Platicando Largo y Tendido (04)
Mi hermano me cuenta sobre Luis, su primer gran amor, y del que se tuvo que separar por el bien de la familia de este.
Platicando Largo y Tendido 04
"Luis era un hombre ya mayor, tenía 33 años, estaba casado desde hacía 6 y tenía 2 hijos. Era muy amable, y su trato hacía que me gustara bastante. Era moreno claro, bigotón, de complexión redonda, pero no gorda, más bien relleno. Como verás Lalita, era un hombre tan normal como cualquier otro, incluso hasta su pene lo era, no mediría más de 16 cm y tampoco era muy grueso. Como dije, tan normal que hasta es difícil describirlo.
A mi me daba pena con su esposa, pues era una mujer buena, de carácter muy amable y dulce. Era blanca y bajita, ella si era redondita, y sus ojos vivaces brillaban como perlas en esa carita ovalada y aniñada que tenía. Ahora que lo pienso no se merecía que su esposo la hubiera engañado, y siento remordimientos por haberlo hecho, pero no creo que, de regresar el tiempo, no volviera a hacerlo. El pobre Luis no era tan distinto a los demás hombres homosexuales, reprimidos en una sociedad machista. Amaba a su mujer, si, pero no se sentía atraído por ella. Si hubiera tenido un pene entre sus piernas, entonces lo habría vuelto loco.
Con el experimenté algo nuevo en mi vida, un amor verdadero, desinteresado, puro, bueno, que no buscaba solo saciarse de carne, sino dar placer y alegría a todo su alrededor también. Cuando teníamos sexo era muy delicado y tierno conmigo, no como el resto de machos sementales con los que me había acostado. El hacía el amor, no tenía sexo, y para mi ero fue el mayor de los afrodisíacos. Para conseguir algo de mi, solo tenía que besarme y acariciarme un rato, no más.
Hice de todo con el, de todo. El no tenía la experiencia de mis amantes anteriores, de hecho, casi no tenía. Pero yo no quería ser su maestro, era un rol que me hacía sentir ridículo, así que mejor me propuse a conocer el sexo de nuevo, desde cero, como si nunca hubiera pasado por allí.
Nos reuníamos casi todos los días después de clases. Yo pasaba a su local cuando su mujer no estaba, su trabajo hacía que se mantuviera fuera de la casa más o menos hasta las 5:30, tiempo suficiente para gozarnos el uno al otro. Recuerdo un día en que estaba regresando de un entreno de fútbol. Yo tenía 17 en esos momentos, con Luis había empezado a los 16.
Estaba todo sudado y enlodado, pues había llovido durante la noche y el campo estaba enlodado. En cuanto me vio, se le dibujó una sonrisita rara en los labios.
Hola amor. le dije en voz baja al subir por las gradas para llegar a su casa.
Hola vida estás hecho un cerdito vení, vámonos a la regadera
Ya sabía yo que aquello no tenía mucho que ver con mi aseo personal, pero eso era lo que yo deseaba. Cada vez que llegaba a su casa por las tardes era una celebración de sexo y de amor. A veces no había sexo, pero siempre hubo amor.
Me dejé llevar al baño, caminado de su mano. Me quitó la camisa y luego la pantaloneta, dejándome en calzoncillos. Nunca usaba tanga cuando había la posibilidad de tener que quitarme la ropa frente a mis compañeros, como en los vestidores del campo. Pero siempre cuidaba de llevar ropa interior limpia y en muy buen estado. Todavía lo hago Lalita, si no llevo tanga, uno calzoncillos tipo bikini que me marcan muy bien el paquete y las nalgas.
Me lo bajó también, dejando mis genitales juveniles colgando libremente, aun dormidos, pero con la plena conciencia de que pronto sería despertados.
Entré ya desnudo por completo a la bañera, después de que Luis constatara que el agua estuviera tibia, la verdad el me mal acostumbró mucho, me hizo sumamente consentido. Por su parte se alejó un poco y empezó a desnudarse. Primero la camisa, luego me dio la espalda y comenzó a quitarse el pantalón, llevaba una pequeña tanga que se le metía entre las nalgas, redondas y grandes, aunque algo caídas y aguadas. Aquella era una prenda de su mujer, que el usaba a veces para mi.
La verdad es que Luis no era ningún Adonis, pero el me enseñó que la belleza física no es más que un complemento de la belleza interior, y en ese caso, el era el hombre más bello del mundo. Estaba un poco pasado de peso y sus facciones no eran guapas, pero aclaro que tampoco espantaba. Pero así estaba loco por el.
