Playa

Una mujer casada y sola en una playa,me seduce. Su actitud caliente y su indumentaria despiertan mi instinto. Lograré dominarla? Podré pervertirla?

Hacía un calor sofocante en la playa. Debajo de la sombrilla atisbaba buscando alguna presa sobre la que caer. Una familia se marcha y aparece ella. Tumbada sobre la toalla, un bikini blanco de punto. La piel morena, muy morena. Las piernas dobladas, abriéndolas, cerrándolas, con lentitud.

No quería acercarme a ella y sentarme a su lado, no es elegante, aunque lo deseaba. Me quedé esperando la ocasión. Se levantó para refrescarse. Era mi ocasión. Me quedé unos instantes mirando sus andares. Eran los de una mujer, una auténtica mujer. Me levanté y fui a bañarme cerca de ella.

Más de treinta años, pocos más. Casada, su anillo la delataba. El pelo color caoba, teñido? Y a mí que más me daba. Empezaba a engordar. En realidad no lo sé, no la conocía como para saber si ese había sido su aspecto toda su vida o no. Lo que quiero decir es que empezaba a engordar sin estarlo todavía, empezaba a redondearse. Caderas anchas, el vientre un poco redondeadito y unas buenas tetas. Se movía con sensualidad, eso era lo importante.

Se metió en el agua y allí estaba yo como un tiburón dando vueltas alrededor.

Me mira, la miro, le sonrío, me sonríe. Contacto realizado. Me voy enterando de los detalles, está sola, su marido sólo va los fines de semana, tienen un apartamento en el que ella está porque en la ciudad donde viven hace mucho calor y su marido trabaja hasta tarde por lo que no tiene sentido quedarse allí y aquí hace menos calor...

Me pierdo, con el bikini mojado sus gruesas areolas son visibles y el duro pezón amenaza salir entre el punto que lo deja insinuarse.

-Bonito bikini.

Ella sabe que el bikini me importa un pimiento. Y más cuando paso la lengua por los labios humedecióndolos.

-Gracias. Me lo hice yo. Tengo dificultades para encontrar un bikini que me quede bien.

(Normal, con esos pedazos de tetas –pensé.)

-Pues eres una artista.

-Gracias, es que tengo mucho tiempo libre.

Huy, huy, huy. Ya no necesito más.

-Podemos comer juntos y me explicas los secretos del ganchillo, me apasiona el tema.

Por la manera de mirarle el bikini hasta podría ser verdad.

Se ríe.

-No sé, mi marido...

-Prometo no contárselo.

-No está bien. Estoy casada y apenas te conozco.

(Ya estamos pensando en lo que vamos a hacer después de comer?)

-No hay nada malo en comer (depende qué).

Tres o cuatro frases más para dejarse convencer y acallar su conciencia salimos del agua con el almuerzo concertado.

-Coge tu toalla y ponla con la mía –le digo.

Veo como va por la toalla. Me siguen gustando su manera de andar cuando se va acercando. Ella se da cuenta de la indecencia de mi mirada que no trato de disimular y parece no molestarle, incluso creo que aumenta su contoneo.

Fuera del agua y con el bikini mojado, su vello se marca tanto como las areolas. Tengo que hacer esfuerzos para controlar el tema (ahora llamado así). Menos mal que hoy no me he puesto el bañador de licra.

Se tumba sobre la toalla, fuera de la sombra de la sombrilla.

-Te vas a quemar.

No muy original pero efectivo.

-Te importa ponerme crema? –me mira con una sonrisa como diciendo sé que quieres ponérmela o su mirada quiere decir vamos a disfrutar los dos si me las pones o lo que quiere decir esto es sólo el principio. No sé, con la edad estoy perdiendo vista.

