormir".

Y para rematar, el acontecimiento sorpresivo de esta historia que me terminó de enmudecer sucedió en la madrugada; sería más o menos las tres; lo calculé por la posición de la luna en ese momento. Una vez acostado en mi carpa sentí una mano agarrarme y acariciarme con suavidad mi verga dado que tenía la costumbre de dormir desnudo. (Y todavía duermo desnudo) Yo agarro esa mano confiado pero al agarrarla siento que es muy delgada para ser la mano que tanto conozco. Cuando volteo ¡¡Es Clara!! Me helé por completo. No sé qué la impulsó a ella agarrarme mi palo. Y para ser sincero no me veía haciendo el amor con la hija de la mujer que tanto me devoraba; traté de hacerme el loco haciéndome el dormido. No quería irme de la playa con la experiencia de haberme tirado a la madre y a sus espaldas a su hija.

Me volteé para hacerme el dormido con mucha efectividad, pero no me di cuenta que Clara ya estaba lista para darme la batalla. No me quedó otra alternativa de contestarle:

  • P... pero... pero Clara... ¿Qué estas haciendo?

Lo que me dijo me enmudeció.

  • Oí a mi papá decir que te tiraste a una negra y que la dejaste sin aire. Quiero que me hagas lo mismo que le hiciste a ella, y no me voy a ir hasta que me lo hagas, porque vi hace rato que tenías la verga bien parada y me dieron ganas de comérmela...

Me dejó sin palabras lo que me dijo. Acto seguido, me tumbó boca arriba, y me la comenzó a chupar; primero una parte, y luego se metió toda mi verga en su garganta. Menos mal que tuve la precaución de lavarme. Fue tanta la tragadera, que ella quería sentirse chupada, por lo que me puso sus nalgas en mi rostro. No me quedó otra opción que quitarle el hilo dental que cargaba y comenzar a meterle la lengua en su frágil cucharita y al cabo de un minuto, empezó a convulsionarse anunciando un orgasmo. Me recordaba a Rosita por la forma en que se convulsiona, y cuando llegó lo hizo llenándome toda la cara y la garganta de jugo vaginal. Hasta en eso era igualita a la madre; lógico, de tal palo tal astilla.

  • Quédate quieto, me dijo.

  • Ok, respondí.

Se echó hacia delante y dándome la espalda se sentó encima de mi macana que parecía ya un mástil. Primero fue con suavidad para mojarme completamente mi verga con el jugo que hace rato había soltado su cucharita, para luego ir metiéndosela poco a poco. Quise aplicarle a Clara la que Rosita me aplicaba a mí, pero al agarrarla por la cintura, olvidé que ella se ruborizaba tan solo con un roce, lo que ocasionó que ella perdiera el equilibrio sobre mi mandarria, se le fueran los tiempos, y se le fue completo excitándose el doble. Soltó un gemido que parecía un lobo herido porque se notaba que Clara tenía tiempo sin hacerlo, y a pesar que ella no era virgen se notaba que tenía largo tiempo sin sentir una mandarria en su cucharita. Apenas le fui acariciando las teticas le vino un segundo orgasmo más violento y más desgarrador que el primero haciendo que mis bolas se mojaran por completo.

Como no había llegado la puse en cuatro patas y se la emburré de un solo golpe. El emburramiento que le propiné la hizo llegar de nuevo hasta el punto en que mi mandarria buscaba su caverna por sí sola. Hasta que salió el pedido más insólito que me haya hecho una mujer.

  • Quiero que me des por detrás.

  • ¿Que tu quieres qué?

  • Que me des por detrás.

Aquello significaba que le diera por el culo. Yo nunca había hecho eso y me daba miedo romperlo, porque no es lo mismo el tamaño del miembro que entra por la cucharota de una mujer, que entra por el culo, por el tamaño. Como creyó que se lo estaba haciendo de la misma manera como a la negra que le inventé a su papá, se la metí en el culo de un solo envión.

