Playa

En unas vacaciones, una común amiga de mi mujer

Estábamos una noche sentados en la playa después de la cena. En la orilla. Charlando. Picándonos. Se oía el mar llegar una y otra vez. Charlando de cosas serías. Riéndonos… Hacía calor pero la brisa lo hacía soportable. Llevabas un corto vestido de tirantas que dejaba ver los reflejos de tu piel morena.

-Me lo estoy pasando muy bien.

-Me alegro. Esa es la idea al venir aquí.

-Tu mujer no se siente celosa de la atención que me prestas?

-No. Tú te irás y ella seguirá aquí. Sabe que me gustas. Que tengo un bonito recuerdo de ti.

-Sí.

-Además creo que a ella también le gustas, ja, ja.

-Cerdo.

-Me gusta que sea así. Si eso os ha hecho sentiros bien a las dos.

-No te ha contado nada?

-No es necesario. Es algo entre vosotras. Me hubiese gustado veros. Tuvo que ser precioso. Ambas sois muy sensuales. Lo disfrutaste?

-Sí. Es verdad lo que dices. Ella es muy sensual. Muy paciente. Es un poco como tú. Se preocupó mucho de mí. Me hizo sentir bien. Me apetecía ella también.

-Por como te mira también tú la hiciste sentir bien.

-Sí. Me gustó hacer que también ella disfrutara. No me sentí que se lo debiese, sólo era lo que sentía en ese momento.

-Me gusta que hablemos con esta tranquilidad.

-Sí… Porqué a mí nunca me has tratado como a las otras?

-Ja, ja. Así? Sin anestesia?

-Es importante?

-Realmente no. Ahora no.

-Te hubiese hecho sentir mejor?

Me miras. No sé si te preguntas porqué siempre tengo que resultar tan retorcido. O porqué siempre tengo que llegar con cualquier cosa un poco más lejos. Sonrío ante tu mirada. Me gusta que no rehúyas la mirada. Esa época ya pasó. Sonríes y te abrazas a mí. Te beso en el pelo y nos quedamos un rato mirando el mar.

-Te hubiese gustado?

-Tal vez –y sonríes malvada.

-Sigues ocultándome cosas. A este juego ya hemos jugado.

-Qué se siente? Qué sienten?

-Placer. Aunque pueda no parecerlo sigue siendo un juego de placer.

-Eso ya lo sé, tonto.

-Ja, ja. No perdemos viejas costumbres. Sólo nos falta un poco de miniodio, ja, ja.

-Sigue así y lo conseguirás.

-Ja, ja. Me gusta tenerte apoyada en mi.

-Hasta dónde se puede sentir con esa mezcla de placer y dolor?

-Sabes que depende de la persona, del momento, de la sensibilidad o el deseo…

-Sí. Todo teoría.

-Quieres probarlo?

-Alguna vez lo he pensado.

-Y?

-También es importante con quién.

-Para ambas partes.

-A ella también le gusta?

-Creo que no estaría con ella si no. Pero tengo suerte. Tal vez deberías preguntárselo a ella. Ella te lo puede contar desde una perspectiva que yo no vivo.

-Puede que lo haga.

Seguimos charlando un rato más.

-Quieres bañarte?

-De noche?

Pusiste la cara de miedito.

-Y los pececitos?

-Te harán cosquillas.

-Me harán saltar.

-Ja, ja.

-Déjate llevar.

-Creo que estoy muy borracha. Lo haré, ja, ja.

Nos desnudamos. No llevabas nada bajo el vestido.

-Ve hacia la orilla. Quiero disfrutar de tu cuerpo con luz de luna.

Te abrazaste con un gesto como de timidez y me miraste resignada a concederme ser insaciable degustando detalles de ti.

-Pero no pienso entrar sola –me dijiste sin volverte. Sabías que me estaba sonriendo mientras te alejabas.

Entré en tu habitación. Ella me había avisado que me esperabas. La habitación estaba a oscuras. Sólo se filtraban algunos rayos de sol. Era media mañana pero ya hacía calor. No habías puesto el aire acondicionado. Tardé un segundo en acostumbrarme a la penumbra. Algunos más a comprender lo que veía. Cuánto llevabas allí, esperándome? Esperaba que fuese poco.

Tu cuerpo se veía brillante. Por el sudor. Me miraste. Parecías desafiante. Orgullosa. Me dabas a entender que aguantarías, que no te doblegaría. Me paré a ver tu mirada. Tu boca me resultó una tentación. La miré, te miré. No hice nada por acercarme a ti. Me moví por la habitación. Sabía que me seguías con la mirada. Cogí un sillón y me senté frente a ti. Te miré mientras nos manteníamos silenciosos.

-No has podido evitar la curiosidad, verdad?

No era una pregunta. Era más bien un reproche.