Se tumba boca abajo. Le desato la cinta de la espalda y la del cuello. Le reparto la crema dibujando arabescos por toda la espalda. La extiendo con lentitud. Incluso si fuésemos un matrimonio el gesto estaría claro y lo está. Ella ronronea. Se la extiendo por los costados y rozo sus pechos, incluso metiendo un poco las yemas de los dedos bajo ellos. Le toca ahora a la parte baja de la espalda. Le bajo un pelín, o no fue un pelín? Las braguitas del bikini y sigo extendiendo crema. Tiene el culo relajado, creo que atenta a las sensaciones que le provoca el masaje.

Le pongo crema por las piernas y continúo masajeándola. Se le escapa algún gemido. Cuando meto las manos entre sus piernas para ponerle la crema por el interior de sus muslos, hay veces que se tensa un poco. Le rozo las bragas entre las piernas y no hace un solo gesto. Es pronto. Le meto las bragas entre las nalgas. Da un tranquilo respingo.

-Qué haces? –me pregunta girando la cabeza hacia mí.

-No quiero que puedas quemarte, además es precioso, deberías enseñarlo.

-Sí claro, qué listo!

A pesar de la frase no está nada molesta con el cumplido.

-Tienes un cuerpo para enseñar.

-Me vas a poner la crema?

-Lo siento, no sé por qué me he distraído.

Nueva risita. Cualquiera que mirase desde luego vería que no estaba muy preocupado por la crema mientras le amasaba los cachetes del culo.

-Date la vuelta y sigo poniéndote.

Se ata las cintas del sujetador. Al girarse me mira seria, no soy capaz de leer su expresión, arrepentida? Excitada? Sus pezones me dan la pista o eso creo.

Se tumba sobre la toalla. Mete el estómago. No se ha puesto bien las bragas, se las ha dejado metidas en la raja del culo. Bien.

-Creo que prefiero que por delante te la pongas tú, ahora prefiero mirar.

Vuelve a mirarme sin que pueda interpretar su mirada salvo por sus pezones pero algo así como eres un cabrón se podía intuír. Se incorpora y se la pone por las piernas. Usa una enorme cantidad de crema, va a estar resbaladiza los próximos tres años. También se la extiende con lentitud, desde los dedos de los pies, el empeine, el tobillo. Le ayudo y meto la mano entre sus piernas, al acercarme a sus braguitas siento el calor que desprende. Se tumba para ponérsela por el tronco. Mete sus dedos bajo el bikini. Le pongo crema en la cara.

-No quiero que se estropee una cara tan bonita –le digo mientras le paso los dedos sobre los labios arrastrándolos.

-Tengo que refrescarme.

-Ve a la ducha.

-Y eso?

-Hay más distancia, lo prefiero.

-Está bien.

-Montse.

-Sí?

-Cuando vuelvas aflójate un poco el sujetador del bikini.

-Eres muy malo.

-Te gustará, nos gustará.

La observo alejarse con el culo descubierto. En la ducha la observo aflojarse el bikini. Sus tetas son escandalosas y botando más.

-Deberías hacer topless.

-Sí, claro. Estás loco.

-Ya te lo he dicho, tienes un cuerpo para ser enseñado.

-Mi marido no lo entendería, ya este bikini no le gusta demasiado.

El tema marido es el más complicado de la oposición. Así que siempre que sale hay que procurar evitarlo, aunque no siempre se puede.

-Y porqué te lo pones?

-A veces me gusta rebelarme.

-Generalmente no lo haces?

-No.

Interesante dato.

-Nos vamos?

-Como quieras, es un poco tarde.

-Camina delante de mí.

-Me voy a poner un pareo.

-No lo hagas.

El apartamento está en una segunda planta. Le acaricio el culo subiendo el primer piso. Nos paramos en el rellano entre el primero y el segundo y le metí la mano en las bragas.

-Vamos al apartamento, aquí me da miedo, pueden vernos.

-Enséñame las tetas, no doy un paso más si antes no las veo –le digo mientras sigo hurgando en su coño.