Ahí sí era virgen, porque ella vio de todo y la hice ver de todo; desde las estrellas hasta el diablo. No pudo evitar soltar un desgarrador Aahhh que rompió el silencio a lo largo de la playa que había entonces. Mordió el paño con que se vino envuelta y dijo:

  • Sácamela que no aguanto.

Y trató de soltarse, pero yo la agarré por la cintura y se la afinqué aún más y le dije:

  • ¿Acaso no querías que te hiciera lo mismo que a ella? Ahora te la calas.

Ella paró y me dejó hacer, bombeé y bombeé, me dolía ya la verga de lo apretado que Clara tenía el culo, tardé mucho rato en llegar ya que era el cuarto orgasmo o el quinto que ella experimentaba y ya había perdido la cuenta, cuando ella me dijo:

  • Nunca me imaginé esto iba a ser tan rico aunque duele mucho...

Se lo saqué y aunque mi verga estaba hecha un desastre de tanto culo ella comenzó a chupármela, diciendo:

  • No creerás que me voy a dormir. Esta me la voy a desquitar.

Nos pusimos como el principio y me la estuvo mamando un largo rato, mi aguante era increíble aunque en ese momento ya no tenía fuerzas para seguir con la lucha. Después de varias mamadas llegué, echando toda mi leche en su boca. Me quedé loco al ver que Clara se lo tragaba todo, incluído lo que resbalaba por mi tranca. Nunca imaginé que mi compañera de trabajo fuera una mujer salvajemente liberada y sexual, igual a su madre. Después de limpiarme todo con su lengua, se colocó de nuevo su hilo y se preparaba para ir sin hacer ruido a la camioneta. Ya seria como las cinco por la colocación de la luna. No era exacto en la hora, solo la calculaba.

De repente y antes de irse a la camioneta, Clara me preguntaba:

  • ¿Cómo supiste que me gusta hacer el amor de esta manera?

  • Yo no sabía. Simplemente lo hice como lo sé hacer, le respondí.

  • Pero te me afincaste muy fuerte allá atrás, dijo.

Recordando la mentira que le dije a su padre, le respondí:

  • Querías que te lo hiciera como se lo hice a la negra aquella, y te complací. ¿O no?

  • Verdad que sí y aunque me dolió esto fue bastante rico, respondió.

Y diciéndome esto, se colocó encima de mí, me abrazó y me besó. Era la primera vez que Clara me besaba profundamente y con mucha pasión desenfrenada; para después retirarse a su lugar sin colocarse el paño.

Por fortuna Rosita no fue a buscarme, pero el acto con Clara ya estaba consumado. Si me hubiese ido a buscar no hubiera tenido fuerzas para responderle. Apenas se fue pude conciliar el sueño.

Siendo ya casi el mediodía yo me sentía muy mal porque me acababa de tirar a la hija de la mujer que me estaba devorando sexualmente. No quería saber nada hasta que se oyó la conversación de José con Rosita. No se oía muy bien hasta que Rosita se metió a la carpa donde dormía y me llamó:

  • Mira voy a recorrer la playa. Quieres venir conmigo

  • Ok. Déjame ponerme el bermuda...

Sería alrededor de las doce del día cuando Rosita y yo decidimos caminar por la playa. Hablamos de todo un poco, y que además le encanto la reacción en el calypso. Nunca se habia sentido así y me agradeció. Ya no tenía ningún tapujo y como José aun no se habia levantado por la pea que tenía, caminamos a una distancia prudencial cuando de repente sentí su mano tomar la mía. ¡¡No puede ser!! Caminábamos agarrados de la mano por la playa como si fuéramos novios, delante de todo el mundo y sin importar si nos vieran o no. Me di cuenta que ya no estábamos a la vista del grupo y se me ocurrió llevarla al sitio donde el viejo de ayer había hecho su pozo.

Llegamos al sitio y haciéndome el loco le pregunté:

  • ¿Quién habrá hecho esto?

  • No lo sé. ¿Pero que será?