-No tengo que hacer lo que a ti te parezca bien.

Casi me arrancas una sonrisa. Sólo fue un rictus. Creo que no te dabas cuenta que no estabas en la mejor posición para ser desafiante. Tu orgullo una vez más jugaba en contra tuya.

-Por eso has decidido entregarte a mi?

-No me he entregado, lo sabes.

-Eres demasiado curiosa pero me gusta tu curiosidad –mi tono había cambiado, relajado ahora. Iba a disfrutar del momento. No iba a dejar que tu desafío lo estropease. Te trataría con dureza o dulzura según me apeteciese. No tenía prisa y tú no estabas en condiciones de imponerte.

Estabas atada a los pies de tu cama doselada. Los brazos alzados y abiertos. Casi totalmente extendidos. Las piernas muy abiertas. No debería resultar cómoda la postura.

-Porqué estás tan agresiva? –notaste en mi tono que no iba a pelearme contigo.

-Lo siento, estoy nerviosa. Pensé que no iba a sentir vergüenza pero la he sentido en cuanto he escuchado que abrías la puerta, antes, cuando has llamado.

-Ya me has ofrecido antes tu cuerpo.

-Pero no así.

-Así como?

-… no sé… tan vulnerable.

Te miro serio.

-No te haces una idea de cuanto disfruto cuando me regalas tanto de ti. Tu entrega, tu sinceridad.

Me seguía apeteciendo tu boca. Hice un gesto de levantarme. Lo controlé. Aún no era el momento de demostrarte nada. Me abrí un poco la camisa. Tratabas de cerrar un poco las piernas, girando las caderas, como protegiendo tu sexo. Era imposible. La apertura de las piernas te lo impedía.

-Te dio vergüenza desnudarte delante de ella para que te atase?

-Sí. Pero no es igual que ahora.

Viste mi gesto de interrogación pero no me lo aclaraste. Tampoco tenía que preguntártelo todo.

-Me gusta tu cuerpo.

-Estoy sudada.

-Me gustas sudada. Aún es poco. Te haré sudar mucho más.

Trataste de apartarte la melena de la cara con el hombro. Con un golpe de cabeza lo hiciste. Era raro mirarnos mucho rato.

-Ella te ha contado algo?

-Le pregunté pero me dijo que era mejor que probase sin una idea preconcebida.

-Me gusta tu cuerpo. Mirarlo con calma.

-Lo sé.

-Luego lo disfrutaré más.

-Me vas a tener mucho rato más así?

-Me gusta mirarte.

-No es muy cómoda la postura.

-Ya te empiezas a quejar?

-No, perdona.

Me levanto y voy hacia la salida que da a la playa. Abro las puertas. Regreso.

-Qué haces? Cualquiera que pase por la playa me podrá ver.

-Sí.

-Ciérralas por favor.

-No voy a hacerlo.

-Me da vergüenza.

-Por eso lo hago.

-Eres imposible.

Me acerco a ti. Me pego a ti. Te levanto la barbilla. Me acerco a tu boca. La abres para ser besada pero me alejo mientras cojo tus pezones.

-Me gusta verlos tensos.

Tiro de ellos hacía arriba. Lentamente. Pellizcados. Los miras antes de ir abriendo la boca más conforme más tiro. Para gemir. Echas la cabeza para atrás para gritar. Apenas te doy tiempo a hacerlo. El grito se queda en tu garganta. Sientes como te los chupo.

-No te quejes por tan poco. Apenas hemos empezado y no es lo más fuerte que voy a hacerte.

-No voy a quejarme. Aguantaré. No voy a rendirme tan pronto. Lo sabes.

-Pero lo harás. Lo sabes también.

Paso la mano entre tus piernas y siento cuánto estás disfrutando. Sonrío. Me sonríes. No quiero esperar más y muerdo tu boca. Apenas un gemido. Después nos besamos saboreando tu sangre.

Me sitúo detrás de ti. El primer azote en el culo también te sorprende.

-Demasiado fuerte?

-Me ha sorprendido. Puedes cerrar las puertas?

-No quiero. Estás muy bonita así y sería egoísta por mi parte no compartirlo. Quiero que todos los que pasen disfruten de tu placer.

-Porqué eres así?

-Te lo he dicho en alguna ocasión, me gusta tu vergüenza, hoy la voy a disfrutar.

No te dejo hablar más. Te doy una segunda nalgada. Y una tercera. Me gusta oír bajito tu quejido.

-Me gustan tus gemidos bebé.

-Hace tiempo que nadie me llama asiiiiiiiiiiii

La última nalgada ha sido más fuerte.

-Tus gemidos hace que disfrute aún más de tu placer pero que también desee escucharlos más. Y eso será peor para ti.

-No me quejaré entonces.