Se levanta el sujetador, le lamo el duro pezón y la hago continuar. Cuando mete la llave la empujo contra la puerta mientras tiro de la parte de atrás del bikini, gime.

-Aquí no por favor -me dice tratando de abrir la puerta, cosa que logra poco después.

Dentro del apartamento se abraza para besarme ya muy caliente. La separo por el pelo para ver su boca abierta por el deseo.

-Date la vuelta.

Se apoya con los antebrazos en la pared y saca el culo. Le doy un cachete. Lo mueve cadenciosamente.

-Cómo me gusta tu culo! Se ve precioso con la marca de mi mano.

-Sigue.

-Te gusta que te de en el culo?

-Sí pero no me hagas daño.

Le doy un segundo cachete. Le quito el cordoncillo del bikini en el cuello y sus pechos lo desbordan. Quitarle el de la espalda es superfluo pero irla desnudando es muy agradable.

Le meto las manos entre las piernas para agarrarle el coño que estrujo entre mis manos. Se retuerce. Le bajo las braguitas de un tirón, saca un pie de ellas y abre las piernas.

La espalda muy doblada, el culo hacia fuera, los antebrazos apoyados en la pared, la cabeza vuelta tratando de ver mi polla. La cojo en la mano para pasearla por su vientre, ella acusa la fricción y yo siento lo mojada que está.

La cojo por las tetas para pegarme a ella.

-Apriétamelas.

No me lo tiene que repetir y por sus jadeos le encanta. Mueve el culo tratando de buscarme.

Me separo de ella.

-Qué ocurre?

-Quiero verte, me gusta verte, eres muy caliente.

-Sigue por favor.

-Espera, quiero disfrutar también mirándote.

-Después te enseño todo lo que quieras, lo necesito.

Doy un paso para entrar en ella de una sola vez. No puede reprimir un grito. La cojo del pelo para tirar fuerte al llegar al fondo de su vientre. Sus dedos tratan de agarrarse a la pared. Sus gemidos son bonitos, sensuales. Su culo rebotando en mi vientre más. Me avisa que va a correrse y acelero para hacerlo con ella.

Ambos estamos sudando, ella apoyada en sus rodillas. Le beso la espalda.

-Bésame así otra vez y puedes hacer lo que quieras, me ha gustado.

La beso con ternura repetidas veces. Le tiro del pelo para hacerle levantar la cara y la vuelvo a besar, ella me devuelve los besos, suaves al principio, hambrientos segundos después.

-Tengo que lavarme.

-Yo también.

-Ahí tienes un aseo.

-Iré contigo.

-Necesito hacer pipí.

-Me lo imagino.

-Puedes esperar?

-Podría pero no quiero.

-Estás loco, además me da vergüenza.

-Perfecto, quiero ver como te pones roja mientras lo haces.

-No podría.

-Puedes intentarlo.

-Eres imposible.

-Vamos.

Sentada, las manos sobre su regazo. Mira al suelo.

-Así no voy a ver nada. Aparta los brazos.

Los pone sobre los muslos.

-Abre las piernas.

Las separa con lentitud.

-Échate para atrás.

Pasea sus manos sobre sus muslos, hacia su pubis sin atreverse a rozarlo, no obstante tira un poco de su piel y su sexo se entreabre.

-Aprieta.

Veo su vientre tensarse pero se arrepiente de inmediato.

-No puedo.

-Mírame y hazlo.

-Si te miro todavía menos.

-Mírame –le digo en un susurro.

Al hacerlo aprieta. Observo su cabeza levemente inclinada hacia atrás, su cuello tensado hacia arriba, su boca abierta. Sus ojos fijos en los míos. Oigo su chorro amarillo al que miro. La miro a ella, al chorro, a ella. Veo su vientre tenso para apurar las últimas gotas.

-Puedo secarme?

-Así estás muy bien.

Me acerco a ella para tocarla, subo mis dedos por su vientre mojándola con los restos de su líquido. La cojo por la barbilla y la beso en la boca.