  • No sé. Déjame ver-, le respondí.

Me agacho para simular que estoy palpando pero me hago el loco que no pise bien y me resbalo con intención para caer en el pozo, y caí en el pozo de barro... Era un barro muy espeso que me ayudaría si salía lo que estaba pensando. ¿Pero cómo hacer caerla conmigo? A mi solo se me ocurrió una idea y había una sola manera de proyectarla.

  • ¿Te sientes bien? Porque caíste bien feo.

  • No me puedo apoyar en nada. Todo lo siento resbaloso-, le contesté mientras me sacudía del barro.

  • Voy a darte la mano para sacarte de allí.

  • Ok, le dije.

Cuando me agarró la mano para sacarme encontré la solución: hacer que estaba pisando bien para pisar en falso y hacer de nuevo, solo que al caer la llevaría conmigo hasta el pozo. Era la única oportunidad de hacerle el amor antes de partir de nuevo a la ciudad. Cuando me haló para sacarme, ella patinó y al perder el equilibrio cayó conmigo en el pozo pero con la mala suerte de caer encima de mi barriga, lo que me dejó sin aire unos minutos.

Nos echamos a reír por la gracia ocurrida, pero de inmediato las risas cesaron y estuvimos frente a frente un instante. Me quedaba una sola cosa por hacer: agarré una masa de barro y con suavidad se la pasé por las tetas, y después se inició un juego en donde no importaba el mundo, no importaba si la gente nos viera, no importaba nada, más que ella y yo.

El barro no fue ningún impedimento para despojarnos del poco de ropa que cargábamos y así experimentar nuevamente un momento de entrega total, donde solo sentiríamos nuestros alientos, caricias, besos, abrazos, sentirnos mutuamente hasta más no poder. Y así empezó el juego en el pozo de barro donde la hice caer.

Estaba tan excitada que le había introducido mi dedo índice en la vagina. Mis pensamientos se habían hecho realidad, pero la situación era un tanto embarazosa para ella y todo su cuerpo se tensionó. Me di cuenta de su tensión de nervios y procedí a relajarla.

Saqué mi dedo índice de su cucharota y me lo llevé a la boca. A pesar del amargo sabor del barro lo chupé con tanto gesto de placer, que la puso mucho más excitada, y volví a llevarlo a la entrada de su húmeda y caliente cueva, solo que ésta vez le metí el dedo índice en la vagina y el dedo anular de la misma mano en el ano. Lo hice muy despacio y poco a poco, para que no sintiera mucho dolor. Acostada boca arriba, recosté mi cabeza entre sus piernas y comencé a chuparle el clítoris al mismo tiempo que mis dedos bombeaban sus dos agujeros.

Su primer orgasmo no se hizo esperar. A pesar del barro que se alojó también en la cucharota eso no impidió que encontrara delicioso el jugo saliente de la caverna de ella. Seguí moviendo mis dedos y mi lengua aumentando poco a poco la velocidad. Ahora ya era un volcán incontenible, y además de su lengua también entraron en juego sus labios. Me estaba almorzando y mamando una cucharota como nunca le había hecho a una mujer, y por eso me obsequió con otros dos orgasmos casi seguidos y abundantes. Cada vez que llegaba su vagina segregaba una considerable cantidad de flujo blanquecino y espeso, pero yo, lejos de darme asco, me lo bebía con frenesí y seguí lamiendo y chupando como si fuera la vitamina que me salvaría la vida. El mejor almuerzo que es muy difícil que vuelva a probar.

Cuando terminó de llegar fui aminorando la velocidad de mi lengua y le saqué los dedos poco a poco. ¡Ya estaba a punto de caramelo!. Me incorporé de entre sus piernas y me tumbé a su lado. Ambos nos quedamos mirándonos a los ojos durante unos segundos, y después nos besamos en la boca como dos colegiales en celo. Las lenguas se entrelazaban e intercambiaban saliva mientras escrutaban hasta el último milímetro de encías y paladar del otro.

