Play with me 2000X

A Alexa se le estropea su "máquina de placer" ¿Y ahora qué? ¡Ella necesita una polla que le de placer! Sea lo que sea, el cliente siempre tiene razón.

Aquí está mi primera historia... :)) No pude escribirla sin masturbarme...

PLAY WITH ME 2000X

La máquina rechinó mientras el falo de plástico quedaba empapado de líquido.

—Hmmm…— gimió Alexa Jackson mientras la cadencia de las embestidas iba en aumento.

—Esto te gusta, ¿no, querida? — escuchó la gruesa, acompasada y viril voz masculina susurrándole al oído.

—Ah… Sí— respondió jadeante—. Quiero más. Por Dios…Más.

Esparció las piernas hasta donde las coyunturas le permitieron extenderse, y se aferró de las sábanas de seda blanca.

—Córrete, querida— murmuró él. Alexa gritó a punto de llegar al éxtasis, cuando la máquina dejó de bombear y se escuchó un ruido metálico de algo que caía al piso.

— ¿Qué diablos…?—exclamó, quitándose los lentes de realidad virtual y sintiendo su coño húmedo zumbándole. Observó, entonces, que el dispositivo motor del juego de autosatisfacción virtual,

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, estaba despidiendo humo de la fuente de las baterías.

—Mierda— maldijo y saltó de la cama para apagarlo. Alejó el vaho abanicando las manos y tosió. Suspiró, masajeándose las sienes y fue en busca de la garantía. Se dirigió hasta su cómoda, pavoneándose desnuda, donde guardaba otros juguetes menos especializados. Sacó una tarjeta verde de cinco centímetros cuadrados y enseguida pulsó el centro del chip. Un holograma se proyectó verticalmente frente a ella. Era un documento con las especificaciones del

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: características, modo de uso y técnicas. Con los dedos fue deslizando el contenido del holograma como si fuera un libro. Por fin llegó a la sección que le interesaba.

Play With Me 2000X le garantiza 5000 horas de placer y satisfacción. Si por alguna razón el dispositivo o el hardware dejaran de funcionar dentro del tiempo de garantía activa, llame a nuestro departamento de técnicos y su producto será reparado.

Más abajo ponía:

Para verificar el número de horas en uso, favor de dirigirse al panel de control localizado en la parte interior del dispositivo motor del Play With Me 2000X

.

Alexa regresó a los pies de la cama y caminó hasta quedar detrás de la máquina. Era una plataforma plana, en forma de boomerang, que gracias a unos sensores hipersensibles y unas placas magnéticas de propulsión, quedaba suspendida en el aire y se acomodaba a la altura requerida del usuario. Del centro de la medialuna se abría un agujero esférico de donde salía una barra de metal ligero, pero resistente, de cuya punta colgaba un pene de plástico de 16 centímetros.

—Qué lástima— murmuró, antes de reclinarse y tomar el juguete. Presionó un botón oculto y el falo se retrajo, doblándose como si fuera una tira de papel; luego, el

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se abrió por la mitad. Estaba compuesto por un montón de circuitería que a Alexa no le importaba, lo único que llamó su atención fue el reloj digital del centro que mostraba el número 4999. Contenta por su suerte, buscó el teléfono por todos lados. Después de cinco minutos lo encontró debajo de la cama, se colocó la esfera gris en el oído y al hacer contacto con la piel se transmutó a un audífono unido a un micrófono. Alexa pulsó el audífono y le llegó la voz robótica de una mujer.

—Buenos días, señorita Jackson. ¿Con quién desea que la comunique?

—Con la oficina técnica de

Temptations Inc

.

—Creando conexión.

Después de colgar, fue al cuarto de baño por una bata y se la colocó. El caballero que la había atendido al otro lado de la línea le aseguró que estaría allí en menos de media hora. Pensó que tal vez debía de arreglar un poco la habitación, luego desechó este pensamiento, encogiéndose de hombros, y salió a la cocina a servirse un helado.


James Thompson salió de la oficina a regañadientes. Era el jefe del departamento técnico de

Temptations Inc.

, y todo el personal de campo a su cargo estaba fuera de las instalaciones. Recibió la llamada de una clienta por la garantía del

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. El tono en su voz era impaciente, de seguro estaba en medio de una sesión cuando el dispositivo se averió.

Entró al tubo de transporte de su piso y fue succionado hasta el sótano, donde estaba el estacionamiento. Caminó a lo largo de una larga fila de vehículos alargados en forma de capsula hasta llegar al suyo de color rojo. Colocó la mano en la puerta, cuando el sistema reconoció sus huellas digitales las luces delanteras parpadearon.