-Eres apasionante.

Traga antes de poder contestar.

-Gracias.

Me incorporo y mi polla queda a la altura de su boca, no lo duda y se la traga entera. La saca y quita un vello, no sabemos si suyo o mío. Vuelve a tragársela. La lame con la lengua apoyada en el labio.

-Qué bien la mamas.

Me mira sin interrumpirse hasta que logra que se me ponga dura. Se está apretando los pechos y tirando de ellos. La cojo del pelo para entrar más en su boca. Le da una arcada y se la saca.

-Me haces daño.

-Pero puedes soportarlo? Me está gustando mucho.

-Lo intentaré.

Entro con suavidad pero hasta el fondo. Aparta las manos de sus senos para acercarlas a mis piernas pero se detiene por el camino. Uso una mano para jugar con su pezón. Ella lleva las manos hacia su coño. Entro de nuevo en su garganta y me mantengo allí hasta que siente otra arcada.

-Muy bien, lo estás haciendo muy bien.

Esta vez es ella quien se la traga para metérsela hasta la garganta y aguantar allí.

-Voy a correrme, te tragarás mi leche?

No me contesta, sigue chupando. Me corro en su boca. Le toco el cuello para sentir como traga.

-Eres una perfecta mamona.

-Gracias.

Ella vuelve a estar excitada.

-Antes te pregunté si eras masoquista, lo eres?

-Soy un poco sadomasoquista, me gusta un poco de dolor, producirlo y recibirlo pero no mucho. Y tu?

-Sólo sádico.

-No me importa que me pegues un poco cuando estoy caliente.

-Cómo ahora?

-Como ahora.

-Acaríciate, quiero verte.

-Ya me lo dijiste antes.

La sigo al dormitorio. Se tumba en la cama y abre las piernas, después se abre para que yo pueda ver como se mete dos dedos.

-Qué me vas a hacer?

-Te han azotado alguna vez?

Mueve con inquietud su pubis, no sé si por el placer que se está dando o por el que cree que va a recibir.

-No pero no lo hagas, no vayas a dejarme marcas.

-En la primera marca me paro.

-Seguro? Prefiero que no.

-Entonces lo dejamos.

-No me importa que me pellizques o me muerdas un poco pero no me atrevo a ser azotada.

La conversación esta salpicada de jadeos, tiene los labios hinchados y resecos. Le paso la lengua sobre ellos. La conversación ha vuelto a excitarme. Me tumbo en la cama y le digo que monte sobre mí. Ella comprende mi idea y agita sus pechos ante mi cara mientras se la mete. Mueve su pubis sonriendo hasta que el placer la hace ponerse seria y agitarse. Juego con sus senos y el dolor, los aprieto, los pellizco, los estrujo.

-Hazlo más fuerte.

Lo hago, aguanta más de lo que ella piensa.

-Tengo que ducharme, estoy pegajosa.

-Ahora soy yo quien tiene que ir al aseo.

-Me dejas que te la coja mientras orinas?

-Un capricho?

-Sí.

-Entonces orinaré en la bañera para que puedas dirigir el chorro.

-Gracias.

-Estás muy bien educada.

-Gracias –entre risas –es verdad.

Vamos al baño. Ella se sitúa detrás de mí.

-Porqué no te metes en la bañera?

-Me da asco –me dice poniendo un bonito mohín.

-En otra ocasión.

-Puede.

-Tira hacia atrás de la piel, así el chorro saldrá menos difuminado.

Tira muy despacio, con mucha precaución.

-Hace un momento por poco no me la arrancas y ahora que te ocurre, crees que se ha transformado en algodón?

-No, es verdad, es que como no la tienes dura. Huy! He notado el chorro por la parte de debajo de ella.

-Ella se llama polla y no pica por decir su nombre.

-Eres un bruto.

-Y tu un encanto.

-Gracias pero déjame, no me distraigas, hace mucho tiempo que deseaba hacer esto.