Le indiqué que se acercara con un además de mi mano, el lo hizo. "Guíame amor" le dije y tomándome de la mano, me la llevo a que le acariciara los huevos y la verga. Me arrodillé ante él y comencé a acariciarle aquel amado aparato sexual, le pasaba la lengua por encima, le acariciaba los huevos y las nalgas, y mordisqueaba sobre la tanga. Luis se dejaba hacer, dejándose llevar por el calor del momento, acariciándome el cabello y la cabeza.
Bajándose la tanga, me dijo sin palabras "chupámela". Yo, obediente y goloso como soy, abrí la boca y saboreé aquel delicioso trozo. Estuve allí, arrodillado, como por unos 10 minutos. En realidad no esperaba que acabara allí mismo, tan solo que se calentara al máximo. Por eso solo se la lamía y acariciaba, sin chupar demasiado.
Pasados los 10 minutos, el tomó mi lugar. Hizo que me pusiera de pié y el se arrodilló, repitiendo el mismo ritual que yo ya había iniciado. El se la tragaba toda, me apretaba las nalgas y me las acariciaba. Le tuve que pedir que parara, no quería acabar tan rápido. Se dedicó entonces a chuparme los huevos, metiéndoselos a la boca y lamiéndolos despacio, aquella caricia me encantaba.
Nos bañamos bajo un chorro tibio, apretándonos mutuamente, lamiéndonos cada rincón, deteniéndonos en nuestras tetillas y ombligos. Frotaba mi cuerpo contra el suyo, quería sentir cada pelito de su pecho, su respiración, su tibieza.
Salimos de la ducha y nos encaminamos hacia su recámara, nos fuimos abrazados y besando por todo el camino, hasta que el llegó y me dejó caer sobre su cama, boca arriba. Tomó mis piernas y se las puso sobre los hombros, pasó un rato amasándome las nalgas, me decía que le encantaban, por ser gorditas, duritas y morenas. Me las acariciaba, frotaba, apretaba, mientras sus dedos buscaban mi ano.
Jaló un poco de crema nivea y se puso a frotármela por encima del esfínter, se le había acabado la vaselina, así que aquello era un buen sustituto, pues el nunca me penetraba sin lubricante, tenía miedo de lastimarme. Me fue metiendo los dedos, primero uno, luego dos, hasta tres dedos, buscando la mayor dilatación posible. Y mientras yo me dejaba hacer, gozando con cada movimiento de sus 3 dedos que se revolvían como serpientes en mi interior.
Por mi parte no dejé de acariciarle la verga ni un momento, frotándola despacio y suavemente por todo lo largo, estaba deseando tenerlo adentro. Cuando sus dedos entraban en mi cuerpo como cuchillo caliente sobre la mantequilla, me dio la vuelta y se puso detrás de mi. Yo quedé con el tórax sobre el colchón, sostenido con mis pies en el suelo y el culto expuesto.
Sentí su glande abriéndose paso en mis entrañas hasta que sus testículos toparon con los míos. Entonces comenzó con un movimiento de émbolo suave, pausado, pasando una mano bajo mi vientre para acariciarme y apretándome contra su cuerpo.
¿Te gusta mi amor?
¡Me encanta! ¡Dale más rápido, con más fuerza!
Te amo Juanca
Y yo a ti Güicho
¿Te das cuenta de la diferencia entre estos encuentros con los anteriores Lalita? Luis no era un salvaje y despiadado amante, sediento de sexo y al que solo le interesaba su propio placer. Luis me amaba, me trataba como a una novia amadísima, y yo a el.
Me cogió por unos 10 minutos, tiempo en que me llenó de besos y arrumacos. No me dejó masturbarme, el también quería su ración de verga. Yo empujaba con las caderas hacia atrás para recibirlo más profundamente. Y cuando comenzó a gemir con fuerza, supe que el final estaba cerca.
¡Juanca! ¡Juanca! ¡¡¡JUANCA!!! ¡¡¡JUANCA!!!
¡Dámelo! ¡Dame toda tu leche adentro mi amor!
¡¡¡¡AAAAGGGGGGHHHHHHH!!!! inundó mis entrañas con su leche de hombre, entibiándome adentro, dejándose caer sobre mi luego.
Rodó a mi lado y nos quedamos tirados sobre la cama un momento, esperando a que se recuperase.
¿Te ha gustó rey? me preguntó.