Digitó las coordenadas de la casa de la señorita Jackson y dejó que el piloto automático se encargara de conducir. Desde que fue ascendido a jefe de división jamás había atendido otro encargo de reparación; ahora se ocupaba del papeleo y la logística del departamento. Muy bien podía dejar este trabajo para que el chico nuevo, Bob, se encargara al día siguiente; pero se trataba de la señorita Jackson, uno de los clientes VIP de la compañía.

James se la imaginaba como una de estas viejas pasadas de peso que nunca lograron casarse y necesitaban de los consuelos que ofrecía

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, aunque él no se quejaba, su sueldo provenía de personas —tanto hombres como mujeres— que vivían de esa manera.

El auto se detuvo frente a una casa diseñada al último modelo de la zona galáctica Alfa 74 Omega, cuadrante colonizado 100 años atrás. Salió y se alisó el traje.

—James Thompson.

Temptations Inc.

144K72M— dijo, una vez en la puerta. La misma se deslizó hacia la pared para dejarle pasar. Cuando cruzó se cerró al instante.

—Señorita Jackson, soy el técnico de

Temptations Inc.

—gritó desde la sala.

—Aquí, en la cocina— respondió Alexa—. Segunda puerta a la derecha.

James siguió las instrucciones y se detuvo en el resquicio. Sintió una punzada en el pantalón cuando la vio. Alexa llevaba el pelo recogido en una coleta descuidada, algunos rizos pelirrojos se le pegaban al rostro. Tenía la nariz perfilada y los ojos grandes y almendrados, de color verde. La boca era pequeña y rosada, tenía el mentón perfilado y el cuello lo suficientemente largo como para hundir la cara en él; sin embargo, la expresión de su mirada era lo suficientemente dura como para helar a cualquiera. Llevaba puesta una bata de baño color nácar y no había hecho esfuerzo alguno por taparse demasiado, James podía ver el nacimiento de sus senos sin problema.

— ¿Ya terminó de evaluar la mercancía? — dijo Alexa mordaz.

—Disculpe— murmuró él sin lamentarlo de veras. Ella enarcó una ceja, se bajó del taburete en el que estaba sentada y caminó hasta quedar frente a él.

—No pareces un técnico— sentenció.

—No hay personal disponible, soy el jefe de división.

—Ya veo— dijo, y pasó junto a él dejándose embriagar por su colonia. Una mezcla de madera y frutos secos. Alexa sintió un pequeño retortijón en la parte baja de su vientre.

—El aparato está por aquí.

James la siguió hasta la habitación y arrugó la nariz por el desorden. Sin esperar a que le dijera más, recogió el

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de la cama. Sacó lo que a Alexa le parecía un bolígrafo común y corriente, que era realmente un escáner con el que analizó el dispositivo. Luego le dijo:

—Tendré que llevarme su unidad. No puedo arreglarlo aquí. Estaría listo para dentro de dos días.

—No puede ser— exclamó Alexa enfurruñada, mientras se sentaba de golpe en la cama, dejando ver parte de sus largas piernas. La polla de James palpitó quejándose.

— ¿Y ahora con qué me voy a entretener? — preguntó, cruzándose de brazos y haciendo mohines de niña mimada. James no supo cómo interpretar esas palabras, pero se le secó la garganta y no pudo evitar carraspear. Alexa lo miró, entornó los ojos y luego los suavizó. Lo observó de arriba abajo, apreciando las formas deportivas que se marcaban debajo de la ropa de él, y sonrió.

— ¿Cómo te llamas? —dijo Alexa.

—James Thompson.

—Me pregunto si estás muy ocupado esta tarde, Jim— dijo, usando el diminutivo mientras recorría con los dedos el lazo que le ataba la bata.

—Depende para qué, señorita Jackson—respondió, cambiando el peso de un pie a otro, entendiendo a la perfección lo que Alexa quería decir.

—Bueno, Jim, tú eres representante de

Temptations Inc.

, y estás aquí para resolver mi problema con el

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, yo estaba usándolo cuando se dañó. Tal vez— prosiguió, fingiéndose ingenua —podrías hacer alguna indemnización en nombre de la compañía. Ya sabes que el cliente siempre tiene la razón— dijo esas últimas palabras lentamente.

—Por supuesto que me encantaría recompensarla por nuestro error— le dijo James con una sonrisa ladina.