Sin dejar de besarnos me palpaba con una de sus manos mi pecho. Después de mi pecho me agarró delicadamente mis bolas con la mano y me los masajeó lentamente. Yo por su parte le acariciaba las tetas y los pezones con una de mis manos, mientras la otra se ocupaba de nuevo de su raja. Ahora su mano subía por mis huevos buscando mi verga.

A pesar de lo manchado que estábamos por el barro, pensó que era el momento de dejar de masajearme las bolas y dedicarse un momento a mi verga subiéndomela y bajándomela con la mano. Más tarde su lengua empezó a recorrer mi tronco, desde las bolas hasta la punta, de arriba abajo, y de abajo arriba, varias veces, mientras le miraba a los ojos con gesto de perra en celo.

Mi verga se fue poniendo más y más dura, y mi glande palpitaba de deseo. Se la metió en la boca poco a poco hasta encajar su capullo en su garganta; escupió primero los restos de barro alojado en el palo para disfrutar y gozar su acción. Luego empujó con cuidado para tragarla y conseguir meterse aquel tallo, hasta que las bolas golpearon su barbilla. Comenzó a masturbarme sacándola y metiéndola paulatinamente. Después se la sacó de su garganta y me chupó el capullo a conciencia, recorriéndolo en círculos con la punta de mi lengua, y sorbiéndolo con sus labios al mismo tiempo. Yo me retorcía de placer en el barro, al igual que antes había hecho yo con ella.

Después de mamármela un buen rato, ella se arrastró y se colocó encima de mí. En esa posición comenzó de nuevo a meterme la lengua en la boca a la vez que mi palo encontraba la caverna húmeda y profunda sin que fuera necesario colocarlo en la puerta; es como si mi verga hubiese cobrado vida. Su cuerpo estaba inmóvil encima del mío. Mientras degustábamos nuestras salivas comencé un ligero movimiento de caderas para que mi verga comenzara un baile con su vagina. En cada movimiento de mi cadera subía el culo unos milímetros más y podía notar la presión lateral que ejercía su rabo.

Nuestras lenguas adquirieron un ritmo frenético y nuestras glándulas salivares no daban abasto en su producción a la vez que estábamos entregando nuestros órganos sexuales sin noción de tiempo y leyes. Nos estábamos bebiendo nuestras salivas literalmente. Sus pezones se clavaban en mi pecho y su culo subía cada vez más, hasta llegar a entrar profundamente en su cueva carnosa, pero de nuevo bajaba sin permitirle sobresalir mucho, abrazando mi palo entre sus labios vaginales.

En un momento dado, presos de un deseo y un ardor irrefrenable, alzó su culo un poco más, hasta notar que lo levantaba por encima de mi palo, el cual, por su anatomía propia se desplazó hacia la entrada de su hirviente cueva. Ya mi mandarria la tenía tan dura y ella se había alzado tanto que al bajar su culo de nuevo, mi glande se clavó en la entrada de su culo y, sin más ayuda de ningún tipo, se metió en su culo hasta que los huevos hicieron tope. ¡De un solo golpe se había metido hasta el fondo!. Se nos escapó un grito aterrador de dolor pero también de placer. Nunca pensé que todo aquello le cupiera dentro, pero, a medida que me apretaba con su culo, me hacía arder mi palo pero con placer..

En esa posición, sin dejar de comernos la boca, comenzamos a follar muy despacio. Mi verga aunque adolorida entraba y salía sin piedad. En el movimiento ascendente de sus caderas mi capullo llegaba a salirse de su culo, pero su dureza lo mantenía en el mismo punto, de tal forma que en el movimiento descendente se volvía a introducir hasta los huevos. Una y otra vez. Dentro, fuera, dentro, fuera.

Le agarré el culo con ambas manos y empecé a aumentar el ritmo de su mientras le decía:

  • ¡Mi amor tu culo me aprieta mucho mi verga y aunque me duela te lo voy a hacer como jamás te lo haya hecho nadie, ni siquiera tu marido!.

