Playa nudista + calor + mirón + sexo = el paraiso
Que buena es (y está) mi mujer Elena, que no permitió que aquel joven mirónn se quedara a medias.
En vacaciones de verano, como cada año, viajamos para pasar unos de días en Fuerteventura. Es un lugar que nos parece ideal para desconectar absolutamente de todo y dejar salir de nuestro interior ese animal salvaje que todos llevamos dentro, y que en nuestro caso es el lagarto, pues nos gusta tumbarnos al sol, respirar y poco más. Vale, muy salvaje no es, pero es lo que pega en esas condiciones.
Como el lagarto, somos animales de costumbres (el National Geographic da mucho de si, eh?), siempre vamos al mismo hotel, en el sur de la isla. Y es que a pocos metros hay una playita con zona nudista que además tiene acotados algunos huecos hechos con cantos que hacen de parapeto para cuando hay viento y, de paso, da mucha intimidad.
Llegamos temprano al hotel y tras cambiarnos y deshacer el equipaje, nos fuimos a ejercer de saurios en esa playa. Tuvimos suerte, pues pudimos pillar uno de los huequitos altos, de forma que por encima de nosotros solo había uno más, pero ocupado. O sea, que solo los de ese sitio podían vernos, y gracias a las piedras solo si se levantaban, ya que el resto estaba más abajo. Prenda de ropa a la vista para que los que fueran llegando supieran que estaba ocupado y ni se acercaran, nos vestimos con el traje típico de la zona denominado “Adán y Eva”, cremita solar y a tostarse bajo un sol que más que calentar, casi nos violaba. ¿Qué más se puede pedir? (pregunta retórica).
Tras unos largos minutos, un baño refrescante y de vuelta a la madriguera. Caminando tras ella me maravillaba del cuerpo desnudo de Elena, brillante por la crema y destellante con las gotas de mar resbalándole por la piel. Era una bendición para la vista. Un complemento perfecto en un lugar idílico.
Sentimos movimiento cerca. La gente del otro hueco bajaba hacia el agua y, por narices, tenían que pasar junto a nosotros. Era una pareja joven, muy joven. Apenas pasarían de los 20 años. Eso si, de nudismo nada. Con pinta de norte-europeos, él con su bañador floreado, su cuerpo delgado enrojecido por el sol y ella en top-less, y en su piel mucho más blanca que la de él, resaltaban en sus redondeados y juvenilmente firmes pechos las rosadas aureolas de sus pezones. Eso si, ambos bastante guapos. Ay! estos guiris, que raritos son. Venir a una playa nudista y no hacer nudismo es como ir a comprar un Ferrari y preguntar si consume mucho. Simplemente está fuera de lugar.
Otro buen rato de sol con Elena y yo boca arriba. Entreabrí mis ojos medio cegado por tanta luz, y vi al chico de pie en “sus dominios”. Miraba el mar, pero de vez en cuando giraba un poco su cabeza para contemplar la desnudez de mi mujer. Seguramente miraba a Elena y de vez en cuando disimulaba observando el Atlántico.“¿Con que esas tenemos, eh?, Ahora verás lo que es bueno” pensé yo. Me giré hacia ella y comencé a pasar mis dedos por todo su cuerpo, lenta y suavemente. Escalé con ellos la cara sur de sus suaves senos y dibujé con mucho mimo sus pezones hasta coronarlos con un suave pellizco. Supuse que él nos estaba mirando, y no me equivocaba. Le dije a Elena lo que sucedía y ella, que le gusta más un cachondeo que follar (bueno, no tanto, pero casi), miró disimuladamente para asegurarse de tener toda la atención de nuestro joven mirón. Lo cierto es que tras nuestras recientes experiencias en trios con Lucia y con Leo, nos habíamos deshecho de muchos pudores.
“Vamos a darle la bienvenida a Canarias como es debido” me sugirió. Abrió las piernas y dobló las rodillas, de forma que su depilado sexo quedara total y directamente a la vista del chico. Una fina y recortada línea de vello en su pubis le señalaba, por si no lo sabía, la ruta hacia el tesoro que, sin duda, desearía dentro de un momento. Al menos yo siempre lo deseaba.
Ella, con la mirada fijada en él comenzó a masturbarse delicadamente, abriendo e introduciendo un dedo en su coño y pasándolo luego por sus labios. Con su otra mano acariciaba mi verga arriba y abajo. Yo, para no estorbar el panorama que él tenía de mi mujer, me limité desde mi posición a manosear y lamer sus pechos, con sabor a crema (bddd).