Alexa se reclinó hacia atrás en la cama para acomodarse, y desató el nudo de la bata. Él fue capaz de admirar la figura femenina sin obstáculos. La piel parecía de seda, tenía los pechos turgentes y las areolas rosadas. Ella se apoyó de los codos para que James pudiera apreciarla mejor. El calor empezó a subirle a las mejillas y sonrió al ver que el bulto de James crecía.

—Eres una niña muy mala— le dijo. Dejó el juguete en el suelo, se quitó la camisa y caminó resuelto hasta la cama.

—Las niñas buenas no se divierten— ronroneó Alexa y abrió las piernas, desnudándose por completo. Ella miró el torso desnudo de James y se le hizo agua la boca, el tipo sabía muy bien cómo ejercitarse. Él se arrodilló frente a la cama, haló de ella, agarró sus nalgas y las elevó para hundir la cara en su sexo y besarle los pliegues. Ella tembló por el contacto. Primero lamió la superficie, y complacido comprobó que Alexa ya estaba bastante húmeda.

—Pásame una almohada— le ordenó, y ella le lanzó una. James se la colocó debajo de las pompas para poder tener las manos libres y colocarse mejor. Separó los pliegues y tentó el clítoris con la punta de la lengua.

—Sí…—musitó Alexa, asiendo las sábanas. Luego, él siguió lamiendo su sexo hasta introducir la lengua en su orificio, invadiéndolo unas cuantas veces. Introdujo un dedo y luego dos para comenzar a bombear con fuerza. Sin dejar de hacer esto volvió a succionar el clítoris, hinchado y palpitante, y agregó otro dedo. Alexa gritaba como loca, retorciéndose con movimientos primitivos, jadeante.

—Sí, sí, sí… ¡Ya me vengo!

—Vamos, zorrita, vamos —susurró en su dulce coñito.

Las paredes de su vagina convulsionaron contra los dedos de James durante el orgasmo, bañándolos con sus jugos. Cuando terminó, él retiró sus dedos y se los llevó a Alexa hasta la cara; ella los lamió al instante, saboreando la acidez, succionando por completo las falanges hasta la palma, como una promesa de lo que podría hacer con un miembro más bajo de su anatomía.

James terminó de deshacerse de su ropa. Tomó la almohada, la puso a sus pies y le extendió la mano a Alexa en señal de invitación. Ella se bajó de la cama, aún sintiendo unos cuantos espasmos recorrer su interior, y se arrodilló frente a él. Su polla estaba completamente erecta y las venas le palpitaban. Ella se metió los dedos en su coño, lubricándolos, para luego agarrar el falo entre sus manos. Aunque no era tan largo como su juguete, era mucho más grueso. Empezó a masajearlo moviendo la mano de arriba hacia abajo, y con la otra acariciaba los testículos. Besó la punta del pene y James reclinó la cabeza hacia atrás. Alexa se metió la polla a la boca lo mejor que pudo y succionó con fuerza, moviendo la lengua cada vez que podía, sintiendo la rugosidad, y tragando tanto como alcanzaba. Aumentó el ritmo del ejercicio hasta que James la apartó con cierta brusquedad.

—No queremos arruinar toda la diversión, ¿cierto? —le dijo, poniéndola de pie y tumbándola en la cama. Sin mayor preámbulo o delicadeza, se colocó encima de ella y la penetró duro y fuerte. Alexa le rodeó la cintura con las piernas y él la encarceló colocando los brazos a cada lado de su cabeza. La embestía con más ímpetu y celeridad. Ella se aferró de sus hombros, clavándole las uñas y comenzó a gemir.

Los gritos excitaban más a James, por lo que la saqueaba con mayor violencia, rompiendo cualquier resistencia de su apretado coñito, dejando que esa calidez y humedad cubrieran su falo y lo succionaran. Quería rugir y darle a Alexa la mejor jodida de su vida, algo que no conseguiría con los juguetes que él diseñaba.

La casa quedó inundada por los alaridos y sonidos guturales de ambos. Alexa se vino ruidosamente, convulsionando y estremeciéndose. Casi al mismo tiempo James liberó su leche dentro de ella, gruñendo y temblando.

Él mantuvo la unión unos segundos, antes de desplomarse a su lado. Unos minutos después, se incorporó y comenzó a vestirse, dejando a Alexa jadeando y llena de sudor sobre la cama.

—Gracias Jim, has estado excelente.

—Tú también, Alexa— replicó, dejándose de formalismos.

—No quisiera abusar de ti, es posible que no tengas espacio en tu auto. ¿Por qué no —dijo con cautela— vienes mañana a llevarte el juguete?

—El cliente siempre tiene la razón— dijo, saliendo de la habitación y dejando olvidado en el piso el

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.

FIN.