Pronunciarle esas palabras me dio mucho miedo, pero resultó en un efecto muy positivo porque aquello desencadenó orgasmos a millón. Trataba de aguantar sin llegar y el dolor me ayudaba a tal ritmo, que la hice llegar como cinco orgasmos seguidos. La volví loca, y además tenía toda la razón.

Ya Rosita se había convertido en una mujer muy liberal que se había abierto a una sexualidad nunca antes conocida por ella, a tal punto que ella me había ofrecido el culo sin yo pedírselo.

  • Papito ya soy tuya para siempre, mi culo es mi tesoro más preciado y te lo estoy dando a ti. Recuérdate que te dije que

yo te daría a cambio algo bien rico

y es mi culo porque jamás mi marido había conseguido hacerme disfrutar tanto como lo estás haciendo tú-, confesó mientras le bombeaba.

Sus palabras hicieron que se me erizaran todos los pelos del cuerpo. Sin parar de bombearle aumenté con fuerza el ritmo porque quería llegarle en lo más profundo de su ser, hasta que se acercaba el momento de llegar dijo:

  • Avísame cuando vayas a llegar.

Aquellas palabras me aceleraron mi llegar, pero un brinco fuerte me hizo gritar de dolor y placer y retorcerme, y ese brinco me hizo aguantar un rato más.

Cuando miré el reloj pude comprobar que llevábamos haciendo el amor prácticamente toda la tarde. Nuestros cuerpos estaban totalmente cubiertos de barro y sudor, y nuestros sexos desprendían el típico olor de los animales en celo. Se la saqué del culo para ponerla en cuatro patas sobre el barro y entré por detrás de un solo golpe y con la misma fuerza y ritmo del primer minuto. Soltó un gemido de placer y se restregaba con tanta fuerza contra mí que creí que me quería arrancar las bolas y mi palo de una vez. Yo ya estaba al borde de perder el conocimiento de la pasión, pero no me importaba, estaba disfrutando del culo de Rosita como nunca. Lo dije antes y lo seguiré repitiendo. ¡Qué hembra tenía al frente mío!.

Cuando volví a metérsela entera por detrás comencé a masturbar su clítoris con habilidad lujuriosa. Al cabo de unos segundos y sin dejar de bombear le arranqué el último orgasmo entre gemidos y enviones. Rosita sintió que era mi momento de llegar porque notaba mi glande palpitar dentro de su culo, señal inconfundible de que mi eyaculación era inevitable.

No se había equivocado.

  • Mami ya voy a llegaaaar...

Se lo sacó de su culo con urgencia y, dándose la vuelta, se la metió en la boca. Con media macana dentro de la boca, que ya era bastante, me masturbó con fuerza hasta que comencé a respirar con dificultad, a apretar los dientes, a agarrarle con fuerza las nalgas a pesar que el barro no me dejaba, y a mover la cabeza en ambas direcciones.

Ya no pude más. El primer chorro descargó con tal fuerza y abundancia de semen, que se fue directamente hasta el fondo de su garganta. Luego otros tres chorros más, y otro, y otro, y otro más. Ahora era yo un volcán incontenible. Finalmente se la sacó de la boca y, con otros apretones más de su mano, me sacó los últimos cartuchos que cayeron alrededor de mi palo, que no perdió tiempo en llevárselos a la boca.

Me tiré en el barro totalmente agotado mientras que ella con la boca rebosante de aquel preciado elixir que salía de mí, me miró fijamente a los ojos, y se tragó todo relamiéndose de gusto.

Desnudos sobre el barro y exhaustos, seguimos besándonos y acariciando nuestros cuerpos durante unos minutos más. Habíamos hecho el amor con tanta pasión y con una entrega total durante prácticamente toda la tarde como nunca antes en nuestras vidas, pero tendríamos que volver al grupo donde se quedó su marido y compañía, no sin antes meternos al mar para quitarnos el barro que había rodeado nuestro cuerpo.