-Lo comprendo, a mi me están entrando unas ganas tremendas de comerte las tetas.

-Deja que me duche primero. Qué ha pasado?

He cortado el chorro. Ella la movía de un lado al otro de la bañera como regando.

-Es que funciona a base de besos. Si no le das besos deja de echar pipí.

Se arrodilla no sin cierta cara de asco y le da un rápido beso, se incorpora y me dice:

-Sigue.

Echo cortos chorros.

-No funciona bien, no ha sido un buen beso.

Me mira con un gesto jocoso de enfado. Esta vez no me puedo quejar, utiliza su boca a fondo. Casi me meo en su boca. Se lo digo.

-No sigas si no quieres que me mee en tu boca –le digo en un tono que expresa mi deseo.

-Quieres hacerlo?

-Claro puta.

-Puede que lo pruebe, no es tan asqueroso como pensaba.

-Arrodíllate en la bañera.

-Ten cuidado.

-Cuidado de qué? El meado no provoca embarazos.

Se ríe y aprovecho su risa para mearla. Corta la risa, me mira con cara de enfado pero mantiene los brazos cruzados debajo de sus tetas.

La miro ducharse y trata de provocarme. Me ducho con ella pero a pesar de su intención me marcho a mi apartamento antes de hacer nada más. Es una mantis.

Hemos quedado en salir por otro pueblo de la costa para evitar que algún conocido pueda verla.

Cuando llego está vestida con un vestido de tipo ibicenco. Una larga falda muy clara abotonada delante y un blusón anudado en el ombligo.

Le acaricio el culo.

-No me gusta que uses ropa interior. Quítate el tanga. Quiero poder tocarte sin impedimentos.

Me mira con una cierta duda pero se mete las manos bajo la falda y se la quita.

-Nunca en mi vida he salido así.

-Nunca en tu vida has sido tan puta.

-Ey! No me digas eso –me dice con una sonrisa.

-Quítate también el sujetador.

-No puedo, tengo los pechos muy grandes.

-Y por eso no voy a poder tocarlos con comodidad?

-Me da vergüenza.

-No vamos a discutir por eso, verdad? Estás muy guapa cuando te pones roja.

-Claro, no eres tu quien se avergüenza.

Pero a pesar de su protesta se lo quita. Los pezones amenazan rajar la tela y sus areolas se marcan con nitidez. Se mira en un espejo.

-Dios mío! No puedo salir así!

-Eres mi puta recuérdalo y quiero poder presumir de zorra.

Me mira seria. Las reglas del juego están cambiando. No tenemos que hablarlo. Lo nota.

-Vámonos.

-Qué me vas a hacer?

-No lo sé. Nunca planeo que voy a hacer.

-Me das miedo.

-Pero te estimula verdad?

Una sonrisa que se va abriendo en su boca me contesta por ella.

-De verdad te gustan mis tetas?

Estamos en la puerta abierta del piso. Meto las manos en el blusón y lo aparto para sacarlas y mirarlas con tranquilidad.

-No son feas, no señor, nada feas. Y además creo que yo también les gusto a ellas.

-Estás loco! –Me dice riendo mientras le pellizco los pezones hasta que vuelve a ponerse seria y comienza a jadear.

-Aquí tengo a otro amigo –le digo levantándole la falda para meter dos dedos en su coño empapado. Ambos podemos oír el sonido de sus jugos cuando suspende el jadeo. Está apoyada en el marco de la puerta. Sus manos apoyadas en la pared.

-Eres una buena puta.

Me mira con la boca entreabierta gimiendo.

-Sabes tu marido lo puerca que eres?

Me mira sorprendida pero excitada.

-Haz que me corra… por favor.

Le saco los dedos y se los paso por la cara.

-Vámonos.

Me mira apretando las piernas para retener el placer tratando de correrse.

-Porqué…?