“¿Sigue ahí? Le pregunté. “No nos quita ojo” respondió ella suspirando, para añadir “nos estamos divirtiendo a su costa, que menos que un regalito. ¿y si lo invitamos a venir y se la chupamos?”. No me pareció una mala idea, pero no me apetecía en ese momento una polla, así que le autoricé para que, si él accedía, ella jugara con el chico mientras yo los miraba. Elena se incorporó un poco y acariciando sus pechos le hizo una seña con el dedo para que viniera con nosotros. El muchacho, con los ojos que se le salían de sus órbitas, agarró su polla sobre el bañador, lo que hizo que se marcara claramente su erección, y miraba hacia su pareja y a nosotros como diciendo “ya me gustaría, pero no puedo”.
Seguimos torturándole un rato con nuestras caricias, besos, magreos y masturbaciones mutuas ante su mirada. Cuando estábamos enlazados en besos notamos que él bajaba hacia nosotros. Elena le recibió con una sonrisa y sin presentación alguna le cogió la polla sobre el bañador. Se arrodilló entre nosotros sin atreverse a hacer nada, pero dejando que Elena le hiciera una paja sin quitarle el bañador. Por fin alargó su mano y acarició con timidez las tetas de ella. Elena le desamarró los cordones y bajó un poco su bañador. Su delgada y muy tiesa polla, que sin ánimo de parecer vanidoso, contrastaba con mis 17 cms. parecía un juguetito en las manos de mi mujer. Él me miró como pidiéndome permiso y luego se lanzó con ansia a chupar con cierta torpeza (según me dijo ella después) los pezones de Elena, que se dejaba hacer sin parar de masturbarse ella y masturbar al chico.
Elena se decidió por fin a mamársela. Tumbó al chico sobre la toalla y se lanzó a chuparla. Yo me quería cobrar mi parte, así que cogí la mano del muchacho y la llevé hasta mi polla. Él la retiró inmediatamente, pero fue Elena esta vez quién se detuvo en la mamada y mirándole de forma casi amenazante, volvió a llevársela hasta mi verga. Yo se la sujeté para que no la retirara y me empecé a pajear con su mano. En unos segundos se la solté y él siguió tocándomela mientras resoplaba y se esforzaba en no correrse aún.
-¿Speak english?” le susurré. Seguí hablándole en inglés entonces. “Dile a tu novia que venga”.
“She’s sleeping” respondió entre jadeos “and she is not my girlfriend. She’s my sister”. Hala, su hermana!!.
“Ok” contesté. “Anyway, call her, I want to see you fucking her”.
Sugerirle que se tirase a su hermana allí mismo fue definitivo. Se corrió sobre la marcha. El primer chorro de leche en la boca de Elena, que la sacó enseguida para terminar de pajearlo y que siguiera corriéndose encima, mientras dejaba caer el semen de su boca sobre el cuerpo del chico. Posiblemente estaba tan alucinando con la corrida que estaba teniendo y mordiéndose los labios para no gritar de gusto que ni se daba cuenta de que seguía haciéndome una paja con rapidez, al mismo ritmo con que Elena se la meneaba a él durante la corrida, y consiguió que me corriera sujetando su mano sobre mi polla para que no se le ocurriera parar en aquel momento. Los primeros chorros de mi leche cayeron sobre su cuerpo como latigazos, mezclándose con la suya, y el resto se rebosó luego a lo largo de su mano.
Cuando hasta la última gota de semen (mucho por cierto) estaba ya sobre su torso, Elena dejó de tocarle, y él a mi. Elena llevó un dedo bañado en su lechita hasta la boca del chico y se lo introdujo para que lo chupara. Él lo hizo. Con cara de asco, eso si, pero lo hizo. Ella lo obligaba a chuparlo colocada a cuatro patas sobre él, pero sin rozarse. Puso sus tetas sobre la cara del chico para que las chupara y yo me puse detrás de ella para lamer su chochito. Jugando con mi lengua y mis dedos en sus dilatados agujeritos, y con el chico chupando sus pezones se corrió gimiendo sin importarle quién pudiera oirla.
El muchacho se subió el bañador y con cara de estar en las nubes, nos dio las gracias y dijo que mejor se iba al agua, mirando no viniera nadie y le viera bañado en semen.
No le volvimos a ver. Seguramente será una historia que ha contado a sus colegas allá en “guirilandia” y seguramente ni le hayan creído. O quizás ha servido para que su hermana y él disfruten de unos buenos polvos en nuestra memoria, pero lo que si es seguro es que el concepto de “todo incluido” para él, ahora, tiene otro significado.