Si mucho pero ahora me toca
Servite pues amor
Separó las piernas y yo me posicioné en medio de ellas. Procedí a untarle el culo con abundante crema, como el había hecho conmigo. Luego le metí varios dedos, trataba de llegar lo más adentro que podía y de estimularle la próstata tanto como podía. Yo lo veía loco, revolviéndose sobre la cama, con los ojos cerrados y gimiendo roncamente.
Me coloqué sus piernas sobre los hombros y apunté la cabeza de mi pene, Luis se separó las nalgas con las manos para darme más espacio para actuar. Entonces mi pene lo atravesó poco a poco, con la misma gentileza que el había tenido conmigo. Antes de que pasara un minuto, yo ya estaba entrando y saliendo de su interior, suave, despacio, mientras él movía el culo y se apretaba contra mí, buscando sentirla con más intensidad. Yo nunca lo penetraba con fuerza, el tenía mucha menos experiencia en sexo anal que yo y por lo tanto su ano no tenía la capacidad de distensión del mío.
Estaba tan caliente y excitado que no pude aguantar mucho, igual aquello no era necesario, el ya había tenido su ración de placer y ahora era mi turno. Al momento comencé a eyacular con fuerza en su interior, gimiendo fuerte y convulsionándome, víctima de un enorme placer.
Después de eso quedamos tirados en la cama, platicando de todo un poco, nada en particular. Yo le contaba de mi día en el colegio, y el del suyo en la cafetería. Hablamos por horas, mientras yacíamos abrazados sobre la cama desnudos y sudorosos. Hasta que llegaba el triste momento de irme, pues su esposa estaría próxima a regresar de su trabajo.
Fue una bonita relación Juanca
Preciosa
¿Por qué terminó?
Bueno, la verdad no éramos súper espías para mantenerlo todo en un secreto total. Con el tiempo nos hicimos descuidados y comenzamos a dejar indicios que su mujer vio. Pero ella no quiso creer que su amado esposo tuviera algo con otro hombre, así que se empeñó en negar las cosas. Pero en el fondo lo sabía, así que le empezó a tender trampas, pero esperando que el cayera y le dijera que andaba con otra mujer.
La comprendo, es mil veces más duro para una mujer darse cuenta de que su marido andaba con otro que con otra.
Exactamente. Las cosas se pusieron difíciles, el se sentía muy mal pues su mujer era buena y no se lo merecía. Hasta que un día, ella tuvo un accidente que casi la mata. Luis tomó una dura decisión y yo lo apoyé incondicionalmente.
¿Cuál fue la decisión?
Separarnos. El ya no quería seguir dañando a su esposa. No era culpa de ella que el fuera gay, mucho menos que el se hubiese casado con ella. Luis le debía amor y respeto, a ella y a sus hijos, y por todo esto decidió que lo mejor era terminar lo nuestro.
¿Y tú como lo tomaste?
Bueno, yo había madurado mucho, me di cuenta de que tenía razón, de que lo nuestro no tenía futuro por muy bello que fuera, ¿cómo lo iba a tener? Si insistía en quedarme, le haría mucho daño a muchas buenas personas a su alrededor, que no tenían culpa de nada. Así que, destrozados y cubiertos en llanto, un día miércoles salí de su casa para no volver nunca más. tan solo me llevé de él, el recuerdo de todo su amor y una cajita con recuerdos que aun hoy atesoro como los lazos que me llevan a recordar aquella relación tan hermosa que una vez tuve.
Guardamos silencio por unos momentos, uno nunca olvida un amor como ese, por mucho que pasen los años, los recuerdos perduran. Es paradójico, lo recuerdos que más tenemos en nuestras mentes son aquellos que más felicidad nos han traído y los más tristes y desgraciados. Pero estos últimos se olvidan con mucha más dificultad que los felices. Así es la vida.
¿Qué más pasó en tu vida después de eso?
Me di cuenta que era bisexual, pero pasó mucho antes de volver a tener una relación como la de Luis. Si, tuve otros novios y amantes, pero ninguno dejó una marca en mi tan indeleble como los hicieron el Chucho, el Trozo y Luis. Tal vez fue hasta que conocí a Ester en la universidad que me volví a enamorar intensamente.
Si, me acuerdo de Ester, era muy linda y bella.
Si, muy linda y bella pero esos son otros recuerdos. ¿Te parece si te los cuento con el tiempo Laura?
Si, por mi perfecto.
Bien ahora quiero que me hablés de ti, decime, hablame de tu vida.
Ahora era mi turno, yo quería que mi hermano entrara en mi vida también. Pero eso se los cuento otro día, por ahora les doy las gracias por su atención. Besos y abrazos.
Fin.
Garganta de Cuero.