-Ja, ja. No quiero que te quejes. Quiero que disfrutes. Que obtengas placer con lo que te hago.

Te pongo unas pinzas en los pezones. Echas la cabeza atrás.

-No te las voy a quitar hasta que no te estés corriendo.

-Pero me van a volver loca.

-Eso es lo que quiero. Quiero que todas las sensaciones que te voy a ir procurando se acumulen en ti. Quiero oírte gritar sin que te importe quien te pueda escuchar.

Te azoto con una fusta. Veo como se tensa tu vientre, tus brazos.

-No sé si podré resistir.

-Ja, ja. Siempre he confiado en ti más que tu.

Te di una tanda de azotes para seguir disfrutando de la tensión de tu cuerpo.

-Mira lo bonita que se ven las marcas.

Apenas puedes más que jadear.

-Cuando acabe contigo todo tu cuerpo estará lleno de ellas.

Tu respiración agitada no te deja responder pero mueves la cabeza tratando de negar. No puedo evitar morderte de cuanto te deseo. Aguantas mientras lo hago. Cuando suelto el bocado rompes a llorar. Te beso. Responde a mi beso. Continúo con el castigo.

Parece que te he untado el cuerpo con aceite. El sudor te lo hace brillar. Cojo aceite para masajearte. Te lo extiendo por todo el cuerpo, masajeándote. Gimes. Apenas puedes levantar la cabeza. Cuando paso mi mano aceitada entre tus piernas noto que allí no lo necesito.

Te recompenso y meto dos de mis dedos dentro de ti. Los voy moviendo poco a poco. Te meto otros dos dedos en el culo que te hacen mirarme con odio y deseo. Voy aumentando la intensidad despacio. Tus gemidos aumentan de volumen. Cuando vas a correrte me detengo.

-Nooooooooooooooooooooo, no te detengas. Haz que me corra. Después me haces lo que quieras pero haz que me corra cabrón, maldito hijo de puta.

-No sabes lo bonita que estás con esa cara de deseo.

-Sí pero haz que me corra.

Te pongo pinzas en los labios vulvares.

-Eres un cabrón. Métemela.

-Aún no estás bastante caliente para mi gusto. Quieres correrte ya?

-Sí. Sabes que sí.

Vuelvo a azotarte con fuerza.

-No, no, más no, más no. Fóllame!!!!

-Ja, ja. Aguantas poco.

-Cabrón!!!! –Me gritas con voz enroquecida.

Vuelvo a meterte los dedos.

-Creo que alguien te ha oído, mira.

Vuelves la cara hacia las puertas de cristal. Ves la cara de una mujer asiática mirándote.

-Cierra por fa…

No te doy tiempo a terminar la frase. Te azoto repetidamente las tetas y el dolor te hace sólo gemir. Disfruto viendo tu cuerpo aceitado y sudado. La tensión en la musculatura. Tu boca abierta. Los jadeos.

-Me gusta que te miren. Puedo comprender su curiosidad. Estás muy bonita. No soy tan egoísta como para evitar que pueda disfrutar de algo como tu placer.

Apenas levantas la cabeza.

-No quiero que ella…

-No. No te voy a compartir con ella. Es nuestro placer, no de ella.

Te azoto el sexo. Tus gemidos mezclan placer y dolor. Lo azoto hasta que está tan rojo y abultado que es imposible que crezca más. No puedes más. Tu cuerpo tiembla. Veo como te meas. Quiero que veas mi cara mientras te miro. Te cojo del pelo para levantarte la cabeza pero permaneces con la mirada baja. Me da coraje que no me ofrezcas tu vergüenza y te azoto con más fuerza.

Te suelto los pies. Cierras las piernas tratando de retener el placer? La orina que ya se te ha escapado? Vergüenza?

-Te ibas a entregar toda a mí.

-Cabrón.

-Lo quiero. Todo es todo. Tu vergüenza también.

-No comprendes? –Tu mirada es una mezcla de sensaciones.

-Quiero que tu me lo cuentes todo. Con tu cuerpo. Con tu mirada. Con tu deseo.

Paso mi mano por tu coño, está ardiendo.

Aparto tu pelo y el sudor que te corre por la cara.

-Ahora me toca a mí.

Te suelto los brazos y te dejas caer sobre mí. Te ato las manos a la espalda. Podía haberte dicho que te arrodillaras. Pero obligarte. Ver tu cara de rebeldía. Te cojo del pelo y te hago arrodillarte.

-Voy a follarte la boca. No me la vas a mamar. Voy a usar tu boca para correrme en tu garganta.

Te tengo sujeta por el pelo revuelto mientras te lo digo.

-Abre la boca.

La mantienes cerrada. Te doy varias veces con la polla en la cara pero la mantienes cerrada. Te abofeteo hasta que la abres. Me encanta tu mirada.

Entro en tu boca.