La cojo de un pezón y la hago seguirme hacia la escalera. Se arregla la ropa.

-Deja que me cubra por favor, por favor –me mira suplicante.

Le suelto el pezón al borde de la escalera. Se arregla la ropa.

-Dios mío! Qué cabrón eres!

-Quieres correrte?

-Aquí?! –Me dice sorprendida.

Callo. Me mira dudando.

-Vámonos, a pasado tu oportunidad.

Verla bajar las escaleras es un puro placer y ella se deja caer en los escalones para realzar más el movimiento de sus preciosas tetas. Me gusta la alegría con que lo hace, aunque mira a su alrededor de vez en cuando para asegurarse que no la ven.

Cuando sube al coche le pido que se desabroche la falda hasta la cintura y que se la abra. Separa un poco las piernas sin que tenga que decírselo. Meto la mano entre sus muslos y la encuentro empapada.

Antes de salir del garaje nos cruzamos con dos ancianas que vienen de comprar en el supermercado y han entrado por allí.

-Van a vernos, saca la mano.

-Ni loco, me gustan las húmedas zonas pantanosas.

Creo que nos han visto pero la verdad es que no me preocupa en absoluto. Las veo por el retrovisor vueltas con cara indignada.

Al salir nos encontramos con la calle atascada. Es una zona comercial y el tráfico es intenso. Una familia se va acercando hacia nosotros entre los coches.

-Deja que me cierre la falda.

-Ni pensarlo.

-Me van a ver.

La familia se desvía excepto el chico que sigue caminando hacia ella por su lado. Está muy cerca. Está muy nerviosa.

-Deja que me tape, me va a ver.

Cuando el chico está a la altura de los faros del coche se reanuda el tráfico, el chico se vuelve sin creer lo que ve.

-Oh, me siento... contenta, avergonzada pero contenta, tengo la adrenalina a tope.

-Y otra cosa.

-Sí, estoy caliente, muy caliente.

Se inclina hacia mí para besarme.

-Menuda perra eres Montse.

-Sí –me dice riendo.

Le meto otro dedo más. Gime. Se agarra a mi brazo, se mueve sobre mis dedos.

-Me haces daño –me dice mientras su cara de placer la delata. Se estremece de placer por lo que le hago. Le doy hasta que siento como se pone rígida.

-Haz que me corra, deja que me corra, por favor, por favor.

La miro sonriendo.

Cuántas veces vas a hacérmelo? –me pregunta apenas se ha recuperado para hablar.

-Cuántas veces estás dispuesta a correrte? –le pregunto mientras observo sus últimos retazos de placer.

-No sé cuantas veces puedo hacerlo, nunca me había pasado algo así.

-Te gusta ser mi puta?

-Sí, claro que sí o no notas como estoy?

-Y esto es sólo el principio.

-Qué me vas a hacer? –Me pregunta con algo de miedo. No me molesto en contestarle.

Abre las piernas y se aparta el vestido para dejarme libre el acceso a su coño. Se lo mira y ve sus piernas chorreando de sus jugos.

-Mójate los dedos y extiéndete tus caldos por la cara y el cuello. Quiero que todos con los que te cruces sepan que eres y como huele tu coño.

Además de hacer lo que le digo se pasa los dedos empapados por el pelo.

-Puedo tocarme? Estoy a punto de nuevo.

-Sólo dejaré tocarte si prometes hacer todo lo que te pida.

Ella abría y cerraba las piernas despacio, aunque trataba de mantenerlas abiertas. Me miraba expectante.

-Quieres a tu marido?

Abre los ojos… mucho. Se aprieta los pezones excitada. Cree adivinar lo que quiero de ella. Sonrío.

-Todavía no me has contado tus fantasías, las cosas que te gustan en el sexo.

-No, pero esa no. De verdad.

-A qué te refieres? –Le pregunto con una sonriente falsa inocencia.

-Sí que lo sabes. Cómo puedes ser tan retorcido?