Cuando regresamos por distintos caminos Clara tenía mucho rato buscándome y Carlos buscaba a Rosita, los dos metimos sendos embustes cada uno por su lado que nos sacaron las patas del barro, como decimos aquí a la frase de salir de apuros; ya estaba todo recogido y montado en la camioneta para devolvernos a casa.

No fuimos bastante tarde de la Guaira, mientras que en el camino nos tomamos la última botella de whisky que quedaba y cuando vi el reloj eran ya las seis de la tarde. De una u otra manera todos volvimos a casa bastante agotados, pero yo el doble, porque regresé en dos partes, o mejor dicho, dentro de dos mujeres: una parte de mí se la había tragado Rosita en esa entrega inolvidable de la tarde, y la otra estaba dentro de Clara quien en la madrugada me sorprendió por completo con su manera de amar. Clara necesitaba ser amada y deseada, sexualmente era una mujer muy liberal en potencia igual a la madre, pero no era yo el indicado para ello. Simplemente pasó, como a veces pasan cosas en la vida que no tiene explicación alguna.

A los quince días del viaje a la playa, el marido vendió la casa para solventar problemas familiares y se fueron de la ciudad. Clara siguió trabajando conmigo en el video, pero no se tocó en ningún momento lo ocurrido en La Guaira dentro del trabajo. Inesperadamente, días después de vender la casa, Rosita me llama al video.

  • Mi amor, eres bienvenido en mi nueva casa para cuando me quieras devorar completa como me devoraste con todo y barro. Pero recuerda que debes darme tiempo para solventar mi problema sexual con mi marido...

Aquello me hizo pensar que las relaciones intimas con José habían terminado. Ya era un hecho la separación de cuerpo. Sentí un nudo en la garganta y un sentimiento de culpa al saber que en parte, soy responsable de la destrucción de un matrimonio pero a la vez, si no hubiese conocido sexualmente a Rosita, quizás estos encuentros con ella que he compartido con ustedes nunca se hubiesen suscitado.

Hoy en día no he vuelto a saber de Rosita, no sé nada de ella, tengo alrededor de nueve años sin saber de su vida porque al mismo tiempo me ocurrieron dos cosas negativas: fui expulsado de la tienda de video para la cual trabajaba y después el haber conseguido un empleo fuera de mi terreno y de mi ciudad, fueron causales que me obligaron a perder todo tipo de contacto, pero sí vi recientemente a Clara, ahora trabaja actualmente en una venta de celulares y veré si logro sacarle información de donde están viviendo ahora. Apenas la vi sentí que sigue siendo una mujer muy liberal sexualmente en potencia. Si me da tiempo, le visitaré para de alguna manera sacarle un pequeño indicio de cómo volver a verla de nuevo.

Les aseguro que quizás no vuelva a tropezarme con una mujer tan caliente como Rosita. He tenido la mar de experiencias con mujeres de todos los estilos y clases, pero en realidad ninguna llegó a romper las barreras ni llevarme al limite sexual y superarlo como lo hizo ella. No ha nacido la mujer que supere los altos índices de amor y sexualidad como los que tenía Rosita. Es difícil que aparezca otra, mas no imposible.

Hoy en día extraño y me hace mucha falta la manera en que nos devorábamos. Espero volver a saber de ella porque algo me dice que ella también quiere volver a saber de mí.

Y a todos aquellos en cualquier parte del mundo que han disfrutado de esta lectura, les recomiendo por experiencia que si ustedes tienen a alguien así no lo dejen ir por nada del mundo, porque después no saben si al dejar ir a esa persona pierden una parte de sus vidas, como me pasó a mí. De corazón se los recomiendo y aconsejo. ¡¡No dejen y no permitan que por las distintas restricciones que impone y exige la sociedad se les escape la posible única oportunidad de hacerse sentir y sentirse como son!!

Espero sus comentarios.

assangar@yahoo.com